Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra 2

Nota de autora: nueve meses después, traigo el segundo extra prometido. Si seguimos así, probablemente traiga el último antes de año nuevo (demasiado optimista de mi parte).

Como verán, este extra va dedicado a mi personaje favorito SeungMin, con una reminiscencia de su vida parecido al de JeongIn en el epílogo, y este extra está situado en el capítulo 45 «MinHo está aprendiendo a amar- o al menos lo intenta», aquella escena en blanco donde SeungMin va al funeral de su abuela paterna.

Este capítulo contiene un recorrido en la vida de SeungMin, lo que significa que también habrá escenas de su romance con Kang YiSu a.k.a el personaje original favorito de todos a.k.a la oportunidad perfecta para que todas las delusionals de SeungMin podamos fingir una relación con él, así que tomen el cap como un "Kim SeungMin y Tú (__) (y/n) (t/n)", de nada.

Sin más preámbulos, espero que lo disfruten<3

El funeral de la abuela Kim, o la vez en la que SeungMin pensó en toda su melancolía.

Canción:

Stars and Raindrops; Kim SeungMin

Y aunque no lo pareciera, Kim SeungMin era melancólico desde nacimiento; eso lo recordó el primero de octubre del 2023: día en que su abuela paterna falleció.

Patológicamente, la madre de SaRai falleció el día en que SeungMin nació. Primero vino la noticia, después la cesárea. Aunque SaRai fue capaz de sostener a SeungMin en su pecho cuando fue limpiado, la pena fue latente entre ambos, pareciendo ser este el único vínculo que pudiesen formar más allá de lo que SeungMin esperó en el vientre.

Claro que era desde un contexto metafórico; SeungMin no pensaría en que la pena era un posible vínculo hasta años después. Solo le era una concordancia dentro de su cabeza el por qué la felicidad tenía otro significado. ¿Era raro que prefiriese el silencio, la incomodidad, la imaginación antes de estar encerrado en un aula de clases? A los cinco años lo llevaron al psicólogo infantil, y sus pruebas proyectivas inentendibles con discursos conceptualizando elementos de la narrativa muy sobre adaptados para niños de su edad daban los indicios de una depresión crónica. SeungMin, racional desde pequeño, consideraba que eso no dolía físicamente, ergo, era inexistente.

A causa de eso, la primera vez que sintió dolor fue a los ocho, ¿o tal vez a los nueve? Él no recordaba; era malo con las fechas, y de tanto en tanto no recordaba muy bien su infancia. Recordó que el ruido de Seúl era demasiado fuerte; comprensible, en verdad, y era tan cómodo que lo encontraba como casa. Estuvo en una sala cuna, un jardín de infantes y en una primaria con los mismos chicos que conoció en su corta edad de vida, y tenía un mejor amigo cuyo padre era amigo de su padre SeungEun; SaRai era demasiado activa con las actividades de padres en el salón, amada por la cantidad de dulces que preparaba en dichas reuniones y por su habilidad con el tejido, la mayoría de las cosas que sus hijos usaban eran tejidas por ella.

Y WonPil, quien era un chico hiperquinético, deportista activo, musico infalible, posiblemente diagnosticado con Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad, era amado por todos en esa escuela.

No es como si SeungMin hubiese sufrido mucho por la mudanza. SeungEun viajaba constantemente durante la semana, y con el tiempo y dinero ahorrado logró comprar una casa en un pueblo cercano a Seúl y cercano a la constructora que dirigía; SeungMin de ese entonces había creído que su papá se iría a vivir ahí, pero SaRai le había explicado los beneficios de una casa propia con una casa arrendada. SeungMin no tuvo mucho interés. WonPil, por su parte, fue el que dio la pelea.

—¡No me pueden hacer esto! —había exclamado con furia, rostro rojo y ojos llorosos—. ¡No nos podemos mudar tan drásticamente! ¡Tengo a la banda! ¡Tengo mi equipo!

—Podrás formar una banda y un nuevo equipo allá —SeungEun intentó ser estricto con sus palabras, aunque SaRai tampoco luciese a gusto con la mudanza.

SeungMin iba a cumplir los ocho en esa pelea, y WonPil tenía once. La distinción entre los dos hermanos era grande, y aunque en un principio SeungMin no pareció tener problemas con la mudanza, WonPil lo miró de reojo.

—¡SeungMin tampoco se quiere mudar! —gritó.

Y como SeungMin no era de tener opinión propia y siempre apoyaba a su hermano, asintió.

—No quiero dejar Seúl —concordó en voz baja.

No supo si fue porque WonPil había influido en su pena o en verdad había algo arraigado en SeungMin que, durante el transcurso de las siguientes semanas previas a la mudanza oficial, su comportamiento se vio envuelto en uno mucho más conflictivo, oposicionista y desafiante ante sus padres. WonPil y SeungMin hicieron alianza, y su mal comportamiento en la escuela junto con la desobediencia en casa dejó que las malas ideas florecieran.

—Descubrí algo —WonPil informó a SeungMin, ambos comiendo paleta de helados en invierno y sentados en la cuneta frente a su casa—. Revisé el contrato de papá. Estamos cerca del plazo de entrega; estoy seguro de que, si no nos mudamos antes de que termine el plazo, no nos entregarán esa casa del campo.

—¿Y qué haremos para aplazarlo? —cuestionó SeungMin.

Escucharon los gritos del vecino del frente, estaba furioso. Discutía a viva voz con su esposa y pareciera de que iba tarde al trabajo; con su maletín y café en mano, hablando algo sobre la bolsa de valores o unas tonterías que SeungMin no entendía. Sin embargo, por la velocidad y discordancia en la que actuaba, WonPil y SeungMin se miraron.

—¿Piedra-papel-o-tijeras? —ofreció SeungMin y empuñó su mano.

WonPil negó con una sonrisa. —No voy a comprometer mi carrera como beisbolista por esto.

SeungMin era un muchacho normal con un duelo y melancolía patológica, con una personalidad tranquila, retraída y sobreadaptado comparado con los niños de ocho-casi-nueve años. Le gustaba la lectura, le gustaba el estudio, también le gustaba el deporte y le gustaba escuchar música con WonPil.

A causa de eso fue porque nadie le creyó al vecino enfurecido de que el menor de la familia Kim se había lanzado voluntariamente sobre el auto para ser arrollado.

El recuerdo se había hecho presente cuando, casi diez años después, SeungMin estaba frente al mismo hospital donde fue atendido de urgencia la vez en la que lo atropelló su vecino. Estuvo con cabestrillo, con una pierna enyesada y con dolores en su cuerpo por demasiadas semanas; WonPil reía como loco cada vez que se encontraban solos y, en su interior, SeungMin también lo hacía.

Ahora no tenía mucha gracia, a diferencia de esa vez. Su mirada en el hospital fue desviada hacia el ingreso del sector funerario que tenía el centro: un espacio donde velaban a los fallecidos que estaban ingresados, que cotidianamente se encontraba lleno, con autos y carrozas fúnebres afuera, con familiares llorando, y con un puesto de flores que pareciera ganar más dinero que cualquiera que cruzaba el umbral en ese instante.

—Disculpe —el guardia del estacionamiento se acercó a él—, está prohibido fumar acá.

—Está bien. —En su descaro y fanfarronería, MinHo le quitó el cigarro a SeungMin de sus dedos. —Yo no soy el que viene de visita. Yo me lo terminó.

El guardia ni siquiera pudo discutir con esa lógica, y SeungMin solo pudo observar a MinHo con una mirada impasible y de asombro.

Casi como atracción, YiSu llegó a su lado con un arreglo floral.

—No quise gastar todo el dinero en el arreglo, así que es algo simple —informó YiSu, mientras le entregaba a SeungMin el sobre con dinero que había juntado la banda junto a sus respectivas familias. SaRia ni siquiera había colaborado un poco—. Si hubiese sabido de que las flores estaban tan costosas, habría traído de mi casa.

—Las cosas subieron luego de la pandemia —informó MinHo.

—Seguimos en pandemia.

SeungMin dejó de escuchar la ridícula conversación que los dos tenían al notar que los zapatos formales que llevaba se habían desatado. Un pequeño gemido se atascó en su garganta, y se inclinó para poder atarlo. El gemido no podía centrarlo si es que era de pena, de vergüenza o porque simplemente le gustaría estar en cualquier parte en vez de ahí.

El día era para ser parcialmente perfecto- tenía todo anotado en su mente un cronograma: despertaría temprano, desayunaría liviano, estudiaría para el suneung, almorzaría en el trabajo de YiSu, regresaría para estudiar y después se iría con los chicos (de alguna forma) a Seúl para la presentación que la banda tendría en el Busking.

No estaba dentro de su panorama reactivar todos los traumas que se había demorado cerca de tres años en esconder.

Otro grupo de familiares de alguien desconocido salió del pasillo del hospital en llanto, cargando el ataúd hacia la carroza fúnebre. Aunque la escena de tristeza junto con los desgarradores gritos removió algo en SeungMin que les impidió ver la despedida, tuvo la necesidad de tener el pensamiento de cuánto costaba el servicio funerario del hospital luego de que alguien falleciera en una camilla.

—Oh, qué pena —YiSu soltó—, era un niño.

SeungMin no miró. Jugó con sus cordones hasta que escuchó la carroza fúnebre largarse de ahí; los bocinazos de los autos que lo seguían, las canciones religiosas y los pañuelos blancos no se irían en mucho rato, y pasar más tiempo en el estacionamiento no aplazaría lo inevitable.

—Bien, haremos esto rápido —indicó SeungMin, finalmente levantándose de sus zapatos—. Dejamos las flores. Dejamos el dinero. Hablaré con mi familia durante quince minutos mientras ustedes guardan toda la comida en los potes, y robaremos el jodido soju, ¿vale?

—Creo que deberíamos saltarnos el alcohol —opinó MinHo—. Tendremos presentación a la noche. Ya sabes, profesionalismo... —su voz decayó un poco ante la mirada de SeungMin, y MinHo tragó—, o tal vez no. Hay artistas que se emborrachan antes de presentar. Bono una vez contó en una entrevista que no recordó tres conciertos completos porque caía knock out en los bastidores- aunque nosotros no tendremos bastidores...

—¿MinHo? —YiSu lo llamó.

—¿Sí?

—Cállate.

YiSu, con suavidad, estiró su mano hacia SeungMin. Él intentó esbozar una sonrisa bajo la mascarilla, y entrelazó sus dedos con los dos de ella. La sonrisa que formó ella bajo su mascarilla con bordados de su abuela alcanzaron el delineado en sus ojos que usualmente se hacía, achicándolos de la forma en la que SeungMin los conocía.

—Eres lindo —comentó YiSu en voz baja—, pero sabes qué es lo que te estoy pidiendo.

Sin escrúpulos, ella abrió la chaqueta de SeungMin y sacó del bolsillo interno la cajetillas de cigarros que, tras haber pasado una hora de haberlas comprado en un almacén en el terminal de buses de Seúl, llevaban un cuarto gastada. La cajetilla terminó siendo guardada en los bolsillos de la propia chaqueta negra de YiSu, y le palmeó la mano a MinHo cuando él la estiró hacia ella.

Una vez más, SeungMin suspiró cuando YiSu le tomó de la mano.

—Aquí fui atendido cuando me atropellaron —contó SeungMin—. Tenía ocho. Era un plan absurdo que tuvimos con WonPil para no mudarnos al pueblo.

—Pareciera que es de uso frecuente entre los Kim —notó MinHo—. Lo cual es muy triste.

Como si el comentario sarcástico hubiese sido lo suficiente para traerlo en la tierra, SeungMin miró a MinHo. El chico estaba con su cabello tinturado del día anterior, por lo que había unas pequeñas motas de negro que sobresalían en su nuca, y fracasando en ser escondidas por la chaqueta de mezclilla que usaba. Se notaba que él no tenía ropa para funerales, y aunque había lanzado el comentario amargo de que se debía de preparar por su propio abuelo que estaba seudo desahuciado en su habitación, tuvo que colectar en prendas entre ChangBin, HyunJin y JiSung para poder verse medianamente decente.

¿Por qué MinHo estaba ahí? SeungMin era consciente que, en ese instante, la confianza que su mejor amigo le tenía en él era precaria, e incluso vagaba en que algo anormal sucedería entre ambos porque la naturalidad con la que MinHo actuaba no era, valga la redundancia, natural. Y tampoco era innegable que las miradas extensas que MinHo de tanto en tanto le daba no querían comunicar nada.

Era un sentimiento extraño porque él estaba ahí, a su lado, cargando un sobre con dinero que toda la banda colectó de manera apresurada junto con sus respectivos padres. A veces SeungMin olvidaba de que era un chico de ciudad antes de pueblo, porque la cercanía que se tenían consideraba que no era normal; no era como lo recordaba.

Cuando conoció a MinHo y a ChangBin, las cosas se le hicieron raro.

—Mentira.

—Verdad —Kim SeungMin de nueve años asintió con su ceño fruncido. Su pierna estaba elevada en uno de los asientos de la iglesia del pueblo. Se había preguntado su yo de ese instante por qué era tan difícil ser creído.

Seo ChangBin y Lee MinHo de diez años compartieron una mirada de impresión, y volvieron a negar.

—Mentira —dijeron sincrónicamente.

SeungMin, irritado, se molestó más. —Verdad.

—Silencio, por favor —solicitó el diácono de la iglesia del nuevo pueblo—, daré las instrucciones.

—Mentira —ChangBin y MinHo insistieron.

—¡Verdad!

—¡Mentira!

—Caballeros, ¿cuál es la gran disputa? —cuestionó el diácono, cansado de que los tres chicos no se callaran.

—El nuevo dijo que se tiró a un auto para ser atropellado —acusó MinHo—, eso es mentira.

—Es verdad —insistió SeungMin.

El diácono, asombrado de la presencia del nuevo chico ingresado la semana pasada, frunció su cara hacia él y negó.

—Mentira.

SeungMin lanzó un bufido y apoyó su cabeza en el respaldo. No le importaba ni le interesaba mucho que le creyeran o no. De todas formas, él aun tenía la esperanza de que se iría de ahí.

Grave esperanza.

Nadie podía cuidarlo, lo que era patético. SeungMin se había quedado solo en casa desde los siete años- aunque fuese solo por media hora, entre que WonPil salía de la escuela y llegaba a la casa. SeungMin sabía usar las llaves de la casa y enchufar cosas- lo que cada niño necesitaba para ser autónomo. Y, a diferencia de Seúl, el pueblo donde había llegado a parar era mucho más silencioso y vacío que el barrio donde vivía. ¿Por qué sus padres exageraban tanto de que se quedara solo?

—Nadie te puede cuidar —SaRai había insistido, cansada mientras desempacaba las cosas que como familia procrastinaron en dejar—. WonPil va a empezar con el equipo de béisbol los lunes, miércoles y viernes, y con las clases de música los martes y jueves. Tu padre sale a las seis y yo no llego a casa hasta las siete.

—¡¿Y esa es razón para mandarme a la estúpida iglesia?! —le había gritado SeungMin, enfurecido desde su cama.

—¡Ja! —WonPil rio en la cama de al lado del dormitorio—. ¡Te mandarán a la iglesia!

—¡Lenguaje, SeungMin! ¡WonPil, no te burles! —SaRai dejó la caja sobre la cama de SeungMin, pasando a llevar su pierna enyesada—. ¡Ay- lo siento! Pero esto es lo que decidimos: irás a la iglesia después de la escuela. No más discusión.

—¡¿Y cómo me moveré?!

—Un compañero tuyo también va a la iglesia. Su papá ofreció ir a dejarlos hasta que te saquen el yeso.

SeungMin había lanzado un grito de frustración que apagaba las risas de WonPil. ¡¿Por qué la iglesia?!

A diferencia de WonPil, SeungMin no tenía muchas actividades. Le gustaba leer. ¿Por qué no lo podían dejar tranquilo con eso? Tenía nueve años- edad en la que WonPil comenzó a quedarse solo por las tardes; y viviendo en un pueblo donde las casas ni siquiera tenían rejas, ¿por qué dudaban tanto?

Además, no tendría por qué lidiar con los dos chicos raros que lo miraban desde los asientos del frente. El diácono hablaba sobre las actividades de qué sabe qué cosa, sin interés de SeungMin, por lo que sacó de su mochila sus gafas y la edición pirateada de Harry Potter y el Príncipe Mestizo para leer desde dónde lo había dejado. Frente a él, sin ninguna sutileza, ChangBin y MinHo lo miraban con sus ojos asomados un poco más del respaldo del asiento.

—¡¿Qué?! —les espetó.

—No te atropellaron —ChangBin insistió.

SeungMin le iba a contestar algo soez, tiene el recuerdo, o creía que probablemente le lanzaría su libro. No obstante, cuando encaró a MinHo en el momento en que él abrió la boca, quedó sin palabras.

—¿Te gusta U2? —consultó él.

ChangBin le golpeó enseguida en el brazo.

—No seas raro.

—Tú eres el raro.

—¿Quieres morir?

—Oh, seguro me matarás- metro y diez.

SeungMin recordó el suspiro con el que el diácono intentó calmarse, suspiro y postura que SeungMin imitaría en el siguiente de los años. En ese instante, el SeungMin de nueve años lo único que quería era mantenerse alejado de ellos, pero las únicas actividades que la iglesia mantenía interesante para ellos era la música o el estudio de la biblia, por lo que, bajo la influencia de WonPil y SeungEun, decidió optarlo.

En el instante en que llegó a la primera clase de instrumentalización, con su pierna y brazo enyesado, imitó el suspiro del diácono al ver a los dos chicos ridículos con él abrazando sus guitarras; MinHo y ChangBin se habían burlado de él por no poder tocar, y SeungMin lo único que quería era mantenerse alejado de ellos.

Y ahora, caminando por el extenso pasillo, pasando entre salones de velorios, MinHo lideraba la caminata.

—El cordón sanitario no funciona mucho acá —comentó MinHo, por querer decir algo.

—Supongo que con las vacunas se han flexibilizado —opinó YiSu, asomando su cara entre los ventanales para ver el interior—. Oh- ow, hay un bebé...

—Esta ha sido la cita más deprimente que hemos tenido.

—Es el funeral de la abuela de tu novio. Ten respeto.

—Tú igual. Él no te necesita lloriqueando con cada muerto que veas.

—Me arrepiento tanto de haberlos traído a los dos —intervino SeungMin, monótono—. O de haber venido. ¿Por qué estoy acá, si se puede saber?

—Se murió tu abuela —YiSu y MinHo contestaron a la par.

—Cierto.

La sala desinada para la familia Kim se encontraba con muchos zapatos afuera, llamando la atención de los tres chicos ya que a SeungMin le habían mencionado que la familia no llevaría muchos invitados a causa del COVID-19. Se sacaron también sus zapatos y se colocaron las grandes pantuflas que el centro ofrecía, y los dejaron de una manera accesible para huir lo más pronto posible de ahí.

En un acto que SeungMin consideró de valentía, sostuvo el mango de la puerta corrediza con la mano que había sostenido a YiSu. Por un instante, se recriminó a él mismo por la cantidad de dramatismo y pausas que generaba entre una acción y otra. ¿Qué importaba si era el funeral de su abuela paterna? Mucho aprecio no le tenía, si era verdad.

La abuela Kim había sido una mujer que coleccionaba antigüedades, por lo que su comportamiento era bastante antiguo. Su bastón con el que lo golpeaba a él y a WonPil cuando se portaban mal tenía diamantes de fantasía incrustado en el mango, y fue una de las primeras personas de la familia de SeungEun que le había cortado el llamado cuando SeungMin se había motivado en buscarlos.

Es decir, ¿por qué demonios estaba ahí?

Sin verlo venir, otro recuerdo se le vino a la mente.

Sus padres iban en el auto, piloto y copiloto; ambos discutían por qué canción colocar en la radio porque SeungEun quería escuchar la transmisión nacional para poder ver las rutas y el tránsito, mientras que SaRai quería colocar la radio que transmitía canciones setenteras porque estaba de ánimo de eso. En el asiento de atrás, SeungMin de once años tenía comezón por el chaleco que su madre le había hecho, y era apretujado en la ventana por MinHo, WonPil, y una amiga de WonPil.

—La última vez llevé a TaRah, y fingimos que discutíamos demasiado porque la estaba engañando contigo —WonPil le explicó a su amiga—, así que, ahora debes hacerte la que no conoce mi relación con TaRah.

—Espera, ¿terminaste o no con ella?

—Sí.

—Bien, entonces- yo era el cuerno de tu exnovia, pero no sabía de que tenías novia, ¿es así? —corroboró ella.

—Ajá.

MinHo había mirado a SeungMin sumamente impresionado, y abrió la boca para comentar algo al respecto. SeungMin le cortó enseguida.

—Siempre hace eso: llevar a alguien diferente en las reuniones familiares. No sé por qué le gusta mentir con sus relaciones —SeungMin le explicó con desinterés.

—Tal vez porque no logra tener ninguna real —opinó MinHo.

—Mocoso, te lanzaré por la ventana si vuelves a aludir eso —WonPil amenazó.

SeungMin esbozó una sonrisa burlesca. —MinHo, ¿sabías que a WonPil le rechazó la chica que le gusta?

—¡Cállate!

—¡Oh! ¡¿Im NaYeon al fin de rechazó?! —su amiga le preguntó.

—¡No me rechazó!

—Lo leí en su diario de vida: dijo que su pene era pequeño.

—¡SeungMin! —SaRai bramó.

—¿Por qué te vería el pene? —MinHo le preguntó—. ¿Se equivocó de baño?

—¡MinHo! —exclamó SaRai de nuevo.

—Cuando un chico y una chica se quieren mucho... —la amiga de WonPil comenzó a explicarle—, hay situaciones en los que la ropa sobra.

—¡Iugh! —SeungMin y MinHo bramaron—. ¡¿Tuvieron sexo?!

—Después no le harán el asco.

—¡¿Cómo tú te pudiste acostar con alguien?! —SeungMin apuntó a WonPil—. ¡Si estás feo!

—Tal vez se puso una prótesis —opinó MinHo.

—¡Los voy a matar!

El asiento trasero era pequeño, por lo que no había demasiado espacio para golpearlos; sin embargo, WonPil se las arregló para ahorcar a SeungMin y a MinHo, con los dos chicos graznando al mismo tiempo que la amiga de WonPil intentaba separarlos.

Al llegar frente a la casa de los abuelos Kim, SeungEun dio un frenazo tan brusco que todos terminaron con sus cabezas sacudidas.

—Escuchen —con autoridad, SeungEun se giró para ver a los cuatro—, quiero que se comporten, que ustedes dos vienen de invitados —apuntó a MinHo y a la amiga de WonPil—. Nada de chistes sexuales, nada de preguntas intensas, nada de historias de infidelidades y nada de datos curiosos sobre el semen de ballena —volvió a apuntar a MinHo, antes de apuntar a SeungMin y a WonPil—. Tampoco quiero discusiones con sus primos, ni comentarios sobre la herencia o comentarios del nuevo corte de pelo de su tía. ¿Entendieron?

—Luce como un pincel —opinó SaRai—. No se lo digan a la cara.

—Una queja que escuche de ustedes cuatro- cinco —aludió a su esposa—, y quedan castigados. ¿Entendieron?

—Usted pasa mucho tiempo con Don Seo, ¿se lo han dicho? —comentó MinHo.

Tan pronto como entraron a esa casa, la abuela Kim odio a MinHo y a la nueva amiga de WonPil, como era de esperarse. Era una cena de celebración porque un de sus primos mayores ingresaba a la universidad, algo que pasaba totalmente desinteresado por parte de SeungMin. Además, recordaba que su tía sí lucía como un pincel.

—Tu cara me suena —la abuela Kim observó a MinHo con detención—. Te pareces mucho a alguien...

—A mi padre —MinHo pasó una mano por su cabello castaño—. La magia de la genética.

—Su papá era ese dirigente estudiantil de Incheon —SeungMin contó—. Ya sabe, el que hizo la detención estudiantil nacional.

La abuela Kim había abierto la boca de una forma tan ofensiva que SeungMin había creído que se moriría en ese instante, y le dio un fuerte bastonazo a MinHo y a SeungMin.

—¡Terroristas!

—¡¿Por qué los abuelos están locos?! —MinHo le preguntó a SeungMin, asustados—. O sea- la tuya nos trata de terrorista, el mío de comunistas, y para Don Seo somos una desgracia nacional. ¡¿Hay algo que este bien en esta tierra?!

—¡¿Cómo que estabas noviando con TaRah?! —la amiga de WonPil gritó de repente, frente a un grupo de tías de SeungMin.

En ese instante, SeungMin recordaba que le fue imposible no soltar una carcajada por lo ridículo que era la situación. WonPil era de molestar a sus familiares, aunque SeungMin no le entendiera bien; solamente le gustaba secundarlo porque WonPil reía con gracia ante las bizarrees que pasaban en la familia.

También lo hacía en la casa, aunque a SeungMin no lo hacía reír. Como por ejemplo, en las veces que sus padres discutían, podían mantenerse incómodos en silencio en la espera de que SeungEun y SaRai terminasen para poder salir a la cocina; a veces las discusiones se extendían, y otras veces duraban semanas.

—¿Es normal? —había preguntado SeungMin una vez, a los trece años. Sus padres aun no llegaban y SeungMin acababa de regresar de una clase de instrumentalización de la iglesia; sus muñecas dolían, y WonPil lo consintió preparándole la cena—. Las discusiones y el de no hablarse por semanas...

—No sé, los padres de mis amigos están separados —WonPil le restaba importancia constantemente a las disputas—, y supongo que eso sería mejor, pero no los veo separándose.

—Los padres de Chan y JeongIn se pelearon hace un tiempo —contó SeungMin—. Él la engañó. Pensé que se separarían, pero no.

—Es que esas cosas son más difíciles cuando estás viejo. No es como terminar una relación —WonPil explicó—. Un divorcio no es una ruptura, es una separación por completo. Ahí aparecen las visitas de fines de semana, los paseos por separado, dos navidades, nos años nuevos, dos chuseok..., todo se duplica con padres separados.

—Somos dos hijos- eso nos dejaría uno para cada uno.

—No- al contrario, se duplica con cada uno.

—No creo —SeungMin se encogió de hombros—. Creo que no le agrado a la familia de papá.

WonPil soltó una carcajada ante dicho pensamiento. —¡¿En serio?! ¡Pero si eres tú el que lleva su nombre!

—Lo sé, pero-

—A mí es a quien odian. «Hijo concebido fuera del matrimonio. ¡Bastardo!» —hizo la imitación de una de las voces de los tíos Kim, quien luego de mucho soju y cerveza en su vena, se le había escapado dicho discurso—. Tú simplemente no les agradas.

—Gracias.

La conversación no había animado a SeungMin, para nada. En especial cuando, después de revolver su comida, suspiró y confesó.

—Creo que me gusta una chica.

—Estás en edad. Ya me preocupaba que no te atrajera nadie.

—Te hablo en serio, idiota.

—Lo sé. ¿Es la chiquilla con la que te paseas en el patio? —consultó. SeungMin, con sus mejillas cargadas de vergüenza, asintió—. Lo sabía. Creo que su hermano es mi compañero de clase. ¿Cómo se llama?

—Hana —hizo una pausa, antes de sonreír con burla—, aunque HyunJin y JeongIn la llaman «Hana hija-del-diablo».

—Luce salida del infierno, sí —concordó—. ¿Por qué no la llevas al cine?

—Porque los chicos pueden vernos- y eso sería vergonzoso. ¿Qué tal si no resulta nada con ella, y al final Hana solo me ve como un amigo?

—Bueno-

—Me moriría de la vergüenza.

—Okey, rey del drama. Le pido el auto a papá y soy su chaperón: los llevo a Seúl. ¿Ahí estás mejor?

Después de ese momento, varios años después, SeungMin se conmovería por la manera tan rápida que WonPil tenía al querer hacerlo sentir cómodo; en ese instante no pareciera ser la gran cosa- llevarlo a Seúl solo por una cita. En sus recuerdos, con las discusiones de sus padres de fondo y con una gran inseguridad, SeungMin se había sonrojado ante el concepto de «cita».

Y aun así, SeungMin le había sonreído a WonPil antes de darle una cucharada a su comida.

—No sé qué más vergüenza me da: que los chicos me vean con Hana, o saber que ella tendrá que conocerte.

—¡Nunca más te ofrezco favores!

La mano de YiSu volvió a traerlo a la realidad.

—¿Mi amor? —ella llamó con suavidad—. ¿Nos vamos?

—¿Hm? No —SeungMin agarró con fuerza la manija—. Solo intentaba recordar a mi tía y su corte de pincel.

—Se veía bien fea —concordó MinHo a su espalda.

Al fondo del salón se encontraba el ataúd, y sobre ella se encontraba la fotografía de la abuela Kim en su traje tradicional coreano. Como era de esperarse, diversos arreglos florales blancos se encontraban esparcidos alrededor de ella, junto a inciensos demostrando parte de la religión de la señora que, a esas alturas, SeungMin ya no recordaba.

En silencio, los tres chicos caminaron. SeungMin evitó por completo a su familia hasta llegar en frente, donde los tres se arrodillaron frente al ataúd; le fue imposible no colocar su frente sobre sus manos, y pensar en por qué demonios creyó que sería buena idea estar ahí. Al terminar, los tres iniciaron la misión más compleja:

Saludar a la familia.

En un rincón se encontraban cinco personas: SeungEun, el tío y la tía Kim, el hijo de la tía Kim, y una señora que no tenía parentesco familiar pero SeungMin asumió que fue la cuidadora de la abuela Kim.

Queriendo no sonar tan atrapado, SeungMin se inclinó frente a ellos. —Hola, tanto tiempo.

El que dio el paso adelante fue SeungEun, canoso, ojos llorosos y arrugas en todo su rostro (para sorpresa de SeungMin).

—Hola, ¿cómo te encuentras? —Omitió un poco la pena para poder abrazar a SeungMin por los hombros, palmeando su espalda urgida con conformidad; las manos de SeungMin automáticamente se posaron en sus hombros, queriendo apartarlo—. ¿Y tu mamá? —consultó al separarse.

—No pudo venir —dijo, ignorando la mirada de sus tíos—. Trabajaba desde temprano. Mandó dinero.

—Por supuesto —la tía Kim murmuró con amargura.

Para qué contar que SaRai abrió una botella de espumante la noche anterior tras escuchar la noticia.

Sin saber qué decir, SeungMin colocó su mano en la espalda baja de YiSu para presentarla ante su madre, aunque él se apresuró en darle una sonrisa e inclinarse con cordialidad.

—Tanto tiempo, Hana. Te queda bien el pelo negro.

—Kang YiSu —SeungMin corrigió enseguida, sin querer soltando un tono mucho más rencoroso—. Recuerda: con Hana terminamos el día en que te fuiste de la casa.

—Un placer —agregó YiSu.

—Lo siento- olvidé por complet- ah, perdón —SeungEun se inclinó reiteradas veces—. Es un..., es un nombre lindo.

—Gracias.

—Es un vestido corto —la tía Kim comentó, mirando a YiSu.

Ella, ligeramente incómoda, intentó bajar la falda negra un poco. —Lo hice yo.

—Así que es corto por voluntad propia...

SeungEun hizo un breve contacto visual con MinHo, lo que hizo al chico también inclinarse.

—Buenas tardes.

—Estás grande, MinHo —dijo SeungEun—. Y te tatuaste..., ¿qué te dijeron tus padres por eso? ¿No te expulsaron de la escuela?

Los murmullos dirigidos hacia YiSu y MinHo por parte de sus tíos fueron obvios para SeungMin, pero él solo quiso ignorar todo por un instante.

—Sí, eh- a mis padres no les molestó, y como no me dijeron nada en la escuela...

—Que bien, ¿y cómo está tu madre?

—Mucho mejor- eh, ¿y la suya?

—Es mejor que tus acompañantes pasen a la otra sala —aconsejó finalmente la tía Kim—. Ya era momento de que estuvieras acá.

SeungMin miró a YiSu y a MinHo, como si aquello solo hubiese sido una mala broma por parte de su tía porque, vamos, no podía ser esa la primera interacción que tenían en años y que le mandara a hacer un trabajo que tenía que ser válido para la familia cercana de la abuela Kim, no para SeungMin.

—Servirán a las tres el buffet de almuerzo, y se leerá el testamento —SeungEun informó—. Pueden quedarse.

—Hay que recibir a los invitados —insistió la tía Kim.

—No es responsabilidad mía —dijo SeungMin enseguida.

La tía Kim presionó su mandíbula, y otros amigos de la abuela Kim ingresaron al salón para entregar sus respetos. SeungMin no quería seguir ahí, sin embargo, SeungEun le dio una palmada en la espalda.

—Solo por un rato. Hemos estado toda la mañana acá —pidió SeungEun.

SeungMin se había hecho una promesa, la cual ni siquiera era convincente para cumplirla. ¿Cómo se podía prometer en no volver a estar en un funeral, si la muerte era tan esporádica? Podía verlo cuando cruzaba la calle e imaginaba que la persona frente a él era atropellada; podía verlo en explosiones esporádicas que pudiese ocurrir en la mitad de la escuela; en un incendio en la iglesia; en un accidente de autos. Carajo, incluso saliendo de ese servicio funerario hacia el Busking podrían los tres fallecer por cualquier ridiculez. Y aun así él sentía asco por tener que recibir gente.

Miradas de compasión, miradas de lástima, con palabras de consuelo falso y llantos hipócritas. Es que, mierda, no es como si SeungMin pudiese reclamar algo, pero, ¿en serio debía de ser en el mismo hospital?

Lo recordaba: 2019. Era febrero, tenía quince años, y estaba saltándose la clase.

—Yo..., tú me gustas, NaInn.

El silencio en el patio se hizo más grande, aun cuando nadie podía estar cerca para apuntar a ChangBin y burlarse abiertamente de él.

—Lo dijo —MinHo había susurrado, mirando a SeungMin y a Chan—, realmente lo dijo...

Chan le codeó para callarlo, y SeungMin había usado toda su voluntad para no soltar una carcajada.

SeungMin sabía que no era costumbre espiar las confesiones de ChangBin, pero su amigo se encontraba tan nervioso en poder expresarle sus sentimientos a la muchacha linda de otro salón que SeungMin no creía que tendría que ser tan mal amigo como para ignorar el favor de ser su soporte emocional.

Escondidos detrás de la reja divisoria de jardines, justo detrás de los pequeños bancos que los cursos de la primaria usaban para sentarse, ChangBin y NaInn se encontraban mirando una clase de cuarto grado jugar béisbol, mientras que, en un ambiente de incomodidad, ChangBin esperaba la respuesta.

—Ah-eh... —NaInn titubeó, y SeungMin predijo la respuesta al instante—, yo..., lo siento...

«Un clásico», había pensado, y tendió su mano hacia MinHo y a Chan para que ambos, de mala gana, le entregaran un billete y un jugo en caja.

—No le tienes fe —susurró Chan.

—No es falta de fe —se justificó SeungMin—, es solo que..., es por la idea de romance que él tiene.

—Solo porque tú tengas novia no significa que sepas sobre relaciones, basura —le dijo MinHo—. Lo que careces es empatía y buena hombría por tu camarada, basura.

—Ella pudo ser la elegida... —continuó Chan.

She could be the one- pero si ChangBin no perdiera el tiempo en chicas de nuestra edad y se fijara en las grandes, tal vez correría con más suerte —continuó MinHo, antes de hacer una simulación de busto sobre su propio pecho con sus manos—. ¿Has visto a las de último año? Tienen pechos tan grandes que podrían amaman-

—Por dios, MinHo... —Chan y SeungMin soltaron con decepción.

Sin embargo, NaInn continuó hablando.

—Lo siento, ChangBin. Yo realmente te veo como un amigo —expresó ella, notoriamente apenada. Sin embargo, con SeungMin girándose sutilmente sobre su hombro, la vio sacar de su pantalón un pequeño papel—. Y te llamé porque..., porque quería que le entregaras esto a HyunJin...

—Oh, no... —soltaron los tres al mismo tiempo.

SeungMin vio a ChangBin componerse ante el favor, asintió y tomó el papel antes de levantarse de la banca y salir de ahí.

—Bueno, vamos —alentó Chan—, es el tercero en el año.

—Y estamos a febrero —observó SeungMin.

—No siguió las técnicas infalibles del Gran WonPil —expresó MinHo con desgano.

—Por favor, no le llames así —pidió SeungMin—, es asqueroso- después se le sube el ego y anda como insufrible por la vida.

La campana había sonado hace rato, pero la clase de música era de sus favoritas, así que apresuraron su andar por el pasillo hacia allá con la esperanza de encontrarse a ChangBin por el camino.

—¡SeungMin!

Pintada de pies a cabeza, con su sonrisa de aparatos dentales y con unos lindos ojos pequeños, Hana se acercó a él.

—¿A dónde tan colorida? —le había preguntado él con afecto, tocando su mejilla para poder colorear su mano con el rojo fresco.

—Necesito que me hagas un favor —contestó ella, estirando también su propia mano para pintar el rostro de SeungMin—, mi mochila está en el salón de artes- ve por ella y llévamela al baño, por favor. La maestra no quiere que me acerque así de sucia.

—¿Qué demonios te pasó?

—Guerra de pintura —explicó con obviedad, antes de juntar sus manos frente a él—. Vamooos~, MinMin, ve por mis cosas.

—Voy por tus cosas —repitió, asintiendo—. Enseguida, linda.

Abriendo su sonrisa, Hana tomó el rostro de SeungMin para plantarle un beso en la mejilla, dejando toda la cara del chico pintada en una variación de colores. SeungMin recordaba sentirse contento en esa época.

—Me dan asco —expresó MinHo, con Chan asintiendo concordante.

—Cállense.

Se había separado de los chicos aun con miradas de algunos maestros sobre él- creía que era por la pintura en su rostro lo suficientemente llamativo como para desconcentrar a varios. Fue hacia el salón de artes para reclamar la mochila de Hana y, de camino al baño de mujeres, comprobó si es que ella llevaba una muda de ropa al interior de ella.

Algo más interesante había encontrado en la mochila.

El estilo de SeungMin, en ese tiempo, ya rondaba la elegancia- recién había aprendido a vestirse y a conocerse, por lo que sus prendas últimamente rondaban en las cosas que encontraba más geniales de WonPil más prendas compradas en tiendas de segunda mano, complementándolas con accesorios un poco azarosos.

Y él, alguien que no estaba interesado en deportes, podía reconocer que esa camiseta de la selección coreana varonil no era suya.

Escondió al camiseta bajo su propia playera, le entregó la mochila a Hana y se largó rápidamente hacia el salón de música, donde su grupo se encontraba en un rincón discutiendo algo que no podía importarle menos.

—HyunJin —llamó enseguida, al borde de no querer entrar en pánico. Se sacó la camiseta bajo la suya y la tendió sobre la mesa—. Huele.

—¿Me ves con cara de sabueso? —HyunJin apartó la camiseta con asco—. ¿Qué mierda quieres que huela?

—Encontré esto en la mochila de Hana. Está húmeda. Está fea. Y obviamente no es mía.

—Oh, mira tú —MinHo observó con sarcasmo—. Ella te engaña.

Con rabia, SeungMin le lanzó la camiseta a la cabeza. MinHo exclamó dramáticamente y se lanzó al suelo.

—¡Mi cara!

—No deberías pensar mal en primeras instancias —aconsejó Chan, quien, por su parte, consolaba a un triste ChangBin recostado sobre la mesa sin intenciones de querer saber del mundo—. Debe haber una explicación para eso.

Esa es la explicación —apuntó MinHo, recomponiéndose y dejando con asco la camiseta en la mesa—. La camiseta es un argumento. SeungMin, hombre, ella te engaña.

—Solo porque tú me dices eso me hace creer que realmente no me engaña —comentó SeungMin, tomando asiento junto a ellos—. Eres un inútil.

—Gracias, hombre.

—Es decir, ella no puede engañarme- la gente normal no engaña a sus parejas, ¿cierto? Yo no soy un mal novio, ¿cierto?

El grupo calló.

—¡¿Cierto?!

—Si yo fuera una chica, estaría enamorado de ti —le dijo MinHo—. No homo.

—Por dos —coincidió HyunJin.

—Por tres —agregó Chan.

—¿Quién demonios es tan patrióticamente ridículo como para llevar una camiseta de la selección de Corea? —comentó ChangBin por primera vez, completamente de mal humor—. Corea es un país para la mierda. Todo aquel que está orgulloso o es un futuro nazi o un imbécil sin neuronas.

Empero, la concentración de la discusión se fue hacia otro lado. SeungMin podía observar varias miradas sobre él de sus compañeros, de los cuales la sutileza era nula y, como si fuera de un mal chiste, la mayoría expresaban algún tipo de pena.

«Tal vez Hana sí me está engañando y todo el mundo lo sabe», había considerado SeungMin con desgano, viendo la camiseta.

El profesor de música, quien lucía estar más ocupado con dos chicas en el teclado, no notó que la maestra de ciencias naturales había entrado.

—Profesor Yang, necesito que me preste a un par de estudiantes que me ayude con la feria científica —pidió ella.

El hombre, desconcentrado, hizo un ademán con la mano para que ella continuara.

La mujer dio una barrida visual hasta enfocarse en MinHo, que con un ademán le indicó que se levantara. MinHo puso sus ojos en blanco.

—No entiendo por qué accedí a hacer esto —se quejó—. Mi compañera en Shin RyuJin. ¿La conocen? Me da un puto terror trabajar con ella.

—Es amiga de Yeji. Una vez incendió mi cabello —contó HyunJin.

—Lee, ¿Podrías apurarte? —pidió la maestra de ciencias naturales. No obstante, ella hizo contacto visual con SeungMin—. Ay, dios mío, Kim, ¿sigues acá?

SeungMin, sin entender la impresión de la maestra y mucho menos querer hacerlo, asintió con lentitud. —Sí, es que tengo clases.

—Pensé que tu mamá te vendría a buscar..., dios —con confianza, la mujer colocó su mano en el hombro de SeungMin, incomodándolo enseguida—, realmente lo siento.

SeungMin alzó una ceja, totalmente desentendido. Recordó que había pensado: «¿Acaso ella sabe si Hana me está engañando?, ¿Por qué demonios me tendría que venir a buscar mi mamá? Ella está trabajando».

Casi como película de terror, las palabras se hicieron presente en su cabeza como aquella vez.

—Lamento mucho tu pérdida —habló de nuevo la maestra.

Silencio.

—¿Eh? —SeungMin alzó su mirada hacia ella—. ¿De qué habla?

Sus amigos habían callado abruptamente, y observaban a la maestra con la misma impaciencia e impresión. Entonces, tras notar la ignorancia de SeungMin, la maestra se colocó tan pálida como papel, y apartó su mano de SeungMin como si él mismo fuese fuego.

—Yo- Kim- ¿No lo...sabe? ¿No le han dicho? ¿Cómo...? —las palabras salieron atropelladamente de su boca.

SeungMin, aun sin saber qué era lo que ella se estaba refiriendo, buscó en sus amigos alguna explicación. Una sensación extraña se posó en su cuerpo, y si SeungMin estaba viviendo una pérdida, entonces alguien había fallecido.

«No, no puede ser. ¿Mis abuelos?, ¿Algún tío? Mi mamá dijo que vendría a buscarme, ¿Quién falleció?»

Pero entre las palabras que la maestra podía soltar, escuchó el nombre de WonPil salir de ella.

—WonPil estaba en una salida educativa —interrumpió SeungMin, queriendo desesperadamente encajar los engranajes de su cabeza. No entendía nada de lo que se intentaba decir y era frustrante no poder formar una línea coherente—. ¿Qué tiene que ver él si no está...?

La presunta infidelidad de Hana terminó por pasar a segundo plano en su propia mente, y sintió un ligero click en su realidad que denominó un brusco antes y después en su vida.

Algunos estudiantes del salón seguían con sus ojos en él. MinHo tomó a SeungMin de la nuca e hizo un poco de presión ahí, mientras Chan se levantaba, ChangBin estiraba su mano para tocar el muslo de SeungMin y HyunJin se incorporaba con lentitud.

—¿WonPil falleció? —formuló SeungMin finalmente, con valentía.

No había querido sacudir manos e inclinarse a los quince, y hacerlo ahora, a los dieciocho, era totalmente distinto.

La hipocresía estaba en el aire. YiSu y MinHo habían pasado a la otra sala, donde llevarían a cabo el buffet y leerían el testamento. SeungMin solo se quedaba por el compromiso, porque el aprecio ni siquiera estaba ahí. Él no era el nieto mayor de la abuela Kim, y tampoco era el miembro favorito; la primera vez que veía a su familia paterna era en ese instante, quienes lo abandonaron en el instante en que SeungEun se fue de la casa.

Todo pasaba como imágenes rápidas frente a sus ojos, melancólico y adolorido. Las ganas de llorar se posaban en cada agradecimiento y recibimiento de dinero, con el pensamiento de que aquel no era más que un juego sadista. ¿Por qué estaba él ahí?

Después del fallecimiento de su hermano, SeungMin había llegado a la casa sin saber cómo sentirse. SaRai intentaba ubicar desesperadamente a SeungEun, informarle sobre lo sucedido y de que debía de regresar a casa enseguida. No lo había logrado contactar en el trabajo. No lo había logrado contactar en la casa de los abuelos Kim, en Seúl. No lo había logrado contactar ni siquiera con los números referentes de su trabajo.

SeungMin no había entendido cómo es que su madre lo supo, pero lo hizo. Ninguno visitó el hospital porque SaRai quiso esperar a SeungEun para ver a WonPil los tres, como los únicos que quedaban en la familia, siendo la contención del otro antes de ir a Seúl. No obstante, SeungEun llegó pasada de las nueve, desorientado y sin entender por qué la gente del pueblo le estaba dando el pésame.

SeungMin vio a su madre gritarle a SeungEun un montón de cosas, golpeándolo y lanzándole cosas por haberlos dejado solos. SaRai ordenó a SeungMin que montara el auto y los dos se fueron a Seúl, mientras que SeungEun quedaba en casa empacando sus cosas. El trayecto hacia el hospital de Seúl, donde ahora velaban a la abuela Kim, fue tan silencioso que SeungMin creyó ser él el muerto de la familia, o tal vez SaRai. Era irreal e imposible de digerir que SeungMin derramó su primera lágrima cuando vio el cadáver de su hermano.

Entonces, se preguntó, ¿cómo se continuaba la vida después?

No podía entrar a su dormitorio- simplemente no, porque ese lugar lo compartió con WonPil en el instante en que se mudaron de Seúl al pueblo. Pasaron de tener dormitorios individuales a compartidos, y pelearon todos esos años deseando volver a tenerlos individuales. Ahora, no era un dormitorio individual, era un dormitorio en soledad, y SeungMin supo durante ese período de que si volvía a dormir en su cuarto, no se levantaría nunca más. Solo entró para cambiarse ropa, para buscar sus materias escolares y uno que otro texto; dormía junto a su madre, solo deseándose buenos días y buenas noches.

Hasta que, una semana después, tocó su cuarto. Durmió en su propio lado de la cama, dándole la espalda a la cama hecha de WonPil, y soñó con él. Despertaba como si fuera una pesadilla, y volvía a caer dormido. Fue una repetición agotadora y constante que lo dejó limitado.

Estar en clases era difícil. La respiración en su pecho se atascaba con facilidad, y sentía que había varios huecos que eran imposible de llenarse. Con su madre solo se deseaban buenos días y buenas noches.

SeungMin no tenía ánimos para nada; solo leía. Releía sus libros favoritos y evitaba hablar demasiado tiempo porque creía que lloraría. Miraba a sus amigos en la espera de que ellos pudieran entenderle o vomitaran toda la tristeza que SeungMin tenía guardada, pero le era demasiado difícil. Chan le demostraba el apoyo afectivo de un hermano mayor, casi característico de él; ChangBin le entablaba conversaciones para distraerlo; HyunJin le invitaba constantemente a su granja para despejarlo de su casa; y JeongIn se gana a un lado suyo en la lectura para acompañarlo con su dibujo.

MinHo era el único idiota que no sabía cómo lidiarlo.

—Iremos al cine —ordenó MinHo.

—No quiero —SeungMin estaba recostado en su cama, dándole la espalda.

MinHo estaba sentado en la cama de WonPil. Después de cuatro meses, SaRai le había quitado la ropa de cama, pero sus muebles aun no se habían vaciado. El rechinido de la cama daba nostalgia en SeungMin.

—Iremos al cine —insistió MinHo.

—No tengo dinero.

—Yo sí tengo.

—No quiero.

—¡Vamos! —Indiscriminadamente, MinHo se subió a la cama de SeungMin—. ¡Quiero ir al cine!

—Pídele a otro de los chicos que te acompañe.

—¡Quiero ir contigo!

—No quiero.

MinHo comenzó a saltar en la cama. —¡Vamooos!

Hastiado, SeungMin le empujó de la cama.

—¡¿Puedes dejar de joder?! ¡Déjame tranquilo de una puta vez, MinHo! —estalló.

MinHo se recompuso de la cama con velocidad, y negó.

—Solo si vamos al cine.

—¡No quiero!

—¡Lo único que has hecho es estar acostado!

—¡Bueno! ¡Se me murió mi hermano y mi papá se fue de la casa! ¡¿Cómo quieres que esté?!

—¡Con ánimos para ir al cine!

SeungMin se quitó la almohada de la cabeza y comenzó a golpear a MinHo reiteradas veces. El otro idiota, como imbécil, se dejó golpear.

—¡Eres un pedazo de animal irritante! —SeungMin se levantó de la cama—. ¡¿Quieres ir al cine?! ¡Bien, vamos al jodido cine! ¡Yo escojo la puta película, bastardo de mierda!

SeungMin se vistió y arrastró a MinHo fuera de su casa hasta el cine, y seleccionó una película estrenada hace un par de años atrás pero la estaban transmitiendo por no tener más películas disponibles.

—Quiero esa.

—¡Pero! ¡SeungMiiin! —MinHo se quejó—. ¡Ni siquiera se ve buena! ¡Y no es un estreno!

—¡No me interesa! ¡Quiero esa!

Ni SeungMin ni MinHo le habían tenido estima a la película. Ambos solamente se sentaron y esperaron a que la función comenzara, por alguna razón enfurecidos con el otro, con el murmullo de las demás personas en la sala igualmente desinteresadas.

Sin embargo, dos horas después, la vida de SeungMin había pasado frente a sus ojos.

—¿SeungMin?

—¿Qué quieres ahora, MinHo?

—Quiero hacer una banda de rock.

Era una idea estúpida y esporádica, y potencialmente real.

—Okey —concordó—. Yo te apoyo.

SeungMin fue de faltar demasiado a la escuela en ese tiempo, y estuvo bajo amenaza de reprobar el año varias vece sor la ausencia; era un buen alumno, pero las veces que iba se encontraba distraído, más de lo normal. Sacudía su mano izquierda con falsos rasgados, o ubicaba sus manos sobre el pupitre e imaginaba el sonido del teclado. A veces inclusive tarareaba canciones que el maestro de música les daba de práctica, y prontamente, para los espacios muertos entre clases, HyunJin practicaría con sus lápices el ritmo de la batería, ChangBin leería sobre la teoría musical junto a Chan, MinHo tararearía y SeungMin se preguntaría cómo mierda se tocaba el bajo.

El tiempo pasó, y, paralelamente en uno de sus días de ausencia escolar, MinHo había discutido con quién-sabe-qué por quién-sabe-qué-cosa. SeungMin en ese instante no entendió; sólo recordó que, al llegar a la escuela al día siguiente, unos chicos mayores le quitaron su libro, le empaparon con agua helada y lo dejaron encerrado en el baño de mujeres.

—MinHo hizo una estupidez —intentó contar Chan—, y ahora..., uh, bueno-

—¡No fui solo yo! —MinHo se defendió—. ¡Paren de echarme la culpa!

—¡Fuiste tú el que le bajaste los pantalones!

«Qué va. Pronto se olvidarán», intentó consolarse SeungMin.

Nunca lo olvidaron.

No obstante, con la madurez que ya poseía a SeungMin, ni siquiera era la gran cosa; el bullying escolar hizo que fuese más retraído con su grupo de amigos, centrándose netamente en ellos. No es como si hubiese querido interactuar con el resto, pero el pasar de ser el sujeto cuyo hermano mayor murió y su novia lo engañó el mismo día a un perdedor con una penosa banda de música fue una grata transición.

Más de lo que debería. Su felicidad estaba con la banda.

—Tus manos están callosas —observó SeungEun, en el funeral.

SeungMin se había terminado de inclinar ante unos invitados, y miraba de reojo a un grupo de abuelos borrachos que eran parte del club de religiosos que la abuela Kim pertenecía.

—Es por la guitarra —informó SeungMin—, aunque no toco mucho.

—¿Sigues con la iglesia?

—Estoy en una banda de música como suplente —contó—. Somos buenos.

SeungEun no esperó eso, tanto que su boca se abrió. La tía Kim bufó a su lado.

—¿Banda de música? —corroboró SeungEun—. Como..., ¿Cómo las de rock? ¿The Police y esas cosas?

Yep —SeungMin formó una línea con sus labios—. Hoy tienen presentación.

—¿No tocarás?

—Mis calificaciones estaban bajando, y quiero entrar a la universidad.

—¿A la universidad? —la tía Kim se metió en la conversación—. O sea- lamento entrometerme, pero- ¿a la universidad? ¿Y qué haces acá?

—Vengo al funeral de mi abuela-

—Quieres entrar a la universidad —la tía Kim lo repetía en voz alta—. Pero estudias en un pueblo.

—Me he hecho mi reputación.

—¿Por qué no me lo comentaste? —SeungEun le preguntó a SeungMin—. Podría haberte ayudado con orientación, o-

SeungMin, igual de monótono, se encogió de hombros. —No pensé que era de tu interés, a sabiendas que ninguno me ha contactado.

—No seas rencoroso —recriminó la tía Kim.

—Han sido años difíciles —SeungEun se excusó.

Una vez más, SeungMin se encogió de hombros. Ni siquiera podía darle algún tipo de argumento o razón lógica por la cual su padre actuaba de la manera en la que lo hacía ahora. La llamada del día anterior lo había atrapado por sorpresa, pero no podía fingir que las cosas que tanto hizo como no hizo podían ser perfectamente olvidadas solo porque el hombre se encontraba de duelo.

—Para ti lo fueron, ¿eh? —SeungMin comentó con sarcasmo.

SeugnEun alzó una mano y acarició la espalda de SeungMin.

—¿Cómo ha estado tu madre, hijo?

¿Qué clase de pregunta era esa? Es decir, ¿cómo se podía contestar? SeungMin podía ser franco y decir que no tenía idea- apenas y hablaba de cómo alguno de los dos se sentía.

¿Cómo se mantenía la relación entre dos personas rotas que habían perdido lo mismo pero en distintas dimensiones?

Él ahora se encontraba bien con su madre- a medias; ella era estricta y rigurosa con las calificaciones de SeungMin, y ha sido un gran motor cuando él exteriorizó su plan de querer estudiar en la universidad. No tendría que quedarse estudiando algo que, bajo las palabras de ella, sería en una escuela técnica mediocre con una carrera mediocre y vida en un pueblo mediocre.

Sin embargo, la lejanía estaba ahí, y por más que SeungMin se esforzara en querer acercarse más, SaRai ya había marcado su límite.

Inevitablemente, le fue imposible no pensar en YiSu cuando SeungEun preguntó por SaRai.

—Le va bien en su trabajo —SeungMin le contestó a su padre—. Y sale con los colegas de su trabajo.

—¿Sigue de amiga con los...?

—No, pero como tendemos a hacer desastres, es normal que ella se tope con la mamá de MinHo o con el papá de ChangBin —explicó SeungMin.

De repente, su necesidad de querer estar en la otra sala se alzó. Necesitaba estar con YiSu.

—Y la muchacha...

—¿Intentas que nos pongamos al día o qué? —espetó SeungMin, aun con suavidad. Se inclinó ante los familiares de los amigos de la abuela Kim, y aceptaron el dinero dado.

—Es solo que... —SeungEun volvió a hablar, luego de que los invitados volvieran a pasar al otro salón—, quería saber cómo has estado.

SeungMin se frustró. «¿Con qué cara? ¿Con qué derecho? ¿Tan difícil era llamar y preguntar si estaba bien? ¿Si es que necesitábamos algo? ¡¿Si es que lo necesitaba a él o alguna mierda así?!»

Antes de poder estallar en rabia, se detuvo por un momento. ¿Valdría la pena enfurecerse por eso? ¿Enjuiciar las acciones que no hizo y que, lastimosamente, lucía bastante desinteresado en querer rememorar ahora? El hombre solo estaba apenado porque su madre había muerto, y le había avisado a SeungMin porque eso era un poco de honor que quedaba en su persona.

Además, tampoco se podía hacer las cosas más complejas a él mismo. Tampoco valía la pena.

—La muchacha se llama YiSu —repitió SeungMin—. Ella es de esa villa subsidiada por el gobierno, el de los descendientes de las mujeres de consuelo para la segunda guerra.

—Ah- oh... —SeungEun quedó sin palabras—. Por eso ella..., uhm...

—Se hace su ropa, y el abuelo le hace sus accesorios —contó SeungMin—. Es buena chica. Tiene un taller de costura en la escuela desde hace algunos años, y también me hace algunas prendas.

—¿A ti?

SeungMin mostró la chaqueta que llevaba puesta. —Me la regaló en febrero, para los cien días.

—Si que tuviste suerte al conseguirte una chica así

SeungMin no lo consideraba «suerte», porque eso era dejar arbitrariamente una decisión puesta en el destino cuando fue él el que estuvo paso por paso para alcanzarla.

La había conocido de la manera más monótona y ordinaria posible: fuera de la iglesia. Su primera semana de segundo año se había basado en solicitudes por parte del diácono en que tanto él como ChangBin y MinHo regresaran a la iglesia; ninguno quería, en realidad, pero SeungMin había accedido una mañana porque una familia solicitó una lista de canciones para el bautizo de un niño. La lista le había llamado la atención a SeungMin, y fue el único que accedió.

—Ni de chiste toco de nuevo una iglesia —se había justificado MinHo.

—Escucho el «padre nuestro» una vez más y me ahorco con mis intestinos —prometió ChangBin.

Fue así cuando la vio, sentada en la cuneta de la calle mientras comía un helado. Ella miraba hacia la casa del frente sin ningún interés, con auriculares blancos decorados con hilos entrelazados para darle un sentido mucho más colorido; a SeungMin le había llamado la atención como el trazado de hilos en sus auriculares combinaban con sus aros, con la blusa y con las calcetas que llevaba.

SeungMin no había querido mirarla demasiado porque sería incómodo, pero algo le recordaba a ella. Sabía que era compañera de generación cuando la conoció, y probablemente la conocía desde pequeño porque así era el pueblo, pero su interés de estar en la iglesia le había llamado la atención porque, en sus años en clases de instrumentalización y siendo boy scout, no la había visto ahí.

Ambos estaban a metros de distancia; ella terminaba de comer su helado y SeungMin terminaba de fumar. No compartieron ninguna palabra, y SeungMin creería que ella ni siquiera se había dado cuenta de su presencia.

—Sé que es un poco repentino pedirles esto —el diácono habló desde su podio a los dos chicos—, pero, ante las actividades de eucaristía, el coro de la iglesia y los músicos se han visto un poco ajetreados. Quería saber si no tenían problema para tocar en el bautizo del bebé de los Kwan a fin de mes.

Kang YiSu le miraba de reojo, y SeungMin no podía especificar qué cosa era. Mientras el diácono hablaba y explicaba lo que quería hacer, ella le daba esas miradas que en su primer año la gente le daba: intimidación, no querer acercarles, pero verse necesario a tener que informarles de algo a sabiendas que lo empaparían con agua helada.

«Ah», SeungMin cayó en cuenta. Ella le miraba porque estaba mojado.

Cuando el diácono los dejó practicando, SeungMin tomó la guitarra acústica que estaba a disposición de ellos y comenzó a afinarla.

—¿Le diste un vistazo a las canciones que quería la familia? —preguntó él.

—Mh-hm —YiSu mostró sus auriculares.

—¿Con qué te gustaría comenzar?

I'll stand by you.

—Genial. Déjame afinarla y veamos las notas.

SeungMin se había sentido incómodo por la mirada de Kang YiSu, pero se sentía lo suficientemente amable como para no cuestionarle la posición de sus ojos.

—Es un lindo chaleco —dijo ella.

SeungMin no demostró atragantarse con el aire.

—Gracias. Lo hizo mi madre.

—Se ve un punto complejo.

—Supongo.

Bien, esa fue un respuesta cortante. SeungMin podía hacer algo mejor que eso, ¿no? De todas formas, deberían de practicar canciones hasta el jodido bautizo.

—Somos de la misma generación, ¿no? —preguntó él—. De segundo.

—Ajá. Salón D.

—Ah, sí. Soy de salón B.

—No te he visto ahí. ¿Llegaste este año?

—No- soy del «B».

—Ah...

—Como sea- ¿I'll stand by you? ¿Te la sabes bien?

—Más o menos. ¿Tú?

—Leo rápido las partituras. Dame un momento...

—Okey...

SeungMin intentaba colocar sus manso en las notas correspondientes, pero los ojos de YiSu continuaban en su chaleco.

—¿Es así de complejo? —consultó SeungMin.

—¿Disculpa?

—El punto. ¿Es así de complejo?

—Ah- eh... Sí —YiSu no pareció esperar que SeungMin la notara. De su bolso, ella sacó un gorro de lana de color rosa—. No es muy interesante, pero- si te das cuenta, el punto del gorro es mucho más amplio y sin mucho detalle, pero el de tu chaleco tiene una dedicación entre los enganches que hay. ¿Fue de palillo o a crochet?

—Palillo.

—Sorprendente.

SeungMin tragó. —Sabes mucho.

—Algo —con humildad, ella guardó el gorro en su bolso—. Soy más de costuras que de tejidos. No... no tengo la paciencia.

—Yo tampoco la tengo, sinceramente. Por eso soy de más de música.

—¿Tuviste la oportunidad de entrar en el tejido?

—Tuve la oportunidad de deshacer demasiados ovillos para que las cosas lleguen a ser lo que son ahora, y el proceso es tedioso —comentó, antes de caer en cuenta lo que él mismo dijo—. Carajo, sonó muy cursi.

—Una metáfora incomprendida.

—Leo libros. No es muy incomprendida.

—Podrías hacer una novela y colocarlo como frase de apertura.

—Las novelas que leo conllevan un poco más de fantasía, y las metáforas no son de mi agrado.

—¿Las analogías son complejas?

—Al contrario, son usadas por autores mediocres que no saben escribir con otra figura literaria.

—Las metáforas son parte de la vida, el autor solo las retrata como si capturara en una fotografía —YiSu apuntó con su barbilla la guitarra acústica—. I'll stand by you, por ejemplo, porque los padres del bebé no estarán a su lado cuando sea adolescente.

—El bautizo de por sí es una metáfora irreverente —opinó—. A no ser que tú...

—No, solo estoy por amabilidad, porque me gusta cantar, y porque mi madre cree que así podré hacer más amigos y despejarme un poco del mundo de las telas.

—¿Cuán cerrada al mundo de las telas debes de estar como para creer que podrás hacer amigos en el coro de una iglesia?

—Lo suficiente si la persona es igual de amable, pero como tú acabas de usar ahora una metáfora, diremos que las probabilidades de hacer amigos también se redujeron al mismo nivel que tu argumento contra las metáforas.

SeungMin ni siquiera sabía por qué tenía gravada esa conversación en su cabeza, si en ese instante no parecía ser nada. Recordó haberle sonreído a YiSu por dejarlo atrapado en un callejón argumentativo, y continuó afinando la guitarra.

—Me tienes cara de conocida.

—¿De manera literal o metafórica?

—Literal, a no ser que la metáfora sea una idea abstracta de que hemos compartido escuela al menos desde que tengo diez años.

—Los diez años parece una idea abstracta.

—Y que lo digas. Lo único que recuerdo fue lanzarme frente a un auto para ser atropellado y así no llegar a este pueblo.

—¡¿Bromeas?! —YiSu se tapó la boca para no soltar la carcajada—. Eso es de..., demasiado pesimista.

—Es lo que más me caracteriza.

—Y la radicalidad, así parece. Entonces, estás acá por gusto.

—Ajá.

—Si fuera en contra de tu voluntad, ¿te habrías lanzado frente a otro auto en movimiento?

—Ya he madurado. Probablemente me habría lanzado al río.

Practicaron veinte minutos después de eso, mucho menos de lo que tenían programado porque SeungMin debía de regresar con la banda. Se despidieron en la entrada de la iglesia y SeungMin se fue al garaje de MinHo preguntándose de dónde conocía a la chica más allá de la escuela.

Haciendo retrospectiva, SeungMin se preguntó cómo es que no lo notó en ese instante- aunque tampoco sabía qué era lo que debía de notar, si a los días después de hablar con ella por primera vez, cuando la vio pasar por el pasillo de la escuela, YiSu simplemente había pasado de él.

La siguiente vez que se encontraron, SeungMin no quiso tocar el tema.

—Me sigues teniendo cara de conocida —insistió SeungMin.

—¿Repasamos nuestros últimos grados escolares? —bromeó ella. A diferencia de la primera vez, ella vestía de celeste- celeste monocromática, e inclusive el hilo de sus auriculares estaban con ese tono. La falda le tapaba un poco más debajo de sus rodillas, y SeungMin juraba nunca haber visto una falda celeste—. Tal vez estuvimos juntos en primaria.

—No. Era algo más específico.

—Ni siquiera sé quiénes son tus amigos.

Mentira. Dos días después, en la escuela, él y HyunJin fueron empapados a mitad de pasillo. SeungMin nunca había sentido vergüenza por ser empapado hasta que notó, viendo desde la puerta de su propio casillero, los ojos abiertos de YiSu por la sorpresa. SeungMin recordó haber querido que la tierra lo tragara, en especial cuando ella solo se dio media vuelta para irse.

Para el cuarto encuentro, SeungMin mordía su lengua en sacarle en cara dicho comportamiento de ella. De nuevo, era normal que YiSu no quisiera acercarse a él a sabiendas de que el equipo de baloncesto los condenó años atrás por culpa de MinHo; era de esperarse. Aun así, entre conversaciones sobre las confecciones de ella y los libros que SeungMin leía, tenía una punzada en querer conversar con ella por más rato.

—¿Y ese milagro que no te vas volando? —bromeó YiSu fuera de la iglesia, tras terminar el ensayo de ese día.

—No me necesitan tan pronto —admitió SeungMin, encendiendo el cigarrillo en su boca. Tras lograrlo, le ofreció a YiSu.

—Oh, no, no. Me matan si llego con olor a cigarro.

—Ah —SeungMin miró el cigarrillo—, me habrías dicho- así no lo encendía.

—Me voy enseguida, de todas formas —le sonrió—. Hasta luego, SeungMin.

YiSu le sonreía, y caminaba alejándose de él de una manera en la que ondeaba su falda y su cabello negro. Ya hacía demasiado tiempo desde que él sentía que alguien nuevo lo llamaba por su nombre, o fue desde que se sentía llamado por alguien.

Al llegar al garaje de MinHo, apuntó a HyunJin enseguida.

—Quiero ver unas fotos de cuando estábamos en tercero de la escuela media —le ordenó—. Tráeme la cámara mañana.

—¿Qué carajos? —HyunJin le frunció el ceño—. ¿Por qué no te jodes?

De todas formas, HyunJin le hizo caso. Estaba almorzando en la cafetería de la escuela mientras buscaba en la tarjeta de memoria de la cámara lo-que-sea que sabía que buscaba, hasta que, en una grabación de HyunJin donde ChangBin bailaba frente a la escuela Ringa Linga en una actividad escolar, divisó a Kang YiSu en una orilla.

Al llegar al ensayo en la iglesia, él le sonrió con suficiencia.

—Así que fuiste cosplayer de Shannon Williams.

SeungMin sintió un extraño placer al ver las orejas de YiSu sonrojarse y taparse el rostro con sus manos, avergonzada.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó ella con voz amortiguada, incapaz de verlo a la cara—. Pensé que se había borrado de la memoria colectiva.

—Te presentaste frente a la escuela como Shannon Williams con la canción Why Why, e inclusive te vestiste de colegiala —la molestó—. ¿Cómo alguien se olvida de eso?

—Cuando pasas desapercibida la mayor parte del tiempo, encerrada en tu taller, a veces la gente se olvida de que existes —explicó ella con un optimismo deprimente que se vio opacado por los ojos burlescos de SeungMin—. Cállate.

—No he dicho nada.

—Cállate.

—Solo digo- las notas son muy altas como para alcanzarla, Shannon —SeungMin tocó una cuerda de la guitarra—, es decir, 'cause baby you got me. O, al contrario, ¿hacías playback?

—Claro que hacía playback.

—¡¿Shannon hace playback?!

El diácono desde su podio les chistó, y YiSu tuvo que darle un manotazo en el brazo para que dejara de molestarlo mientras que con su otra mano se tapaba su carcajada.

—¿No que un amigo tuyo bailó Ringa Linga? —contratacó ella.

—A diferencia tuya, de él me burlo todo los días.

—No te vas a burlar de mí. Es descortés.

—Tal como pasarme por alto en los pasillos.

Enseguida el semblante de ella se tornó a uno de incomodidad. SeungMin pensó que había metido la pata, aunque tampoco quería soltar dicho comentario que tenía hacia ella.

—Sí, bueno... —YiSu parecía no saber cómo excusarse—, así son las cosas.

A SeungMin le desagradó su cobardía, en especial porque era por algo tan banal como lo era por una reputación escolar. ¿Qué tanto importaba?

—Así son las cosas —repitió SeungMin—. ¿Y bien? ¿Qué otra canción nos falta?

La presentación de las canciones para el bautizo no fue espectacular, pero SeungMin no se quejaría. Era demasiado difícil mantener un semblante serio cuando los padres del bebé notaban que tenían una discordancia de padrinos y habían discutido antes; era demasiado difícil ver a YiSu a la cara sin que los dos se partieran de la risa.

Al terminar el bautizo, la duda se formó en su cabeza: ¿ahora qué? Ya no tenían razones para seguir juntándose en la iglesia después de clases, y si YiSu no le dirigía la palabra durante las jornadas escolares, eso significaba que la pequeña amistad formada ya había acabado.

—Supongo que nos veremos para el siguiente nacimiento —le comentó YiSu, después de la presentación.

—Ya que no me diriges la palabra en la escuela —SeungMin concordó con una falsa modestia.

YiSu hizo una mueca, y se notó vacilante. SeungMin esperó pacientemente a que ella continuara hablando porque hacía esa mueca que después él notaría que era aquella que realizaba cada vez que sentía que las palabras se escapaban de su boca.

—¿Quieres ir a dar una vuelta a la Alameda?

El bautizo fue un domingo al mediodía, después de la misa de la mañana. La Alameda tenía a un par de transeúntes gracias a la hora muerta entre las dos y cuatro de la tarde; después, todo estaría lleno de niños, chicos haciendo deporte en las canchas polideportivas y familias disfrutando el domingo antes del mundo laboral.

Pero en ese instante, por mientras, ellos dos caminaban junto a los arbustos que florecían cerca de la primavera.

—... Entonces, el policía supuestamente es el malo. No soy de leer del género de misterios porque no tengo la paciencia para saber quién es el criminal, pero cuando te apuntan directamente que uno es el malo, bueno, alguna razón hay para hacerlo tan transparente. No sé si me explico.

—Mi abuelo dice que todo tiene un propósito narrativo- es muy fanático de la literatura —explicó YiSu enseguida—. Cada vez que habla de eso apago la cabeza, sinceramente. No me interesa demasiado ese tipo de cosas.

—Te pierdes un mundo de maravillas escondidas.

—Oh, no me digas esas frases que aparecen en el diario mural de primaria.

—¿Cómo no te gusta leer?

—No es que no me guste, pero leer toma tiempo, y ese tiempo lo invierto haciendo ropa. —Acto seguido, YiSu mostró su falda extensa blanca, con bordados al final de pequeñas flores que, por el detalle, SeungMin no creería que ella lo hizo—. ¿Lo ves? Una semana trabajando en esta falda y sus bordados. No habría sido tan linda si hubiese leído.

—Te faltan pasatiempos, YiSu.

—Y a ti, SeungMin, te falta inversión de tiempo.

La mirada simpática que ella le dio junto con sus ojos desafiantes eran notorios para SeungMin, en especial porque podía verse en el reflejo. YiSu sonreía como si le hubiese atrapado con sus palabras, y sería la misma manera que lo haría en un futuro cuando, efectivamente, lo habría logrado.

Lástima que en ese instante un par de gritos le hicieron conocidos a SeungMin, lo que hizo que, al tiempo en que MinHo y Felix aparecían montando la bicicleta del chico, SeungMin empujaba a YiSu a los arbustos.

—¡¿Te vienes?! ¡¿Te vienes?! —MinHo preguntó, hiperventilado. Felix se aferraba atrás con fuerza—. ¡Nos sigue el jodido perro de la vieja Oh!

—N-nos vemos en el garaje —SeungMin les avisó, nervioso.

—¡Aquí viene, aquí viene! —Felix graznó, desesperado.

MinHo pedaleó con fuerza, y Felix gritó. Segundos apareció el pitbull de la señora Oh, ladrándoles y mascando las piernas de Felix.

—Carajo-

Antes de poder ayudarla, YiSu ya se había arrastrado bajo los arbustos para salir. Cuando SeungMin le tendió la mano para levantarla, ella le dio un manotazo.

—Idiota —masculló, levantándose sola del suelo. Sacudió la tierra de su falda, y SeungMin sintió una irremediable culpa al notar el bordado de su falda descosido—. ¡Agh!

—Perdón —SeungMin intentó agarrarla del brazo—, entré en pánico y-

—¡Déjame!

SeungMin lo hizo, y dejó que ella se largara por donde ellos venían, al sentido contrario donde SeungMin terminó por caminar en dirección al garaje de MinHo, maldiciendo cuán estúpido él era.

Regresó en sí cuando SeungEun le tocó la espalda.

—Puedes ir a descansar —SeungEun le informó.

—¿Crees todavía? —la tía Kim encaró.

—Sí. Lo creo. Ve con tus amigos —le pidió.

SeungMin había olvidado parcialmente que se encontraba en el funeral de su abuela.

Se encaminó hacia la siguiente sala, donde se encontraba los aperitivos, más alcohol y más invitados que lloraban en nombre de la abuela Kim. SeungMin se preguntó si todos conocían a la misma vieja cascarrabias que él, y también sobre quién se llevaría su bastón con diamantes de fantasía.

Divisó a YiSu y a MinHo sentados solos en una mesa, tensos con espaldas rectas. Se derrumbó junto a YiSu y ella enseguida le sirvió un vaso de jugo.

—Esto ha sido agotador —informó SeungMin, antes de darle un trago. Al notar que los otros dos no contestaron, les dio una mirada—. ¿Qué pasa?

—Dos de allá nos observan —YiSu informó entre dientes.

—Creo que son tus primas —murmuró MinHo—. Y- ¡ay! ¡Vienen hacia acá!

Su prima de pelo largo: Im SooJin, tomó asiento junto a MinHo con una deslumbrante sonrisa, mientras que, la de pelo corto: Im Kaori, mantenía sus brazos cruzados con presunta molestia.

—¿Eres MinHo? —Im SooJin le habló.

Él asintió. Im Kaori codeó a Im SooJin, y la chica pasó su cabello negro sobre su hombro.

—Soy Im SooJin, ¿te acuerdas de mí?

MinHo, fingiendo hacer memoria, asintió. —Creo...

—¿Qué están haciendo?

Repentinamente, ambas parecieron notar la presencia de SeungMin ahí, quienes le sonrieron más infantilmente. SeungMin vomitó un poco sobre su boca al recordar que eran las hijas de la tía Kim.

Oppa~ —saludó Im Kaori—. ¿Cómo estás?, mucho tiempo que no nos vemos...

—¿Por qué no has venido a vernos, oppa? —consultó Im SooJin.

—No he tenido tiempo —SeungMin le dio un trago al jugo, con la esperanza de ahogarse.

—¿En tres años?

—He estado muy ocupado.

—Me gusta tu vestido —dijo Im Kaori a YiSu—. Aunque es muy corto. ¿Por qué muestras las piernas?

—Gracias- y porque creo que tengo piernas lindas —contestó ella, modesta.

—¿Eres novia de MinHo oppa?

—De SeungMin, en realidad...

—Mamá dice que las niñas no tienen que arreglarse cuando tienen novio porque buscan llamar la atención de otros chicos —contó, aunque miraba detenidamente a la muchacha—. ¿No te basta SeungMin oppa?

—¿Es por eso de que te maquillas como payaso? —le dijo SeungMin.

—Grosero.

—Voy en primer año de secundaria —contó esta vez Im SooJin a MinHo, ignorando por completo la discusión de los otros tres—. Y mis notas son excelentes.

—¿En serio? —MinHo preguntó cordial—. Eso es bueno...

—Sí- quiero ser odontóloga.

—Ah- ¿Por qué?

Ella mostró sus dientes. Brackets de diversos colores diseñaban sus dientes.

—¿Te los hiciste tú?

SeungMin le pateó bajo la mesa.

—A mí se me rompió mi blusa —Im Kaori siguió hablando con YiSu, mostrando la parte de debajo de su axila cómo esta se encontraba ligeramente tajeada—. Así que debo tener las manos abajo.

—Bueno- tengo mi set de costura en la cartera —comentó YiSu con amabilidad—. Tengo habilidad- yo hice mi vestido.

—¿En serio? —Im Kaori se veía sorprendida, mirando de nuevo de pies a cabeza a YiSu—. Ah- ¿Entonces, voluntariamente hiciste tu vestido corto?

—Eh... Es igual a tu tía —le susurró a SeungMin.

—Lo lamento.

—¿Puedes coser mi blusa? —pidió Im Kaori.

—Creo...

Rápidamente, Im Kaori tomó a YiSu de la muñeca y la sacó de ahí, presuntamente al baño; SeungMin intentó detenerlas, pero se veía demasiado cansado que ni siquiera quería moverse y alcanzarla. Im SooJin, por su parte, continuaba con su charla con MinHo.

—¿Son diferentes las escuelas de pueblo que las de ciudad? —preguntó, moviendo su cabello desde su nuca sobre su hombro.

—Uh..., no sé —admitió MinHo—. Nunca he estado en una escuela de ciudad.

—¿En serio?, no te pierdes de mucho. Los chicos son taaaaan inmaduros —comentó—. ¿Ustedes son muy machistas?, las chicas de escuelas de ciudad son liberales.

—Bueno, varía radicalmente entre persona —contestó—. De cinco chicos, cuatro son misóginos...

—¿Y tú qué opinas?

—Eh... —MinHo miró a SeungMin en busca de ayuda, pero el otro lo ignoraba—. ¿Viva las mujeres?, ¿despenalicemos el aborto?

La chica sonrió abiertamente y volvió a mover su cabello. —Es interesante. ¿Vas en el mismo grado que SeungMin?

—Sí...

Woah, ¿Estás por graduarte?, las chicas de tu edad deben ser muuuuy maduras, ¿No?

MinHo se encogió de hombros. —Las coreanas no son de tener grandes pechos y-

Calló por un brusco golpe en la rodilla.

—Perdón.

—SooJin, ¿no deberías estar con tu mamá en el otro salón? —preguntó SeungMin sin mirarla.

—Prefirió que estuviéramos acá —respondió ella—. Además..., uh...

Por primera vez, SeungMin giró su mirada hacia ella. —¿Qué?

—Nada. ¿Te conté, MinHo, que ayer tuve mi examen de estudios sociales y el maestro me felicitó?

—Genial... —comentó MinHo, y volvió a mirar a SeungMin—. ¿Cuándo se supone que sale el soju?

No obstante, como si SeungMin nunca se hubiese dado cuenta de su presencia, divisó en un rincón del salón a una mujer joven con un bebé de un año; ella lo estimulaba con bloques y peluches, y el bebé reía casi como una alegoría a la vida dentro de un funeral. SeungMin tuvo que sostener la mirada en ella por mucho tiempo antes de caer en cuenta quién era.

—¿Qué mierda? —masculló él, levantándose.

La mujer notó a SeungMin con sorpresa, y al verlo aproximarse con velocidad hacia ellos, cargó el bebé. —SeungMin- uh..., tanto tiempo...

—Hola- ¿Quién es? —preguntó enseguida SeungMin, incapacitado de creerlo. ¿Es que aquello era una jodida broma? ¿Cuánta tortura pasaría más en ese puto funeral?—. ¿Es tu hijo?, ¿es hijo de mi papá?

La mujer, asustada, presionó al bebé en su pecho. «¿Esta vieja cree que le haré algo al bebé? ¡¿Qué mierda?!»

—Creí que él te lo había dicho... —comentó, mientras el bebé balbuceaba y saludaba hacia SeungMin—. No hagas las cosas difíciles, ¿puedes?, te presento a-

—¡¿Qué no...?! ¿Qué no haga las cosas más difíciles? —SeungMin intentó recomponerse con rapidez. No era el lugar ni el momento adecuado para poder discutir sobre lo-que-sea que ella cargaba en sus brazos, pero poco a poco su paciencia se iba agotando hasta cero. Era un gran testeo por parte de la familia Kim sobre quién le generaba más amargura—. ¿Ninguno me contó que yo tenía un medio hermano?

SeungMin no se había percatado que MinHo había llegado a su lado. La mujer, manteniendo su semblante amable, se inclinó ligeramente hacia MinHo para saludarlo antes de mirar a SeungMin.

—Era responsabilidad de tu padre- él me dijo que te lo mencionó.

—La primera vez que escuché su voz fue ayer cuando me dijo que mi abuela murió —farfulló entre dientes—. ¿Cómo-

—Te pido que no te desquites conmigo en frente de él —pidió, apuntando al bebé—. Le ponen nerviosos los gritos.

SeungMin abrió la boca y la cerró con brusquedad, pareciendo lucir tanto decepcionado como furioso de toda la situación. ¿Un medio hermano? SeungMin no tenía un medio hermano. Él tenía uno.

—No entiendo por qué mierda tuve que venir —terminó por decir SeungMin. El tono suplicante de su padre del día anterior no alcanzaba a rellenar toda la culpa que sintió cuando le informó sobre el fallecimiento. Él, en ese instante, podría estar estudiando para el jodido suneung—. ¿Sabes si al menos me toca a mí alguna mierda en el testamento?

—Tu tía lo ha revisado, ni siquiera tu padre lo ha visto —comentó ella, antes de preguntar con notorio nerviosismo y condescendencia—. ¿Qué edad tienes?, ¿por qué no nos sentamos a beber algo?

«¡¿De qué carajos me hablas?!» El rostro de la mujer era igual de hipócrita y victimizada que cuando la vio en el funeral de WonPil, del brazo de su padre con un descaro sin tener empatía por la situación familiar. Sentía que, si la mantenía a la vista, le gritaría todo los improperios sin importar si lo echaban o no de ahí.

—Volveré a sentarme y esperaremos a la comida, ¿vale?

—Vale...

SeungMin y MinHo volvieron a tomar asiento en su lugar de origen, aún con SooJin mirándolos detenidamente.

—¿Por qué no me contaste? —preguntó SeungMin a la chica.

SooJin alzó sus manos con inocencia. —Pensé que sabía, oppa, perdón.

Recordó la charla que tuvo con WonPil una vez, en la cocina con sus padres sin hablarse y con una inseguridad ante Hana. Recordó cómo él fue el guía que necesitó en esa situación, y fue la motivación suficiente como para invitarla a salir.

Con la presencia de la amante de su padre en el funeral de la abuela Kim, fue el mismo sentimiento que para el funeral de WonPil y con la camiseta de la selección coreana rondando en su cabeza. Era un remarque de una inseguridad que había olvidado que tenía, y que, a diferencia de con Hana, SeungMin no tuvo guía con YiSu.

Viendo a la amante de su padre, se dio cuenta que con YiSu saltó al vacío.

—... Considero que, la potencial teoría de que todos saldremos es la más..., eh... obvia.

Ay, SeungMin. No tienes creatividad para nada.

—Me dices que, de repente, la tierra se queda estática. ¿Qué respuestas esperas que dé?

Algo más imaginativo, no lo obvio. El mundo se queda detenido, ¿qué haces?

—Bien, si es de día, supongo que ponerme protector solar y robarle la oveja a mi amigo- espera, tengo otra llamada.

SeungMin se preguntó en ese instante cuándo sería el día en que tendrían una antena telefónica en el pueblo , porque estaba cansado de hablar por línea fija en la mitad de la sala. El botón que informaba otra llamada entrante se encendió, y SeungMin lo presionó. Casi colgó la llamada cuando recibió la notificación de que era llamado por la clínica dental de MyungDae Lee.

¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué no estás en casa?!

—Estoy en casa, MinHo.

No- quiero decir, ¡mi casa! Tenemos ensayo.

—Felix se sabe los acordes.

Felix no sabe ni mierda. ¿Por qué estás en tu casa? ¿Volviste a tener tu bloque depresivo?

—Tú me generas bloques depresivos.

Pero- en serio, hombre. ¿Qué demonios haces en tu casa?

—Nada —SeungMin se sintió parcialmente incómodo por la preocupación de MinHo—, es solo que- bueno, quería estar acá. No es nada grave, en serio.

Casi eran las vacaciones de verano, y llevaba interactuando con Kang YiSu por cerca de cuatro meses.

Llamadas, contacto visual en el pasillo, charlas en una extensa sesión en los ensayos con la iglesia luego de la vaga excusa de que cantarían los domingos en la misa.

SeungMin encontraba dicha situación catastrófica.

Al sentir las llaves de la casa, colgó la llamada de MinHo para entrar a la de YiSu.

—Llegó mi mamá. Nos vemos —se despidió enseguida, antes de colgar.

No obstante, SaRai había atrapado la conversación. Cuando el teléfono fue colgado, ella ya se sacaba los zapatos en la entrada.

—¿Con quién hablabas? —preguntó ella.

—Nadie —se apresuró en decir SeungMin, tenso.

—¿Uno de los chicos? Creo que me topé con HyunJin y-

—Con nadie, mamá.

SaRai calló enseguida, y bufó.

—Bien, si no es con nadie. Qué me llega a importar a mí.

¿Cómo iba SeungMin a lidiar con los sentimientos conflictuados de ese entonces cuando no conocía su propio camino por recorrer? Su madre intentaba ser amable, pero tenía las mismas barreras que SeungMin tenía. El hecho de tener una especie de complicidad lejana era lo que demarcaba las diferencias con las otras relaciones, y el no saber cómo poder generar confianza con alguien de nuevo era lo que a SeungMin le aterraba.

SeungMin era el menor de la familia Kim, el que le debían de decir qué hacer porque por defecto estaría mal. Aquel que no sabía mucho del mundo porque no había vivido lo suficiente en comparación con los que lo rodeaba, por lo que necesitaba algún tipo de consejo.

Sin embargo, su pecho se sentía como una prisión, y no sabía qué hacer con esa cantidad de emociones abrumadoras. No sabía cómo trabajar con ello porque, a diferencia de lo que fue con Hana, donde el conocimiento de primer amor estaba tan pavimentado de camino seguro, que el sobrellevar esos sentimientos en ese instante con toda la construcción de relaciones en su cabeza destruidas le hacía preguntar si es que debía o no hacer algo.

No debía, ¿cierto? No porque hablase con una chica por más de cuatro meses significaba que iban a algo más serio. Era mucho más probable de que SeungMin sintiese una confusión porque hace mucho tiempo que alguien lo había tratado bien antes de sentirse realmente atraído por ella.

Además, ¿qué le aseguraba que ella no haría lo mismo? Si era el efecto natural de las relaciones, ¿qué le aseguraba de que si con YiSu se realizaba lo-que-sea-que-se-estimaba-conveniente, ella no lo engañaría?

Era probable que lo engañase. Estaba en sus genes. Su papá engañó a su mamá y Hana engañó a SeungMin.

Y él era un chico idiota.

El último día de trimestre llegó, como también lo hizo la misa del domingo. Mientras SeungMin guardaba su guitarra acústica y YiSu ordenaba sus partituras, ella interrumpió la conversación.

—Me iré con mi padre durante las vacaciones —informó ella—, estaré los dos meses con él.

—Oh, genial —comentó sin verla. No es como si se hubiese ilusionado con pasar tiempo con ella en las vacaciones, aprovechando que no tendría escuela y que sus amigos estarían demasiado ocupados mirándose el ombligo a que otra cosa.

De nuevo, ella hizo la mueca. SeungMin notó que en sus manos tenía un papel doblado.

—Aunque allá tenga señal como en la ciudad, aquí no hay —obvió ella, y le tendió el papel—. Así que- uh, este es el... es el número de la casa de mi papá. Espero y que siga funcionando el teléfono allá.

SeungMin sostuvo su mirada en el papel más tiempo de lo que debía, y sentía que estaba al borde de un ataque de pánico. Una cosa muy distinta era intercambiar números de teléfonos fijos para coordinar ensayos para la misa de los domingos (independiente de que fuese usado para otras cosas en vez de eso), y otra cosa completamente diferente era mantener el contacto durante las vacaciones. Eso solo se hacía cuando las cosas iban en serio y las intenciones de charlar iban a otro nivel.

Es decir, ¿cómo SeungMin le explicaría a un niño sobre eso? ¿De que solo charlaban de forma platónica y que mantener el contacto por las vacaciones era algo meramente voluntario? A SeungMin no le interesaría no hablar con sus amigos por ese tiempo- inclusive, estaría agradecido (y rogaba a los cielos que pasase algún día); sin embargo, su mano se estiró para alcanzar el papel, y una burbuja estalló en su pecho en el trazo de sus dedos.

—Luce un plan a largo plazo —SeungMin intentó bromear, aunque su tono de voz fue mucho más desafinado.

YiSu esbozó una sonrisa. —Eres penoso.

—No eres la primera en decírmelo.

—Una lástima —dijo, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—, no soy la primera en nada.

Otra burbuja estalló en su pecho, y SeungMin sintió el terror correr por todo su cuerpo.

Intentó hacer sus vacaciones de verano como cualquier otras- aunque la pandemia los delimitara. Hacía guerra de agua con sus amigos en la granja de HyunJin; se quedaban hasta tarde ensayando con la banda; leía hasta el amanecer y evitaba estar en casa a toda costa porque el silencio lo aterraba. Eran vacaciones tranquilas.

Claro, hasta que le daban las cuatro treinta de la tarde cada dos días. ¿Qué tanto se podía contar en charlas de cada dos días?

—...No sé si lo entiendes, pero es frustrante hasta cierto punto —la voz acongojada de YiSu en la otra línea mantuvo a que SeungMin ignorara la llamada en espera en la otra línea—. Yo solo quiero estar tranquila acá, sin que nadie me moleste, pero... no sé, la novia de mi papá me hace sentir como un bicho raro. «Pueblerina», «aguachada». Yo no realicé un viaje de cuatro horas para estar con mi padre como para que me traten así. Es frustrante.

—¿Y él no te dice nada?

¿Qué me dirá él? Está más contento por el nuevo bebé que porque estoy aquí —YiSu soltó un suspiro tembloroso—. Mi amiga quiere sacarme de la casa, pero mi papá no me da permiso porque dice que estoy aquí para estar con él, pero ni siquiera me presta atención.

—No puede ser tan...

Sí puede. Escucha. —El auricular de YiSu se desprendió, y SeungMin podía escuchar los murmullos de un hombre con un bebé—. Estoy casi al lado de él y no tiene interés por la llamada. Quiero regresarme.

—¿Y por qué no lo haces? Llevas un mes sin coser- más de lo que estimaba —comentó—. Parece ser tiempo suficiente.

Sí, pero- ¿y si él se siente mal?

—¿Quién?

Mi papá.

—Él no se va a sentir mal con algo que no quiere tener, YiSu. Solo sufres ahí. Realmente no tiene sentido.

Perdón por tener corazón.

—¿Qué corazón? Cabeza te falta. Es demasiado injusto que pienses en él y que te olvides que solamente eres tú la que quiere esa relación con él —opinó—. Las relaciones rotas se arreglan en ambas partes por igual. No puedes trabajar con la parte ausente de él.

No me digas eso porque me pongo a llorar...

—Ah- no quería... —SeungMin sintió a YiSu sonarse en la otra línea, antes de soltar una risa nerviosa—. ¿Por qué te ríes?

Porque normalmente lloro en las madrugadas.

—Dramática.

Es que es raro llorar a la luz del sol. Es como si fueras el doble de expuesto en tu lapsus de vulnerabilidad.

—¿Así que lloras mucho en las madrugadas?

No, solo lo necesario. ¿Tú?

—Soy hombre, no lloro.

Ja.

A SeungMin le fue inevitable no sonreír por el sarcasmo, y sintió el sonrojo de sus mejillas al ver su dedo jugar con el cable del teléfono.

¿Lloras mucho en las madrugadas? —YiSu repitió.

—Bueno, finjo que es de noche cuando me tapo con mis mandas —admitió SeungMin—, aunque ya fue tiempo desde la última vez que lloré.

¿Cuándo fue la vez que más lloraste?

SeungMin iba a contestar, pero un bloque se detuvo en su discurso; algo incómodo sintió en el aguante de respiración de YiSu que ella, desde la otra línea, se escuchó su suspiro.

Lo siento. No tuve que preguntar...

WonPil estaba presente en su mente constantemente, al igual que su muerte; lo que no era constante era la noticia de ella.

—Me pilló desprevenido, la verdad —admitió SeungMin—, y porque todo fue una tragedia tras otra. Literal estaba teorizando de que mi novia me engañaba cuando a la maestra se le escapó que WonPil había muerto. Luego, mi padre se pierde durante todo el día y..., y porque estaba con su amante...

Ni siquiera se formaba un nudo en la garganta. Era tanta la canalización de mala suerte que ni siquiera le apenaba- simplemente le daba risa cómo es que todo había confabulado para dejarlo como un residuo de traumas.

Lo siento.

Nah, ¿por qué? Lo que no te mata, te hace más fuerte.

Es que eso ni siquiera es para matarte, es como para..., no sé, escupir en tu tumba.

—Bueno, alguien se pasó de listo con mi muñeco voodoo. No lo sé.

¿Crees en eso?

—¿Después de lo que me pasó? Absolutamente.

De nuevo, su madre llegó en la mitad de la llamada. SeungMin se despidió con rapidez y colgó la llamada para fingir que leía el libro que tenía preparado en su regazo. SaRai suspiró ante eso y se sentó a su lado, derrotada. Un momento de silencio fue suficiente antes de que ella encendiera el televisor.

—¿Cuánto rato más nos hacemos los tontos? —consultó SaRai.

—¿Hm? —SeungMin se acomodó sus gafas—. ¿De qué hablas?

—¿Con quién hablas tanto? —preguntó ella.

—Con nadie.

—Cada que llego te encuentras hablando con alguien.

—No es nadie —insistió SeungMin—. No es- nada. Nadie. ¿Okey?

—Solo me preocupa que, con lo de tu papá-

—Nada de qué preocuparse con eso. Estoy bien. —Aunque SeungMin no estaba seguro de eso—. Me voy donde MinHo.

—Okey.

El alza de sus defensas resultaba ser cómico y burdo.

Su sorpresa fue grata cuando, tres semanas después mientras realizaba las compras de su casa con Felix y ChangBin, vio en el puesto de HyunJin a YiSu con su abuela del brazo en la compra de verduras.

—¿Por qué te escondes detrás de las sandías? —consultó Felix.

—P-porque HyunJin dijo que era una táctica buena para poder saber si las sandías eran buenas o no —contestó SeungMin, nervioso, colocando sus manos en las primeras sandías que veía para comprobar su teoría—. Oh, sí. Estas sandías están buenas. Me llevaré cuatro —avisó al comensal.

—¿Cómo carajos nos llevaremos cuatro sandías? —le preguntó ChangBin.

«No me importa. Todo sea para que YiSu no me note».

Esa noche, su madre se fue a ver televisión en su propio dormitorio, por lo que SeungMin aprovechó la oportunidad para llamar a YiSu a su casa.

¿Diga?

—¿Por qué no me avistaste que regresaste? —preguntó SeungMin enseguida.

¿Qué? ¿Debía de avisarte?

—O sea —SeungMin se sonrojó—, no es que- quiero decir, no debes de por qué...

Pero YiSu ya reía al otro lado de la llamada. Comparado con las últimas notas melancólicas en su tono de voz, era reconfortante escucharla reír de nuevo.

Ya me había aburrido, así que me vine de improvisto. Lamento no haberte avisado. Sabía que me querías esperar con flores en la terminal de autobuses.

—Deberé cancelar el pedido, en ese caso.

Ambos quedaron callados por un instante, cosa que alteró un poco a SeungMin. Podía sentir algo emanar desde lo más profundo de su estómago hacia su pecho en la respiración de la otra línea, como si fuera un motivo por el cual su corazón latía.

«¿Qué mierda estoy pensando?»

Mi mamá salió con mi abuela-

—Vi con los chicos un lugar que-

Incluso su pecho ardió de la vergüenza ajena que sentía hacia él mismo, pero le fue inevitable no querer soltar una sonrisa.

—¿Tienes tu casa sola? —SeungMin bromeó—. ¿Qué me propones?

Ya nada. Además, está mi abuelo.

—Lástima. Con los chicos encontramos un seudo mirador a mitad de carretera, y tiene la vista linda durante la noche.

...

—¿YiSu?

Okey, ¿y si vamos ahora?

Una hora después, SeungMin tenía su bicicleta estacionada en la esquina de la calle donde vivía YiSu. Ella, con sutileza, cerró la reja de su casa y corrió hacia donde SeungMin se encontraba, con su vestido de verano y chaleco hecho por ella misma deslumbrándola.

—Según mi madre, ellas deberían de llegar pasada a la media noche, y mi abuelo ya cayó dormido —dijo YiSu—. ¿Estaremos acá para la media noche?

SeungMin le quitó el seguro a la bicicleta. —No prometo nada.

Era celeste, era azul y eran luces. YiSu estaba de pie tras el asiento, sobre tubos que sobresalían de la rueda trasera de la bicicleta de SeungMin mientras que sus manos se aferraban a los hombros de él. Estaba de pie, recta, y veía cómo poco a poco las luces del pueblo se perdían para darle el paso a los focos de luces que estaban puestos en los caminos interurbanos. SeungMin tuvo que sacar fuerza de la adrenalina de su cuerpo para poder pedalear los dos pesos sobre la colina y, al llegar a los parapetos destrozados que daban para prevenir que los autos salieran del camino, ambos se bajaron.

La vista de esa pequeña altura era lo suficiente como para contemplar la noche de verano y las luces de su pueblo.

—Para ser un fumador, tienes buena resistencia —notó YiSu, viendo a SeungMin encender un cigarro.

Como la mala influencia que él era, le ofreció el cigarro a YiSu. Ella vaciló por un instante, pero ante la vista de confianza de él, aceptó. La primera calada fue lo suficiente como para regresarlo entre tosidos y manotazos por las risas burlescas que él daba.

—Imbécil —tosió ella.

—Hay que probar de todo en esta vida —SeungMin le dijo, dando esta vez él una calada—. Después te acostumbras.

—¿Desde hace cuánto fumas?

—Un año, aproximadamente. El papá de ChangBin nos pidió botar una cajetilla y, bueno, una cosa llevó a la otra...

—Que terrible —YiSu murmuró, con su vista en el pueblo—. Fumar desde tan jóvenes.

—No somos tan jóvenes.

—Sí lo somos. Somos tan pequeños que es increíble que nos dejen salir a estas horas, solos.

—Prácticamente te fugaste de casa.

—Silencio. No pedí tu opinión.

SeungMin le entregó una sonrisa antes de perder su mirada también en el pueblo. De repente, dicho lugar se veía tan lejano alrededor de él que le gustaría mirarlo desde a esa distancia más seguido.

—Odio el pueblo —admitió SeungMin—. No quiero seguir ahí.

—¿Estudiarás en una universidad? —preguntó YiSu.

—No creo poder alcanzar siquiera algo decente.

—¿Por qué no? Luces inteligente.

—Son las gafas las que dan el toque.

—Ya me parecía...

—No sé si puedo estudiar en una universidad porque puedo fallar, sinceramente —continuó SeungMin—, además, siento que ni siquiera es como una motivación mía. Es más la necesidad de huir del pueblo y tener una excusa con la que me apoyen que otra cosa.

—¿A qué se debe la inminente necesidad de huir de acá?

—Todo, tal vez. Cada persona te conozca, que te juzgue, que todos..., carajo- ni siquiera tuve que contarte que se me murió mi hermano porque eso ya lo sabías. Todos crecimos juntos, y que tantas personas sepan de mi vida privada me altera.

—Eres de mantener tu vida bajo perfil, tanto que te lanzan agua cada vez que pueden en la escuela.

—¿Ves lo que te digo? Es tan sinsentido todo que quiero formar algún tipo de sentido. Yo no lo tengo, y me gusta fantasear con la idea de que fuera de aquí sí lo encontraré.

—No puedes encontrarle sentido acá porque también buscas en las líneas equivocadas —opinó YiSu—. El sentido se genera en palabras, y tú solo has encontrado las equivocadas.

—¿Lo dices desde la idea de que debo interpretar mi entorno, o porque no quieres que me vaya?

—¿Tanta estima te tienes que crees que yo no quiero que te vayas?

Yep.

—Puedes tomarlo como una excusa, si es que te sientes muy inseguro —le sonrió—. ¿Tienes miedo a irte de acá? Está bien, de todas formas, tienes a alguien que te quiere acá.

—¿Tú qué quieres hacer?

—Abrir una tienda de ropa. Vender mis diseños. Que la gente use mi ropa.

—Luce como una lista de prioridades desordenada.

—Lista de prioridades o pasos a seguir. Puedes tomarlo como quieras.

SeungMin desvió su mirada del pueblo para poder verla, con su ceño fruncido.

—¿Por qué tú debes estar en el mío, y yo no en el tuyo?

—Es lógica. Yo estoy en tu futuro como excusa por si deseas quedarte. Tú no estás en mi futuro porque yo planeo quedarme.

—En tu futuro, entonces, yo me largo.

—A eso se le llama optimismo, ¿no te parece?

Suerte habría sido si es que SeungMin la hubiese besado esa noche, porque las consecuencias que hubiesen sucedido solo habrían pasado bajo la incertidumbre del SeungMin de ese tiempo- de aquel chico que no sabía cómo moverse, que no tenía estimas y que por primera vez vio las luces del pueblo como señal de esperanza antes de mantener la vista linda.

Para cuando llegó septiembre, la primera semana de clases, una nota apareció en el casillero de SeungMin.

"Ven al taller para el almuerzo".

SeungMin tuvo que inventarse tres excusas distintas para que sus amigos no lo molestaran o sospecharan de cualquier cosa. Las cosas con YiSu iban demasiado bien como para que ellos lo arruinaran y, proporcionalmente, las cosas con YiSu le aterraban demasiado como para enfrentar a los chicos cuando todo se hubiese arruinado.

Al llegar al taller, YiSu lo abordó enseguida.

—Sácate la ropa.

—¿Ni un café de por medio?

YiSu mostró su cinta métrica entre sus dedos, y le sonrió. —Alguien cumple años en septiembre.

Le fue inevitable no sonreír y sacarse su chaqueta. —Los regalos son sorpresa.

—No los míos. Será un polerón para el invierno.

En ese instante, las cosas estaban bien. Demasiado bien.

Entonces, ¿por qué YiSu tuvo que arruinarlo?

Después, SeungMin sabría que fue él -o ambos- quien lo arruinó, pero en ese instante, en sus pensamientos, él solo podía echarle la culpa a ella.

—¿Se puede saber por qué estás enojado conmigo?

YiSu había cerrado la puerta del casillero de SeungMin con fuerza, tanto que llamó la atención de un par de chicos en el pasillo. SeungMin agradeció de que ninguno de sus amigos estuviese a la vista, aunque no debía de bajar la guardia.

Todo iba de maravilla.

—Sabes lo que hiciste —dijo SeungMin, colocando sus ojos en blanco.

—Tanto que te vengo a preguntar: ¿qué carajos te hice?

Ante el silencio de SeungMin, YiSu lanzó una risa sarcástica.

—¿En serio? ¿Me jodes que te enojaste porque hablé con tu mamá?

—Te involucraste en donde no debías.

—¿En donde no debía? ¿Era culpa mía que no le quisieras hablarle de mí a ella?

—No fue tu lugar salir con ella. ¿Sabes lo incómodo que es eso? —discutió SeungMin—. Mi mamá llega a mi casa y habla de la muchacha encantadora, «amiguita especial» con la cual su hijo sale. ¿Sabes cómo me hizo sentir eso?

—¡No! ¡No lo sé porque nunca sé como te sientes!

—¡Del asco me siento! Involucraste a mi mamá en algo que no debía de por qué hacerlo.

—Oh, vaya. ¿En serio te enfadas conmigo porque hice que tú al fin tuvieras una charla decente con tu madre?

—No dijiste esa mierda-

—¡Sí lo dije! No es una pesadilla de que tu mamá quiera saber con quién te relacionas, en especial con-

—¿Con qué? ¿Con quién? —desafió SeungMin—. En serio, YiSu. ¿Quién mierda eres tú como para involucrarte?, ¿cómo para que mi madre tenga que saber la existencia tuya?

El escupitajo fue tal que SeungMin no notaría que metió la pata hasta días después; pero en ese instante, frente a algunos chicos del salón y una chica rubia de su año con su novio de pelo anaranjado que parecía querer abordarlos por la densidad de la discusión.

—Nadie, tal parece —respondió ella con vehemencia—. Una tonta dramática. Ni siquiera como tu amiga. Eres un imbécil.

YiSu solo se dio media vuelta y bajó por el pasillo, furiosa. SeungMin también lo estaba, en especial porque la muchacha rubia y su novio llavero no parecía quitarles la mirada de encima.

—¡¿Y ustedes qué?! —les gritó.

La chica gesticuló con sus manos. —Solo era por si las cosas se salían de control.

SeungMin volvió a notar que se encontraba en el funeral de la abuela Kim cuando YiSu regresó con Im Kaori. Su prima hablaba de lo rápida y fantástica que YiSu era para arreglar prendas, mientras que su novia tomaba una botella de soju y se servía un poco para diluirlo con refresco.

—¿Por qué te ves para la mierda? —cuestionó MinHo, viendo a la chica beber en seco.

—Nunca he querido golpear a una menor de edad antes —admitió ella en susurro, antes de girarse hacia SeungMin—. ¿Todo bien?

—Me enteré de que tengo un medio hermano —admitió SeungMin, como si fuera un acto surreal.

—Mierda, ¿era el bebé?, tu padre es un bastardo.

—¿Cierto?

—No hables así de tu suegro —le regañó Im Kaori.

—Tu cállate, niña tapioca.

—La familia no te aceptará si te comportas así.

—Iré por otra botella —anunció ella, pasando de los chicos para irse hacia la barra bebestible. SeungMin no creía que le dieran tragos por ser menor de edad, pero si corría con suerte, ¿quién era él para negarle?

—Entonces- oppa —De nuevo, pareciendo que no hubiese un ambiente tenso rodeándolos, SooJin volvió a dirigirse hacia MinHo—. ¿Te gustan las chicas de tu escuela?

Si MinHo hubiese tenido algo en su boca, probablemente lo habría escupido; o eso pudo suponer SeungMin porque sus ojos se abrieron de manera abrupta y la forma no sutil de golpear el suelo con su pie denunciaba algo..

—¿Perdón? —preguntó él.

Ella, sonriendo, se encogió de hombros. —Pregunta inocente.

—¿No deberías de juntarte con los niños de tu edad? —le preguntó SeungMin, hastiado.

—Los niños son unos tontos, yo quiero hombres.

—¡Ja!, ¿y ves a MinHo muy hombre?

—Es lindo —dijo ella con descaro. «Mierda, ¿Qué tan liberales son las nuevas generaciones?»—. ¿MinHo oppa tiene novia?

«Sí», aunque no era novia. Era novio. Y MinHo miraba a SeungMin como si le quisiera vomitar toda la información pero todo estaba limitado por una confianza que él parecía ya no tener en SeungMin.

No debía de tomárselo personal, en verdad. Si lo hacía, SeungMin se sentiría como un niño tonto y caprichoso. No debía de saber todo de la vida de MinHo- él tenía su vida privada.

Sin embargo, algo tan serio como lo era un noviazgo con un chico- no, no solo con un chico, sino con Han JiSung, el novio llavero por excelencia de la escuela, quien parecía estar más al borde de las puertas de la muerte antes de la vida era peligroso.

SeungMin sabía que la llegada de JiSung al grupo sería peligroso y que todo terminaría en catástrofe, era un hecho; no sabía si decirlo porque era una persona ajena al grupo que pertenecía al mismo grupo de matones que los molestaban, o porque el interés antinatural que MinHo tuvo por él conllevó al plan más absurdo y ridículo que alguna vez escuchó.

Y, por alguna razón, pareciera que funcionó.

Sin embargo, ¿cuánto era la madurez que MinHo tenía para sobrellevar esa relación? ¿Tan en serio iban? ¿Por qué MinHo no contestaba con facilidad la pregunta que Im SooJin le hacía, si es que ya era un experto en mantener secretos?

A causa de eso, SeungMin contestó.

Seh, es del pueblo —contó rápidamente—. Es responsable, agradable, y tiene un lindo pelo.

—¿Por qué le dices a ella que tiene un lindo pelo? —recriminó SooJin—. ¿No te conformas con el de tu novia?

—Solo son distintos tipos de cabellos.

En eso, YiSu llegó con otro vaso de jugo y una botella de soju.

—¿De qué hablan? —consultó ella.

—A SeungMin oppa le gusta la novia de MinHo oppa —acusó Im Kaori.

YiSu, dejando el vaso a medio camino de su boca, miró a SeungMin; miró a MinHo; volvió a mirar a SeungMin; y bebió.

MinHo y YiSu pasaron el resto de la tarde intentando animar a SeungMin en absurdas conversaciones mientras todos esperaban ansiosamente la hora del almuerzo para poder irse. A la par que el tiempo pasaba, más gente se asomaba por el salón para poder comer el aperitivo, y no fue hasta las cinco de la tarde cuando al fin el salón se ordenó para poder servir el almuerzo.

—¿No es de mala educación robar comida en un servicio funerario? —consultó SooJin, mientras veía a MinHo y YiSu guardar la comida del coctel en potes de plásticos.

—Podrás opinar cuando tengas la edad suficiente para votar —la calló MinHo.

Con MinHo colocándose a su izquierda y YiSu a su derecha, los tres tomaron asiento frente al padre Kim y a su pareja, junto con el bebé que dormía plácidamente en el pecho de la mujer.

SeungMin no ocultaba su molestia- no, ¿Por qué lo haría?, era demasiado violento para él tener que reencontrarse con la familia que nunca más quiso saber de él y tener que enfrentar repentinamente a su nuevo hermano. Podía sentir el rencor palparle su nuca, y las ganas de gritarles a todos era cada vez más tentadora.

Su padre estaba cómodo con la vida que había formado, dejando atrás aquella que dejó abandonada. SeungMin podría recordarse varias veces que él ya tenía dieciocho, pero la cólera hacia los Kim estaba presente.

Con sutileza, sintió la mano de YiSu bajar por su brazo hacia su muslo, quien con cariño lo presionó y sobó. SeungMin sintió cómo sus sentimientos volvían a componerse y, como muestra de agradecimiento, bajó su mano para poder entrelazar sus dedos con los de ella.

—Ambas manos sobre la mesa —acusó la tía Kim al instante, rompiendo con la burbuja de la pareja.

Eran alrededor de cinco mesas circulares distribuidas por el salón, y una selección de meseros servían la comida por tiempo limitado. SeungMin había notado que la molestia por parte de su tía (quien organizó toda la mierda funeraria) era porque él había llevado a dos personas en vez de una, haciendo que los recursos se acotaran.

—¿Habrá algo que hagamos bien? —consultó MinHo al aire.

—Mantenerse en silencio —opinó la tía Kim.

Si SeungMin hubiese sabido que eso la enojaría, habría llevado a toda la banda junto con los hermanastros de Lily y las enamoradas de HyunJin incluidas.

—¿Me trae también un plato vegetariano, por favor? —pidió MinHo en voz baja a uno de los camareros.

—¿Comerás vegetariano? —le susurró SeungMin.

Nah, le llevo también a JiSung- la mayoría del cóctel tiene mariscos.

SeungMin ni siquiera opinó en voz alta ante eso. Sus labios hicieron una línea, y pensó en la consideración que MinHo le tenía a JiSung era bastante extraordinario.

—Requiero su atención —anunció la tía Kim, levantándose del asiento para ir en dirección a un hombre que presumía ser el abogado de la herencia—. Consumiremos el testamento de mi madre- todo aquel que tenga parte de la herencia tendrá que firmar- y esto se verá diferido entre casas y objetos personales que ella específicamente cedió.

—Tienen... dinero —observó YiSu, impresionada.

—Si tanto dinero tiene tu familia, ¿Por qué mierda ChangBin tuvo que prestarte zapatos? —le preguntó MinHo a SeungMin, aunque sin ánimos de burla—. ¿Tu papá no te da dinero?

La conversación no era para nada sutil- especialmente cuando se hablaba frente a SeungEun.

—«A mis tres hijos les cedo el hogar de Busan; en Gangnam, Seúl; y el terreno ubicado en Incheon con fines corporativos» —leyó el abogado—. «Parte de las acciones de la corporación estarán destinadas a una persona natural definida como sociedad dentro del banco de su preferencia, con fines familiares- al igual que parte de mi jubilación irá a esa sociedad. Ahora, pasando a los individuos...»

Uno a uno el familiar iba a reclamar el objeto dejado por la abuela Kim, que variaba entre vasijas, cuadros y loza de colección que estaba valuado en grandes cantidades de dinero. SeungMin pudo apreciar cómo sus primas recibían parte de la joyería de ella, e incluso la pareja del padre Kim adquiría un lindo juego de collar y aros de perla para su modestia.

Sin embargo, todo terminó yéndose al diablo cuando mencionaron al resto de la familia Kim.

—«Para Kim WonPil, dejo mis rosarios y el hangbok de mi difunto marido, para poder disfrutarlo en los momentos de su boda de alguna esposa que al fin pueda establecerse en su vida...»

—Alto —la tía Kim detuvo al abogado, revisando la fecha correspondiente y mirando parcialmente a SeungMin con pena—. Esto es del 2016- ¿La mamá no hizo uno hace poco?

—Y yo qué sé —el tío Kim, que ya estaba bastante tomado, se encogió de hombros—. Tú has estado buitreando alrededor de ella desde que quedó postrada. ¿No le viste lo que escribió?

—¿Algo para Kim SeungMin? —preguntó la tía Kim al abogado—. ¿Menciona a Kim SeungMin?

El abogado, revisando los documentos hoja por hoja, terminó negando con lástima. —Ella no lo mencionó.

—Fantástico- y fui yo el que se mantuvo con vida —comentó SeungMin con sarcasmo.

—Si la hubieras visto tal vez pudo haberte recordado —le espetó el tío Kim.

—Perdón- se me olvidó que era la responsabilidad de un idiota de quince años buscar a su familia —terminó por decir, sintiéndose repentinamente ansioso.

Rápidamente YiSu le tomó de la mano. —¿Quieres irte?

—Por favor.

—MinHo, la comida.

—¡A la orden! —exclamó MinHo, finalmente dejando ir el mal augurio que le tenía a la familia paterna de su amigo.

—No, alto —SeungEun detuvo a los tres chicos, alzando sus manos—. No te puedes ir, SeungMin, aun-

—¡¿Aun qué?! —SeungMin le gritó—. ¡He esperado todo el jodido día para algo! ¡Cualquier cosa! ¡Inclusive un mísero regalo del testamento!

—Puedes quedarte con las cosas de WonPil —ofreció la tía Kim—. Y puedes-

—¡¿Qué más puedo?! —SeungMin miró al resto de los invitados, sorprendido de cómo lo miraban como si él estuviese loco—. ¡Incluyeron a WonPil en la lista! ¡¿No les parece eso psicótico?! ¡Él lleva más de tres años muerto! ¡¿Y saben qué más también lleva muerto?! ¡Mi relación con ustedes! ¡¿Por qué carajos me trajiste?! —SeungMin se dirigió a SeungEun—. ¡¿Para restregarme tu nueva familia?! ¡¿Para que me demostraran que pudieron avanzar mientras yo estuve todo este tiempo miserable?! ¡Pues déjenme decirles que están equivocados, porque ayer tan pronto como supe de que la vieja estaba muerta, con mi madre abrimos una botella de champagne!

—Tío, suelte el pollo —MinHo discutió con un viejo borracho en el fondo.

—¡¿Puedes dejar de ser falta de respeto?! —espetó la tía Kim—. ¡Te invitamos al funeral porque era tu abuela!

—¡Esa vieja no era mi abuela! ¡Y su jodido bastón debería de ser mío por todas las veces que me golpeó con él! —SeungMin le gritó—. ¡Todos ustedes me dejaron tan pronto como WonPil murió! ¡Y fingieron que esa relación no era deshonrosa! —apuntó a la novia de su padre—. ¡Espero que todos se vayan a la jodida mierda, carajo! ¡No me merezco esta familia, porque la que ya tengo me espera en casa!

Era la primera vez que SeungMin sentía que perdía la compostura de una manera tan maniática que ni él podía entenderla. No era de gritar demasiado, y aun así sentía que su voz se desgarraba con un orgullo inminente al ver el rostro de sus familiares que voluntariamente lo dejaron de lado.

SeungMin salió del salón tan rápido como pudo, y YiSu con MinHo lo siguieron de cerca apenas con la comida en sus brazos y las botellas de soju robadas.

—¡SeungMin! —gritó SeungEun, a medida que los chicos se ponían sus zapatos fuera del salón—. ¡SeungMin, no te lo tomes personal!

—Ouh, que hipócrita —le susurró MinHo a YiSu.

En el pasillo donde otras familias de otros muertos se encontraban, miraron con curiosidad a los tres chicos cargando comida siendo llamados por el hombre de mediana edad que, a medida que se acercaba a ellos, parecía mucho más cohibido.

—¡¿Qué?! —cuestionó SeungMin. Estaba rojo de la ira, y no esperaba nada de él—. ¡No me lo tomo personal, simplemente no tengo paciencia para esto!

—Hablaremos con el abogado- puedes quedarte con los rosarios y el hangbok-

—¡Papá! —le cortó SeungMin—. ¡Lo mínimo que te pedía es que me llamaras pidiéndome disculpas! ¡No que me dijeras que mi jodida abuela se murió! ¡Adiós!

Y, manteniendo su elegancia, SeungMin se inclinó hacia él y terminó por encaminarse para salir del hospital.

—¿Me deja con SeungMin el dato del servicio de la comida? —preguntó MinHo—. Mi abuelo está a punto de irse- y sería genial tener comida como esta-

—¡MinHo! —chilló YiSu, terminando por jalarlo para seguir a SeungMin.

Después de una estrepitosa caminata hacia algún punto sin orientación, los chicos terminaron por derrumbarse en los asientos afuera de una tienda de convivencia. Se mantuvieron en silencio por un momento, en la espera de que la respiración de SeungMin se calmara junto con la bruma emocional que lo llevaba atrofiando en su pecho.

Estaba descontrolado, igual de enrabiado que en el funeral de WonPil. La muerte y el hospital no parecía ser su mejor amigo, e inclusive pensó si es que era culpa suya por reaccionar de esa manera tan desbordante. No obstante, para alguien tan orgulloso como él, el romper en ira era más aceptable que romper en llanto. Aun cuando era todo lo que quería hacer.

En el intertanto, MinHo envió un mensaje con su ubicación a HyunJin y JiSung para que alguno lo pasara a buscar artes de pasar a Sinchon; al ver el mensaje enviado, rio.

—Le pidieron el auto a Don Seo —informó MinHo—. No aprecian su vida.

—¿En serio? —SeungMin habló—. ¿Cómo es que no aprecian su vida? Son increíbles.

—Sabemos que somos increíbles, no es necesario tanto el halago —le dijo MinHo—. Pero lo que importa aquí es que le pidieron el auto a Don Seo.

No supo por qué, pero el pensamiento de que alguno de los chicos debía de inclinarse para pedirle el auto a Don Seo le hizo reír. Y lo que comenzó con carcajadas, hizo que el chico terminara soltando un par de lágrimas de frustración, que corrían silenciosamente por sus mejillas y que ni siquiera se molestaba por secar. Se apoyó en sus rodillas y, con sus manos, se tapó sus ojos.

—¿Estás bien? —preguntó MinHo, mientras YiSu rodeaba uno de sus brazos los hombros de SeungMin y se apoyaba en él—. Tu familia es una mierda.

SeungMin se encogió de hombros y se destapó el rostro. —Siempre hay peores. No quiero que me afecte más de lo debido. Tampoco quiero hablar de eso.

YiSu le dio un beso en el hombro y se apoyó en él. MinHo mantuvo la mirada en su amigo, intentando sonreírle con animosidad sin mostrar las falencias de su preocupación carcomerlo por dentro.

—Voy por algo adentro —informó MinHo.

SeungMin esperaba la huida, pero a diferencia de su padre, MinHo era un buen chico. Al verlo al interior del local, SeungMin se limpió su lágrima con el dorso de su mano.

—¿Cómo es posible que esto pase? —se preguntó en voz alta—. Solo tengo dieciocho- los acabo de cumplir. Me da miedo que este tipo de penas me acompañe por el resto de mi vida cuando sé que proviene de gente tan innecesaria.

—Es que están todos los elementos vinculados —lamentó YiSu, sin apartarse de SeungMin—. Tu hermano, tu padre, tus relaciones. Todo se ven conectados, lamentablemente. Te será imposible no pensar en uno sin el otro.

—Copulativos —intentó bromear—, todos codependientes... Mierda, inclusive ahora. El día en que la banda se presenta en el busking y- y nosotros venimos de un asqueroso funeral...

YiSu se movió de SeungMin para, con amabas manos, tomarle el rostro y hacerlo que le mirase a la cara.

—Escucha, entiendo que esto es doloroso para ti, pero no puedes perder el foco, ¿entiendes? Todo esto pareciera como si fueses en bajada y con un montón de elementos en contra, pero, ¿recuerdas cómo te querías largar del pueblo? ¿Porque ahí dolía? Ahora sabes que dolerá en todas partes, y que, como con lo de WonPil, vas a tener que resignificar.

—Resignificar —repitió SeungMin.

—WonPil ya no duele tanto cuando le hablas, ¿cierto? —SeungMin asintió—, y en un futuro el Busking no dolerá. Le tienes que dar el tiempo para que resignifiques.

—No entiendo nada de lo que me dices —prometió SeungMin.

YiSu chasqueó su lengua, nerviosa por no saber cómo consolarlo.

—Lo que quiero decir- y que probablemente lo estoy dando a entender para la mierda, es que..., entre tus gritos a la familia de tu padre, se te escapó que en casa tenías una familia —repitió—. Y creo que..., creo que debes de enfocarte en eso. En la familia que tienes en casa.

¿Cuál era esa familia? ¿El fantasma de WonPil? ¿Su madre? ¿La banda? ¿YiSu?

«¿Por qué debo de limitarla?», se preguntó SeungMin, mientras soltaba un suspiro. Si de algo tenía en común con sus amigos, es que todos tenían un nivel de ruptura en su interior que los hacía ser lo que eran.

Con la mano de YiSu en su mejilla, tuvo el último recuerdo frente a sus ojos en la espera de que los chicos del pueblo llegaran a buscarlos.

Era octubre, estaba comenzando a hacer frío, y estaba de mal humor.

—Llegaste más temprano que de costumbre.

SeungMin dejó sus zapatillas en la entrada, luego de una tarde con la banda, un poco asombrado de ver a su madre en el sofá.

—Tú igual —le dijo SeungMin.

SaRai palmeó el asiento a su lado, y SeungMin, con incomodidad, tomó asiento. Ambos se quedaron callados por un instante viendo el televisor, con su madre haciendo un nuevo tejido a palillos.

—¿Cómo está esa chica? —preguntó SaRai.

SeungMin bufó con molestia. —Nada. Ya no hay nada.

—¿Cómo que no hay nada?

—No hay. Nosotros... —SeungMin ni siquiera podía ponerlo en palabras; le apenaba bastante—, terminamos. O algo así.

—¿Por qué?

—¿Qué importa? Ya terminamos.

—¿Tiene algo que ver que me la haya topado y la haya invitado a comer?

—No, claro que no —SeungMin respondió con sarcasmo—. ¿Por qué eso debería de ser un problema?

—SeungMin.

—¿Qué?

—Si no me comunicas qué es lo que te pasa, no puedo ayudarte a resolverlo.

—Vale, ¿por qué necesitaría tu ayuda? —espetó, molesto—. Hemos estado bien este último tiempo, ¿no te parece? ¿Por qué te involucraste en mi relación con YiSu?

—No me involucré-

—¡Sí lo hiciste! ¡Nunca hablábamos! ¡¿Por qué de repente te interesó lo-que-sea que hubiese tenido con ella?!

—Porque eres mi hijo, SeungMin. Me importa saber con quién te relacionas.

—Ah- no diga tonterías. A nadie le importa esas cosas.

—SeungMin-

—Además, ya no importa. Todo terminó con ella.

—¿Cómo? Te veías tan bien-

—Porque ya no importa, mamá. Ya fue lo-que-sea que fue con ella.

—¿Por qué?

—¡Porque! ¡Porque es probable que todo sea un fracaso! ¡Por esa razón no debía de conocerte!

SaRai miró a SeungMin por primera vez en lo que él consideró que fueron años en los que demoró en ser tomado en serio, o porque, de la misma manera en la que en su momento esperó a ser llamado, también esperó a ser visto.

Sin saber por qué estaba frustrado, SeungMin apoyó su cabeza en el respaldo del sofá.

—Fui expuesto- humillado- vulnerado —soltó SeungMin, finalmente—. Todo el mundo sabía que WonPil había muerto, menos yo. Todo el mundo sabía que Hana me engañaba, menos yo. Dos de las cosas más importantes que me pasaron todas las personas las supieron antes que yo y- y ni siquiera creo que esas fueron personas reales —se explicó, dificultoso—. No pude hacer nada ante eso, y me sentí tan humillado porque la ignorancia que tenía me condenó tanto que- ¿qué tal si con YiSu es lo mismo? ¿Si ella me engaña o hace otra cosa? ¿Y si al final no logro nada con ella? ¿Y si pierdo la- la bizarra amistad que tuvimos? ¿Qué hago si fracaso?

—¿Sientes miedo por algo natural?

SeungMin miró horrorizado a su madre.

—¿Cómo que «algo natural»? —chasqueó su lengua—. Por eso no quería hablarte. Sabía que no-

—SeungMin —interrumpió SaRai, cansada. Colocó sus piernas sobre la mesa de café e, imitando a SeungMin, se inclinó hacia atrás—. No puedes sentir miedo de algo tan natural como lo es relacionarte con alguien, independiente de cómo crees que resultarán las cosas. Esas son solo efectos de la ansiedad.

—¡Pero...!

—Tu amiga me agrada, es demasiado linda y atenta contigo. Si ella te llega a engañar, bueno, son cosas que lamentablemente no puedes controlar- al igual que las probabilidades de que tú la engañes. Todo va de la mano con cosas que no puedes controlar- como la humillación, la vulnerabilidad y, por supuesto, la muerte.

Y, como si fuera la cosa más estúpida que alguien pudo pronunciar alguna vez, SeungMin se tapó los ojos.

—¿Y por qué no podemos evitar la muerte?

Luego, muchos meses después de esa conversación, inclusive más del día del funeral de la abuela Kim, SeungMin habría podido evitar la muerte bajo el mismo temor y cuestionamiento. Pero ahora, solo era una pregunta vacía que solo pesaba para aquellos que la existencia de alguien había dejado un vacío tremendo en su corazón.

La conversación con su madre no fue tan fructífera como habría querido, y era probable que fuese una de las charlas más cercanas que tendrían luego del fallecimiento de WonPil. SeungMin no sabría cómo sobrellevar la emotividad frente a su madre, y en los días siguientes estaría más confuso que nunca.

Hasta que, un día en la escuela, visitó el ala vieja de la escuela para poder hablar con YiSu. Ella no estaría en su taller, pero vería el diseño de un polerón sobre un maniquí que ella había tenido intenciones de regalarle. SeungMin deseó no ser carcomido por aquella imagen, pero sus miedos e inseguridades ya lo estaban agotando.

A causa de eso, regresando a casa después de una tarde en el garaje de MinHo donde él se quejaba del novio llavero, por alguna razón, llamó a ChangBin por teléfono.

—ChangBin, hombre. ¿Me llevas tu guitarra mañana? La usaré para el almuerzo... ¿Qué si necesito la uñeta? No, ¿para qué?, la tocaré con los dientes- ¡Por supuesto que necesito tu uñeta!... Que sí, que sí, que no te la perderé. Promesa. ¡Gracias, hombre!

. . .

SeungMin se despertó por el ruido de la campana del pasillo del llanto, con, valga la redundancia, varios chicos llorando. Demoró en poder orientarse- estaba demasiado cansado.

—Mi amor, necesito escribir en las piernas.

SeungMin se alzó del regazo de YiSu y se sentó a su lado para buscar en el bolso de su novia una botella de agua, mientras, YiSu se subía su falda y se escribía en sus muslos fórmulas matemáticas que ella aseguraba que se le olvidarían.

Era miércoles. Última semana de clases. Examenes nacionales.

Su estómago estaba hecho un nudo, incapaz de poder decidir si es que el alivio estaba más cerca de sus manos. Los estudiantes que habían salido de sus examenes y se preparaban para el que rendirían dentro de dos horas más, el cual, al ser de matemáticas, los alteraba más.

—Imposible. Estás equivocado.

—¿Cómo voy a estar yo equivocado? ¡Yo recuerdo perfectamente lo que leí!

—¡Tú no lees, MinHo!

—¿Qué apostamos?

—Un encierro en el casillero.

Unos casilleros más adelante, frente a ellos, SeungMin vio a MinHo y a JiSung llegar al casillero y buscar entre los textos vacíos de MinHo la respuesta que ellos buscaban.

—Bien- Miguel de Cervantes era un autor moderno —dijo JiSung.

—No. Él no era moderno. En las alternativas estaba el imbécil de Franz Kafka- él lo era.

—Veamos qué dice el texto, idiota.

SeungMin y YiSu centraron su atención en ellos- bueno, no es como si fuera imposible, a sabiendas de cuán centrista estaban siendo por su discusión. JiSung abrió el texto de estudio de MinHo de literatura y, tras varios momentos, sonrió.

—¡Ajá! ¡Miguel de Cervantes! —apuntó, victorioso.

—¡Ahí dice Franz Kafka!

Ambos chicos callaron y se miraron, pálidos. Demoraron otros momentos en saber lo que se referían.

—Recuerdo que estaba la alternativa «D» —dijo MinHo—, «ninguna de las anteriores».

—Por supuesto que era esa —JiSung cerró el libro, frustrado—, si ninguna alternativa tomaba a ambos...

Pasaron cinco segundos exactos antes de que ambos se comenzaran a jalonear al interior del casillero.

—¡Tú perdiste!

—¡No, tú fuiste el que perdió!

Un sentimiento se posó en el pecho de SeungMin, sintiéndolo horrible en ese instante. Después de ver a MinHo deprimido por tantos meses, notar una sonrisa y carcajada salir desde lo más interior de él cuando JiSung, gracias a su fuerza, logró encerrarlo en el casillero y colocar su espalda en la puerta para impedir que saliera, le hizo a SeungMin sentirse conmovido.

—¡Déjame salir! —MinHo golpeó desde el interior del casillero—. ¡JiSung! ¡No he limpiado esta mierda desde que me la pasaron!

—¡Una pena!

JiSung también reía, y pareciera intentar apaciguar su risa tapando su boca con la manga de su polerón. SeungMin lo reconocía- era el suyo, y pareciera que era el favorito de JiSung.

—No son sutiles —YiSu comentó, capaz de leer la mente de SeungMin.

—¿Ellos conocerán esa palabra? —SeungMin se inclinó y se apoyó en el hombro de ella—. Tengo la teoría de que no. Nacieron con esa discapacidad.

—Problemas para entender normas sociales —completó—. ¡Oh! Tenías razón, son psicópatas.

—¿Cuándo me he equivocado?

—¡JiSung, te voy a matar! —MinHo aun gritaba dentro del casillero.

SeungMin se fijó en el silencio, y esta vez fue su turno de leerle la mente. —Deja de estar melancólica por ellos.

—No estoy melancólica —se apresuró en decir, y disimuló su lástima anotando las fórmulas en sus piernas. No obstante, enseguida se detuvo y miró a SeungMin—. ¿Es que no te causan nada?

—Asco.

—Hablo en serio. Digo- fueron tan dramáticos —YiSu volvió a dirigirles la mirada—, y- no sé, recuerdo una vez que con MinHo hablamos de..., bueno, le hablé de cómo me gustaste y esas cosas raras. Yo asumo, por las fechas, que él ya estaba enamorado de JiSung.

—¿Cuándo demonios fue eso?

—Cuando me ignoraste mi «te amo» —le sonrió con burla—. Con MinHo hablamos sobre cómo demonios terminé con alguien como tú, y en ese tiempo no conocía mucho de MinHo, pero por la forma en la que se abordó y me dijo que estaba pensando mucho en alguien, era notorio que era JiSung —aludió con su cabeza a la discusión a gritos que aun continuaba el dúo—. Le había dicho que contigo todo estuvo claro.

—¿Estuvo claro? —SeungMin recordaba sentir más pánico que otra cosa. ¿No vivieron lo mismo, acaso?

—O sea, no lo estuvo. Pero... —SeungMin vio a YiSu bajar su falda y sonrojarse—, no sé, hablo tonterías, pero yo te veía en distintas escenas, en distintos momentos antes de que te me declararas, y mi pensamiento de querer seguir lo-que-sea que hacíamos porque había algo desde el estómago que me llevaba hacia ti se me era... se me era lindo. Y, como le dije a MinHo, yo miro hacia atrás y me doy cuenta de que todo estaba ahí para llegar a este momento, porque todo era obvio.

SeungMin se sorprendió del nerviosismo de YiSu, en especial cuando ella le tomó de la mano para entrelazar sus dedos.

—Y cuando los veo a ellos —se dirigió hacia la pareja del fondo—, era notorio que era así. O sea, cada interacción, momento y drama que tuvieron- si hubiésemos sido nosotros en esa situación, era una clara señal que terminaríamos juntos. No obstante..., tampoco quiero ponerme en el lugar de ellos —YiSu volvió a mirar a SeungMin, y sintió cómo era contagiado por el mismo nerviosismo—. No estoy segura de haber sobrellevado la situación como MinHo lo hizo si el que se hubiera ido fueras tú.

SeungMin no había pensado en eso, en realidad. No creía que debería porque a primera instancia la huida de JiSung tenía un contexto que se alejaba de ellos dos, junto con el secretismo de la relación homosexual que ambos chicos llevaban que generaba una culpa y remordimiento mucho más intensa.

No obstante, la sinceridad de YiSu en escena le hizo también caer en cuenta de las cosas. Tal vez SeungMin no se habría escapado de casa, pero se pudo haber encerrado en su propia mente y haberse incapacitado de tener las experiencias que en el último tiempo había vivido, como también no habría tenido las expectativas de querer estudiar algo en Seúl. Consideraba que las situaciones que caían en su lugar solo eran benditas por el tiempo, y creía que por primera vez todo fue un efecto de suerte de poder haber llegado a donde estaba ahora, con su mano entrelazada con YiSu.

Ella, avergonzada, se soltó de SeungMin y comenzó a aletear sus manos frente a sus ojos. —¡Ay! Ignórame. Solo estoy melancólica por todo esto. Tampoco es como si fuera el fin del mundo. Solo estoy feliz por ellos.

—Te conmueves muy rápido —concordó SeungMin.

Aun así, él se levantó con cuidado del suelo y le tendió la mano. YiSu, sin entender, la alcanzó y fue rodeada por un brazo de SeungMin, apegándola a su pecho.

—Aun queda un rato antes del siguiente examen. ¿Vamos al taller? —ofreció él, con su boca pegada en el cabello de la chica.

—Creo que Rena y ChangBin están ahí.

—Podemos echarlos. No tengo problemas con eso.

YiSu asintió, y sin dejar de rodearla, ambos caminaron por el pasillo del llanto.

—Ridículos —MinHo insultó, cuando pasaron frente a él y JiSung.

—Se le llaman «privilegios» —correspondió SeungMin sin mirarlos.

MinHo le lanzó un par de insultos a su espalda, y SeungMin sonrió.

—¡Tú no tienes corazón ni empatía por tus hermanos, hijo de puta!

—¡MinHo, cállate! —espetó JiSung, con su cara tapada por la risa.

Daba igual si SeungMin era melancólico desde nacimiento porque la madre de SaRai falleció el día en que él nació. Había pequeñas gotas en la melancolía que podía acoplarlas en su vida y, gracias a la tristeza predeterminada, podía ver un poco de felicidad en aquello que oscurecía.

Originalmente toda la escena del funeral de la abuela kim (no las memorias) iban a estar en el capítulo, pero resultó tan largo que decidí mejor cortarlo, aunque la escena dejó el espacio perfecto para hacer esta reminiscencia de mi personaje favorito (y no pq ame a seungmin, no, no).

Me habría gustado haber abarcado más, pero la verdad es que ya fueron 20k palabras. Creo que ya conté suficiente.

Este extra está dedicado a la jisungpapas en twitter por su intensidad, a leeminhoring porque se hizo los tatuajes en el cuello de minho, y a ustedes.

Espero entregar el último extra antes de fin de año. Les amo<3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro