Capítulo 24
El secreto, querida Alicia, es rodearse de personas que te hagan sonreír el corazón.
~Alicia en el País de las Maravillas.
Despierto porque alguien está golpeando tan fuerte mi puerta ¿o es mi cabeza? Gruño y me levanto de la cama. El dolor en mi cabeza se aumenta con cada golpe en la puerta de mi habitación.
—Voy —gruño, caminando hasta ahí. Apenas abro veo a Iliana con los ojos rojos, la cara tan blanca como un papel y con lágrimas a cada lado de sus mejillas. Atrás de ella, a unos metros está Nana de pie, mirando la escena tan confundida como yo. Iliana se lanza a mis brazos llorando.
—¿Por qué no lo impediste? ¿Por qué? —susurra contra mi pecho. Arrugo el rostro sin entender lo que está sucediendo, camino con ella hasta el interior de mi habitación, después de hacerle una señal a Nana de que traiga algo para Iliana. Nana asiente y se aleja.
—No entiendo, dulzura, ¿qué pasó? ¿Dónde está James? —cuestiono, dejando que se siente en mis piernas, hundiendo su cabeza en la curvatura de mi cuello mientras sus brazos me abrazan con fuerza.
Todo dolor de cabeza ha desaparecido, al igual que la resaca. Gracias a Dios.
—Está en Ibiza —habla al rato. Frunzo el ceño, ¿Ibiza? ¿No se suponía que irían a Australia?
—¿Qué pasó con Australia? —cuestiono. Iliana sale del hueco de mi cuello cuando Nana abre la puerta con un plato en la mano y encima una taza de lo que estoy seguro, contiene té. Iliana lo agrarra con dedos temblorosos, la ayudo a sostenerlo. Nana se sienta a unos metros de nosotros en la silla de mi escritorio.
—Nunca iríamos a Australia. A última hora decidimos que era mejor Ibiza—explica después de beber un poco de té. Asiento—. James... —Se le corta la voz y llora un poco más. Empieza a ponerme nervioso, por lo que la abrazo de nuevo, cuidando de no tumbar la taza de sus manos—. Vi a James anoche tener sexo con la cantinera del hotel —suelta. Un hipo le sigue a la confesión, seguido de más llanto. Suspiro—. ¿Cómo puedo reclamarle eso si hasta hacía unas horas antes de casarme con él, yo estaba entre tus brazos? —pregunta con dolor en cada palabra. Veo a Nana mirarme mal, pero la ignoro.
—A ver, dulzura, no es tu culpa. De seguro James no estaba a pensando en ese momento, lo más probable es que ni siquiera lo recuerde. ¿Le dijiste que lo viste? ¿Lo enfréntaste? —insisto. Iliana niega.
—No puedo hacerlo, Xavier. En el fondo estaba deseando que algo así sucediera para terminar con esto, creí que tú lo impedirías, pero no lo hiciste. Dejaste que me casara con él aún sabiendo que te quiero —susurra y vuelve a llorar con ruidos que desgarran mi alma. Ya he evitado por completo la mirada de Nana, ahora solo me concentro en abrazar a Iliana y besar dulcemente su cabeza.
—Yo también te quiero, Iliana. Te quiero —reconozco. Se separa de mí y me mira asustada.
—No, no hagas esto. No quiero que me digas eso solo por lástima. Tú dejaste claro lo que pensabas ese día. Solo vine aquí porque soy una masoquista y necesitaba sentir esto de nuevo, solo por eso, no vine para mendigar tu amor. No lo quiero —declara. Suspiro, la atraigo de nuevo a mí, haciendo que deje la taza en la mesa de noche junto a mi cama y se siente de nuevo en mis piernas.
—No estoy mintiendo, algodón. Te quiero y te quiero en serio, pero no podía decirte eso antes de que te casaras. No podía impedir tu futuro con James —explico. Alza las manos al aire.
—¡¿Cuál futuro?! —exclama—. ¿No te das cuenta de que dejé de desear un futuro con James en el momento en que te dejé entrar en mí? —murmura con pena, viendo de reojo a Nana. Ella entiende que es su momento de dejarnos solos y se levanta para salir de la habitación. Cierra la puerta detrás de ella.
—Tienes que entender que no iba a poner mi felicidad por encima de la de mi hermano, dulzura. No me permito hacer eso. Eres de él, no mía. No podía pretender lo contrario porque ya tú tenías marcado tu piel con su nombre. Ya eras su prometida, la mujer que él había elegido para hacer su esposa, ¿cómo iba a quitarle yo eso? —insisto. Iliana suspira, negando con la cabeza.
—No soy de él, Xavier. Nunca he sido de él. Sí, siempre lo he querido, pero nunca le he dicho que lo amo porque simplemente no lo siento. Lo nuestro fue muy rápido y si quieres que sea honesta sobre porqué acepté casarme con él... —Deja la opción al aire para que yo la pida. Asiento—. Mi papá, el hombre que me entregó al altar ya no puede costear las quimioterapia de mi hermano, James empezó a ayudar con eso cuando comenzamos a salir como novios oficiales. Más que por amor a James, me casé por amor a mi hermano —confiesa. Más lágrimas bañan sus mejillas—. Soy la peor persona —susurra entre hipos. Tomo su rostro entre mis manos para que me vea.
—Me dijiste que amabas a James —^le recuerdo. Iliana suspira.
—Siempre me repetía lo mismo a mí misma. Necesitaba convencerme de amque así era, pero simplemente no pude —admite. Suspiro.
—Dulzura, James jamás iba a presionarte para que te casaras con él a cambio de seguir ayudando a tu hermano, jamás lo hubiera hecho. Yo lo conozco, soy su hermano, jamás lo haría. Si él empezó a hacer eso es porque quería ayudar a tu hermano, no a ti o tu familia —aclaro. Sé muy bien porqué James lo hizo, pero no me corresponde a mí decirle eso.
—Quizás tengas razón, he descubierto que James tiene tanto dinero que de seguro no se debe acordar de lo que ha gastado en mí o mi familia, pero igual me sentía en deuda con él. Nunca vi de mala manera el casarme con él porque siempre me ha tratado bien y es un buen hombre. Creo que por eso me duele tanto —admite.
—Dulzura, si quieres perdonarlo, estoy seguro de que él va a trabajar en no repetir tal cosa. Insluo yo puedo hablar con él para que se controle un poco con el tema de la bebida —propongo.
—Es que eso es lo que me duele —dice. Espero a que continúe—, que yo puedo perdonarle eso, pero no quiero seguir casada con él. En solo el día de ayer que fui su esposa como tal, cuando hicimos el amor no se sintió igual. No hubo ese salvajismo que te envuelve, esa mirada lujuriosa al ver mi cuerpo desnudo. Simplemente no hubo chispa. ¿Qué hiciste conmigo? —murmura y vuelve a llorar. Suspiro. Eso mismo me pregunto yo. ¿Qué hice?
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