
Shot Twenty Six: Solo luces 🍒
No podía negar el hecho de que los nervios estaban haciendo estragos dentro de mí. Al punto de que el cepillo para el cabello se me resbalara dos veces de mis propios dedos.
—Espera… ¿vez? Así está mejor.
Era Tae justo del otro lado de mi tocador y sus oportunas manos para acomodar mi pelo.
—Gracias—dije dejándolo cepillar esa última hebra. Había decidido usar el cabello suelto a excepción del broche con forma de flor de cerezo que me había regalado mi abuela. Toda una reliquia familiar.
—Por nada. Me encanta tu cabello, es precioso, como todo en ti.
Sonreí ante su comentario y entonces me dediqué a la monótona tarea del maquillaje. Tae llevaba una camisa blanca con el cuello ligeramente abierto por unos insinuadores botones.
El pantalón de vestir negro a juego con los zapatos y el blazer también del mismo color. Estaba guapísimo y yo me preguntaba si no sería reconocible en medio de los asistentes a la expo de arte moderno del centro de Kowloon. Sacudí la cabeza restándole importancia a aquel pensamiento.
Todo iría bien, tenía buenas vibras y si las cosas conspiraban a mi favor era muy probable que alguien comprara un cuadro. Crucé los dedos porque así fuera. Terminé de aplicarme el labial que a petición de mi novio esta vez era rojo cereza.
La verdad creo que Issabelle hubiera estado orgullosa y una punzada de culpabilidad me hizo recordar a Lena. Hacía tres días que no hablábamos y eso en términos de mejores amigas era una eternidad. Ya lo haría. Quizás después de la expo.
—¿Lista?
Tae apareció otra vez a mi lado y vi brillar las luces de la habitación en su mirada mientras ambos compartíamos la misma sonrisa. Abajo la abuela nos esperaba y no dudó en ensalzar “lo bien” según sus palabras que se veía aquel vestido blanco de mangas largas en mí. Yo le resté peso al comentario temiendo sonrojarme de más.
—Voy a guardar este momento. Esperen…
—Abuela no exageres…
Pero ya era tarde, ella se había ido a buscar la vieja polaroid y yo me quedé sola con la expresión sospechosa de Kim Taehyung.
—Fuiste tú ¿No es cierto? Tú la convenciste de sacarme una foto—pregunté con los brazos en jarras. Él asintió con descaro.
—Totalmente culpable y es más. Confieso que te he sacado fotos a escondidas.
—¿Qué?
—No es mi culpa. Es que eres muy hermosa. Pareces una muñeca, mi amor. No te enfades. Mira, tengo otra sorpresa para ti antes de que regrese Han-Han.
Quién podía resistirse a esos morritos. Él era encantador y muy a mi pesar ya no podía siquiera enfadarme.
—Vale ¿Y qué es esta vez?
—Solo cierra los ojos. Lo descubrirás dentro de poco.
—Tae…
—Vamos, seguro que Han–Han ya casi llega y nos atrapa en medio de la sorpresa. Quiero que esto también quede en la foto.
—Menudo embaucador me has salido—dije entre dientes, pero la sonrisa me traicionaba. Tae se entretuvo de más con mi cuello y al final como había predicho minutos antes, mi abuela nos pescó besándonos.
—Ya traje todo. Vamos a ver, sí perfecto. Oh, es como si fuera testigo de tu baile de graduación.
Mi abuela tenía los ojos cristalizados. Tae me abrazaba por la cintura mientras posábamos obedientemente para la cámara. Aún no había visto mi nuevo regalo, pero estaba segura de que era una gargantilla.
Solo para recordar cuán unidos estamos.
Había susurrado él antes de besarme y yo me había dejado llevar reviviendo el torbellino de deseos y promesas que ya me había hecho a mí misma respecto a él. El seguro chasqueó otras veces hasta que pudimos ver las fotos en nuestras manos.
Abuela nos volvió abrazar y nos bendijo a ambos antes de subir al taxi. Iba a ser como mucho una de las noches más importantes de mi vida. Solo demoramos un par de minutos en alcanzar aquel lugar que ahora parecía renovado bajo los reflectores.
Marks&Madden era una de esas galerías pioneras en la zona comercial de Hong Kong y yo debía sentirme más que agradecida porque uno de sus consortes se hubiera interesado por mi cuaderno.
—¿Nerviosa?—preguntó Tae antes de que el taxi se detuviera. Yo asentí a falta de un argumento. Él sonrió contemplando las luces que ya se habían prendido en la calzada.
—Te digo mi secreto antes de salir al escenario—él se acercó a mi oído y yo le presté la mayor atención de este planeta—Solo sé tú misma y no pienses de más. Todo va sobre ruedas la mayoría de las veces y estresarse no vale de mucho. Todo lo que podías haber hecho ya lo dejaste sobre el lienzo. Eso es lo que importa. Ahora solo disfrútalo.
—Espero que tengas razón, pero por favor, no me sueltes. Siento que en cuanto ponga un pie fuera del taxi me voy a derrumbar.
—No tenías que mencionarlo. Será un placer sostener tu mano. Aunque estoy seguro de que no me necesitarás. Este es tu mundo Mei Lin, yo solo soy un invitado más.
Tae me besó los nudillos y yo crucé los dedos porque tuviera razón. Salimos tomados de la mano y creo que era una mezcla de ansiedad con euforia cuando descubrí que había fila para entrar. La puesta de esta noche solo contaba de dos artistas. Una de Malasia y yo, que en estos momentos me preguntaba si habría escogido lo mejor que podía mostrar.
—Oh, aquí está ella y veo que bien acompañada.
Marcus Villar, más conocido como Mark copropietario y ex crítico de arte, era el dueño de la galería neerlandesa que ahora abría una filial en Hong Kong estaba frente a nosotros y la mirada que le estaba dedicando a Taehyung hablaba más de asombro que de reconocimiento.
—Hola Mark, nunca pensé que fuera a venir tanta gente. Él es mi novio, Taehyung.
—Encantado. Tienes muy buen gusto, melocotón.
Mark solía llamarme de esa manera, porque decía que cuando me sonrojaba parecía algo así como un melocotón. Tae improvisó una sonrisa tensa. Y yo traté de que no se me escapara una carcajada. Mark era totalmente gay.
—Bueno, a lo que interesa. Tendrás que decirle a tu apuesto novio que por ahora solo contarás con la compañía de los compradores. A todo el mundo le ha volado la cabeza la pintura del caído. Te digo que hasta yo entraría a comprarla si no fuera por el estrago que me ha traído la nueva filial. Pero bueno, ahora que me doy cuenta se parece mucho a…
Antes de que Mark pudiera dejarme en evidencia. Lo tomé del brazo y con mi mejor sonrisa me despedí de Taehyung que parecía un poco perdido en medio de las personas que se paseaban entre las gigantografías o las esculturas de la otra artista invitada.
—Nos vemos al rato.
—Claro preciosa. Estaré por aquí cuando quieras.
—Oh… ya entiendo—dijo Mark cuando alcanzamos sacar una distancia prudente de mi novio —Él es tu musa y no quieres que lo sepa.
Miré a Taehyung desde el otro lado del salón, tenía las manos detrás de la espalda mientras observaba con gesto distraído una de las siete piezas de la colección Heaven Falls que hasta hace solo seis meses había sido un intento por no olvidarlo mientras estaba de gira.
—Melocotón, estás colada hasta los tuétanos. Es mejor que me hayas sacado de allí. No hay nada más duro que el amor dependiente y tú ya estás obsesionada.
Quise preguntarle a Mark a qué se refería con ese comentario pero el otro propietario de la nueva galería y su compañero, Eric Madden acababa de llegar acompañado de la otra artista y lo que sin dudas serían críticos.
Me tragué el nudo que tenía en la garganta. Volví a mirar a donde Tae, sus ojos me estaban siguiendo y una sonrisa con la fuerza suficiente para darme valor apareció en su rostro. Te amo, esbozaron sus labios y a mí ya no importó tanto lo que pensara Mark. Obsesionada o no, él tenía razón. Este era mi mundo y ya nada podría alejarme de él.
***
Caminaba entre las personas que habían venido a la exposición. Me había hecho de uno de los programas que repartían los camareros y de una copa de champán también.
Había dejado de seguir a Mei con la mirada cuando un grupo la absorbió por completo y volví a sonreír cuando la vi explicando cómo solo podría hacerlo ella, la inspiración detrás de un paisaje sacado de cuento de hadas donde la silueta borrosa de un reino se pintaba en el horizonte.
Yo estaba extasiado ante tanta belleza y recordé la cantidad de horas y discusiones que nos habían llevado aquí.
Noches de preguntarme qué había hecho mal cuando ella decía estoy ocupada, su descuidado aspecto lleno de pintura y la mala costumbre de comer nada hasta que estuviera perfecto, pero ahora la recompensa estaba frente a mis ojos y yo quería comprar todas las obras de una sola vez aunque solo una estuviera disponible.
El tal Mark había mencionado un ángel y antes de que ella pudiera darse cuenta supe que se refería a mí. Me había llamado de esa forma mientras hacíamos el amor.
Mi ángel caído, había murmurado ella antes de deshacerse entre mis manos, como terrones de azúcar con sabor a naranja. Así de dulce era mi muñeca. Mi adorada Lin. Dejé la copa sin terminar sobre una de las mesillas auxiliares. Ya había repasado el paraje del que hablaba la caída del cielo (Heaven Falls).
Desde cascadas hasta ciudades perdidas en el confín de la imaginación, dibujadas con nieve o trozos de fuego. Ya había bebido el agua de los riachuelos interminables o la mirada ambarina de una ninfa en el jardín de Circe.
Ahora me faltaba el famoso ángel y me quedé de piedra cuando descubrí las proporciones de aquel lienzo. Dios mío, es así cómo me ves. Fue bueno haber dejado la copa o lo más probable es que se me hiciera trizas entre las manos. Mis dedos temblorosos arrugaron el programa del evento mientras una criatura de ojos salvajes me miraba del otro lado de dos caminos.
Uno al infierno otro al cielo y la disyuntiva más grande, las alas, estaban quebradas y el color grisáceo camuflajeaba lo verde en aquellos ojos. Parecían tan reales que daba la impresión de que en cualquier momento cobrarían vida y aquel ángel vengador con la túnica hecha trizas y una espada amarrada a la cintura emprendería el vuelo.
—Descenso—leí mientras mis dedos recorrían la inscripción debajo del marco.
—Es perfecta, se vería muy bien en la sala de estar.
—Sin dudas, le hablaré a Mark sobre ella.
Una pareja comentaba a mi espalda y el único pensamiento de que alguien pudiera comprar aquella prueba viviente de mi amor me descoló por completo. Al punto de no reconocer a la mujer etérea que acababa de llegar a mi lado. Intenté serenarme mientras cavilaba la posibilidad de impedir esa compra. Me preguntaba en cuánto estaría valorada la pintura cuando ella habló.
—Entonces… no me has dicho nada aun. Estoy en ascuas…
Miré el cuadro y luego el rostro de ella. No me salía muy bien la sonrisa teniendo en cuenta la cantidad de cosas que rodeaban mi mente. Probé con la verdad a falta de algo mejor.
—Soy yo ¿No es cierto? Sigo siendo ese ángel que llamas en tus sueños.
Mei Lin se ruborizó por completo mientras intentaba esquivar mi mirada. Mis dedos levantaron su delicado y puntiagudo mentón solo para que no escapara.
—Sí, ya lo sabía y me complace mucho, muchísimo. Te besaría si no tuviéramos tanto público. En estos momentos no tienes idea de lo que me estás haciendo sentir. Al menos así podrás saber algo de lo que puedo mostrar en mi superficie.
Guíe la mano derecha de ella sobre mi corazón, Mei entre abrió los labios en una perfecta O. Yo me tragué el terror y decidí que esa pintura no se iba a ninguna sala de estar que no fuera la de mi casa. La de nuestra casa, porque yo había visualizado una vida entera entre esos lienzos y era con ella del otro lado de mi mano.
—Buenas noticias, melocotón, el monto de Descenso va más de dos millones de yuanes.
—¿Qué?
Mei salió del halo que hasta ahora nos había envuelto e improvisando una disculpa se dejó llevar por un eufórico Mark. Yo aproveché para entrar en el sitio de la galería y enterarme mejor de las condiciones de compra.
Era una verdadera locura, aquello parecía más una subasta que la compra del primer cuadro de una artista novel. Las horas se deslizaron con un poco de más lentitud. Vacié otras dos copas de champán hasta que supe que Descenso había ingresado a una cuenta privada con sede en Okinawa a nombre de Kim Jae Hwa, el nombre de mi padre y la mejor excusa para que ella, no sospechara nada hasta el momento exacto.
Mark alardeó de su gran éxito toda la noche y cuando llegó la hora de irnos Mei había pasado del nerviosismo inicial a la expresión relajada que te absorbe después de haber hecho bien tu trabajo. Le rodeé los hombros con un brazo mientras íbamos en el asiento del pasajero de otro taxi.
—Gracias por no aburrirte. En general, gracias por todo—dijo ella encontrando mis ojos y yo no resistí la tentación de peinarle un mechón de pelo detrás de la oreja.
—De nada cariño y de hecho no fue aburrido. Haría más cosas como estas de contar con tiempo.
Mei Lin sonrió de vuelta mientras se acurrucaba contra mi pecho. Yo terminé de cerrar el abrazo que nos unía en el asiento trasero de aquel taxi.
Las luminarias sobre Nathan Road relampagueaban entre anuncios de neón mientras yo contemplaba esos mismos destellos en los ojos marrones de una muchacha, esa misma muchacha que se había robado todas mis oscuridades para convertirlas en promesas, esa misma muchacha que con pinceles y oleo había impregnado mi alma de solo luces.
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