Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5: Las palabras se convertirán en hechos.

El sol se coló entre las cortinas de la ventana del apartamento e iluminó el rostro adormilado de Denis. Aún tenía sueño; faltaba un poco menos de media hora antes de que sonara la alarma para levantarse a desayunar, un café con tostadas, como acostumbraba, en tanto escribía un nuevo borrador. No tenía apuro dado que era su medio día libre y entraría unas horas más tarde.
Cerró los ojos, con el antebrazo de antifaz, y recordó la noche tras haber completado el trabajo de campo: Las calles iluminadas de Dendermonde invitaron a recorrer, a conocer y quedarse un poco más; oyendo la música de los restaurantes. El grupo se detuvo en un bar antes de organizar la vuelta a Bruselas; donde bebieron hasta hartarse y bailaron sin miramientos. Festejaron la gran cantidad de material de calidad para el periódico, que sin dudas pondría contento al editor en jefe. Denis consiguió muy buenas anécdotas del dueño de la tienda de antigüedades, y una extraña experiencia que no quería catalogar como sobrenatural, dado que no creía en esas cosas; pero que aún así lo dejó inquieto. Al final su primo tuvo que conducir de regreso a los apartamentos ya que él estaba muy ebrio para mantenerse de pie.

Se llevó ambas manos a la cara: también recordaba hacerle algunos gestos a Víctor, quien lo observaba desde la barra del bar mientras Gary le hablaba sin parar, sentado a su lado. Denis bailaba con Julia y le hacía monerías a Víctor, buscando una sonrisa; él solo negaba con la cabeza y reía, de vez en cuando volviendo la atención a Gary, para comentar lo que le estaba diciendo, aunque sin mucho interés. ¿En qué estaba pensando cuando decidió hacer el ridículo frente a Víctor?, o lo que era peor, ¿qué estaría pensando Víctor tras esa noche?

—Gary, ¿Denis tiene algún pasatiempo? —interrumpió Víctor por segunda vez, con la mirada fija en la pantalla de su computadora portátil.

Eran las tres de la tarde y Gary llevaba un monólogo de treinta minutos. Daba ejemplos sobre los temas menos populares que se habían discutido la semana anterior, y aportaba ideas para mejorar en ese aspecto; como incluir un plan de motivación para los escritores, incentivos monetarios o más trabajos de campo, que elevasen el espíritu de equipo. Todo ello inspirado en el tiempo compartido la noche anterior.

—Escribe, ese es su pasatiempo. Hace una semana no hablábamos de Denis, y de pronto te interesa todo lo que hace Denis. ¿Qué pasa con Denis? —preguntó Gary con evidente molestia.

Víctor lo quedó viendo a los ojos, sin excusas. No estaba prestando atención a nada de lo que Gary decía ya que estaba leyendo el borrador que Denis le había mandado por mail. Le gustó tanto que quería hacerlo protagónico, ponerlo en la primera plana de la sección que ocupaban en el diario. Y en el proceso, sin darse cuenta, hacía preguntas al azar sobre Denis.

—Lo siento, Gary. ¿Podrías hacerme un informe escrito con todas tus ideas? Estoy mal dormido... ¿Denis no... venía a trabajar hoy? —Se mordió el labio inferior al caer en el mismo error y se quedó en silencio—. Bien. Pero no es lo que estás pensando.

—Es exactamente lo que estoy pensando —Gary arrastró la silla de su escritorio y se sentó a su lado—. Mi primo es un hombre huraño, rebelde, que nunca quiso tener una novia porque ama su espacio a solas, ¿entiendes? Y lo más importante es que es heterosexual. Sé que es apuesto, sé que es inteligente, sé que es divertido, y que tiene muchas cualidades que lo hacen atractivo; así que lo entiendo. Pero no. Olvídalo.

—Mira... —inició en tanto elegía con cuidado sus palabras—: Anoche hubo mucha química entre los dos y estoy un poco confundido, eso es todo. Denis me cayó mucho mejor de lo que esperaba. Tenías razón, solo tenía que darle una oportunidad... —Estiró el brazo y le apretó el hombro a Gary, en un gesto amistoso, con una media sonrisa de lado—. Otra vez tenías razón, en todo.

Víctor volvió la atención a su computadora portátil y Gary, aún dubitativo, trasladó su silla hasta su propio escritorio. Observó de reojo a su jefe, por encima del monitor. Siempre con el moño recogido, para atrapar la melena ondulada que, naturalmente, caería hasta sus hombros. Solía apoyar la barbilla sobre la mano izquierda cuando leía con atención; donde resplandecía débilmente un anillo plateado en el pulgar, muy peculiar. Miraba a través de los lentes y tecleaba de vez en cuando, con profunda concentración. Esa imagen era diaria. Gary se humedeció los labios, volviendo la vista a su pantalla. En poco tiempo había conocido demasiadas cosas acerca de Víctor: datos vagos sobre su familia, gustos personales, cambios de humor, inquietudes, y por accidente, sus preferencias sexuales. Algo que quizá Víctor jamás le hubiera contado, dado que era muy reservado, y que sin embargo saltó a la vista en su correo personal, el mismo que usaba para recibir algo más que documentos o contactos profesionales, y que Gary, como asistente, tenía que consultar.

No estaba molesto; estaba aliviado, porque él también era gay, y nadie más que sus amigos íntimos lo sabían. Cuando llegó el mail del ex-novio de Víctor, redactando un muy extenso intento vano de disculpa por haberlo engañado con otros tres hombres, dos meses antes de su boda, aprovechó para solidarizarse al respecto; principalmente porque Víctor no estaba en la oficina, lo leyó una hora después, al salir de una reunión con su padre, y no tuvo tiempo de pedirle que no abriera ese correo porque era personal. Al llegar a la oficina le dijo que fuera discreto con lo que había leído, Gary le aseguró que no tenía razones para comentar nada al respecto, que entendía y que lo lamentaba. Ese día Víctor tomó sus cosas y se fue temprano.

—Buenas tardes —saludó Denis al entrar, con una sonrisa relajada.

Colgaba de su brazo derecho la mochila raída que usaba siempre. Traía el cabello alborotado tras la siesta que había tomado, una camiseta blanca y un pantalón de mezclilla desgastado. Julia se levantó y caminó enérgica hacia él, quien llegaba a su escritorio. Denis abrió la mochila sobre la mesa y sacó un cuaderno, algunos papeles, una taza térmica y una manzana.

—¡Denis!, me ha encantado lo que has escrito esta mañana —comentó entusiasta.

—¿Sí? Genial —contestó y se sentó—. ¿Cómo está Polmo?

—Oh, él está bien; ya sabes, inquieto —soltó una risita nerviosa y se encogió de hombros—. Mira, ésta se la saqué por la mañana: no se quería levantar de la cama —le enseñó la pantalla del celular y Denis se acercó a verla, gesticulando ternura.

—Míralo, qué bonito, qué pícaro, ¿duerme en la cama? ¿Y cómo haces con el pelo? Nunca veo pelo en tu ropa —preguntó realmente interesado, la ropa de Julia siempre se veía impecable.

—Ay, qué detallista —volvió a reír—. Es trabajo duro, la verdad. Siempre hay pelo. Pero tengo rollos de cinta adhesiva para mantener mi ropa limpia, entre otras cosas que cepillo a diario; como los sillones, la cama, el... —interrumpió la explicación cuando Víctor salió de la oficina con Gary caminando detrás.

Víctor se detuvo junto a Julia y Denis se levantó de su escritorio en señal de cortesía. El ruido del tecleo que se oía de fondo cesó de pronto, otra vez la atención estaba sobre ellos dos, que se miraron a los ojos de forma fugaz antes de dirigirse la palabra.

—Buenas tardes, Reed... —saludó Víctor. Denis respondió de inmediato con un "buenas tardes"—. Si tiene tiempo libre, me gustaría cenar con usted esta noche y hablar de trabajo. ¿A las diez?

Denis alzó las cejas, un poco sorprendido por el cambio brusco de actitud. Asintió, tras pestañear varias veces y fruncir el ceño.

—Sí, emm, ¿le parece si nos encontramos a esa hora en Le Chou? —preguntó dudoso.

—Te veo ahí —contestó Víctor y siguió caminando, no sin antes dedicarle una sonrisa a ambos.

Julia abrió la boca denotando sorpresa, dejó escapar una risa nerviosa y sacudió las manos ante el bufido de alivio de Denis. No hubo ningún espectáculo que presenciar; poco a poco el murmullo de los teclados volvió a ambientar el salón. Denis siguió conversando con Julia, sin confesarle que aquel cruce de palabras con su jefe le había dejado el estómago revuelto de nervios.

Gary caminó junto a Víctor por el pasillo de la DS, rumbo a los ascensores, y cuando estuvieron adentro, no pudo evitar comentar respecto a la situación anterior; quedó indignado:

—No puedo creer que lo hayas invitado a cenar. No entiendo qué estás buscando. Mi primo no responderá a tus sentimientos —se detuvo al decir las últimas palabras, notó que había sido inapropiado.

En ningún momento quedó implícito que era una cita con intereses románticos. Víctor fue muy claro con sus intenciones, estaba entusiasmado con el proyecto y con la idea de estrechar lazos con Denis, porque ambos tenían mucha química como escritores. Cuando Gary hizo aquella afirmación, con tal aspereza, Víctor volteó hacia él, frunciendo el ceño.

—Ya me lo dejaste claro una vez, no necesito que me lo aclares dos veces —contestó a secas.

La puerta del ascensor se abrió en el cuarto piso, donde se encontraba la sala de juntas. Al final del pasillo había una puerta ancha de vidrio, a través de la cual podía ver a los jefes de otros sectores, saludándose y comentando con rostros alegres, relajados. Víctor se extrañó al no ver a Robrecht en la silla central; nunca faltaba a ninguna reunión, amaba su trabajo más que a su propia familia. Entró fingiendo una sonrisa amable ante las miradas curiosas. Gary caminaba detrás, enseriado y en completo silencio, esperando el momento adecuado para disculparse por sacar conclusiones precipitadas; nunca estuvo en malos términos con su jefe y no quería estarlo; maldecía el momento en que había abierto la boca por sentimientos que no pudo identificar.

Un hombre alto y canoso, de traje gris, elegante, los interceptó en la entrada, extendiendo la mano a modo de saludo.

—Víctor, tu padre se disculpó por haber dejado la reunión antes de comenzar; dijo que tenía un asunto importante que atender. —Al ver la cara de preocupación de Víctor, enseguida agregó:— Él dijo que no había nada de qué preocuparse —sostuvo una sonrisa cordial en todo momento—. Y dijo que te harías cargo de encaminar esta reunión.

Víctor sacó su celular con disimulo y ojeó los mensajes. Sintió alivio de no tener nada urgente, ninguna noticia trágica, así que lo guardó de inmediato y se ubicó en la silla central, invitando al resto a sentarse para dar inicio a la reunión.

...

Denis no sabía cómo vestirse. Le quedaba media hora para decidir lo que iba a usar en la cena con su jefe. En su armario no había muchos trajes elegantes. A diferencia de Víctor, a él no le interesaba la moda. Tomó una chaqueta gris, que usaría sobre una de sus tantas camisetas blancas, y el pantalón más nuevo que tenía, archivado al fondo del un cajón desde el día que se mudó a Bruselas. A pesar del estrés que le provocaba arreglarse para salir, estaba contento. Antes de ir a trabajar, ese mismo día, había pasado por una librería que vendía billetes para raspar y ganar dinero; sacó quinientos cincuenta euros. Una de las tres tonterías que había escrito en el libro del anciano, era ganar algo de dinero extra, aunque no fuera mucho. Ahora tenía suficiente para pagar la cena de esa noche, e incluso hacerse cargo de la parte de Víctor, eso le sumaría puntos. Seguía sin creer en la magia, pero la casualidad era muy buena; podía darle una oportunidad a la ley de atracción.

Salió tarde hacia Le Chou. No notó que el bolsillo de su pantalón quedó atrapado en la puerta cuando la trancó, al salir caminando lo arrancó de un jalón. Suerte para él que no se apreciaba el agujero que había quedado. Para peor, cuando fue a encender el coche, recordó que no tenía la llave, que la había dejado sobre la mesada de la cocina, en su apartamento, subiendo el ascensor. Llegó diez minutos tarde. Víctor leía una carpeta roja, no se mostraba impaciente ni enojado por su retraso. Había una copa de vino blanco sobre la mesa, acompañando un cuenco de maníes. Traía el pelo suelto sobre los hombros, lacio en la raíz y con bucles distendidos hacia las puntas. Lo miró por encima de los lentes y sonrió.

—Te pido disculpas... —dijo Denis y corrió la silla para poder sentarse—. No me gusta llegar tarde.

—Está bien —Miró su reloj, arremangando su chaqueta azul marino y alzó una ceja, exagerando un gesto de análisis—. ¿Diez minutos?, esperaba algo peor.

Denis sonrió divertido, le gustaba ese Víctor simpático y pintoresco, resultaba mucho más agradable que cuando hacía el papel de jefe gruñón. Otra extraña coincidencia que dejó pasar.

—¿Estoy despedido? —preguntó Denis con una sonrisa pícara. Le hizo una seña al mesero, alzando ligeramente la mano, para que viniera a tomar el pedido.

—Hace unos días atrás te hubiera dicho que sí; pero... —le alcanzó la carpeta roja que estaba leyendo—, imprimí los últimos borradores que escribiste, y me di cuenta de que eres un burro con talento. Así que los quise editar yo mismo, para dártelos personalmente y bueno, explicarte las correcciones.

—¿Un qué? Eres un cretino despiadado, ¿lo sabes, verdad? —Observó las hojas impresas repletas de tachones y anotaciones. Lejos de estar molesto, leyó con atención cada cosa. Le interesaba lo que Víctor pudiera enseñarle, porque admiraba mucho su trabajo—. Gracias.

No levantó la mirada para ver la cara de sorpresa de Víctor, que esperaba el insulto pero no ese agradecimiento sincero, en voz baja. Denis se concentró en la carpeta, siendo contemplado por los ojos celestes de su jefe, hasta que el mozo lo interrumpió. Ordenaron la cena.

—Te quedaste pensando, ¿en qué estabas pensando? —preguntó Víctor apoyando el codo en la mesa y el mentón en la mano.

—Quiero que seas mi editor —Víctor alzó una ceja y se rió—. Quiero decir, sé que estás ocupado, que tienes mucho trabajo, pero siento que me ayudaría a crecer a pasos agigantados. Gary es bueno, pero él también está en proceso de crecimiento...

—Qué presumido —contestó sonriendo—. Planeaba hacerlo antes de que me lo pidieras. Yo también necesito que crezcas y que hagas cosas mejores para el diario, porque tienes el potencial y no quiero que Gary estropee la esencia de tus ideas con su perfeccionismo. No le digas que te dije eso. —Rió—. Gary es un excelente editor, estoy siendo caprichoso —aclaró.

Su intención no era difamar a Gary, no por nada era su asistente personal. Fue sincero al confesar que quería hacerlo por capricho. Sintió la necesidad de seguir trabajando con Denis, de cerca, ser parte de su evolución.

La comida llegó humeante a la mesa, con un olor delicioso.

—Entonces estoy de suerte, buen provecho.

Después de cenar, Denis se pasó al otro lado de la mesa, junto a Víctor, para que le explicara las correcciones que había hecho. Entre risas, junto a dos tazas de café y una generosa porción de tarta de frutas, llegó la medianoche, fría y serena. Salieron del restaurante ajustándose las chaquetas.

—No tenías que pagar todo —comentó Víctor mientras caminaban hacia su auto—, gano mucho más que tú.

Denis se rió indignado.

—¿Siempre eres tan directo con lo que piensas?, no sé cómo sobrevives. ¿Te queda algún amigo? —Víctor se encogió de hombros, con una sonrisa—. Olvídalo. Quizá no tenga el mejor sueldo, pero tengo suerte, y gané algo de dinero hoy en un billete. ¿Sabés qué? Tendría que haber rezado para ganar el pozo gordo, así siendo millonario no tendría que aguantar comentarios de adultos mimados sobre mi sueldo.

—Así que... rezaste para ganar dinero —afirmó Víctor.

—No, no. No te lo comenté antes porque siento que es una tontería. ¿Recuerdas el pasillo con la cortina azul, donde me encontraste en la tienda de antigüedades en Dendermonde? —comenzó a contar Denis, bajo la atenta mirada de su acompañante—, según yo, había un anciano, con un libro y una pluma sobre ese escritorio. Me pidió que escribiera algo que deseara, así que escribí un par de tonterías; entre ellas que quería ganar algo de dinero extra —Víctor caminó más despacio—. Pero cuando llegaste, el viejo desapareció. Y bueno... no quise sentir que me había vuelto loco.

—No por ser extraño tiene que ser irreal, o una locura, ¿verdad? Quizá había alguna especie de... puerta detrás de la cortina azul. De hecho me pareció escucharte hablar con alguien y creí que era con el dueño, hasta que el hombre se acercó a despacharme —hizo una pausa—. Y... ¿qué más deseaste? —preguntó Víctor, interesado.

—Puras tonterías... —Denis sonrió incómodo.

—Insisto, me encantaría saber qué cosas desea un hombre tan simple como usted, Denis Reed —Víctor se detuvo, con las manos en los bolsillos, el aliento humeando por el frío, y la mirada colgada de los ojos de Denis.

Ese momento enmudeció a Denis; siempre se consideró un hombre sencillo, conformista, sin grandes aspiraciones, le gustaba creer que tenía sueños dormidos a la espera de oportunidades. Sin embargo, fue incómodo escuchar que para Víctor él era "simple".

—Pues algo tan simple como que a Gary lo ataque una cucaracha gigante en el baño —soltó molesto por confirmar la opinión que Victor tenía sobre él—. Pero eso no significa que sea un hombre "simple". Solo quería que el viejo se riera; no lo tomé en serio y escribí lo primero que se me vino a la mente —Víctor se llevó la mano a la frente con un gesto de preocupación—. ¿Qué?

—Hablando de Gary me recordaste que se llevó una carpeta con documentos muy importantes que necesito revisar y entregar para mañana en la mañana. Tengo que pasar a buscarlos antes de volver a mi apartamento, espero que no te moleste si me retiro ahora —se disculpó Víctor.

—Vivimos en el mismo edificio así que te acompaño hasta su puerta —contestó Denis, esperando que su cuento del libro y el anciano no hubiera retrocedido lo mucho que había avanzado con Víctor. No quería quedar como un tonto que perdía el tiempo en horario de trabajo.

...

El agua de la ducha aplastaba los risos castaños de Gary. Estaba disfrutando del agua caliente cuando el timbre sonó.

—¿A esta hora? —rezongó Gary. Apagó el lluvero y abrió la cortina de la ducha.

Tal fue la sorpresa de Gary cuando vio en la pared, sobre la puerta, a una cucaracha de un metro y medio moviendo las antenas. La primer reacción fue un grito de pánico, luego cerró la cortina y se escondió de espaldas a la puerta, apretando los ojos y murmurando "esto no es real, no puede ser real".

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro