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4. Curar heridas.

It's me, hi, i'm the problema, it's me~ Llego tarde porque hoy debió ser el día laboral más agotador del semestre, días donde me pregunto porqué estamos encerrados en este feo ciclo de trabajar para vivir y vivir para trabajar. Pero bueno, no estamos acá por eso, sino porque hoy seguimos con Eiji y si bien, el capítulo de hoy es bien bonito en terminos de relaciones, da pie para los puntos más altos de la trama.

¡Espero que les guste!

—¡Duele! —El gimoteo de Ash retumba por toda la mansión en un eco de agonía, Eiji aparta los algodones. En parte, por temor a haberse equivocado y ser castigado. En parte, porque se halla entretenido de que un imponente líder de mafia sea tan infantil.

—Lo siento, ¿te duele? —Tiene que preguntarlo para no verse insensible, prometió ser de ayuda para su nuevo amo y sin embargo, no se la pone sencilla con una personalidad tan quisquillosa.

—¡Claro que sí! —Vuelve a lloriquear—. No sé tú, pero yo tengo un cuerpo muy delicado. —Dice en una especie de sermón que lo incita a estrujar los puños y rizar el ceño, lo molestó, después de todo fue el mismísimo lince de Nueva York quien lo sacó de sus aposentos para curarlo, ¿así le agradece por sus servicios?—. Duele mucho si lo haces sin cuidado.

Deberían haberle herido la boca, piensa sosteniendo el algodón con una pinza, hundiendo otra vez sus instrumentos en alcohol y acercándolos con sutileza a su pecho desnudo con una risita maliciosa, ¿quiere ver qué tan torpe puede ser? Pues se lo mostrará.

—¡Lo siento! —Grita sin dejarlo de atacar con los vendajes—. ¡Soy un japonés muy descuidado, así que no puedo hacerlo de otra forma! —Ash queda convertido en una momia en medio de la cama, pero lo merece, una de las cosas que ha aprendido estas semanas posteriores a la fiesta es que sí. El lince es diferente a todos los otros Golzines. Lo deja ser infantil. Estridente. Tozudo.

Le da libertad.

Eiji se pregunta una y otra vez la razón qué tendrá para mostrarle benevolencia mientras desliza sus dedos en las vendas e intenta acomodarlas cómo se debe, posee muchas cicatrices contra el pecho y espalda, demasiadas, siente un revoltijo en las entrañas al apreciar la hondura que deben tener y los años que deben llevar ahí, son casi como los anillos de un árbol que dan pista de la historia que alberga. Traga duro y su boca sabe a veneno corrosivo. Ha visto ultrajes desde el minuto cero en que su padre lo metió a los Yakuza. Arthur era una obra cuyo lienzo se rasgaba hasta ser una maraña de papel. Él mismo está lleno de marcas que no recuerda. Pero con Ash...

—¿Tienes curiosidad?

—¿Eh?

—Te quedaste en blanco demasiado rato. —El lince da vueltas su rostro para mirarlo, tiene una sonrisa de triunfo que le pone los pelos de punta y lo hace querer alejarse dado que lo convierte en un conejillo frente a un hambriento depredador—. ¿Tienes curiosidad por mis heridas?

—Es solo que se ven dolorosas.

—Ya no siento nada con ellas. —Sus jades se clavan con tristeza sobre las sábanas, su tono se vuelve pétreo y frívolo, es casi como si se encontrara cubierto por una carcasa congelada—. La primera ni siquiera me la hizo Dino, es un recordatorio constante de mi ciudad natal: Cape Cod.

—¿Ciudad natal?, ¿no eres su hijo biológico?

—¿Te sorprende? —Qué se ría le hace darse cuenta de la obviedad de la situación—. El anciano debe ser estéril hasta dónde sé, tanto Arthur como yo somos adoptados, ¿él nunca te lo contó?

—Él no tenía por qué contarme. —Le explica jugueteando con la venda, tratando de tomar aire.

—Tu relación con él era rara. —Un deje de preocupación palpita en su voz y apretuja su corazón.

—Supongo que sí.

—¿Puedes sanarlas? —Eiji detiene sus toques en el aire, no se atrevió a rozarlas porque aprecia la vulnerabilidad que estas representan—. No solo las que me hice ahora con la pelea, también las más viejas.

—Esas ya están cerradas.

—Lo sé, pero... —Ash baja la cabeza, su cabello dorado cae como cascada hacia su cara y tapa su expresión, ¿qué males son los que te atormentan?, ¿quién te hizo todas esas?—. Nunca tuve a alguien que me curara las heridas, así que no están apropiadamente limpias. —Ash le entrega su dolor desnudo con la esperanza de que lo cuide—. Por favor.

—Entiendo. —¿Y qué otra cosa puede hacer Eiji además de acogerlo si se porta como un niño?

Así que sumerge el algodón en el pocillo de alcohol, aprecia cómo Ash se encorva en un intento por escapar, más se obliga a quedarse, sus huesos se marcan sobre el desgaste de su piel pese a sus fornidos músculos, luce cohibido y casi avergonzado aunque la idea fue suya, pero Eiji lo comprende, es difícil compartir una historia si se encuentra desfigurada. Quiere decirle que no hay nada que temer. Qué solo es él. Que aun si tiene el collar su lealtad no está con Arthur. Qué se siente agradecido. No le hará daño. No obstante, decir eso conociendo su lugar sería faltarle el respeto. Así que lo limpia. Limpia. Limpia. Y limpia.

Lo hace con cautela. Dedicación. Dulzura. Bondad. Lo trata como lo haría si bañara a un gatito callejero recién rescatado.

—Son feas. —Ash dice y aunque es un mero presentimiento teme que esté al borde del sollozo, seguramente no se las ha mostrado a nadie—. Perdón, te estoy pidiendo hacer algo asqueroso.

Son muchas cicatrices. Cubren casi toda su espalda. Sus hombros. Su torso. Su estómago. No parecen haber sido hechas por la misma persona. Te han hecho mucho daño. Lo único que Eiji puede hacer es pasear el algodón sobre el mapa desgarrado que forjan sus dolores, los une en una ternura meliflua, los lava hasta que toman un color vibrante, procura ser suave porque está seguro de que la gente no suele ser suave con Ash, sus mimos son dóciles e inocentes tal como un ciervo queriendo pararse por primera vez o un patito intentando seguir a su mamá en el lago.

—En Japón las grietas son hermosas. —Entonces le explica y no sabe por qué—. Las cosas que se rompen nunca pueden volver a ser las mismas, pero eso no significa que deben permanecer rotas para siempre, así que se les une con oro e irónicamente las grietas doradas se convierten en lo más hermoso de toda la pieza.

—¿Estás diciendo que mis cicatrices son doradas? —Ríe y relaja los músculos—. ¿Eso quieres insinuar? —Ash se da vueltas, quedando frente a frente y de pronto, el algodón yace encima de su pecho, justo en su corazón—. Contéstame, Ei-ji. —Rueda su nombre en su lengua casi como si fuera una paleta.

—No sé qué quiero insinuar. —Balbucea porque la cercanía le corta la respiración, siente cómo sus manos tiemblan contra la pinza, quiere soltarla, más, Ash le da la mano para que mantenga firme el agarre en su torso, esta clase de contacto nunca lo ha tenido—. Creo que tienes mucho valor. —Embriagador. Intoxicante. Peligroso.

—¿Valor?

—Sí. —La proximidad lo tiene sofocado—. Eres valiente, Ash. —Es tan frío que ya se quemó.

—¿Por tener estas?

—Por seguir a pesar de tenerlas. —Por un instante Ash impresiona cohibido. Eiji guarda la ansia de memorizar cada cicatriz, de atesorarla y darle otro significado ¿por qué? Quizás es el simple deseo que él tiene de que algún día alguien haga lo mismo con las suyas—. Por eso.

—Escuché que tú también tienes. —Sonríe con tristeza e intenta bajar la mirada—. ¿Tú tienes?

—Sí. —Es inútil. Sin importar qué tanto trate, sus ojos siempre retornan a Ash como si se hallara en una especie de hechizo—. E incluso cuando tenía una vida normal estaba lleno de cicatrices porque era deportista y me lesionaba bastante. —La memoria es el cuento de otra persona.

—¿Eras deportista? —Ash contiene una risa—. ¿Tú?, ¿en serio?

—¿Es tan difícil de creer?

—Pues sí, te ves tan... suave.

—Ja. —El sarcasmo enciende una chispa prohibida—. Pues no todos podemos vernos como la versión más joven de River Phoenix.

—¿Crees que me veo así? —Le coquetea inclinándose a su cara—. Y eso que no me has mirado todo. —Tararea—. Todavía. —Hace una promesa que le vuelca el corazón en una marejada ¿por qué le resulta tan fácil alterarlo? Injusto. Ash es injusto.

—¿Te divierte poner nervioso a tus prisioneros de lucha? —Dramatiza para aligerar el ambiente.

—No. —Los dedos de Ash se deslizan entre los suyos, puede sentir la estridencia de su palpitar justo debajo de su palma. Tap. Tap. Tap. Más rápido. Más fuerte. Más peligroso. Sus ojos en sus labios—. Es la primera vez que me porto así con alguien pero algo en ti me impulsa a fastidiarte.

—¿Gracias?, ¿me lo tomo como un cumplido?

—Es que tus reacciones son divertidas. —Remata—. Y aunque venimos de mundos diferentes, siento que me entiendes mejor que nadie. Para algunas cosas, al menos.

—¿Lo hago? —¿O lo dices porque nuestra relación es asimétrica y yo no tengo chance de reñir?

—Lo haces. —Pero Ash impresiona tan ilusionado con la idea—. Es raro explicarlo, pero sucede de forma espontánea, creo que es por tus ojos que no puedo verte cómo una amenaza, ¿tendrá que ver con el ambiente amoroso en donde creciste o serás así? A veces me lo pregunto.

—Ash.

—No me hagas caso. —El nombrado se aparta—. Solo estoy divagando, perdón. —Y se levanta, quedando a apenas unos centímetros que impresionan un abismo—. Gracias por curarme, Eiji.

Pero Eiji tiene la sensación de que realmente no lo curó.

⊱✿⊰

Cicatrices. Todos tenemos cicatrices. Eiji lo sabe. Él tiene. Su papá tenía. Arthur tenía. Inclusive llegó a verle a Golzine algunas. Pero las de Ash eran diferentes. ¿Por qué? Se lo pregunta una y otra vez sin vislumbrar la respuesta, más, le resulta imposible olvidarlas, bastó una caricia para que las grabara como si fueran el mapa hacia un cementerio de añoranza, teme que si continúa dando vueltas encontrará el ataúd de un niño, no lo resistiría, es absurdo, luego de los horrores a los que ha sido sometido no debería quedar benevolencia en su corazón, lo tomaron y tiraron hasta romperlo igual que con una muñeca de trapo, lo jalaron, le sacaron el relleno, lo volvieron a coser solo para repetir el ciclo y ahora yace tan zurcido, que no conmemora su forma original.

Tal vez, por eso empatiza con Ash.

Le ha dado oportunidades para romperlo. Desgarrarlo. Maltratarlo. Abusarlo. Tentó la paciencia de su amo mordiéndole la mano. Encerrándose por capricho. Pero Ash no actúa como Golzine.

—¿Qué haces, Eiji? —Y quizás por eso quiere hacerse útil, en el fondo quedarse acá es el menor de los males porque volver a casa no es una opción ¿cierto? No luego de todo lo que le hicieron.

—Estoy intentando cocinar. —Ya no pertenece al mundo normal, esta es su realidad, así que al menos debe intentar adaptarse. Pensamientos turbulentos que se arremolinan como hojas de té al fondo de la taza—. Escuché que Ash llegara tarde y quería tenerle algo.

—No es tu trabajo hacer eso. —Bones se lo refiere sin maldad alguna, camina al mostrador de granita con las manos en la espalda y la jardinera suelta, ese look relajado le sienta más natural que el traje blanco de gamuza—. Hay empleados que su padre paga para que le cocinen.

—Pero él no come.

—¿No lo hace?

—¿No lo habían notado? —Eiji frunce el ceño preocupado—. Ni una sola vez lo he visto servirse las tres comidas diarias, con suerte toma café. —O bebe o fuma, hábitos de la mafia que odia.

—No lo había notado. —Bones se sienta en el taburete al lado, es redondo y si le da un impulso gira, la mansión es inmensa, elegante, un derroche de ostento, más, tiene la sensación de estar en una casa de muestra más que un hogar—. El jefe no es cercano a nosotros en esas cosas.

—Dijiste que le serviste desde el inicio, Bones. —El nombrado asiente—. ¿Cómo comenzó eso?

—Es complicado. —Memora con las cejas arqueadas y el colmillo más sobresalido de lo usual, le gusta esa expresión, lo hace ver más aniñado, por alguna razón eso le sienta a Bones, parece más joven que él—. Todos sabíamos que Golzine estaba obsesionado con uno de sus hijos, lo llevaba a todas partes y se lo prestaba a todo tipo de personas a causa de su belleza aristócrata según decían, captó nuestra atención cuando empezaron rumores de que con solo 14 años era el asesino más peligroso de todo nueva York y ahí empezó a heredarle más cosas. Muchas.

—¿Heredarle? —Tiene miedo de preguntar ya que siente que se arrepentirá de hacerlo—. ¿Qué clase de cosas? —Pero lo hace. Es tan tonto el pájaro sin alas.

—Prostíbulos, clubes, territorios para vender droga. —Las tripas se le revuelven como si pronto estuvieran siendo azotadas por olas de ácido corrosivo—. Eventualmente, le dio subordinados para que guiara y los entrenara. Esos somos nosotros. Siendo honesto, éramos lo peor, la mafia americana nos tenía porque no había nadie que nos reclamara y aun así, el jefe nos acogió pero ahora que estoy hablando contigo, me doy cuenta de que no sabemos nada de él.

—Eso no es verdad.

—Lo es. —Ríe con tristeza—. No sabemos nada de él en realidad, ¿pero acaso alguien lo sabe?

—Ash resulta una persona difícil de leer. —No lo dijo con intención de herirlo—. No se ve como alguien accesible.

—Se fue un año entero ¿sabes? —Su trenza cae sobre su hombro, su mirada se cristaliza dando cuenta de la nostalgia meliflua—. Él quiere salir de este mundo pero Arthur no se lo dejará fácil.

—Lo sé. —Eiji suelta el cuchillo y deja de picar las verduras—. Lo conocí bien, además hay algo peligroso que están planeando con Dino.

—¿Te refieres a lo que te...? —Asiente—. ¿Cómo funciona esa droga?

—No sé. —Es honesto—. Pero espero que se traguen el cuento de que falló conmigo.

—¿Qué diablos están cuchicheando en la cocina? —Los otros dos amigos de Bones entran con una cara repleta de cansancio y hastío, Ash no es el único que ha estado trabajando—. Creí ya haberte advertido sobre lo peligroso que era para ti estar en la cocina, Bones. ¿O acaso quieres que el horno vuelva a explotar?

Tch. —Bones rechista y es una mueca adorable—. Solo estaba acompañando a Eiji, él quería cocinarle al jefe.

—El jefe ya tiene quien le cocine. —Eiji rueda los ojos, cabreado de escuchar eso una y otra vez porque se ha esforzado en hacer las cosas más acogedoras para "el jefe"—. A ver. —Por eso es una sorpresa cuando Kong ensarta un trozo de pescado con arroz y se lo lleva a la boca—. Wow.

—¡¿Y bien?! —El chico de jardinera le salta encima (literalmente) exigiendo una explicación.

—Delicioso. —Balbucea—. Sabe distinto a la comida que acostumbramos.

—Pues claro que sí. —Alex es el siguiente en ensartar el platillo—. Ustedes sobreviven solo con McDonald's.

—¡Es lo más barato! —Bones esboza un puchero—. Y no es nuestra culpa, no hay presupuesto.

—Sí, sí. —Los ojos de Alex se iluminan con sorpresa—. Oye, Eiji ¿podrías cocinarnos? Está rico.

—Sí. —Escuchar esas palabras le derrite el corazón y se refleja en su sonrisa suave, ¿qué clase de expresión estará poniendo para que lo miren así?—. Lo haré encantado. —No sabe, más, es lindo sentirse necesitado en vez de un juguete cercenado.

—No confío lo suficiente en ti para que prepares las comidas de Ash. —La voz masculina, grave y dura de Shorter sofoca el ambiente, alza la mirada para encontrarlo apoyado contra el marco de la puerta con una camisa a medio abotonar y unos pantalones ensangrentados, a juzgar por su cara viene del trabajo—. Sin ofender, pero hasta que pruebes lo contrario serás considerado como un traidor en potencia.

—Shorter. —Los chicos le suplican—. ¿Hasta cuándo durará esa actitud tan hostil? Ya detente.

—Hasta que se quite el collar. —El velo de la condena es una gargantilla—. Si decidió serle fiel a Ash ¿por qué conservarlo? —La boda es un réquiem de telarañas. El novio es un muñeco que fue mutilado—. Anda, quítatela, ¿o acaso no puedes?

Sus manos recorren por inercia la gargantilla, desearía que fuera tan fácil como quitársela, más la llave se encuentra perdida y los horrores que esconde son de ultratumba, teme lo que podría pasar con su integridad si se desprende del collar, pero teme aún más cómo lo penarán aquí si se enteran del por qué lo usa. Bones le regala una mirada compasiva. Él sabe. Estuvo ahí. Sus ojos penden al piso. Sus manos sostienen sus heridas. Las mantienen juntas. No me tires tanto o me romperás.

—Perdón. —Musita siendo un diente de león en un ciclón—. No puedo. —Un girasol en eclipse.

—Ja. —Shorter se saca los lentes de sol, se está desquitando por un día de mierda que se tragó puesto que no le sienta el liderazgo—. Eso creí. Incluso si Ash ha hecho todo lo que puede para esconder que sigues con vida, no eres capaz de pagarle.

—Shorter. —Bones se para frente a Eiji en un intento por protegerlo, el gesto le aprieta el pecho.

—No ansío ser duro con mis palabras pero para los chinos la lealtad lo es todo. —Explica dando dos pasos para adelante. Uno más y se caerá—. Sino le eres fiel a los tuyos, no eres nada.

—Pero qué hipócritas tus palabras considerando cómo corres de nuestro compromiso, Wong.

—Yut-Lung.

La atmósfera se torna aún más pesada con la mera mención, la esbelta silueta bendecida con rasgos andróginos y melena sedosa se abre paso en la cocina con un entallado traje tradicional lleno de bordados rojizos y tejidos delicados, su presencia es intimidante, Shorter parece creer lo mismo a juzgar por cómo se queda pegado a la puerta arrancándole una risita juguetona con una mirada repleta de veneno al verdadero depredador.

Es peligroso como una llama descontrolada.

—No tienes permitido estar aquí, ¡no puedes venirme a buscar! —Brama casi aterrorizado.

—¿Y quién viene por ti? —Yut-Lung se para enfrente y desliza una larga uña rojiza bajo el mentón de Shorter, provocando que trague duro y sude, lo pone nervioso, sin duda—. No te rogaré para que cumplas con tu parte del trato, si quieres gobernar como un matrimonio divorciado, me da igual. —Miente y la saña es testigo—. Pero yo vine a hacer cumplir mis otros derechos.

—¿Otros derechos?

—Pues sino quieres cumplir con tus deberes maritales quería preguntarle a Lynx por alguno de sus burdeles para que me presente a alguien. —Su mirada traviesa. Su sonrisa maliciosa. Basta de un toque aterciopelado en su manzana de Adán para que Shorter se derrita y entonces se le hace dolorosamente obvio a todos por qué lo evita: le gusta. Genuinamente le gusta—. Odio al idiota pero es quién más contactos tiene, ¿quién sabe? Puede serme de ayuda para hallar a un hombre que realmente me satisfaga.

—Ash nunca te presentaría a alguien. —Finge mantenerse firme—. No me traicionaría. —Falla.

—¿Hablas del miedo o del despecho, Wong? —Yut-Lung se alza en la punta de sus pies y estira un brazo hasta encerrar al contrario contra la pared—. Tú no quisiste consumar nada conmigo.

—Por respeto a los Lee.

—Respeto. —El más joven le saca los lentes de sol de la cabeza para juguetear con ellos—. ¿Se le llama de esa manera ahora a la cobardía? Si no eres capaz de darme lo que quiero, lo tomaré de otro lugar, de alguien que sí pueda dármelo. —Lo repasa de arriba hacia abajo relamiéndose los labios—. De alguien que sí tenga la virilidad y las pelotas para seguirme el ritmo.

—Te estás pasando de la raya. —Le advierte—. Y me estás humillando frente a hombres que ni siquiera son míos.

—Cierto. —Yut-Lung voltea sin alejarse un maldito centímetro de Shorter—. Hola, Eiji. También te vine a ver a ti, te tengo una propuesta escandalosa.

—¿Le pedirás a él que sea tu concubino? —El pavor en la voz de Shorter es un nudo de espinas.

—¿Te importa?

—N-No. —Miente y es tan poco sincero—. Me daría igual, él ya usa el collar de alguien más.

—Oh. —Yut-Lung se aleja con la expresión de un gato malicioso—. Así que estás desquitándote con él porque no puedes superarme, qué infantil de tu parte, te descubrí.

—¡Yo no...!

—Y todo porque tengo el tatuaje de otro hombre en el cuerpo. —Shorter se calla—. Adoras decir que eres el líder de los chinos como si hubieras cambiado mucho pero sigues igual de patético.

Shorter se limita a apretar los puños y chasquear la lengua, le quita los lentes de sol de un tirón y así sabe que la cizaña es real. Luce herido. Despechado. Destrozado. Se ve como un novio al que dejaron plantado a mitad del altar. Y Eiji se pregunta si fue así. Si Shorter le restriega acerca del collar porque habla de sus propias dolencias amorosas.

⊱✿⊰

—Perdón por eso, él y yo tenemos historia.

—Así veo. —Eiji deja la copa de vino sobre la mesita, sigue llena, no toleró más de un sorbo por culpa de la amargura de la cosecha pero Yut-Lung insistió en beber mientras hablaban, a juzgar por su experticia en la bodega de Ash, no es la primera vez que visita esta residencia, la idea le genera una sensación desagradable en el estómago, ¿qué será?—. ¿Puedo preguntar?

—No es una historia grandiosa. —Tararea sirviéndose un segundo trago—. Y es hasta aburrida.

—¿Es así? —Eiji le da el pie para seguir, los chicos tuvieron que abandonar la cocina para darles privacidad, Ash y Yut-Lung también impresionan tener historia, más, ese pensamiento le punza en el interior y le muerde el corazón así que lo encierra. Lejos. Lejos. Nunca-Jamás—. ¿Cuál?

—Shorter me conoce desde hace bastante, se enamoró de mí creyendo que era una dulce niña, para su decepción, no lo era. Pero eso no detuvo sus sentimientos, nunca lo admitió en voz alta y aun así, sé que me resiente por mi estilo de vida tan... liberal. —Promiscuo. Inmoral. Corrupto.

—Suena despechado.

—Creo que lo está. —Tararea—. Las cosas se pusieron aún peor cuando supo que otro hombre me había marcado, ¿acaso no es lindo? —Yut-Lung se tira el cabello hacia atrás para dejar a la vista un delicado esbozo de un dragón en su blanquecino cuello, el resqueme del vino enlazado a la imagen le pica igual que el aleteo de un colibrí sobre la cara—. Es el tatuaje de mi clan.

—De tu clan. —Entonces no le hace sentido que sea de otro hombre, no en contexto romántico.

—Sé lo que piensas. —Lo dice con gracia e ironía—. Sí, el hombre que me tomó fue mi hermano mayor, Shorter es muy tonto para sumar dos más dos y la ira lo ciega, por eso nunca consideró la posibilidad de que me forzaran, pero tampoco me esforcé por mostrarle lo que había pasado.

—Yut-Lung.

—No en realidad. —Sonríe vertiendo una tercera copa—. Lo siento si se desquita contigo, debe haber estado insistente con el tema del collar. —Como si cobrara vida el metal se cierne contra su garganta impidiéndole respirar. Una boa constrictora de trauma. Un chiste sangriento.

—Hablan de esto como si fuera un anillo de compromiso o algo así, como si me gustara usarlo.

—Pero es por seguridad. —Infiere—. De nuevo, basta tener media neurona para entender cosas que son obvias, no obstante, en esta mansión parece que nadie las tiene, ni siquiera Ash.

—Ustedes se escuchan cercanos.

—¿Celoso? —La cara le hierve apenas menciona la palabra, eso aumenta la satisfacción en el rostro del contrario, Yut-Lung deja la copa de lado y acomoda su cabeza sobre su palma como si tantos pensamientos le pesaran, su belleza es arrebatadora incluso en tal cotidianidad—. Te estarás metiendo en muchos problemas si te involucras emocionalmente con Ash, no lo hagas y menos considerando tu situación con Arthur, Golzine ya debe querer tu cabeza muerta, no le des más razones para que la quiera. Déjate morir en paz.

—Lo sé. —Al final debe tomarse el alcohol—. Dijiste que tenías asuntos que hablar conmigo.

—Ah sí. —Se escucha divertido—. Olvida todo lo que dije entonces e involúcrate conmigo para meternos en la mansión de Dino.

—¿Qué? —Eiji se atora y escupe el vino, debe golpearse el pecho para recobrar el aire pero este shock es risible, ¿habla en serio?—. ¿Qué dijiste?

—Golzine tendrá una feria, estoy seguro de que conoces la tradición. —La sangre se le hiela, la conoce, participó en la edición anterior—. Estoy invitado, acompáñame de incógnito.

—¿Por qué me expondría así? Ash me ha protegido bastante. —Teme que lo chantajee con usar el conocimiento que tiene para develar un secreto que no debe salir—. Si Arthur está ahí me va a matar y matará a Ash por traición.

—No tengo interés de que eso pase. —Todavía—. Pero tú has estado en la mansión de Dino, la debes conocer mejor que nadie y no confío en esos trogloditas, eres el mal menos malo.

—Sí, pero...

—Quiero que me ayudes a robar algo. —No. ¡Claro que no puede arriesgarse así!—. Y a cambio, si lo que encuentro es valioso y puedo fabricarte un antídoto para tu condición, lo haré. De igual forma, Ash también está interesado en los experimentos de Dino, tarde o temprano hará alguna idiotez para conseguir una muestra, así que ayúdalo, adelántate y sé de utilidad.

—¿Qué tanto sabes?

—Lo suficiente. —El diablo le extiende la mano—. ¿Estás dentro? —Y Eiji vende su alma por un pasado que no volverá, esperando al menos salvar a Ash.

Nada más que decir porque el otro capítulo nos metemos de lleno con Yue y Eiji y este plan que definitivamente no puede salir mal, pero mañana altiro seguimos con ese hilo.

Mil gracias por tanto, nos vemos en un par de horitas otra vez~

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