Capítulo 4
Jimin estaba totalmente asombrado, con la boca abierta, un dolor en el pecho y unas tremendas ganas de hacer un berrinche y llorar cuando bajó del auto frente a un enorme y alto edificio.
Sí, sobre malditamente todo, alto...
—¿Está seguro de que es aquí? —preguntó Jimin, tragando grueso.
—Totalmente. Es aquí donde vive el joven Jeon —le aseguró el chofer.
¡No, no, mierda, no!
Jimin quería llorar, de verdad.
Él no iba a poder hacer esto. ¿Por qué ese bastardo presumido tenía que vivir en un edificio tan alto? El pelirrojo estaba seguro de que el muy maldito no vivía en el primer piso.
Y, como si lo hubiera llamado con sus pensamientos, un elegante Mercedes se estacionó justo al lado de la camioneta, y se bajó el rey de los idiotas. Llevaba un ajustado pantalón negro, una elegante e impecable camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados y un precioso Rolex adornando su muñeca.
Miró a Jimin con arrogancia de pies a cabeza. Los ojos oscuros de Jungkook se quedaron pegados en las letras de la camiseta de Jimin, arqueando una ceja.
“I ❤ Cat”, tenía escrito.
—Así que estás aquí —murmuró en tono de burla—. Tres semanas... no, creo que serán dos.
Jimin se cruzó de brazos, mirándolo de manera desafiante.
—¿A qué te refieres con eso?
—Estoy calculando el tiempo que trabajarás para mí —Jungkook se encogió de hombros.
—Tengo un contrato firmado por seis meses, por si no lo sabías —le respondió Jimin.
—No lo terminarás. De mi cuenta corre que renuncies en menos de tres semanas —le aseguró Jungkook con desdén.
¡Por el diablo y todos sus jodidos demonios! Jimin quería estrangularlo ahora mismo.
—Solo te diré una cosa —Jimin se acercó a Jungkook—: Yo jamás renuncio —pronunció fuerte y claro.
—Eso lo veremos. Y deja de tutearme, soy tu jefe —ordenó Jungkook.
—Tú eres simplemente el hijo de mi jefe —musitó Jimin—. ¿Ahora me indicas el camino?
Jungkook le dio una mirada mortal y empezó a caminar.
Jimin recibió su maleta del chofer y comenzó a cargarla. No había empacado todas sus cosas, solo lo indispensable, y se dio cuenta de que no traer de inmediato a sus gatos consigo había sido la mejor decisión. Traería a Hermione y Ron hasta que se instalara completamente.
El living del edificio era elegante y refinado. Jimin ni siquiera quería saber cuánto costaría vivir en un lugar como ese. Mucho dinero que sale del bolsillo del señor Jeon, pensó.
Porque Jimin estaba seguro de que Jungkook era el típico niño rico mantenido que solo vive para malgastar el dinero de la familia.
Jeon lo estaba esperando parado frente al ascensor, y los miedos de Jimin llegaron de repente, haciendo que sus piernas temblaran.
—¿Por qué tienes esa cara? ¿Viste un fantasma, enano? —preguntó Jungkook, mirándolo de pies a cabeza.
Jimin quería contestarle. Por Zac y su precioso rostro tallado por los mismísimos ángeles, Jimin juraba que quería contestarle y mandarlo a freír espárragos por llamarlo enano, pero estaba demasiado nervioso por el ascensor.
Entonces tragó grueso.
—No puedo subir en eso —murmuró entre dientes.
—¿Qué?
Jimin apretó la mandíbula y sostuvo con más fuerza su maleta. De repente, sus manos estaban demasiado resbaladizas por el sudor —No puedo subir al ascensor. Sufro de claustrofobia —respondió.
Y el muy maldito tuvo el descaro de sonreírle de manera burlona. Jimin quería golpearlo.
—¿En serio? —preguntó en tono divertido.
—Claro que es en serio. ¿Crees que bromearía con algo como esto? —preguntó en un bufido.
—Ya veo —contestó Jungkook con una sonrisa maliciosa—. Pues toma las escaleras. Vivo en el piso 30, no te canses mucho —dijo antes de reír.
Para sorpresa de Jimin, le quitó la maleta de las manos, abrió el ascensor y las puertas del aparato se cerraron.
Jimin se quedó allí un momento, enviándole insultos mentales a Jungkook. Si ese estúpido pensaba que no iba a subir, estaba muy equivocado. Aunque tardara una vida en hacerlo, lo lograría.
Empezó a subir las escaleras poco a poco. Cuando llevaba más de la mitad de los pisos, el sudor corría por su frente y le faltaba el oxígeno. ¡Diablos, esto era jodidamente difícil! Definitivamente, aunque había paseado muchos perros, necesitaba hacer más cardio.
Pero no se daría por vencido. Ya estaba por llegar al piso que le había dicho el imbécil. Al menos le agradecía que se hubiera llevado su maleta. Eso era algo que no esperaba de alguien como Jungkook.
Jimin realmente no supo cuánto tiempo le llevó subir, pero lo hizo. Cuando al fin estuvo en el piso 30, tuvo que doblarse, poniendo las manos sobre las rodillas mientras intentaba recuperar el aliento.
¿Y ahora cómo sabría cuál era el jodido departamento? Por supuesto, Mr. Arrogante no le había dicho el número.
—¿Pero qué te ha pasado, jovencito? Parece que hubieras corrido un maratón —escuchó una voz femenina. Enderezándose, Jimin se encontró con una mujer mayor vestida de una forma peculiar.
Parecía la profesora McGonagall, versión asiática.
Jimin dio un último suspiro, llenando sus pulmones de aire.
—He subido por las escaleras —logró decir.
—¡Oh, pero qué intrépido! El ascensor está justo allí —comentó la mujer.
Jimin asintió.
—Lo sé, pero tengo ciertos problemas con ellos.
La anciana lo miró de pies a cabeza.
—Nunca te he visto aquí.
—Me acabo de mudar —le informó Jimin.
—Una decisión algo inusual mudarse a un lugar tan alto teniendo problemas con los ascensores —comentó ella.
Jimin le sonrió.
—No fue mi decisión —le hizo saber con un suspiro.
—Yo tampoco quiero vivir aquí, pero mi hijo ha insistido —le contó la mujer—. Soy la señora Lee. Vivo aquí, en el departamento 201. Cuando quieras tomar un poco de té, puedes visitarme.
Jimin la miró con una sonrisa; parecía una señora agradable.
—Gracias por la invitación. ¿Sabe usted cuál es el departamento de Jeon Jungkook?
—Claro, es el joven guapo pero algo arrogante que nunca contesta los buenos días. Vive frente al mío, en el 202 —le informó—. Eres un chico adorable. ¿Eres amigo de ese joven presumido? —preguntó, asombrada.
Sí, definitivamente la señora ya le caía bien—No soy su amigo, pero muchas gracias —dijo Jimin, haciendo una reverencia antes de empezar a caminar hacia la puerta, que, afortunadamente, estaba sin seguro.
Y en ese momento, Jimin descubrió por qué Jungkook había querido llevarse su maleta.
—¿Qué diablos haces, maldito imbécil? —preguntó a gritos, viendo cómo Jungkook tenía su ropa esparcida por todos lados.
—Tardaste menos de lo que esperaba —fue lo único que contestó Jungkook, ignorando la pregunta de Jimin.
—¡Quita tus sucias manos de mi ropa! ¿Qué diablos te pasa? ¿Eres un enfermo o qué? —lo interrogó, recogiendo su ropa.
—Solo vi tu ridícula camiseta de gatos y me pregunté si tenías más de esas, y estaba en lo correcto. ¿Qué persona con sus cinco sentidos cabales colecciona camisetas de gatos? —preguntó Jungkook con desdén.
—¡Lo que yo use no te afecta en nada a ti! Y más te vale que no vuelvas a tocar mis cosas —ordenó Jimin, señalándolo con su dedo índice.
—¡Claro que me afecta! Vas a vivir conmigo. ¿Qué dirán mis vecinos cuando vean que vivo con un enano loco por los gatos?
—Que soy adorable y tú un maldito arrogante y presumido —le refutó Jimin.
—¿Tú, adorable? No me hagas reír —Jungkook rodó los ojos—. Solo déjame aclararte algo: mientras vivas conmigo, no vas a usar esas ridículas camisetas de gatos —afirmó, volviendo a tomar las camisas de Jimin y dirigiéndose hacia el balcón.
—¡¿Qué diablos crees que haces?! —preguntó Jimin, gritando.
—Lo único útil que puede hacerse con esto —se burló, lanzando una camiseta al viento.
Jimin estaba atónito. ¿Cómo diablos este imbécil era capaz de hacerle eso?
—Deja de ser tan imbécil. ¡Entrégame eso! —ordenó Jimin.
—No lo haré —dijo Jungkook, lanzando casi todas las camisetas por el balcón.
Jimin miró horrorizado cómo la única camiseta que quedaba en manos de Jungkook era su favorita, la de Harry Potter. Sus labios temblaron y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¡Si tiras esa camiseta, te juro que te lanzo de cabeza también! —amenazó, pero su voz salió temblorosa.
—¿Me estás amenazando? Es solo una vieja camiseta. Mi vida vale mucho más que esto.
—Para mí, esa vieja camiseta vale mucho más que tú, y quiero que me la entregues ahora —exigió Jimin, mientras una traicionera lágrima se deslizaba por su mejilla.
Para Jimin, esa prenda era invaluable. Era la camiseta de su padre, y la atesoraba como uno de sus recuerdos más valiosos.
Jungkook lo miró, algo asombrado. ¿El enano realmente estaba llorando? Eso lo hizo sentirse incómodo, así que le lanzó la camiseta a Jimin.
—Te conseguiré unas mejores, pero si quieres las demás, puedes ir por ellas —dijo encogiéndose de hombros—. Tu habitación está por el pasillo, la puerta de la izquierda.
Jimin nunca había odiado tanto a alguien en su vida como odiaba a Jeon Jungkook. Y apenas llevaban menos de media hora bajo el mismo techo. Apretó la camiseta contra su pecho y suspiró, dispuesto a recoger sus cosas.
Si Jungkook creía que esto iba a quedarse así, estaba muy equivocado. Jimin le haría pagar esto. Ese maldito arrogante no sabía lo que le esperaba.
Holas mis amores tardé pero estoy aquí para ustedes trayéndoles un nuevo cap., estos dos se van a terminar matando o amando ¿Cuál de los dos piensan que pase?
Nota: Me he dado cuenta que algunos de mis bebés no entienden las algunas referencias de Harry Potter, por lo que cada vez que use una dejaré la explicación en el capítulo. Pero quiero preguntarles:
¿Dejo la explicación al inicio del cap. para cuando lo lean sepan de que se trata o lo prefieren al final como lo hice en este?
Minerva McGonagall: Es la jefa de la casa de Gryffindor del Colegio de Hogwarts, también es la profesora de transformaciones y al mismo tiempo subdirectora de la escuela de magia y hechicería.
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