Capítulo 23
Donde empieza la seguridad de una mujer, termina la de un hombre.
A🌙A
Hoy ya es domingo, ya Rose, Marcus, Rocío, los mellizos y Arianna acaban de irse en mi Jet, de regreso a Roma. Son alrededos de las cinco de la tarde y simplemente no sé qué hacer. Ya he hecho una sesión bastante intensa en el gimnasio de la casa. He leído documentos pendientes, respondido correos de la empresa y justo ahora estoy cerrando por tercera vez en el último cuarto de hora el libro que intentaba leer, simplemente no logro concentrarme.
Hasta desearía que no se hayan ido todavía, quizás así la casa estuviera llena de gente y eso me ayudaría a no imaginar a Iliana en alguna playa de Australia, haciendo el amor con James, su esposo. Gruño y me levanto dejando los lentes de lectura sobre el libro en la mesa de mi estudio.
—¿Vas a salir? —pregunta Nana al verme tomar mi abrigo y las llaves del auto.
—Sí. Debo hacer unas cosas, te veo al rato —digo, besando su frente. Asiente y salgo de la casa, subiendo de una vez a mi amado Audi. Supongo que durante el mes que dura la luna de miel de James e Iliana, puedo andar en mi Audi sin preocuparme. Incluso después de eso, James ni siquiera creo que recuerde haberlo visto en algún momento.
Suspiro. Necesito sacarme a ese par de mi cabeza. Sé a dónde me lleva eso y sé cómo termina. Ya lo viví una vez hace unos meses, no pienso repetirlo. Al menos en todo lo que va de día no he bebido una copa de vino, cosa que no creo que dure mucho. Me detengo en el bar del hotel donde vi a Iliana por segunda vez. Me miento a mí mismo diciendo que solo estoy aquí porque me gusta el ambiente, aunque es por eso que es una mentira. He ido a mejores bares con mejores ambientes. Sé muy bien porqué estoy aquí.
Le entrego las llaves al Valet Parking y entro al restaurante.
Camino hasta la barra y me siento, no pasa mucho para que un cantinero se me acerque y me pregunte que beber.
—Un Whisky de Malta, por favor —pido. El hombre asiente y rápidamente toma un vaso del mostrador, seguido del whisky que señala y yo asiento para que lo sirva—. Sin hielo, solo con un poco de agua —aclaro al ver su intención de colocarle hielo. Sin preguntar la cantidad de agua, veo que echa la precisa y me lo ofrece colocando una servilleta debajo del vaso. Le agradezco y se retira.
El primer trago me quema la garganta, pero no es como que me importe.
Así paso las siguientes horas hasta que cerca de las ocho o nueve de la noche, un grupo de jóvenes entran y reconozco una cara familiar entre los chicos. Britney me mira y enseguida su rostro se ilumina. Recuerdo muy bien que hace dos noches estuve a punto de llevármela a la cama, pero simplemente no tuve ganas de hacerlo.
Veo como le dice unas palabras a sus amigos y enseguida se encamina hacia mí.
—Hola, guapo —susurra seductora. Sonrío.
—Hola, preciosa —respondo, acariciando la mano que tiene sobre la barra—. ¿Quieres un trago? Yo invito —digo. Ya el whisky se ha asentado en mi interior y estoy un poco ebrio, pero no tanto. Sigo manteniendo mis neuronas funcionando para no meter la pata, supongo.
—Por supuesto. Me da una cerveza artesana, por favor —pide. Alzo la ceja sorprendido.
—No creí que fueras de cerveza —confieso. Se encoje de hombros, sentándose en el asiento frente a mí, su pierna la coloca por encima de la otra y ambas rozan las mías.
—No soy de cervezas, pero la cerveza artesana de este lugar es deliciosa. Deberías de probarla —propone. Asiento.
—Todo depende de a donde me des de probar —murmuro ronco, mirando hacia sus piernas descubiertas. Si lo que necesito es olvidarme de lo que Iliana pueda estar haciendo con James, entonces quizás Britney sea la indicada para ayudarme a dejar de pensar en ellos.
El cantinero regresa, dejando un gran vaso frente a Britney con una espumosa cerveza adentro. La toma con delicadeza y la lleva a sus labios de manera sensual, bebe un poco y luego se saborea con la lengua el borde de sus labios. Suspiro.
—Ven y prueba —invita. Sonrío satisfecho y me acerco a su boca, tomándola con la mía. Cuando me da la entrada a su interior, mi lengua explora todo a su paso, degustando en su boca el sabor de la cerveza y sí, tiene razón. Tiene un toque dulce al final. Nos separamos y ella tiene las mejillas encendidas—. ¿Entonces? —Sonrío.
—Es muy rica. Me pregunto si el sabor de tus fluidos harán que cambie el gusto de la cerveza —comento, mirando directo a su centro. Jadea bajo.
—¡Diablos! ¿Te han dicho antes lo ardiente que eres? Me encanta tu boca sucia —reconoce. Por un momento recuerdo cuando Iliana me llama Pelirrojo ardiente, pero rápidamente saco ese recuerdo de mi mente y río.
—Tienes que ver lo que es capaz de hacer mi boca sucia —admito. Otro jadeo. Bebe un gran sorbo de cerveza con la cara roja. Yo tomo un poco más de mi whisky.
—Desde que te conozco solo te he visto beber whisky, ¿por qué? —pregunta cómo si de verdad le interesa la respuesta.
—Es fuerte, picante y no puedes demorar mucho tiempo en beberlo porque pierde la gracia —respondo simple.
—¿Dirías que el whisky te define como fuerte, picante y rápido? —interroga, haciéndome reír.
—Diría que el whisky no me define, pero representa ciertas áreas de mí —confieso—. ¿Cuál es tu bebida alcohólica favorita? —inquiero.
—Tequila, sin duda —responde rápido. Al ver que alzo las cejas, suspira—. Es fuerte, picosa, ardiente y definitivamente debes tomarla en shop's para que te pegue donde quieres que te pegue. Además de que es ideal para olvidarte hasta de como te llamas —confiesa sonriendo. Vuelvo a reír. Me gusta que con ella siempre rio mucho.
—¿Y dirías que el tequila te define como fuerte, picosa, ardiente y rápida? —Utilizo sus mismas palabras, lo que la hace reír bajito.
—Eso puedes decírmelo tú, después de que me lleves a la cama hoy y descubras que tan fuerte, picosa y ardiente soy. Porque definitivamente no soy rápida. Al menos que sea en hacerte venir —susurra, subiendo y bajando sus pestañas de manera sensual. Sus palabras van directo a mi entrepierna que palpita estando de acuerdo con ella.
—¿Cómo sabes que te llevaré hoy a la cama? —pregunto, bebiendo un trago más. Llamo al cantinero para la cuenta mientras espero su respuesta.
—Porque ambos lo deseamos y seríamos idiotas si lo dejamos pasar nuevamente —asegura.
—Me gusta tu sinceridad y seguridad, pero resulta que no tengo interés en llevarte a la cama hoy. Tengo planes de regresar a mi casa y poder dormir una noche entera en días —confieso. Su rostro se descompone en segundos.
—¿Qué? —cuestiona bajo. El cantinero llega con la tarjeta que tiene mi cuenta, saco el dinero en efectivo, dejando adentro también su propina y se lo entrego.
—Eres hermosa, me gusta tu cuerpo y tu personalidad, pero no quiero llevarte a la cama porque presiento que te vas a terminar convirtiendo en un grano en mi trasero si lo hago. Es mejor mantener las cosas así. Además, ya quiero a otra persona —declaro. Beso su frente, pero ella me empuja con sus manos lejos de su cuerpo. Asiento y me retiro del restaurante.
Las horas de whisky me pasan factura y el hecho de haber estado sentado todo ese tiempo, lo empeora. Llego al valet parking que me hace esperar unos minutos en traer mi auto. Le doy una propina y subo.
Respiro varias veces antes de encenderlo y ponerme en marcha a mi casa. Agradezco que el bar esté a solo unos doce minutos de mi hogar. Los doce minutos se convierten en veinte porque voy manejando sumamente lento para poder mantener mi vista en la carretera y no matarme en el camino, afortunadamente logro mi objetivo y llego sano y salvo.
Apenas estaciono frente a mi casa es que recuerdo mis palabras a Britney. Aseguré que quería a otra persona, y definitivamente no estaba pensando en Rose cuando lo dije. Sí, quiero a Iliana. ¡Mierda! La quiero y la quiero más de lo que debería.
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