8. Compras domésticas.
Hi~ Seguimos hoy con Ash antes de adentrarnos más en Eiji, el capítulo de hoy tiene momentos bien lindos entre los dos porque se nota que han sabido construir sobre las heridas y eso es nuevo para los dos, así que van tanteando su relación, el problema es que a Ash le está gustando demasiado y como veremos en los próximos dos capítulos, Eiji carga con harto que no le ha dicho. Pero por hoy nos toca ser felices.
¡Muchas gracias por tanto! Espero que les guste.
—Onii-chan. —Canturrea con una sonrisa repleta de satisfacción mientras Eiji cambia la venda de su hombro, están sentados en la cama, lo tiene cara a cara y sin embargo, no puede expresar la felicidad que le provoca un simple apodo—. Onii-chan.
—Te estoy escuchando.
Pero Ash no puede dejar de repetirlo: onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan, onii-chan. Saborea cada una de las sílabas, las dice como si fueran un himno sagrado, una canción de cuna, una súplica piadosa y un rezo de agradecimiento porque finalmente su vida se siente bien.
No es que Eiji sea la razón para que las cosas estén cobrando sentido, Ash sopesa el riesgo que es depender de alguien, las personas son estrellas fugaces en su mundo, un minuto están pero al siguiente no, la pérdida es pan de cada día y aun así su corazón está lleno con gestos simples y tontos como encontrar un apodo cariñoso, compartir cuarto, molestarlo al punto de que haga un puchero ya que Dios sabe que son absolutamente adorables esos mofletes inflados y labios estirados. Es feliz con poco. Es feliz con esto. Es tan feliz que le da miedo. Es tan feliz que todas las alarmas de su cabeza resuenan para que se sabotee. Es tan feliz que no quiere escucharlas.
—Onii-chan. —Eiji le cubre la boca con una palma, el toque es electricidad pura en su piel, Ash se volvió mucho más consciente de su cercanía física desde que montó ese espectáculo falso de coqueteo por culpa de Shorter. Algo de verdad hay en la mentira.
—Te escuché. —Y algo de mentira hay en la verdad—. ¿Qué sucede?
—Me gusta que me vendes con tanta suavidad. —Entonces dice y Eiji enrojece al instante, mira cómo las vendas que sostiene tiritan dado que el espacio entre ellos es una frontera prohibida.
—No es gran cosa.
—Lo es. —No le permite minimizarse—. Ya viste el desastre que tenía en el hombro cuando me quitaste el primer parche, es obvio que apesto cuidando de mí mismo.
—Por eso yo cuido de ti. —Eiji lo confiesa con tal naturalidad y ligereza que ni siquiera vislumbra el peso con el que esas palabras caen en su alma. Un derroque. Un tsunami. Un terremoto. Un tornado. Una explosión. Un Big Bang. Sin duda ese chico es el desastre natural más grande que podría existir—. Alguien debe hacerlo. —Sus caricias son amables y gentiles sobre sus heridas.
—Lo mismo digo contigo. —De repente, se siente muy expuesto, no por tener el pecho desnudo o las cicatrices abiertas—. Alguien debe cuidarte porque apenas te descuido te estás poniendo en la línea de fuego tú solo, pero bueno, escuché que los conejos eran suicidas.
—¿Conejos?
—Sí.
—¿Qué tienen que ver?
—Skip dijo que te parecías a uno. —Recuerda con una risa risueña—. Y es cierto, tienes cabello esponjado y suave que te invita a acariciarlo y esos ojos grandes y profundos que dejan a todas las noches en ridículo, también tiendes a menear la nariz si algo no te gusta, pateas mucho, no sé si te habías dado cuenta pero pateas en exceso y no es para nada lindo. —Un poco quizás.
—Seguramente alguien me saca de quicio para que lo haga. —Le tira una indirecta y la esquiva.
—Además tienes una personalidad tan malditamente terca que la decisión fue unísona en toda la mansión. Eres un conejo kamikaze oficialmente. Felicidades.
—Ah. —No le hace gracia—. ¿Y tú eres un gato mañoso en ese caso?
—Lince. —Corrige—. Un lince indomable, no me faltes el respeto llamándome mañoso, que no se te olvide con quién estás hablando.
—Es cierto. —Eiji lo suelta y Ash odia lo incompleto que se siente, nadie puede sanar ni limpiar sus pecados. Su alma está corrupta. Su cuerpo está roto. Su corazón yace podrido. Y lo razona con una escalofriante tranquilidad—. Lo siento, a veces me salgo de mi lugar y te trato como si fueras un amigo cualquiera cuando venimos de estatus muy diferentes. No volverá a pasar.
—Eiji. —Pero ese chico—. Dejemos algo en claro antes de que se convierta en un malentendido más grande. —No puede creer lo malditamente afortunado que es por tenerlo en su vida, le da asco pensarlo ya que desglosa que Eiji habría estado mucho mejor sin poner un pie en América.
—¿Qué cosa? —¿Pero qué sería de Ash sin Eiji?, ¿cómo habría vuelto a ahogarse en ese mundo de sangre sin nadie que le extendiera la mano para sacarlo? Puede que al final se hunda, puede que Dino al final lo mate, que la culpa sea un cañón metido en su boca y un día se dispare. Pero tuvo esto. Al menos tuvo esto y nadie se lo puede quitar—. ¿Ash?, ¿en qué piensas?
—Somos amigos. —Ash le da las manos, el dolor de su herida no se compara a lo apretado que se profesa su corazón con la caricia—. Y los amigos se tratan como iguales, no se hacen gracias a la existencia de una deuda así que quítate esa idea de encima y trátame con esa personalidad tan mierdosa que tienes. —Lo hizo reír, es una risa bonita.
—Es difícil considerando que me salvaste la vida.
—Y tú salvaste la mía.
—No. —Niega porque esa es su naturaleza—. No he hecho nada, no puedo hacer nada sin reñir.
—Eiji, no necesito que te pongas enfrente de mi ejército con una katana, tú me salvaste de una forma en que ni siquiera te puedes imaginar dándome estos momentos ya que son estos trozos de libertad y cotidianidad los que me mantienen cuerdo, sino sería una carcasa vacía otra vez.
—Otra vez. —Eiji revolotea las pestañas como si fueran las alas de un mirlo—. ¿Te pasó antes?
—Me pasó antes, sí.
—¿Cuándo? —No lo está obligando a contarle nada—. No tenemos que hablar de esto sino te sientes cómodo o listo. —Pero Ash quiere hablarlo alguna vez.
—Me fui a Cape Cod porque quería encontrar a alguien. A mi hermano. —Le cuenta cosas que no le ha contado a nadie—. Estoy seguro de que sigue vivo, que Dino me lo quitó para utilizarlo como una rata de laboratorio y en parte fui a juntar pistas. Y en parte...me fui porque necesitaba escapar. Así que escapé. Me fui. Los abandoné a todos a su suerte.
—Ash.
—Yo mismo me estaba dando miedo. —Cain le dijo que volvió como una copia de Dino cuando no pudo estar más equivocado, se fue para no convertirse en una—. Me acostumbré a la mafia, las matanzas, la violencia, la corrupción y la injusticia con tal rapidez que dejé de sentir y quería sentir algo: culpa, tristeza, resignación, asco. Pero no. Y entonces no me pude detener, no pude dejar de matar y necesité frenarme. —Porque Blanca nunca le enseñó cómo parar.
—¿Y ahora? —Es tan dulce para preguntarle cosas, ¿así se siente ser amado?—. ¿Cómo estás?
—Ahora está siendo más difícil y es por ti. —Eres el culpable. Eres mi razón.
—Perdón. —Ash niega deslizando sus manos hacia las mejillas del nipón, elevando su mentón.
—Es por ti que recordé cómo debía sentirse ser humano y es una mierda en esta realidad, pero prefiero cargar con eso a desprenderme de lo poco que me queda del hermanito que Griff amó.
—Ash. —Lo sana. Lo reza. Lo revive—. Oh, Ash.
Eiji extiende su palma, repasa su barba fantasma, es áspera y hace un sonido gracioso a causa de la fricción, más, le agrada, se acerca y la cama rechina, el botiquín quedó en segundo plano, la venda se cayó, da igual, Ash cierra los ojos y se derrite por esos toques gentiles, no es brusco, no es posesivo ni urgido, podría morir con una sonrisa por este chico, piensa, le da risa no haber podido prevenir esa irrupción a su corazón, hace solo un par de meses lo consideraba una más de las rosas de Dino, ahora ve que se equivocó. Eiji no tiene espinas para lastimar. No tiene los pétalos rojos. No tiene un aroma presuntuoso. No. Eiji tiene un tallo que gira. Es amarillo. Tiene un dulzor sutil e inconfundible. Eiji es un girasol. No una de las rosas de Dino.
—Si te sirve de algo. —Y es con esta clase de divagaciones que concibe la magnitud de su caída por este terco—. Estoy orgulloso de ti. Puede que no sea nadie para decirlo pero conocí a Arthur de cerca, de muy cerca. Y no era ni la mitad de hombre de lo que eres tú, Ash Lynx.
—Ja. —Lo pone tan nervioso escucharlo así de franco—. No tienes que cuidarme para retribuir.
—Te cuido porque me importas, eso es muy distinto.
—Entonces nos importamos.
—Así parece. —Las mejillas de Eiji se han tornado de un rojo brillante que le roba una sonrisita tonta—. Así que debes protegerte mejor, porque me duele verte llegar herido a casa.
—Ni siquiera me di cuenta de cuándo me dispararon. —Sus relumbrantes ojos cafés se centran en la cadena de plata que pende de su cuello, olvidó quitársela, pero siendo honesto no quiere quitársela—. Esto...
—Lo conservaste. —Musita para sí mismo—. Siempre usas un jade en la oreja y es hermoso.
—Ese aro es una etiqueta de ganado que solo uso para evitar conflicto con Dino. —No escatima en el asco que le genera ese recuerdo, al final Golzine siempre hace lo que quiere dando ilusión de consentimiento, jugando con la esperanza de los demás al venderles una libertad que yacía cortada del inicio—. Pero este es distinto, este lo uso porque me hace pensar en ti y pensar en ti me hace feliz porque tú me haces feliz. —¿Qué diablos está diciendo?—. No dije nada.
—Una piedra negra te recuerda a mí, eso no es para nada lindo.
—Es un ónix. —Chista—. Los ónix son piedras preciosas.
—¿Por qué te recuerdan a mí?
—Porque no sé nada sobre ti. Tu pelo es completamente negro, tus ojos también son profundos y negros. —Se pierde en la melancolía—. Las cosas oscuras me daban miedo cuando era niño.
—¿Eh? —Eiji ladea la cabeza, su curiosidad tan transparente lo incita a encontrar cosas que ya daba por perdidas—. ¿Por qué? —Bueno...
—Mi padre me hizo una calabaza de Jack para Halloween, la utilicé para pedir dulces. Entonces me fui a esconder en el bosque para asustar a mi hermano. Estaba completamente oscuro, se escuchaban sonidos tenebrosos. Estaba asustado, así que me iba a casa pero repentinamente vi una cabeza de calabaza gigante. Después me di cuenta de que era mi reflejo en el parabrisas de un auto. Odio las calabazas desde ese entonces.
Solo con ver una me da escalofríos.
—¿Qué? —Está demasiado silencioso—. ¿Qué pasa?
Ash levanta la mirada solo para encontrarse a un Eiji con la boca apretada y temblorosa, pronto lo ve encorvarse escondiendo su rostro detrás de sus brazos para luego arrojar la cabeza hacia atrás entonando lo que debe ser la risa más estruendosa, irritante y chillona posible.
—¡¿De qué te ríes?! —Ahora es Ash quién se encuentra sonrosado—. ¡Eiji!
—Será mejor que no le cuentes a nadie. —El bastardo llega a llorar por culpa de la risa y precisa apretarse el estómago para respirar—. ¡El tipo que le apunta un arma al jefe de la mafia le tiene miedo a una calabaza! —Su carcajada resuena por toda la mansión—. ¡Le diré a Golzine! —Eiji acomoda sus manos en su pecho mientras las lágrimas corren por sus mejillas.
—¡Ya! —Gimotea indignado—. ¡Eiji!
—¡Le diré que despida a todos esos guardaespaldas y que plante un jardín de calabazas! —Ash frunce el ceño y se voltea con un puchero absolutamente ofendido.
—¡Ríete lo que quieras! —Pero Eiji ríe. Ríe. Y ríe—. ¡Pequeña mierda! —Y Ash no aguanta más la humillación así que se le tira encima—. ¡Ya verás! ¡Me las pagarás por irrespetuoso!
—¡Ash! —Chilla—. ¡Solo estaba bromeando!
Sin embargo, el lince se lo toma personal tumbándolo en la cama, acomodándose encima para resaltar la brecha corporal, suele olvidar que es dos años mayor por su rostro de bebé y su aura repleta de ternura e ingenuidad y pronto, las carcajadas de Eiji se convierten en una respiración entrecortada a causa de la cercanía, Ash traga duro deslizando sus dedos entre los del japonés y pidiendo en secreto el deseo de quedarse así. Acá las cosas están bien. Ahora. Con Eiji. Ansía que esto dure un poco más, no tiene que ser para siempre. Un segundo robado. Uno extra. Solo uno. Solo por ahora.
Por favor, Dios. Déjame tener esto.
—Eiji. —¿Qué podría decirle que justifique su desesperación? Hay una línea que no cruzará, no solo por la gargantilla que sofoca su cuello pálido, sino por Eiji. No puede arrastrarlo más lejos.
—Más tarde quiero ir a hacer las compras. —Dice de la nada, no entiende—. Me disfrazaré bien para que no me reconozcan y siendo franco, nunca vi a ningún jefe de la mafia ir al mercado así que estaré bien, los chicos se ofrecieron a protegerme.
—Ah. —Procesa—. Eso es bueno.
—Pero esperaba que fueras tú. —Oh—. Es un capricho, no debes tener tiempo para una tontera tan banal, pero no sé, quería pasar tiempo juntos fuera de la habitación y...
—Me encantaría ir. —Ash le aprieta la mano con una sonrisa—. Vamos juntos, apenas terminen la reunión en la mansión de los Lee volveré corriendo. —Odia los compromisos diplomáticos.
—Deberíamos terminar de vestirte en ese caso. —Eiji le recuerda su desnudez—. A menos que quieras ir así a tu reunión, por supuesto.
—¿Acaso esa es una propuesta? —En vez de avergonzarse lo usa de excusa para coquetear, ha descubierto que le gusta ser audaz y pícaro cuando se trata de Eiji porque lo recibe diferente.
—Depende de si me lo pides por favor o no. —Eiji se levanta, toma la camisa que estaba encima de la cama para extendérsela—. El celeste te queda muy bien, me gusta cómo ilumina tus ojos.
—Si tú lo dices deberé creerte. —Balbucea embelesado—. Onii-chan.
—Creo que el apodo me empieza a gustar. —Sus ojos brillan con pillería—. Ash-u. —Y ahí está.
—Eso es un estornudo. —Son esa clase de cosas tan pequeñas las que lo vuelven loco de este chico. Se pregunta qué será. Se pregunta si será tan malo averiguarlo—. Pero haces que incluso los estornudos suenen bonitos así que no me molesta ser uno.
—Eres tan descarado. —Eiji le pone la camisa, abotona ojal por ojal con las manos tiritonas, la cara roja y el corazón desnudo—. Vuelve pronto de esa reunión, te estaré esperando.
⊱✿⊰
El problema es que no ansía estar en la pretenciosa reunión luego de haber tenido una mañana tan maravillosa. Pero bueno.
Ya está aquí.
Ash suspira intentando mantener la atención en los puntos que se debaten, aunque detesta la burocracia, Golzine lo moldeó para que fuera un táctico experto. Escanea con cautela el salón impregnado de lujo, la marca de los Lee se encuentra plasmada en cada alfombra, pilar, copa y mueble posible, la oscuridad es latente y sofocante, debe ser por la presencia de tanta basura junta, se dice a sí mismo mientras repasa los enormes cuadros de personajes sombríos y luces pesadas que cuelgan del techo, no solo vinieron los líderes de la mafia como él y Yut-Lung sino que también asisten los políticos con posiciones importantes ya que vienen de la mano ¿acaso no es gracioso cómo piden que la mafia ensucie para que ellos limpien? Si le preguntan, la casa blanca está llena de mierda. Pero bueno. Las cosas son así.
—Pondré al elefante en la habitación. —Eduardo L. Fox, un exmilitar que trabaja de sicario y se encarga de la unidad especial de Dino habla—. Lo que verdaderamente nos concierne es a cuál de los dos vamos a apoyar para que presida la mafia y eventualmente se postule a presidencia.
—La presidencia. —Yut-Lung ríe, se encuentra sentado a su lado con una copa de vino sobre la mano, luce elegante e imponente a pesar de ser el más joven en la habitación—. Dino adora el drama, ¿no es así?
—Ríete lo que quieras, pero todos sabemos que ni los negros ni los chinos tienen oportunidad.
—Papa está preparando algo grandioso que de seguro les hará decidir. —Arthur se abre camino en el salón, viene tarde, tiene las manos metidas en los bolsillos del pantalón y el traje inmundo por la sangre, su rostro tiene salpicaduras de mugre, no pertenece acá sin embargo se pavonea como si todos fueran suyos. Lo odia—. Por supuesto, es algo que está perfeccionando, pero va a cambiar todo el juego, será fantástico.
—¿Y debemos creer en esas promesas vacías? —Kippard, un senador obeso y decrepito brama con un cigarrillo en la boca, Ash nunca toleró a ese hombre por su olor, apesta a colonia barata.
—No son promesas vacías, pudieron presenciar una probada en la feria. —El silencio los cubre.
—¿Por qué yo no sé nada en ese caso? Dino también es mi papá. —Escupe la palabra y se mira poseído por el impulso irrefrenable a lavarse la lengua con lejía.
—¿Crees que te lo ganaste? —Arthur se sienta en la mesa pasando a llevar las botellas lujosas de alcohol y la comida de alcurnia—. Te fuiste un año y muchas cosas cambiaron, hermanito.
—Qué tú le lamas las suelas no cambió.
—Tan encantador cómo siempre. —Ríe con una mueca torcida, Arthur toma el frasco ambarino de whisky y se lo bebe de un sorbo. Animal—. Nuestro padre tiene un nuevo favorito, ¿pero qué esperabas? Ni siquiera lo has ido a visitar para compensarlo por el tiempo perdido. No. Miento. Fuiste a compensarlo en la feria ¿verdad? Escuché que visitaste sus aposentos privados.
—¡Bastardo! —Ash se levanta y lo coge de las solapas del traje, quiere pegarle un tiro en la puta frente de una maldita vez—. ¿Te crees gran cosa? Tú pasaste por lo mismo, somos iguales, pero eres tan necio que no puedes verlo.
—¡No somos iguales! ¡Nunca lo fuimos!
—¡Ambos estuvimos ahí! Vimos lo mismo, nos hicieron lo mismo.
—Pero ya no estoy ahí. —Arthur sonríe divertido, logró su cometido, lo alteró frente a los sujetos más importantes con sus trajes impecables y relojes faustos—. Cómo decía, lo que Golzine se encuentra fabricando no tiene precedentes, en un par de meses lo verán y ahí podrán tomar su decisión con más serenidad, será evidente para ese entonces quién les conviene entre los dos.
—Escuché que te metiste al territorio de Lynx. —El tono de Yut-Lung rompe la tensión igual que una navaja lenta y afilada—. Esa es una clara infracción a nuestro código, ¿cómo confiar en ti?
—No me metí en su territorio, mis hombres nada más se confundieron e intentaron defenderse.
—Sí, claro. —Ash chista, Fox se toca el mentón pensativo, un anillo de oro destella bajo la tenue luz naranja mientras la tensión se asienta—. Cúbrete la espalda mientras puedas, no ganarás.
—No haré nada para declararte la guerra, hermanito. —Porque eso claramente implicaría tener que ser castigado por Dino, el pedófilo valora el equilibrio y la "familia" más que nada, vaya que es irónico considerando el contexto—. Si alguien la iniciará y decepcionará al viejo vas a ser tú.
—Si quieres partir algo, hazlo tú mismo. No tomaré esa responsabilidad.
—No. —Carcajea—. No me arriesgaré a destruir todo lo que he construido. —El cínico susurra.
—En tus sueños. —Ash lo suelta—. Ya me cansé de esta reunión, no estamos llegando a ningún lado.
—Al contrario. —Fox se levanta—. Llegamos a muchos lados interesantes gracias a esa charla.
Poco a poco los peones se van retirando de la casona, desearía decir que fueron fructíferos los debates y medidas que se tomaron para controlar la ciudad no obstante vende su alma rasgada en vez de su cuerpo, no sabe si eso es mejor. Carajo. Al menos ahora tiene noción de qué puede estar pasando. Dino trama algo. Fabrica algo. Dawson es experto en química, una droga o algún gas quizás. Si Arthur ladra con tal imponencia ya están aplicando pruebas en humanos. ¿Acaso será algo de control o sumisión?, ¿un componente altamente adictivo y dependiente? Necesita saber qué diablos encontró Yut-Lung.
¿Cómo puedo convencerlo de pasarse a mi bando?
—Fue un gusto verte, hermano. —Arthur le pega en el hombro, no solo llegó tarde y jodió lo que estaban discutiendo relativamente civilizados, sino que tiene el descaro de hablarle así—. Esta vez las cosas serán diferentes, nuestro padre se sintió muy traicionado cuando te fuiste.
—Pues qué lástima, los hijos vuelan del nido.
—Y aún así te permitió volver casi sin consecuencias, siempre has sido el favorito. —¿Favorito?
—¿Es en serio? —Ash ríe, atónito—. ¿Y a qué puto precio crees que lo fui?
—No te pongas muy cómodo estos meses. —Arthur lo toca del hombro y se acerca—. Él pronto te dará una visita donde tendrás que saldar cuentas y...
—¿Y? —Quiere confrontarlo, más, debe guardar silencio al vislumbrar el rostro de constipación que el contrario le ofrece, sus ojos azules se encuentran repletos de emociones desconocidas.
—Hueles familiar. —Balbucea en voz alta—. Hueles dulce, conozco ese aroma. —En serio debe hacer algo con Eiji. Mierda. Pasaron la mañana juntos, claro que se le pegaría el olor.
—Una prostituta me pegó el perfume. —Intenta zafarse—. Si quieres te doy su número, era muy vulgar para mi gusto.
—¿Me estás escondiendo algo? —El agarre de Arthur se tensa ante su hombro—. ¿Me robaste?
—¿Robarte? —Ríe entretenido—. Suena a que perdiste algo y estás tratando de tirarme encima la responsabilidad.
Arthur no le responde, se limita a mirarlo casi despechado antes de abrirse camino a gritos con la servidumbre del clan Lee. Estuvo cerca. Demasiado cerca.
—¿Será tan tonto para no darse cuenta? —Yut-Lung lo observó todo desde una orilla, la sombra de la noche, el último del clan, el dragón de luna.
—Espero que sí. —Chista—. No anhelo que Eiji pase por más peligros o será un gran problema.
—Escucha, Lynx. —Su tono adquiere un deje de seriedad que le pone los pelos de punta—. Hay algo que he querido hablar contigo, pero no te lo tomes a mal.
—¿Qué cosa? —Ya se lo está tomando a mal, saca un cigarro de su chaqueta, lo prende y se lo lleva a la boca para apaciguar las náuseas arremetiendo en su interior como caldo de cabeza.
—¿Crees que Eiji esté diciendo la verdad?
—¿Eh? —El cigarro se cae al piso y se apaga—. ¿A qué te refieres?
—Mira, no odio tanto a Okumura. —El más joven se rasca la cabeza, impresiona contrariado al decirle esto, como si le hubiera costado decidirlo—. Él fue valiente para ayudarme con mi plan, me escucha cuando me quejo sobre Shorter y no sé, no lo odio tanto, pero no me cierra el cómo lidia con el trauma, es decir, estuvo un año con Arthur y Dino, pero ni siquiera se inmuta.
—Nosotros tampoco nos inmutamos, estamos disociados a estas alturas.
—Sí, aunque la diferencia es que nosotros prácticamente nacimos así ¿para alguien normal no sería mucho más difícil digerir estos horrores? Pero Eiji siempre está calmado, no digo que haya mentido, quizás esté omitiendo cosas o no sé, quizás no esté llevando tan bien sus traumas.
—¿Insinúas que debo desconfiar de él?
—Insinúo que debes prestarle más atención a los detalles. —Le advierte—. De ahí, tú concluye.
⊱✿⊰
Ash se mira en el espejo del supermercado, ¿hace cuánto no usaba ropas normales? Extrañaba sus converse rojas y su camisa blanca, sus jeans rasgados y su apariencia aniñada, se ve como si fuera una persona totalmente distinta, no le desagrada y de hecho le inquieta lo cómodo que se profesa usando esta piel, pero la mejor parte no es dejar colgado el traje de líder mafioso en casa sino que Eiji... Ash sonríe, atontado. Luce absolutamente adorable con ese suéter mullido a pesar del horroroso estampado de pájaro que le imprimió, se pregunta si en otra vida podrían haberse conocido así y le da pena el pensamiento.
—¿Qué pasa? —Eiji se le aparece de espaldas, contemplando el espejo a su lado—. ¿Te gusta?
—¿Me veo raro?
—Te ves guapo. —Qué fácil es para este chico acelerarle el corazón—. No me malentiendas, el traje también te hace ver guapo pero ¿cómo decirlo? —Eiji se lleva una mano hacia la boca casi como si eso lo ayudara a pensar mejor, es tan bonito—. Te ves más tú de esta manera.
—¿Eh?
—Y sé que es una idea pretenciosa porque debo conocer muy poco de ti, solo... se ve correcto.
Pero Ash nunca podrá explicarle lo profundo que sus palabras calaron dado que le ha confiado lo más frágil y endeble de su alma, así que le da risa que no sepa lo mucho que sabe, en verdad Eiji no tiene ni la menor idea de qué tan indispensable se ha vuelto en su vida, ¿no? Pero quizás es mejor así, divaga mientras toma la barra del carrito para arrastrarlo ante los grandes pasillos.
Están haciendo compras domésticas. Max se mataría de la risa si supiera. Le diría que lo tienen domado y probablemente tendría razón. Pero existe algo sumamente reconfortante en esto. En buscar y tachar las cosas de la lista. En pasear con la música irritante de fondo. En vestir ropas normales. En reír. En perder el tiempo así. Es una bocanada de aire fresco.
—No has llevado nada para ti, solo cosas para mí. —Entonces Ash enfatiza—. Puedes tomar lo que quieras del super, estará bien.
—¿En serio? —Sus ojos brillan con tanta felicidad, joder, la cara le quema y el corazón le punza.
—En serio. —¿Cómo podría desconfiar de ese chico?, ¿cómo podría ponerlo en duda? Yut-Lung no dice más que tonterías.
—En ese caso quiero buscar ingredientes para hacer natto, es un platillo que de seguro amarás, es tradicional.
—Si dices que lo amaré, lo amaré. —Ash no lo pone en duda.
—¡¿Ei-chan?! —Pero entonces—. ¡¿Ei-chan, realmente eres tú?!
—¿Ibe-san?
Entonces se da cuenta de que Yut-Lung tenía razón y Eiji no le ha contado ni siquiera la mitad.
Nos vamos con Eiji y con Ibe altiro mañana, recuerden que Eiji tenía una vida bien establecida antes de todo este drama y nos tocó echarle un ojito a qué estaba pasando y a dónde Eiji quiere ir a fin de cuentas.
Nos vemos mañana~ como siempre, gracias por sintonizarnos esta noche.
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