2. El silencio de quince mil millones
—¡¿No revisaste que no fueran armados?! —grité a Chan en cuanto Hobi aceleró. No le importaba ir por encima del límite en esa calle porque las cámaras de seguridad de la zona serían las primeras en ser revisadas, así que, como siempre, tendríamos que deshacernos de la furgoneta en un sitio seguro.
Hobi era experto en huidas precisamente por eso mismo: sabía cuándo debía aumentar la velocidad y cuándo pasar desapercibido. Pero el hecho de que la primera parte fuese siempre la de ir a toda hostia no me beneficiaba. No cuando me había metido en la furgoneta demasiado rápido, menos todavía por la herida de mi brazo, que intentaba contener a duras penas con mi mano. Había sentido dolores insoportables antes, así que el dolor pasó a un segundo plano opacado por mi mayor preocupación: que la sangre cayese en la furgoneta. Algo que, a medida que observaba mis dedos, veía cada vez más inevitable.
—¡Claro que lo revisé! Se la debieron de pasar entre ellos —se excusó.
—¿Y no se supone que es tu puto trabajo revisarlo las veces que haga falta? Joder... —Dejé de mirar a Chan (de maldecirle con mis ojos, más bien) para apartar mi mano un segundo y ver el desastre completo. Mala idea—. ¿No hay nada en esta furgoneta para taparme esto?
La adrenalina de la huida me permitió pensar que la bala solo me había causado un rasguño, pero la cantidad de sangre que corría por mi brazo al haber levantado la mano me indicaba que había sido bastante más que eso.
—Gi, creo que vamos a tener que...
—¿Te han dado? —Yoongi interrumpió a Tae que, sentado en la parte trasera como nosotros, rebuscó entre las cosas que había desperdigadas en el suelo de la furgoneta. Lo hizo con voz calmada, sosegada y... escalofriante. Por eso Chan parecía más amedrentado que ante mis propios gritos y maldiciones.
—Solo me ha rozado, pero está sangrando demasiado. Voy a manchar la furgoneta —susurré. Fue mi primer pensamiento cuando sentí el disparo, así que no estaba mintiendo a Yoongi deliberadamente, solo... intentando mantener a raya su preocupación. Algo imposible, porque ya sabía que me habían dado.
—Joder, Gi, eso no importa —respondió con un tono un poco más cálido. No le veía (porque miraba la herida como si mirándola pudiese dejar de sangrar), pero sabía que su cara estaba girada en mi dirección—. Hope, ve un poco más despacio, me paso atrás.
—Sin problema.
Aprovechando que nuestro conductor redujo la marcha, Yoongi se las apañó para saltar el asiento del copiloto y pasar a la parte de atrás de la furgoneta. Chan se hizo a un lado rápidamente, agarrándose a uno de los asideros que habíamos colocado en los laterales, para que él pudiera ponerse a mi derecha y observar la pinta de la herida. Aparté la mano con reticencia.
—No te preocupes por la furgoneta, hay que desinfectarla igualmente —susurró antes de rajar la manga de mi chaqueta justo por encima de la zona sangrante—. Parece que la bala no está dentro.
—Ya te he dicho que solo me ha rozado, será un simple rasguño —intenté tranquilizarle (aunque a mí no me dolía como un rasguño de nada) porque sabía que aunque a mí me estaba dedicando palabras amables, esos ojos oscuros que se clavaban en mi herida chorreante no auguraban nada bueno.
—Esto no es un rasguño, Gi... —murmuró exasperado—. Y aunque lo fuera, no tendrías por qué tenerlo. ¿No te cansas de no hacer lo que se te ordena?
El tono cálido de su voz se esfumó tan pronto como se dirigió a Chan que, pese a su tamaño (muchísimo más grande y corpulento que el de Yoongi), se amedrentó de inmediato.
—He seguido el plan a rajatabla. —El principal problema de Chan, aparte de su testarudez, era su orgullo. Eso fue lo que hizo que intentase mostrarse más seguro de lo que aparentaba. Lo que hizo que no reconociese su error.
Y eso a Yoongi no le gustaba.
—Mira, Chan, una cosa es que te pasemos por alto que te guste montar un numerito en cada atraco, pero otra muy diferente es que no hagas tu puto trabajo y pongas en peligro a alguien del equipo, ¿entiendes?
—Hice mi trabajo. No es mi culpa que escondieran el arma bien.
—¡Sí que lo es! —El tono frío de Yoongi daba miedo, pero cuando gritaba... ahí sabías que ya no había vuelta atrás. Por eso todos en el vehículo observábamos en silencio la pelea entre ellos dos—. Tienes que cachear a todos los rehenes a conciencia, las veces que sean necesarias. Y proteger a todos los miembros del equipo. A todos. Ese es tu puto trabajo y no lo has cumplido.
—¿A todos o solo a tu chica? Porque estoy seguro de que no estarías tan histérico si la bala la hubiese recibido yo o Jay.
Mal asunto.
Chan nunca me tuvo en demasiada estima. Siempre me consideró débil y poco apta para atracar bancos. Alguna vez le escuché comentárselo a los demás, pero nunca a Yoongi. Quizá porque sabía la relación que teníamos o quizá por el miedo que siempre le tuvo a él. Uno que parecía haberse evaporado. Por suerte, a Yoongi le quedaba una gota de paciencia.
—Si se lo hubiese llevado Jay, habría reaccionado exactamente igual. Si hubieras sido tú, te aseguro que en el próximo atraco irías con más cuidado. Y, a lo mejor, te daría una pista de lo en serio que te tienes que tomar tu trabajo
La manga de mi chaqueta no debía servir para hacerme un torniquete, porque Yoongi se quitó la suya, la colocó alrededor de mi brazo e hizo un nudo. Demasiado fuerte, así que me quejé y él apartó la mirada de Chan un segundo para disculparse. Sin embargo, no aflojó el nudo.
—Yo...
—No te atrevas a decirme que has estado atento, porque es evidente que no —le acusó—. Ni siquiera es la primera vez que la cagas, pero sí la primera vez que la cagas tan monumentalmente. ¿Sabes cuáles son las consecuencias de tu error?
—Que tu chica tiene un rasguño.
Chan se la estaba jugando al mencionar constantemente mi relación con Yoongi con ese desprecio, aunque parecía tan centrado en su rabia que no se daba cuenta de que eso podía ser el desencadenante de la ira de mi novio.
—No, Kim Himchan —respondió. Su nombre completo daba más miedo salido de los labios de Yoongi que cualquiera de sus gritos. Más que nada, porque nunca usábamos nuestros nombres completos. Cada vez que reclutábamos a alguien nuevo en la banda, usábamos un mote por si esa persona no era de fiar. Aunque Yoongi ya sabía su nombre desde el mismo momento en el que se fijó en él, Chan no fue lo suficientemente inteligente como para ponerse un apodo menos reconocible. Sin embargo, Yoongi sí que lo fue al no fiarse de él y no desvelarle ninguno de nuestros nombres reales—. Lo peor es que ahora hay una bala con su sangre en el suelo del banco. Una bala que a estas alturas estará en manos de la policía. Y eso nos pone un poco más en el punto de mira.
Y ahí fue cuando me di cuenta de que Chan no había sido el único en cagarla. Porque si yo no hubiese intentado evitar la bala, quizá podía haberse quedado clavada en el hueso. O quizá...
«Quizá podrías haber muerto si hubiese dado en otro sitio».
Intenté apartar el pensamiento de la cabeza, pero, sobre todo, la culpabilidad. Y la discusión entre mi novio y mi compañero me daba esa distracción.
—Vale, ¿y qué? ¿Quieres una disculpa?
—Una disculpa no va a remediar lo que has hecho. Te quiero fuera de la banda. Ya. Hemos aguantado suficiente.
La situación no es que estuviese yendo a pedir de boca para Chan, pero creo que ninguno de los que estábamos en la furgoneta nos esperábamos esa decisión por parte de Yoongi. Es cierto que Chan nos dio bastantes problemas desde que Yoongi le reclutó para la banda; no solo por su afán por el espectáculo, sino también por su incapacidad para seguir órdenes. Sin embargo, escogió a Chan precisamente porque no encontrábamos a nadie que supiese de lucha para unirse a nosotros, y echarle así como así... nos ponía de nuevo en una situación delicada. Porque le necesitábamos, y él lo sabía.
—No puedes echarme. Necesitáis a alguien para controlar a los rehenes. Y para protegerla a ella.
Ahí sí que le interesaba mencionar mi debilidad como una virtud, porque eso le hacía parecer a él mi salvador. Supongo que esperaba que eso hiciera recular a Yoongi, pero sabía que si lo había dicho, la decisión estaba tomada.
—No es difícil encontrar a otro más competente que tú, Himchan, así que estás fuera. Te conseguiremos un coche cuando cambiemos la furgoneta y no nos volveremos a ver.
—Un coche y el botín de hoy. Me prometiste mucho más de quince mil millones —le pidió.
—Te aseguré veinte, y estoy seguro de que tienes al menos diez.
—Si no me das los quince de hoy, se lo largaré todo a la pasma.
—No puedes.
—Sí que puedo —rebatió con una sonrisa engreída y maquiavélica—. Puedo esconder mi dinero, ir al trullo por unos meses, meteros a vosotros unos años y salir por cooperación y buen comportamiento. No suena mal.
—No tienes ningún tipo de prueba que pueda incriminarnos.
—O sí. Sabes que sé lo suficiente, Suga.
Yoongi y Chan se batieron en un duelo de miradas: uno intentando resistir a la mirada oscura y gatuna; el otro tratando de descifrar si sus amenazas eran un farol o una posibilidad.
Acabó decidiendo lo segundo.
—El botín es tuyo —admitió—. Espero que no llegue a mis oídos que nos has delatado, porque como lo hagas... tienes todas las de perder.
Chan iba de chulo, pero en realidad sé que le tenía miedo a Yoongi. Siempre se lo tuvo, y con razón. Aunque yo era la única de los cinco que le conocía lo suficiente como para saber que en su interior nunca hubo maldad, podía reconocer cada vez que hablaba con los demás ese aura intimidante. La que tenían sus gestos, sus palabras y sus silencios.
Eso, sin duda, era lo que más me aterraba a mí: el silencio.
—Los quince y desapareceré de Corea. No volveréis a verme.
—Estupendo —respondió entre dientes, antes de girarse para preguntar a Hobi—. ¿Cuánto nos queda?
—Unos diez minutos.
—Perfecto. V, ¿la policía?
—En el banco, todavía tardarán un rato en dar con nosotros —le explicó Tae, que llevaba los auriculares puestos para escuchar la transmisión de la radio policial.
—Estupendo.
Una cosa que nadie más parecía saber de Yoongi es que esa palabra salida de sus labios nunca mantenía su significado.
Después de la pelea entre Yoongi y Chan, el resto de palabras que intercambiamos fueron las justas para llevar a cabo la parte final del plan.
Un atraco nunca empezaba en el momento en el que nuestros pies se plantaban en el banco. Antes de eso había semanas de preparación previa, investigaciones y estudios de todos los detalles acordados hasta que no hubiese ni una fisura en el plan. Y después, en cuanto salíamos del banco, el atraco continuaba. Lo hacía con Hobi conduciendo a toda velocidad por las calles de Seúl y, luego, con la colaboración de todos cuando finalmente abandonábamos la furgoneta de huida.
En esa ocasión, debido a que Chan ya no formaba parte de la banda, teníamos trabajo extra.
Por eso, cuando llegamos al parking que habíamos acordado, Hobi se puso rápidamente a puentear un coche extra, aparte del que ya teníamos preparado para nuestra huida. Eso nos retrasó unos minutos, pero, afortunadamente, Hobi no solo era rápido conduciendo, así que Chan se montó en menos tiempo de lo esperado en el BMW robado, con todas las bolsas del botín metidas en el maletero, y abandonó el aparcamiento.
No nos ayudó a desinfectar la furgoneta, pero supongo que eso fue lo mejor. Dada la conversación que habíamos tenido, seguramente no lo habría hecho bien y se nos habría escapado algo. Alguna gota de sangre que Yoongi y yo tuvimos que limpiar con vehemencia o algún cable del equipo de Tae que se hubiese quedado tirado en la parte trasera.
Nosotros solíamos ser meticulosos. Todo lo posible, al menos, y hasta ese momento parecía habernos ido bien, así que seguimos el plan de siempre. Cada uno limpiaba una zona de la camioneta, otro pasaba por encima y, cuando nos habíamos asegurado de que no quedaba ningún tipo de prueba, la dejábamos tirada antes de subirnos en el coche que teníamos preparado.
Las cámaras del parking ya estaban previamente hackeadas por Tae y, en el caso de que no fuese posible, tapadas para ocultar nuestra huida. Una que siempre era a un sitio seguro y que, en esa ocasión, no teníamos preparada.
Por culpa de Chan tendríamos que cambiar de residencia y, aunque teníamos una caravana oculta para poder salir del paso, preferíamos una vivienda más amplia.
—Jimin dice que van a interrogarle —informó Tae, sentado a mi lado en la parte trasera del vehículo—. Perdón: Jay.
—No hace falta que uses el nombre de ladrón; Chan ya no está —murmuró Yoongi—. Ponle al día de lo que ha pasado, Tae. También tienes que...
—Buscar un piso en el que escondernos para planear el siguiente atraco. Estoy ya en ello.
—Perfecto. Garam, ¿qué tal la herida?
Todos en el coche sabíamos nuestros verdaderos nombres. Por unas razones u otras, nuestros caminos se habían juntado casi a la vez y podíamos confiar los unos en los otros. Por eso Yoongi se atrevió a decir el mío. Yo ya estaba acostumbrada al mote que había elegido (no muy original, pero sí que podía despistar) y no me importaba que me llamaran así, pero sé que para él era importante decirlo completo, porque así se cercioraba de que seguía siendo yo la que estaba ahí.
—Duele un poco, pero al menos no sangra tanto —confirmé. Antes de limpiar la furgoneta nos habíamos asegurado de que la herida estuviese lo más tapada posible para que no cayese ni una gota de sangre en el vehículo.
—En cuanto lleguemos a la caravana te la curo —prometió. Solo que esta vez no se giró para mirarme, sino que siguió con la vista clavada al frente y sus dedos tamborileando sobre la puerta del vehículo, nervioso.
Como si el atraco todavía no hubiese terminado. Como si todavía tuviésemos que atravesar la parte más crítica.
----
¡Hola!
¿Qué tal la semanita? Espero que bien. O todo lo bien que se puede estar después del primer concierto presencial de los niños con un JK semidesnudo... en fin mejor no hablo de eso. Pero podéis comentarme todas vuestras impresiones.
Con respecto al capítulo todavía no sé muy bien qué decir. Creo que he perdido el hábito de hacer estos pies de capi, así que voy a preguntar un poco lo de siempre, ¿tenéis alguna teoría ya? ¿Ha quedado todo una poca más claro? Quedan todavía muchos misterios y cosas que se van a ir resolviendo conforme avance la historia, pero podéis ir dejando vuestras impresiones ya a ver si acertáis jejeje.
Yyy como digo, no sé muy bien más que decir así que me despido hasta el lunes que viene.
¡Os leo!
PD:
De nada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro