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7. Apodos.

Hi~ Seguimos hoy desde el punto de vista de Ash porque debe resolver el lío que él mismo dejó ayer, así que nos metimos en eso y ya va apareciendo bien presente el ambiente de conflicto entre las mafias, así que ojito con algunas cosas.

Mil gracias por el tremendo cariño, se les quiere muchísimo.

—¡Corre, Shorter! ¡No dejes que te atrapen!

—¡Esa debería ser mi línea!

—¿Eh?

—¡Cuidado, Ash!

Shorter dispara, aunque no se halle bendecido con los dotes de Ash tiene la puntería suficiente como para que la bala roce su mejilla blanca y le vuele la cabeza al tipo de atrás, el espectáculo es grotesco, los sesos salpican las paredes formando parte del grafiti de la ciudad, más, no hay tiempo para lamentarse, deben seguir huyendo porque Arthur se metió en su territorio y la cosa acabó mal, muy, pero muy mal.

Así que corren por sus vidas.

Corren y corren.

Sus zapatos de cuero yacen untados de sangre y mugre, la lluvia no ha cesado en toda la noche, el estridente eco de los charcos fundido con el resuello de sus respiraciones retumba ante los callejones mohosos, las luces de los postes parpadean dándoles una precaria vista de a dónde están, ¿Downtown? No, están cerca del centro, ¿a dónde pueden ir? Los casquillos caen y caen a sus pies. Plic. Plic. Plic. Ash toma la delantera. Es el líder de la manada.

Es el mejor tirador y los chicos dependen de él para huir intactos, los escucha seguirlo aún bajo los gritos y jadeos frenéticos, su confiable Smith and Wesson 357 magnum no ha fallado ningún tiro a menos de 25 yardas a pesar de ser cañón corto, todavía la siente caliente en su mano, no deben quedarle muchos cartuchos para escapar, retirarse es la mejor opción, no tiene idea de cuántos hombres Arthur mandó para irrumpir. Y tiene que salir vivo. Eiji aún no lo ha perdonado.

—Mierda. —Shorter lo para detrás de un basurero—. Estás sangrando mucho, amigo.

—¿Yo? Pero si no me han dado.

—Jefe. —Alex impresiona preocupado—. Está chorreando.

Ash baja la mirada, percatándose de que tiene un hombro abierto y le ha dejado un camino rojo al enemigo. Bravo. Brillante. Ni siquiera sintió el dolor a causa de la adrenalina, sin embargo, al haber tomado conciencia pronto esa herida arde, es como si alguien estuviera escarbando con una pluma metálica sus ligamentos abriéndose paso entre los músculos y la grasa, hurgándolo y hurgándolo hasta lijar los huesos, es una sensación que le taladra el cerebro, carajo, debería andar con un pito para casos de emergencia.

—Nos vamos a separar. —Es la orden definitiva—. Si los únicos hombres que quedan son todos los que nos siguen estamos a salvo, pero si hay más estamos muertos los ataquemos en grupo o no, en ambos casos prefiero exponerme solo y asumir las consecuencias.

—No. —Bones se niega, sostiene una escopeta y el contraste de tamaño es hilarante—. Siendo lo más respetuoso posible ese es un plan de mierda, suena a suicidio, jefe.

—Bones tiene razón. —Alex lo apoya—. Dejarte enfrentarlos con esa herida, sería abandonarte.

—Y le prometiste a Eiji enseñarle a leer bien en inglés. —Escuchar su nombre se siente tal como si le hubieran insertado un fierro por la nariz y lo martillearan directo al cerebro. Duele. Le duele mucho—. No puedes romper tu promesa con él. —Ash desliza su mano hacia su cuello, aprieta la cadena de metal que le cuelga como si fuera la placa de un soldado—. Se lo prometiste y no puedes romper una promesa, todos lo saben.

—Él lo entendería. —La piedra se resbala de sus dedos tal como Eiji se resbaló ante su corazón.

—No, no lo haría. —Lo espabila—. Le dolería que le fallaras, así que debes volver.

—Tienes razón. —Aunque rechazó la gargantilla que le dio, Ash conservó el dije de ónix y lo usa.

—¿Por qué no los llevamos a distintos lugares? Somos dos grupos grandes, acorralémoslos en callejones donde no puedan escapar y matémoslos rápido. —Alex divaga en voz alta—. Aunque preferiría que Shorter se quedara contigo para cubrirte la espalda, jefe.

—¡De ninguna manera! Yo iré al frente.

—No podemos mandarte así, te matarán en cuestión de segundos.

—¡Claro que sí! —La lluvia está tan helada que transparenta su aliento, no siente el frío, supone que es por culpa de la adrenalina o quizás, se está desangrando—. Puedo disparar, a diferencia de Arthur tengo buenos los nudillos.

Auch, qué golpe más bajo. —Shorter silba—. Eso fue cruel incluso para ti.

—¿Es en serio? —Ash alza una ceja, indignado—. ¿Quieres iniciar un debate de moralidad acá?

—No. —Shorter recarga el arma—. Sing.

—¡Sí! —Es el más joven de todos, apenas un chiquillo que nació en el país equivocado y acabó involucrado con su hermanastro en las garras de los Lee.

—Te encargo a ti el liderazgo de los chinos. —Shorter le pone una mano encima, su voz se torna dura aunque paternal, sus siluetas se deforman en el pavimento mojado mientras el eco de los disparos ajenos y las burlas retumban en los muros de ladrillo—. ¿Puedes hacerlo?

—¡Claro que sí! —El mocoso sonríe sacando lo que parece un juguete, pero es un arma mortal.

—Entonces vamos.

Ash arroja el saco y retornan a la contienda.

Los hombres de Arthur no demoran en encontrarlos y disparar, Ash esquiva las ráfagas de balas con una agilidad digna de un depredador, los enfrenta cuerpo a cuerpo, no quiere derrochar su arsenal así que les quiebra la quijada con una patada, ataca los puntos vitales, rompe con unos puñetazos sus costillas, la violencia le resulta tan estimulante que deja de escuchar, mata pero está en automático mientras sus chicos se encargan de seguir con el plan. Mata. Mata. Y mata.

Sus vidas no significan nada. Shorter le cubre la espalda desatando una tormenta de cartuchos cuando aparecen los refuerzos. Los disparos son precisos, perfectos, hermosos. Ash se cepilla el cabello hacia atrás y embarra su cara de sangre, ahí se percata de cómo luce, posa su mirada en un charco de mierda para observar su reflejo. Tiene el fleco pegoteado y duro en una mezcla naranja que evoca del barro y los sesos de sus enemigos. Su camisa está tan rasgada que tiene la mitad del pecho expuesto. Su hombro parece haber sido arrancado por un animal salvaje de un mordisco. Sus dedos están negros por la pólvora. Pero su cara. Sus ojos. Esos malditos ojos verdes que a Dino tanto le encantan.

Baja la cabeza, no puede seguirse mirando sin vomitar, se da asco y pronto, se torna consciente de lo pegajoso que está su cuerpo como si hubieran manos viscosas deslizándose encima, Ash fue quién los mató. Si Eiji te ve llegar así se dará cuenta de que en el fondo eres peor que Arthur.

—¡A tu derecha! —Shorter grita, lo único que Ash escucha es cómo un cadáver nuevo cae otra vez al suelo—. Y así querías que te dejáramos a solas, ya estarías muerto.

—Perdón, me debo concentrar. —Se reprocha—. Pero Arthur estaba fuera de su territorio, claro que lo sabía, es como si me estuviera provocando adrede.

—Quizás quiere declararte la guerra. —Shorter se limpia la cara con el dorso de la mano, pronto sus mejillas toman un color ennegrecido y grotesco porque las tenía aún más sucias—. ¿Acaso tú quieres enfrentarte en una guerra con él?

—Sí.

—¡Entonces dile que tienes a Eiji! Esa es una clara señal de guerra, le quitaste algo que es suyo.

—Sé que debo hacerlo. —¿Y si lo quiere devuelta?—. Pero no todavía.

—Te estás poniendo blando. —Ash recarga la pistola, es el último cartucho para el último grupo de hombres que le restan a Arthur, los chicos deben estarse encargando del resto, Ash levanta el cañón, enfoca la mirada, respira—. ¿Me estás escuchando?

Bang.

Puede escuchar cómo la bala se abre paso entre las entrañas de un sujeto para incrustarse en el cerebro de otro. Shorter lo mira, contrariado puesto que quiere seguir conversando. Pero aún quedan sujetos que exterminar. Así que se ponen espalda contra espalda y en un santiamén el ejército que Arthur envió se ha reducido a una montaña de cadáveres desfigurados, ja, Blanca estaría orgulloso de ver que asesinar se ha convertido en un acto más natural que respirar, toda su personalidad finalmente se ha visto impregnada de sangre y los rastros de Dino. Felicidades.

—Necesitamos vendar tu hombro. —Ambos se tiran contra el basurero de metal cuando la riña acaba, están cansados, inmundos y traumados, aunque ambos hayan sido coronados jefes en la mafia son solo unos mocosos de 20 años—. Esa herida es grotesca, ¿cómo dejaste que te la hicieran?

—Lo dices como si hubiera sido mi responsabilidad.

—Estabas distraído.

—¿Lo estaba? —Ash tararea con la nula energía que le queda, sus dedos juguetean tironeando la cadena de plata, moviendo el ónix de un lado a otro. Sus ojos. Es idéntico al color de sus ojos y no entiende por qué carajos no le gustó sí se esforzó tanto en elegirlo—. Mierda.

—Ay, no. —Shorter se arranca los restos de la manga de la camisa—. Conozco ese suspiro y no vamos a hablar de eso. No. Simplemente no. No escucharé cómo te vendiste por un culo bonito o unas pestañitas coquetas. No tendremos esa conversación.

—¿Por qué no te agrada Eiji? Ni siquiera le has dado una oportunidad.

—No es que él no me agrade. —Le explica estirando las piernas sobre el pavimento, Nueva York se siente aún más repugnante con los pantalones mojados y la acera pegajosa, quiere ir a casa.

—¿Entonces?

—Es que te veo demasiado confiado. —Así que no es con Eiji el tema—. Me preocupa que estés bajando tanto la guardia con él ya que se puede aprovechar, mírate, discutieron y casi te matan.

—Siendo justos, fue mi culpa.

—¿Lo fue? Eso no es novedad. —Intenta pegarle y no lo alcanza, está agotado—. ¿Qué ocurrió?

—Es complicado.

¿Lo es?

Ni siquiera sabe cómo llamar al sentimiento que verlo le provoca, es una sensación de corazón, cuerpo, mente y también de alma. Es una sensación que lo hace sonreír estúpidamente al oírlo hablar de su tierra natal aunque tenga platillos apestosos. Intenso. Destructivo. Sofocante. Esa sensación de picor y ansiedad que lo mantiene intranquilo en la noche ya que teme que le pase algo y solo se alivia al despertar viéndolo al lado como si Eiji encarnara todos esos anhelos que no sabía que escondía pero ahí están, tomando la forma más amable y cálida que ha conocido a pesar de lo que ha superado, es una sensación que ha cambiado sus pesadillas porque ahora le da más miedo lo que pueda pasarle a Eiji que su propio bienestar. Es fuerte. Codiciosa. Hace que le duela el pecho al no tenerlo cerca y hace que le duela aún más si lo tiene al lado.

Así que sí, es complicado ya que ni siquiera él entiende qué carajos está sintiendo o por qué le importa tanto que Eiji esté enojado, a cualquier otro lo habría mandado a la mierda, ¿acaso no saben quién es? Pero Eiji.

—Poco a poco se ha abierto conmigo confiándome su personalidad, él es valiente porque debe estar muerto de miedo y aun así, se arriesga conmigo. Pero yo... yo no sé acoger esas cosas, no tengo idea de cómo manejar lo emocional y lo terminé jodiendo, quiero disculparme, le compré esto para disculparme, sin embargo, lo odió y desde ahí no me habla.

—Ay, Ash. —Shorter toma una postura de prepotencia—. Se nota que no sabes lo que él quiere.

—¿Y acaso tú lo sabes?

—Pues claro, sé lo que los chicos y las chicas quieren. —Tararea—. Y sobre todo en lo amoroso.

—¿A-Amoroso? —No quiere aceptarlo, no lo hará, sería una sentencia de muerte en ese mundo y bien lo sabe desde los 14 años—. Estás delirante.

—¡Es en serio! —Ash se sostiene el hombro e improvisa un torniquete con la manga que Shorter se arrancó—. Solo tienes que seducirlo, todos aman esas fantasías, tíralo a la cama y tómalo.

—Eso suena sumamente apropiado para alguien que seguramente sufrió violencia sexual, eres todo un genio, Shorter Wong. Así le genero un nuevo trauma.

—No lo encasilles en eso. —Lo anima—. ¿Además no eres tú quién me dijo que los traumas se deben resignificar?

—No, eso lo dijo Max. —Aclara—. Yo dije que los traumas eran mis mejores chistes y que si no puedo ir a terapia los seguiré usando de material de comedia, algún día haré un stand up y todo.

—Eres todo un partidazo ¿sabías?

—Lo dice el que me está dando ideas sacadas de wattpad.

—¡Son buenas ideas! Hablarle con una voz aterciopelada, ronronear su nombre, fingir bostezar para abrazarlo, atraparlo cuando se esté por tropezar, quedar accidentalmente en una posición comprometedora en donde sus cuerpos están pegados y sus bocas a centímetros, imagínalo.

—Prefiero no hacerlo. —Porque honestamente le da vergüenza considerarse en situaciones así de comprometedoras con el nipón, ¿no es tonto? Está aquí porque es experto seduciendo.

—Cómo sea. —Shorter rueda los ojos, los cristales de los lentes de sol se han reducido a trozos apenas colgando de los marcos—. Debes tomarlo con fuerza de los hombros, aventarlo y darle el beso más apasionado de su vida, usa la carta que es tu cara, eres atractivo, Eiji quedará loco si haces eso y sino estará tan confundido que se le pasará el enojo igual. O ganas o ganas.

—¿Y si es tan efectiva tu estrategia por qué te sigues escondiendo en mi casa? —La lluvia corre junto al sudor que enmarca la cara de su mejor amigo, lo pilló en medio de sus patrañas, no se fía de sus estupideces de casanova aunque sabe que es popular en los clubes—. A ver, explica.

—Yut-Lung es diferente.

—¿Cómo?

—Ya sabes, él ha estado con muchas personas.

—Si sabes que yo era un prostituto, ¿no? También he estado con muchas personas.

—Es distinto. —Lo corta antes de que escale—. Él lo hace con malicia, manipula a los hombres con su rostro bonito para que se enamoren de él y puff, cuando ya no le sirven los desecha.

—Suenas tan despechado cuando dices eso. —Se burla, Ash cierra los ojos y suelta la cadena.

—Es que estoy despechado. —Acomoda una mano sobre su corazón, siente a su pecho inhalar y exhalar, sigue vivo, salió con vida en serio—. ¿Cómo te sentirías si tu esposo tuviera la marca de otro hombre para siempre en su cuerpo? No te gustaría.

—¿Siquiera sabes quién lo tatuó? Esas cosas son importantes para ustedes los chinos.

—No necesito saberlo. —Chista—. Y él no desea decirme. —Por cómo lo ha tratado no lo culpa.

—Sabes que odio a esa víbora venenosa. —Y más luego de exponer innecesariamente a Eiji con la feria, literalmente lo llevó a la boca del lobo, bastardo—. Pero esta vez estoy de su lado, estoy seguro de que no lo arreglarás solo por tirarlo a la cama y tratar de besuquearlo, de seguro sales con un ojo morado de esa habitación. —La imagen mental le da risa—. Así que habla las cosas.

—Uy, no sabía que estaba con el señor responsabilidad afectiva. —Shorter hace berrinches tal como un niño—. En serio estás raro desde que Eiji llegó.

—Lo sé.

—¿Te gusta?

—No. —Frunce el ceño—. No sé cómo llamar a este sentimiento, pero está ahí si se trata de él.

⊱✿⊰

—¡Ash! ¡Llegaste a casa!

¡Skip!

Ash lo toma en brazos para girarlo alrededor del salón, Skipper ríe y se deja mimar, no es bueno tratando a los niños, de hecho, solía evitarlos dado que tenía la creencia inamovible de que iba ensuciarlos, qué verían lo inmundo de su alma, eso los arruinaría porque todos los adultos que conoció de pequeño lo jodieron y lo trataron como si fuera malo. Pero Skipper es distinto. Se le acercó pidiendo trabajo a pesar de su reputación porque necesitaba sobrevivir pero se ganó su corazón sin esfuerzo alguno, hasta sabe de Griffin, es el único.

—Lo siento por dejarte. —Le dice mostrándose transparente por primera vez en su vida—. Skip, no sabía que Arthur te atraparía, apenas supe que estabas en la feria fui corriendo a buscarte.

—Lo sé. —El crío le sonríe—. No te culpo, Ash. —Pero él se culpa—. Estás sangrando por cierto.

—Lo sé. —Entra al salón y él mismo se desinfecta, quiere pedirle ayuda a Eiji, sin embargo, tras conversar con Shorter las cosas solo están peor, grandioso, ahora tiene escenarios raros en la cabeza, vaya mejor amigo de mierda—. Arthur nos tendió una trampa, por eso estoy así.

—¡Ese desgraciado! —Skip salta y maldice, no tiene que pedirle ayuda para que unte las vendas en alcohol y se las extienda para que se limpie, necesitará puntos, sino logra hacérselos tendrá que llamar a Meredith—. Cuando te fuiste se le subió el humo a la cabeza, se portó creyéndose el dueño de la ciudad, ¿acaso está ciego? Es obvio que ni siquiera Golzine lo soporta.

—Muy observador. —Lo felicita sacando hilo y aguja, empezando a zurcirse los pedazos de piel como si fuera un muñeco de trapo que se rasgó, aprendió durante los primeros entrenamientos porque si bien, Dino no escatimó en gastos para su educación, su estabilidad mental era tema aparte—. Fuiste fuerte para soportar hasta que yo regresara por ti.

—Ei-chan también lo fue.

—¿Ei-chan? —El nombre le suena vagamente familiar—. ¿Quién?

—¡Pues Ei-chan! Ya sabes. —Skipper lo dice con ojos grandes y brillantes—. Hablo de tu novio.

—¿Novio? —Su cara quema, la aguja se cae, suerte que sigue enganchada o podría convertirse en un problema de higiene—. ¡Eiji no es mi novio! Y se llama "Eiji", no "Ei-chan".

—Ei-chan es un apodo bonito que le puse. —Tararea—. Así le decían de cariño en Japón. —Ash no tenía idea y eso quizás lo pone un poco celoso. Alto. Alto. Alto. ¿Celoso? Puff, por favor.

—Aun así. —Bufa—. No juegues con esas cosas.

—Para no ser novios supiste perfectamente de quién estaba hablando. —El mocoso se mofa y se cuestiona seriamente qué tan buena idea habrá sido traerlo a casa—. Cuando me contaron que lo habías acogido a pesar del conflicto que te traería con Arthur me dio curiosidad, no eres la clase de persona que se deja llevar por las emociones y tiendes a reprocharte por la empatía.

—Skip.

—Pero apenas lo vi lo entendí. —Se le hace un nudo en la garganta al recibir tanta comprensión de un niño—. Simplemente no pudiste dejarlo solo y está bien que lo atesores, tú te mereces a alguien que te permita ser vulnerable y que te haga olvidar... esto. —El chico abre los brazos en un ademán para referirse a la mansión—. Porque eres más que esto.

—Tienes palabras muy sabias para ser un niño.

—Me lo dicen a menudo. —Skip alardea alcanzándole otra venda del botiquín—. Aunque Kong me contó que estaban enojados, que tú habías hecho algo malo y por eso no se hablaban.

—¿Tan obvio es?

—Tan obvio eres. —Lo corrige—. Los chicos lo dicen, no yo. —Y se lava las manos—. Apenas te termines de coser deberías ir a hablar con él, está en la biblioteca porque le pedí que me leyera.

—Eres un aprovechado, ni siquiera te gustan los cuentos, intenté leerte miles de veces en vano.

—¡Pero historias horrendas! —Skip gimotea—. Además, Ei-chan hace voces cuando me lee, tú no haces ninguna voz y así no es divertido.

—Mocoso malagradecido. —Dice con un puchero—. Ayúdame a ponerme la venda. —No ansía admitir que Skip tiene razón—. Iré a hablar con él. —Pero lo hace, está cansado del orgullo.

—Esa es la actitud. —Se rinde—. Puedes hacerlo, Ash.

Eso espera.

⊱✿⊰

—Llegaste. —Efectivamente encuentra a Eiji en la biblioteca, está acomodado en ese sillón tan mullido que Dino siempre odió (y por eso lo conservó), una montaña de libros yace en la mesita de al lado, luce adorable bañado por la cálida luz del atardecer, el ambiente se siente acogedor.

—Llegué. —Aun así. Sus ojos en la gargantilla. La culpa en su corazón. Más le vale a Shorter no haberle tomado el pelo o lo matará. Quiere disculparse. No sabe cómo—. Dulzura. —La mueca de constipación que el nipón esboza no tiene precio, bien, al menos luce confundido y eso es mejor que enojado ¿verdad? Así que es un buen plan.

Ash cierra la puerta de la biblioteca, se sumerge en esta candidez, da pasos firmes y elegantes como un depredador contorneándose, los ojos de Eiji yacen clavados en absoluta atención en sus movimientos, eso lo incita a esbozar una sonrisa torcida de diversión, así que avanza hasta el sillón, se sienta a su lado y acomoda una de sus largas piernas encima de Eiji mientras apoya con falsa casualidad una mano detrás de su cuello. Guapo. Encantador. Coqueto.

—Hola, sweetie.

—¿Hola? —Eiji está tan descolocado que resulta hilarante, Ash se inclina, más y más cerca, su boca roza su oreja, la siente calentarse y la mira enrojecer.

—¿Qué lees, preciosura? —Su aliento le pone la piel de gallina, lo hace sobresaltarse, pero ese apodo todavía no se siente correcto, así que debe ingeniárselas, está celoso de que compartan algo tan bonito con Skip. Él también quiere compartir algo lindo—. ¿Cuentos para niños, bebé?

—Ah, sí. —Ash desliza los dedos entre los de Eiji—. Skip me pidió que le encontrara algo bueno.

—Algo bueno. —Usa la otra mano para fingir un bostezo y abrazarlo por la espalda—. ¿Y pudiste encontrar algo bueno? Además de mí, por supuesto. Me encontraste.

—Estás actuando raro. —Eiji cierra el libro y se levanta como si tuviera un resorte en las piernas.

—¿Raro cómo? —Ash le sigue el juego—. ¿Raro irresistiblemente sexy?

—¡Raro! —Gimotea—. ¿Qué es toda esa actitud de...? —Eiji lo apunta de pies a cabeza con las manos sin saber explicarse, como Ash adora molestarlo y a esas alturas la furia se convirtió en incomodidad avanza como un depredador jugando con su presa. Eiji retrocede. Retrocede. No puede retroceder más. Choca contra la pared. Ops—. ¿Te estás juntando con Bones?

—No es eso. —Susurra con la voz más grave y aterciopelada que puede poner, desliza su dedo debajo del mentón de Eiji, forzándolo a mirarlo mientras que con la otra mano lo encierra sobre la pared. Sus cuerpos pegados. Su dulzor inefable. El deseo en su piel—. Quería acercarme.

—Estás demasiado cerca. —Resalta, debería ser Eiji quién se encuentre hechizado, más existe un aroma exquisito inundando la habitación y Ash apenas puede contener sus ganas de hundir su nariz sobre su hombro así como lo hizo en la feria, inconscientemente sabía que era Eiji pero su cerebro no lo procesó—. Ya, en serio, háblame de qué está pasando porque esto es raro.

—¿Por qué dices que pasa algo?

—Porque este no eres tú. —Qué se lo diga con tal seguridad—. Esta versión actuada es un Ash al que no conozco y no sé si me guste conocer. —Es tonto. Es tan tonto que le duele. Ja.

No es la primera vez que finge ser sensual y juguetón, tanto hombres como mujeres adoran esa clase de insinuaciones tan desesperadas, desde que conoce a Dino aprendió a interpretar acto tras acto. Por eso. Por eso atesora tanto a Eiji. Con él no actúa. Y por eso le dolió tanto pelearse.

—Lo siento por darte la gargantilla. —Entonces simplemente se derrumba—. Tienes razón, hay cosas que no entiendo para nada, no sé por lo qué pasaste, pero no quise sonar como un idiota.

—Ash.

—Me importas y mentiría diciéndote que me gusta verte con esto, no, me recuerda que sufriste a manos de alguien que odio y quiero matarlo por eso. Solo quería disculparme.

—¿Y actuando como si me estuvieras coqueteando es tu interpretación de disculpas? —Eiji se lo pregunta con un tono juguetón.

—¿Eh? —Ash se contagia de ese ánimo—. Quizás te estaba coqueteando de verdad, onii-chan.

—¿Onii-chan? —Lo encontró. Bingo.

—Ese apodo me gusta para ti. —Festeja—. Skipper tiene un apodo bonito para ti, ahora yo igual lo tengo.

—Así que de eso se trataba todo.

—En parte. —Lo admite—. Pero realmente me quería disculpar, no me gusta estar mal contigo.

—Yo tampoco quería estar mal, a veces me choca lo normal que se siente estar contigo, lo bien que se siente. —Eiji acomoda sus manos sobre su pecho y solo con ese gesto a Ash le cae cual balde de agua fría la proximidad que él mismo provocó, lo tiene encima, muy encima, eso hace que le duela el corazón, ¿por qué? Siente que hay una delgada línea que no debe cruzar—. A tu lado siento que estoy recuperando cosas que creí perdidas para siempre.

—Es mutuo el sentimiento. —Respira hondo, trata de mantener el control aunque esté tiritando y sudando—. ¿Entonces estamos bien? —Ash le ofrece una palma. Una excusa. Una promesa.

—Lo estamos. —Eiji se la da—. Estamos bien.

Cierran el trato y se quedan con las manos tomadas más tiempo del que deberían ¿qué es este sentimiento? Ash tiene miedo de descubrirlo y que eso mismo le rompa el corazón.

Mañana nos quedamos con Ash por última vez antes de volver con Eiji e ir desglosando de a poco los secretos que esconde, porque se vienen bien potente las revelaciones, aprovechemos de estar tranquilitos con Ash aún.

Nos vemos mañanita y muchas gracias por tanto~

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