Día 2: "Grecia [AU]"
Cuando sus ojos se abrieron de forma cansada, pensó que su madre tenía una gran misión para él en aquel lugar donde tanto él como sus hermanos eran increíblemente adorados y preciados, tratados casi como si de los propios faraones se trataran.
Pero estuvo bastante equivocado cuando sintió sus extremidades más largas de lo que solían ser, recordando las últimas palabras de ella antes de hacerlo despertar.
― Protege a tus hermanos, allá afuera de Egipto no saben cómo vivir ― le había dicho su madre, la adorada Bastet, mientras sus ojos felinos le dedicaban una mirada de dulzura, antes de devolverlo a la realidad.
No era una misión para ser adorado, tampoco para dar las buenas nuevas que podrían existir. Simplemente debía recuperar a algunos de su especie y hermanos que habían sido raptados de Egipto, cosa que a su parecer no era tan importante.
No tardó mucho en recomponerse del calor intenso que sentía por todo lo que era su cuerpo, sintiéndose completamente estresado debido a la carga física que este había sufrido cuando su madre había efectuado un milagro sobre él para que cumpliera su misión.
Ya no se encontraba en el cuerpo felino al cual habia estado acostumbrado toda su existencia, al menos no del todo, como pudo observar una vez que se puso de pie con dificultad y pudo ver su reflejó del estanque colocado justo en el centro de la habitación.
Sus ojos verdes seguían intactos con su pupila rasgada, pero ningún ápice de su pelaje dorado en lo que comprendía ahora que sería su rostro humano. Bueno, a excepción por la cabeza, que parecía ser uno de los pocos lugares donde los humanos tenían aquello, así como otras áreas.
Lo único que en verdad desentonaba con su nueva forma era la falta de aquella mancha negra en su pelaje alrededor de sus ojos que su hermano Ba le había colocado después de perder una apuesta sobre el resultado de una invasión de ranas en el rio Nilo, razón por la cual muchos comenzaron a pensar que aquel gato negro en realidad si tenía algo que ver con las plagas, tal como dictaba su nombre.
A los pocos segundos escuchó unos pasos a sus espaldas, entrando a la habitación donde había despertado.
Un par de mujeres habían entrado a los aposentos llevando ropa entre sus manos, acompañadas de un hombre que simplemente se quedó en la puerta observando la labor de las femeninas.
― Bastet se ha tomado bastantes libertades con tu apariencia, realmente pareces ser un extraño de estas tierras ― soltó el hombre de tez morena.
Él estuvo a punto de preguntar por su falta de pelaje en la cabeza como si de una broma se tratara, pero al sentir la tela de las prendas ceñirse a su cuerpo guardo silencio pues era una sensación extraña.
― Pues al parecer es parte de su plan que vaya donde los ladrones a recuperar lo que le han robado, o eso quiero creer, no fue precisamente especifica ― atinó a decir con un toque de molestia al sentir como le ataban lo que identifico como calzado, sintiéndose realmente incómodo.
El hombre no tardó en fruncir el entrecejo ante las palabras que había pronunciado, pues parecía ser un ataque directo al no ser capaz de proteger a aquellas criaturas sagradas.
Estuvo a punto de refutarle, incluso mandar algun tipo de castigo ante su falta de respeto pero pronto recordó que él no era un humano, al menos no en toda la extensión de la palabra.
La pupila rasgada y sus uñas ligeramente afiladas como garras fueron lo que le hicieron recordar que era un enviado de Bastet, cosa que por la molestia había olvidado por unos segundos.
― Los griegos han aprendido malas costumbres de los romanos, de eso no hay duda ― se limitó a responder, observando cómo le colocaban un par de brazaletes de oro en sus muñecas, al igual que un tocado negro sobre su cabeza que aparentaba ser un par de orejas felinas, haciendo alusión a Bastet como indicaba la tradición ― Se han enfurecido al nosotros no ceder al comerciar con sus hermanos, por eso decidieron robarlos. Confiamos plenamente en nuestra Diosa, al igual que en usted, para traerlos de regreso donde pertenecen ― y con aquellas palabras, se permitió hacer una reverencia ante él felino en el cual depositaba sus esperanzas.
Él se observó nuevamente en el estanque mientras caminaba a lo largo del lugar, con un sigilo y elegancia que solo un felino podía poseer.
― Quizás necesitan un buen guía, tal como ustedes ― atinó a decir sin prestar atención a su alrededor.
No entendía la razón por la cual su madre lo enviaba a él a esa particular misión sagrada, estaba seguro de que había mejores opciones.
Tampoco entendía aquella mirada de anhelo que ahora mismo recordaba cuando lo había mandado a llamar a sus pies.
Pero al pensar nuevamente en ella, una pregunta inundo su cabeza.
¿Qué quería su madre Bastet en realidad? Fue lo que se preguntó, llegando a una pequeña mesa donde pudo encontrar ciertas cosas bastante interesantes, las cuales como gato seguramente hubiese tirado sin preocuparse por lo demás.
Pero un pequeño frasco con lo que parecía ser pintura negra le llamó su atención. Presa de la curiosidad, hundió sus dedos en ello para después retirarlos completamente manchados por aquel color que tanto caracterizaba a su hermano Ba y a muchos de los suyos.
No queriendo faltar a su apuesta perdida, comenzó a pasar aquel dedo empapado de pintura sobre su rostro, cubriendo la zona de sus ojos e incluso el puente de su nariz mientras los presentes se limitaban a observar.
― Haré lo que se me encomendó ― soltó de pronto, sintiendo que realmente las palabras de su madre no tenían nada que ver con regresar a sus hermanos a casa.
La travesía que llevó desde su natal Egipto hasta el territorio de Grecia no había sido lo más fácil del mundo por más que todo se le había facilitado para ello; desde un caballo como monedas de oro suficientes para poder obtener cualquier necesidad que tuviese en el camino como comida e incluso prendas nuevas para encajar en la nueva civilización a la cual estaba por entrar sin previo aviso.
Días y noches sin descanso decente al cual estaba acostumbrado, tampoco sirvientes a su disposición que con un maullido entendían sus deseos. Nada de eso estaba ahí. ¿Acaso esa era la razón de Bastet de elegirlo a él? ¿Por ser tan haragán como un gato podía ser? ¿O quizás por no tener una pareja para quitarse el sentimiento de soledad que siempre le habia asechado?
Quizás los gatos no eran tan afortunados como se creían, pensó con pesadez mientras estiraba sus músculos.
Porque a pesar de que el tremendo viaje a nuevo territorio ahora debía encontrar al responsable de robar a sus semejantes, aunque realmente no supiese que haría con exactitud después de ahí.
¿Quizás Bastet querría que se vengara? En definitiva no lo sabía. Pero lo que sí sabía, era que al llegar a un nuevo territorio el choque cultural habia sido enorme, mucho más de lo previsto.
Lo primero que desencajo con el lugar fue su vestimenta, pero agradecía que los griegos fuesen diferentes a lo que en Egipto planteaban como personas inconducentes e incluso irrespetuosas, pues a pesar de ser diferente en solo ese aspecto y lucir ligeramente extravagante que los demás a los de su alrededor parecía importarles poco.
Agradeció muy en el fondo que Bastet le hubiese concedido el don del lenguaje para poder comunicarse sin problemas y que no existieran barreras de dialecto, siendo así su integración a territorios griegos mucho más fácil, pues no tenía problemas para pedir comida o un lugar para dormir por unas cuantas monedas de oro.
No estuvo seguro cuanto tiempo transcurrió hasta que llegó donde su sexto sentido le indicaba, la ciudad de Éfeso, donde el aroma a los suyos cada vez se hacía más intenso a medida que recorría la ciudad y se acercaba a lo que parecía ser un templo sagrado de una deidad.
Cuando se adentró al templo había caído la noche ya de aquel día que llegó a Éfeso, siendo sigiloso como sólo los de su especie podían ser, sin que nadie sospechara que aquel viajero no se encontraba ahí por mera casualidad y que, en realidad, algo lo estaba llevando hasta donde veneraban a una de las tantas deidades del pueblo griego.
Al entrar no se sorprendió para nada de la arquitectura que el templo poseía, pues a sus ojos le parecía algo exagerado, o simplemente se habia acostumbrado a la elegancia en donde había vivido gran parte de sus vidas.
Lo que si le llamó la atención fue la gran estatua que se erguía dentro del templo, algo completamente diferente a lo que se acostumbraba hacer donde él venía. En Egipto las estatuas eran construidas fuera de los templos mientras más importante fuese el Dios, para que todos se pudiesen maravillar con este. A diferencia de Grecia, donde solían colocarlas dentro, recelosos de que fuesen vistas.
Los humanos eran una especie extraña; podían compartir una misma raza, pero las diferencias que tenían debido a meros territorios eran abismales.
Él estaba seguro de que los gatos, donde fuese que se encontraran, serían dignos de ser tratados como reyes y podrían someter a cualquiera para que sus deseos fuesen cumplidos.
― No es normal que alguien venga a curiosear a estas horas ¿Algún motivo en específico? ― una voz gentil le hizo respingar como el gato que era aun en su interior, girándose por completo en una posición de ataque, cosa que logró que la dueña de la voz soltara una tenue risa, logrando confundirlo.
― ¿Qué es tan gracioso? ― cuestionó él, para nada acostumbrado que un ser mortal e inferior se burlara de él a carta abierta.
La mujer de cabello oscuro y brillante como si fuese el cielo estrellado negó con su cabeza, cubriendo su boca con sus manos.
― Nada, lo siento ― se disculpó aunque para sus felinos ojos aquello no dejaba de sonar como una burla ― Es que, has actuado tal como un animal que llegó a la ciudad recientemente, perdona la comparación ― añadió caminando con pasos cautelosos hacia él.
Los ojos de ella lo observaron durante unos segundos antes de que sus miradas se cruzaran, logrando que él al instante desviara su mirada a la estatua nuevamente.
Las palabras de aquella mujer a su lado confirmaban sus sospechas, realmente sus hermanos se encontraban en esa ciudad y, por lo que podía deducir, ella habia estado en contacto con algunos de ellos.
Además de sus palabras, su aroma la delataba.
― ¿Tienes alguna pregunta sobre Artemisa? ― preguntó antes de que él pudiese decir algo, logrando que levantará una ceja en interrogativa ― Se ve que no eres de aquí, y por aquí me refiero a Grecia, no sólo a Éfeso ― agregó mientras que con su dedo señalaba su vestimenta, al igual que el tocado que llevaba sobre su cabeza y la pintura que llevaba marcada en su rostro.
Era la primera vez que alguien, a pesar de notar que no era del lugar, se lo señalaba tan directamente, razón por la cual en realidad era la primera vez que en efecto podía hablar de sus razones de estar en Grecia.
Usualmente su trato con la gente era para obtener algo que necesitaba, no iba más allá. Él otorgaba el otro, y los demás sus servicios.
― No lo soy, en realidad ― se limitó a responder, aun aturdido por la extraña situación.
― A resumidas cuentas es la Diosa de la fertilidad y la caza, una protectora ferviente así como bondadosa ― contó, levantando sus hombros para restarle importancia el hecho de encontrarse hablando en ese momento con un extranjero que se asimilaba por demás a los animales que habían llegado junto con su padre después de un largo viaje ― Ella me ha dicho que viniera aquí, justo ahora, que me encontraría con un hijo suyo que busca proteger a sus hermanos ― finalizó, abrazándose a si misma al decir aquellas palabras, sintiendo el viento frio de la noche.
El de ojos verdes parpadeó confundido ante su última oración, girándose para observar a la mujer que lo observaba con cuidado, curiosa de su reacción.
Lucia segura de sus palabras, no parecía mentirle.
Pero ¿Cómo aquello podía ser posible? Se preguntó.
― Protege a tus hermanos, allá afuera de Egipto no saben cómo vivir ― le había dicho su madre, sin dar alguna explicación más.
Sin dirigirle alguna palabra a la mujer, dirigió su mirada hacia la estatua de la Diosa Artemisa, preguntándose si en realidad podía ser posible que fuese su madre Bastet, y que esta fuese adorada en dos sitios muy distantes por sus mismas cualidades.
― ¿De verdad crees en sueños, mujer? ― soltó con naturalidad, sin mostrarse confundido ante la situación.
Ella elevó sus hombros nuevamente, con una sonrisa en su rostro.
― No todas las noches sueñas con una Diosa encomendándote algo y cuando por algun motivo crees en sus palabras y haces sus deseos, te encuentras con alguien que busca algo ― respondió, colocando su mano sobre el hombro de él ― Tus ojos son iguales a los de esos animales tan extraños para mí, quizás mi risa de hace un momento en realidad fue por nervios al verme atrapada en una realidad más allá de mi humanidad misma ― agregó con paciencia notando como los músculos del hombre se comenzaban a relajar ― ¿Tú crees en todo ello o esto solo es parte de un sueño mío?
El cuestionamiento lo tomó por sorpresa, observando nuevamente los ojos azules de ella.
Era imposible no creer en encomiendas divinas cuando él antes de encontrarse erguido en dos piernas caminaba con cuatro patas y era adorado en un gran salón.
― Lo creo, pero si te dijera el por qué creo que temerías cualquier acción divina ― respondió con elocuencia, logrando que ella simplemente sonriera.
― Zeus ha sido capaz de transformarse a sí mismo en un toro blanco para conquistar el corazón de una doncella, creo que ya no hay más cosas a las que temer si nos referimos a divinidad ― acotó, levemente divertida ante aquella historia contada entre voces ― ¿Qué eras tú antes de ser enviado a buscar proteger a tus hermanos? ― cuestionó presa de la curiosidad.
Él sonrió como nunca antes lo había hecho con anterioridad, sintiéndose por primera vez humano a pesar de llevar mucho tiempo con aquel cuerpo.
― Un gato, preciosa ― utilizó una palabra que escuchaba a menudo decir a los hombres para cortejar a las damas, esperando que tuviese un efecto positivo en ella. Para su desgracia, aquello pareció pasar por alto ante los oídos de la mujer, quien simplemente le observaba curiosa ― Los animales a los que te refieres, mis hermanos, eso son; gatos, seres divinos que necesitan el mejor trato posible ― finalizó guiñándole un ojo, comenzando a entender poco a poco su propósito.
No debía regresar a Egipto con sus hermanos, así como tampoco masacrar a nadie en nombre de su madre Bastet.
Había sido enviado hasta ahí con una nueva forma terrenal para proteger y cuidar a sus hermanos, así como su nuevo hogar, uno que también veneraba a su madre.
Quizás Bastet pensó que era hora de compartir a sus hijos con el mundo, pues al igual que él, muchos podían ver que poco a poco Egipto comenzaba a caer. Su madre seguramente no deseaba que sus hijos cayeran junto con aquel imperio.
Y sí, quizás lo había elegido por ser el más haragán de todos los gatos, para que hiciera algo de provecho con su vida.
Al ser llevado por la mujer hasta su hogar donde se encontró con los doce gatos que habían sido robados de Egipto, completamente a salvo sin ningún inconveniente, habían sido bien atentados por ella por lo que podía ver, aunque nada se comparaba a las atenciones que recibían en su lugar natal, estaba bien.
De pronto en compañía de ella mientras le explicaba cómo era que había logrado tenerlo todo bajo control y como los había nombrado (Donde, de forma irónica reconoció a Ba entre ellos, siendo re nombrado por ella como Pligí, debido a su comportamiento) sintió que en realidad no necesitaba de todas las atenciones que tanto habia añorado.
Que, aquella conversación era suficiente para que su sentimiento de soledad se fuese desvaneciendo. Algo que nunca habia ocurrido con sus hermanas ni hermanos, incluso tampoco con su madre.
Quizás Bastet no se refería explícitamente a que sus hermanos no sabían vivir fuera de Egipto. Si no que, en realidad él no sabía cómo vivir.
Y al escucharla preguntarle sobre lo que ellos eran, sin sentirse intimidada por ser una especie de deidad como lo hacían en Egipto, sintió por primera vez algo extraño en su interior. Algo que quizás Bastet quería que encontrara para él, así como para sus hermanos.
― Los gatos son muy extraños ― le cortó el pensar ella, recargando su cabeza sobre el hombro de él ― No hacen nada y son considerados divinos. ¿No sería más bien un infortunio? ― preguntó en son de broma, haciéndolo reír.
― Creo que eso no es algo que pueda negar, preciosa.
[...]
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Palabras: 2846
ONESHOT BASTANTE DIFICIL PUES NO TENIA IDEA DE QUE HACER.
Ósea, al principio le había dicho a Alex que lo haría con temática de Hércules, pero al final me dio por investigar qué onda con los gatos en Grecia y solo encontré que Artemisa los habia creado en venganza de su hermano Apolo. Luego vi que Bastet era la equivalencia de Artemisa en Egipto y pues, la historia sobre cómo se esparcieron los gatos por el mundo llegó a mi cabeza; Bastet queriendo que sus hijos no fuesen relegados a un solo imperio que parecía desmoronarse (Egipto) enviando a uno de sus hijos a cuidar a los que habían sido robados (Cosa del destino) mientras que, en Grecia (En la ciudad de Éfeso donde está el templo de ella) le dice a una mujer que está ligada a sus hijos que uno de ellos va a protegerlos, formando la última parte, donde por fin nuestro "Gato" comprende que su misión no es devolverlos a Egipto, sino más bien procurar su bienestar fuera de, disfrutando por primera vez el no ser tratado como una divinidad por ella.
Está de más resaltar que el gato es Chat Noir, así como la mujer es Marinette. Omití los nombres totalmente debido a que ninguno entra con los idiomas manejados en ambas regiones que plantea la historia, pero de entrada ya sabemos quiénes son.
"Ba" Significa Plaga, por lo tanto ese gato mencionado por nuestro Chat Noir es Plagg, quien después es renombrado por nuestra Marinette por "Pligí" que significa lo mismo. Pinche gato jajaja.
Como comento, está basado en la introducción de los gatos a Grecia, donde se robaron de Egipto 6 parejas de gatos. Lo demás fue tomando forma a medida que encontraba información de Artemisa y Bastet.
Espero que a pesar de lo extraño de la situación, haya sido de su agrado D: ¡Un saludote!
(Y ya neta me odio. Esto tmb iba a ser un drabble maldita sea jajaja. Mañana si Drabble por que GATITOS)
PD: La misma cantidad de palabras es desde que nuestro gatico despierta hasta que se encuentra con nuestra Marinette. Rondando cada parte entre 1400 y cacho. SO, Marichat, déjenme, este AU fue difícil.)
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