6. Mudanza.
Hi~ Los capítulos de estos días van a estar bien suavecitos dentro de todo, más que nada enfocados en las relaciones entre los personajes antes de meternos a conflictos más externos, así que disfruten de cómo las cosas se desenvuelven y los dramas de pareja, sobretodo de parte del WongLung y este capítulo del AshEiji.
Se les quiere un montón, espero que les guste.
—¡Ash! ¡Esto no es necesario! —Eiji gimotea, patalea y chilla, todo al mismo tiempo encima de su hombro derecho, es en vano, él no cede ni deja de cargarlo igual que un saco de papas hasta su cuarto—. ¡Ya me disculpé! ¡Es suficiente!
—No es suficiente. —Autoritario. Imponente. Dominante. Sus chicos mueren de miedo cuando usa ese tono para hablarles y considerando la historia que Eiji tiene con los Golzine, sería lógico que también le temiera, es casi esperable—. Ya conversamos de esto, fin de la discusión.
—¡Pero no es justo! —Sin embargo, el chico es una caja de sorpresas y mientras más lo conoce, menos entiende, es curioso, cada vez que cree tener una idea de cómo es, descubre una nueva peculiaridad que termina maravillándolo y dejándolo aún más perdido—. Me portaré bien, Ash.
—Ese tonito no funcionará. —Brama arrojándolo a la cama—. Eiji, te di un mes de espacio para que te sintieras cómodo en este lugar. Fui paciente y no te presioné. Fui amistoso inclusive sino sé cómo serlo. Te descuidé un segundo.
—¡Objeción!
—Un puto segundo y te vas directamente con todos los sujetos que se supone que debes evitar, ¿cómo quieres que me quede tranquilo sino tienes el mínimo instinto de autoconservación?
—Ya me disculpé. —Se defiende con un puchero que le derrite el corazón, vaya que es injusto.
—Sé que lo hiciste. —No quiere regañarlo, más, ¿desde cuándo es tan blando?—. Pero no está a discusión, de ahora en adelante te mudas a mi cuarto para que te pueda vigilar la mayor parte del día.
—Me tratas cómo a un niño. —Chista—. Y soy dos años mayor.
—Te trato como a un niño porque te portas como un niño.
—Sabelotodo. —Ash se limpia las orejas con los dedos ¿realmente le dijo eso al futuro líder de la mafia americana? No obstante lo toma como una buena señal, paulatinamente ha mostrado más de su personalidad, entiende lo duro que es superar la violencia y el abuso y más viniendo de un sádico como Arthur, por eso ha esperado que se abra cual capullo—. Pero lo comprendo.
—¿No vas a seguir haciendo berrinche?
—¿Tengo más opción?
—No. —Canturrea sentándose en la cama a su lado—. No la tienes.
—Tch. —Le rueda los ojos, cada día está más atrevido, pero le gusta que le lleve la contraria así como le fastidia, es la primera vez que le sucede con alguien y aun así... sus jades se clavan en la gargantilla que otro hombre dejó—. ¿Qué pasa? De repente cambiaste la cara, te ves triste.
—Tienes el cuello amoratado, en serio deberías quitártela para que te venden. —No es mentira.
—Ah. —Pero tampoco es una verdad si es a medias—. No importa, no duele.
Ambos se acuestan en su cama, es inmensa, tiene más de dos plazas porque Ash odia el toque ajeno, es raro que Dino irrumpa en sus aposentos, sin embargo, para prevenir la compró, nunca llegó a compartir esas sábanas y aunque nada pasará con Eiji lo pone nervioso la invasión a su intimidad, ¿de qué se queja? Él le exigió mudarse juntos, cuando lo vio en la feria sintió un terror que nunca antes había sentido. Uno paralizante. Abrumador. Despiadado. Lo sintió en la carne. Los huesos. La sangre. Los latidos. El corazón. El alma. Quiso vomitar al imaginarlo sobre aquel escenario y matar a quien osara ponerle una mano encima. No sabe por qué. Pero algo. Algo lo incita a protegerlo.
¿Qué será? Se cuestiona mientras yacen cara a cara en la cama, están lejos, prácticamente en extremos opuestos del colchón y aun así... Ash sonríe con timidez viéndose reflejado con suma ternura en esos relumbrantes ojos cafés, es una imagen dolorosa, nostálgica, por algún motivo cuando se vislumbra a través de Eiji encuentra al niño de una fotografía rota, asume que es solo un masoquista y que el anhelo a su inocencia lo lleva a cuidarlo como una proyección.
Pero tal vez (solo tal vez) Eiji genuinamente le agrade y su deseo por cuidarlo tenga que ver más con el propio Eiji que con su pasado. Solo tal vez. Y eso sí qué sería aterrador.
—Tú y Yut-Lung no me dijeron por qué estaban ahí. —Eiji esboza una sonrisa traviesa y bosqueja en el aire un candado y una llave—. Ah, ahora estás mudo. —Asiente para lanzar como símbolo de complicidad lo más lejos posible la respuesta, el gesto debería irritarlo pero se le hace lindo.
—Tú tampoco fuiste claro con tus motivos, solo nos regañaste todo el camino a casa.
—Lo mío no fue tan grave. —La epítome de la ofensa es una ceja levantada—. ¿Qué? Es verdad.
—Dijiste que compraste a alguien. —Su cara de indignación es adorable, su fleco se apelotona dándole una apariencia risueña y juvenil que le impide subir la guardia. Es un asesino. No debe olvidar su lugar. Está acá porque quiere derrocar a Dino. No es normal—. A un niño.
—Skip. —Lo presenta—. Te agradará cuando llegue. —La espera es ansiógena—. No debí irme.
—¿Y por qué te fuiste un año?
—Así que tú puedes hacer preguntas pero yo no. —Chista, dolido con falsedad (pero no tanta).
—¿Qué quieres saber? —Y eh acá otra de las peculiaridades que paran mundos, combustionan estrellas y destruyen universos para repetir el ciclo. Ese tipo de cosas que le deja el corazón en la mano. Que lo hace sentirse como un romántico empedernido contemplando el rompimiento de un capullo. Debe ser paciente—. Adelante, prometo responder.
Y Ash podría preguntarle cualquier cosa relacionada a Golzine, es su oportunidad para lanzarlo igual que un comodín dorado.
—¿Me tienes miedo? —Pero en su lugar. Ríe. Qué tontería. No es una pregunta real si el destino está escrito en piedra y la sinceridad es una daga ensangrentada—. No sé por qué dije...
—No.
—¿Eh?
—No te he tenido miedo ni una sola vez. —Sus mejillas enrojecen con tal intensidad que hasta sus orejas humean, abre la boca, pierde el aliento, está a vidas de distancia en el colchón, aun así Ash siente que podría alcanzarlo si se estira un poco más—. Lo siento si en algún momento dije algo que te hiciera creer lo contrario, estaba asustado, no de ti, sino de que fueras como el resto de tu familia dijo que serías. —"Familia" qué palabra más de mierda.
—Entiendo. No es tu culpa.
—Debí juzgarte por mí cuenta, lo lamento.
—Es broma considerando tu situación, ¿verdad? —El japonés parpadea igual que una lechuza curiosa—. No tienes que disculparte pensando en la gravedad del contexto.
—¿A qué te refieres? —Lo mata saber que hay cosas que ya ha normalizado y nunca se volverán a armar, recuerda las grietas doradas, las cicatrices con hilos, las gotas de miedo en la cama y espera que así sea, que incluso si las cosas se rompen, a veces se puedan reparar—. ¿Ash?
—Arthur te acababa de disparar. —Su sonrisa se borra de inmediato, Eiji retrocede al borde del colchón casi como si lo hubiera abofeteado—. "Te mató".
—Me mató.
—Te mató. —Deja de decirlo—. Lo hizo.
—Cierto. —Impresiona ido—. Pasaron muchas cosas en ese periodo y algunas son mejores no pensarlas. —¿Y quién es para decirle que se haga cargo si también está huyendo? Corre y corre, no obstante, los traumas son una rueda de hámster y termina en el inicio—. Lo había olvidado.
—Pero no te estaba preguntando eso. —Lo trae de regreso. Acá. Conmigo. Hola. Estoy contigo.
—Tenías una reputación peor que la de Arthur. —Eiji le confiesa reincorporándose a la realidad, sus ojos siempre brillantes tienen una capa de neblina que le indica que un pie sigue allá—. No estuviste un año entero así que aprovecharon de esparcir rumores sin que pudieras defenderte.
—Bastardos. —Brama—. Debió ser aterrador que yo te trajera en esas circunstancias.
—Me costó aceptarlo. —Eiji hunde su rostro contra la frazada, su cabello se curva en dirección hacia su mejilla trazando medialunas en el cosmos que es su cara. Paciente. Calmo. Se queda viendo al capullo abrirse. A la crisálida romperse ¿por qué?—. Antes no me era difícil recibir las cosas sin suspicacia, pero un año con ellos puede romperte para siempre.
—Antes hacías deporte. —Recuerda—. ¿Ibas a la universidad?
—Tenía una vida normal. —En parte lo envidia al experimentar cosas que nunca experimentará.
—Ya veo. —Y en parte lo compadece por experimentar cosas que nunca volverá a experimentar.
—Pero supongo que se acabó. —El pesimismo en su voz hace que le den ganas de zarandearlo porque él no es así—. Ya no puedo volver. No tengo a dónde volver.
—Puedes volver acá. —Conmigo—. Qué idiotez, no es un buen lugar al cual regresar, ni siquiera me conoces tan bien, apenas hemos hablado porque me paso matando a... olvídalo.
Nunca se sintió avergonzado de lo que era en este rubro, lleva las matanzas como medallas de honor porque así fue respetado, pero con Eiji todo es diferente y eso lo asusta, siente vergüenza de sí mismo y de las cosas que lo enorgullecían porque este chico saca a relucir un lado normal que debería estar enterrado en un campo de centeno. No pudo ser el guardián de los niños. No pudo atraparse de caer al abismo. Así que se soltó. Y soltó a Griffin. Pero ha estado rebuscando entre las páginas amarillentas de su libro y por eso volvió, es una ambivalencia jodida.
—¿Quieres derrocar a Arthur?
—Quiero matarlo. —Su naturaleza es más fuerte que cualquier discurso de sanidad, ve al nipón tensar sus puños sobre las sábanas y apartarse, nadie en su sano juicio compartiría cama con un homicida—. Quiero matarlos a todos hasta que no quede nadie.
—Está bien. —No opina ¿qué podría opinar?, ¿qué quiere que le diga? No se parará a aplaudirle porque las personas normales no justifican una matanza.
—Y si ansías quedarte a mi lado. —Niega—. Con nosotros. —Se corrige—. Debes desprenderte.
—¿Desprenderme? —Sus jades se clavan en esa maldita gargantilla—. Ash, ¿nunca llegaste a considerar la posibilidad de que la uso por seguridad y no por lealtad?
—¿Eh? —Parpadea—. ¿A qué te refieres?
—A qué quizás esto va más allá que una pelea de egos. —Eiji se levanta de la cama—. Conoces a Golzine mejor que yo, estoy seguro. Así que deberías entender de qué es capaz cuando busca lograr algo.
—Él y Arthur te hirieron. —Infiere—. Te hicieron daño.
—Ellos no son los únicos que lo hicieron. —Impresiona herido, muy herido—. Realmente duele querer partir en otro lugar pero que todo el tiempo te estén cuestionando sobre tu lealtad como si Arthur fuera un recuerdo bonito, como si no me hubiera torturado, humillado y castigado por mera diversión, no tienes idea de todo lo que yo... —Sus ojos se cristalizan, Eiji quiere llorar, es la primera vez que lo ve así a pesar de lo sobrevivido—. No tienes idea de lo que me hicieron.
—Eiji.
—Así que al menos deja de tratarme como un traidor cuando no tienes idea de qué me sucedió.
—Pero...
—Y si no tienes la intención real de darme una oportunidad dime que me vaya, lo aceptaré dado que nada de esto es mío en realidad. Ni esta casa. Ni los chicos. Ni tú. Nada es mío. Ni siquiera yo me pertenezco, gracias por recordármelo, lo había olvidado.
⊱✿⊰
Se siente como un idiota.
Es un idiota.
¿Qué estaba pensando al recriminarle el collar? Mejor que nadie dimensiona la versatilidad de los mecanismos de afrontamiento, diablos, de niño no podía ir a "trabajar" sino llevaba consigo una de las cartas de Griffin, sí, racionalmente comprendía que su hermano no se materializaría en el cuarto para salvarlo por andar con una, todas las veces el resultado nefasto era igual, aun así, se aferraba al mugriento trozo de papel con las letras irreconocibles como si fuera un gatito de peluche. Eiji era normal. No acostumbraba a las matanzas. Ni siquiera Ash sabe por el terror al que fue sometido ¿lo golpearon?, ¿lo violaron?, ¿lo torturaron?, ¿lo usaron?, ¿lo drogaron por morbo?, ¿lo rompieron por diversión?, ¿lo vendieron al mejor postor?
No tiene ni puta idea.
Él no estuvo allí.
Y por ende, no debería regañarlo, si el collar le da seguridad que así sea, debería estar contento de que cada vez se abra más con él. Debería estar conforme y no ser codicioso.
—¿Entonces por qué no lo estoy?
—¿Qué no estás?
—No es nada. —Bufa—. Nada que te incumba a ti.
—Te noto ido, ¿siquiera me estás prestando atención? —Ash alza la mirada, la tenue luz carmín que envuelve la cantina le da una atmósfera densa, para lidiar con los nervios juega con el vaso, Cain ríe y esa risa se derrite bajo la música de jazz, es obvia la trampa, el bar es territorio de los negros, lo tienen dónde quería. Está en la boca del lobo—. ¿Me dirás qué pasa o adivino?
—Me cuesta aceptar que me hayas citado. —Tararea, el humo pende perezosamente en el aire, Cain se inclina en la mesita, están compartiendo tragos. Vodka. Cerveza. Whisky. Cosas reales.
—¿Y eso por qué? —Las venas del líder de Harlem se le marcan en los tríceps desnudos, nunca quiso aceptar la falsa alcurnia que Golzine impuso y por eso, se aferra a la ropa de adolescente, a una chaqueta de jeans rota, unas botas de combate negras y un pantalón manchado—. Hubo una época en donde nosotros gobernamos lado a lado como aliados pero eso fue antes de que huyeras sin decirle nada a nadie.
—Lo sé.
—Ni siquiera a Shorter. —Gruñe—. Ni a tus otros amigos, simplemente nos desamparaste.
—Me resientes. —No se va con rodeos—. Me resientes por haberme ido.
—No te fuiste, desapareciste. —Cain se sirve un vaso de golpe como sino quemara, un delgado hilo ambarino escurre de la comisura de su boca, se lo limpia con el brazo, Ash se desanuda la corbata, odia estas formalidades—. Y volviste como una pequeña copia de tu papá.
—No te atrevas a decir eso.
—¿Por qué no?, ¿te has visto? —Sus jades penden hacia el whisky que no ha tragado y se clavan en el reflejo de un hombre que usa un aro como etiqueta de ganado y viste grilletes invisibles a pesar de su presunta reputación salvaje y liberal. Falso. Mentiroso. Sucio—. Cambiaste.
—Todos cambian, Cain.
—Algo en ese año te cambió. No me refiero a un cambio para bien. No. Cambiaste cómo Arthur.
—¡No me compares con ese idiota! —Ash estampa sus puños contra la mesa, los vasos se dan vueltas, se levanta, en un abrir y cerrar de ojos todos los otros comensales lo están apuntando con armas, no importa, él tiene un tiro directo a la frente de Cain. Nunca deja la pistola en casa.
—Vaya, vaya. —Más el líder de Harlem luce divertido—. Ese sí se parece más al Ash que conocí.
—Diles que bajen las armas. —Le quita el seguro al revólver—. ¡Ahora! —Cain les hace un gesto a sus chicos para que los dejen tranquilos y solo así, Ash se vuelve a sentar—. Ve al grano, fuiste a mi cumpleaños para hacerme una escena similar y ya no tengo paciencia para seguir lidiando contigo.
—Ja, pensé que sería una sorpresa divertida recibir a un viejo amigo. —Pero su sorpresa lo privó de acompañar a Eiji en su primera interacción social y lo resiente por eso, Ash quería estar allá.
—¿Qué diablos quieres, Blood?
—Odio a la mafia blanca. —Cain brama—. Todos ustedes los Golzine me hacen querer vomitar.
—Gracias. —El despecho es un perro pateado en la carretera del pasado—. Dino adora que los insectos como tú nos menosprecien, nos dan más poder. —¿Por qué habla como si fuera parte si pretende destruirlos y luego matarse? No sabe. Pero la discusión con Eiji. Ja. Hunde un codo contra la mesa y se tira el cabello. No está pensando con claridad.
—Odio a los blancos. —Insiste—. Golzine no solo devoró a las mafias más pequeñas en Nueva York sino que extinguió a los Yakuza dentro de este territorio, ¿sabes lo jodido que es eso? Dino no anda con juegos, sé que si me rebelo seré el siguiente en aparecer en una bolsa, pelear sería francamente tonto ya que no tengo oportunidad, ni los chinos la tienen contra un pez tan gordo.
—¿Tu punto?
—El reinado de Nueva York se encuentra entre Arthur y tú. —Pone las cartas en la mesa—. Ese sujeto está preparándose para declararte la guerra, vino a hablar conmigo hace semanas, trató de convencerme para que me uniera a su lado.
—Pero no lo hiciste.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? Si hubiera aceptado ni tú saldrías con vida.
—Porque eres cómo yo. —Ash sonríe alzando la mirada, el verde en sus ojos impresiona mucho más pétreo a través del sucio cristal del vaso—. Preferirías morir a ser controlado por alguien.
—Ja. —Cain ríe—. Por eso planteáremos un acuerdo: cuando tomes el control de la ciudad me seguirás tratando de igual, no te pediré nada especial, ni que me favorezcas dándome terrenos que no me he ganado, lo único que exijo es respeto y una pizca de justicia.
—Nunca imaginé que llegaría el día donde darías a torcer tu brazo. —El jefe de Harlem se quita los lentes de sol para mirarlo con una media sonrisa, él los usa por una razón distinta a Shorter.
—Los tiempos cambian. —O quizás sea un fetiche entre mafiosos—. Si pretendemos sobrevivir nosotros también debemos adaptarnos a los cambios.
—¿Te refieres a los cambios que induce Dino? —Cain asiente—. No tengo mucha información.
—¿Sabes algo de lo que está haciendo?
Silencio.
Ash se queda absorto en sus pensamientos, ¿qué tanto puede decirle? No sabe nada en verdad porque lo que Yut-Lung encontró en la feria se lo guardó con una cautela digna de una serpiente escurridiza, más, no hace falta tener pruebas para saber que Dino trama algo, la presencia casi omnipotente de Dawson en el laboratorio de su padre se lo corrobora, no debería ser tema, ese sádico es fanático de los experimentos retorcidos en humanos, está seguro de que su hermano desaparecido fue un ratón de laboratorio que deben conservar no obstante hay veces en donde ha pillado al magnate mirándolo con una sonrisa maquiavélica y lujuriosa que... va a vomitar.
—Escuché que estuviste en la feria. —Entonces lo presiona para sacarle información.
—Escuché que tú también fuiste. —Ash saca el cuchillo y lo confronta de inmediato.
—Es obligación de nosotros ir si nos invitan, ¿crees que me fascinan ese tipo de aberraciones?
—No. —Baja la cabeza—. A nadie le agradan.
—Además, Golzine es insistente, le gusta tentar ofreciendo a personas como pedazos de carne y rentarlos por una noche o exhibirlos como animales de circo, siempre anda tentando al resto.
—Porque es el diablo. —Lo sabe, lleva años atrapado ahí—. He visto a los hombres más nobles caer por eso, todos tienen un precio y Golzine es bueno adivinándolo, nada más.
—¿Y el tuyo? —Cain tararea entretenido—. ¿Cuál es tu precio?, ¿es esa misma razón por la que te fuiste? —Griffin—. ¿O es la razón por la que te estás quedando?
—¿Qué? —Ash frunce el ceño, los ojos de Cain brillan gélidos bajo la luz de la lámpara dándole una apariencia de ultratumba que le pone los pelos de punta—. ¿Qué estás insinuando? Habla.
—Te conozco, alguien está haciendo que te quedes.
—Volví por la boda de mi mejor amigo, ¿esa no es razón suficiente?
—No es Shorter. —Dispara—. Alguien más está haciendo que te quedes, aunque no es sencillo leerte, te conozco. Estás protegiendo a alguien. —Eiji. Eiji. Eiji—. Tú buscas la guerra con Arthur, pero por motivos distintos, no por obtener el reinado, estás tratando de salvar a un ser querido.
—¿Y todo eso te lo sacaste del culo? —Ríe fingiendo demencia—. Si quiero iniciar una pelea es porque llegó el momento de ponerle fin a mi rivalidad con Arthur, el viejo no vivirá para siempre.
—Afortunadamente. —Cain se resigna—. Bien. —Y lo calma—. Sí tú dices que es así, te creeré.
Pero es el propio Ash quien no se puede tragar sus mentiras.
⊱✿⊰
Ash vuelve a la mansión con los hombros tensos y el juicio nublado, no ansía admitirlo y siendo franco no lo admitirá porque aceptarlo implicaría que Eiji se está convirtiendo en una debilidad, ¿por qué? Apenas se conocen, ¿acaso es el mero anhelo de arrebatarle algo a Arthur? Ecos de conversaciones sin terminar resuenan en su cabeza. Trozos de historias diferentes que encajan en el mismo rompecabezas. Disculpas a medias. Su corazón aún duele al recordar las lágrimas atiborradas en esos ojos cafés. Quiere arreglarlo. Quiere que le dé lo mismo. Llevárselo fue una de las peores decisiones que tomó. Es feliz con Eiji. Es tan feliz que se olvida de quién es. Voces opuestas chocan en su mente una y otra vez. Pero aun así. Ash baja la mirada a sus manos, hay una caja de cartón con un listón acomodada ahí.
—¿Eiji? —No lo compró porque le importe verlo mal, se dice, ahora son compañeros de cuarto y sería incómodo estar peleados. Nada más. Él no le importa. Le da igual. Si quiere se va. Le da lo mismo que vuelva con Arthur o se quede—. ¿Estás acá?
—No. —Pero sabe que es mentira el instante en que lo ve hecho un bulto en la orilla de la cama.
—Viniste a mi pieza. —Niega—. Nuestra pieza, estás acá.
—Pues dijiste que tenía que hacerlo. —Está resentido, el rencor es palpable en el ambiente, de manera cauta y lenta Ash se sienta en la cama, no lo suficientemente cerca como para tocarlo, pero sí lo suficiente para sentirlo ahí—. No quería meter a los chicos en problemas, me soltaron que eres cruel cuando los castigas, hasta le sacaste un colmillo a Bones.
—¡Él se lo ganó! —Se defiende—. ¿Qué es esa actitud de mierda hacia su líder?
—Una que probablemente su líder se merece.
—Estás enojado.
—No. —Eiji se encoge en la cama—. Estoy dolido.
—¿Es diferente?
—Es muy diferente. —Entonces Eiji se da vueltas y Ash muere, simplemente muere, no alcanza a defenderse o a subir la guardia cuando esos ojos lo atrapan, son líquidos y brillantes, aunque el matiz debería ser común y corriente este no lo es, le gusta mirarlo y le gusta mirarse a través de sus pupilas—. Pero yo debo hacerme cargo de mis sentimientos, no son tu responsabilidad.
—Ya veo. —Quiere disculparse—. Toma. —Más no tiene las palabras correctas, así que lo único que puede hacer es arrastrar la cajita sobre la frazada y esperar que sea suficiente, que Eiji mire que no es ajeno a la tristeza, que no lo minimizará ni lo juzgará. Vaya pensamientos para alguien que "no le importa", ja, qué mentiras más flojas—. Espero que te guste, no sabía tu talla.
—¿Por qué? —Eiji se levanta como un niño abriendo sus regalos en navidad, recuerda cómo él solía correr debajo de la rama que tenían por árbol para que Griffin le extendiera un único regalo con una mueca de disculpa, los otros niños se burlaban de la carencia, Ash nunca lo sintió así.
—Me fijé en que no tienes cosas. —No supo decirlo con más tacto—. No trajiste nada a la pieza y no andabas con nada cuando te traje.
—Es que no tengo nada.
—Por eso quiero darte algunas cosas para que tengas. —La boca se le seca y aunque el cuarto se encuentra sumido en el silencio puede escuchar sus latidos con suma claridad—. Algo tuyo.
Eiji sonríe, rasga el papel, lo hace con gracia y delicadeza, como si valorara de sobremanera el hecho de que se haya tomado el trabajo de envolverlo para hacerlo especial, cuanto más cerca está de abrirlo, más rápido se disparan sus palpitaciones, es ridículo, ya ha perdido toda chispa de sensibilidad y humanidad, estas cosas no deberían afectarle.
—Es un... —Pero sopesa lo mucho que sí le afectan cuando Eiji saca de la caja un collar, es fino y bonito, tiene un ónix en el centro recubierto en oro, lo compró porque le evocó a sus ojos.
—Una gargantilla para reemplazar la vieja. —Creí que sería una linda forma de marcar un inicio.
—No entendiste nada. —No obstante—. Y simplemente no puedes entenderlo ¿no es así, Ash?
Es el punto que marca el final.
Tenemos a Cain de nuestro lado entonces, lo que será muy bueno para el futuro y a Ash no lo juzguen, él no tiene idea de qué significa el collar para Eiji, nosotros nos hacemos una idea, pero le pasa lo mismo que a Shorter en el fondo, igual le duele verlo en el cuello de Eiji y no comprender la razón porque tampoco la han hablado, así que lo intento a su manera aunque falló, veamos cómo lo arregla mañana.
Mil gracias por tanto cariño, see ya~
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