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7. La música suena mejor contigo

La música suena mejor contigo

Canción:

Let me live; Queen

—¿Por qué tenemos que estar acá?

—¡Es navidad!

—Dentro de siete semanas —gruñó Felix, mientras se abrazaba a sí mismo. No le gustaban los lugares concurridos.

—Lo que hace el capitalismo... —suspiró ChangBin a las espaldas de MinHo, con pésame—. Desde que esta galería llegó al pueblo, no ha hecho más que afectar económicamente en los ingresos de las tiendas locales.

—Bueno, si tanto te importan las tiendas locales, ¿Qué haces aquí? —le preguntó SeungMin, acomodándose sus gafas aún sin apartar la mirada de la nueva Galería Comercial que tenía el pueblo.

—Vi unos aretes para mi hermana hace poco y-, bueno, también se peleó con la señora que trabajaba con cobre —contestó avergonzado.

—Demasiado justo —le dio la razón MinHo—. Esa vieja es un dinosaurio. Su perro una vez me orinó mi bicicleta.

—¿No vamos a entrar? —preguntó YiSu con impaciencia, irrumpiendo el aire dramático que los cuatro chicos estaban teniendo.

Y para qué juzgarla, porque el otoño se estaba acabando lo que significaba que el frío estaba posándose de manera irresistible; ahora perfectamente podían estar haciendo diez grados, y mientras YiSu se encontraba abrigada hasta el cuello y seguía sintiendo frío, los otros cuatro chicos parecían realmente entretenidos viendo como la galería estaba llena de gente a causa de las compras navideñas.

Era pasado del medio día, por lo que la gente también pasaría a comer por el patio de comidas. Perfectamente el grupo pudo haber ido en otra hora, pero el tonto de Felix estaría castigado a la tarde. (—¿Cómo puedes predecir que serás castigado? —Salí sin permiso, y se me olvidó descongelar la carne)

Se habían encontrado con YiSu por mera casualidad, y no es algo que al grupo le molestase (en especial a SeungMin), sin embargo, MinHo se sentía un poco invadido porque quería pasar la tarde comprando embarazosos regalos para sus padres, no pasar viendo como SeungMin babosea por ella.

—Bueno —lideró MinHo, tomando las muñecas de ChangBin y SeungMin con sus dos manos—. Al abordaje, muchachos.

Como era de esperarse, el interior estaba lleno. La estructura de la galería era de dos edificios con forma de caracol que alcanzaba los cinco pisos, con rampas para poder desplacerse mejor; y este último efecto hacía que fuese realmente complicado transitar por la galería, ya que tuvieron que subir por los dos primeros pisos del ala oeste en fila india pegados al barandal para no chocar con las personas.

—¡Tienda de ropa para bebés! —apuntó ChangBin.

Los cinco se hicieron paso entre el mar de gente para ingresar a la tienda, el cual corrían con suerte de estar poco transitado.

—No me demoro —avisó YiSu, yendo a la sección de ropa para bebes mujeres.

MinHo miró como SeungMin seguía a la chica con la mirada, bastante encandilado. Compartió una mirada burlesca con ChangBin y Felix antes de pasar su brazo alrededor de los brazos de SeungMin y silbar.

—SeungMin, hijo mío... —empezó MinHo con el mismo acento que su abuelo usaba para hablar sobre la guerra—. Los bebés son la maravilla del nuevo mundo, pero no son agradables tenerlos. Es mejor paja en mano que papá a los quince-

—Eres un idiota —interrumpió SeungMin. Gracias al gorro y a la frondosa bufanda de lana que traía podía apaciguar la evidencia de su vergüenza y de su sonrojo—. Apenas tengo diecisiete.

—Y mis padres también lo tenían.

ChangBin también paseó por los aparadores revisando zapatos de bebé, e incluso se los mostró a Felix en signo de burla. SeungMin frunció los labios ante eso.

—¿Qué espera?, ¿Casarse y tener hijos con él? —murmuró SeungMin. Por la impresión de MinHo, pareció como si hubiese estado pensando en voz alta.

—¿Eh? —le miró MinHo, desconcertado.

—Nada —negó en seguida SeungMin—. Nunca pensé que a ChangBin le gustaban las cosas de bebé.

—Desde que nació su sobrino ha sido suave con eso —se encogió de hombros, sin darle mucha importancia—. No es la gran cosa, hombre, ¿En qué te molesta?

—La gente lo está viendo raro —susurró.

MinHo miró a las pocas personas presentes, una madre e hija murmuraban al ver a ChangBin y Felix conversar animadamente con zapatos de bebé en mano. Frunció el ceño ante eso, porque la verdad no había nada extraño o maculado en la interacción de dos chicos. En especial cuando YiSu se unió a ellos para conversar con el mismo tono de ternura.

—Por favor, hombre —dijo MinHo de nuevo—. Son adolescentes. No entiendo...

Pero SeungMin solo bufó, dejando a MinHo colgado con la duda.

Para cuando llegaron a la segunda tienda, esta se encontraba un poco más llena y con un aforo específico, por lo que SeungMin, ChangBin y Felix ingresaron dejando a MinHo y YiSu cerca de la baranda.

—Eh, ¿Para quién es la ropa? —preguntó MinHo con cortesía, antes de que una idea se posara en su mente—. ¿Eres mamá?

Ella lo miró sin creer lo que decía, y sacudió la bolsa. —Es para mi media hermana menor.

—Oh, no sabías que tenías.

—Recién nacida del lado de mi papá. Creí que sería cortés de mi parte llevarle un presente cuando los vaya a ver para las fiestas —explicó mientras sonreía—. ¿Qué harás tú para las fiestas, MinHo?

El pelinegro pudo sentir la diferencia de escuchar su nombre de los labios de JiSung con los de YiSu, y no sabía cómo enfrentarse a eso.

—Estaré en el pueblo —contestó rápidamente, esperando pasar desapercibido el sonrojo de sus mejillas—. No tengo mucha familia más que mis abuelos maternos y mis padres- y mis abuelos también viven acá. Mis tíos son de las costas y los vemos de vez en cuando.

—Ah, Entonces, ¿Ves a menudo a tus abuelos?

—Almuerzo con ellos todos los domingos.

—SeungMin me acaba de contar que pasas los domingos con HyunJin—

—Corrección- debería; no es divertido escuchar traumas de la guerra de Corea —admitió, antes de volver a imitar el acento—: en mis tiempos usábamos a las mujeres de esclavas y nos comíamos a sus bebés no deseados.

—Encantador —comentó ella—. Mi abuelo es igual- tengo una máquina de coser en mi dormitorio y él se sienta en mi cama, me ve coser, y me cuenta cómo una vez vio a un hombre ser amputado con esa máquina.

MinHo rio, encontrando divertida la historia de ella y cómo no parecía incómoda con su presencia.

«Yep, es agradable.»

—Estrés post traumático, ¿Eh? —dijo MinHo.

—Obvio- y a veces me lo contagia, ¿Crees que llegue a desdoblarme y vivir la guerra de Corea?

—Espero que no engañes a SeungMin, porque eres agradable.

YiSu quedó callada. Al igual que antes, abrió sus ojos y cerró su boca de golpe.

—Mierda- ¿Pues qué pregunté? —consultó ella.

MinHo soltó otra carcajada- mucho más grande que la anterior, y con total confianza palmeó la cabeza de ella.

La siguiente tienda fue la librería, donde no corrieron con tanta suerte. Estaba tan llena de gente que no terminó siendo de sorpresa para MinHo encontrarse con Yuna en su interior; el pueblo era realmente pequeño.

—¡Hola! —saludó ella, complacida de encontrarse con él.

El encuentro fue tan repentino que hizo a MinHo congelarse en la entrada, provocando que SeungMin, ChangBin y Felix chocasen con él.

—H-hola —saludó MinHo nerviosamente. No la había visto desde el día en que la suspendieron, y pasó toda la semana sin verla por eso.

Recordó su conversación con SeungMin el domingo pasado, donde este le proponía la idea de que tal vez gustaba de ella. Sin embargo, sentía sintiendo una barrera emocional hacia ella que no le hacía sentirse como SeungMin le había descrito, por lo que solamente le sonrió—. ¿Cómo estás?, no te he visto desde que te suspendieron.

—Me adelantaré —informó Felix, entrando más a la librería, seguido del resto.

Yuna y MinHo se apartaron un poco de la entrada para dejar a la gente transitar. —He estado bien —respondió ella—. El castigo fue severo. No pude ver a JiSung en toda la semana. ¡Pero ya estamos bien!

MinHo ensanchó la sonrisa cortésmente. —Así me contó JiSung. ¿Estás con él?

Ella apuntó hacia el interior de la librería. —Dijo que estaba buscando algo para regalarse. Un libro de astronomía o algo así.

—Está en el club —agregó.

Yuna volvió a asentir. Los grandes ojos cafés de ella estaban perpetuamente en la presencia de MinHo, haciéndolo sentir más incómodo que nervioso. —Como sea, JiSung me contó que tuvo una semana genial con tu grupo.

«Semana genial.» MinHo pudo sentir como su pecho burbujeaba.

—Sí- digo, se encontró con ellos causalmente y pareció que lo adoptaron —contó con gracia—. Incluso el viernes se quedó a ver una película con nosotros después del ensayo.

Lo noté —dijo con falsa amargura en su tono de voz—. Ese día podía verlo, él nunca llegó.

Oh, lo siento.

No importa —de nuevo, Yuna lo deslumbró con su sonrisa—. Hannie también me contó que le harás tutorías, ¿Cómo es eso?

«¡Ah!»

—Si, tutorías —recordó MinHo—. Aunque... Uh, no nos pusimos de acuerdo.

«De hecho, cuando estuvimos en la casa de Felix, JeongIn acaparó a JiSung por completo.»

—Vaya, eso sí me parece mucho más lógico —canturreó la muchacha, balanceándose sobre sus talones—. Ya decía yo. No me parecía coherente que JiSung te enseñase cuanto tú eras un genio.

MinHo hizo el ademán de sonreír, pero apenas y asintió. —Bueno, él es inteligente.

—No tanto como tú —mencionó, soltando un suspiro—. JiSung quiere entrar al salón avanzado, pero él se esfuerza tanto y hay veces que no le resulta... Llega a dar pena a veces.

Frunció el ceño ante los dichos de Yuna, sintiéndolos un poco vacíos y huecos en su máxima expresión.

—Él es bastante aplicado, además de listo —defendió.

—Entonces, ¿Por qué recurre a ti para que lo ayudes?, no me malinterpretes, no está mal pedir ayuda, es solo que..., no sé, no capto a JiSung por completo.

Se silenció ante eso; las palabras quedaron atrapadas en su garganta sin saber muy bien por qué entraría en terreno de discusión con Yuna por algo que JiSung estaba haciendo.

Sin embargo, cuando MinHo iba a responder, JiSung apareció entre los aparates con una bolsa de papel en mano.

—Listo —él estaba sonrosado y nervioso, tanto que no se había dado cuenta de la presencia de MinHo—. ¿Nos podemos ir?, estoy un poco nervioso.

—Hola, JiSung —saludó MinHo, con más desánimo.

JiSung levantó la mirada de la chica hacia él y le entregó una gran sonrisa. —¡Hola!, ¿Cómo estás?

—Estábamos hablando de las tutorías que MinHo te daría —contó Yuna, omitiendo por completo la falta de estima que ella le tenía a su propio novio—. Es impresionante, ¿No lo crees?

JiSung asintió un tanto incómodo. —Sí, eh- nunca nos pusimos de acuerdo.

—¿Te parece que vaya más tarde a tu casa? —preguntó MinHo al chico—. Ya sabes- necesito prepararme un poco porque no puedo vomitar información de la nada.

Pero antes de que JiSung pudiese contestar, Felix apareció en el campo de visión, saltando hacia la espalda de JiSung para abrazarlo. —Hi, mate!

—Está llenísima esta cosa —murmuró SeungMin llegando hacia ellos, con YiSu abrazando su brazo—. Oh- hola...

—Woah, no sabía que estaban acá —les dice JiSung a los chicos—. Si que está llena la librería.

—¿Qué tal si vamos al patio de comidas? —dio la idea ChangBin, apegándose también a la espalda de Felix por los empujones que la gente daba—. Y nos despejamos un poco de esto.

—No sé si es una buena idea —murmuró JiSung.

—Uh, todavía falta mi regalo —dijo MinHo al mismo tiempo.

Yuna intercaló sus miradas entre MinHo y JiSung, y abrió su boca en un perfecto O. —Oh, JiSung se pone nervioso con las aglomeraciones. —Informó.

—Estoy bien—

—Dividámonos en equipos entonces —dio la idea YiSu,

—Voy con JiSung a la pastelería que está en la esquina —dijo Felix, tomando al chico del brazo. MinHo podía jurar de que ambos se encontraban verdes—. ¿Alguien se une?

—La gente también me está poniendo nerviosa —opinó YiSu mirando a SeungMin—. Me voy con ellos.

—Te acompaño.

MinHo agarró en seguida la muñeca de ChangBin. —Somos tú y yo, camarada.

—Y yo, tengo que comprar mis cosas —levantó la mano Yuna, mirando a JiSung—. ¿Estarás bien?, lo siento, ¿Quieres...?

—Solo quiero irme —interrumpió JiSung.

Felix jaló a JiSung hacia la salida, seguido de YiSu quien agarraba de la chaqueta a JiSung y a SeungMin quien la tenía tomada de la mano, dejando a los tres chicos restantes mirándose las caras.

MinHo enfocó su vista en ChangBin, y este le correspondió la mirada. Empezó a fruncir los ojos lo suficientemente notorio como para enviarle un mensaje.

«Ni se te ocurra dejarme a solas con ella», expresó en su mirada.

ChangBin, burlesco, sonrió. —Bien, ¿Cuál es nuestra siguiente parada?

A beneficio de MinHo, el resto de la compra no fue tan incómoda.

—Polerones, porque joder, me estoy muriendo de frío —contesta MinHo para aligerar el ambiente, mientras se abraza a sí mismo.

—Eres el único que sale con camiseta y parca en pleno invierno —le regaña ChangBin, empujándolo suavemente.

—En retrospectiva seguimos en otoño —contestó MinHo mientras le saca la lengua—. Así que apresuremos el paso para ir a la pastelería antes de que me muera de hipotermia.

Los tres salieron de la librería y subieron al siguiente piso. ChangBin y MinHo se quedaron mirando una tienda de aparatos para el hogar considerando eso como regalos para sus madres, Yuna intervino ahí tratándolos de malos hijos y de pésimos hombres.

—No pueden regalarles ollas a sus madres —regañó ella a ambos chicos—, creí que ya habíamos pasado el siglo XIX.

—No estamos tan alejado de ese siglo, considerando con que ninguno de aquí tiene celular —contestó ChangBin.

—¿Tienes una mejor idea? —preguntó MinHo a ella.

Fueron hacia la otra torre de la galería, donde MinHo pudo ver en los aparates de exhibición productos de belleza que le interesó a ChangBin. A pesar de que esa torre estaba mucho más vacía que la otra, la tienda estaba llena, por lo que ChangBin se adentró a ella dejando a MinHo y a Yuna esperando en el barandal del pasillo.

—¿Cómo estás con JiSung? —preguntó MinHo inconscientemente, intentando seguir la conversación que estaban teniendo antes.

—Estamos bien, como siempre —dijo ella—. Hoy me dio el gusto en todo tras haberme liberado del castigo. Sé que soy muy intensa, pero me gusta cuando él me da el gusto.

MinHo asiente.

—Aunque -como te dije anteriormente-, siempre se queda estudiando, incluso las semanas anteriores se quedaba después de la escuela para seguir con ello —siguió contando—. Lo bueno es que me entrega los fines de semana.

—¿A ti te molesta que entre al salón avanzado? —preguntó sin rodeos.

Yuna no pareció impresionada por la pregunta, y tampoco se molestó en dar una respuesta completa. —No puedo hacer mucho al respecto ante la decisión que tomó él, ¿Sabes?

El pelinegro sonrió. —Eso muy maduro de tu parte. Aceptar eso, quiero decir.

Yuna le levantó una ceja con una sonrisa socarrona. —¿Oh?, ¿Sabes qué es lo que hacen los chicos en el salón avanzado?

MinHo asintió. Siempre le han dado una explicación de lo que puede hacer y ser allí. —Te preparan para una universidad en Seúl.

—JiSung tiene pensado en ir, y yo no puedo detenerlo —suspiró—. ¿Y tú, MinHo? ¿Te vas a quedar en el pueblo después de la escuela?

La pregunta era demasiado inocente, MinHo creería que ni siquiera había malas intenciones en ella, pero por lo que conocía de Yuna él no podía considerar eso.

—S-supongo —contestó finalmente—. Me quedaré acá.

—Yo tampoco tengo planeado irme —ahora Yuna miraba el interior de la tienda de cosméticos—. Mi plan ideal era casarme con JiSung y vivir acá, pero ahora que se quiere ir...No sé si lo pueda esperar.

MinHo se atragantó con su propia saliva.

—¿No quieres estudiar algo?

—Puedo hacer un técnico acá y trabajar en el jardín de niños, no tengo problema con eso —se encogió de hombros—, así que supongo que me quedaré contigo.

MinHo carraspeó para sacar la incomodidad de su interior. Se había atragantado con la idea del matrimonio (normalmente los jóvenes de su edad no estimaban el matrimonio como una opción para el futuro a corto plazo), pero lo que más le perturbaba fue su frase final.

«—Supongo que me quedaré contigo.»

Creía que, si hubiese sido en un aspecto normal, en el que la chica estaba soltera, sería mucho más agradable ese coqueteo. Sin embargo, ella era la novia de su amigo, y podía confirmar que dentro de su ser no había ningún ápice de atracción hacia ella.

Por un lado, era bueno, por el otro, era jodidamente malo.

Cuando ChangBin salió de la tienda ya habían pasado cinco minutos de conversaciones con MinHo contestando incómodamente. Subieron de nuevo por el pasillo hasta que, al fin, MinHo pudo comprarle un regalo decente a su madre (un set de pañuelos para el cuello).

Salieron de la galería y fueron rápidamente, junto a la llovizna, hacia la pastelería de la esquina del centro comercial, donde a diferencia de la galería, la pastelería se encontraba vacía salvo por el grupo de cuatro jóvenes quienes habían juntado mesas en una esquina para estar más cómodos.

—Oh, ¿Qué compraron? —preguntó Felix. MinHo miró de reojo como JiSung estaba bebiendo un batido helado de chocolate que compartía con el primero.

—Maquillaje y ropa —contestó MinHo, sentándose frente a Felix. ChangBin tomó la cabecera, y Yuna tomó lugar junto a JiSung.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor —suspiró JiSung, ahora mirando a Felix—. Lamento las molestias.

—Ah, tranquilo —le restó importancia—. Todos le tienen miedo a algo. A mí tampoco me gustan los lugares concurridos.

—Debería tener una cuponera y canjearla por cada vez que JiSung tiene algún problema —se burló SeungMin. JiSung le sonrió de vuelta y confianzudamente le dio una suave patada en la pierna al chico -ya que estaba frente suyo-. SeungMin le lanzó una mirada divertida antes de corresponderle la patada.

—¿Ya pidieron? —preguntó Yuna.

—Solo JiSung —contestó YiSu.

Luego de una pedida masiva, todos degustaron de sus pasteles en una agradable charla. O MinHo intentaba hacerla agradable, porque a pesar de que ninguno en el grupo parecía tener problemas con el otro, MinHo seguía perturbado por la conversación que tuvo con Yuna.

«Tal vez estoy sacando las palabras de contexto», intentaba convencerse MinHo, yendo por la idea más lógica en ese momento. Sin embargo, se le era imposible pensar en esa idea cuando veía a Yuna lanzarle miradas mientras tenía su mano claramente en el muslo de JiSung.

Después de un rato donde todos compartieron, dispusieron en irse a casa. SeungMin y YiSu se fueron primero, tomados de las manos, mientras que ChangBin, Felix y MinHo seguían el mismo camino que la otra pareja.

—Los chicos de quinto grado hicieron una religión a mi nombre —siguió relatando ChangBin una anécdota a JiSung -y a Yuna de paso-—. La maestra estaba horrorizada. De hecho, uno llevó un Max Steel y escribieron en su pecho mi nombre, y con una cruz hecha de ramas de árboles lo crucificaron, para cambiar el cristo de su salón por ese juguete.

—¡Es hilarante! —carcajeó JiSung. Felix y MinHo también reían por la historia, porque a pesar de que estuvieron ahí cuando todo pasó, seguía siendo sumamente graciosa—. ¿Te convertiste en su Cristo?

—Más que eso, JiSung —y, deliberadamente, ChangBin pasó un brazo alrededor de los hombros de JiSung. MinHo no pudo evitar levantar una ceja ante tal atrevimiento—. Me convertí en su Dios.

JiSung volvió a lanzar una carcajada ante la afirmación. Felix también sonrió, pero MinHo se sintió repentinamente incómodo.

Cuando llegaron a casa de Yuna, la chica se despidió con un jugoso y desanimado beso (MinHo se preguntó si esa combinación emocional era posible) antes de entrar a casa, donde su padre lo esperaba con un tosco rostro que daba miedo.

—Eres muy valiente para tenerlo como suegro —le comentó Felix a JiSung, tras ver la mueca del hombre—. ¿Cómo lo haces?

—Entro en modo avión —respondió sarcásticamente el chico, ganándose unas risas del otro.

MinHo también quería colaborar con algo, pero desde que estaba en la pastelería se sentía repentinamente incómodo y desplazado de la diversión de JiSung, como si no tuviese suficiente con él.

«WOAH —se grita mentalmente—. ALTO AHÍ, MINHO. ALTO. AHÍ.»

«¿QUÉ DEMONIOS?»

«Eres lo suficientemente atractivo y volátil como para que alguien te reemplace tan indiscriminadamente- espera, ¡¿Por qué demonios tendría que reemplazarme?!»

«Muy bien, muy bien, apliquemos lo que vimos en silogismos:

Premisa uno: JiSung es mi amigo.

Premisa dos: Yo soy amigo de los chicos.

Conclusión: JiSung es amigo de los chicos.

¡Fantástico!»

«Entonces, ¿Por qué me siento tan fuera de lugar?»

Él era lo suficientemente inteligente como para considerar obvia la teoría de Newton o las fórmulas de física; que todos los antecedentes de su país lo llevasen a tener una guerra civil, dividiendo Corea en dos partes; que la lluvia caía de arriba hacia abajo; que John Lennon era un violentista. Todos esos factores y aun así él no podía encontrar la obviedad en sus celos.

El grupo caminó hasta la casa de JiSung, donde él los despidió con una agradable sonrisa a ChangBin y a Felix, antes de girarse hacia MinHo.

Cuando JiSung lo vio, MinHo sintió que le estaba dando la corriente.

—Entonces... —JiSung se balanceó burlescamente sobre sus talones, mientras inclinaba su cabeza para verlo—. ¿Vendrás o...?

MinHo se atragantó con su saliva, y le costó formar una frase coherente en su cabeza para poder expresarla. —Eh- voy por mis cosas y vengo al rato.

JiSung asintió y se adentró a su casa.

ChangBin y Felix compartieron una mirada antes de lanzar ruidos de besos mientras aullaban como lobos en celo. —¡Uy!

—¿Qué? —los miró MinHo, ofendido.

—Pareces una colegiala —se burló ChangBin

MinHo le entregó una mala mirada mientras sacaba su billetera y la abría: solo había un recibo ahí. —Hello, por supuesto que soy una colegiala.

—¿Iremos donde Chan o alguna parte? —preguntó Felix con inocencia.

—Tengo que ir a mi casa —apuntó MinHo—. Tengo tutorías.

. . .

Pensó en avisarle a su madre sobre ir a casa de JiSung, pero supuso que por ser una persona nueva ella le interrogaría incómodamente y MinHo no estaba en ánimos de querer contestar preguntas de cosas que ni él sabía, por lo que esperó a que terminasen de cenar para encerrarse en su habitación con la excusa de que estaba cansado. Como tanto a su padre como a su madre no le interesaba en realidad, lo dejaron ir.

Preparó un bolso con lo necesario: sus vagos apuntes, sus textos de estudio y hasta un cd con música buena para poner en el estéreo que JiSung mantenía en su habitación para que se culturizase un poco más; y se lanzó por la ventana.

Rogó en su interior que ningún vecino lo hallase visto fugándose de casa de una manera tan incordia.

Caminó rápidamente por la acera, viendo que la noche ya estaba estrellada, y canturreó por los siguientes diez minutos que le tomó llegar a casa de JiSung.

Golpeó la puerta un par de veces y pudo percibir el sonido del volumen del televisor muy alto. MinHo se preguntó sobre cómo podrían estudiar con tanto ruido. Tuvo que golpear una segunda vez para poder ser escuchado, y pasaron momentos antes de que JiSung le abriese la puerta.

—¡Hola! —por alguna razón, se veía realmente sorprendido—. Creí- bueno, pensé que ya no venías.

—Dije que venía al rato, ¿No? —sonrió MinHo con una comisura.

—Si, pero pensé que sería como a las ocho. No a las diez treinta.

MinHo barrió visualmente a JiSung: el chico llevaba un buzo y una playera de Aerosmith de color púrpura que le quedaba notablemente grande. —¿Ese es tu pijama?

Observó cómo las mejillas de JiSung se sonrosaban, a su vez que negaba. —Es para estar en casa..., ven, entra. Sácate los zapatos.

A pesar de que JiSung cerró la puerta tras la espalda de MinHo, este no lo dejó moverse por un momento. El anaranjado se asomó por el marco de la sala y notó como su madre se encontraba absorta por el televisor, dándoles la espalda; miró a MinHo de nuevo y con su dedo índice puesto en sus propios labios, le indicó que caminase sigilosamente hasta la escalera, quien le hizo caso teniendo sus propias zapatillas en la mano.

No era la primera vez en la que MinHo iba a casa de JiSung, pero no estaba familiarizado con el entorno tampoco. Había ido confiadamente hacia una de las habitaciones creyendo que era la de JiSung y este tuvo que jalarlo del gorro del jersey para hacerle cambiar de dirección.

—Lamento eso. No puedo recibir visitas tan tarde —se disculpó finalmente el chico, cerrando la puerta con pasador a su espalda y aproximándose hacia su polerón que descansaba sobre la cama para colocárselo—. Aunque si eres tú..., dudo que me meta en problemas reales.

—Me siento halagado —burló MinHo mientras deja su mochila en el suelo y se lanza a la cama de JiSung.

—¡No tan fuerte, dios santo!

—Llorón —lo molestó, estirándose como estrella sobre el colchón—. Bien, ¿Me contextualizas y estudiamos?

Del escritorio blanco de JiSung, el chico sacó una hoja de oficio bastante colorida y escrita con kanjis perfectamente alineados.

—El diecinueve comenzamos con Matemáticas y un examen del electivo (en mi caso: Biología y Química) —explicó JiSung, sentándose frente a él mientras MinHo inspeccionaba el calendario—. El veinte tenemos de lengua, estudios sociales e inglés. El veintiuno de música y artes. El veintidós de literatura y educación física. Y el veintitrés tengo ciencias generales y filosofía.

—Si no me lo hubieses avisado te juro que no me habría acordado —admitió MinHo, consternado por la organización de JiSung. Apartó la hoja para dejarla sobre la mesita de noche y alcanzó su mochila para observar sus cosas—. Bueno, JiSung, podemos comenzar con un repaso general- aunque necesitaré de tus apuntes de tu electivo para poder ayudarte en ello con antelación...

Hurgó en su mochila hasta sacar el texto de estudio general de matemáticas que la escuela otorgaba, y lo lanzó sobre su mochila para comenzar a ojearlo. —¿Qué opinas?

Levantó su mirada del texto para ver a JiSung, quien tenía su mirada penetrante sobre él de una forma muy intensa, produciéndole nervios.

—¿Qu-qué sucede? —preguntó MinHo, con voz temblorosa.

—Me sorprende que hayas accedido tan fácilmente —contestó, lacónico—. Creí que..., no, olvídalo.

—Dime —insistió el pelinegro, sonriendo traviesamente—. ¿Qué sucede?

JiSung suspiró antes de contestar. —Por lo que decían los pasillos creí que eras un hueso más difícil de roer, pero por cómo estás ahora...

—¿Qué? —MinHo le miró, sorprendido—. ¿En serio creías que yo no te ayudaría a estudiar?

—Bueno, más que yo es el a cualquiera —dijo a su vez que se apuntaba—. No te veía como el tipo de persona que ayudase a cualquiera.

—Pero tú no eres cualquiera, JiSung. Eres mi amigo.

—Normalmente las amistades no nacen de una propuesta; nacen de la química entre dos personas —explicó

—Ah... —MinHo levantó las cejas—. ¿Cómo tú y mis amigos, desgraciado?

Ante la insinuación, MinHo nunca pensó que vería a JiSung sonrojado de la vergüenza; el chico bajó la mirada mientras pasaba una mano por su otro brazo, subiéndolo y bajándolo lentamente. —Ellos son geniales.

—Por eso son amigos míos —mencionó fogoso—. Son geniales porque son mis amigos.

—Eres un egocéntrico.

—Y aun siéndolo, te gusta eso de mí —soltó confianzudamente, antes de caer en cuenta en sus palabras y sonrojarse instantáneamente—. M-me refiero, gustar gustar como amigos, no como otra cosa- no estoy insinuando nada- me refiero- quiero decir-ah...

Pero JiSung rio por ello. Le parecía encantar que MinHo fuese un tonto porque reía de una manera particular que MinHo lograba sentirse un poco más íntimo con él. —Eres un imbécil.

—¿Por qué no estudiamos? —farfulló entre dientes el pelinegro, rascándose su tatuaje.

JiSung llevó su texto de estudio de matemática general y comenzó a trabajar con MinHo. El pelinegro pudo apreciar que el texto de JiSung estaba lleno de garabatos, rallones y apuntes entre ejercicios para no pasar por alto nada; en cambio, el texto de MinHo estaba limpio, casi vacío, salvo por un par de ejercicios resueltos que habían sido solicitados obligatoriamente por el profesor.

Estuvieron sumidos en una burbuja de concentración por aproximadamente dos horas, la cual fue infructuosamente rota por la mamá de JiSung anunciándole que se iría a dormir. JiSung fue lo suficientemente inteligente como para ir donde su estéreo y poner un poco de música de ambiente para que la voz de MinHo no resonase tan fuerte.

—¡Ah, no! ¡Alto ahí! —detuvo MinHo a JiSung tras verlo sacar un CD de su estantería: Grandes éxitos británicos de los ochenta—. No quiero escuchar nada proveniente de Queen.

—¿Qué? —JiSung se veía ofendido. —¿Por qué...?

—Eres un normie —insultó, volviendo a hurgar en su mochila—. ¿Cómo si quieras puedes soportar a ese grupo?

—Literalmente tienes The Red Special de Bryan May —apuntó—. ¿Quién te crees que eres?

—Admiro a Bryan May como artista, pero Queen en general es bastante malo-¡Aquí está! —MinHo sacó de su mochila una carcasa de CD junto a un disco virgen que tenía escrito Lista especial del fantástico Lee Know para cantar en la ducha, fue hacia JiSung y se lo tendió—. Ponlo, para que te culturices.

JiSung quería volver a su estudio rápido, por lo que solamente rodó los ojos y colocó el CD de MinHo. Lo primero que sonó fue Sweetest thing de U2.

—¿Es una compilación de los mejores éxitos de U2? —preguntó JiSung, mirando a MinHo con expresión anonadada.

—Hay un poco de Se So Neon, David Bowie, Meat Loaf y Day6 —contó MinHo mientras JiSung regresaba a la cama.

—¿Day6? —JiSung lo miró sin creérselo. —¿En serio?

MinHo se encogió de hombros. —Puede que su empresa sea rara pero-uh, son buenos.

—No me gusta U2 —murmuró JiSung.

El otro, pareciendo haber escuchado la ofensa más grande de su vida, cerró su texto de estudio. —¿Disculpa?

—Su música no es dinámica, es demasiado lenta y creo que terminaron cayendo en la moda del autotune —se explicó JiSung.

—¡No dijiste eso! —MinHo le gritó—. ¡¿Y qué hay de Queen?!, si no hubiese sido por el gay trasero de Freddie Mercury, ellos ni siquiera habrían sido conocidos.

—Ya eran conocidos antes de que Freddie saliera del clóset —se defendió.

—Pero el SIDA le dio la fama, idiota. Como a ese peleador que representó a Corea en una competencia —farfulló.

JiSung frunció el ceño para hacer memoria. —¿Qué?, ¿Lee Know?, ¿Lo tratas así cuando usurpas su propio pseudónimo?

—Yo lo tenía antes que él —se defendió.

—Él es famoso desde hace- no sé, un par de años.

—Estuve toda mi infancia en un salón especial, desde ahí que las maestras me decían que, cómo era un sabelotodo, yo sabía —contó MinHo con orgullo—. Y el último año que yo estuve, llegó una chica rara- igual a JeongIn, que hablaba redundante, que no sabía coreano porque era australiana y me decía Lee Know, Lee Know, Lee Know creyendo que era mi nombre. Así que- sí, yo tomé primero el nombre.

—Demándalos por derechos de autor.

—¿De dónde crees que saco dinero? —bromeó.

Estuvieron escuchando la compilación de MinHo (y este quiso esconder su cabeza en el suelo cuando apareció una canción de Stray Kids -grupo que MinHo detesta- por la lista.)

—Creí que no te gustaban.

—No sé por qué está eso ahí. Te juro que no fui yo.

Fue cuando el reloj marcó las dos de la madrugada cuando JiSung vio de nuevo la hora en su estéreo. Habían pasado de las matemáticas a Lengua, por lo que el tiempo se había pasado rapidísimo.

—¡Por Dios!, MinHo, ¿No tienes que irte a casa? —preguntó JiSung, preocupado.

MinHo bostezó mientras negaba. —Ni siquiera se han dado cuenta que no estoy en casa. Tranquilo.

—¿Cómo que no se han dado cuenta? —le miró, consternado.

El pelinegro se encogió de hombros sin saber muy bien qué contestar. —No se preocupan mucho por mí, y eso está bien- creo.

—No lo está —insistió—. Los padres deben estar al pendiente de sus hijos- o al menos saber dónde se encuentran un lunes a las dos de la madrugada.

—Los míos son especiales, ¿Sí? —dijo a su vez que deja el texto de estudios a un lado y se estira sobre la cama, pasando a llevar con sus piernas las piernas de JiSung—. Querían una niña y-bueno, salí yo. Tras eso yo supongo que perdieron el interés de tener un hijo. Omitiendo por completo el hecho de que me tuvieron a los dieciséis.

MinHo pudo ver como la mirada de JiSung pesaba en él, como si le tuviese pena de alguna manera. Le entregó una sonrisa tranquilizadora y le pidió que no se perturbase por eso. —Ha sido así toda mi vida, y he conseguido grandes ventajas sobre eso.

—¿Y no los echas de menos?

—No voy a conversar de eso ahora —apuntó MinHo indiscriminadamente con el dedo—. ¿Y tú?, ¿Crees ser normal con tu madre?

—Oh, por supuesto que no —soltó enseguida—. Mi madre está loca, esto te lo afirmo. De pequeño me inventó un montón de enfermedades y me redujo la alimentación a tal punto que era lacto-ovo vegetariano —el concepto llamó la atención de MinHo, pero creyó que él se había equivocado—. Después me enfermé de verdad y me dio anemia. Mi madre sigue siendo exigente con la comida, pero al menos puedo comer de todo menos carne.

—Que cruel de parte de tu madre obligarte a ser vegetariano —comentó MinHo, aterrado—. No podría vivir sin ramen de pollo.

JiSung frunció el ceño ante eso. —Soy vegetariano por opción.

«Ah.»

—¿Y por qué tu madre es así? —MinHo intentó mandar el tema de la alimentación a otra parte.

—La muerte de mi padre —respondió, apuntando con su barbilla la fotografía que tenía del hombre en el velador—. Murió de un cáncer producido por el estrés. Mi madre creyó que fue porque no se cuidó en la adolescencia, así que hace eso conmigo.

—Y se ve agradable...

JiSung se encogió de hombros ante eso, como si no fuese la gran cosa. —Lo es, solamente es un poco...intensa en otras cosas.

MinHo notó como a pesar del semblante desinteresado de JiSung este se removía incómodo. —¿Quieres seguir estudiando lenguas?

—Quiero burlarme de tus gustos musicales.

MinHo regresó exactamente a las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada, y alcanzó a dormir al menos unas tres horas antes de que su despertador sonara para ir a la escuela. Se sentía agotado.

Tal vez en el transcurso de los demás días podría acostumbrarse, pero ahora solamente quería dormir. Sin embargo, su responsabilidad como estudiante se lo impedía, por lo que se cambió de ropa (porque ni siquiera había dormido con pijama) y se colocó la prenda más cómoda posible para poder ir a la escuela.

Al llegar a su salón sintió que se encontraba en modo automático, y se sorprendió de no haber caído dormido en la aburridísima clase de biología. Sintió como el peso de sus hombros era cada vez más fuerte y, para el tercer bloque, su cabeza chocó con el escritorio para quedarse profundamente dormido.

No supo cuánto tiempo estuvo así, con la frente pegada sobre su limpio cuaderno hasta que sintió un murmuro en lo más lejano. Afinó su oído para poder saber qué era el murmullo hasta que levantó su cabeza y, con sus ojos hinchados, vio a JiSung sentado frente suyo.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta MinHo con la voz ronca. —¿Y por qué te ves tan fresco...

—¿Cómo una lechuga? —completó JiSung con una sonrisa. Del bolsillo de su cazadora negra sacó lo que a MinHo le pareció un mp4 con auriculares delgados, entregándole uno a MinHo—. Escucha.

MinHo no le cuestionó y tomó el auricular para posarlo en su oído.

Take a piece of my heart,

Take a piece of my soul.

Let me live.

—¿Es Queen? —preguntó MinHo, fingiendo una mueca de disgusto.

—Yo te voy a enseñar algo de cultura —contrapuso JiSung, sonriéndole.

—¿Sabes que somos coreanos y, por ende, esta no es nuestra cultura? —JiSung le pateó bajo la mesa juguetonamente mientras reía. MinHo le correspondió con una sonrisa—. ¿Vas a meterme a Queen -literalmente- por los oídos para que me gusten?

—Dudo mucho que pueda metértelos por la boca —jugó—. O si habrá alguna forma...

Ahora MinHo le pateó de vuelta.

—Solo escucha la canción. —pidió JiSung, subiendo el volumen—. Esta canción es fantástica.

A MinHo no le gustaba Queen, y había hecho el esfuerzo para que si le gustasen; había algo en su música en particular que no podía tragarla por completo, por lo que, como el buen adolescente que era, se dedicaba a desestimarla la mayoría del tiempo.

Sin embargo, viendo directamente a JiSung cantar la canción mientras buscaba en su mp4 más canciones de la banda para querer convencerlo, sonriéndole de tanto en tanto. Solo con JiSung parecía disfrutar Queen.

Why don't you take another little piece of my heart?

Why don't you take it and break it and tear it all apart?

All I do is give and all you do is take

Baby, why don't you give me a brand new start?


Canciones:

Sweetest Thing; U2 Let me Live; Queen

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