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Capítulo 9

Bellatrix se bebió su cóctel sangriento de un trago y obligó a Sirius a levantarse. Para los vampiros, la vida empezaba al anochecer.

—Ven, vamos a bailar.

—Yo no bailo, Bella —aseguró él.

Protestó un par de veces más mientras Bellatrix seguía arrastrándole a la pista. A lo que se dio cuenta, estaban saltando y riendo juntos al ritmo de las canciones de punk-rock de los ochenta que sonaban en el club. Dio igual que hicieran el loco o el ridículo, nadie les molestaba y seguían siendo de los más normales del lugar. Varias personas intentaron ligar con ambos, pero se rendían al ver que estaban juntos. Muy juntos. Sirius descubrió que besuquearse con su prima en medio de todos esos seres extraños resultaba aún más excitante. Pasaron así más de dos horas en las que ambos olvidaron a Voldemort, la guerra y cualquier otro problema.

—Vamos a sentarnos un rato —murmuró Bellatrix al fin—, había olvidado que los humanos sudáis y os cansáis.

Sirius apenas la oyó por encima del ruido, pero se dejó arrastrar de nuevo. La vampira le indicó a Eleanor que les sirviera otra ronda y lo guió hasta un reservado. Se dejaron caer en el cómodo sofá y Bellatrix volvió a besarle. Eso hizo surgir nuevas dudas en Sirius:

—¿Cómo gestionáis las relaciones los vampiros? ¿Os enamoráis igual y todo eso?

—Bueno, es diferente... Por lo general, los vampiros buscan placer, no amor. Los conceptos de fidelidad y monogamia son poco frecuentes. Es muy habitual ser bisexual, así que apenas hay barreras. No somos una especie propensa a enamorarse... Un vampiro vive cientos o incluso miles de años, es muy difícil que se ate a alguien que sabe que morirá pronto. Entre vampiros sí que se dan relaciones estables, pero es más complejo e intenso que entre humanos, no es exactamente lo que se conoce por amor. Aunque no lo sé, nunca me ha pasado.

—Suena un poco triste todo el concepto...

—Quizá para otros sí, pero no puedes saber cómo siente alguien de otra especie, los vampiros somos felices así.

Sirius asintió lentamente. Tenía sentido... Además, seguro que había excepciones. Entonces verbalizó una idea a la que llevaba dándole vueltas varios meses:

—¿Y tú podrías convertirme? Para ser un vampiro contigo...

—No —respondió Bellatrix al punto—. Yo jamás te haría eso. Es verdad que ahora soy feliz, pero aceptar que ya nunca más sería una bruja fue durísimo. Además, yo no tuve a nadie a quien dejase atrás, con mis hermanas nunca tuve mucha relación y jamás tuve amigos. Prueba de ello es que desaparecí hace años, se me dio por muerta y nadie me buscó nunca. Así que aunque fue duro, pude adaptarme y ahora soy feliz. Pero tú renunciarías a muchas cosas y a personas a las que quieres.

—Ya, pero podría estar contigo para siempre y...

Tuvo que interrumpirse porque apareció Eleanor con las bebidas. Les sirvió a cada uno su copa y seguidamente murmuró que ya había acabado su turno. Sirius le dio las gracias y las buenas noches creyendo que se iría a dormir. Y sí, se fue a dormir, pero al regazo de Bellatrix. Se ovilló sobre ella, se arropó entre sus brazos y cerró los ojos. La vampira no protestó ni dijo nada. Sirius supuso que no era la primera vez que sucedía. Mientras le acariciaba el pelo a la muggle, con tono suave para no despertarla, Bellatrix continuó:

—Además tendría que matarte para transformarte. No podría vivir conmigo misma sabiendo que te he quitado la vida cuando tú me la diste a mí.

—Ah... Creí que igual no era necesario morir... Leí en algún libro que si un vampiro tiene la voluntad de transformarte, vale con un mordisco en el cuello. Pero es verdad que los libros no son fiables, hay mucho secretismo.

—Solo los vampiros digamos... de nacimiento pueden ejecutar el ritual sin matar y yo no lo soy. Pero ya te digo que aunque pudiera, no lo haría.

—Yo no quiero, morir, claro... —reconoció Sirius— Pero si el resultado es vivir para siempre contigo, igual sí que compensa.

—No —repitió Bellatrix con firmeza— Esta vida... Que la luz del sol sea tu enemiga, no disfrutar de la comida ni de la bebida, que el mundo te considere una bestia... no se lo deseo a nadie. Y menos a ti. Para mí está bien, yo ya vivía así antes y lo disfruto, pero no para ti.

—Lo comprendo —respondió Sirius alicaído, entendiendo que no era negociable.

Estuvieron unos minutos en silencio, mientras disfrutaban de sus bebidas y la vampira acariciaba el cabello de su muggle. Al rato, Sirius (que no había parado de darle vueltas) murmuró:

—En nuestra familia se envejece muy bien, creo que hasta los sesenta y pico no empezaré a estar peor físicamente, así que...

—No te preocupes, estaré contigo hasta el final. Te lo prometo.

—¿Por qué? —respondió él emocionado— ¿Por qué quieres estar conmigo si ya no somos familia? ¿Por qué arriesgaste tanto por proteger a Regulus y luego a Harry?

—Porque tú estuviste conmigo la peor noche de mi vida.

—¡Claro que sí, no iba a dejarte sola! —exclamó recordando aquella aciaga noche en el autobús noctámbulo.

Bellatrix sonrió y bebieron en silencio. Después, pasaron a asuntos más alegres y rieron y bromearon como si nada sucediera. También debatieron temas profundos, como las dudas de Sirius de si era un buen padrino o las de Bellatrix que sentía rechazo hacia el resto de vampiros porque su creador la abandonó. Aunque sus mundos ahora fueran diferentes, seguían teniendo una complicidad palpable y se aconsejaban y se escuchaban como nadie más lo hacía con ellos. Tanto fue así, que cuando Sirius miró el reloj ya eran las seis y media de la mañana.

—Nell, preciosa, es hora de irse a la cama —susurró Bellatrix al oído de la muggle que se había dormido encima suyo.

"Llévame" fue lo único que farfulló la muggle casi en sueños. Bellatrix sonrió, la abrazó y le indicó a Sirius que volvía en tres segundos. Se desvaneció en una nube de humo y tres segundos después volvía a estar ahí, esta vez sin Eleanor. Al mago sus poderes no dejaban de sorprenderle:

—¿Ya la has subido a su cuarto?

—La he subido a su cuarto, la he acostado y le he dado su beso de buenas noches —sonrió Bellatrix—. Yo también tengo que irme a dormir. Tengo una suite aquí arriba, es donde me quedo cuando vengo a Londres. La mansión Black ya no es mi casa y no logro encontrar ningún sitio que considere mi hogar.

—Claro...— respondió Sirius.

Aunque hubiesen pasado muchas horas juntos y esta vez despiertos, seguía doliéndole tener que separarse. Así que le preguntó si podía pernoctar con ella. A Bellatrix le sorprendió que quisiera pasar tiempo extra en aquel club, pero asintió.

—Buenas noches, Pam —se despidió de la vampira que despachaba a los últimos clientes.

La rubia le hizo un gesto de despedida mientras seguía a lo suyo. La música que sonaba era más lenta y el ruido de copas y sillas también empezaba a reducirse. Bellatrix condujo a Sirius a un lateral, entraron por una puerta semioculta y subieron al piso de arriba. Al mago le sorprendió lo bien insonorizado que estaba: no se escuchaba un solo ruido. Caminaron por un pasillo enmoquetado hasta una puerta con un número dorado: noventa y tres.

—Esta es la mía —indicó la vampira acercando su mano al pomo—. Solo se abre ante mí.

Era una suite enorme con salón, dormitorio, despacho y un cuarto de baño con jacuzzi. Había un ventanal de vidrio de control solar que permitía contemplar el exterior sin que entrara la luz y se cerraba automáticamente en cuanto amanecía. Sin embargo, lo más sobresaliente era la cama: doble, casi triple, con un pesado dosel y sábanas de hilo. Disponía también de un elegante ataúd metálico, pero Bellatrix lo descartó por Sirius.

—Espera, tú necesitarás mantas —murmuró la vampira dándose cuenta de que Sirius sí sentía frío.

Unos segundos después, había vuelto con un par de gruesas mantas de pelo.

—¿Así está bien? ¿Crees que necesitarás algo más? —preguntó la vampira intentando recordar qué necesidades tenían los humanos.

—Está perfecto, solo te necesito a ti.

Se besaron de nuevo, esta vez con más ansia. Empezaron a meterse mano y antes de darse cuenta habían perdido la ropa y estaban tumbados en la cama. "Joder, eres perfecta" susurró Sirius sin dejar de besarle el cuello.

—Espera, Sirius, no creo que debamos hacer esto.

—¿Por qué? Hacía siglos que no deseaba tanto hacer algo...

—No sé si habrás leído sobre el tema pero... El sexo con un vampiro es mucho más intenso que con humanos, no se parece a nada que hayas hecho antes.

—Si estás intentando quitarme las ganas, no vas bien —le indicó el mago sin dejar de acariciar su cintura.

—Lo que quiero decir es que una vez lo pruebes, cualquier relación que intentes consumar con un humano será aburrida, decepcionante y altamente insatisfactoria para ti. No sé si te merece la pena condenar todos tus polvos futuros por...

—Bella, prima mía, vampira mía o lo que seas mío: por pasar una noche contigo estaría dispuesto a castrarme después yo mismo. A ver, no físicamente, le tengo cariño a miniSirius... pero tomaría una poción o... El caso es que estoy más que dispuesto a aceptarlo.

La vampira intentó no reírse ante los laberintos de tonterías en los que se metía él solo y le preguntó muy seria si estaba seguro.

—Comprueba tú misma si estoy seguro -susurró él en su oído con voz ronca eliminando la poca distancia que los separaba.

Ahí acabó el autocontrol de Bellatrix. Un segundo después, Sirius estaba en la cama, debajo de ella, sumido en el éxtasis más absoluto que había conocido. Solo había una cosa que extrañamente deseaba experimentar en ese momento. "Muérdeme, por favor" jadeó. No necesitó repetirlo: con cuidado y precisión, Bellatrix hundió los colmillos en su cuello. Él gimió y la estrechó junto a su cuerpo con fuerza, intentando sentirla lo más cerca posible en todos los sentidos. La vampira bebió de él extática, asegurándose de que el placer era mutuo. Cuando terminó, se mordió el pulgar y con una gota de sangre le curó la herida del cuello. Después, llevó el dedo a los labios de Sirius.

—Chupa mi sangre antes de que se me cure la herida.

Sirius obedeció y preguntó el motivo.

—La sangre de vampiro es altamente energizante para los humanos, como una droga estimulante. Te aseguro que para complacerme vas a necesitar toda la energía que puedas reunir.

El mago sonrió y agradeció la ayuda, desde luego quería hacer disfrutar a Bellatrix como merecía. Y lo hicieron, vaya si lo hicieron... Cuando terminaron varias horas después, Sirius básicamente había perdido la consciencia. Resultó extremadamente pasional y también agradable, se compenetraban muy bien hasta en los pequeños detalles. Mientras él acabó completamente acalorado, el cuerpo de Bellatrix permanecía frío.

—Me gusta que no sudes... y tu piel siga estando fría —murmuró él de forma casi incoherente—. Eres la mejor.

Bellatrix no respondió, le acarició la mejilla y se acomodó entre sus brazos. Cuando sintió que la temperatura de Sirius (ya completamente dormido) bajaba, los tapó a ambos con una manta y ella también cerró los ojos. 

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