Capítulo 13
Cuando de Voldemort solo quedó un amasijo de carne y huesos negros, Sirius reaccionó por fin y volvió a mirar a Bellatrix. Seguía entre sus brazos, pero ya no tenía ninguna herida. Parecía enormemente aturdida por la situación, pero su sonrisa volvió a aparecer cuando Sirius la miró. Le acarició el pecho desnudo y comentó:
—No llevas camisa... —murmuró Bellatrix— No es que no me apetezca tener sexo contigo, pero aquí hay demasiada gente...
Sirius soltó una carcajada de alivio. Si bromeaba con aquello, no se estaba muriendo. La abrazó con fuerza junto y ella le pasó los brazos por los hombros sin querer soltarle. Pero al final lo hicieron. Se sacudieron el polvo y se incorporaron. Morgana seguía ahí, de pie frente a ellos, sin apenas rozar el suelo y con un halo oscuro envolviéndola. Harry se había alejado unos pasos y contemplaba la escena con estupor. El resto del colegio no parecía ver lo que sucedía, era como si todo aquello fuese invisible para el resto. Y así era. La hechicera no deseaba revelar su existencia.
—Harry Potter... No por ser la esencia del mal valoro menos tu bondad —murmuró Morgana—. Ya eres libre. Llévate esto y diles que la guerra ha terminado. Mas no les hables de mí, la magia ha de preservar sus secretos. ¿Lo comprendes, joven mago?
—Por... por supuesto —balbuceó Harry intentando (como los Black) procesar lo ocurrido.
Lo que se tenía que llevar era el exiguo y repugnante cadáver de Voldemort que levitaba tras él. Le daba repelús mirarlo, pero por fin había terminado. Le dio como pudo las gracias a Morgana y salió del área de protección para reunirse con sus compañeros. Cuando se alejó, los Black continuaron observando a la hechicera con una mezcla de fascinación y recelo.
—Me aventuraré a suponer que albergas cierto odio hacia mí —murmuró mirando a Bellatrix.
—Supones bien —respondió la vampira—. Me convertiste y me abandonaste, me da igual que seas un híbrido o lo que sea. En nuestras leyes eso está penado con la muerte definitiva.
Sí, Morgana era su madre vampira y sentía en su interior una admiración y un apego exacerbado hacia ella. Era una clase de amor diferente que no había conocido nunca. La había creado, la había convertido en su hija voluntariamente. Pero luego la abandonó y Bellatrix no podía perdonárselo.
—Tienes razón —reconoció sin ambages—. Yo no podía criarte, Bellatrix, al igual que mis padres no lo hicieron conmigo. El poder y la magia oscura te habrían desbordado, necesitabas crecer y formarte por ti misma, aunque fuese un proceso más arduo. Deseé estar a tu lado, has de creerme, cada anochecer. Pero hay muchos infortunios en el mundo que dependen de mí y no podía encargarme de una vampira bebé.
—Pues no haberme creado —respondió Bellatrix con menos seguridad.
—No debí hacerlo, estás en lo cierto —reconoció la mujer—. Eres mi primera y única progenie. Pero cuando apareciste en el bosque para buscarme... Sentí tu poder, tu energía, tus extraordinarias capacidades y también tu soledad. No eras feliz en esa vida, tampoco tenías a nadie. Te parecías tanto a mí... No podía evitar que Tom te matase, soy la fuente de las artes oscuras, mas no la señora de la muerte. Pero podía concederte otra vida y lo hice.
Bellatrix no supo qué decir. Seguía dolida, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Comprendía el honor inconmensurable que suponían las palabras de Morgana y deseaba perdonarla, tener una relación con su creadora. Pero a la vez...
—No, no puedo, no puedo perdonarte. Quizá algún día...
Sirius quiso decir algo para animarla, pero se sentía muy pequeño ante todo aquello y prefirió no intervenir. Siguió abrazando a Bellatrix por la espalda y acariciándole los brazos para que recordara que ya no estaba sola. Morgana se acercó a ella con una sonrisa sincera y comentó:
—Tal vez podamos acelerar el proceso si te hago un regalo.
—¡Ja! ¡Como si pudieras comprar mi perdón con cualquier tontería! Tanta leyenda y al final eres como cualquier marido infiel... -ironizó Bellatrix.
Aquello hizo reír a la propia Morgana.
—No, mi niña, no es algo material. Puedo ofrecerte algo que jamás pensé que ofrecería... pero ahora comprendo lo que dicen sobre el amor incondicional de un vampiro hacia sus descendientes.
Bellatrix la miró con el ceño aún fruncido, pero con innegable curiosidad.
—Tú ya estabas muerta cuando te encontré y no puedo devolver la vida... Pero sí puedo hacer eterna la existencia de un humano. No me hace falta matarlo, conservaría parte de su naturaleza como mago, además de poseer la vampírica. Sería un híbrido... Pero sería tu híbrido para siempre.
Bellatrix abrió mucho los ojos al comprender a qué se refería. Sirius no se pudo contener:
—¿¡Cómo!? ¿Cómo sería eso? ¡Haría cualquier cosa por poder estar con Bella para siempre!
—Lo sé. De lo contrario no me plantearía tener un segundo descendiente. Si te muerdo y completas el ritual, serás mitad vampiro.
—¿Qué poderes tendría? —preguntó Sirius con interés.
—Desarrollarás más fuerza, podrás volar como murciélago, tu sangre será curativa y podrás sanarte a ti mismo; pero todo ello en menor medida que un vampiro puro. A cambio, mantendrás tus capacidades mágicas, y podrás beber y comer como un humano. Te bastará con la sangre sintética, no necesitarás morder a nadie. Seguirás teniendo pulso y respiración, aunque más débiles. La magia seguirá afectándote, pero con menos gravedad: no serás invulnerable a la maldición asesina, pero tampoco logrará matarte, solo infringirte dolor. Y no envejecerás ni morirás por causas naturales.
—¿¡Dónde firmo!? ¡Eso sería perfecto! —exclamó Sirius absolutamente emocionado.
Bellatrix sentía la euforia que embargaba a su primo, la misma que empezaba a conquistarla a ella. Pero también tenía dudas:
—¿Y no tendrás que matarlo? ¿No hay ninguna trampa?
—Solo un mordisco y el resto del ritual —respondió Morgana—. No hay trampa, Bellatrix. Eres mi hija y entre vampiros ese nexo es mucho más poderoso que el de los padres humanos con sus hijos. Anhelo que seas feliz y que me perdones por no haber estado a tu lado.
Bellatrix seguía dudosa, pero Sirius la miraba emocionado. Le dejó un tiempo para pensarlo y al fin comentó:
—Estaríamos juntos para toda la eternidad, ¿no te gustaría eso, Bella?
Lentamente, la vampira asintió con timidez. Ni en sus mejores sueños hubiese imaginado un futuro mejor, pero le daba miedo que Sirius lo hiciese solo por ella y así se lo manifestó. Él disipó sus dudas:
—¿Estás de broma? ¡Voy a ser un vampimago, qué puede haber mejor! Puedo seguir comiendo y bebiendo y además volar sin escoba, ¡y hacer todo eso contigo! Literalmente nada en el mundo me haría más feliz.
Bellatrix rio ante el hecho de que ya se hubiese buscado un nombre.
—¿Entonces aceptáis? —preguntó Morgana.
Tras unos segundos de duda por parte de Bellatrix, ambos asintieron.
—Muy bien. Exceptuando la muerte, el ritual es el mismo: te morderé, has de pasar la noche bajo tierra y en las horas posteriores al despertar, morder a alguien. Al no ser un vampiro puro, no necesitarás mucha sangre ni hay tanto riesgo de que mates al donante. Tras eso, el ritual estará completo.
—¿No lo pasará tan mal como lo pasé yo los primeros años? —inquirió Bellatrix.
—No. Todo será la mitad de difícil y más aún si te tiene a ti para ayudarle. Pero aún así, os recomendaría que os alejéis de aquí unos meses, al menos hasta que Sirius controle sus nuevas capacidades.
—Vale, me parece perfecto, necesito un descanso de todo esto —aseguró Sirius.
—De acuerdo. Es importante que el lugar donde te entierres sea especial, ¿se os ocurre alguno?
A los dos se les ocurrió el mismo. Se lo comunicaron y quedaron ahí al anochecer. Hasta entonces, los Black tenían asuntos pendientes.
—¿Estarás bien sola? —preguntó Sirius preocupado.
—Claro que sí, Siriusín —aseguró Bellatrix con una sonrisa—. Nos vemos enseguida.
—Es que... después de lo que ha pasado no quiero separarme de ti.
—Creo que podemos estar una hora separados... teniendo en cuenta que vamos a estar juntos toda la eternidad.
Al mago se le iluminó el rostro. Lo de la eternidad con Bellatrix sonaba muy bien. Se besaron de nuevo y la vampira se alejó transformada en murciélago. Mientras meditaba en su cabeza lo sucedido, Sirius caminó hacia el castillo. Antes de entrar, se reafirmó en una idea que llevaba semanas rumiando:
—¡Kreacher!
El elfo apareció al momento, como era su obligación. En cuanto comprobó que Voldemort había muerto, alzó el puño victorioso: "¡El amo Regulus ha sido vengado!". Sirius calibró la posibilidad de decirle que ni siquiera estaba muerto. Lo descartó enseguida. El puñetero elfo les tendió una trampa para matarlos a él y a Harry, que se aguantara.
—Tráeme el sobre grande que guardo en el último cajón del despacho de mi padre. Ya.
—Como usted mande, amo —respondió Kreacher desapareciendo al momento.
Sirius continuó su camino. Observó a los enemigos y a los amigos caídos y dio gracias de que todo hubiera terminado. Antes de que alcanzara las puertas, Kreacher reapareció con lo solicitado y volvió a marcharse. Dentro del castillo, comprobó que Harry ya había demostrado que Voldemort estaba muerto y el alivio era palpable en el ambiente. Su ahijado corrió hacia él y lo abrazó.
—James y Lily estarían muy orgullosos de ti —murmuró Sirius pasándole un brazo por la espalda.
Harry asintió conmovido y charlaron unos minutos sobre lo que sucedería a partir de entonces. Después, muy contento, Harry regresó junto a los Weasleys, que estaban ayudando a Fred a recuperarse de un potente maleficio aturdidor. Lupin charlaba con Tonks, pero se disculpó cuando vio a su amigo.
—Sirius... De nuevo quiero pediros perdón a ti y a Bellatrix —empezó avergonzado—. Mi naturaleza me cegó y mi orgullo me impidió darme cuenta de que ella...
—Ya está todo olvidado —le interrumpió Sirius—. Pero necesito pedirte un favor.
—Lo que sea —respondió Lupin al punto.
—¿Querrías adoptar a Harry? ¿Convertirte en su tutor legal? Con Voldemort muerto, ya no necesita volver con los Dursleys. Y digamos que yo voy a estar un poco ocupado estos meses... No puedo hacerme cargo de nadie, nunca he podido hacerme cargo ni de mí mismo —reconoció Sirius con una carcajada—. Tú serás mucho mejor ejemplo y apoyo para Harry, saldrá menos trastornado y más centrado.
El hombre-lobo le miraba con incredulidad, del todo epatado por la petición.
—Pe-pero... —acertó a balbucear— Soy un...
—Sí, un licántropo y un cansino. Todos lo sabemos, te aceptamos así —se burló Sirius—. También eres la persona más sensata y responsable que conozco. Además, los Weasley siempre estarán para echarte una mano si la quisieras en las noches de luna llena, pero no hará falta. Solo será por Navidades, veranos, para firmarle los permisos para ir a Hogsmeade y esas cosas. ¿Qué te parece?
—Me... sabes que me haría muy feliz, siempre quise hijos, pero... Harry no... Él no querrá estar con...
—Lo he hablado con él y está más que encantado.
Sirius dirigió una mirada al chico que se acercó y asintió con una sonrisa. A Harry no solo le ilusionaba que Lupin se convirtiera también en su familia, sino que lo prefería: se hubiese negado rotundamente a que su padrino sacrificara más años por él. Quería tenerlo en su vida, pero sobre todo quería que tuviera su vida propia, la que siempre le fue negada. Ahora podría viajar y ser feliz con Bellatrix mientras Harry y Lupin encontraban en el otro la familia que siempre desearon.
—Ah y por si esto ayuda, toma —indicó Sirius tendiéndole el sobre a Lupin—. He puesto Grimmauld Place a tu nombre, ya no puedes poner tu pobreza de excusa. Puedes entretenerte rehabilitándolo o lo que tú quieras. Y te quedas a ese horrible elfo, ya verás qué alegría le das –añadió el mago con una sonrisa burlona.
Lupin (que hasta ese día vivía casi en la indigencia) vio las escrituras a su nombre y un par de lágrimas de deslizaron por sus mejillas.
—No... no sé qué decir...
—No digas nada, vamos a celebrarlo—sentenció Sirius invocando una botella de whisky de fuego para sellar el pacto.
Unos kilómetros más allá, se producía otro reencuentro familiar, aunque de distinto cariz...
Con los hechizos antiaparición de Hogwarts, la única opción de abandonar el lugar era desde la estación de Hogsmeade. Sin carruajes, la distancia desde el castillo hasta el pueblo mágico era de casi una hora. Aún así, a los Malfoy les costó menos, espoleados por el miedo y el deseo de huir. Cuando llegaron, les aguardaba una sorpresa:
—¡Habéis tardado un montón! Qué lentas sois las razas inferiores... —exclamó Bellatrix entre la burla y el aburrimiento.
Narcissa empalideció, Draco chilló de horror escondiéndose tras sus padres y Lucius intentó huir (sin éxito, como todo lo que hacía en su vida). Bellatrix decidió empezar por el último. Mirándolo a los ojos le comentó:
—Eres patético, Lucius, tremendamente patético. Incapaz de ser fiel ni a tus propios ideales... Creo que eres un ser tan repugnante y despreciable que hasta tú mismo eres consciente de ello. Llevo años deseando comprobarlo, ¿y sabes qué se me ocurre para saber cuánto te odias a ti mismo?
Hubo unos segundos de silencio. Lucius no contestó, sumido en un trance absoluto.
—Que uses la maldición cruciatus en ti mismo. Hasta que yo te diga que pares.
Ante el horror de su mujer y su hijo, el mago asintió al momento. Sacó su varita y se torturó a sí mismo. Lo logró sin ningún problema. Chillaba y se retorcía de dolor en el suelo, pero aún así, seguía repitiendo la maldición. Narcissa trató de frenarlo, pero Bellatrix era muy buena con sus poderes mentales y solo la muerte hubiese detenido a Lucius.
—Y tú, Cissa... ¿Qué puedo hacer contigo? —murmuró mirando a Narcissa.
—Bella, soy tu hermana —empezó la bruja horrorizada.
—¡No eres nada mío! —le advirtió Bellatrix.
—Soy tu hermana y...
—Y siendo mi hermana, me has dejado abandonada con Voldemort torturándome.
Narcissa no supo qué replicar a eso. Empezó a balbucear que quería proteger a su familia y...
—Y claro, yo nunca fui tu familia —completó Bellatrix con un brillo terrorífico en sus ojos.
—No quería decir eso, no...
—¡Para ya! —le chilló Bellatrix a Lucius. Sus lloriqueos le impedían concentrarse. — Escuchadme bien.
Los Malfoy la miraban fijamente, sin parpadear ni apenas respirar.
—Vais a donar todo vuestro patrimonio a... Bueno, no sé, no se me ocurre nada... A la granja de hipogrifos esa que han abierto en Escocia. De forma completamente anónima, no quiero que recibáis ningún reconocimiento. Lucius, vas a dejar tu trabajo en el Ministerio y a exigirles que no te contraten nunca más porque eres más bobo que el culo escocido de un babuino (vas a usar esta misma expresión).
Tanto los padres como el hijo asintieron al momento.
—Obviamente eso os dejará en la pobreza absoluta, así que vais a tener que buscar trabajo y con lo inútiles que sois... Podéis pedirle a Dumbledore que os contrate de guardabosques, como al semigigante ese, así estarías cerca de vuestro amado hijo. O para limpiar la lechucería o de ayudantes de Filch... No sé, lo que podáis, pero que sean trabajos patéticos, como vosotros. Tú, Draco... Bueno, no tienes culpa de los padres que te han tocado, pero procura no parecerte a ellos o tendré que encargarme también de ti.
De nuevo, los tres Malfoy asintieron. Bellatrix se dio por satisfecha. No podían desobedecer sus órdenes, era una condena de por vida. Y si quería añadir algo, solo tendría que hipnotizarlos de nuevo, ¡más rápido y eficaz que cualquier tribunal!
—Eso es todo por el momento, ahora me largo. ¡Tengo un perrito vampimago con el que ser feliz!
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