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—¿Jeon JungKook? —Escuchó su nombre ser entonado por una voz chillona. Dejó de mover su pierna con evidente nerviosismo y levantó la mirada. Sus grandes y vacíos ojos negros se posaron en una chica rubia, vestida con una falda rosa y lentes del mismo color, que sostenía una agenda en su mano.

El chico de cabellos negros, midiendo mucho más que la chica rubia, se levantó y asintió ligeramente. Había estado esperando alrededor de treinta minutos, sentado en la sala de espera, a que la cita previa a la suya culminara.

No se quejaba; los sillones eran cómodos y la sala era muy bonita. Decorada con algunas pinturas famosas de Van Gogh y algunos otros impresionistas, cuyos nombres no le eran relevantes.

Sólo estaba él ahí, sentado y esperando a que su cita con esa psicóloga comenzara. Él jamás había estado de acuerdo con asistir al psicólogo, mucho menos al psiquiatra; su mejor amigo, Kim SeokJin se lo propuso. No pudo decir que no; su mejor amigo era casi la única persona que se preocupaba por él, negarse era imposible.

—Excelente. La doctora Kim está lista para recibirte —comentó con una sonrisa antes de darse la vuelta—. Por aquí, por favor.

JungKook, observando el pasillo con un color blanco pero decorado con cuadros pintados y algunas repisas de madera clara, caminó detrás de la recepcionista. Aún seguía dudoso de si en verdad quería estar ahí, si en realidad debía estar ahí.

Llegaron al final del pasillo, una puerta de madera clara tenía el nombre de la doctora: Kim Taeyeon. Jeon se sintió nervioso hasta los huesos y la recepcionista abrió la puerta de la oficina.

—¡Pasen! —Gritó la doctora desde adentro de la oficina. La chica rubia se hizo a un lado y le indicó a JungKook, usando su mano, que entrara. El azabache hizo caso y se introdujo a la gran y ordenada oficina de la doctora.

Inmediatamente, su atención fue atraída hacia la doctora. Era una chica delgada, de cabellos castaños cortos, piel de un color canela, ojos color miel y unos pequeños lunares regados por su nariz y labio. La especialista le sonrió y le señaló el sillón grande, mismo que estaba frente a su escritorio.

—Buenos días, JungKook. Soy la doctora Kim y, si me lo permites, seré tu psicóloga en esta sesión de hoy. —Comenzó a hablar la chica, notando al chico de ojos grandes que observaba, con mucha curiosidad, la oficina.

—Buenos días... —Contestó el chico, volviendo al rostro de la chica y mostrándose serio. Comenzaba a arrepentirse de haberse bajado del auto de SeokJin.

—¿Quieres comenzar por contarme un poco sobre ti? Tu edad, gustos, disgustos, etcétera... —Preguntó la castaña, al tiempo que sacaba una libreta del cajón derecho de su escritorio.

—Claro... —comenzó JungKook—. Soy JungKook y tengo veinte años. Por lo general, no... —comenzó a bajar su tono de voz— me gusta estar con mucha gente. Tengo pocos amigos desde que tengo memoria y... —se detuvo a sí mismo, ¿qué más podría decir de él mismo?—, me gusta escuchar música, de vez en cuando.

—¿Por qué estás aquí, JungKook? —Preguntó la chica, sacando unos lentes negros de su cajón y observando al chico frente a ella.

—Un amigo..., SeokJin, me sugirió venir. Él y yo somos amigos desde hace un par de años; me dijo que estaba preocupado por mí. —Admitió Jeon, jugando con sus manos sobre sus piernas. Llevaba puesto un pantalón de mezclilla claro, junto con una camisa blanca.

—¿Por qué estaría preocupado?

—Bueno... El otro día dijo que tuve un ataque de pánico —confesó con evidente nerviosismo—. Yo no sabía que lo que me pasaba tenía un nombre.

—Un ataque... —susurró la doctora Kim mientras anotaba eso en el expediente del chico—. ¿Cómo te sentiste?

—Horrible. Me sentí terrible —Jeon se abrazó a sí mismo, recordando por instantes la sensación de sentirse al borde de la muerte—. Comencé a temblar de la nada; me comenzó a doler la cabeza terriblemente y se me dificultaba mucho respirar. Creo que mi garganta se cerró, porque no podía respirar en lo más mínimo. Después me desmayé, pensando en que iba a morir en ese instante —el azabache sintió sus ojos picar, se tapó la cara con su mano y temió por su vida una vez más—. Fue lo mas horrible que alguna vez he experimentado.

La doctora, acostumbrada y familiarizada con estos síntomas, se mostró tranquila, comprendiendo al chico y sintiéndose orgullosa de que este pudiera platicar sus sensaciones de esa manera. No obstante, por lo mismo, dedujo que no era la primera vez que le pasaba.

—Esos son algunos de los síntomas que puede experimentar alguien que está sufriendo un ataque de pánico. ¿Sabes qué fue lo que lo ocasionó?

El chico se quedó callado, tomando un pañuelo desechable y limpiando sus lágrimas. Claro que sabía cuál era la razón, pero no fue capaz de decirla.

—No.

—Bien —la doctora volvió a anotar en el expediente y retornó su vista hacia Jeon—. Muchas veces, los ataques de pánico, de este tipo, se presentan gracias a que el paciente experimentó un trauma en su infancia. JungKook, ¿tú recuerdas la tuya?

Al principio, el azabache asintió con la cabeza, tratando de decir algo, pero sus palabras no salían de su boca. Aún no sentía la confianza de hablar de aquello, pero la doctora se levantó de su silla.

JungKook se alejó un poco cuando TaeYeon se sentó junto a él en el sillón—. ¿Puedes contármela?

Suspiró pesado. Algún día tendría que hacerlo, y en realidad no quería volver a experimentar otro ataque de pánico—. Bien.

Tenía cuatro años cuando mi padre, Jeon JungMo falleció. Él y yo teníamos una muy buena relación. Siempre jugaba conmigo, me contaba chistes y veía por mi felicidad.

Manejaba un pequeño negocio de compra/venta de automóviles usados. En realidad no sé mucho acerca de eso; jamás hablaba de trabajo, ni siquiera con mi madre.

Cuando él murió, me quedé con mi mamá, Jeon WheeIn. Ella era arquitecta, directora de proyectos en una empresa de gran prestigio de Corea. Nunca estaba conmigo, mucho menos en la casa.

Amaba su trabajo mucho más de lo que amaba a su familia. De verdad no recuerdo si le afectó la muerte de mi padre, pero a mí sí.

Me llevó a un psicólogo especializado en esos temas, a la semana de que murió mi padre. Le recomendaron que debía pasar más tiempo conmigo, por lo que comenzó a trabajar desde casa.

Mi infancia temprana había sido linda, divertida y dorada, todo hasta que ella comenzó a trabajar en la casa.

Recuerdo que pasaba horas y horas sentado en la silla frente a su escritorio, con algún juguete o dibujo en la mano para mostrárselo, pero ella simplemente no volteaba a verme. Comprendo que el trabajo era mucho, pero era cruel que no pudiera voltear a ver a su hijo por horas.

—Entonces, ¿podrías decir que eso te afectó bastante, incluso más que la propia muerte de tu padre? —Preguntó la doctora, interesada en la historia y tratando de mantener contacto visual con su paciente.

Tal vez. Me sentía muy solo en ese entonces, además, siempre he sido hijo único y mi papá nunca creyó en las niñeras, supongo que mamá siguió su ejemplo. Por supuesto que asistía a la escuela, como un niño normal, pero todos los días parecían grises.

Nunca pude hacer amigos. Simplemente no tenía el espíritu y, digamos que, el que mi mamá trabajara desde casa y no en su oficina,  era para que pasáramos más tiempo juntos. Pero parece que me ignoró más.

Lo peor, fue cuando contrató un asistente, un asistente que estaría metido en la casa todos los días, de ocho de la mañana, a las doce de la noche. Él era-

—¿Cómo era, JungKook? ¿Él te hizo algo? —Comenzó la doctora, al notar que Jeon se detuvo a sí mismo, frunciendo su ceño y apretando sus puños con fuerza.

Él es Kim NamJoon. El asistente de mi mamá, quien siempre estaba en la casa, metido en su oficina, y la razón por la cual yo me volví inexistente para ella.

Recuerdo el día en el que lo conocí: Una mañana, desperté con la esperanza de que mi madre se acordara de mi cumpleaños, estaba cumpliendo cinco para ese entonces. No obstante, al salir de la cama y bajar las escaleras, la encontré sentada en la sala.

Lucía una sonrisa enorme, mirando a un hombre alto que estaba sentado frente a ella. Me acerqué con miedo, saludándola sin la emoción que me despertó. Ella me miró por unos segundos, abrazándome fuertemente pero sin despegar su vista de ese hombre.

Me sentí asustado, no me sentía cómodo alrededor de las personas, incluso en ese entonces. El tipo era moreno, con cabellos castaños ligeramente largos; estaba usando un traje negro y una camisa blanca debajo de su saco.

Lo que me asustó, no fue su físico en conjunto, sino su mirada. Me estaba mirando seriamente, con esos ojos rasgados, parecidos a los de un dragón de los que escupían fuego. Traté de decírselo a mi madre, pero ella parecía maravillada con ese hombre.

"NamJoon, te presento a mi pequeño hijo, JungKook", dijo mi madre, abrazándome mientras yo usaba una pijama amarilla de Winnie The Pooh y miraba a ese hombre, completamente aterrorizado.

"Mucho gusto, JungKook. Soy Kim NamJoon; seré tu nuevo mejor amigo, claro, si me quedo con el trabajo". Fueron las primeras palabras que me dijo ese hombre. Traté de calmarme, mirándolo con los ojos muy abiertos, y notando cómo me guiñaba el ojo.

Mamá comenzó a reír, soltándome en ese momento y empujándome ligeramente hacia adelante. No me había visto en todo ese rato. Pero miró a NamJoon mientras acomodaba su cabello detrás de su oreja, riendo y sonriéndole efusivamente.

"Eso lo veremos, Nam. Sólo mencionaré que el padre de JungKook está muerto, digo, por si tenías la duda", comentó la señora que se hacía pasar por mi madre. Mi corazón se rompió en ese momento; jamás lo había dicho así, ¿por qué se lo decía a un desconocido?

—JungKook, ¿tú crees, analizando todo esto de nuevo, que tu mamá trataba de coquetear con ese hombre y que no se dio cuenta de que te había lastimado al mencionar a tu padre? —Detuvo la doctora al azabache, notando sus lágrimas sobre sus rojas mejillas y ofreciéndole otro pañuelo.

Por supuesto, pero... ¿por qué tiene que ser tan egoísta? ¿Por qué no podía pensar en lo que yo iba a sentir? No, en cambio, contrató a NamJoon ese mismo día.

Los días siguieron iguales, ella sin prestarme atención; yo tratando de seguir adelante sin su ayuda. Todos los días eran tristes, recuerdo que, en la infancia en la que hubo luz, junto con un padre cariñoso, quedó oscuridad y soledad.

—Cuéntame de NamJoon, ¿cómo era él? ¿Por qué lo mencionas a él específicamente? —Pidió la doctora, sumamente intrigada por este nuevo personaje.

Kim NamJoon era un hombre extraño. Yo tenía cinco años, podía notar varias cosas y otras no tanto.

Él llegaba a mi casa desde antes de que yo despertara y se iba cuando yo ya estaba en mi cama. Parecía que le fascinaba vivir en mi casa, entrando y saliendo de la oficina de WheeIn.

Siempre vestía un traje negro y sus lentes de armazón del mismo color. Se veía impecable la mayoría del tiempo, otras veces, salía despeinado y con el traje desacomodado de la oficina de mi madre.

La primera vez que nos encontramos en el pasillo, yo estaba jugando con una pelota roja; claro está que no recibiría un regaño por eso, mi madre nunca salía de su oficina. Él comenzó a caminar hacia mí, nunca antes le había hablado y le tenía miedo; era un desconocido para mí.

Perdí mi pelota, pues la boté y esta escapó en dirección de NamJoon. Corrí hacia ella, siguiéndola con la mirada y observando cómo el hombre la pisaba para detenerla. Alcé la mirada y me topé con los escalofriantes ojos de NamJoon.

Él me miró con una ceja levantada al momento que me alejé y lo enfrenté con la mirada. "Disculpe, señor. Esa pelota es mía" recuerdo haberle dicho. Él sólo me miró, juzgándome aún más y tomando la pelota en su mano.

"Eres tierno, JungKook" comenzó, burlándose de mí y de mi baja estatura; "creyendo que sigue siendo tuya... lo lamento, pero creo que ahora" lanzó la pelota hacia el techo y ésta volvió a caer en su mano, "es mía".

Dijo y tomó la pelota aún más fuerte en su mano. Me miró con sorna y, al momento de seguir su caminata, me empujó con su pierna. Caí al suelo y comencé a llorar, mis manos se rasparon esa vez. Él se alejó de mí, con mi pelota, riéndose y jugando con ella.

Al siguiente día, salí al espacioso jardín de mi casa; uno con muchísimas flores de colores y una fuente de agua cristalina en el centro. Esta vez, estaba jugando con un pequeño helicóptero a control remoto que mi mamá me había regalado esa navidad.

Recuerdo que era color rojo y podía volar tan alto como un ave; solía manejarlo mientras imaginaba que yo era una pequeña personita que manejaba el vehículo aéreo desde adentro.

No obstante, no me di cuenta cuando NamJoon se paró junto a mí. No fue hasta que me quitó el control del juguete cuando noté su presencia; toda la ilusión que me hacía pilotar el juguete se desvaneció en su sonrisa macabra.

"¿No tienes otra cosa qué hacer más que jugar?" Preguntó, haciéndome formar un puchero con mis labios y cruzar mis brazos.

"Ese es mi juguete; devuélvelo o le diré a mamá que me molestas". Incluso mi yo de cinco años sabía que era una estupidez amenazar con eso, pero intenté intimidarlo. Él sólo se rió de mí y despeinó mi cabello.

"¿Qué te hace creer que le importa? Eres tan tierno, JungKook", repitió. Recuerdo que mis ojos comenzaron a picar; NamJoon tenía razón: a ella de no le importaba. Aterrizó el helicóptero y lo tomó junto con el control, traté de quitárselo pero, una vez más, y burlándose de mi estatura, me lo quitó y lo subió arriba de su cabeza. Con su misma risa, se metió a la casa.

Decidí que iría a la oficina de mi mamá y, como un niño de esa edad, corrí hasta la ventana de la oficina con rapidez, cantando la canción de misión imposible, tratando de tomarme las cosas como si fueran un juego. Me asomé ligeramente y ví cómo llegaba con mi juguete en las manos.

Mi progenitora hablaba por teléfono, pero le sonrió a NamJoon cuando llegó y colgó la llamada después de unos segundos. Lo miró a los ojos y se acercó a él. Cómo hubiera deseado que me mirara a mí a los ojos.

Él le mencionó algo y dejó mi helicóptero sobre un mueble, justo al lado de mi pelota roja. Mi corazón se rompió cuando ella juntó sus labios con los de NamJoon y después le susurró algo al oído.

Mi ceño se frunció; en ese momento, tenía entendido que sólo las personas casadas podían darse besos en la boca. Y NamJoon, nunca en la vida, iba a ser mi papá.

Mi mamá salió de la oficina y el señor Kim me miró. Me escondí en el arbusto que estaba al lado de la ventana, y justo cuando creí que ya se había ido, me asomé y vi su rostro.

Fue una de las escenas más traumáticas de mi infancia. Ver su rostro tan cerca, con los ojos bien abiertos, mostrando todos sus dientes y sus manos simulando ser garras, su expresión era temible.

Grité, y grité mucho por el susto. Recuerdo que caí al suelo y me golpeé la cabeza, llorando y deshaciéndome en gritos agudos de auxilio. Él se irguió, sintiéndose satisfecho y abandonó la oficina.

No recuerdo muy bien si me oriné del susto, en realidad no creo que sea relevante, pero, hasta la fecha, aún pudo ver esa expresión si cierro mis ojos. Esa noche, tuve muchas pesadillas.

Levantándome sudado y escondiéndome debajo de las cobijas, sabía que él seguía metido en mi casa, y en realidad no lo quería ver.

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