
『•• 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐗 ••』
Con una sonrisa Liz entró a la ducha y se dio un largo baño; la suciedad y el maquillaje que usaba se iba por el desagüe. Se lavo el cabello y dejando ver por primera vez, después de meses, sus ondas.
Al salir, se miro en el espejo y noto cada una de sus facciones. Ella había cambiado tanto: su rostro había adelgazado, era un poco más alta, su cuerpo ya comenzaba a verse como el de una mujer.
Desnuda frente al espejo se analizaba, la verdad no se reconocía; sin embargo sabia que si Víctor la amaba así como la encontró lo haría de esta manera.
Salió de la ducha con un camisón que el pelinegro le había dado para dormir y se sentó frente al espejo del tocador para cepillar su cabello.
Estaba todo mal cortado, tenía partes más cortas y partes más largas; cuando el chico lo noto se acercó con unas tijeras y se apoyó en los hombros de la joven.
—Bonita, dejame emparejarte ese bonito cabello ¿si? — dejó un beso en la mejilla de la chica.
—Por favor hazlo, es muy necesario— río levemente y lo miro a través del espejo.
El chico comenzo a cortar con cuidado, notaba la mirada de su amada sobre él y vaya que lo hacía sentir feliz.
—Te extrañe mucho mi niña— su voz era como una caricia para ella.
—Yo te extrañe más— hizo una pausa y lo miro por el espejo —Perdón, perdón por ser una inmadura aquel día—
Dejó las tijeras de lado y la miro con una sonrisa.
—Linda, eres una adolescente, es normal— acarició su rostro —Se que no es lo que esperabas que pasara, pero ya sucedió—
Tenía razón, ya había pasado y al final no podía hacer nada al respecto. Le sonrió al joven y éste terminó de cortar; le quitó el cabello con cuidado y la peinó un poco.
—Ahora si, linda linda— la ayudó a levantarse y dejó un beso en su frente.
—Ya vuelvo a ser la chica que te gustaba— lo miró a los ojos.
—Siempre lo fuiste, solo que te vez más hermosa ahora— se inclinó y la beso suavemente —Vamos, te dejaré la cama, yo iré al sofá de mi oficina—
—Oh, bueno... — bajó la mirada algo triste.
—¿Pasa algo? —
—No, es solo que pensé que te quedarías conmigo—
—Liz— levantó su rostro —¿Me permite quedarme con usted, mi Lady? —
Elizabeth asintió y lo abrazó fuerte, el por su parte la dejó un momento mientras iba a cambiarse.
Curiosa como un gato, la joven se acercó al vestidor enorme que tenía el cuarto. Miró por una pequeña abertura y se quedó ahí, admirando a su hombre.
No sólo era bien parecido, era bastante atractivo en todo aspecto; los ojos de la chica quedaron fascinados al ver su torso desnudo mientras el se cambiaba de ropa; miro también sus brazos, su espalda... Todo.
—¿Te gusta la vista linda? — la voz del joven la hizo saltar, con una risita él caminó hasta la puerta —Ya se que estás aquí—
—Yo... No... — nerviosa lo miró con la camisa a medio poner.
—¿No? Pensé que sí— dijo mientras le revolvía el cabello.
—B-bueno sí, pero no era mi intención mirar— apenada lo miro de nuevo.
—Tranquila, no pasa nada— sonrió y se sentó en la cama —Ven, acuestate conmigo—
Algo nerviosa se subió a la cama del lado opuesto al chico y se acercó a él.
—No quiero que estés sola—
Aquella dulce sonrisa la hizo sonrojarse demaciado, se acercó y dejó un beso en su mejilla antes de abrazarlo y acurrucarse en el cuello del joven.
Éste la abrazo también mientras la acomodaba sobre su regazo, notando poco a poco como la chica se iba quedando dormida.
El sueño no tardó en llegarle a él también, pero en ningún momento la soltó; solo la abrazaba, fuerte... Como si en cualquier momento se la fueran a arrebatar.
A la mañana siguiente, Víctor se despertó para ir a ver unas cosas de la universidad, pero al ver que la chica aún estaba dormida la dejó en la cama con una nota por un lado.
Liz, saldré a la universidad no tardaré nada... La señora de la limpieza vendrá a cosinar y a hacer los deberes mientras no estoy.
Te amo
Salió de casa algo apurado para tomar el carruaje y por fin respiró; deseaba que no fuera un sueño y no quería tardarse tanto en volver.
Por su parte, Liz, despertó bastante más tarde de lo habitual pero había válido la pena pues de dormir en una cama de bloques a una de lujo pues que mejor que la de lujo.
Notó la pequeña hoja de papel y sonrió al leer el "te amo" del joven.
Se vistió rápidamente y bajó a comer algo; tal como Víctor había dicho, la mucama ya estaba ahí, le sirvió el desayuno y volvió a sus deberes.
La chica comió apurada para ir a explorar aquel lugar tan impresionante.
Siendo la casa de su antiguo mentor, debía estar llena de libros, investigaciónes y artefactos interesantes.
Y claro, de secretos.
Llegó a la enorme biblioteca que había cerca de la Sala principal, estaba fascinada con los libros que ahí había, teorías sobre mil cosas, investigaciones de otras tantas hechas por Víctor o su padre; tomó un pequeño carrito y puso los libros que leería primero, pero su plan era arrasar con la biblioteca entera.
Mientras caminaba con aquel carrito por la habitación, éste se atoró con algo. Era como una puerta en el suelo, extrañada se arrodilló para mirar más detenidamente aquella abertura.
Parecía que la habían intentado cubrir con una alfombra, pero estaba movida. Quitó la alfombra por completo e intentó abrir la puerta solo para notar el enorme cansado que la sellaba.
Trató con un pasador de su cabello sin éxito alguno. Tras batallar un rato escuchó la puerta, aquellas pisadas eran del joven.
Por raro que suene le dió miedo, se levantó y siguió buscando libros, aunque su mente estaba en parecer lo más normal.
—Ya vine mi niña— Víctor se asomó por la puerta de la biblioteca.
—Hola guapo, ¿Te fue bien?— hizo un esfuerzo sobrehumano para disimular sus nervios.
—Sí muy bien— sonrió y bajo la vista para quitarse bien el saco cuando vió la alfombra en otro sitio.
Subió lentamente la mirada hasta la joven, Elizabeth no lo reconoció, asustada, lo miró y caminó hasta él.
—Solo lo diré una vez, Elizabeth— la mirada del ojiazul se oscureció —No vuelvas a intentar abrir ahí—
Levantó el rostro de la chica con un dedo y la miró molesto, acto seguido salió del cuarto hacia el suyo.
Liz estaba confundida, ¿Que había ahí como para que él no quisiera decirle? No le dio más importancia y tomó el primer libro y fue a la sala de estar para leer, sin saber que lo que ese sótano escondía cambiaría su vida por completo.
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