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Shot Forty Eight: Snow Peach with Lemon Grass🍒

Canción sugerida: Jamais Vu por 3J-BTS/Jin, Jungkook y J-Hope/

No podía decir que no estaba nervioso. En cierto modo las primeras veces eran algo para tomárselo en serio y teniendo en cuenta que nuestra primera cita había sido un fracaso estrepitoso. Bueno, pues sinceramente tenía mis dudas.

—¿Crees que estoy exagerando?—le pregunté a RM que iba del otro lado del asiento del copiloto.

—No, solo luces muy cerca de un infarto. Relájate de una vez. Es tu novia no una especie de desafío.

—Qué bueno es hacerse el duro de vez en cuando—contesté concentrándome en la carretera.

RM hizo una mueca antes de bajarse la visera de su gorra. No tenía ayuda en la tormenta que estaba creando dentro de mí, así que me tenía que resignar y cruzar los dedos porque todo fuera bien esta vez.

—Ya, no digo que sea para tanto, pero creo que es hora que pongas las cartas sobre la mesa, hyung. Las cosas están cambiando, no solo nosotros. Suga se va a casar pronto. Quién nos hubiera dicho que algo cómo eso sucedería. Jimin sigue detrás de esa chica y espero otra sorpresa con esos dos. Solo Hobie falta por ser atrapado por algún amor. Se siente en la piel hyung, la juventud se nos está escapando entre los dedos. Es normal que tengamos cierto terror.

—Había olvidado que eres el terapeuta del grupo. No es solo eso. Hasta ahora ella y yo hemos estado rodeados por los demás. No hemos tenido tiempo de conocernos de veras. Solo han sido pequeños momentos, conversaciones interminables en el teléfono que al final no dicen nada. Tengo miedo de estarme engañando, tengo miedo de arruinarlo todo y romperle el corazón con mi inhabilidad cuando se trata de las mujeres.

—Joder, sí que lo complicas por deporte. Solo míralo desde este punto. Por mucho que nos esforcemos por detener lo inevitable, acabará sucediendo y al paso que van tus pensamientos, compañero, creo que arruinarás tu cita de esta tarde solo con más dudas.

—Ya olvídalo. Estás más convencido que nunca con tu paz interior y esas chorradas.

—¿Chorradas? ¿Desde cuándo hablas como Suga?

—Cómo sea… Ah, ya estamos cerca.

RM me miró con suspicacia mientras yo ponía todo mi empeño en aparcar en la parte trasera del restaurante japonés Madre Woo.

—La vida, un poema a dos voces donde solo tú decides que será mañana.

—Cállate…

Murmuré mientras abandonaba el asiento del piloto. RM podía volverse un filósofo insoportable cuando se lo proponía. Revisé mi aspecto en el espejo retrovisor.

Estaba seguro que otro comentario sarcástico iba a salir de su boca cuando el ajetreo en el patio trasero del restaurante nos hizo detenernos en las dos chicas que acababan de aparecer en el umbral.

—Bueno, pues parece que ella no se lo pensó tanto como tú…

RM me palmeó el hombro mientras yo trataba de encontrar a Ritsu en un atuendo que le hacía demasiada justicia. Llevaba un pantaloncito corto y una remera nirvana, converses en negro y el cabello suelto como una cascada brillante color azabache.

Creo que el disparo que había experimentado mi corazón aún me mantenía paralizado, siendo únicamente capaz de sonreír como un idiota mientras ella se acercaba a mí.

— ¿No crees que es un poco corto? Lo sabía… Issabelle y sus inventos… que…

La tomé de la mano, ella parpadeó repetidas veces hasta que fue capaz de sostenerme la mirada.

—Estás tan hermosa que no estoy seguro de querer que otros chicos te vean así. Eres muy hermosa, muy hermosa…

—Se les va hacer tarde y pronosticaron lluvia ¿Qué? No he dicho nada malo Nam.

Ambos miramos a Issabelle y a RM, los cómplices manipuladores de nuestra relación. Yo tiré de los dedos que aún estaban entre los míos.

—No les hagas caso, son insoportables cuando se lo proponen.

Ella asintió con una pequeña sonrisa mientras se despedía de los demás con una ligera reverencia. No me importó escuchar los gritos de victoria de nuestros amigos cuando finalmente traje el motor del coche a la vida. Ritsu bajó la ventanilla y yo descubrí que estaba usando perfume.

Olía a lavanda en todo el auto y no pude evitar tomarla de la mano mientras me incorporaba a un mediodía caldeado por el tráfico en Seúl.

Era agradable disfrutar de un silencio en el que solo éramos conscientes de los ruidos de la ciudad o de la respiración del otro y a la vez era increíble cómo podían olvidárseme todos los miedos que me habían acompañado hasta aquí por solo el placer de probar este momento.

Finalmente nos detuvimos cerca de las vías del tren. Ella enarcó las cejas y yo sonreí lo mejor que pude.

—Te dije que era una sorpresa.
Fue suficiente y ambos sacamos la cesta de aquel picnic que tanto nos habíamos prometido. Comprobamos varias veces que no pasara el tren antes de perdernos en dirección a un lugar que había encontrado casi siete años atrás por puro accidente y que ahora lucía los últimos colores del verano entre verde y blanco silvestre.

—Jin… es…. no sabía que algo como esto estuviera en la ciudad.

—Es mi lugar secreto, te daría mucha risa saber cómo lo encontré.

—Pues entonces cuéntamelo, un lugar como este es casi tener un refugio en medio del ajetreo de la gran ciudad. Perdona, estoy más parlanchina de lo usual.

—No, no te detengas, pregúntame lo que quieras. Quiero que sepas todo de mí, quiero saber todo de ti y estoy muy feliz porque finalmente decidas enseñarme todo lo que puedes ser. Me estoy enamorando Ritsuki, cada día más y más y tú eres la única culpable.

Ella no dijo nada, como era la regla entre nosotros. Seguía sujetando la cesta del picnic cuando yo me acerqué solo para comprobar mi reflejo en sus coloridos ojos.

—Yo también me estoy enamorando de ti, peligrosamente.

No esperaba que ella me besara y quizás por eso tardé en reaccionar. Luego no me importó quitarle la cesta y juntar mis manos en su rostro. Ritsu me abrazó por la cintura mientras compartíamos un beso que no nos habíamos dado nunca.

Probé el sabor de sus labios, una mezcla de durazno con suave vainilla. Me precipité en la frescura de sus cabellos o en el hecho de que el ruido lejano de un tren estuviera ahí para detener el tiempo.

—Vamos, hay mucho de lo que quiero decirte aun—fue lo que dije cuando conseguimos separarnos, ambos ruborizados de más.

Ella sonrió de esa forma que le iluminaba el rostro y aceptando mi mano buscamos un lugar entre la yerba de aquel sitio que ahora tendría más razones para ser mi lugar especial.

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