
Shot Twenty Eight: Unworthy 🍒
No podía decir que no me emocionaba estar en el mismo salón de prácticas que él, pero solo el hecho de recordar aquel día en el restaurante, bueno, pues conseguía revolverme el estómago y no en el buen sentido.
Odiaba que fuera de ese modo. Odiaba que él tuviera novia y nada más y nada menos que una de esas princesitas aburguesadas que suelen ir al gimnasio a sudar en Chanel y Valentino. No, a mí no se me salía del cuerpo las ganas de gritarle que yo era quién debía estar en ese lugar y no cualquier extraña.
Era yo quién lo amaba desde mucho antes que se convirtiera en quién es y estaba segura de que en algún rincón de su mente o quizás de su corazón, existía un pequeño reflejo de mí y con eso me bastaba para aguantar.
—Bien hecho. Eso es todo. Tomemos un descanso hasta la hora de la tarde.
Todo el mundo asiente y aplaudimos a nuestro instructor de hoy que no ha sido otro que el maknae del grupo élite de Big Hit y mi corazón se acelera si es posible un poco más cuando Jungkook se acerca directo a mí. Aun con el pelo desordenado y el sudor manchándole el polo gris que trae se ve demasiado hermoso.
—¿Hwang, cierto?
Asiento a trompicones y me olvido de terminar de guardar la toalla en la bolsa que suelo utilizar para entrenar.
—Muy bien hoy, se nota que tienes un poco de academia. Jimin me dijo que estudiaste en la misma escuela que él ¿Por qué probar en una empresa entonces cuando pudieras lanzarte en solitario? Disculpa, sé que es una pregunta indiscreta pero se nota que puedes ir a más.
—Quiero empezar de cero. Es cierto que mi lugar sería dentro de una compañía de danza, pero quiero hacer más cosas. Big Hit es solo un paso antes de finalmente saltar al océano. Por eso esto primero y luego lo demás.
Digo lo más serenamente posible, contando el hecho que es la primera vez que hablamos en muchos años y que él no recuerda absolutamente nada. Jungkook se muerde el labio inferior como si pensara en otra cosa y luego sonríe más para sí que para otra persona en especial.
—De hecho, también hay otra razón para que haya hecho la prueba aquí y no en otro lugar. Un viejo amigo probó suerte y hasta ahora le ha ido genial.
—¿Lo conozco? Digo si no es mucha coincidencia—dice él y yo le hago caso omiso a la voz de Shin Hye en mi cabeza, esa misma que dice, no le digas eso, déjalo en paz. Improviso mi mejor sonrisa antes de contestar.
—Por supuesto, bilberry juice…
Lo digo casi en un susurro y esa parte que cruzaba los dedos internamente porque él me recodara casi gritó de alegría al ver su reacción. Jungkook abrió los ojos de par en par y mientras trataba de articular una palabra yo esperé pacientemente como solía hacer cuando teníamos solo siete años.
—Solo una persona me ha llamado así en la vida y eso… eso fue… ¿En serio podrías ser…? Joder, ahora que lo pienso cuántos Hwang vienen de Busan, pero tú te fuiste a Japón…tú no puedes ser…
—Supongo que los años me quitaron los braquets y las coletas, pero sí, sigo siendo la misma Sun Ryun de siempre, o la señorita pineapple, como solías decirme.
—Yo…sinceramente no sé qué decir. Me siento un poco ridículo. Dios mío, han pasado tantas cosas. Creo que tendríamos que volvernos a conocer, pero sí, ahora que te miro mejor, tenía la impresión que ya nos habíamos visto antes, pero lo deseché teniendo en cuenta el ritmo al que siempre andamos. Perdóname, debes haber pensado que era un creído que olvida lo que fue su vida antes de esto ¿Tenías una abuela, la señora Lee?
—Sí, la señora Lee. Murió hace algún tiempo atrás.
—Lo siento, Sun, en serio lo siento, pero es que no sé por dónde empezar.
—Tranquilízate, con que me recuerdes me haces muy feliz. Por cierto, qué tal si me acompañas a almorzar. Así nos pondremos al día.
Jungkook duda un momento pero al final su rostro se ilumina con otra sonrisa que me trae buenos recuerdos. La misma sonrisa de un niño con las mejillas llenas de barro después de un día lluvioso.
—Vale, creo que es lo justo.
Ambos sonreímos y nos disponemos a recoger las bolsas de entrenamientos. No cuento con que mi alegría se esfume tan rápido y la figura curvilínea de una joven pelirroja es suficiente para que los dos olvidemos a dónde íbamos. Él por amor, yo por deseos de estar en el lugar de la recién llegada.
***
—Hola—digo secamente al reconocer a esa chica del restaurante al lado de él. Jungkook como siempre no capta las señales que mi comportamiento está emitiendo y se decanta por lo más fácil.
—Angie, cariño no te esperaba hoy. Mira te presentaré a…
—La chica del maid café. Por lo visto ya se conocían de antes. Eso explica muchas cosas.
Él enrojece ante mi comentario. Ella solo mira hacia otro lugar y me importa un pimiento hacerla sentir incómoda cuando mis celos están a punto de romper cualquier cronómetro que se pueda inventar. Jungkook disimula una sonrisa forzada aunque la tensión en su mandíbula dice otra cosa.
—Sí que me falta apreciación y Sun no me lo había dicho aun, pero lo que sucede es que íbamos juntos a jardín de niños y hasta ahora nos hemos dado cuenta de que estábamos en la misma sala de prácticas. O al menos he sido yo…bueno, ya que has venido, podrías acompañarnos, justo ahora íbamos a almorzar.
—Oh, yo lo siento, pero me acaban de enviar un mensaje y creo que me tendré que perder la práctica de la tarde también —dice la chica que hasta ahora había escuchado la conversación con aire distante. Yo cuento hasta diez para no estallar y dejarlos a los dos en su reunión de amigos del kínder.
—¿No es grave, verdad?
—No despreocúpate. Me encantó conocer a tu amiguita. Nos vemos mañana.
Amiguita, debo estar más roja que un tomate y él solo me mira mientras esa descerebrada se marcha. Si quería cabrearme pues se ha sacado un diez en manipulación. Jungkook va a decir algo pero yo me adelanto nuevamente.
—No, no es necesario. Yo también estoy ocupada.
—Angie… Angie, no hagas esto…
Pero yo no escucho para nada. El camino me parece interminable hasta que alcanzado la calzada. Tengo ganas de que él me abrace y me diga que no pasa nada, pero no hay nadie detrás de mí, no hay un Jungkook dulce y arrepentido para decirme que lo siente.
En su lugar solo espero a que un taxi se digne a pasar frente a la empresa y miles de dudas se sigan juntando para aderezar la tarde.
***
—No regreses, no por favor—Yoongi se esconde otra vez en ese abrazo del que se rehúsa a dejarme escapar y yo sonrío contra su cuello.
—Es la tarde y la hora de la cena. Ritsu e Issabelle me matarán si no estoy de vuelta y ya me he saltado un par de reglas trayéndote el almuerzo.
Yoongi sale de su escondite finalmente. Estamos en el asiento del pasajero de su nuevo coche. Un deportivo KIA rojo.
—Es el uniforme, juro que esa ropa me vuelve loco.
Un beso lleno de azúcar y rastros de salsa wasabi regresa a mi boca. Él no tiene remedio y yo soy demasiado débil. Desde que agoté mi única posibilidad de trabajo en el restaurante japonés Madre Woo, mi uniforme de mesera se ha convertido en un fetiche para él.
Ya ni siquiera puedo vestirme en la habitación porque con seguridad lo más probable es que terminemos entre las sábanas sin más explicación que la de se me antoja tenerme. Trato de poner un poco de resistencia y decido hacer un trueque.
—Entonces sé bueno y déjame ir. Hoy estamos hasta arriba de trabajo y cuando llegue a la casa tengo una montaña de colada por hacer, por no hablar del estado deprimente de la sala de estar.
—Que excusa más pobre, pero si te sirve de algo… me convertiré en tu gustoso sirviente. Te prometo que no existirá ni una voluta de polvo cuando llegues del trabajo, es más, Lily y yo nos encargaremos.
—¿Es en serio? Lo que haces por…
Yoongi me interrumpió con otro beso mientras sus manos se iban más allá de mi cintura y un escalofrío me recorría la espalda.
—Haría lo que fuera por ti, de eso ya sobran demostraciones. Además quien saldrá ganando seré yo. Ahora bésame, te quedan cinco minutos y yo me convertiré en lavandera.
Sonreí al punto de que se convirtió en una risa. Estábamos bien locos los dos y lo peor es que ya no nos importaba ocultarnos, cualquiera que hubiera pasado por allí se habría dado cuenta de lo que hacíamos con las ventanas alzadas.
Aun así cada beso me parecía insuficiente y ya no podía concebir mi vida sin él al otro lado de mi cama o el hecho de desayunar juntos o intercambiar opiniones sobre el papel tapiz de la cocina o simplemente quedarnos desvelados esperando a que Lily apareciera como si fuéramos sus padres y no sus hermanos.
Era una locura dulce y perfecta mientras yo me olvidara de lo demás. Mientras me olvidara que mi padre no volvería hablarme jamás, que Roxanne se había peleado con su hija por mi culpa y que a la familia de Yoongi ni siquiera le importaba.
—¿Qué pasa, nena?—dijo él encontrando mis ojos y yo me uní a la caricia sobre sus dedos.
—Nada, solo que te amo y aun cuando soy indigna de tanta felicidad, solo mírame aquí entre tus brazos…En fin, no me hagas caso, solo estoy demasiado sentimental últimamente. Bien ¿Qué quieres que te traiga para cenar?
Yoongi sonrió de aquella manera que solo conseguía hundirme más entre la miel de su amor.
—El afortunado e indigno soy yo. No quiero otra cosa, nena, solo tu corazón.
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