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Extra 3 (1/2)

Nota de autora: este extra está basado en octubre del 2022, o sea, siete meses después del último capítulo, por ende sería como el primer extra pero sin serlo, jajan't.

De todas formas, gracias por la espera de casi un año, aun cuando este es solamente la primera parte de dos, así que se vendrán otros cinco años de espera para la siguiente y espero que última parte. De todas formas, échenle una leída, que está divertida uwu.

(Mentira, intentaré subir la actualización antes de que acabe Julio del 2024. Intentaré)

Y como capítulo que se centra en la relación de MinHo y JiSung, será inadvertido también agregar:

Tw- Trastorno de Estrés Post-Traumático.

Disfruten de la lectura.

El día en el que, al fin, MinHo tuvo una buena idea, parte 1

Lily nunca más escogería los lugares donde la banda se presentaría.

Aunque ella fuera la única que tenía contacto con los managers para poder fijarles un espacio, había veces que la cabeza desquiciada de la chica los llevaba a lugares más inhóspitos y de mala muerte que pudieron esperarlo.

Dicha razón es por la que MinHo, ChangBin, Felix, HyunJin y Lily veían a un hombre con un machete frente a ellos mientras que el otro hombre, más delgado y con una cicatriz que le cruzaba la cara, les amenazaba a la orilla de la carretera cerca del pueblo.

—Así que, ya saben: si no me regresan el dinero, lo cobraré con ustedes —amenazó el hombre del machete.

Ningún auto pasaba a las dos de la madrugada por esos lares, en especial algunos que quisieran ir al pueblo. La llanura detrás de los parapetos de carretera presentaba el sonido de los grillos y de perros ladrando cerca de las hectáreas de plantaciones. Inclusive, desde el punto de vista de MinHo, con el cielo despejado daban las intenciones de querer dar un paseo por el extenso camino sin luminosidad para contemplar el cielo estrellado. La luna estaba linda, las estrellas brillaban con intensidad, y podía ver algún que otro planeta asomarse.

Sería un goce si su garganta no estuviera en juego.

—¿Cómo demonios te conseguiremos tanto dinero en poco tiempo? —preguntó MinHo.

—Sí, no es culpa nuestra de que la gente no nos haya querido ir a ver —discutió ChangBin con ferocidad, cruzando sus brazos intencionadamente para poder marcar los bíceps gruesos y mostrar algo de dominancia—. Que su bar quede a trasmano y en la zona roja de Seúl no es culpa nuestra.

—¿En serio quieren culparlos a ellos de esto? —Felix consultó nervioso a sus amigos—. Digo- nosotros tampoco hicimos nuestro aporte con la estrategia de marketing.

—¿De qué lado estás? —imploró HyunJin. Prontamente se orinaría del miedo.

—La cantidad de dinero que piden es absurda —Lily terminó por decir—. Lo más benéfico tanto para ustedes como para nosotros es hacer pagos a largo plazo en formato de crédito. Podemos dividir la suma total en diez cuotas y pagaremos en cada quincena-

—Me pagan a fin de mes —murmuró MinHo.

—Cada fin de mes para saldar la deuda —terminó Lily con seriedad—. Tómenlo o déjenlo.

—¿En serio ella está haciendo las negociaciones? —Felix le preguntó a HyunJin, aferrado aun más a su brazo.

—No pensé que moriría tan luego —admitió HyunJin.

Los dos hombres no flaquearon por su incredulidad ante la oferta de Lily, porque objetivamente era demasiado mala negociando en momentos tensos. MinHo pensó en que su fantástica nariz se vería corrompida por un machetazo que le cruzaría la cara o que le cortarían sus dedos ante el mito de que tendrían valor para alguien que fue guitarrista.

El hombre de la cicatriz solo los miró con el mismo agotamiento, mientras que el hombre del arma alzó su machete detrás de su cabeza.

—Un mes —repitió el hombre del machete—. Nada más.

—O-oye, ¿hablamos en serio? ¿Crees que nosotros cinco haremos tanto dinero en un mes? Debe haber otra forma de mediarlo —continuó MinHo, más nervioso que antes—. Te podemos ofrecer nuestros instrumentos o el trasero de Felix. Cualquier cosa a cambio... también sé hacer striptease y tengo una amiga que prepara muy buenos tragos y- ¡AH!

El hombre del machete enterró el filo en el parapeto de latón. MinHo juró ver toda su vida pasar por sus ojos.

—Un mes —repitió—. No más.

Antes de que alguno de ellos quisiera hablar, un auto por la carretera finalmente se acercó a ellos. La clásica música ochentera rebotaba en las ventanas y el volumen se intensificó cuando Don Seo las bajó y sonrió al grupo.

—¿Nuevos amigos? —preguntó él, agraciado.

Los dos hombres, cansados, terminaron por hacerse una seña con sus cabezas para subir a la camioneta. Los otros cinco chicos, aun congelados en el lugar, esperaron a que la camioneta partiese y diese la vuelta de regreso a Seúl para subirse de forma apretada en el asiento trasero mientras que Lily tomaba el copiloto.

Fue un trayecto silencioso, casi como si se abarcara la necesidad de no querer hablar de esa noche nunca más. Una jodida pesadilla que comenzó con la inocencia de recibir un mensaje que el manager del bar del barrio rojo de Seúl les notificó porque quería tener una charla pacífica con ellos. Claramente ninguno vio la mala intención o el acto de la mala fe en el instante que los vendaron y los subieron a la camioneta. Claro que no.

Don Seo tamborileaba sus dedos en el manubrio al ritmo de la música, y ninguno hacía contacto visual con el otro. El primero que dejaron en casa fue a HyunJin, quien murmuró un «hasta luego» demasiado apresurado; seguido, más entrado al pueblo, dejaron a Lily en su casa cohabitada con sus otros hermanastros; luego a Felix en su residencia y, finalmente, a MinHo en su propia casa. Ni siquiera pudo despedirse de Don Seo de lo nervioso que estaba.

Bajó del auto, asustado, y fue con rapidez hacia las escaleras que daban hacia su habitación. Pasó frente a la puerta del dormitorio de sus padres y escuchó los ronquidos fuertes de MyungDae, una buena señal de la negligencia porque MinHo no tenía ánimos de querer contar lo jodidamente bizarro que sucedió. Entró a su dormitorio y, tan pronto como cerró la puerta y encendió la luz, marcó su celular y comenzó a llorar.

—¡¿Es que cómo demonios juntaremos tanto dinero en un mes?! —lloró, mientras aleteaba su mano libre y se paseaba por la habitación, tropezando con carcasas de CD, el estuche de Cessi y los cables del amplificador—. ¡Es un mes! ¡Treinta días! ¡Vi como ese machete era enterrado en... en esa cosa! Ay, JiSung, ¡me van a matar! ¡Nos van a matar! ¡Sabía que era una mala idea! ¡Muy mala! ¡¿Recuerdas el último lugar donde Lily nos hizo presentarnos?! ¡La Asociación Evangélica de los Seguidores de Jesús! ¡Y yo pensé que ellos daban miedo cuando quisimos tocar algo de la Hwasa! Ay, santo cielo —MinHo se derrumbó en su cama—, ¿qué demonios hago? ¿Qué podemos hacer? HanSoo me mandará al demonio si es que le pido un adelanto, y el banco sigue sin querer darme la tarjeta de crédito. ¡Me voy a morir! ¿Aló? ¿JiSung? ¿JiSung...?

MinHo miró su celular con decepción. Era esperable que JiSung lo hubiese mandado al demonio o solamente le contestara por mero acto de sonambulismo. Bueno, ¿de qué servía un novio si no te escuchaba el llanterío por el agobio que te generaban las consecuencias de tus propios actos cerca de las tres de la mañana de un jueves? Bah, JiSung era un mal novio.

Por eso, MinHo marcó al siguiente en la lista.

—¿Aló, SeungMin? —y comenzó a llorar—, ¡no vas a creer lo que nos pasó!

Y así fue como la banda tuvo que juntar 783.300 won en menos de un mes. O al menos lo intentó. En serio los chicos lo intentaron, pero parte de la procrastinación era de sus naturalezas y, antes de que alguno quisiera darle mayor peso a lo sucedido, ninguno se acordó de la amenaza hasta fin de mes.

. . .

Fue la sacudida del autobús el que lo sacó de la ensoñación, y se estiró en el asiento de forma abrupta. Sus puños chocaron con el techo, y sus piernas apenas pudieron estirarse por completo en el pequeño asiento de autobús. JiSung no extrañaba los viajes por carretera.

I can't stop loving you de Ultra Band sonaba en sus auriculares, acompañándolo en la despavilación para intentar ver por dónde estaba. Revisó el mapa en su celular, porque el entorno no se le era conocido, y casi saltó cuando notó que estaba entrando a Seúl.

Sacó la música y fue hacia sus contactos. El más recurrente en los últimos días estaba en acceso fácil, y marcó.

—¿SeungMin? —corroboró JiSung, y volvió a mirar por la ventana—, creo que estoy llegando.

¿A dónde?

—No tengo idea. Seúl.

SeungMin siempre estaba calmado, o estaba en un estado impasible que era muy difícil de sacarlo de ahí. Era casi admirable, porque la cantidad de barbaridades que había contado sobre sus primeros meses en la universidad le había generado pesadillas a JiSung; pero tampoco era algo que diría en voz alta, si es que alguien se dedicaba a preguntarle.

Y SeungMin continuaba en su calma, sin sobresalir el tono de voz, con sus intenciones de juzgar a la gente y, por supuesto, desinteresado del estrés de los demás.

Hanji —SeungMin habló en la otra línea, y el ruido de fondo de la biblioteca generaba compañía—, repíteme todo lo que acordamos.

—De una u otra forma, llego a la estación Sangdo e ingreso por el ala oeste a la universidad. Voy al dormitorio de hombres, sin mirar a nadie, y voy al edificio C, piso cuatro, dormitorio 406. La llave del cuarto está debajo del tapete, y tu cama es la litera de abajo, de la izquierda. Y soy tu primo por parte de tu madre, y nos criamos juntos en el pueblo.

¿Ves? ¿Qué tanto miedo puedes tener, si eres tan bien disciplinado?

—Eso no quita el hecho de que soy un imán de problemas... —murmuró.

Escuchó a SeungMin suspirar en la otra línea, y el movimiento cansador de él tras sacarse las gafas. —¿Aun crees que no te darán el departamento?

—Creo que me echará tan pronto como el casero me vea.

Intenta verle un poco el lado bueno a la cosa. Está ubicado en un basural- si no eres tú, nadie entonces arrendará el lugar.

—Qué peculiar forma tienes de animarme.

Es una responsabilidad muy de grandes que yo aun no tengo que abordar. Dame cinco años y empatizaré contigo.

—Genial.

Estaré cerca de las seis en el dormitorio, de todas formas. Llevaré cena.

JiSung notó cómo el autobús ingresaba a la terminal, y una fuerte presión de su corazón en la garganta le hizo quedar parcialmente congelado.

—Okey —logró decir—. Deséame suerte.

Suerte. Avísale a MinHo que ya llegaste.

SeungMin cortó la llamada, y el nombre de MinHo hizo eco en la cabeza de JiSung. Llamarlo y avisarle que estaba en Seúl. Wow, no es como si él no supiera en ese mismo instante que, efectivamente, estaba ahí; como si no le hubiese enviado un mensaje antes de dejar Gimhae, o una videollamada de buenos días mientras ambos desayunaban en distintas partes del Corea del Sur. Como si MinHo no supiera del plan de JiSung para los siguientes días por el recuento ansioso de la planificación de la noche anterior. Como si MinHo no hubiese estado en cada paso que ha dado en los últimos meses.

Aun cuando no lo había visto en persona desde que Chan y JeongIn se fueron a Australia.

Era frustrante, porque no es que Seúl estuviese más lejos de lo que el pueblo y Gimhae pudiesen estar, pero aunque MinHo podría escaparse una tarde del pueblo para ir por JiSung y pasear por el río Han, daba una sensación casi de culpabilidad dentro de su sistema.

Ah, del carajo. Las cosas serían mucho más fáciles si es que JiSung nunca hubiese huido.

«Alto —se atajó, y reacomodó el bolso entre sus brazos cuando el autobús finalmente se estacionó en el terminal—, y cállate».

Le mareaba Seúl. Le mareaban las luces, la gente, las motas de suciedad en el aire y el smog que se podía apreciar desde la carretera cuando se entraba. Odiaba la poca regularización de viviendas y la cantidad infernal de edificios que rodeaba cada pequeña calle, como también los árboles siendo talados aun cuando ni sombra podían entregar por la caída de hojas de Octubre. No era un frío que le acompañaba la naturaleza con los dedos entrelazados; era un frío gélido de concreto, uno entumido que era abrazado por cada pequeña ráfaga de calor que salía de algún espacio cerrado. Seúl era mareador.

Pero como también le mareaba, era un poco inevitable no agarrarle cariño. Cariño a lo enajenado, a lo ignorado y a lo nuevo. Casi una esperanza que no quería estar acostumbrado. Oh, vaya, su estómago presionaba con suma fuerza.

Cruzó los andenes del terminal y pasó de la gente pidiendo disculpas de manera compulsiva, y su corazón se aceleró del nerviosismo por olvidarse de su mascarilla. ¿Podría comprar alguna fuera? No, porque debía de sacar dinero en efectivo. Ah, carajo. Olvidó la clave de la tarjeta que su tía le entregó. Pero podía pagar con su celular, ¿no? Ahora, vamos, ¿habría algún vendedor ambulante que le aceptase el pago por dinero imaginario en un Transbank?

«Del carajo».

Fue demasiado el caos cuando salió a la calle. Grandes buses, autobuses, micros interurbanas, taxis y autos. Gente. Mucha gente. Muchos desconocidos que lo golpeaban al querer pasar de JiSung. Nada comparado con la tranquilidad de Gimhae.

Seúl era demasiado rápido, eso recordaba JiSung en una charla con Chan hace un año atrás, cuando se hospedaron en un hotel para la actividad de la Embajada de la ONU. La vida en Seúl era tan veloz que era incapaz de ir al ritmo de un chico que aun le dificultaba caminar solo, sin tomarle la mano a nadie, quien debía de generar sus propias decisiones.

Porque había fuertes bocinazos, gritos de vendedores ambulantes, llantos de bebés, llamadas telefónicas en altavoz, música de k-pop en propagandas. Era demasiado sofocante estar solo.

Sin embargo, JiSung había pasado por cosas peores. Con una mano abrazó su bolso, y con la otra sacó su celular de su bolsillo. Había una lista de reproducción que MinHo le había hecho durante Julio en Spotify, así que reprodujo Maria de Blondie para poder apagar como placebo los miedos del exterior y, con valentía, ir hacia el lugar que, con optimismo, sería su nuevo hogar.

Era diferente viajar como transeúnte, como turista y como un nuevo inquilino dentro de la ciudad. En los mapas de los trenes subterráneos se mantuvo más tiempo de lo que embarazosamente podía permitirse, y preguntó varias indicaciones a distintas personas que lo enviaban de esquina a esquina de líneas antes de llegar hacia la estación de tren que le correspondía. Las canciones se reproducían con suma fuerza y de volumen máximo, y Blondie pasaba de David Bowie hacia U2, junto a The Strokes y continuaba con The Killers. Se quedaba de pie junto a los asientos, apoyado en las puertas que daba hacia los andenes y esperaba con paciencia a que, sea lo que sea, las decisiones que tomaba en ese instante respecto a su vida no eran un error.

Porque, vamos, ¿no era un poco obsesivo? JiSung no se enojaría si alguno de sus amigos le decía que solo estaba siendo dramático, que no tenía que por qué perderse tanto tiempo si es que solamente debía de enfrentar.

El pensamiento de su debilidad comenzó semanas atrás, en una videollamada con MinHo durante la cena cuando la comida que SooYoung hacía se avinagró, por lo que ella le pidió a MinHo si es que podía cocinar a algo rápido para los tres. MinHo, como él era, en vez de cortar la llamada decidió entregarle su celular a su madre y dejar que suegra y yerno tuviesen una fructuosa conversación que se basó en su mayoría en plantas, gatos, la vida de JiSung en Gimhae y los planes de SooYoung en querer terminar la escuela.

Hasta que ella agregó, en una comodidad y pasividad secreta que colocó a JiSung nervioso:

—No creo que MinHo te lo haya dicho, porque él es un idiota —comenzó ella, mientras Doongie se asomaba por la cámara de JiSung para acariciar su mejilla con la orilla—, pero con MyungDae somos serios cuando decimos que, si lo deseas, puedes quedarte con nosotros.

JiSung se había sentido atrapado con la conversación, por lo que fue un estúpido cuando preguntó:

—¿En dónde?

—En nuestra casa —dijo, sin sonar petulante por la obviedad—. Sé que estás bien con tus tías, eso no lo niego. Pero si quieres continuar con tus estudios, creo que es mucho más económico que te quedes con nosotros antes que arriendes un lugar en Seúl, solo. Aun eres un niño, JiSung.

No supo cómo se las arregló para no ponerse a llorar en la llamada, pero lo soportó lo suficiente hasta que MinHo se despidió, una hora después. La oración y propuesta se había repetido con demasiada insistencia tanto que era enfermizo, era doloroso. Era una puerta que JiSung había cerrado tiempo atrás, sin querer tocar o remover de su pasado porque él... porque...

Él simplemente no podía.

Tan pronto como la propuesta fue dicha por SooYoung, JiSung la había negado. No sería nadie como para dejar eso sin decidir. No obstante, no eran las palabras lo que valían el peso. Era peor, porque era el significante de ellas.

SooYoung, madre de MinHo (su novio), le había ofrecido con total libertad, desinterés y casi con anhelo que JiSung viviera con ellos, en ese pueblo; los cuatro, y agregado un gato.

Casi idílico.

Y aunque eso fuese la mejor versión, el mejor futuro que se podía tener en ese instante para ser un presente, de una necesidad casi ilusoria, él simplemente...

Él simplemente no podía.

Era como un fantasma de melancolía, que lo abrazaba por los hombros cada que él se encontraba con estabilidad. Había sido demasiado los meses, casi cumpliría un año con la necesidad de querer mantenerse estable. Cada que creía que estaba mejor, el abrazo lo rodeaba y la vista apuñalada en su nuca desde los ojos de las colinas. La intranquilidad que no lo dejaba crecer.

A veces, cuando se acordaba, sentía su cuerpo comprimirse en la tensión, formándose como un pequeño niño que encajaba en cada espacio oscuro y perfecto para él; hecho a la medida de sus castigos y de sus pesares, con un mueble hecho con la dureza de su maldad.

La vez que viajó al pueblo por el tiempo prolongado, durante los examenes nacionales de su escuela, fue incapaz de mantenerse con calma. Su vista iba hacia la calle cada que caminaba hacia la escuela, y procuraba de no mostrarse demasiado mientras estaba en el garaje para que nadie le hablara. Oh, mierda, inclusivo tenía miedo de caer dormido por temor de que su madre aparecía en casa de MinHo para arrastrarlo hacia la suya.

Era catastrófica la manera en la que las heridas y la sangre lo dejaba paralítico. De sus medicamentos haciéndolos caer en el insomnio, junto con el estrés de apostar su vida en los examenes que lo mantendrían fuera del pueblo; sus tías le recordaban a diario que ellas estarían para él sin importar los resultados, sin importar si es que estudiaba en una universidad de prestigio o vendía verduras en el mercado de Gimhae, y JiSung no podía evitar sentirse más miserable.

Eran esas instancias donde, aun en el tren, él solo cerraba sus ojos y se dejaba ir con Vertigo de U2.

Hello, hello.

I'm at a place called Vertigo.

It's everything I wish I didn't know

But you give me something

I can feel...

Finalmente, se ubicó entre las estaciones y entre las calles, como también en lo que podría convivir consigo mismo. Salió de la estaciones de trenes subterráneos y caminó hacia donde el arrendatario le había indicado, tan cerca de la estación que se sintió con suerte. El departamento se encontraba arriba de una carnicería, y la vida transcurriría con normalidad si es que la suerte estaba de su lado.

. . .

La suerte no estaba de su lado.

El acontecer era demasiado distorsionado como para querer mencionarlo en voz alta de nuevo, aunque habían tenido que conversarlo un tres de octubre de manera sutil. Ahora, sin embargo, era veintiocho, ad portas de un fin de semana extenso, y con JiSung en Seúl, el cuerpo de MinHo no se sacudía más que con gracia y ansiedad de querer verlo.

Pero, por la mierda, la suerte nunca estaba de su lado.

Reunidos en el garaje de la casa de MinHo, la banda junto a Lily se miraron las caras, digiriendo cada una de las teorías y planes que pudiesen hacer.

—Ni cocinando brownies nos salvará el trasero. No queda ni siquiera tiempo para hacer esa cantidad de brownies para venderlos —logró decir Felix, finalmente—. ¿No hay nada en nuestra reserva económica?

Nop —Lily revisó su gran cuaderno donde anotaba toda la información de la banda. Era la única que lucía calmada en el garaje, aun cuando los dedos de HyunJin sangraban en las orillas por la ansiedad y ChangBin no dejaba de bufar—, todos los ahorros se fueron en el primer semestre del año con las clases de batería de HyunJin y las tuyas, Felix, porque sus clases eran costosas. Las clases de ChangBin eran de a crédito, las de guitarra y composición lírica, y como eran dos debieron de pagarse a crédito a largo plazo, generado por el banco. Y MinHo-

—Yo dije —se defendió MinHo—: «las clases de teatralidad son una basura», pero, ¿quién me presta atención, realmente? ¡Nadie!

—Si debemos juntar 783.300 won el tres de noviembre, y con los gastos que hemos hecho, actualmente el veintiocho de octubre, tenemos un total de... —Lily sacó calculo— -32.000 won.

—¡¿Menos?! —gritó la banda.

—Nos vamos a morir —soltó HyunJin, para desparramarse en el sofá—. Estamos condenados. Moriremos. Todos aquí moriremos y probablemente lo paguen con nuestras familias si es que nos matan. No puedo sacrificar a Yeji- les dije a mis padres que la cuidaría solo si nos entregaban la casa. ¡¿Cómo carajo nos moriremos?!

—Solo hay que pensar frío —dijo Lily—. Tengo una idea-

—¡No!

—Vendamos cosas- nuestras cosas —propuso Felix—. Eso siempre ayuda. Hay que vender, y revender, y comprar cosas para revender más-

—¡¿Alguno puede proponer un plan real?! —pidió MinHo—. ¡Estamos todos en quiebra...! Hablando de quiebra, los compañeros de cuarto de SeungMin se van a sus casas este fin de semana, ¿quieren ir a Seúl?

HyunJin le lanzó las baquetas a la cabeza. —¡¿Puedes tomarte las cosas en serio?! —graznó, horrorizado. Felix se tomó su cabello con desespero—. ¡Nos van a matar todo porque ninguno logró vender entradas suficientes!

—Tengo un plan —retomó Lily, en su misma seriedad y capacidad de no perturbarse—. HyunJin saca el crédito de banco y los hace efectivo; después, con el crédito en efectivo, componemos la deuda, y solo nos dedicaríamos a trabajar a pagar los créditos a largo junto con el crédito de ChangBin.

—Es un plan ridículo —discutió ChangBin—. Yo ya cobré el mío, y Felix no puede sacar una tarjeta bancaria porque sigue siendo un jodido inmigrante.

—Muy triste, por cierto —acotó Felix.

—Y a MinHo no le van a ceder las tarjetas hasta en dos meses más porque es un incompetente que no paga sus cuotas a tiempo —continuó ChangBin—. Yo opino que nos larguemos a Seúl todas las noches y toquemos en el Busking hasta tener el dinero.

—No tendremos el tiempo suficiente. Deberían de juntar más de 100.000 won cada noche, y el promedio que ganamos es de 70.000 en las mejores noches —intervino Lily.

—Trabajar en los servicios sociales del pueblo para recolectar dinero-

—Los pagos se realizan los cinco, y la planilla de pago se extiende y acumula al otro mes porque estamos ingresando a trabajar periodo del paso del primer pago —replicó.

—Y la venta de objetos-

—Por más valor emocional que le pongas a tus cosas, seguirán siendo basura —cortó Lily, finalmente, con su mirada de seriedad hacia ChangBin, bajo el flequillo de su cabello natural, castaño, delgado y ondulado—. No vale la pena. Apeguémonos a mi plan, porque ese sí vale la pena.

—No vamos a seguir saltando de banco en banco.

—El dinero que tengo ahorrado es para la casa —HyunJin habló—. Es mucho, podré sacrificar una parte y pagar la deuda-

—No vamos a hacer que saques de tus ahorros para esto —le detuvo Felix—. No es tan drástico.

—¡Nos cortarán los testículos! —gritó ChangBin.

—¿Creen que si llamamos a Chan y a JeongIn, nos den un poco de dinero? —ideó MinHo.

HyunJin le lanzó la otra baqueta a la cabeza.

—¿Cómo demonios esto no te altera? —le preguntó HyunJin—. Nos han amenazado de muerte. Nos llevaron a un costado de la carretera para amenazarnos. Pudimos haber desaparecido. Se pudieron haber llevado a Lily. Pudieron hacer muchas cosas y la sacamos realmente barata. ¿Cómo no piensas?

—Tal vez sigo en estado de shock y no puedo creer que en verdad nos vayan a matar —MinHo se encogió de hombros—, es decir, ¿vieron mi cara? Creí siempre que la belleza sería un escu-

—¿No te preocupa morir? —interrumpió Felix, con condescendencia—. ¿No te preocupa dejar todo de lado? ¿Y saber que morirás...?

—Oh, no.

—... ¿Virgen?

Vale, no es como si el mundo de MinHo girase en torno al perder la virginidad. Claro que no, porque él consideraba que tenía aspectos de su vida en ese instante más relevantes que un aspecto tan banal dentro de la interacción humana. Él sobrevivía a la estadía con sus padres, lo cual era demasiado; también sobrevivía al mundo laboral con Min HanSoo, su antigua psicóloga de la escuela, quien lo mantenía trabajando con normas que se podría considerar neoesclavistas.

Seguido a eso, también se encontraba la relevancia de su propia existencia como miembro de la banda. Lily había decidido que el grupo tomaría distintos caminos durante ese año, ya que habían salido de la escuela, para optar a perfeccionamientos de sus propias habilidades musicales de distintas aristas; desde clases de composición, de aprender a tocar la batería, de mejorar las habilidades con las guitarras y el bajo, hasta llegar a las clases de teatralidad inscritas a MinHo para que aprendiera a desenvolverse en el escenario. MinHo no sabía si había logrado algo teatral hasta ese punto del año, pero sí se encontraba preparado para interpretar a Danny Zuko en la próxima producción del Grease que el pueblo quiera llevar a cabo.

Y, en todas las cosas, también se encontraba relevante mantener la llama de su relación con JiSung alta.

Vamos, tampoco es como si fuera muy difícil. Cuando dejaba de lado las inmensas necesidades de dejar a HanSoo y a la banda botada por un fin de semana para fugarse a Gimhae, y las ganas de abrazarlo en las noches que sentía que no podía sobrevivir con la nostalgia, encontraba que la relación avanzaba bien.

Sin embargo, y en vista y consideración de todo el historial que ha tenido con JiSung, claro que si MinHo fue amenazado por los últimos locatarios donde la banda fue a tocar y no pudo recaudar el dinero estipulado por ellos, para continuamente ser amenazados de muerte si es que no conseguían el dinero, sí le hacían colocar las cosas en perspectiva y en inminentes necesidades de supervivencia.

Si MinHo iba a morir joven, como mínimo debió de haber probado algo del trasero de JiSung.

—¿Creen que sobreviva antes de haberle metido un dedo aunque sea? —preguntó MinHo, con total seriedad.

A falta de baquetas, HyunJin terminó por lanzarle una zapatilla a la cabeza.

Era un estrés de grupo, a tal nivel que ni siquiera Lily podía dar respuestas certeras. ChangBin no quería exigirle demasiado, enfatizando en que debía de concentrarse en las clases más que en algo tan abstracto como lo era la recaudación de dinero rápido para la banda, pero Lily negaba todo tipo de recomendaciones y se centraba durante su jornada escolar a idear nuevas estrategias para generar ingresos económicos mientras propulsaba la popularidad de la banda.

Ahora, a fines de Octubre, pareciera que Lily ya no tenía demasiadas ideas para poder recabar.

—En serio es buena idea sobre los créditos bancarios —insistió Lily, luego de que todos se estabilizaran de la intervención de MinHo—. Es lo más lógico y lo más sano. HyunJin, saca el crédito.

HyunJin solo se derrumbó sobre su batería, apenado.

—Nada de esto tiene sentido —sollozó HyunJin—, soy muy joven para acreditarme. Soy muy joven para morir. Apenas y con Yeji estamos haciendo los planes para la casa como para que se nos vaya la vida de esta forma. ¿Saben lo que pasa si es que me muero joven? —El grupo negó—. ¡MinGi se quedará con mi parte de la casa! ¡¿Por qué carajos él tendría que quedarse con mi parte?!

—Herencia —contestó el grupo.

—Ni siquiera están casados —sollozó—, todo esto es tan... es tan...

De su burlesca y frustrante personalidad, Lily aplaudió con fuerza.

—¡Deja de llorar! —ordenó, enojada—, ¡que las adversidades son para enfrentarse! ¡Sembramos lo que nosotros cosechamos! ¡Y si lloraremos por nuestro sembrado, entonces las cosas no saldrán de su lugar!

—¡Lily! —Felix atajó—, ¡es que! ¡Es imposible juntar toda esa cantidad de dinero en menos de dos semanas.

—Sí, no nos das buenas ideas y apenas tenemos tiempo nosotros para gestionarnos —dijo HyunJin.

—Además —agregó ChangBin—, fuiste tú la que nos metió en el problema.

Furiosa, Lily cerró su gran libreta y apuntó a cada uno de los integrantes de la banda.

—En este instante yo debería de estar repasando para mi examen de matemáticas de mañana, pero en cambio, en vez de repasar para mañana, estoy escuchando a un grupo de infantes incapaces de madurar porque son- ¡Porque son infantes! —graznó—. ¡Diríjanme la palabra cuando tengan un plan! ¡Y si no tienen ningún plan mejor! ¡¡¡No me dirijan la palabra!!!

Lily tomó su mochila y, con un cabello orgullosamente castaño y de corte melena, se ondeó en su caminar para salir de forma dramática del garaje de MinHo. Se escuchó un pitido de bocina y el frenazo de un auto, junto con otro insulto, esta vez en inglés y con acento marcado, para que el otro sujeto se callara.

Los cuatro, aun en el garaje, solo intercambiaron miradas desconcertadas.

—¿Acaso ella se acaba de enojar? —preguntó HyunJin, sin creérselo—. ¿Se enojó? ¿Se enojó con nosotros?

—¿Se enojó con ustedes?

Tienda de música. MinHo no podría irse hasta que HanSoo llegara al local para cerrar. Por eso, con mucho tiempo entre manos y con poca clientela por ser día de semana, decidió que podía ser el maniquí humano de Kang YiSu.

—Ajá. Asumo que es el estrés —teorizó MinHo, antes de graznar una carcajada—. Vamos, ¿qué será el estrés? Esa niña nunca se estresa.

—Dejen de tratar a Lily como si solo fuera mánager de ustedes y no una- ¿cómo decirlo? ¡Una estudiante de último año! —discutió YiSu, y a propósito pinchó a MinHo en el brazo con un alfiler—. ¿Qué se creen? ¿Dejándole toda la carga a ella para que solucione un problema en el que todos ustedes se metieron?

—En nuestra defensa, fue Lily la culpable de que debamos tanto dinero.

—Ay, por favor, es solo una niña. ¿En serio la vas a culpar?

—¡Es un año más joven que tú! ¡Ay! —MinHo se volvió a sobar el brazo—. ¡Deja de pincharme!

Además, ¿qué otra reacción podía esperar de MinHo? No es como si él tuviese demasiada creatividad como para pensar en una solución que entregue dinero rápido. Él solo entraba a sus veintes, y se había graduado de la escuela en febrero. Ocho meses desde que era legalmente adulto y solo cometía error tras error. ¿Es que tendría sentido algo, acaso?

MinHo quiso agregar algo más, pero YiSu le chistó, demasiado concentrada en la camisa para hombres que estaba diseñando como para seguir discutiendo. Cuando anotó todo lo que su creativa cabeza de diseñadora necesitó, y le quitó la camisa a MinHo, suspiró.

—Bien —retomó ella—, ¿y el plan es?

—¿De juntar dinero?

—Para recuperar a Lily.

—Ay, vamos. —MinHo caminó detrás del mesón y se sentó junto a la caja, mientras veía a YiSu guardar sus cosas en su gran bolso—. Lily no estará enojada demasiado tiempo. Ella nos adora. ¿Quién crees que es?

—Alguien bastante ofendida porque ustedes la trataron de incompetente —defendió—. Si yo fuera ella, habría renunciado.

—Lily jamás renunciaría.

—¿Revistaste el chat grupal, las últimas horas?

—¿Qué? —MinHo sacó su teléfono de su bolsillo de atrás. No había revisado ningún mensaje, en especial porque de la única persona que recibía era de JiSung y él aun no daba señales de vida. Ingresó al chat grupal de los diez integrantes y, con una vista rápida, notó que el número descendió y que Lily había abandonado el chat—. ¡¿Ah?!

—Está ofendida.

—¡Es solo una pataleta! —justificó MinHo, y dejó el celular en el mesón—. Estará enojada, pero nosotros tenemos la razón. Sabemos lo que haremos; saldremos de este embrollo económico, ¡y Lily regresará arrastrándose por lo autoeficientes que hemos sido como banda!

—«Autoeficiente» y «como banda» son dos palabras que no se complementan —acotó YiSu—, para nada.

—Oye, ¿vienes a darnos ideas de cómo conseguir el dinero, o serás peso muerto igual que esa niña?

—Seré peso muerto. El estrés causa arrugas, y ustedes no me interesan lo suficiente como para llorar sus muertes.

—No seas mentirosa. Te destrozaría si la banda se muere.

—No me he encariñado lo suficiente con ninguno —discutió, con su mentón alzado y tono altivo. Enseguida, su mirada cambió por una traviesa—. Pero, ¿sabes a quién sí le importaría?

MinHo era lo suficientemente inteligente como para saber hacia dónde se direccionaba la conversación, y por la poca cantidad que se asomaba a la tienda de música para irse, solo se apoyó en el mesón con mirada aburrida.

—¿Quién? —preguntó, con un falso tono gangoso—, oh- espera, adivino, ¿mi novio?

—¿JiSung? Claro que no. Hablaba de tu trasero.

—¿En serio a la gente le interesa tanto mi trasero? —cuestionó MinHo—, o sea, sé que es fantástico y todo eso, pero no es necesario que sea tema de conversación a cada rato.

—¿Cómo no? Inclusive SeungMin está preocupado. —Burlesca, YiSu sacó su celular y mostró sus mensajes compartidos con su novio, que, saltando las fotografías eróticas y mensajes subidos de tono, había un par de chistes burlescos contra MinHo—. Si no pierdes la virginidad antes de fin de año, como grupo nos juntaremos a que el coito sea real.

—Kang YiSu, si muero virgen, prometo visitarlos cada que tengan algún contacto sexual para arruinarles la experiencia.

—Y justo que con mi novio estábamos experimentando el exhibicionismo.

MinHo abrió la boca, indignado, e iba a lanzar un insulto cuando notó a su jefa, agotada, ingresar al local.

—¡HanSoo! —llamó MinHo—, ¡me están molestando por ser virgen! ¡De nuevo!

HanSoo cerró los ojos un instante, se sobó su sien, y cruzó el mesón para ir hacia su oficina.

—Despedido, MinHo. Nos vemos —murmuró ella, antes de encerrarse.

—¡¿Qué?! —graznó MinHo, indignado. YiSu se derrumbó sobre el mesón por la risa—. ¡HanSoo!

Enseguida, MinHo se bajó del taburete y siguió a su jefa hacia su oficina. Impertinente, abrió la puerta, y se encontró con ella sacándose sus botas altas sentada en el sofá, mientras el hervidor del agua hervía.

—Oye, no le avives la llama a esa loca —reclamó MinHo, y frunció el ceño—. Carajo, mujer. ¿Qué demonios te pasó?

HanSoo suspiró y apoyó su nuca en el respaldo del sofá. —Ha sido un día de mierda, MinHo. ¿Te molestaría con un té, por favor?

—¿Qué pasó en la escuela que te consumieron? —preguntó, mientras iba hacia el hervidor para preparar la taza—. ¿O es con tu marido?

—Los intereses del nuevo local aumentaron, así que debemos buscar otro lugar lo más pronto posible si es que queremos abrir la segunda tienda en Seúl —explicó HanSoo—, el problema es que nos estamos endeudando con el proyecto. Ya tuve que cambiar de jardín de infantes a mi niño a uno estatal, y el trabajo de RyangYah no está dando el suficiente ingreso como para invertir en el nuevo local.

—¿Y todo eso te enteraste en un día escolar?

HanSoo le regaló una cansada sonrisa, y aceptó la taza humeante cuando MinHo se la entregó.

—Las ventas estuvieron bien —informó MinHo—, aunque dos colegas preguntaron si habría extensión de contrato- además, hay algunos postulantes en part-time.

—Ni siquiera puedo pensar en los part-time —confesó HanSoo—, e incluso, debo de ver los sueldos.

—Ah- HanSoo, hablando de sueldos...

El «oh, no» de ella dejó a MinHo con un golpe más fuerte de la culpa, y se sentó a su lado. HanSoo dio un trago a la taza y miró a MinHo.

—Bien —dijo—, escupe. ¿De cuánto es el aumento?

—No es el aumento. Es que, con la banda nos metimos en un problema tremendo.

—¿Tiene que ver con ese bar en el barrio rojo donde iban a tocar?

—¿Te contó Lily?

HanSoo volvió a suspirar, y negó. —Lo siento, MinHo. No tengo el dinero como para esperara a que me lo devuelvas.

—Solo un porcentaje, y p-puedes no darme el suelo hasta que haya pagado mi... —MinHo no terminó la idea cuando chasqueó su lengua, frustrado—, ni siquiera tiene sentido, ¿cierto?

—Para nada.

No quería darle el peso a HanSoo por sus irresponsabilidades. Sería demasiado, en especial alguien como su jefa, quien ha otorgado todas las flexibilidades laborales para que MinHo pudiese equilibrar su trabajo junto con la banda. Abusar de la amabilidad de HanSoo sería inclusive patético para MinHo.

—¿Y no han pensado en ir a la policía? —ideó HanSoo.

—No creo que nos maten de verdad, pero sí que estaremos en un gran problema si se que no entregamos el dinero —concedió MinHo, y simuló un escalofrío—. Ugh, ¿te imaginas si me muero?

—Espero que no.

—A mis papis les daría pena —consideró MinHo—, se pondrían tristes. Mis abuelos también. Ah, el señor Seo también lo estaría- por ChangBin y Felix. ¿Sabías que los padres de HyunJin se vinieron a vivir al pueblo, y ahora él con Yeji y MinGi tienen que llevar la granja? Además-

—Ah, hablando del «además» —HanSoo se incorporó un poco en el sofá—. ¿JiSung no iba hoy a Seúl? ¿Cómo le fue?

MinHo hizo una mueca. —No me ha dicho nada, solo me dijo que se encontró con el dueño del departamento, pero eso fue horas atrás.

—¿Y le contaste esto?

—¿Estresarlo más? Por favor. Ayer hablé con él por videollamada y estaba demasiado nervioso. Si le digo de esto, tal vez canalice todo su nerviosismo en la rabia e iría con los sicarios a arrancarle las bolas.

—¿O...?

—Entraría en un ataque de pánico y pasaríamos nuestro fin de semana largo en Urgencias.

—No tienen muchos planes para juntar el dinero, pareciera.

—Ay, HanSoo, ni plan de herencia tenemos. Estoy a nada de vender mi virginidad para conseguir dinero.

—¿Y por qué no lo hacen?

—¡¡¡¿Qué carajos?!!!

—¡Quiero decir! —HanSoo habló con rapidez—, véndanse como medio de entretención, aprovechando que es fin de semana largo.

MinHo aun continuaba con la boca abierta, totalmente indignado por no comprender las palabras de HanSoo. Ella, al notar que no estaba siendo captada, chasqueó su lengua con malhumor.

—Ay, MinHo, ustedes son una banda. Ofrezcan su servicios en todo lo que puedan para todo el fin de semana.

—La organización de una banda para conseguir el nivel de dinero que necesitamos apenas y lo podrá juntar BTS sacando una línea de perfumes generados con el sudor de ellos —aclaró MinHo, aburrido—. Pareciera que los únicos temas funcionales no es que nosotros vayamos hacia el público, es ellos viniendo hacia nosotros.

—¿Entonces...?

—Entonces, es como si tuviéramos que dar un concierto inmenso en el pueblo y cobrar entrada. Pero, vamos, nadie querría escuchar a un montón de estúpidos tocar desesperados por dinero —argumentó.

Sin embargo, las palabras quedaron en el aire, tanto que, de forma dramática, MinHo tuvo que dirigirle también una mirada al vacío del espacio. Algo estaba ahí, de un buen plan para poder llevar a cabo, tan fácil que resultaba estúpido no haberlo notado antes.

La adrenalina subió en su sangre, y sus oídos se taparon al nivel que no escuchó a YiSu llamar a la puerta de la oficina informando por un cliente. No. Porque MinHo ya tenía la idea para poder conseguir el dinero.

—¡Mega Party!

—¿Qué? —Fue la banda la que inquirió, desconcertados.

Los grillos los acompañaban aquella noche, cerca de las once, con las luces del camino siendo la única compañía, junto con la bulla de la caótica casa de la familia de los misioneros Morrow.

HanSoo había tenido que atajar la velocidad con la que MinHo se movió para querer irse a su pueblo luego de la gran clarividencia. La reunión de emergencia con la banda debía de ser importante y, valga la redundancia, de urgencia. Por ende, el mejor lugar para poder reunirse (en virtud de la hora), fue fuera de la casa de Lily, quien les negó abrirles las puertas y los cuatro tuvieron que convencer a los doce (¿o catorce?) hermanastros de Lily para que la sacaran de la casa.

Por ende, en el porche, la banda no podía sentir más que decepción ante la idea de MinHo.

—¿Una fiesta? —HyunJin preguntó, sentado en el escalón junto al resto—, ¿es en serio?

—No, no es una fiesta —aclaró MinHo—, es una Mega Party. En inglés. Vamos, Jinnie, pronuncia después de mí: Par-

—¿Por qué se te es una buena idea? —preguntó ChangBin, cansado—. Ni de chiste juntamos el dinero. No tenemos ni dinero para comprarnos unas papitas, y haremos algo tan ridículo como- ¿una fiesta? De partida, ¿dónde la haríamos?

—La granja de HyunJin —contestó MinHo, automático.

—¿Quiénes irían?

—¡Todos!

—¿Quiénes carajos son todos?

—Puedo invitar a la gente de mi clase —ideó Felix.

MinHo saltó sobre su amigo y le plantó un sonoro beso en la frente. —¡Eso es motivación!

—¿Y qué más? —preguntó ChangBin—. ¿El licor? ¿Entretenimiento? ¿Música? ¿Algún DJ?

—Tengo algo mejor que todo eso.

De su bolsillo trasero, MinHo sacó su carta de triunfo:

Su carnet de identidad.

—¿En serio crees que tú tienes algún valor? —inquirió ChangBin.

—Esto, querido ChangBin, se le llama «prenda» —respondió MinHo, y sacó otros tres carnet de identidad más de sus bolsillos, y se los lanzó a sus amigos—. En vez de pagar, dejas tu identidad en prenda. No servirá con los jodidos sicarios que nos quieren matar, pero sí servirá con pequeñas cosas para dejar en prenda. Como, por ejemplo, Shin RyuJin.

—¿Nuestra excompañera?

—La mejor vendedora de marihuana que alguna vez he conocido. ¿Y saben a quién también he conocido? Mi querida jefa: Min HanSoo.

—¿Quién...?

—Quien tiene un esposo con muchos contactos. Ergo, aspectos superfluos como el alcohol ya están cubiertos.

—¿Cuándo demonios me robaste el carnet? —preguntó HyunJin, por su parte.

Sin embargo, ahí estaba el gran plan. Tan idílico y soñador que era casi burlesco para una personalidad como la de MinHo. Sin embargo, él, como el gran optimista que se denominaba, pensaba que no había mejor plan para salir del embrollo.

Por lo que, cuando finalmente Lily abrió su boca para decir algo, solo preguntó por lo más básico:

—¿Y por qué haríamos una fiesta?

Y MinHo, totalmente orgulloso, alzó sus brazos con victoria.

—¡Por Halloween, idiotas!

. . .

JiSung había escuchado los murmullos extrañados de los desconocidos compañeros de cuarto de SeungMin cuando despertaron y notaron que había una extraño más en el dormitorio. Sin embargo, no podía importarle menos; había sido demasiado lidiar consigo mismo durante el día que, cuando tocó el colchón luego de haber cenado con SeungMin en el suelo del dormitorio, cayó completamente dormido. Sin contestarle los histéricos mensajes de MinHo, y mucho menos presentarse a los compañeros de cuarto de su amigo.

No es como si JiSung no fuese empáticos con ellos, porque lo era. ¿Ver a un total desconocido en la cama de tu compañero de cuarto? Sospechoso, en especial después de una mañana donde, tras tomar consciencia de su cuerpo, notó que estaba estirado en la pequeña cama y con la boca abierta, babeando sobre su derecha.

Por lo que, cuando JiSung decidió abrir sus ojos e incorporarse, con la vista hacia los otros tres, sacudió su mano hacia ellos con amabilidad mientras que, con su otra mano, se limpiaba la saliva seca de su mejilla.

—Soy Han JiSung —se presentó—, primo de SeungMin.

Los tres chicos soltaron un suspiro de alivio.

—Era su primo...

—Te dije que era su primo.

—No parece su primo...

El dormitorio era pequeño para cuatro estudiantes; contaba con dos literas y cuatro escritorios donde cada uno demarcaba su espacio, y un gran armario donde separaban sus prendas en cajas de plástico. Cada espacio tenía su lado reconocido, donde algunos tenían un poster de algún personaje de League of Legends, otro tenía un recuadro con varias photocards de las miembros de G-IDLE, y el otro con un pretensioso cuadro de El Padrino. Sin embargo, la cama de SeungMin era fácil de identificar, con varias hojas pegadas en la pared donde tenía varias formulas matemáticas, que también servían como base de algunos panfletos de presentaciones antiguas de la banda que SeungMin excusaría con ser lo suficientemente perezoso como para sacarlos y, casi orgulloso y entre las fórmulas de matemática integral, una corrida de fotos hechas en la cabina fotográfica de él con su novia.

No podía verse en ese espacio, si es que JiSung lograba entrar a la universidad. Compartir con más chicos, con un dormitorio que olía a hombre y a ansiedad, con una vida universitaria que parecía ser del sueño cuando dos de los tres chicos se ubicaron en sus escritorios para estudiar mientras que, el tercero, se ganaba en la litera de arriba de JiSung para comer galletas y ver un capítulo de un dorama como excusa de tomar desayuno.

Todo parecía compartido en el mismo espacio. ¿Acaso JiSung podría llegar a eso?

«¿Debo decir algo? ¿Preguntar? ¿Hablar? ¿Qué carajos hago?»

Sin embargo, antes de que JiSung pudiese dar un hola o algunas palabras mucho más patéticas, SeungMin ingresó con rapidez hacia el dormitorio; sin sus gafas, su cabello húmedo, con una mano que cargaba un pequeño bolso donde guardaba sus productos de aseo, y con otra una gran resma de hojas.

—Ah, te despertaste —saludó SeungMin, y lanzó su bolsa a los pies de la cama—. Genial.

—Oye, Min, pudiste haber dicho que tenías compañía —dijo uno de los chicos que estudiaba.

—Sí —concordó el de la litera de arriba, y JiSung vio la cabeza asomarse hacia abajo—, me asusté. Pensé «oh, ¿quién es este chico?» O que tu señora se había cambiado de cuerpo.

—Mi primo del pueblo. Se queda por unos días porque está viendo un departamento acá en Seúl —informó SeungMin, aunque rápidamente ignoró el resto de las preguntas para entregar una hoja a cada uno de los chicos—. Tengan, para que vayan.

Cada chico lo tomó, y JiSung se extrañó aun más cuando SeungMin le tendió una hoja también.

—Levántate y vístete, que tenemos trabajo que hacer —dijo SeungMin.

JiSung no entendía. Mareado del sueño y del hambre, y ni siquiera sabía qué horas eran más allá del sol ya asomado en la ventana.

—¿Qué es esto? —preguntó, suave, sintiéndose como un impertinente en el dormitorio.

—Oye, ¿y qué carajos? —preguntó otro del dormitorio—. ¿Una fiesta de Halloweeon? ¿En serio nos invitas?

—¿ nos invitas? —enfatizó divertido el chico de arriba.

—Es por una buena causa. Hay un pago de entrada, y si compras la premium tienes dos tragos gratis —informó SeungMin—, es el 31, y es de fácil acceso.

—Oye —otro chico del escritorio habló, mientras revisaba su celular—, Google Maps dice que queda a una hora del campus. ¿Es en tu pueblo?

El cartel no era más que una mala copia de una propaganda de película de baja calidad, como lo sería Proyecto X o Qué Pasó Ayer. El logo de "Mega Party" estaba escrito en un verde contraste del negro de fondo, y letras en blanco designaban el orden de los precios, la hora de llegada, las promesas y la locación.

—¿En la casa de HyunJin? —preguntó JiSung, antes de caer en cuenta—. ¿Ah? ¿HyunJin hará una fiesta?

SeungMin tomó la mochila de JiSung del suelo y se la entregó.

—Ajá, es una larga historia. Vístete que nos estaremos moviendo —insistió SeungMin.

—¿Por qué van a hacer una fiesta?

—¿Lo harán tus amigos? —preguntó el chico de arriba—, ¿los Coldplay wannabe?

—Esos mismos —concordó SeungMin, antes de palmearse su frente—, carajo, olvidé presentarlos. Chicos, él es JiSung. JiSung, ellos son... eh- SangYeon, HyunJae y Jacob.

—¡¿No te acuerdas de nuestros nombres?! —Jacob, el de arriba, preguntó indignado.

—No me interesa mucho, sinceramente. JiSung, vístete.

Era el mareo de haber despertado y sido bombardeado con un montón de información. Al notar que se estaba demorando mucho, SeungMin tomó a JiSung de los brazos para sacarlo de la cama.

—Vamos —alentó—, que tenemos hasta el mediodía, antes de que todos se vayan. ¡Ustedes también trabajarán! —agregó con rapidez, hacia sus compañeros de cuarto.

Quince minutos después, sin entender aun lo que pasaba pero al menos se encontraba aseado y con su estómago rugiendo de hambre, JiSung caminaba junto a SeungMin por los pasillos de su universidad con los panfletos en sus manos.

—¿Por qué promocionamos una fiesta de HyunJin? —preguntó JiSung. SeungMin se detenía de tanto en tanto en el pasillo de la facultad de matemáticas para pegar los panfletos en las paredes.

—¿Tu novio no te contó?

—Oh, no.

—¿Qué?

—Te referiste a MinHo como «mi novio». Eso significa que metió la pata.

—¡Y muy grande! —concordó. SeungMin abrió de forma indiscriminada la puerta de un aula; al interior, el maestro, desconcertado, detuvo su cátedra y preguntó qué carajos cuando SeungMin lanzó un par de panfletos y, de un portazo, cerró la puerta para seguir el camino—. Lily hizo el contacto con un bar, pero era un bar de barrio rojo. Tenían como meta vender cerca de cien boletos para la presentación y así tocarían gratis, pero no alcanzaron a vender ni quince porque- ¡Barrio rojo de Seúl!

—¡¿Hicieron qué?!

—¡¿No te contó?!

—¡Me lo contó de madrugada, hace un puto mes! ¡Creí que fue un sueño!

—Y amenazaron a la banda de muerte por la cobranza de las entradas que no se vendieron, más intereses. —SeungMin pegó dos panfletos más en la puerta del baño de hombres, y entregó una resma a JiSung—. Ten, pégalos en el baño de mujeres.

JiSung solo se movió en automático, igualmente desconcertado. Nada de lo que SeungMin tenía sentido, pero, con la suerte que la banda corría, pareció un instante ser cuestión de tiempo que les pasara eso.

Sin embargo, no se preocupó mayoritariamente por eso. Vamos, era la banda. Cada cosa mala que les pasaba siempre salían adelante, y esto no sería más que las anécdotas que tendrían cuando hablasen en un futuro. «¿Recuerdas cuando la mafia quiso matarnos?». Ah, qué recuerdos.

O ese era el mecanismo de defensa de la culpa que acompañó a JiSung de forma intrépida, porque el pensamiento de preocuparse que las manos de su novio serían cortadas, solo podía pensar en la vida universitaria y en la facultad donde se paseaba por SeungMin, asombrado.

La Universidad Chung-Ang era grande, con distintas facultades y la residencia de los dormitorios cerca del campus central. Ahondaban las cafeterías nocturnas, como la biblioteca de préstamos de libros y librerías de venta junto a la papelería. Había espacios recreativos, e inclusive un espacio para los fanáticos del kpop donde tenían una convención ese sábado en la mañana. Cuando él había llegado la tarde anterior, estaba tan concentrado de evitar que alguien lo mirase y lo echara por no ser un estudiante de la universidad que no pudo apreciar de las maravillas del campus.

¿Él podría llegar ahí, algún día?

El dormitorio ni de chiste, consideraba JiSung, porque si no era una beca lo que te lo cubría, entonces sería el dinero que no tenía. Podía olvidarse de la residencia.

Sin embargo, los pasillos daban una sensación de fluctuación de enseñanza que le rememoraba un poco en su pasado. No sentía que su vida escolar cerró de la forma en la que debía, y había demasiados rencores abiertos que pensaba entre los grupos de estudio que veía donde paseaba con SeungMin. En la cafetería veía a chicos matar sus tiempos en conjunto, con estudios, juegos de mesas o simplemente charlando, lo que traía consigo el recuerdo de todos los almuerzos que se esforzaba en ingerir o ignorar mientras reía de los chistes de ChangBin o las anécdotas de HyunJin.

Luego, con SeungMin fueron a los jardines, donde los grupos que estaban esparcidos entre descansos, ensayos de artes escénicos o jugaban con un balón a darse pases en el futbol, hicieron recordar a JiSung las veces que jugó baloncesto- oh, vaya, el equipo de baloncesto. Demasiado tiempo había pasado como para recordar que en un momento estuvo en forma; tuvo un cuerpo indecente que fingía ser natural, y se sobraba de los pensamientos empíricos ante el físico que lo atormentaban cada que ingería un alimento. Cada que el picabuey rondaba por su cabeza.

«No —se atajó, con la voz de SeungMin charlando con un grupo que jugaba béisbol en el sentido más lejano de su consciencia—. Tú ya no eres esa persona».

Y a veces le costaba recordarlo. En una facultad, mientras pegaba el panfleto en uno de los diarios murales y SeungMin lo entregaba a mano por estudiante que estaba por ahí, JiSung también recordaba sus periodos perdidos que pudo pasar en el patio de la escuela. Oh, el patio. Era tan lejano que ni siquiera podía recordar una escena en la que él estuviese ahí por voluntad propia sin involucrar la clase de deportes, el baloncesto o porque alguno de los chicos lo arrastró hacia ese lugar. Tampoco recordaba hacer las cosas que los chicos se veían que hacían, como meramente charlar mientras sentían el césped en sus traseros, o aprovechar el aire fresco antes de volver a encerrarse en el estudio.

Los momentos donde JiSung se tomaban sus descansos se veían difusos, pero aun más lo eran los lapsus donde sus ojos estaban pegados en alguna lectura y donde su cerebro estaba aprendiendo alguna fórmula. ¿Dónde demonios estaba JiSung en sus recuerdos?

¿Cuándo comenzó a recordar? ¿Cuándo comenzó a vivir? Desde la muerte de su padre que sentía que su cabeza se cerraba en una caja negra sin salida, atrapado en su psicosis. Como si nada hubiese pasado. Como si los últimos ocho años de su vida simplemente fueron un simple difuso que comenzó con su padre yéndose al hospital en Seúl, que terminaba cuando JiSung se mudó con sus tías en Gimhae.

¿Soportaría alguna vez esa pérdida? ¿La visión borrada de él mismo? ¿Había piezas perdidas que debía de colectar? ¿O JiSung solo debía de asumir que lo perdido estaría en el olvido, ergo inexistente en su conformación?

La melancolía le golpeó más fuerte cuando llegó a la biblioteca. ¿Por qué le hacía sentir tan pequeño ese lugar, tan inocente y un poco torpe? Veía grandes grupos de estudios, como también estudios individuales. Salas de estudio donde rayaban pizarrones y ventanas para aprender y enseñar; libros en el suelo que servían como colchón de dos alumnos que sucumbieron al sueño (y aceptaron el folleto de SeungMin, todo al mismo tiempo); chicos que bebían cafeína hasta sangrarse; uno que otro grupo de amigos que reían en voz baja; una pareja, entre las columnas de historia antigua y ciencias exactas, besándose con pasión.

El golpe dolió, y no supo si fue porque se apoyó en una columna endeble mientras que SeungMin interrumpía a la pareja para entregar el folleto y un libro cayó en su cabeza, o porque pensó en que aquel escenario fue totalmente replicado de su escuela. Durante la escuela. Cuando iba a la escuela.

JiSung se graduó, pero no siente que terminó la escuela.

Y fue ahí, como un rayo de luz, cuando JiSung pareció alcanzar un recuerdo lejano que había bloqueado.

Delicia. ChaeWon.

JiSung no había sido un chico que estuvo bloqueado en su estudio, cuya adolescencia se basó en leer entre líneas y replicar fórmulas químicas. Tuvo algo. Tuvo sentimientos. Tuvo emociones que lo ayudaron a vivir, a sobrellevar. A sobrellevarse a él mismo.

En la biblioteca, JiSung tuvo un grupo de estudios que lideró luego de que ChaeWon falleciera, y durante eso, Lily Morrow asistía porque sus calificaciones habían bajado porque su concentración iba más a la banda.

A la banda. Al grupo que le hizo estructurar en el vacío la existencia de algo. De algo que iba más allá del intelecto, que iba más conectado con el corazón y con la experiencia.

Porque, al ver la Universidad Chung-Ang, JiSung notó que él no volvería a esos tiempos de escuela donde desayunaba con Felix y JeongIn; luego, se perdía en la biblioteca con SeungMin y YiSu; después, almorzaba con ChangBin y Chan para hablar de política, y HyunJin se les unía.

Y, al finalizar el día, MinHo lo iría a buscar a su salón para que fueran juntos a su garaje. A aquel donde JiSung estudiaría y, de reojo, miraría a MinHo ensayar con su banda.

Las cosas cambiarían, porque la materia solo se transforma. Estaría en el viejo almacén de deportes donde la banda se prepararía para cosas grandes como lo era el Busking. Eventos de graduación. Matrimonios. Fiestas costumbristas. Canciones que cantarían solo porque sí, porque podían tocar instrumentos y ser felices.

Ser felices.

—Oh, sí que fue agotador toda esta mierda. —SeungMin habló, con su voz haciéndose más fuerte en la cabeza de JiSung—. ¿Quieres desayunar algo antes de ir a otra Universidad? Es fin de semana largo. Si vamos después del mediodía, la mayoría ya se habrá ido a sus hogares.

Porque el «ser» significaba algo que era en el estar. En el quedarse. JiSung no se quedó, por lo que, cuando no estuvo, no fue feliz. Pero fue feliz en otra parte; ya no en la escuela porque no estaba, pero lo fue en Gimhae porque estaba en Gimhae. Y, cuando regresó al pueblo durante los examenes nacionales, volvió a ser feliz en la escuela.

JiSung no terminó la escuela, propiamente tal. Pero fue feliz. Era feliz en ese lugar. Sus dos últimos años académicos se basaron en el estrés de mantenerse en un salón para estudiar algo que lo llevaría al borde de la locura; con una relación tóxica que era insostenible; con un método de vida que se activó en la supervivencia.

Sin embargo, también se basó en el goce. En las comidas que HyunJin le daba cuando podía; en las charlas eternas en la que se perdía con ChangBin; en la complicidad que encontró en Felix al ser su semejante; en el retorno vivencial otorgado por Chan en su sentido más sabio y paternal de su actuar; en el retorno vivencial otorgado por JeongIn en su sentido más inocente en su actuar; en el desinterés y adaptación desesperada que sostenía su relación con SeungMin.

En los besos que compartía con MinHo en el almacén de deportes, donde a veces solo era quince minutos al día en donde JiSung recordaba lo que era vivir con alguien que lo motivaba a hacerlo.

SeungMin, al percatarse del silencio de JiSung, le miró.

—¿'Tas bien? —preguntó.

—¿Hm? —JiSung lo siguió, desconcertado—. ¿Pasó algo?

—Te pregunto si estás bien —reiteró SeungMin—. ¿Te coloca muy nervioso regresar al pueblo?

—¿Regresar? No voy a regresar.

SeungMin apuntó al panfleto. JiSung negó.

—No, esto no es el pueblo. Es la casa de HyunJin.

—¿No es lo mismo?

—No. Al pueblo, SeungMin, yo no regreso.

Jamás. Porque ser feliz en el pueblo y dejar de serlo no significa que el no serlo era transversal. No ser feliz no le impedía no poder serlo en Gimhae. En Seúl. En casa de HyunJin.

Caer en el juego de la infelicidad transversal, aquella en la que sería consecuencia de ser mala persona y alguien que jamás sería querido, solo sería mantener los esquemas mentales que su madre quiso heredarle. Y JiSung no lo haría. Él no seguiría aquel juego obsesivo y perturbador que era la infelicidad compulsiva que lo haría regresar a los brazos de su madre. No. Él no aparecería en ese lugar porque, en reemplazo, tendría sus propios brazos para convertir la infelicidad en felicidad, y hacerla transversal en todos los espacios que JiSung quisiera estar.

Y, si se cansaba de sostenerse, siempre podía reclinarse sobre MinHo.

(Claro, si es que él sobrevivía hasta noviembre).

Fue así como, aun con el sentimiento atravesado en su garganta, siguió a SeungMin hacia donde él lo necesitara. Sin chistar. Solo seguía sus pasos porque, de esa forma, era lo que JiSung sentía que era consecuente.

Durante las siguientes horas, y lo que a posterior serían días, la banda trabajó en distintos puntos en paralelo que ni SeungMin y JiSung podían dimensionar. En especial cuando, en virtud de la venganza o de la ofensa, Lily no quiso colaborar en nada.

Claro, SeungMin y JiSung no tenían idea. Solo recibieron una lista de encargos por parte del pueblo para que cotizaran en la ciudad, que eran más cosas raras como platos de papel o vasos de plástico. La cantidad de compra que debían de realizar era ridículamente alta, en especial cuando llegó el momento de pagar y ni JiSung ni SeungMin tenían el dinero suficiente.

—¿Cómo se supone que paguemos esto? —JiSung le preguntó a SeungMin.

—Acorde a Felix... —SeungMin revisó su celular, y sus hombros bajaron de decepción—, hay que entregar nuestro carnet.

Ni siquiera era pensable de buena forma, por lo que ambos siguieron con las instrucciones dadas porque, vamos, ¿en serio dudarían de la palabra de la banda a este punto? Ya era una obviedad que todos estaban muy mal de la cabeza.

Y JiSung lo estaba peor por seguirles.

. . .

—¿Crees que esto es una buena idea?

—¿Algo de lo que hemos hecho ha sido una buena idea? —preguntó Felix—. Digo, mira en lo que estamos metidos. ¿En serio hemos tenido una buena idea?

—Oye, no me eches la culpa a mí —se defendió HyunJin, mientras manejaba la icónica camioneta verde—. Échale la culpa a Lily.

—¿En serio son tan poco hombres como para echarle la culpa a ella?

—¿Y a ti quién te invitó? —HyunJin miró por el retrovisor a Yeji, su melliza.

—Felix. Dijo que necesitarían dotes femeninos de persuasión- ahora que me crecieron las tetas.

—¿Y tú cómo supiste que le crecieron las tetas? —HyunJin le preguntó a Felix.

—Nos topamos en la galería comercial el otro día. Comprábamos ropa interior.

—A mi no me hace sentir cómodo que compres sostenes con mi novia.

HyunJin volvió a ver en el retrovisor. —¿Y a ti quién carajos que invitó, MinGi?

—Tu hermana.

El plan era simple, como también era rápido: solo tenían que ir a la casa de Choi MinSeok, antiguo compañero de escuela, y pedirle un favor solo porque era el único que tenía un equipo de audio lo suficientemente grande como para cumplir la meta cometida.

Choi MinSeok vivía al otro lado del pueblo- al otro lado de donde HyunJin vivía, por lo que era un cómodo viaje de treinta minutos en un absurdo silencio donde solo Felix comentaba barbaridades del camino hasta que, en una pequeña casucha con un riachuelo fuera, llegaron.

—Bien, este es el plan —HyunJin se giró hacia los pasajeros—: Felix, tú lo convencerás primero de que nos lo preste por, ya sabe, los buenos recuerdos de escuela. Si no, yo lo engatusaré diciéndole que Rena irá a la fiesta y, si no funciona, Yeji lo seducirá con sus encantos femeninos para que nos preste los parlantes sin ningún tipo de pago de por medio.

—¿Y yo qué hago? —preguntó MinGi.

—Nada, hombre. Ni siquiera te invité.

Los cuatro se bajaron de la camioneta y cruzaron el pequeño puente sobre el riachuelo. La casa estaba ubicada en un precioso espacio verde, tanto que resultaba encantador. Al llegar a la puerta, golpearon con fuerza.

—¡Choi MinSeok! —gritó HyunJin—. ¡Te buscamooos~!

—¿Crees que nos lo quiera prestar? —preguntó Felix—. Digo, Choi MinSeok es rencoroso. MinHo le bajó los pantalones y ChangBin le bajó la novia.

—MinSeok debe de saber que le hacíamos un favor escondiendo la relación de Rena y ChangBin a sus espaldas —justificó HyunJin—. Esa tipa era súper tóxica- siempre con novios, haciendo a ChangBin llorar cada que podía porque ella no quería nada serio. ¿Somos nosotros los villanos?

—Fuimos poco considerados, HyunJin. ¿Recuerdas esa vez que tuve que fingir un desmayo frente a él para que no atrapara a ChangBin y Rena en el club de costura y diseño?

—Claro que me acuerdo. Te abriste la frente.

—¡Me abrí la frente! ¿Cómo se supone que nos prestará los parlantes si-

La puerta se abrió con un chirrido, tan lento y tortuoso que irritó a HyunJin y Felix enseguida, junto con el golpe del descaro cuando el rostro de Choi MinSeok se frunció como nunca antes lo habían visto.

—¿Ustedes qué? —preguntó él—. ¿Qué quieren?

Felix, atemorizado, estiró sus brazos hacia él.

—H-Hola... —saludó—, tanto tiempo- MinSeok...

—¿Qué quieren?

—¿No podemos venir a saludar a un viejo amigo?

Choi MinSeok les cerró la puerta en la cara.

—¿No pudiste apegarte al plan? —murmuró HyunJin, desagradado, y golpeó la puerta de la casa—. ¡Oye! ¡Choi MinSeok! ¡Ábrenos!

Choi MinSeok abrió con rapidez, esta vez más enojado.

—¿Qué quieren? —reiteró—. Porque nosotros no somos amigos.

—Por eso, iremos directo al grano —aclaró HyunJin—. ¿Puedes prestarnos tus parlantes, por favor? Son grandes y necesarios para la fiesta que queremos hacer.

—¿Fiesta? —MinSeok frunció el ceño—. ¿Qué fiesta?

—La de Halloween, hombre —dijo Yeji, detrás de ellos y con sus brazos cruzados—. En colaboración para la banda.

—Todos los antiguos chicos de la escuela están invitados —agregó MinGi.

MinSeok miró a HyunJin y a Felix con sumo odio. —A mi no me invitaron...

—¡P-por eso, es una oportunidad perfecta para asistir! —se apresuró en decir Felix—. Es con entrada, pero las promociones son buenas. Es para salvar a la banda.

MinSeok pareció considerar un momento, hasta que se encogió de hombros.

—No me interesa.

Y volvió a cerrar la puerta.

HyunJin suspiró con decepción, al mismo tiempo que arremolinaba su cabello largo. —Esto es más difícil de lo que pensaba.

—¡Rena estará ahí! —gritó Felix, de pronto.

La puerta volvió a abrirse.

—¿Rena? —preguntó MinSeok—. ¿Mi Rena?

—Dios, que penoso- sí, sí, tu Rena —se apresuró en decir HyunJin—. Todos los de la generación irá, como también más gente. Hey, invita a tus amigos, si quieres.

—Todos dejaron de hablarme después de la graduación.

—Auch.

—¿Nos vas a prestar los parlantes o no? —impaciente, Yeji se abrió paso entre HyunJin y Felix para encarar a Choi MinSeok.

MinSeok no era de dejarse intimidar, pero Yeji era considerablemente más alta que él. Ella se cruzó de brazos, y alzó una de sus cejas. MinSeok se encogió, intimidado.

—¿No es un poco injusto? —preguntó MinSeok.

—¿El qué?

—Les presto mis parlantes pero aun así pago por mi entrada. Además, deberé de ver como ChangBin y Rena se enrollan como cerdos.

—ChangBin y Rena terminaron hace décadas —contó HyunJin—. Ni siquiera fueron a la fiesta de graduación juntos. ¿Dónde estabas tú?

—En casa. Rena me había dicho que había ido con ChangBin.

HyunJin y Felix volvieron a colocar los ojos en blanco. Aquello era ridículo.

Sin embargo, algo con lo que no se podía jugar era con la paciencia de Yeji, quien, frustrada, lanzó un fuerte suspiro y dio un paso hacia MinSeok.

—Escucha, pequeño gusano —dijo—. Me da igual tu sucia y patética vida amorosa, pero ahora te estamos pidiendo un favor. Tu entrada será liberada y tendrás la oportunidad de tener dos tragos gratis. Me da igual si vas o no, pero ahora nosotros nos llevaremos los jodidos parlantes porque no estoy para seguir hablándole a un imbécil de pene pequeño, ¿entendiste?

Palabra que Yeji había dicho, palabra que entregaba un paso más al interior de la casa. Cuando ella ya había dejado de hablar, MinSeok se encontraba apoyado en su muro al interior de la casa, asustado.

—¿A esto te referías a dotes femeninos persuasivos? —Felix le susurró a HyunJin.

—Obvio.

—Así que —Yeji volvió a hablar. MinSeok tenía toda su cabeza inclinada hacia atrás para ver un poco el rostro de ella—, dime, ¿dónde están los parlantes, pene-chico?

Con su mano temblorosa, MinSeok pareció apuntar hacia su dormitorio.

—Vaya —soltó MinGi—, eso fue fácil.

Por lo que, para el treinta y uno de octubre, la banda pareció que había cumplido con todas sus misiones complementarias al objetivo principal:

Colectar dinero para salvar los cuatro traseros condenados.

—Oye, está cosa está asquerosa.

ChangBin, sacando una nueva bandeja de brownies del horno de la casa Hwang, miró feo a MinHo.

—Deja de comerte los brownies mágicos —dijo ChangBin, irritado.

—Solo me comí una puntita —imitó con sus dedos—, y están asquerosas. ¿En serio seguiste la receta de Felix?

—Que sí, que sí. Mantequilla, harina, leche, chocolate, chispas y al horno. Como tu puta concepción —repasó ChangBin. Tras dejar la bandeja en la mesa, fue enseguida hacia el mueble de la cocina donde quedaba el resto de la masa, y la vertió en una nueva bandeja de vidrio. Una vez más, al horno. Estaba horriblemente calurosa la cocina—. ¿Cuántos crees que serán suficientes?

—Ni idea. —Mientras, MinHo se encargaba de cortar en partes iguales las piezas de brownies y envolverlos con papel celofán. Todo para la venta—. ¿Cuánto crees que RyuJin se demore en cobrarnos?

—Ya me está cobrando. Esta mañana me llegó un mensaje de ella que decía que, si para la quincena no le dábamos el dinero, nos acusaría con la policía.

—Me parece justo.

En eso, Lily entró a la cocina. En su gran cuaderno llevaba las cuentas de los gastos que la banda había hecho con la organización de la fiesta, demasiado desinteresada como para querer opinar al respeto pero aun así involucrada por la falta de confianza. Sin embargo, eso no evitaba que estuviese con su celular en su oreja.

—¿Hm? Sí, claro que puedes traer gente, para eso es esto- para traer gente —dijo ella al teléfono—. Mira, puedes traer tu alcohol, pero la entrada se cobra igual... Bueno, si quieres embriagarte en tu sucia cerveza no hay problema... La entrada se paga igual... Sí, hay estacionamiento... ¿Dormir? ¿Dormir con quién? Con tu madre, imbécil. Duerme con tu madre. Adiós.

Lily, ofuscada, cortó la llamada y anotó en su cuaderno.

—¿Quién era? Que sonabas tan brava —preguntó MinHo.

—Mi padrastro. Hay que hacer las proyecciones de devolución si es que logran alcanzar el pago a los sujetos de la mafia —informó Lily, y se sentó en uno de los mesones de la cocina sin apartar la vista de su cuaderno y su lápiz—. Las proyecciones de devolución deben de ser proporcionales a los préstamos, y los préstamos no creo que otorguen de regreso sus carnets.

—Como si te importara —gruñó ChangBin.

—Sí me importa, pero exteriorizarlo da pereza —Lily le miró—, como tú también das pereza.

—Lily —MinHo interrumpió la discusión—, gracias por seguir ayudándonos.

—No los ayudo, si los ayudara haría cosas para ayudar, pero solo reafirmo que no los ayudo porque, hasta hoy, sigo sin tenerles ni un gramito de fe —confesó y, acto seguido, le entregó a MinHo una dulce sonrisa—. ¿De qué te vas a disfrazar?

«Esta niña...». No había sido el panorama ideal para MinHo tener a Lily y a ChangBin en el mismo espacio, pero como era obvio que no podía ir ChangBin o él a buscar los parlantes a la casa de Choi MinSeok, decidieron quedarse en la casa Hwang.

Lo cual, hasta el momento, estaba bien.

MinHo no mentiría de que se encontraba nervioso. El temor de que no viniese nadie a la fiesta era obvio, el cual aumentaba al pensar en qué pasaría si es que no cumplían la meta. ¿En serio esos tipos del barrio rojo los harían meterse en problemas? ¿De nuevo MinHo tenía su vida dependiendo de un hilo? Era casi hasta aburrido porque, vamos, MinHo y la banda habían logrado mucho durante los últimos meses como para perderlo tan pronto solo por un malentendido.

Y una mala interacción de Lily.

—Yo estaré recibiendo el dinero —informó Lily—. En la entrada será recibido, y daré las indicaciones.

—No hay mejor chica como tu como para hacer ese trabajo —halagó MinHo.

—Porque es probable que ustedes estén intoxicados como para contar hasta diez.

—... Eres tan inteligente, hija.

—¿Debes tener esa imagen de nosotros? —discutió ChangBin a Lily—. Podemos estar sobrios una noche, ¿cierto, MinHo?.

—No, no —MinHo detuvo—. No me metan en esto. Yo me intoxicaré.

—Siempre te intoxicas.

—¡No ahora! —MinHo alzó sus manos—. Libre del tratamiento de analgésicos, bebé. Estoy listo para que mi cuerpo reciba el ambrosia de la vida.

—Bien, entonces- yo no me emborracharé —aclaró ChangBin a Lily—. Ninguna gota de alcohol en mi sistema.

—Eso es un bienestar a ti a que una propuesta para mí, ChangBin, no me interesa —le dijo Lily, sin verlo.

ChangBin sacudió con brusquedad sus brazos, frustrado. —¡¿No hay nada que te haga feliz?!

—¡Que no me falten el respeto me haría muy feliz, porque uno es feliz con respeto! —acusó Lily, y le apuntó con el dedo—. A veces, ChangBin, te gusta tratarme como niña como también te gusta tratarme como mujer. ¡Escoge un bando, porque será un lío si no escoges bien lo que coges!

ChangBin abrió la boca, y la cerró con fuerza cuando Lily se bajó del mesón y se fue hacia la sala. MinHo, desconcertado, miró hacia dónde Lily se fue.

—¡¿Qué carajos significa eso?! —preguntó, pero no recibió respuesta—. ¡¿ChangBin?! —El hielo pareció ganarse en la espalda de MinHo—. ¡¿A qué se refiere con coger?! ¡¿Coger de coito?! ¡¿Coger de tomar?! ¡¿Coger de-

ChangBin, enseguida, amenazó a MinHo con la espátula de plástico llena de masa de brownie, y, con lentitud, moduló.

—No dirás nada de lo que escuchaste —dijo.

MinHo negó. —¡No! ¡No! ¡Háblame ahora, hombre! ¡Habla!

Quince minutos después, donde la mayoría del rato se basó en MinHo suplicándole a MinHo para que deliberara todo lo que Lily había hecho alusión sin ningún éxito, HyunJin llegó con Felix, Yeji y MinGi. Yeji se encerró enseguida en su dormitorio amenazando conque, cualquiera que golpeara la puerta, sería hombre muerto. Por eso, MinGi decidió quedarse con los chicos en la cocina, ayudando a MinHo a cortar y envolver.

—¿Cómo lograron que Choi MinSeok les prestara los parlantes? —preguntó MinHo.

—Le informamos que Rena vendría —delató Felix.

—Ah- ¿por qué? No quería que él viniera.

—Bueno, ¿ibas a pedirle los parlantes sin invitarlo a la fiesta? ¿Quién te crees? —increpó HyunJin, y apuntó a ChangBin—. Además, si Rena viene, será más divertido- ya sabes, con ChangBin acá.

—No me interesa que venga Rena.

HyunJin y Felix se miraron, sorprendidos y dramáticos.

—¡¿En serio?!

—¡Ah, claro que no! —MinHo fue enseguida hacia HyunJin y se subió en su espalda mientras apuntaba acusatoriamente a ChangBin—. ¡Porque él y Lily coitaron!

—¡¡¡¿Qué?!!!

—¡¿Cómo tu razonamiento de imbécil llegó a esa conclusión?! —gritó ChangBin, desesperado, mientras que HyunJin y Felix se agitaban del terror—. ¡Eso es una total mentira!

—¡Lily le dijo a ChangBin que él debía de tratarla como una mujer! —MinHo siguió acusando.

ChangBin quiso golpear a MinHo, pero él se aferró aun más en la espalda de HyunJin, al mismo tiempo que Felix se interponía entre ellos para que no hubiese homicidio cometido. Todo bajo la divertida mirada de MinGi, que comía de los brownies sentado en el comedor.

Como Lily no quería acercarse a la banda, fue Yeji la que bajó para silenciarlos con una vieja estrategia que su madre usaba para detener la pelea de los mellizos: sacar las rejillas del horno y quemarlos.

—¿Y qué pasa con el DJ? —preguntó ChangBin, finalmente, mientras se sobaba el trasero donde Yeji le había quemado.

—Felix lo va a ser —indicó HyunJin, y Felix asintió animado a su lado—. Ha aprendido algo en sus clases.

—¿Estuviste en clases de DJ? —preguntó MinGi, mientras se comía un brownie.

—Teclado y de bajo, y en las clases de teclado había un apartado de sintetizador y, por defecto, de mezclas de canciones —explicó Felix, solemne—. Oye, ¿están ricos?

—¿Los brownies? Deliciosos.

—Gracias, son mi receta.

—De hecho... —HyunJin tomó una de las bandejas de brownies y se la dejó a MinGi en el regazo—. Ten, por ser tan buen chico con nosotros.

MinGi, conmovido, se colocó la mano en su pecho y miró con ojos acuosos a HyunJin. —¿En serio? Sabes, desde los últimos meses siempre creí que te desagradaba- porque dejabas a propósito la llave de gas abierta cada que entraba a la cocina o te gustaba jugar a colocarme la almohada sobre la cara. Pero ahora creo que de verdad nos hemos convertido en familia, hombre, y eso me hace feliz.

Ningún rastro de simpatía cruzaba la cara de HyunJin. —A mí también, hombre.

Un instante, cuando fue las cinco de la tarde, MinHo se fue hacia el porche de la casa de HyunJin para poder fumar con tranquilidad.

Era un poco inevitable no poder meditar con todo eso, mientras veía el arduo trabajo que tuvieron los chicos esa mañana en poder hacer el gran patio de HyunJin lo más accesible posible, con luces colgando, con mesas para dejar los bebestibles y todo lo cómodo para los fumadores. Esconder a los animales en la granja sí había sido complicado, pero nada que una oveja cruel y gallinas rebeldes no pudiesen liderar los humanos.

Sin embargo, aunque el nervio se encontraba en la fiesta, también estaba situado en el complicado fin de semana que había tenido para poder organizar todo.

Pelmazo de mal gusto

Oye, no estoy drogado ni nada <<

Pero me siento mal por hacer que todo el fin de semana gire en torno a la banda <<

Enseguida, el mensaje de JiSung apareció.

>> qué tierno

>> me dices que no estás drogado cada que me dices algo sentimental

Cállate <<

Te prometí varias cosas <<

Y ni siquiera pude ir a Seúl <<

>> oye

>> está bien

>> me ha ayudado a revaluar mi situación acá y esas cosas

>> también mi relación contigo pero eso no cuenta

Chistosito <<

>> lo sé

>> cualquier cosa, podemos hablarlo a la noche

>> aunque no tengo nada de qué quejarme

Vamos, te conozco <<

Te conozco tan bien que te leo incómodo <<

>> estoy con los compañeros de cuarto de SeungMin

>> tienen la teoría de que soy el amante de SeungMin

>> aunque les dije que éramos primos

Homosexualidad e incesto <<

Tu sueño <<

>> cállate

>> nos vemos al rato

Te amo <<

>> gay

Había sido difícil, como también fue ridículamente fácil.

MinHo se había imaginado cómo iba a ser su vida después de la graduación de escuela: trabajar con HanSoo, ensayar con la banda, tener uno que otro evento fantástico, y poder escaparse algunos fines de semanas hacia Gimhae ya que, por supuesto, estaba trabajando y tenía dinero. Sin embargo, con el proyecto de mudanza y éxito que realizó Lily en un plazo de dos años había hecho que todas las ideas de MinHo (que eran más deseos abstractos que metas a corto, mediano y largo plazo) se fuesen al demonio.

Y no se molestaba. Con las clases de teatralidad, canto y guitarra que consiguió Lily, hizo sentir a MinHo en su mejor versión como vocalista. Sabía cómo manejar los tiempos, como entregar cada intención a la letra y transmitir lo que debía transmitir; recordándole a esas veces en las que cantaba todo sus sentimientos en las presentaciones de los dos últimos años. Estaba orgulloso del material de artista que era él.

No obstante, la amargura se instauraba en su pecho algunas noches. El MinHo de hace tres años probablemente estaría ofendido por las cosas que le generaban malestar al MinHo del presente.

—¿En serio te sientes mal por alguien que no eres tú? —le preguntaría ese MinHo—. ¿En serio hay alguien que te hace querer pasar más tiempo con él que con la banda?

«Sí», era la respuesta obvia, casi traidor a sus raíces pero sincera, al fin y al cabo. Las clases de perfeccionamiento y el trabajo con HanSoo impidió ver a JiSung luego de la graduación y, hasta cierto punto, le frustraba eso.

Sin embargo, viendo el lado bueno a las cosas, reconoció que el mantenerse ocupado también ayudó a lidiar con la relación a distancia. La maravilla de la antena telefónica instala en el pueblo entregó el beneficio de la mensajería rápida, junto con las llamadas interminables y videollamdas de compañía cuando más se necesitaba.

Aunque también era un autogol, hasta cierto punto. Tuvieron días donde MinHo y JiSung desayunaban en conjunto a cientos de kilómetros de distancia, con las mismas dinámicas de conversación que ambos sembraron; y, otros días, tenían llamadas en la noche donde MinHo desesperaba querer transportarse a Gimhae para pasar solo una hora con él.

Y eso lo entristecía. Le entristecía tener a JiSung lejos y no poder abrazarlo. Le entristecía tener a SeungMin lejos y no poder decirle cuánto echaba de menos a JiSung. Le entristecía que YiSu pasara más tiempo en otro pueblo que junto a él y no poder decirle cuánto echaba de menos a JiSung. Le entristecía que, su personalidad burlesca, no fuese capaz de poder hablar con los chicos de la banda y confesar que, aparte de JiSung, también extrañaba a Chan y a JeongIn.

Fueron meses melancólicos donde no hubo segundo que no extrañara a alguien.

Empero, leer el «te veo al rato» del chat con JiSung le hacía sentir surreal. Esperó demasiado como para poder leer eso.

—Oye, lagarto cósmico.

MinHo se giró del porche hacia HyunJin.

—¿Qué pasa?

HyunJin se encogió de hombros, como si su pregunta fuese obvia. —¿De qué te vas a disfrazar?

MinHo ni siquiera había pensado en un disfraz. Organizar un gran evento en menos de cuatro días le había dejado exhausto, por lo que, ignorando la propuesta de HyunJin, se fue a recostar un momento al dormitorio de su amigo mientras que MinGi en la cocina intentaba darle un brownie mágico a una gallina escapada y Lily continuaba insultando por teléfono.

Le fue un poco inevitable a MinHo no sentir su cabeza divagar en eso, después de todo, sí había comido de los brownies mágicos. Aun podía escuchar los gritos en la primera planta de Felix corroborándole a Lily sobre lo que se rumorea, como también la forma en la que ella solo contestaba con improperios e insultos directos a lastimar a sus amigos (nada fuera de lo común).

El cansancio era acumulativo, y sumamente doloroso. El olor a la cama de HyunJin junto con su pesado cobertor de plumas le hizo sentir cómodo, reubicándose para abrazar la almohada y saborear la parte helada. Una siesta era lo que se merecía.

De tanto era su pesar que no sintió cómo la puerta del dormitorio era abierta, cerrada, y el crujido de la madera del suelo señalaba la presencia de alguien más.

—¿Duermes ahora?

Era el susurro más lindo que alguna vez escuchó, y MinHo sintió cómo la sonrisa se le formaba en la cara cuando abrió los ojos y vio a JiSung sacarse sus zapatillas.

Su lindo cabello café, con su linda ropa, su linda sonrisa y sus lindos ojos que estaban expectantes a que MinHo lo invitara a la cama.

MinHo correspondió la sonrisa, y abrió el cobertor de plumas. JiSung se zambulló a su lado, y el frío de su ausencia fue derretido por el calor de su cuerpo.

—¿Por qué no me dijiste que ya llegaste? —susurró MinHo. ¿A quién despertarían, de todas formas?

—Tu teléfono está apagado —contestó JiSung, en el mismo tono. MinHo lo tenía tan abrazado que las manos de JiSung estaban prisioneras entre ambos pechos—. ¿No quieres dormir un poco?

—¿Hm? —¿Qué pregunta era esa? Siete meses sin verlo era suficiente como para sacrificar una estúpida siesta, en especial cuando, con las manos juntas de JiSung, estas se separaron y tomaron las mejillas de MinHo—. ¿Por qué? Si aquí tengo lo que yo adoro.

JiSung soltó su risa nerviosa, de la misma forma en la que sus ojos gustaban de transformarse en estrellas; hizo presión en las mejillas de MinHo. Sus manos estaban tan heladas, y las mejillas de MinHo estaban tan calientes.

Inclinarse a besarlo lo colocó nervioso, un poco atrofiado y casi oxidado. Pareciera que MinHo continuaba en la etapa de la adoración, porque la imagen de JiSung frente a él era eterna, desesperado a que se transformara en un constante, junto con la imaginación de tenerlo más tiempo entre sus brazos.

Ah, más tiempo. ¿En qué momento comenzó a vivir la relación como si el tiempo se le escaparía entre las manos?

—¿Por qué no me besas? —susurró JiSung—, te eché de menos.

MinHo, divertido, le frunció el ceño. —¿Y por qué no lo haces tú?

Con fuerza se inclinó JiSung sobre MinHo, y el beso fue tan profundo que su cuerpo quedó arriba de MinHo. Él, desesperado, bajó sus manos por la espalda de JiSung, por su cintura y por su trasero, al mismo tiempo en que JiSung reacomodaba sus piernas.

Ni siquiera alcanzaba el romanticismo, no cuando MinHo se incendiaba con JiSung.

—Ah- mi vida —MinHo se separó apenas de la boca de JiSung—. No te- ¿qué- ¿por qué-

—¿Qué? —JiSung se separó, sin entender. Su cuerpo arriba del de MinHo lo dejaba parcialmente loco, el cual aumentaba cada que intentaba acomodarse. MinHo no era alguien fuerte—. ¿Qué pasa? La puerta tiene pasador.

La embriaguez del amor lo tenía desorientado, tanto que MinHo tuvo que girarse para ver en dirección a la puerta. —Ah- sí..., HyunJin lo colocó cuando MinGi comenzó a quedarse acá.

JiSung frunció el ceño, como si las palabras de MinHo no tuviesen algún tipo de sentido. «Oh, carajo, ¿me dio afasia o algo así?»

La suave mano de su novio trazó de la mejilla de MinHo hacia la comisura de sus labios, donde secó los restos de la saliva. Con su índice delineó hacia la manzana de adán, bajó por el cuello y, finalmente, estiró el cierre del polerón de MinHo hacia abajo.

—¿Aun siguen peleando? —susurró MinHo, mientras alzaba una mano hacia el cabello de JiSung para acariciarlo.

—¿Los chicos? ¿Por qué pelearían?

—Porque- no sé si sabías, pero pareciera que ChangBin... —La voz de MinHo falló en el instante en que JiSung le abrió el polerón y, con la misma lentitud, su índice delineó el botón de su pantalón—, co-co-coitó con...

El índice y el pulgar de JiSung hicieron el trabajo mucho más fácil, y MinHo tragó.

—Oye- ni siquiera me he- y los chicos están-

—Te dije que le había puesto pasador a la puerta —le recordó JiSung—, y también que te eché de menos.

Aunque le dificultó un poco por estar bajo el cobertor, JiSung se sentó por completo arriba de MinHo, con sus piernas abiertas, con sus muslos presionándole la cadera, y con sus manos subiendo bajo la camiseta de MinHo, estirando sus dedos por toda la piel de su abdomen.

Mientras más JiSung subía sus manos, menos MinHo podía concentrarse. Terminó por sacarse el polerón y, con la rapidez de la insistencia de JiSung, se sacó la camiseta. Apenas cuando su boca fue descubierta, JiSung ya se apoderaba de ella.

Oh, MinHo no podía definir cuántas palabras que, aun capaz de conocerlas y memorizarlas, podía expresarlas. Con JiSung arriba suyo, besándolo de la forma en la que soñaba y anhelaba hace tantos meses, con su tentador juego de morderlo mientras que, con su derecha, paseaba desde el cuello por su pecho, correspondiendo a los movimientos que MinHo incitaba con sus dos manos colocadas en los bolsillos traseros del pantalón de JiSung.

—¿Por qué no te sacas algo? —pidió MinHo entre jadeos—. Algo para mí, querubín.

—¿Por qué? —respondió JiSung, sonriente—. Está demasiado helado...

JiSung se movió ligeramente hacia atrás para poder, con mayor comodidad, meter su mano izquierda dentro de la ropa interior de MinHo.

¿En qué podía pensar? ¿Cuándo fue la última vez que estuvieron así? Ah, aun con su memoria eidética, MinHo no podía recordarlo- no cuando JiSung lo había vuelto a besar por completo.

MinHo estaba cedido, con su corazón latiendo tan vivo como JiSung le hacía sentir. Oh, dios, tanto le hacía vivir que quería estar de rodillas en ese instante; pero no podía, no, porque su cadera se movía adelante y hacia atrás, incitando a su masturbación cuando JiSung solo le tenía el pene agarrado.

—¿Y? —jadeó MinHo, y bajó sus besos a la mejilla de JiSung—. ¿No te moverás?

Y, de forma suave, MinHo sintió cosquillas en los pies.

JeongIn estaba a los pies de la cama disfrazado de calabaza.

—¿Qué pasa, campeón? —preguntó JeongIn—. ¿No que te gustaban los cariñitos?

—¿Eh?

—¡MinHo!

Cuando MinHo despertó, ya estaba oscuro afuera. Despertó por los abruptos y escandalosos golpes fuera del dormitorio de HyunJin.

El corazón le latía a mil por hora, desorientado. Su cuerpo estaba tan caluroso como pegajoso- «ay, no, ¿también tengo los bóxer pegajoso? ¡Ay!».

—¡MinHo! ¡Abre ya, carajo!

«¿Qué cosa? ¿La boca? ¡Ay! ¡Es HyunJin!»

MinHo, mareado, caminó por el cuarto hacia la puerta, y la destrabó. Ni siquiera recordaba haberle puesto un pasador.

—Hyun-

—¿En serio te quedaste dormido? —HyunJin estaba con el cabello mojado, con pantalones de chandal y sin camiseta. Entró con rapidez a su dormitorio y comenzó a rebuscar en sus cajones—. Carajo, no tengo idea de qué disfrazarme.

Sin embargo, HyunJin saltó cuando MinHo cerró la puerta detrás de él. Desconcertado, le miró.

—¿Qué te pasa? —preguntó—. ¿Te dio fiebre o...?

La boca de HyunJin se abrió de indignación al notar la erección en el pantalón de MinHo.

—Eso es asqueroso —le dijo—. ¿Te masturbaste en mi cama?

—No, no, no. Que asco. No. Tuve un sueño húmedo —aclaró MinHo.

—¿Conmigo?

—¡Con mi novio, malaya! ¡Préstame un pantalón y ropa interior!

—¡¿Qué?! ¡Ah, no! ¡Ni de chiste! —HyunJin rechazó con potencia—. ¡No somos tan amigos como para-

—HyunJin, te conozco desde quinto grado, sé que te orinabas todas las noches antes de ir a la escuela y de que se te paró en clase de artes plásticas cuando a la profesora se le cayó la témpera blanca en su escote y te fuiste a masturbar al baño. Me lo debes.

HyunJin solo abrió la boca, ofendido, y terminó por ceder los pantalones más pequeños que tenía y una prenda de ropa interior que no usaba.

Luego de un viaje de cinco minutos hacia el baño, MinHo regresó al dormitorio. HyunJin continuaba aun semidesnudo, sin saber qué hacer con su armario.

—Y, bueno... —HyunJin inició conversación—. ¿Qué soñaste?

—Con la madre de ChangBin.

—Es que- hombre, un sueño húmedo con tu novio en mi cama —HyunJin volvió a fruncir la cara, asqueado—, deberé cambiar sábanas..., pero lo haré después de la fiesta.

—Oye, sí, hablando de fiesta —MinHo caminó hacia la ventana de HyunJin, para ver al exterior—. Wow, ¿en serio ya hay fila? ¿A qué hora se supone que llegaban?

—Los conocidos están llegando primero —informó—, después lo hará el resto. Como sea, Lily no se deja domar por nadie- tiene una vista periférica tan auténtica que vio a dos tipos intentando colarse. ¿Será de autistas? JeongIn también lo tenía.

—Creo que fue osmosis.

MinHooo... —Abrupto, HyunJin se sacudió mientras cerraba su cajonera—. Vamos, ¿de qué me disfrazo?

—De alguien inteligente.

—SeungMin dijo que logró promocionar la fiesta en la universidad de mujeres, hombre, es mi oportunidad.

—¿Para ser inteligente?

HyunJin miró a MinHo ofendido, y le lanzó una camiseta.

—Espera —MinHo intentó despabilarse del sueño—. ¿SeungMin? ¿Cuándo te dijo eso?

—Ahora. Sus amigos también están emocionados.

—¿Amigos? ¿SeungMin tiene amigos?

MinHo se encontraba tan mareado que ni siquiera podía pensar en el conducto regular. ¿Qué demonios estaba pasando? «¿Amigos? SeungMin no tiene amigos. Además, ¿por qué a HyunJin le interesa?»

Hasta que, finalmente, cayó en cuenta.

—¿Ya llegaron?

Felix ya había comenzado con la música, no obstante, solo colocaba algo para calmar la previa, con una playlist de canciones que MinHo había hecho hacia ya algunos días. Razón por la que, cuando bajó las escaleras con velocidad y apareció en la cocina, Post Malone y Swae Lee estaban en el coro de Sunflower. Ignoró a los desconocidos de la sala, y a algunas personas más que tal vez podría conocer. En la cocina, casi como un centro de iniciación, junto con diversos disfraces, SeungMin se encontraba fumando en la salida al jardín con un disfraz de jeans, chaqueta larga café y un gorro de invierno color azul y rojo, mientras hablaba con JiSung.

Su JiSung.

—Despertó —SeungMin informó, en su clásico y monótono tono de voz.

JiSung se giró, con su cabello un poco más largo, igualmente castaño, de rostro más relleno y escondido en un polerón negro grande que combinaba con unos sorpresivos pantalones ajustados del mismo color.

Los ojos de JiSung se abrieron, emocionados; una ola de vergüenza se apoderó de MinHo en ese instante, creyendo que en su propio rostro podía reproducir el sueño de tenerlo encima suyo, como también el sentirse tan vulnerable por él al tiempo que era expuesto frente a tanta gente en la cocina. El único impedimento que tuvo MinHo para saltar arriba de él fue por su reacción tímida, al estirar las mangas para esconder sus manos y, jocoso, murmuró:

—Ahí llegó.

Sentada en el comedor, Choi Lia se giró con su extenso cabello negro trenzado con hilos coloridos y claros.

—¡Despertaste! —Más que contenta, ella lucía realmente furiosa. MinHo ni siquiera le prestó atención ni a ella ni a su disfraz de ángel, hasta que Lia se interpuso en su camino hacia JiSung—. ¿Dónde vas? ¡Vamos ahora a hablar con Lily!

MinHo, aún desconcertado, le dedicó una mirada. —¿Qué? ¿Lily?

—Me prometiste un precio en grupo con los chicos, pero Lily dice que no tiene noción de eso. Vamos ahora a aclarar las cosas.

Lia tomó a MinHo de la mano y lo arrastró fuera de la cocina. Lo último que vio fue a JiSung despedirse con la mano.

Cuando se detuvo, JiSung suspiró.

—¿Crees que está muy estresado? —preguntó a SeungMin.

SeungMin caló y se encogió de hombros. —Él no conoce el estrés, solo las tendencias suicidas.

—Es que, si está muy estresado, no quiero molestarlo con lo mío.

—Ay, Hanji, deja de ser chiflado. —SeungMin apagó el cigarro y se fue a la sala.

—¿Eh? —MinHo no entendió ni siquiera la naturaleza del insulto—. ¿Por qué? ¿SeungMin? ¡No me dejes solo!

Apenas eran las nueve, y los grandes parlantes de Choi Minseok estaban colocados uno dentro de la sala y otro en el patio, conectados vía bluetooth a la laptop y la mesa de sonido de Felix, quien así mismo estaba en un rincón de la sala, disfrazado con un traje complejo de Spiderman.

Muchas personas no estaban por el momento, aunque aun era temprano. Los compañeros de cuarto de SeungMin junto con sus respectivos amigos ya llenaban un poco el espacio de la sala, con un vaso cada uno del trago que cubría la entrada preparado a la carta de Seo ChangBin, al otro lado de la sala. Mientras, al mismo tiempo y luego de sus decisiones, HyunJin terminaba de preparar lo que era gelatina con vodka en pequeños vasos y, por supuesto, frituras que fuera lo suficiente para que la gente no se matara entre ellas para comer.

Aunque todos anhelaban que todos se emborracharan como para no tener consciencia del lugar.

MinHo siguió siendo arrastrado de Lia hacia la entrada de la casa, donde notó cómo varios autos o camionetas estaban siendo estacionados en el camino de tierra privado que solo guiaba hacia la casa de los Hwang.

Debió detenerse un momento cuando lo notó. En verdad había gente que llegaba, y también había gente que estaba esperando en una fila. Le habían colocado a Lily una pequeña mesa con una silla y un cartel todo barato que decía «Fiesta Hwang-lloween aquí» adjuntado con los precios de oferta, y ella recibía las pagas tanto en efectivos como por transferencia.

Pero había gente que estaba llegando.

«¡Esto es fantástico!»

Tras llegar junto a Lily, MinHo finalmente notó por qué se acumulaba tanta gente: junto a ella, tres de sus antiguas compañeras de clase estaban disfrazados de ángeles, mientras que dos de los sujetos que le hicieron la vida imposible la mayor parte de los últimos tres años de escuela estaban vestidos de diablo.

—Oye, no es justo. Ni MinGi ni Yeji pagan por entrada —discutió YeoSang a Lily.

—Viven aquí. —Lily masticaba chicle sin ningún interés. Su disfraz de Sailor Mercury contrariaba la ternura junto a la seriedad con la que se dirigía al resto.

—¡Haznos un precio!

—Traje al responsable —informó Lia, junto al grupo. Ella, con sus brazos cruzados, empujó a MinHo con su ala de ángel—. Vamos, habla.

Un poco de nerviosismo atrapó a MinHo, aparte de la gran cantidad de personas que estaban llegando y «por favor, Lily, no te demores mucho que puedes hacer que se vayan». Pero también, con sus ojos grandes y cafés, un nuevo cabello rubio y con el mayor desinterés y desprecio puesto en dirección a él.

Shin Yuna.

—Dije que les haría un precio. —MinHo se esforzaba por completo en no querer regresarle la mirada a la chica—. Además- Ryu-RyuJin nos regaló la marihuana.

—Vendí —reiteró ella, entre dientes—. Y si no me regresan para el quince, los denunciaré con la policía. Preparen su coartada.

—Ya tenemos abogado —Lily contestó con desinterés. En su celular hizo un cálculo y, con un par de registros en su libreta, suspiró—. Bien, pueden pasar- con un trago gratis, claro.

MinHo se ganó junto a Lily, e hizo el amago con su mano para dejar que pasaran. Escuchó el suave «gracias» de Chaeryeong con Lia, mientras que RyuJin recordaba sobre la venta, y YeoSang con San se burlaban de algo que solo MinGi sabía desde el interior de la casa.

Sin embargo, Lily no apartaba sus ojos de Yuna.

—¿Sucede algo? —preguntó Yuna.

Lily negó. —Está lindo tu pelo.

Yuna sonrió abiertamente. —Gracias. También me gusta el tuyo.

Y sin aludir a MinHo, ingresó a la casa.

Las rodillas de MinHo flaquearon al instante y se dejó caer junto a Lily.

—Te dije que me avisaras cuando llegaran ellos —le recordó.

—Me gusta agregar drama al asunto —respondió ella, mientras recibía el dinero de tres chicos que ingresaban—. Tienen un trago gratis, gracias.

En eso, también disfrazada de ángel, y luciendo un no-característico nerviosismo que rompía su imagen dura, Yeji se les acercó.

—Los chicos los llaman, en la cocina —informó Yeji—. Yo me haré cargo del ingreso. Vayan.

MinHo escondió su rostro al pasar por la sala y llegó a la cocina, donde HyunJin cerró la puerta. Rápidamente, MinHo se dio cuenta que estaba todo el equipo reunido.

—Hey —MinHo miró a HyunJin—. Te disfrazaste de músico.

HyunJin le miró feo. —Soy Harry Potter.

—¿Y tú qué carajos eres? —MinHo le preguntó a ChangBin.

Él, atontado, estiró su disfraz como si fuera una broma.

—¿No se nota? Soy Alvin.

El grupo se calló.

—De Alvin y Las Ardillas.

Silencio.

—El jodido polerón tiene una «A» enorme.

—En «Se Dice De Mí» también tiene una «A» en su ropa —contó YiSu, junto a SeungMin.

—Sí —colaboró SeungMin—. De «Adultera».

ChangBin bajó sus brazos, decepcionado. —Los odio.

—¿Y ustedes? —preguntó MinHo a la pareja.

—Stan Marsh —se presentó SeungMin.

—Wendy Testaburger —YiSu estiró sus brazos el disfraz completo confeccionado por ella.

—Ojalá no te vomite encima. —Aunque sería MinHo el que vomitaría por la mirada que SeungMin y YiSu se dieron. Iugh, son asquerosos.

Y, por supuesto, quiso preguntarle a JiSung de qué demonios estaba disfrazado- porque prendas de negro no daban mucha indicación a no ser que esté preparado para el funeral del ego de MinHo. Quería hablarle y, vamos, también chuparle el pene.

No obstante, los chicos parecían mirar a MinHo como si él tuviese algo qué decir. MinHo no tenía, en especial porque no era muy bueno con las palabras o con las emociones, pero estaba en él decir algo en una situación que ha estado moviendo a cada integrante del equipo, tanto de cerca como de lejos, ante la maravilla de las nuevas metas.

Por lo que, al notar que la mesa de la cocina traía un círculo de ocho pequeños cortos de tequila, tomó con nervios uno para ser seguido por sus amigos.

—Bien. —MinHo no era bueno para dar discursos. Eso era algo de Bang Chan—. En virtud de nuestra reunión y de que nuestra vida, literalmente, depende de esto, solo podemos esperar a que tengamos la mejor noche de supervivencia. ¡Salud!

—¡Salud! —gritó el grupo.

MinHo ni siquiera esperó el limón o la sal. Sus ansias por el alcohol luego de más de ocho meses con medicamentos para el dolor de sus manos ya lo estaban enfermando. No así, visto con timidez al otro lado de la mesa, cómo JiSung sostuvo el corto y, luego de que Felix lo bebiera, se lo cedió.

—Aun no me libran de los antidepresivos —explicó él.

MinHo no podía definir si es que aquello fue una reacción de su alto nivel de enamoramiento, pero quiso vomitar el tequila enseguida.

—¡Está bien! —Lily gritó esta vez, como si el alma de liderazgo volviera a ser poseída—. Quiero que todos cumplan su rol. Felix, quédate en el DJ. MinHo, haz los tragos. ChangBin, sigue siendo inútil. HyunJin, paséate entre necesidades. El resto, disfrute la noche. ¡Nos vemos en dos horas!

Y Lily se marchó de la cocina con velocidad. ChangBin farfulló un insulto mientras que HyunJin solo reía.

Pero antes de poder siquiera hacer algo, sus pies e intenciones ya lo estaban llevando hacia JiSung.

—Oye —le llamó, al notar sus ojos estilando desconcierto—. Hola.

La mano de MinHo sostenía la muñeca de JiSung, y con rapidez bajó hacia su mano. Su corazón latía como loco, junto con la forma en la que JiSung se le acercó para quedar pecho a pecho.

—Hola —JiSung sonrió, con una respiración que parecía ser escapada entre suspiros—, ¿cómo es-

—¡Hola, chicos! —Totalmente ido, incapaz de poder mantenerse del pie por completo y por alguna extraña razón aun seguía drogado, MinGi abrió la puerta de la cocina.

MinHo soltó a JiSung enseguida como el otro también se apartó. Ni siquiera hubo tiempo de rencores cuando HyunJin apareció en la puerta.

—¡MinHo! ¡Ya están pidiendo tragos!

—¡JiSung, hombre! —MinGi gritó de nuevo—. ¡Tu exnovia está acá!

Iba a ser una larga noche.

Como reiteré, la última parte será subida antes de que acabe julio del 2024. Espero cumplir la promesa, en ese caso, ja, ja, ya que dejé varias subtramas abiertas de este especial que espero se aborde de manera divertida para la siguiente actualziación.

Muchas gracias por la espera, les amo demasiado.

Mucho, mucho, mucho.

Mucho.

Les amo mucho.

<3

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