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5. Veintisiete minutos tarde

—¿Estará ya dentro? —Jimin estaba apoyado contra la pared del edificio en el que teníamos que entrar, sosteniendo un cigarrillo entre sus dedos antes de dar una calada.

—Claro que está dentro: llegamos veinte minutos tarde. Veinticinco con lo que tardes en fumar.

—¿Y no era todo esto parte del plan para probar al nuevo? —me preguntó alzando una ceja, a la vez que subía la planta de su pie derecho para apoyarla en el ladrillo marrón.

—El plan era llegar diez minutos tarde.

—Diez más, diez menos... —respondió con indiferencia al tiempo que daba otra calada—. Suga no se va a enterar.

A Jimin le gustaban muchas cosas: ligar, el tabaco, el alcohol, el camuflaje, hacer esperar a los demás... y ponerme de los nervios a mí. Siempre medía la situación en la que podía sacarme de mis casillas sin que se saliese de la categoría de broma, y en todo este tiempo que llevábamos juntos, había descubierto unas cuantas.

—¿No? —pregunté, y él negó con confianza; a Jimin siempre le sobraba—. Pues entonces déjame dar una calada.

Volvió a negar, pero no tan flipado como antes.

Yo también sabía cómo ponerle nervioso a él.

—Si Suga...

—No se va a enterar, ¿verdad? —Intenté poner la misma cara de motivada que él, y debió de funcionar, porque, aunque alargué la mano en dirección a su cigarrillo para darle una calada, no hubiese podido cogerlo si él no me lo hubiese puesto en bandeja, dejando la mano estática.

—Veintiséis minutos tarde por tu culpa —me recriminó, pero para entonces yo ya estaba expulsando el humo entre mis labios y me daba igual lo que me dijese—. Por tu bien espero que no se dé cuenta, porque es capaz de decirme que te malinfluencio cuando es cosa tuya.

—Vete a la mierda, Jay.

Me esforcé en decir su nombre falso por si acaso. Era cierto que estábamos en un lateral del edificio, uno en el que no había casi nadie, así que era imposible que nos escuchasen. También era cierto que yo no llevaba la peluca roja de los atracos, sino una rubia que usaba para este tipo de ocasiones. Sin embargo, cualquier precaución era poca: Jimin y yo habíamos venido a interrogar al nuevo y, aunque a esas horas estaría o lejos del lugar de reunión o en un subsótano a los metros suficientes de nosotros como para no escuchar ni una palabra, nunca corríamos riesgos.

—Ya, preciosa. Suficiente. Que no quiero que me corte el vicio.

Jimin me arrebató el cigarrillo de los dedos, dio un par de caladas apresuradas (al menos eso me pareció comparado con lo lento que estaba fumando antes de que yo cogiera el cigarro) y aplastó la colilla con el pie que tenía en la fachada antes de despegar su espalda del edificio. No me hizo falta que preguntara un «¿vamos?» cargado de impaciencia repentina (seguramente por miedo a las consecuencias que podría tener por parte de Yoongi; no por el hecho de que me hubiese dejado fumar cuando sabía que mi novio odiaba el tabaco, sino por si el nuevo se piraba sin que hubiésemos hecho nuestro trabajo) para que le siguiera de inmediato.

Yoongi era muy cuidadoso con los sitios que escogía para estas reuniones: edificios abandonados o en barrios tan pobres y problemáticos que nadie iba a soltar prenda porque sus problemas siempre iban a ser superiores a la ley, que les dejaba completamente desamparados. Edificios como en el que ambos nos habíamos criado.

En cierto modo, bajar las escaleras viejas y desgastadas era un poco como volver al hogar del que siempre quise escapar. Quizá por eso estaba más en tensión que antes de entrar. Ni siquiera la calada al cigarrillo ayudó.

«Es un edificio más. Céntrate en Jimin y en el trabajo que tienes que hacer. No huelas la humedad. No intentes recordar».

Clavé mi mirada en la espalda de Jimin, que abrió la puerta del semisótano. La llave no estaba echada. Eso podía ser buena señal, porque el nuevo seguiría dentro, pero a la vez podía no significar nada en absoluto: estábamos reclutando a un ladrón, no tenía por qué tener la decencia suficiente como para cerrar el sitio con la misma llave con la que lo abrió. La misma que Yoongi le había dejado debajo del felpudo.

Puede que el nuevo no fuese un ladrón decente (todavía era pronto para saberlo), pero lo que sí que descubrí cuando pasé tras Jimin a la estancia fue que al menos era paciente. Porque veintisiete minutos después, seguía ahí. Ni siquiera se había sentado en la solitaria silla que había en una esquina de la diminuta sala. Supuse que estaba paseando, porque me pareció verle detenerse bruscamente al entrar. «Paciente pero inquieto».

—¿Jeon Jungkook? —preguntó Jimin señalándole, y el chico asintió. Su pelo negro, bastante más largo que el de mi amigo, se movió en su cabeza con tanta efusividad que tuvo que apartarse algún mechón de la cara—. Puedes sentarte; tenemos que hacerte algunas preguntas y seguro que tienes que estar cansado de esperar.

Jimin no se podía enterar de la mirada con la que lo fulminé por su comentario; no porque el modo de moverse de mi cabeza no fuese obvio, sino porque llevaba unas gafas de sol con las que ocultarme y que eran demasiado oscuras. Al menos, más que las suyas, que eran de un color naranja muy suave.

—Estoy bien de pie —respondió el chico, y ahí Jimin giró la cabeza en mi dirección.

—Siéntate —pedí yo. Sonó como una exigencia, que es lo que era. Yoongi era muy claro con el modo de interrogar a los nuevos, y el hecho de que ellos estuvieran siempre sentados y nosotros de pie nos daba una posición de predominancia que nos interesaba tener; sobre todo si la persona que teníamos delante tenía las habilidades que ese chaval parecía tener.

Si la investigación de Yoongi era cierta, bajo esa chaqueta de cuero y esas ropas negras había suficiente músculo para acabar con Jimin y conmigo en segundos. Y técnica, eso por descontado. Sin embargo, también debía de haber algo de disciplina si me hizo caso de inmediato.

—Bien, Jungkook... Yo soy Jay y esta es Gi —nos presentó Jimin, acercándose a la silla que ocupaba el chico, que tenía las manos en los bolsillos de sus vaqueros negros—. Supongo que nuestro jefe te puso al tanto de por qué quería reunirse contigo.

—Sí: asegurar protección a cambio de dinero. Es mi trabajo —respondió. Aunque podía notar cierta suficiencia en sus palabras, no se transmitía a su tono nervioso. «Bien, buena señal».

—Exacto. Es obvio que él no ha venido personalmente, pero nos ha mandado a nosotros para hacerte unas preguntas. Y ya que lo mencionas... ¿Nos puedes contar un poco en qué consiste tu trabajo?

—Soy algo así como un guardaespaldas. Protejo a mis clientes, hago encargos... Ese tipo de cosas.

—¿Legal?

—Creo que tu jefe no me hubiese contactado si fuesen cosas legales.

A Jimin le gustó su respuesta, porque sonrió de medio lado y me miró. Era mi turno.

—Y te busca la policía, ¿cierto? —La mirada del chico se dirigió hacia mí antes de asentir pausadamente. Normalmente mi papel en estos asuntos solía ser más de espectadora: observaba el lenguaje no verbal y todo aquello que se nos pudiese pasar por alto para ver si la persona era de fiar. Por ejemplo, en Himchan vi suficiencia y chulería. Las desbordaba, pero las achaqué a la confianza de alguien que tenía mucha experiencia y muy buenas cualidades; más que nada porque Yoongi vio que así era. Sin embargo, esa era una característica que acabó siendo un arma de doble filo.

Mientras observaba a Jeon Jungkook pude ver todo lo contrario que vi en Himchan en su día. Aunque sí que tenían en común la confianza, en Jungkook se opacaba por el nerviosismo. Yoongi siempre decía que el hecho de que alguien se pusiese nervioso en nuestra presencia era buena señal, porque significaba que acataría órdenes. Y el modo en el que estaba sentado (no demasiado recto, pero tampoco desgarbado) parecía confirmar esta teoría.

Jungkook también se puso un poco nervioso ante mi pregunta, pero eso era algo natural: si la policía te buscaba, lo mejor era no dar ningún tipo de pistas a nadie; menos, a desconocidos. Nosotros lo sabíamos bien, por eso no me extrañó que él dudase.

—¿Importa? —acabó preguntando después de pensárselo un rato. Sus dientes capturaron su labio inferior al acabar de hablar.

—A nosotros sí. Como bien te habrá dicho nuestro jefe, no damos esta oportunidad a cualquiera. —Asintió, dejando de morderse el labio—. Llevamos el suficiente tiempo atracando bancos sin ser descubiertos como para ofrecer cierta seguridad y garantías a aquellos a los que queremos reclutar. Por eso pedimos algo de seguridad de vuelta. No nos importa contratar a un delincuente, pero hay ciertos delitos con los que preferimos no involucrarnos —expliqué. 

—Entiendo... —murmuró—. ¿Qué queréis saber sobre eso?

—Cargos de los que se te acusa. Y tu implicación, claro.

—Posesión de droga y exceso de velocidad. Y es cierto —admitió—. Usé mi coche para transportar un alijo de droga de un sitio a otro como parte de un encargo. La policía estaba detrás del caso y pillaron la matrícula.

—Así que estás huyendo —especifiqué, y él volvió a asentir.

—Y suponemos que el dinero lo necesitas para huir también, ¿no? —En esa ocasión fue Jimin el que preguntó, y obtuvo otro asentimiento por su parte—. ¿Y qué cifra tienes en mente?

—Treinta mil millones —confesó impasible.

Por supuesto, eso también era algo común. Cuando Yoongi contactaba con ellos, hablaban a través de un chat privado. Aunque lo hacían en clave, el trabajo que ofrecíamos se entendía y, por tanto, la recompensa también. Por eso no era de extrañar que cada persona nueva pidiese una cantidad bastante alta; primero, porque conocían las cantidades que se manejaban en el robo de un banco estándar; y segundo, porque sus motivos para aceptar un trabajo tan fuera de la ley implicaban unas cantidades desorbitadas a cambio.

Himchan pidió veinte mil millones, que solía ser el equivalente a un atraco y medio para él solo. Jeon Jungkook pidió diez más, lo que lo hacía bastante inteligente: era una cantidad moderada, que podía obtener en pocos golpes si la cosa se torcía, pero que a la vez le permitiría vivir desahogadamente fuera del país.

—Creo que podemos trabajar con eso, sí —admitió Jimin, pensando seguramente en lo mismo que yo—. ¿Y tú con el encargo? Nuestro último hombre tenía las capacidades, pero fue bastante despistado y...

—Jay —le advertí por si se iba de la lengua. Hasta que tomáramos una decisión había que dejar ver la menor cantidad de información posible.

—Ya, ya... El caso, ¿puedes? —le preguntó a Jungkook, alzando una ceja.

—He estado involucrado en cosas más chungas que un atraco a un banco —confesó—. Creo que podré manejarme.

—No hay que asegurarse simplemente de conseguir el dinero, es importante que lo sepas—le advertí—. También hay que proteger al equipo.

—No será problema.

—Bien, pues... Creo que es suficiente por hoy. Por supuesto, todo esto es confidencial y... bueno, ya te imaginas. Nuestro jefe contactará contigo si finalmente decidimos contratar tus servicios.

El chico asintió ante las palabras de Jimin y se levantó rápidamente de la silla para hacernos una reverencia antes de marcharnos. Él tendría que hacerlo después de unos diez minutos, para evitar que se nos relacionara en absoluto. Porque por mucho que estuviésemos hablando como si esto fuese una entrevista de trabajo normal con cantidades desorbitadas de dinero de por medio, no dejaba de ser más de lo mismo: un motivo más para seguir huyendo. 

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Hiiii

Finallyyy. Sé que estabais esperándole, teorizando y ansiosas por ver su primera intervención en esta buena historia. Es cortita y se ha tomado su tiempo (oficialmente, de mis historias, es en la que más ha tardado en aparecer), pero como ya estaréis viendo esta historia es muuy diferente a lo que he hecho. Que tampoco es esto una cosa loquísima, pero para mi está suponiendo un reto en muchos sentidos así que espero que os sorprenda un poquito.

Después de esta breve introduction al Jeikey, ¿tenéis nuevas teorías? ¿Se han reafirmado las anteriores? Sé que en verdad poco se puede decir pero güeno yo pregunto, ya sabéis.

Y ya estaría, no tengo ná más que decir mis niñas. Así que me despido hasta el lunes que viene en esta historia pero... stay tuned a mi tablero porque lo mismo subo alguna que otra cosita esta semana.

¡Pasad una feliz navidad! Nos vemos el lunes que viene.

Os leo <3

PD: SÍ, el JK con chaqueta de cuero es mi debilidad. Me declaro culpable.

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