—El árbol ya está puesto—. Ahí estaba Hanni, la persona enamorada de la Navidad.

—Esta zona es la del muerdago, y traigo esta pequeña caja de cristal para que todos aquellos que quieran recibir un beso navideño pongan sus nombres—. Si ahí estaba Hanni, todos en la oficina la conocíamos. Era amante de la Navidad a tal punto que todos tenían un gorro navideño y todos habían armado el árbol en un día de descanso.

—¿Un beso?—.

—Así es, guapísimo jefe. Si gusta, puede dejar su nombre—.

—Bien, debo poner el ejemplo—. Ahí estaba el jefe de planta, Jimin, anotando su nombre para un juego de niños.

—El juego consiste en que todos los que quieran participar deben anotar sus nombres, ponerlos en un sobre y dejarlo en el buzón. El día 24, a media noche, cada participante sacará un sobre y hará sonar una campanilla para recibir su beso—. Después de escuchar la idea de Hanni, tímidamente algunos fueron a poner sus nombres. Por no decir que todos estaban poniendo sus nombres, detrás de uno de los sofás estaba Jungkook, un publicista de 30 años que se había unido al equipo hace 2 años, quien se debatía entre jugar o no. Metido en sus pensamientos, no notó que su jefe se sentó en el sofá lentamente.

—Deberías jugar, Jk. Apuesto que más de una persona está ansiosa de besar esos labios—.

—¿Cómo? ¿Yo?... Está jugando, señor—.

—Solo digo la verdad—.

—No creo que lo haga, señor—.

—Es una verdadera lástima. Rompes mi corazón y el de toda la oficina—. Así partió hacia su oficina Jimin, dejando a un Jungkook bastante confundido.

Los días avanzaban en la oficina, y el buzón estaba casi lleno. La noche del 23, Jungkook anotó su nombre en un papel y lo llevó al buzón. No tenía nada que perder y solo era un beso.

La cena navideña se realizó el día 24, todos asistieron muy elegantes al restaurante que la empresa había contratado. Buen ambiente, comida exquisita y bebidas por doquier. Brindaron, intercambiaron regalos entre ellos y la hora había llegado.

—Bien, damos inicio a la dinámica de un beso de Navidad. El primer participante será Yoongi—. Yoongi se acercó a todos los sobres y eligió uno al azar. Cami fue la elegida y Yoongi hizo sonar la campana. Cami, con gusto, se acercó al pelirrojo y le dio un beso sin mayor problema. Así pasaron uno y otro y otro... Entre risas, gritos y silbidos, se desarrollaba la dinámica.

—El siguiente es... Park Jimin... ¡Oh! Jefecito, su turno—. Jimin se puso de pie y se dirigió a los pocos sobres que habían quedado. Sacó uno, lo abrió y, con una sonrisa de lado, dijo el nombre.

—Jungkook, eres mi beso navideño—. Jungkook sintió que el corazón se le salía del pecho. Sentía tanto calor en las mejillas que seguro estaban rojísima. Hacía un año que se había enamorado de quien hoy se encontraba en el podio. ¿Era el destino? ¿Era su deseo de Navidad? Sin respuestas, se puso de pie y se dirigió al podio.

—¿Estás listo?—.

—Yo... bueno, sí... pero no... señor, hay tantas personas aquí—.

—Hay tantas personas en el mundo, y me he negado a observarte todo este tiempo porque pensé que estaba mal, porque soy el jefe, porque no sé si sientes lo mismo... pero hoy el destino ha hablado. Tal vez eres mi deseo navideño—.
Y es así como Jimin se acercó lentamente a Jungkook. El aire entre ellos se sentía tibio, la respiración de ambos era lenta y la ansiedad se reflejaba en sus ojos. Acortaron el pequeño espacio entre ambos y en ese momento, todo se detuvo.

Un beso, un simple beso para algunos, pero era un beso de paz, cargado de luz y emoción. No había miedo, solo seguridad y confianza en lo que se estaban brindando. La oficina a su alrededor desapareció, y solo quedaron ellos dos, unidos en ese momento de conexión y amor.

Solo llovieron aplausos y felicitaciones y en esa simple noche buena, dos corazones se unieron bajo un mismo sentimiento. La magia de la Navidad había hecho su trabajo, Jimin y Jungkook se convirtieron en una pareja que todos admiraban y envidiaban.

El muerdago había cumplido con éxito su propósito navideño.

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Gracias por llegar hasta espero hayan disfrutado este pequeño fragmento navideño.