Capítulo 26
Es tan corto el amor y tan largo el olvido.
Pablo Neruda.
Pd: ¿He dicho cuánto amo a este hombre? Pues, lo amo mucho✨
Ha pasado ya una semana desde que Iliana está de regreso en Londres, y desde entonces no ha querido ir a su apartamento porque obviamente James es quien lo paga. Así que basicamente se ha estado quedando en el apartamento que compré para Iliana cuando se graduó de la universidad. Recuerdo que cuando le dí las llaves, lo único que dijo fue: ¿Esta es tu manera elegante y discreta de decirme que ya no me quieres en tu casa?
Mi respuesta fue tan sincera como podía ser: No quiero ver a ningún hombre que te cojas en mi casa. Es mejor que tengas tu espacio para hacerlo libremente.
Se río mucho y después me abrazó para agradecerme a su manera. A esa manera que es empalagosa, dejando un rastro de besos por toda mi cara.
A Iliana no le agradó la idea al principio y aseguró que mejor se iba a casa de sus padres, logré convencerla de aceptar cuando le dije que de seguro James la encontraría ahí antes de que ella estuviera lista para enfrentarlo. Bufó y entonces aceptó.
Sin embargo, ver a James estos últimos siete días ha sido una verdadera tortura. El hombre se ha estado cogiendo a la nueva secretaria por todos los rincones de su oficina. Estamos a más de siete metros de distancia y hasta aquí escucho sus ruidos. Justo ahora acaban de cesar. Cosa que agradezco.
Con Iliana no he vuelto a tener intimidad. Sí, hemos cenado, besado y reído. Pero no sé porqué siempre me he detenido antes de llegar a eso. Creo que esa fuerza de voluntad es la que necesitaba al principio de esta locuray de seguro esto no hubiera sucedido. Suspiro y me levanto para servirme una copa de vino. Después de escuchar semejante jornada de James con su secretaria, un buen vino ayudará a que deje de desear ir a buscar a Iliana y volver a hundirme en ella.
Un pitido en la computadora me saca de mis pensamientos. Regreso a mi escritorio con la copa de vino en mis manos. Es una video llamada de Roma. Y es de Marcus. Suspiro antes de aceptar.
Aunque la videollamada era de la cuenta de Marcus, lo primero que veo es el rostro de Rose.
—Ya contestó —habla, mirando hacia atrás. Segundos después, Marcus y Rodolfo aparecen en la pantalla.
—Buenas tardes —saludo. Rápidamente todos responden el saludo.
Durante cuarenta y cinco minutos me distraigo de todo lo que está pasando en mi vida, recibiendo informes de la empresa en Cancun, hablando sobre las mejoras que queremos hacer y planteado nuevas ideas para expandirnos. Seleccionamos algunas de las mejores ciudades de México y lo que cada una tiene como ventaja o desventaja.
También Rose propone expandirnos a otros países de América Latina, cosa que me hace admirar más su inteligencia. Esa mujer es perfecta. No es solo hermosa por fuera y por dentro, es inteligente, dedicada, apasionada y alocada. ¿Cómo no perder la cabeza por ella? Apenas ahora puedo decir que la he recuperado del todo, pero básicamente, estaría loco cualquiera que la mire y no quiera tenerla.
Mi concentración se ve interrumpida al abrirse la puerta de mi oficina. Iliana entra con un abrigo, una mirada furiosa y las manos hechas puños. Suspira al verme y cierra la puerta detrás de ella para abrirse el abrigo y descubrir que está completamente desnuda debajo de él. Gruño. Un llamado de Marcus devuelve mi atención a la pantalla de la portátil.
—Tengo que irme —murmuro y cierro la pantalla de la portátil, dando fin a la video llamada. Iliana camina en mi dirección. Me giro justo a tiempo para que salte sobre mí, enrollando sus piernas a cada lado de mi cintura. Su boca busca la mía y yo se la entrego sin dudar.
La siento sobre la orilla de mi escritorio y dejo que mis manos recorran cada centímetro de su cuerpo sin detenerme en algún lugar en específico. Separa su boca para jadear al tomar uno de sus senos con mi mano. Aprovecho eso para tomar aire antes de volver a besarla. Mis manos siguen el recorrido hasta el inicio de su sexo y pellizco sin mucha fuerza sus labios. Otro jadeo de su parte.
La he deseado tanto la última semana y ella se aparece así en mi oficina después de necesitar verla hoy. Es como si leyera mi mente y supiera cuando es el momento indicado para aparecer y terminar de colocar mi mundo patas arribas. O colocarse ella así, ya ni me importa.
—Te deseo —admite en susurro cuando abandono su boca y me dedico a besar su cuello.
—Y yo a ti, dulzura —reconozco. Sigo mi camino por el medio de sus senos. Grita bajo al tomar uno con mi boca y chupar con fuerza su pezon. Se endurece con mi tacto.
Le doy atención por un rato a cada uno y sigo bajando directo a su feminidad para probarla como tanto me gusta hacerlo. Muevo la silla de mi escritorio y me siento, abriendo más sus piernas para mí. Tiembla con mi tacto, su respiración va al mismo ritmo con el sube y baja de sus senos. Hundo mi rostro para aspirar su olor y ella clava sus uñas en mi cráneo en una súplica muda.
—Por favor —súplica al ver que me quedo quieto. Pero es porque ella está de espalda a la puerta y no ve a quien acaba de entrar.
—¿Iliana? —exclama sorprendido. Levanto la mirada para encontrar a Iliana mirándome con notable terror en sus ojos. Mierda.
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