Episodio 2. Capacitación.
Las luces de la ciudad aún seguían encendidas cuando Amanda salió de su departamento, en camino a su primer día de trabajo. Las miradas de los caballeros que se cruzaban en su camino se tornaban demasiado obvias, tan llenas de interés y probablemente de pensamientos obscenos. Pero la joven llevaba la mente perdida en cavilaciones y en repeticiones de los diálogos para la reunión que pronto se celebraría. Esa mañana, Lovelace se veía completamente distinta.
Su cabello estaba recogido, pero algunos mechones ondulados escapaban delante de sus orejas, obsequiándole un aire puro y encantador. Ahora portaba una falda negra que apenas si acariciaba sus rodillas, además de una camisa blanca y un chaleco que se ceñía perfectamente a su figura, remarcando muy bien sus generosos atributos. En el cuello, una mascada roja cerraba el outfit secretarial bellamente, y sus tacones negros y brillantes eran el toque perfecto para lucir espléndida. Definitivamente la señorita Lovelance había nacido para ser su propia estrella, de cualquier forma que se vistiera.
Desmond escribió varios mensajes de texto durante la noche, pero Amanda sólo leyó las vistas previas, adivinando sus pretensiones. No, no llegaría en un coche dorado a la empresa, como anhelaba su nuevo amigo y socio. Si quería demostrar sus aptitudes para el puesto, se comportaría según su lugar. Lo último que deseaba, era darle armas a su nuevo jefe para que la humillara o abusara de su posición.
Así, la joven ingresó al edificio de Nimbus a las siete en punto. La oficina se encontraba abierta, como esperaba, pero sólo una persona de limpieza le recibió amablemente. Amanda descubrió que toda la decoración había cambiado. Las paredes coloridas fueron sustituidas por tonos grises, negros y plateados. Ahora había nichos falsos, que sostenían arreglos de flores artificiales. Una fuente descansaba en la parte central de la sala de espera, compuesta por un querubín que derramaba su jarra directamente en la boca del pez más enorme del estanque donde se mantenía en pie. Había esquineros repletos de libros e incluso las sillas y el escritorio también resultaron nuevos. Lo único que permanecía intacto, era la oficina de Hale.
—Acostúmbrese, señorita. Aquí las paredes cambian de color, como usted cambia de labial. A veces arreglan todo esto hasta dos veces el mismo día— comentó el anciano, quien no se había molestado en preguntar el nombre y la procedencia de Amanda.
—Disculpe... ¿usted sabe quién soy?—
—¿Importa?— cuestionó el octogenario, usando como bastón el mechudo con el que limpiaba el suelo. El hombre ya poseía una corva en la espalda imposible de enderezar, pero hacía su mejor esfuerzo, para sentirse a la altura de la hermosa dama que charlaba con él — he visto muchas como usted en este edificio, no me malinterprete por favor. Sólo... tal vez estoy demasiado acostumbrado a verlas ir y venir tan rápidamente, que ni siquiera me dieron el tiempo de preguntarles su nombre—
—Entonces, recuerde bien el mío, señor. Amanda Lovelace— confesó la joven, con una sonrisa confiada, y el intendente le respondió la sonrisa con una curva desprovista de la mayoría de los dientes. Ambos estrecharon manos y entablaron una charla bastante interesante. Ahora, Amanda sabía lo básico. Hale era el problema principal en el lugar. Su mal genio, sarcasmo y mala forma de comunicación, provocaban que las secretarias salieran despavoridas en dos o tres días. Se mencionó a una, que escapó en horas. Pero el incentivo seguía latente. El abuelo le comentó a Lovelace que la presentación de la oficina cambiaba según el prospecto a cliente del día: el más adinerado. La metodología del señor Collingwood se basaba en agradar a su cliente desde el inicio, ofreciéndole elementos visuales en el entorno, que lo hicieran sentirse cómodo e importante, generando así la necesidad de trabajar con Nimbus Corporation. Para muchos, parecía una estrategia superficial , estúpida y costosa. Pero el anciano aseguró que funcionaba a la perfección.
La plática terminó abruptamente, cuando el hombre escuchó el rechinido de llantas a una calles. Se apresuró lo mejor que pudo a terminar de limpiar la entrada y tomó sus utensilios, para dirigirse al elevador por donde llegó la dama.
—El señor odioso ya viene, mucha suerte señorita Lovelace— comentó el intendente y se retiró al siguiente piso.
La hora apenas marcaba las ocho. Sin duda, la chica había elegido bien el llegar con anticipación.
Cuando Hale apareció en el elevador, llevaba el móvil sostenido entre el hombro derecho y la mejilla. Los brazos estaban cargados de documentos, y apenas si sostenía una canastilla con dos cafés instantáneos, que amenazaban con resbalarse entre sus dedos. Parecía discutir acaloradamente, pero cuando ingresó al departamento y se topó con la jovencita en uno de los sillones nuevos, se quedó boquiabierto. Amanda había cruzado sus piernas con bastante elegancia. Su espalda estaba recta, por lo que presentaba porte, estilo y mucha belleza. Al ponerse de pie, sus altos tacones resonaron en el suelo marmolado, con todo el peso que su presencia exigía.
El señor Collingwood balbuceó por un instante, pero Lovelace no dijo nada. Tomó los cafés con una mano y con la otra, arrebató la documentación de los brazos ajenos, para encaminarse a la oficina del pelirrojo.
— ¿A-Amanda?—
—Vaya, al menos recuerda mi nombre. Supongo que eso es un avance de proporciones bíblicas, tratándose de usted—
— "¿Quién es Amanda? ¿Ahora me hablas de alguna de tus amantes? ¡Te dije que buscaba seriedad en esto! ¡Mis ganancias no están llegando como yo esperaba! Además, Nike me está ganando la partida y..."—
—¡Ya, maldita sea! No hablaba contigo. Ya te dije que ...— Hale no tuvo más remedio que seguir discutiendo algo de tiempo. La chica sonrió triunfal, y aprovechó para retocar su brillo labial mientras su jefe no encontraba manera de sortear al cliente.
A pocos minutos de que llegara la hora pactada para firmar el acuerdo entre ella, Aeva y Hale, el pelirrojo ingresó a su oficina, más relajado. Amanda sostenía entre sus dedos una carpeta que había estado repasando hasta memorizarla. Collingwood cerró la puerta, luego de cerciorarse que el resto de las secretarias estuvieran en su sitio y por fin tomó asiento en la cabecera de una mesa para juntas que se montó la noche anterior.
—Si su estrategia es seducirme para lograr el mejor acuerdo, le aseguro que no funciona conmigo. Aunque realmente me ha impresionado— comentó el jefe, pero Lovelace tan solo le miró de reojo, con aire despectivo.
—Si usted cree que visto de esta manera para seducirlo, es un idiota—
—¿¡Cómo te atreves...?!—
—¿Acaso no estoy en lo cierto?— cuestionó, luego de colocarse unos lentes para lectura, a fin de remarcar su mirada al observar al caballero por el borde superior de los mismos— solo quise demostrarle que puedo verme "normal" de vez en cuando. No necesito su aprobación ni sus falsos halagos mezquinos para saber que me veo bien. Personas con esa clase de comentarios sobran en este mundo, no me decepcione, señor Collingwood. Me han comentado maravillas de usted. Haré como que no escuché eso. Ahora, si no es mucha molestia, pasemos a lo importante— la joven se encaminó hacia el mismo punto que Hale y tomó asiento del lado izquierdo de la mesa, colocando la carpeta de propuesta de negocios a la vista. Hatty no podía creer el enorme cambio en la actitud de Amanda. Incluso llegó a pensar que se trataba de gemelas, y lamentó haber destruido el currículum de la chica.
—No puedo iniciar una conversación al respecto, si no se encuentra la tercera persona involucrada en este negocio, lo siento. Tendrá que esperar— inquirió el pelirrojo, pero Amanda insistió, abriendo la carpeta para dejar a la vista los documentos. Hale se negó de nuevo— creo que está siendo demasiado pretensiosa, señorita. Le recuerdo que tan solo cuenta con el 10% de participación en este proyecto—
—Y por eso, exijo que iniciemos el 10% de la conversación al respecto, señor. ¿O acaso no puede siquiera leer los términos que el señor Aeva propuso para cerrar el trato?—
El resto del personal asomaba la mirada por encima de una tira de decoración semitransparente que le daba algo de intimidad al cristal de la puerta. Las chicas no podían creer la facilidad con la que Amanda estaba manipulando las palabras de Collingwood, e incluso temían que lo provocara lo suficiente como para echarlos a todos del edificio. Pero Hale, aunque molesto, accedió. Sus ojos dedicaron toda la atención posible al plan a seis meses en el que se desarrollaba el posible mercadeo para el proyecto de Mon Chéri. Desde una remodelación completa, hasta el nuevo inventario, un equipo de trabajadores extra y la entera participación de Amanda. Se hablaba de expandirse hasta siete locales en puntos estratégicos del país, la publicidad e incluso un sitio web donde los futuros clientes tuvieran la oportunidad de divertirse proponiendo diseños por medio de una aplicación, con la promesa de que los mejores serian creados por Desmond.
Collingwood se frotó la barbilla. La secretaría que le apoyaba el día anterior no podía creerlo.
—Está aceptando...— susurró, con las manos sobre los labios. Sus compañeras casi gritaban de emoción.
—¿Cómo lo sabes, Claire?—
—No ha dicho una solo palabra desde hace diez minutos. Frotó su barbilla dos veces. Es como si el proyecto lo estuviera envolviendo por completo...¿quién es esa mujer?—
—Es la chica del señor Aeva— confesó otra de las empleadas, logrando que su líder se escandalizara en silencio, al grado de atraparla por un brazo para sacudirla.
—¡¿Qué dijiste?! Eso es imposible. No puede ser la cirquera que vino ayer...esto es...inaudito—
—B-basta, me lastimas... me lo dijo el señor de la limpieza, Amanda llegó dos horas antes, mucho antes que todos nosotros, incluso que el señor Hatty—
—Silencio. No vuelvas a decirle así, o yo misma me encargaré de despedirte y de que no vuelvas a tener empleo en toda Francia. Esa mujer es una serpiente. Tal vez sea por fin la que resuelva todos nuestros problemas con el jefe, así que su primera orden con ella, es informarla de todo lo que puedan, y utilizarla para que mantenga al jefe contento, no importa cómo. Sólo así podremos avanzar nosotras sin tener que preocuparnos por él, ¿entendido?—
El resto de las jóvenes asintió casi al mismo tiempo. Claire entrelazó sus dedos entre los largos mechones rubios de sus cabellos y observó por última vez la escena, antes de volver a su escritorio junto con toda la comitiva de compañeras. No podían quedarse ahí paradas, pues Desmond ya estaba arribando al edificio, tal como lo mostraban las cámaras de seguridad a su cargo. Cuando el excéntrico diseñador entró al recinto, todas las jóvenes tenían sus ojos puestos en él. Aeva vestía un traje sastre en tono negro metálico, y sus enormes lentes oscuros simulaban los ojos de un gato. También portaba un bolso plateado donde un pequeño cachorro pomeriano asomaba la cabeza con curiosidad. El caballero entregó el bolso con el animalito a Claire, sin decir una palabra e ingresó a la oficina de su hermano.
—¡Oh, Amanda querida! Casi me vuelvo loco. No respondiste mis llamadas ni mis mensajes, ¿acaso estás enfadada conmigo, querida?—
—Lo lamento tanto señor Aeva—
—Des, hermosa, dime Des, por todos los cielos. Buenos días, ven aquí, mua, mua— el chico besó las mejillas de su socia, y luego se acercó a Hale para hacer lo mismo. Por supuesto, el pelirrojo lo alejó con un empujón por el rostro, impidiéndole acercarse más de la cuenta— ¡hay, pero que brusco, como siempre!—
—Toma asiento por favor, antes de que cambie de opinión respecto de tu proyecto— ordenó Collingwood, extendiendo la mano para invitar a Desmond a sentarse a su lado derecho— no tengo idea de que plan ridículo y pesado tienen entre manos ambos, pero no voy a permitir este tipo de...exhibiciones, en esta oficina ¿está claro? Podrán tener una sociedad mutua, pero para mí, se convertirán en parte de mi cartera de clientes. Y eso no los hace más especiales que todos los demás. Tomando en cuenta que tu eres mi hermano — dijo, señalando a Des— y usted, es mi nueva secretaria— aclaró, ahora señalando a Amanda— ambos están comprometidos de dos maneras distintas conmigo. Con uno, tengo la confianza de que seamos de sangre, y por lo tanto, te hablaré como se me dé la gana, incluso si tiene que ver con tu ridículo negocio. Con usted, Lovelace, el hecho de que sea 10% mi socia, no es suficiente para considerarla ya un buen elemento en esta empresa. Tal vez consiguió un inicio de cartera excelente, pero puede haber sido cuestión de suerte. Nimbus Corporation no se mantendrá en pie solo por diez millones de euros. Tenemos que duplicarlos, y para eso, tiene que traerme clientes cada semana. Su proyecto está perfectamente estructurado, voy a aprobarlo según los términos que solicitan. Sólo quería aclarar esos dos puntos, para que no sigan molestándose en hacer todo un teatro de complot en mi contra—
—Tenga por seguro que ambos sabemos bien cuál es nuestro lugar en este sitio, señor Collingwood— aseguró Lovelace—no tiene nada de qué preocuparse. Ahora, por favor, si todo está en orden, puede platicarnos en qué consisten los términos del contrato con Nimbus Corporation. Somos todo oídos—
La reunión se extendió hasta las 14:00 horas, y para ese punto de la plática, los intestinos de Amanda ya exigían atención. Sin embargo, la chica mantuvo su postura firme durante todo el proceso, y para cuando Hale terminó de firmar las cláusulas y la carta de aceptación, un enorme alivio cayó sobre los hombros de la joven. El trabajo por ese día, se dio por terminado para ella, ya que Hale tenía otras ocupaciones por la tarde, así que la citó para comenzar oficialmente al día siguiente. Desmond aprovechó para llevarse a celebrar a Amanda, y en cuanto abordaron el coche del diseñador, ambos se derrumbaron en los asientos, casi sofocados.
—¡Santo Dios, Amanda querida! me dijiste que llevaste un curso de actuación, pero te juro que nunca imaginé que te pudieras transformar en una persona nueva ¿viste la cara de Hatty? ¡Jajajajja! recordaré esto por siempre, te lo juro, venga, iremos a comer algo delicioso a un restaurante a las afueras de tu distrito, no puedes negarte preciosa. Este éxito merece lo mejor de lo mejor para celebrar—
—Si, por favor— asintió la chica de forma insistente— creo que mis intestinos ya se comieron mutuamente, vomitaré en cualquier momento si no como algo. Ahh...no sé en qué me he metido, señor Aeva—
—¿Cuántas veces tengo que pedirte que me llames Des?— reclamó indignado el caballero, mientras manejaba. Lovelace sonrió apenada, y continuaron el trayecto charlando de la junta de negocios. Rieron, disfrutaron de una tarde magnífica en compañía de músicos franceses y de platillos exquisitos que el bolsillo de Amanda jamás habría podido pagar antes de conseguir semejante empleo con los singulares hermanos Nim. La velada terminó con varias bolsas de regalos de parte de Aeva, un pastel de repostería fina y un paquete de maquillaje exclusivo, que Desmond preparó como muestra de su fidelidad y afecto hacia su nueva socia. La joven morena ingresó a su viejo departamento, y al cerrar la puerta, se recargó sobre esta, deslizándose lentamente hasta sentir el suelo bajo su trasero, para enseguida, romper a llorar.
Rodeada de regalos hermosos y del maquillaje de sus sueños, Amanda rogó que todo eso no fuera un sueño, y sollozando, se quedó dormida.
A la mañana siguiente, su espalda dolía tanto que parecía tener un nudo entre cada vértebra, pero eso no la detuvo. De la misma manera que el día anterior, la damita se presentó a la oficina, esta vez luciendo un diseño de Desmond. Un conjunto sastre de pantalón y saco negro, con una blusa de cuello en "V", lleno de delicados vuelos semitransparentes, que hacían resaltar el tamaño de su pecho a proporciones envidiables. Llegó una hora antes, pero esta vez quien esperaba, era Claire. Lovelace no tenía intenciones de entablar una relación especial con la chica, debido a la mala primera impresión que tenía de ella. Pero Claire no la esperaba con la intención de volverse amigas.
—Tenemos mucho que charlar, jovencita. Por favor toma asiento—
—A mí también me alegra verte, Claire. Muy buen día— puntualizó Amanda, expresando abiertamente su molestia, con una respuesta arrogante. Pero la chica no se dejó intimidar.
—El señor Collingwood me pidió que te capacitara en tan solo este día, así que te recomiendo que pongas mucha atención a todo lo que voy a comunicarte. Hoy no va a poder presentarse, porque tiene una reunión en Estados Unidos y se fue desde ayer por la tarde. Con algo de suerte, tendrás tu primera tarea el día de mañana. Así que, si deseas anotar, él dejó para ti tu primer block de notas. Cuídalo como si fuera tu diario personal. Tiene un localizador GPS oculto entre las uniones de su portada. En él, escribirás cada cosa que escuches hablar de los labios del señor Hale. No importa si es un comentario inútil, un sabor, si quiere una soda o si escuchó hablar sobre algún grupo palestino interesado en nosotros. Cualquier cosa que consideres relevante a largo plazo, la anotarás con fecha de ese día. Cuando el requiera hacer memoria, recurrirá a nuestros "diarios"—
Amanda recibió el cuadernillo, y tan solo con tocarlo, pudo adivinar que aquella pieza de oficina era de muy buena calidad. Poseía el logotipo de la empresa en bajo relieve, e incluso tenía un broche con imán al que se le podía integrar una llave, para mayor seguridad. A Lovelace, le parecía un derroche innecesario de presupuesto.
—Tu puesto será uno de los más complicados que Nimbus tiene, jovencita: serás la asistente personal de Hale. Pero debes de tener mucho cuidado—
—¿Acaso una asistente no se ocupa de las copias, la agenda y traer el café?— interrumpió Lovelace, provocando que su compañera frunciera el ceño.
—No me digas que eres tan ignorante, por favor. ¿Crees que alguien te pagaría dos mil euros semanales, tan sólo por comprar café? Es evidente que no te has ubicado en el sitio donde te encuentras— Claire chasqueó los dedos un par de veces, para indicarle a Amanda que la siguiera hacia el elevador. La chica piel de chocolate caminó detrás de la secretaría, aunque de mala gana. Pero cuando ingresaron al quinto piso, Lovelace no podía creerlo: un piso completo estaba destinado al área de comida. En ese momento, por lo menos cincuenta personas deambulaban en el restaurante-comedor, tomando del bufette lo que más les apetecía. Había tres máquinas expendedoras de café instantáneo, así como charolas llenas de hojaldres, pan recién hecho y pequeñas hamburguesas. Una barra de ensaladas se extendía por un costado, y por el otro, por lo menos diez guisos diferentes— no tiene costo para nosotros, y puedes traer a los clientes a comer aquí, todo el tiempo que sea necesario para cerrar una reunión. A medio día, el menú ya habrá cambiado, así que no es necesario que tu prospecto salga del edificio para "pensarlo mejor mientras come". Lo que sea que tenga que decidir, será dentro de Nimbus—
El tercer y cuarto piso se componía de diferentes departamentos, en diez idiomas distintos, que se ocupaban de proveer a los clientes de otros países con toda la información necesaria del avance de sus negocios. En el segundo piso, existía un pequeño hotel de 18 habitaciones premium, para albergar a visitantes extranjeros. La planta baja, tan sólo era un bonito recibidor, lleno de cámaras de vigilancia.
Una vez que el pequeño recorrido finalizó, ambas regresaron al comedor, donde Claire trajo a una mesa bastante apartada, dos cafés americanos y un par de rebanadas de cheese cake con zarzamoras. La joven colocó algo de sustituto de azúcar en su bebida, y continuó la charla.
—Seré directa, Amanda. Tu trabajo será mantener ocupado al señor Collingwood, todo el tiempo que sea posible. ¿Qué significa eso? Que te ocuparás de sacarlo de este edificio las veces que sea posible, cada semana. Eso se traducirá en reuniones en otras ciudades y países, prospección de nuevos clientes, seguimiento a clientes fieles y recuperación de cartera. Pero siempre, siempre debes mantenerte junto a él—
—Pensé que sólo vendría a sentarme para decorar la oficina , Claire— respondió la joven, algo molesta por la aclaración— es obvio que seré su sol y sombra, todo el día. El cielo me libre de su mal genio—
—Es bueno saber que tienes la disposición. Oh, y recuerda siempre llevar condones en tu bolso—
—¿Disculpa?—
—¿Eres sorda y tonta al mismo tiempo? Que mujer tan insufrible— afirmó la rubia, cortando un trozo de su pay, para llevárselo a los labios a toda prisa. Lovelace estaba realmente indignada por el comentario, pero para Claire, parecía ser un tema insignificante— ¿por qué me miras así?¿dije algo malo?—
—Soy una mujer íntegra. ¿Quién te dijo que yo me atrevería a...?—
—¡Hay, por favor Amanda! ¿qué me vas a decir? "Oh, sí Clare. Soy una puritana, una católica abnegada que quiere llegar virgen al matrimonio. Yo jamás entregaría mi cuerpo para subir de rango en esta empresa, yo confío en mis habilidades y en mi encanto personal para...blablabla". Pon atención a lo que voy a decirte— la nueva compañera de la joven parisina, tomó una de las zarzamoras de su tarta con un tenedor, y extendió el brazo, hasta acariciar sutilmente los labios de Lovelace con la fruta— en algún momento, él te dará apertura. Y tu decidirás si tomas la invitación o la dejas pasar. Sólo llegará una sola vez. Si la rechazas, nunca más abrirá esa oportunidad para ti. Si la tomas, podrás acostarte con él, las veces que quieras—
—¿Me estás diciendo que tu...?—
—Todas las mujeres que viste en el sexto piso se han acostado con él, por lo menos cuatro veces— confesó orgullosa, encogiéndose de hombros— si eres la primera secretaria, estarás más tiempo junto a él. El mundo entero será una cama disponible, y nunca sabes cuándo apetecerá un pequeño break. ¿Vas a negarme que es apuesto?. La oportunidad llegará cuando, por alguna razón particular, te quedes a solas con él. Si se queda quieto y se desabotona la camisa, sabiendo que lo miras, puedes tomar la iniciativa. Le fascina el factor sorpresa—
—¿Estás loca acaso?— reclamó la chica, muy abochornada. Amanda sacudió una de sus manos para apartar la zarzamora y trató de cubrirse el rostro con ambas manos. Las mejillas se le miraban coloradas, a pesar de que su piel morena era un buen camuflaje, por lo que Claire no tardó en reírse de sus reacciones.
—Vamos, tranquila. No es un requisito, pero si quieres llegar más alto en esta empresa, vas a necesitar el recurso entre tus piernas. Nena, aquí tienes que estar dispuesta a hacer de todo, para mantenerte en el barco. Vas a aprender a mentir, a coquetear, a negociar, a follar como una prostituta, si es necesario. Nimbus es un boleto seguro para entrar en otros sectores de la sociedad. ¿Quieres hacer que tu carrera valga? Aquí tendrás acceso a las personas más importantes dentro de la misma. ¿Quieres casarte con un hombre rico y poderoso? Hale tiene la capacidad de acomodarte con el mejor partido, para tener una vida asegurada. ¿Quieres viajar? A su lado, irás a cualquier parte del mundo, sin mover un solo euro de tu bolsillo. Pero, despierta querida. Si no usas tus mejores cartas, tan sólo nos verás crecer a las demás—Claire se puso de pie, tomó su bolso, pero antes de retirarse, miró por última vez a su nueva compañera— sorprendiste al señor Collingwood dos días consecutivos. Eso no lo había hecho nadie, desde que se abrió esta empresa. Ahora, tendrás que mantenerte al mismo ritmo, ya estas al 50% de camino al éxito. No lo arruines, y sobre todo, no olvides todo lo que te acabo de decir. Factor sorpresa siempre. Ahora, vete a casa. Mañana temprano comienza tu trabajo de verdad—
Amanda observó a la rubia alejarse, hasta desaparecer en el elevador, con una amplia y malvada sonrisa en los labios. La morena se derrumbó sobre su asiento y respiró profundo, tratando de asimilar toda la información que había recibido desde el comienzo del día. Se mordió los labios ligeramente y terminó balbuceando para si misma.
—¿En qué me he metido...? Maldición...—
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¿Qué tal le parece esta historia? ¿les esta gustando? ¿Me escuchan, me oyen,me sienteeen? ;) saluditos mis amores <3
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