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Capítulo 5

Jimin despertó y, con pereza, se estiró sobre el suave y cómodo colchón. ¡Dios, esto se sentía increíble! Era como dormir en una deliciosa nube de algodón, y las delicadas sábanas de seda acariciaban su piel, haciéndolo sentir en el paraíso.

¡Hacía años que no dormía tan malditamente bien!

Dejó escapar un bostezo perezoso antes de abrir lentamente los ojos y observar a su alrededor. Sus pósteres de Harry Potter y Zac Efron no estaban.

Su dulce despertar se tornó amargo.

Lo que pasó ayer no había sido una pesadilla. ¡Realmente estaba viviendo con Jeon Jungkook! Ese malnacido le debía una que iba a pagar muy caro.

Se levantó rápidamente de la cama y se dirigió al baño para lavarse los dientes. Después, caminó directo a la cocina. La reencarnación de Lord Voldemort no estaba por ningún lado.

Jimin puso pan a tostar mientras preparaba café. ¡Necesitaba una gran dosis de cafeína para soportar el día que le esperaba! Estaba seguro de que, para el final de los seis meses, sería adicto al café.

Cuando todo estuvo listo, comenzó a desayunar. Si a Jungkook le molestaba que usara la cocina, bien podía irse al infierno. Sin embargo, Jimin se dio cuenta de que pensar en ese tipo le traía mala suerte, porque justo en ese momento apareció con su cara de pocos amigos.

—¿Qué haces en mi cocina? —preguntó Jungkook con voz rasposa.

—Tomo clases de natación —respondió Jimin encogiéndose de hombros.

—Ja, ja, ja. ¿Te crees muy gracioso? —preguntó el otro, rodando los ojos.

—Solo respondo a tu tonta pregunta.

Jungkook entrecerró los ojos, irritado. Este chico era insoportable, así que decidió cortar la conversación.

—Dame café —ordenó.

Jimin arqueó una ceja, incrédulo por su forma de pedir.

—¿Acaso me crees tu elfo doméstico?

—¿Mi qué?

—Nada. Ahí está la cafetera. ¿No tienes manos para servirte tú mismo? —refutó Jimin.

—Está justo a tu lado. Nada te cuesta servirme un poco —bufó Jungkook.

—Existen un par de palabras mágicas que usa la gente civilizada para pedir las cosas, ¿sabías? —preguntó Jimin cruzándose de brazos.

Hubo un duelo de miradas que ninguno estaba dispuesto a perder.

—Mira, Park, estás en mi casa.

—Será tu casa y lo que tú quieras, pero yo no soy tu jodido sirviente. ¿Quieres café? Sírvetelo tú mismo —Jimin señaló de nuevo la cafetera.

Jungkook tensó la mandíbula y apretó los puños.

—Regálame un poco del café que preparaste... por favor.

La cara de sorpresa de Jimin fue cómica.

—Así que sí puedes usar tus modales —murmuró.

—Lo que sea. Muévete —gruñó Jungkook, sentándose en el sofá.

Jimin lo observó con el ceño fruncido, mientras una idea maliciosa se formaba en su mente. Tomó la sal y le puso tres cucharadas al café antes de llevárselo.

—Toma —dijo entre dientes.

—Esto está demasiado caliente. Me gusta el café tibio —protestó Jungkook de inmediato.

—Échale fresco. Para eso tienes boca, ¿no? —gruñó Jimin, y se dirigió a su habitación para darse una ducha.

Le habría gustado quedarse para ver la reacción de Jungkook al probar el café salado, pero prefería no exponerse. Era de los que disfrutaban hacer arder el mundo, pero sin quemarse en el proceso.

En su habitación, buscó uno de los trajes que el señor Jeon le había comprado. Era azul y ajustado, resaltando su esbelta silueta. Tomó una toalla y se dirigió al baño. Justo cuando estaba desnudo bajo la ducha, escuchó un grito desde afuera.

—¡Maldito seas, Park! —vociferó Jungkook.

Jimin no pudo evitar reírse.

—¡Te lo mereces, jodido imbécil! —dijo entre risas.

—¡Park, sal de ahí ahora mismo! —escuchó mientras Jungkook golpeaba la puerta.

Jimin ignoró los gritos y continuó lavándose con calma.

—¿Crees que estoy jugando? —refunfuñó Jungkook.

De repente, el ruido de pasos invadió la habitación, seguido por el sonido del pomo de la puerta moviéndose. Jimin apenas alcanzó a cubrirse con la toalla antes de que la puerta del baño se abriera de golpe.

—¿Qué diablos te pasa, imbécil? —gritó Jimin, sosteniendo la toalla alrededor de su cintura.

—Tú... —La voz de Jungkook se apagó cuando sus ojos se posaron en el cuerpo de Jimin. El agua seguía cayendo en la ducha, resbalando por su espalda hasta su pecho.

¡Por el diablo y todos sus jodidos demonios!, ¿por qué ese enano tenía que verse tan sexy? Jimin tenía un esbelto y notablemente bien formado abdomen plano y, jodidamente sensual, esos pezones...

—¡Sal de aquí, me estoy bañando, maldito estúpido! —exigió Jimin, haciéndolo salir de su ensoñamiento.

—¿Crees que fue muy divertido ponerle sal a mi café? —preguntó Jungkook, intentando no parecer tan aturdido como se sentía.

—¿Le puse sal? —Jimin se hizo el inocente.

—¿Ahora vas a decir que no lo hiciste intencional?

—Solo confundí los frascos. —Jimin se encogió de hombros.

—¿Crees que soy estúpido?

—Sí, realmente pienso que lo eres —contestó Jimin con sinceridad.

—Esto no es divertido, Park —refutó Jungkook.

—Tampoco fue divertido que lanzaras mi ropa por el balcón, pero lo hiciste. Y quiero que algo te quede claro, Jeon Jungkook: no me importa quién seas o la familia a la que pertenezcas. Ni tú ni nadie va a humillarme. Si me haces algo, ten por seguro que te voy a pasar la factura y te resultará muy caro —le advirtió, antes de empujarlo fuera del baño y ponerle seguro a la puerta.

Jungkook se quedó allí, parado frente a la puerta cerrada, tragando grueso. ¿Realmente pensó en ese enano pelirrojo como alguien sexy?

¡Estaba jodidamente loco!

Salió de la habitación de Jimin directo a la suya. ¡Necesitaba un baño para despejar su mente!

Después de un largo baño, Jungkook estuvo listo. Caminó fuera de su habitación y se encontró con Jimin bien vestido, enfundado en un traje azul ajustado que moldeaba su hermosa figura. Diablos, después de ver lo que había debajo de ese traje, Jungkook no podía concentrarse en nada más.

—¿Soy o me parezco? —le preguntó Jimin, acomodándose los lentes.

Jungkook ignoró el comentario. —Es hora de irnos —gruñó entre dientes, antes de dirigirse a la puerta.

Jimin gimió. ¡Dios, había olvidado que el imbécil vivía en el trigésimo piso! ¿Bajar treinta pisos por las escaleras? Sería una maldita tortura.

En el pasillo, Jungkook fue directamente al ascensor, dándole una mirada arrogante. —Nos vemos abajo —dijo, antes de entrar al aparato y que las puertas se cerraran.

Jimin rodó los ojos y se dirigió a las escaleras. Mr. Arrogante hace un rato lo miró de forma diferente... Jimin no logró descifrar lo que había en la mirada del tipo.

El pelirrojo negó con la cabeza. Bajar era menos cansador que subir, pero se tomó su tiempo. Cuando finalmente salió, Jungkook lo esperaba recostado en su Mercedes.

—Súbete, que vamos a llegar tarde por tu culpa —se quejó Jungkook.

—No, gracias. Quiero vivir —contestó Jimin.

Jungkook rodó los ojos. —Bien, ve a la estación a esperar un autobús —se mofó.

Jimin no se consideraba un hombre violento, pero ya había perdido la cuenta de las veces que quería golpear a Jungkook en menos de 24 horas.

A regañadientes, subió al auto y se puso el cinturón de seguridad. No confiaba en ese idiota al volante.

El viaje fue largo y tortuoso; la tensión se cortaba en el aire. Fue un alivio cuando finalmente llegaron a Golden Group Company. Allí fueron recibidos por la recepcionista, quien hizo una reverencia a Jungkook.

—Joven Jeon, su padre lo espera en su oficina —anunció la mujer mayor de anteojos.

—Voy enseguida, Sunny —dijo Jungkook, caminando hacia el ascensor.

—Tú ven conmigo, joven Park —indicó la mujer. Jimin la miró confundido, pero la siguió.

Jungkook fue directo a la oficina de su padre. ¡Necesitaba poner distancia entre él y Jimin!

—Buenos días, padre —saludó lo más amable que pudo.

—Buen día, Jungkook —respondió su padre—. Toma asiento.

Jungkook lo hizo. —¿Para qué me mandaste a llamar? —quiso saber.

El señor Jeon le tendió unas llaves. Jungkook las miró con confusión, pero las tomó.

—¿De qué son?

—De tu nueva casa —respondió el señor, simplemente.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste. Tu oficina también fue movida al segundo piso del edificio.

—¿Pero qué diablos, papá? ¿Te has vuelto loco? —gruñó Jungkook. —¿Para qué querría yo una nueva casa? Y este es el piso de los ejecutivos. ¿Por qué mi oficina estará en el segundo?

—Jimin es claustrofóbico. No pretenderás que esté subiendo y bajando escaleras todo el tiempo aquí, y para colmo, tener que subir y bajar treinta pisos más en tu edificio.

—¿Esto es por él? Es una maldita locura. Yo no pienso mudarme, papá. ¿Por qué tomarte tantas molestias por un simple asistente? ¿Te gusta? —preguntó entre dientes.

—No me faltes al respeto, Jungkook —dijo su padre, severo—. Park Jimin tiene tu edad; podría ser hijo mío.

—Pero no lo es. ¡Tu jodido hijo aquí soy yo! —gruñó Jungkook—. No sé qué diablos le sucede a tu cabeza. Después de mantenerme alejado todo el maldito tiempo, sales con que debo estar preparado para manejar la empresa en menos de un año. Y ahora quieres que sacrifique mi comodidad porque él está traumado con el encierro.

En ese punto, Jungkook se sentía realmente indignado.

—Jungkook, no hay vuelta atrás. Tus cosas están siendo llevadas a la nueva casa en este instante. Es un área residencial muy prestigiosa, y la casa será de tu gusto, créeme —dijo el señor Jeon con firmeza.

—¡No me importa la maldita casa, papá! —gruñó Jungkook, alzando la voz—. Lo que pasa es que todo debe hacerse como a ti te parece.

—Lo que hago es por tu bien, Jungkook. Soy tu padre y quiero lo mejor para ti —contestó el señor Jeon, un poco exaltado.

—¿Qué tiene que ver eso con que hayas contratado a ese tipo y que ahora yo deba mudarme, no solo de casa, sino también de oficina por él? —reprochó Jungkook, casi gritando.

—Porque debes aprender a pensar no solo en ti mismo, sino también en las personas que te rodean. Maldita sea, Jungkook, ¿cómo piensas manejar esta compañía si no estás dispuesto a sacrificar nada?

—¡No lo haré! Haz lo que quieras con la compañía: véndela, dónala a la caridad si quieres, pero yo no voy a seguir soportando esto —afirmó Jungkook, tirando las llaves sobre el escritorio de su padre. Luego, se levantó y se dirigió hacia la puerta—. No soy un maldito muñeco que hace lo que se te pegue la gana.

¡Jungkook estaba furioso!

—No quiero que seas un muñeco, eres mi hijo. Pero necesito que veas más allá de tus propios pies. ¿Vas a huir? Cuando las cosas no salen como esperas, te vas y renuncias. Esa es la actitud de una persona mediocre. No mereces el apellido Jeon —dijo Gong Yoo, con dureza.

Jungkook apretó el pomo de la puerta con fuerza.

—Sal de mi oficina. ¿Qué esperas, que te ruegue que te quedes? —preguntó el señor Jeon mientras marcaba unos números en el teléfono—. Sunny, cancela el contrato de Park Jimin. Jungkook ha decidido irse y ya no necesita un asistente —afirmó con frialdad.

Jungkook tenía los puños tan apretados que sus nudillos se pusieron blancos. Entonces, las palabras de Jimin resonaron en su cabeza:

Yo jamás renuncio...

Eso le había dicho el pequeño nomo con total seguridad. Si ese chico estaba dispuesto a soportarlo durante seis meses, sin importar que Jungkook le hiciera la vida imposible, él tampoco renunciaría.

Jungkook dejó salir una maldición entre dientes, dio media vuelta y se dirigió de nuevo hacia su padre. Tomó las llaves entre sus manos y lo miró directamente a los ojos.

—Yo jamás renuncio —afirmó con determinación antes de salir dando un portazo.


Hola mis amores el señor Jeon es un Crack de la psicología inversa ¿eh?, eso y un poco de ayudita indirecta de MiMi.

Nos leemos pronto corazones.

Los elfos domésticos son pequeñas criaturas humanoides, que malviven en grandes casas, propiedad de ricas familias de magos.
Pertenecen a la familia de la casa, lo que significa que deben servirles hasta la muerte pero
Son suficientemente poderosos como para evitar encantamientos de magos.

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