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Capítulo 18

Quien haya dicho que el dinero no puede resolver tus problemas, no debió haber tenido suficiente dinero para resolverlo.


Canción: 7 Rings. Ariana Grande.

Por cierto, amo esta canción✌, no me canso de escucharla.


—¿Xavier? —escucho la voz de Arianna en mi espalda, pero no hago nada para girarme—. ¿Estás bien? —insiste. Sigo viendo como el sol se pone frente a mí, con una copa de vino en mi mano.

—Estoy bien —susurro en respuesta.

—¿A dónde fuiste anoche? ¿Dormiste algo? ¿No es muy temprano para beber? —Hace una pregunta tras otra, haciendo que un dolor se instale en mi cabeza.

—En algún lugar del mundo ya son las cinco de la tarde y no, no he dormido. ¿Te importa dejarme solo? —pido. Como ella siempre debe llevarme la contraria, se sienta a mi lado y, para mí sorpresa, tiene una copa con vino en su mano.

—Habla conmigo. Sé que saliste anoche. Entré en tu habitación para dormir contigo y tú no estabas, te estuve esperando toda la noche, pero nunca entraste —confiesa—. ¿Es por Rose? Perdón por haberla traído, no tuve más opciones. No sabía que Luisana vivía en Londres hasta que Rocío nos lo dijo emocionada. ¿Cómo no les ofrecía la casa de mi hermano para quedarse si ellos me han tenido todo este tiempo en la suya? —explica. Asiento.

—No es por Rose, Arianna. Ya la he superado. Y esta no es la casa de tu hermano solamente, es nuestra casa, acostúmbrate a llamarla tuya, porque también lo es —zanjo. Sonríe, apoyando su cabeza sobre mi hombre.

—¿Por qué estás así, entonces? ¿Una mujer? —No va a darse por vencida, lo sé.

—Algo así —digo y bebo. Ella me imita.

—¿Un travesti? —La miro mal y ella ríe—. Vale, no es un travesti. ¿Entonces? —insiste. Bufo.

—¿Acaso no tienes algo emocionante que contarme sobre tu vida? —pregunto. Se encoge de hombros, endereza dose a mi lado.

—¿Quieres que te cuente sobre ese chico que te dije del trabajo? —propone, mirándome por encima de su copa cuando bebe. Noto que se sonroja y aunque no me apetece saber sobre sus encuentros íntimos, asiento. Es mejor hablar de ella que de mi conflicto—. Bueno, es muy dulce conmigo. Estoy pensando si es buena idea o no, acostarme con él cuando regrese a Roma. —Sacudo la cabeza, mirando a la piscina—. Tú lo pediste —declara riendo.

—Lo sé y ahora me arrepiento —bromeo. Me da un golpe suave en el hombro y se levanta.

—Creo que ya lo he hecho esperar bastante y tengo mucho tiempo sin sexo, no me vendría mal hacerlo. —Llevo mi mano libre a mi rostro y lo cubro con dramatismo.

—Por favor, deja ya de decir esas cosas. Solo recuerda usar condón —suplico. Ríe alegre.

—Lo haré. No te daré sobrinos antes de que tú me los des a mí —sentencia. Me levanto también para seguirla al interior de la casa—. Haré el desayuno rápido, Nana sigue durmiendo tranquila. Ayer la llevé a muchos lugares, ¿desde cuando no salía la pobre? —cuestiona, mirándome mal.

—No me mires así. La saco cada que puedo, pero normalmente puedo es de noche. Trabajo, ¿lo olvidaste? —respondo a la defensiva. Niega con la cabeza, pero sonríe.

—Deberías cambiarte, iremos a Brighton Beach —anuncia. Arrugo el rostro.

—¿Por qué iremos a la playa? —cuestiono.

—¿Por qué tenemos visitas? —responde como si no fuera obvio. Suspiro.

—Tengo trabajo que hacer, Arianna —declaro. Lo menos que necesito para mi salud mental es ver a Rose en traje de baño. No, no puedo con eso.

—Es domingo, Xavier. Iremos a la playa todos juntos —setencia—. Ahora mueve tu trasero a tu habitación, te cambias y te espero en veinte minutos para que desayunamos y vayamos a la estación de tren a encontrar al resto —zanja. La miro mal.

—No soy un niño, Arianna, si digo que no quiero ir, no iré y punto —digo firme—. ¡Ay! —me quejo cuando Nana presiona mi oreja con fuerza.

—Precisamente porque no eres un niño es que irás y enfrentarás esta situación con madurez. Tal y como un hombre lo haría —sentencia y suelta mi adolorida oreja. Llevo mi mano hasta ella para acariciarla.

Bufo molesto y me doy la vuelta para ir a mi habitación.

—¡Tienes veinte minutos! —grita Arianna desde la cocina. Puedo escucharla a ambas cuchicheando y riéndose de mí. Cierro la puerta tras un golpe seco. Bien, Nana tiene razón. Si quiero demostrar que estoy bien, lo mejor es verme como si lo estoy.

Busco en mi armario que ponerme y encuentro uno conjunto playero que James me regaló hace unas navidades, burlándose de que jamás me lo pondría. Pues, es hora de usarlo. Es de pantalón corto y camisa, azul turquesa con dibujos de hojas por todas partes de color verde y naranja. Lo dejo sobre la cama y entro al baño para asearme. Huelo a puro vino por la camisa que Iliana me mojó anoche. La arrojo a la cesta de ropa sucia y me baño.

Salgo en tiempo récord porque conozco a mi hermana y a Nana, sé que si me tardo más de veinte minutos, las tendré en la puerta gritando que salga. Son insoportables esas mujeres.

Me coloco la ropa y desafortunadamente debo reconocer que me queda bien. Las ojas naranjas resaltan mi cabello y barba. Aprovecho para acomodar la barba, dándole forma con la máquina de afeitar y por último, decido quitarla por completo. Es raro verme sin barba, pero me gusta el resultado. Aplico gel para después de afeitar y perfume.

Ambas mujeres se me quedan viendo cuando bajo las escaleras.

—Si no fueras mi hermano, estaría babeando ahora mismo por ti —halaga de manera extraña Arianna. Río.

—Y si yo tuviera treinta años menos y no te viera como mi hijo, de seguro ya me hubiese lanzado encima tuyo —confiesa Nana. Todos reímos.

—¿Se supone que debo darles las gracias por sus extraños halagos? —cuestiono. Ambas asienten dramáticamente—. Bien, gracias entonces —admito.

Después de comer, subimos al taxi que nos estaba esperando afuera de la casa para ir a la estación de tren que nos llevará lo más cerca posible a la playa que eligieron. La verdad, es una buena opción. Es hermosa esa playa. Se llevarán la mejor vista de Londres.

Lo que definitivamente no esperaba encontrarme era a George, James e Iliana, guindada del cuello de James, vistiendo un diminuto short sin una camisa encima que cubra la parte de arriba de su traje de baño, que por cierto, resalta muy bien sus senos. Suspiro.

—No me dijiste que ellos vendrían —le susurro a Arianna. Mira a la dirección que señalo con mi cabeza y se encoje de hombros.

—Son nuestra familia, por supuesto que iba a invitarlos —resuelve.

Este paseo no empieza y ya quiero que termine. Demonios.

   

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