Capítulo 6
Arrepentida por haber entristecido a Sirius tras su pelea con el hombre-lobo, Bellatrix murmuró que ella también debía marcharse. Al momento Sirius le suplicó que se quedase un poco más.
—No puedo. Va a amanecer, tengo que irme.
—¡Duerme aquí! ¿Tiene que ser en el sótano? Ya sabes que es la cocina, pero puedo adaptarla... O si no puedo bloquear la ventana de mi habitación. Puedo transfigurar la cama en un ataúd. Aunque no sé si eso va a así, lo he visto en las películas muggles...
—No te molestes, Sirius, ya te he causado suficientes problemas —respondió ella acercándose a la puerta.
—¡No! ¡Te prohíbo salir de aquí! ¡No te doy la invitación para salir de casa!
—Eso no funciona así —respondió Bellatrix sonriendo por fin-. Una vez me has invitado, puedo entrar y salir cuando quiera, aunque todas las puertas y ventanas estuviesen bloqueadas.
—Estás tan guapa cuando sonríes...
Se miraron a los ojos durante casi un minuto, como si por fin volvieran a verse. Al final, Bellatrix suspiró y murmuró:
—Bueno, solo por esta noche. Bastará con que cierres bien las cortinas.
—¡Perfecto! —exclamó el animago sonriente— Uy, espera que me cure esto.
—¿Me permites? —preguntó ella mirando con deseo la herida de su hombro.
Sirius asintió sin el más mínimo temor. Bellatrix se acercó y le lamió la herida cerrando los ojos con placer. Sirius sintió cosas que no debería haber sentido en tan extraña situación. Seguidamente, la vampira se mordió un dedo y lo pasó por su cuello. Al momento la herida se cerró. El mago se miró el hombro sorprendido.
—¡Vaya! ¿Cómo lo has hecho?
—Mi sangre es curativa. Puedo curarme a mí misma y a otros.
—Era lo único que te faltaba para ser el ser humano perfecto —declaró Sirius mientras empezaban a subir las escaleras.
—No soy un ser humano.
—Claro que no, ¡eres mi pequeña y adorable Bella! —exclamó feliz— Siempre me dio palo que fueses mayor que yo, pero ahora yo tengo treinta y cinco y tú sigues con treinta... y encima aparentas menos.
—Tengo veinte veces más fuerza que tú.
—¡Claro que sí, mi pequeña y adorable Bella! —aseguró con voz burlona mientras la abrazaba.
La vampira se sentía ligeramente incómoda, pero también empezaba a recordar lo que se experimentaba cuando uno era feliz. Y resultaba agradable. Así que no protestó y se dejó abrazar. En cuanto llegaron al dormitorio, Sirius ejecutó un hechizo sobre la ventana. Como sucedía cuando se cerraba la entrada al Callejón Diagon, un muro de ladrillos sustituyó a la ventana. Para más seguridad, hizo desaparecer también la puerta. Solo la lamparita de la mesilla permanecía encendida.
—Estupendo, ya no entra la luz por ningún sitio —murmuró Bellatrix—. Pero has hecho desaparecer la puerta, Sirius. Te he dicho que valía con las cortinas.
—Mejor prevenir. Además, soy muy bueno en Transfiguración, sabré hacerla reaparecer... creo. ¡Y si no nos quedaremos atrapados aquí juntos para siempre!
Se le veía bastante emocionado con esa posibilidad. Bellatrix sacudió la cabeza con una sonrisa. Entonces, Sirius contempló su elegante cama con dosel. Apuntó hacia ella con su varita, pero se detuvo sin tenerlo claro.
—Eh... —preguntó nervioso por no conocer el protocolo— ¿La transformo en un ataúd?
—No hace falta. Puedo dormir en cualquier parte, como bien dice tu amigo, soy un cadáver.
—No lo eres. He visto demasiados cadáveres y te aseguro que a ninguno me daban ganas de besarlo.
Ambos se sorprendieron de lo que acababa de declarar sin pensar. Realmente era como si de nuevo se estuviesen conociendo por primera vez y experimentaban los nervios y el rubor que jamás sintieron. Bellatrix cambió de tema con rapidez:
—Lo único bueno de los ataúdes es que tienen tapa y te dan la seguridad de que no te molestarán. Pero puedo dormir en cualquier superficie.
Sirius asintió. Abrió uno de sus cajones y le prestó una camiseta de pijama que a ella le valdría de vestido. Bellatrix lo aceptó, pero no parecía muy convencida.
—Oye, creo que no hemos pensado bien lo de dormir juntos... —murmuró— Hace décadas que no duermo con un humano... Te resultará antinatural: no me muevo al dormir, es como si estuviera muerta, ni siquiera respiro. Además, son muchas horas en las que no te podrás mover o puedo reaccionar mal...
—Ya... ¿Me tiene que molestar eso? —inquirió Sirius— De acuerdo, si eso te hace feliz... ¡Oh no, qué horror! —exclamó con dramatismo— ¡No roncas ni das patadas en sueños, no sé si podré soportar semejante tortura! ¡Con lo que me gusta a mí que me molesten mientras duermo! ¡Y encima tendré que pasar muchas horas durmiendo sin tener que hacer ningún esfuerzo ni aguantar a los pesados de la Orden! ¡Es imposible que sobreviva a semejante tortura!
—Eres idiota —sonrió ella.
—Siempre lo he sido. Cámbiate mientras me doy una ducha rápida.
Sirius pasó al baño adjunto mientras ella se cambiaba de ropa. Poco después, ambos estaban acostados en la lujosa cama doble. Con un gesto de varita, Sirius apagó la lámpara. Después, corrió el tupido dosel para añadir otra protección extra contra la inexistente luz. La vampira le dio las gracias. Era julio y hacía un calor bochornoso en aquel cuarto cerrado, pero Sirius descubrió que el cuerpo de Bellatrix resultaba frío al abrazarla.
—Uy qué bien, por fin voy a poder dormir sin despertarme sudando cada dos horas— murmuró.
La vampira no protestó, a ella le tranquilizaba escuchar los latidos de su corazón, así que se acurrucó junto a él y cerraron los ojos.
Tal y como pronosticó, Sirius durmió de un tirón durante largas horas. Cuando despertó, eran las nueve de la noche y supo por su compañera que acababa de anochecer. Volvió a recomponer la puerta y la acompañó al recibidor.
—Ahora sí me tengo que marchar —aseguró Bellatrix—. Los vampiros también tenemos problemas, luchas internas y cosas que hacer...
—De acuerdo —respondió él sabiendo que no podía retenerla más—. Pero vuelve, ¿vale?
—Bueno... Pero no sé cuándo podré volver.
—Es igual, yo estaré aquí —respondió él sonriente—. Cuídate mucho, Bella.
La vampira asintió con rapidez, se acercó a él y le besó. Acto seguido salió a la calle y al instante, desapareció. Sirius se quedó varios minutos embobado en el portal con la mirada perdida. Solo reaccionó cuando apareció Harry:
—¡Sirius! Han venido antes Tonks y Shacklebolt a dar el parte, pero no hemos subido porque he supuesto que necesitabas descansar...
—Eh, sí, gracias —comentó él—. ¿Tú estás bien?
—Perfectamente. Kreacher ha preparado algo de cena, si te apetece ahora iba yo.
—Muy bien, vamos.
Solo entonces Sirius se dio cuenta de que le rugía el estómago. Al recuperar por fin a Bellatrix había olvidado cualquier otra necesidad vital. Comieron en un silencio solo roto por algún comentario banal. Claro que ambos tenían ganas de vivir juntos, Harry no tenía a otra familia (que le quisiera de verdad), pero aún así se les hacía extraño. No tenían claro de qué conversar ni en qué tono tratarse. Al final, cuando Harry estaba tomando el postre y Sirius una copa de vino, el joven le hizo la pregunta:
—Oye... La chica esa que me salvó anoche... ¿Beatrice? —preguntó con timidez— ¿La conoces? Parecía que... os llevabais bien.
Su padrino asintió lentamente y respondió que sí, que eran amigos pero hacía años que no se veían. Harry volvió a reunir valor (pues no estaba seguro de si el tema era demasiado personal) y apuntó:
—Creo que fue ella quien me salvó anoche cuando me caí de la escoba. Pero no sé qué magia usó, cuando me recuperé del conjuro aturdidor estaba en el suelo sin ningún daño.
Miró a su padrino, pero este no respondió, tenía la mirada perdida en algún punto del papel descorchado de la pared. Así que continuó:
—Y luego ya viste lo que pasó con Voldemort. ¡Logró desarmarlo! No sé, parecía que Voldemort la conocía e incluso le tenía miedo...
Hubo unos minutos de silencio durante los que Sirius debatió internamente qué era lo más adecuado. Solo él conocía la verdadera historia (a no ser que Bellatrix se la hubiese contado a alguien más) y debía tener cuidado de con quién compartirla. Pero, por otro lado, Harry había vivido cosas muy duras y merecía que confiase en él. Además, le daba reparo la última amenaza de Lupin del día anterior: aunque él por supuesto le confiaría su vida a Bellatrix, Harry debía saber que había invitado a casa a una vampira.
—Su verdadero nombre es Bellatrix y es mi prima —empezó con un suspiro—, o lo fue cuando estaba viva. Ahora igual ya ni siquiera somos familia... Pero sigue siendo la única chica a la que he querido.
Aunque le costaba enormemente mostrarse tan vulnerable, le contó a su ahijado toda la historia: cómo fue su infancia y sus relaciones familiares hasta llegar a la fatídica noche en que encontró a Bellatrix en el bus noctámbulo. Harry escuchaba con atención e intentaba disimular las caras de sorpresa (con poco éxito la mayoría de las veces). Al final, Sirius le relató que sospechó que era ella quien le ayudó en el cementerio porque a él no le quedaba nadie más de su parte. Le contó que habían pasado la noche juntos y la había invitado a volver, pero no tenía claro qué magia o poderes poseía como vampira.
—Entonces... ¿Es la tía de Tonks? ¡Si parece de su edad!
—Sí, en teoría lo sería... Pero como te digo, por lo que leí, creo que cuando un mago o bruja muere y se convierte en vampiro, pierde por completo su magia y deja de considerar su familia a la gente que antes lo era. Ni siquiera Kreacher la reconoce... y de joven la adoraba.
—¿Y es normal que eso ocurra, que los magos mueran y se conviertan en vampiros?
—No, es muy poco frecuente. Los vampiros no suelen convertir a magos y brujas, somos dos razas que históricamente no han tenido buena relación... La mayoría de vampiros lo son por castigo, ¿sabes? Como maldición por algún crimen que han cometido en su vida anterior. Aunque también hay clanes que perduran desde hace siglos.
Harry asintió procesando la información. Al rato Sirius le preguntó qué opinaba, si le daba miedo que se quedase en casa estando él.
—No, no me da miedo —aseguró con franqueza—. Si tu confías en ella, yo también.
Sirius sonrió y lo agradeció. Harry añadió que le gustaría conocerla para darle las gracias, pero su padrino comentó que ni siquiera sabía cuándo volvería. Y efectivamente no apareció en los días siguientes. Tampoco Remus volvió a Grimmauld Place. Se enteraron por Shacklebolt de que había decidido infiltrarse entre los hombres-lobo para ver si los podría reclutar para su bando y ahora vivía con ellos. Mejor, así no había disputas.
Cuando transcurrió una semana, le empezaron a entrar las dudas. Recibía visitas de Dumbledore y otros miembros de la Orden que le contaban cómo iba todo, pero Sirius apenas lograba centrarse. Intentaron animarlo a salir ahora que el mundo sabía que era inocente, pero solo podía hacerlo de noche: de día lo reconocía todo el mundo y susurraban o exclamaban aterrorizados. Algunos seguían creyendo las pasadas mentiras del Profeta; otros querían fotos con el héroe que escapó de Azkaban. Sin embargo, eso no le afectaba. Lo que empezaba a temer era que Bellatrix se hubiese arrepentido y no volviese a verla. Quizá lo de visitarlo lo dijo solo para dejarle tranquilo y poder huir.
Pensando en eso con una botella de whisky se le hacía de día. Eran las cinco de la mañana y estaba intentando leer en la cama. El alcohol, unido al bochornoso calor de la habitación, dificultaba mucho la tarea. Había abierto la ventana, pero apenas entraba una suave brisa. Escuchó un leve crujido y alzó la vista, temiendo que fuesen las voces de su cabeza o su embriaguez.
—¡Bella! —exclamó cuando la vio junto a la ventana.
La abrazó con fuerza antes de que le diera tiempo a responder, ni siquiera le preguntó cómo había llegado hasta un cuarto piso. Solo quiso saber si estaba bien.
—Sí, todo bien. Solo venía a... Bueno, a dormir contigo, si tú quieres.
—¡Por supuesto! —exclamó Sirius— Ahora me iba a acostar. Llevo horario de vampiro... de vampiro alcohólico.
Bellatrix mostró una sonrisa suave y pasó a la habitación. Sirius hizo desaparecer la puerta y también la ventana para garantizar así la oscuridad absoluta. Se acurrucaron juntos en la cama sin decir nada más. Él tuvo la sensación de que su compañera no cerraba los ojos al instante, quizá era porque aún faltaban unos minutos para que amaneciera. Se preguntó si querría hablar un rato... Le dio miedo importunarla pero aún así lo intentó:
—Oye, y... ¿te gusta ser un vampiro? —preguntó con cierta duda— Sé que es una pregunta estúpida, pero...
No supo cómo continuar, así que no lo hizo. Bellatrix no contestó. Como no respiraba y su corazón no latía, Sirius ni siquiera sabía si estaba despierta. Pero debía estar meditando la respuesta, porque al rato respondió:
—Sí, la verdad es que sí.
Animado por esa respuesta, Sirius continuó:
—¿Llegaste a averiguar quién te convirtió?
—No. Pero tampoco lo intenté mucho. Quien lo hiciera me abandonó y en términos vampíricos eso es lo más cruel que puedes hacer. Así que no lo quiero conocer. Pero es alguien extremadamente poderoso.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque yo también lo soy. Solo llevo catorce años como vampiro, eso es prácticamente ser un bebé. Pero aún así tengo muchísima fuerza, control mental sobre humanos y bestias e incluso soy capaz de...
Bellatrix dejó la frase inconclusa.
—¿De qué? —preguntó Sirius con interés.
—No debería revelar nada, los vampiros guardan en secreto sus capacidades...
—Soy yo, Bella. Cualquier cosa que me cuentes me la llevaré a la tumba (o a lo que venga después).
Hubo unos segundos de silencio, pero finalmente Bellatrix debió estar de acuerdo:
—Puedo cambiar de forma. Puedo convertirme en murciélago, perro, lobo...
—¡Qué pasada! ¡Podemos ser perritos los dos! —exclamó Sirius emocionado.
—Sí —sonrió Bellatrix en la oscuridad-. Muy pocos vampiros tienen esa capacidad, de hecho, no he conocido a ninguno que pueda transformarse más que en murciélago.
—Entonces eres como un animago evolucionado, ¿no?
—Supongo... Pero a mí los animales me obedecen, puedo hacer que cumplan mi voluntad. También puedo controlar los elementos: la tormenta, la niebla... Todo eso se hereda del vampiro que te convierte, tus capacidades dependen de las suyas. A mí me tuvo que convertir alguien muy viejo y poderoso. Por eso, aunque ahora mis poderes ya son notables, conforme pasen las décadas irán aumentando todavía más. Eso si nada me provoca la muerte definitiva, claro...
—Eso no pasará, no permitiré que nadie vuelva a hacerte daño —prometió Sirius sin tener claro cómo cumplirlo, pero sabiendo que daría su vida por hacerlo—. Eres mi bebé y te protegeré.
—¡Yo no soy...!
—De todo lo que me has contado, el dato con el que me he quedado es que eres un bebé vampiro. Y además tus iniciales son B.B. Eres mi bebé y te protegeré, no hay más que hablar.
Estaban completamente a oscuras, pero aún así, Sirius sintió que Bellatrix sonreía. No respondió, pero sospechó que se lo agradecía. Probablemente llevaba desde que murió sin que nadie le mostrara afecto y ahora le resultaba raro y casi violento. Pero también reavivaba en ella sentimientos que creyó que la muerte arrancó de su vida.
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