3. Cumpleaños.
Hi~ Muchas gracias a todas las personitas preciosas que se andan paseando por esta historia aunque wattpad se ponga mañoso y no avise las cosas como debería, cómo les mencioné ayer nos vamos a ir metiendo poco a poco en el trauma de Eiji porque es heavy pensar que de una vida relativamente normal pasó a una situación de violencia y abuso sostenido por un año, denle tiempo al chico y presten atención en lo que dice y no dice, es importante. Pero nos vamos con Eiji hoy.
Mil gracias por tanto, son mi rayo de luz en mis días de chambeadora, se les quiere harto.
Frente a un espléndido espejo con gastados focos plateados alrededor, Eiji se termina de cerrar una corbata de seda, es de moño, negra, desprende lujo, le da un toque refinado a la gargantilla que Arthur le obsequió, pero un perro no puede quitarse el collar sin el permiso de su amo y él no es la excepción a la regla. Suspira. La camisa de raso azul resalta a la perfección la añoranza que yace en sus ojos, el contraste es perfecto, escuchó que Ash personalmente eligió las ropas que usaría, está en su derecho, después de todo le salvó la vida y es su cumpleaños, ¿cómo le dijo Dino cuándo lo secuestró? Ah, sí.
«Serás un espléndido regalo para mi hijo, lo harás un hombre».
—Es distinto a Arthur. —Dice para sí mismo intentando acomodarse el flequillo, razonando que es una mera excusa para no salir de su habitación puesto que se ha encerrado durante un mes.
Pero no es su culpa.
Arthur lo abandonó luego de despojarlo de todo su valor ¿y ahora? Debe seguir viviendo incluso si se le ha privado de una vida normal, los días en Izumo con su madre impresionan tan lejanos, es casi surreal, quizás esas sean las memorias de alguien más o de un alma pasada, pero antes de que lo arrancaran de los brazos de su familia su padre se disculpó y le suplicó que fuera más fuerte, eso hará, sino todo será en vano, por ende, debe aceptar que ante los ojos de los Golzine es un trozo de carne que usan para divertirse y ahora es el turno del lince de Nueva York. Sádico.
—Disculpa. —Una serie de golpes irrumpen la puerta, Eiji se sobresalta y su primer instinto es esconderse detrás del tocador, no obstante, sabe que eso es mal visto en la mafia—. El jefe me pidió que viniera a ver si estabas listo. —Si van a matarlo, lo harán aunque se esconda—. ¿Sí lo estás?
—Lo estoy. —Un chico con reflejos rosados, una pequeña trenza y un colmillo sobresaliente se mete a la habitación, lo ha visto antes, estuvo cuando el doctor lo revisó. Él sabe su secreto.
—¡Wow! —El muchacho sonríe pasmado desde la puerta—. Eso te queda bastante bien, el jefe hizo una muy buena elección de outfit, ¡lo sabía!, ¡te sienta de maravilla!
—¿Esto? —Eiji ladea la cabeza y se ve al espejo confundido. Simplón. Soso. Feo—. ¿De verdad?
—Claro. —El chico entra efusivo y se para a su espalda para que se mire en el tocador, lo ayuda a planchar los pliegues de la camisa, las imperfecciones de la tela desaparecen bajo la ternura de un toque melifluo, contempla su reflejo, más, pronto baja la cabeza, es incómodo tener que ver a un desconocido—. ¿Arthur no te conservó por eso? Escuché que solía llevarte a las fiestas porque se sentía orgulloso de ti, no lo culpo por presumirte, eres un lindo acompañante.
—No. —Sonríe con amargura—. Él no me llevaba para presumirme, me llevaba porque era una posesión exótica que él disfrutaba humillar ¿acaso no será lo mismo con Ash? Tal vez me ponga ropas bonitas como una muñeca, pero un Golzine, es un Golzine.
—Él no es un Golzine.
—¿Entonces qué es? —Eiji aprieta los puños sin moverse frente al tocador, la sombra que yace en su reflejo se asemeja a una novia que se encamina a su funeral. Escucha la música. Se pone el velo. Acepta el grillete del dedo—. Escuché lo que dicen de él, al final ¿no es peor que Arthur?
—El jefe no es así. —El tono del contrario se endurece, sin embargo, se esfuerza por dejar ir las emociones que lo atormentan para no asustarlo—. Él es especial.
—¿Especial? —Ríe—. Todos dicen serlo.
—Soy Bones, por cierto. —Se presenta oficialmente—. Y llevo sirviéndole a Ash desde el inicio.
—Soy Eiji Okumura.
—Lo sé. —Lo interrumpe sentándose en la cama—. Todos sabemos quién eres aunque casi no hayas dejado tu habitación.
—Oh. —Es un regaño—. Perdón. —Lo hizo mal—. No quise mostrarme como un ingrato. —Pero todo esto aún es nuevo y estoy asustado, no sé nada de Ash además de lo que Arthur bramaba.
—¡No! No. —Bones agita las manos en un ademán por pararlo—. Es entendible, Meredith dijo...
—¿Puedes no comentarle a nadie lo que dijo? —Sus ojos en sus zapatos. Sus zapatos sobre la alfombra. La alfombra en sus pecados. Los pecados en un perjurio—. Por favor, sé que no tengo ningún derecho a pedírtelo y que te pondré en una posición compleja, pero si alguien supiera...
—Hey. —Bones lo calma, extendiéndole la palma, guiándolo para que se siente a su lado en la cama—. No le diré nada a nadie, puedes quedarte tranquilo.
—¿Qué quieres por tu silencio?
—Nada.
—Nada. —Eiji frunce el ceño, confundido—. ¿Por qué?
—Porque deseo ser tu amigo. —Dice como si fuera obvio (casi natural) tratarlo con igualdad, le resulta desesperanzador pensar en lo mucho que cambió en un año por Arthur—. También creo que le haces bien al jefe, es raro verlo tan impaciente y paciente por alguien, puede que no sea bueno mostrando sus sentimientos, pero se preocupa por ti, está ilusionado con que estés hoy.
—¿No será peligroso? —Su lengua es un nudo y su boca sabe a óxido—. Nadie sabe que todavía sigo con vida, ¿acaso no vendrán personas importantes a su fiesta de cumpleaños?, ¿si me ven no se meterá en problemas?
—No a esta. —Comenta—. Esta es la celebración real de Ash, el fin de semana tendrá una cena familiar en la mansión de Dino donde asistirán todos esos mafiosos petulantes y sucios porque así dictan las leyes del bajo mundo pero esta es nuestra fiesta y no está invitado nadie perverso.
—Gracias. —¿De qué está agradeciendo? Simplemente cambió la prisión—. Eres muy amable.
—¡P-Por supuesto que lo soy! —Inclusive en la oscuridad puede ver cómo todo Bones se matiza de escarlata y se cristaliza por los nervios—. Ya era hora de qué me reconocieran. —Eso lo hace reír, es una risa pequeña y apenas perceptible—. Espero que te guste estar acá.
—¿Por qué le das tanta importancia? —¿Por qué me das tanta importancia?
—Porque todos los chicos a quienes Ash acogió son marginados. —Bones se levanta y otra vez le extiende una mano—. Bienvenido al club, Eiji.
Esta vez la toma.
⊱✿⊰
Bones le ofrece el brazo para bajar al salón principal, Eiji lo acuna agradecido, es la primera vez que se aferra a otra persona y sin embargo la mansión sigue siendo una guerra silenciosa de la que no ha querido ser partícipe. Respira, respira, respira. Se alienta a sí mismo. Todas las casas de los Golzine se parecen, tienen los mismos ventanales amplios, muebles lujosos, pilares con diseños recubiertos en oro o cobre, baldosas de marfil y pinturas escalofriantes, quizás por eso es tan difícil estar aquí, lo evoca y lo transporta con una dolorosa vividez a las palmas de Arthur.
—Te tengo. —Bones lo anima mientras bajan una inmensa escalera de caracol, la música tiene un toque suave y dulce que solo una orquesta puede conferir, es surreal este tipo de ambientes en la actualidad, ja, pensar que antes de que su padre apareciera estaba en la universidad pero ahora impresiona atrapado en la novela de alguien más—. Ya casi llegamos, ¿estás listo?
—Sí.
—No estés nervioso, Eiji.
—No lo estoy. —Miente—. Este último año me he acostumbrado a esta atmósfera. —La mirada de Bones es un bricolaje de compasión y melancolía, debe darle pena su situación y más si se enteró de sus circunstancias—. Pero gracias por acompañarme, Bones. —No obstante lo único que puede hacer es jugar las cartas a su favor.
—Es lo mínimo que puedo hacer luego de lo que te pasó.
Así que bajan al salón y Eiji aprecia la mansión por primera vez, resulta gracioso el contraste en chicos tan toscos y un ambiente tan refinado, escuchó que Ash recién va a cumplir 20 años así que es esperable que no se comporte como un adulto, pone un pie en el último escalón y lo ve.
Hermoso.
Ash Lynx es precioso, su piel tallada en marfil es una disonancia arrebatadora contra el carmesí de la camisa y el ébano del esmoquin, sus ojos son como dos gemas que le perforan el alma el segundo que entablan contacto visual, un jade se encuentra adornando su oreja, su cabello de oro yace acomodado hacia atrás. Luce absolutamente glorioso. Deslumbrante. Bello igual que una estatua en un museo. Eh ahí el motivo por el que Arthur lo resentía y Dino se obsesionó.
—Viniste. —Y no obstante, una chispa de ternura se enciende en sus pupilas tras verlo del brazo con Bones—. Realmente viniste.
—Tú querías que estuviera acá. —Musita, cabizbajo. Shorter está a su lado y tiene la sensación de que al líder chino no le agrada su presencia—. Así que vine.
—¿Por qué sigues usando ese collar? —Su voz se endurece—. No había querido preguntar pero me molesta que siga ahí.
—No puedo quitármelo.
—¿Es por algo de lealtad? —¿Por qué impresiona tan herido?—. No importa. No me contestes.
—Jefe. —Otro de sus subordinados interrumpe la conversación antes de que le explique (¿pero cómo podría explicarle lo que le hicieron?)—. Hay un asunto urgente del que debe ocuparse.
—¿Ahora? —Ash suspira, se frota el ceño—. Realmente me gustaría pasar más tiempo con Eiji.
—Se trata de Black Sabbath.
—Está bien, Alex.
—Ash.
—Shorter, tú quédate con Eiji. —La oferta le pone los pelos de punta—. Qué se ponga cómodo.
—Ah. —A Shorter tampoco impresiona gustarle la idea—. No te preocupes, lo haré.
Pero los dejan a solas y es malditamente fatigoso, no porque Shorter sea desagradable, a juzgar por las reacciones de los otros chicos es bastante popular y carismático lo que se refleja en su traje de terciopelo tan púrpura como su pelo y en sus lentes de sol inapelables, entabla charlas banales, lo presenta como el nuevo añadido de la mafia de Lynx, le ofrece de comer, brindan a pesar de la ausencia del cumpleañero, comentan la música, el rechazo es sutil, más, está ahí.
Eiji está seguro de que Shorter lo odia.
—Yo no te agrado. —Y no sabe si es el alcohol o el cansancio, más, lo dice directamente—. ¿No es así?
—No tengo nada en tu contra. —Shorter intenta explicarle, se afloja la corbata sofocado puesto que no esperaba de semejante confrontación—. Pero Ash ha sido mi mejor amigo desde los 14 años y estoy tratando de cuidarlo, no es nada personal, sin embargo, no puedo confiar en ti.
—¿Por qué? —Es obvia la respuesta.
—Porque eres peligroso.
—¿Por qué estaba con Arthur?
—Y porque te niegas a desprenderte de él. —Le apunta el collar—. Por alguna razón Ash decidió salvarte la vida incluso si eso ponía en riesgo la suya, se ha mantenido empeñado en ocultar la traición que acogerte implica para su familia pero te ha presentado a sus hombres de confianza para que te sientas acogido, te ha dado tu espacio para adaptarte, está pendiente de ti y me da miedo que tú te aproveches de eso, qué seas un espía de Arthur o uno de los peones de Golzine o de alguien más.
—No soy eso.
—¿Entonces por qué no eres capaz de desprenderte de él? —Se burla con una sonrisa amarga.
—Es complicado. —Baja la mirada y juega con sus manos, de repente esta atmósfera lo asfixia.
—Complicado. —Repite, indignado—. No quiero ser tu enemigo, Eiji. Pero muchas cosas sobre ti no me terminan de cerrar, ¿por qué los Yakuza enviarían a un mocoso que se nota que nunca ha sostenido un arma en su vida de tributo?, ¿por qué Arthur te conservaría si tampoco eres un gran aporte para su imperio? Sin ofender pero no te ves excepcional, así que algo debes ocultar.
—No pedí nada de esto. —Eiji aprieta los puños hasta dejar cinco medialunas marcadas en su palma por la impotencia—. No pedí que me robaran de mi familia. —E hicieran lo que quisieran.
—Pero te niegas a unirte a una nueva familia porque sigues aferrada a la anterior. —Dice y dice.
—No sabes nada de mí. —Cuando no tiene idea de nada en realidad—. ¿Con qué derecho estás encarándome con esto?
—Pues soy el líder de los chinos y debo cuidar a los míos.
—Me ves como una amenaza.
—No. —Shorter brama—. Pero si te atreves a lastimar a Ash, verás cómo trato a las amenazas.
—¿Crees que estoy en posición de herirlo? —Su voz erupciona en su garganta como lava contra sus cuerdas vocales, arde, cada palabra es un chorreo de veneno corrosivo—. Ash puede hacer y deshacer como quiera conmigo, igual que todos en su familia.
—Necesito aire. —Declara—. Esta conversación se tornó asfixiante, no te metas en problemas.
Como si pudiera.
Eiji rehúye de la fiesta aislándose de la afluencia, el balcón está cerrado y aun así, se las arregla para colarse con una copa de vino, ni siquiera le gusta el alcohol, más, a veces necesita de este para tolerar su situación, no culpa a Shorter por desconfiar de él, le pertenece al enemigo, claro que es lógico que guarde sus reticencias, no les dice nada de su pasado porque teme que igual que el resto de los Golzine jueguen con esas peculiaridades, pero al final... Eiji traga la copa de un sorbo y se abraza a sí mismo. Al final no pudo darle nada a Arthur. Debería estar feliz, estaría atado si no fuera así. ¿Por qué no lo está? Una pérdida es una pérdida. Y Eiji está en su funeral.
—Qué sorpresa verte acá. —Conoce esa voz, Eiji se da vueltas con el corazón latiendo tal como un avecilla a punto de ser devorada por un depredador. Es precioso. Cabello negro y lacio. Ojos tan oscuros como una noche sin-estrellas pero con un toque morado. Piel perlada. Silueta fina.
—Yut-Lung.
—Nos vimos de pasada en algunas reuniones. —El chico está usando un traje chino tradicional que le sienta de maravilla, es escarlata con bordados de oro—. Pero estabas del lado de Arthur.
—Yo no... —¿Qué debe hacer? No tiene una excusa preparada y no obstante tampoco pretende traicionar a Ash. Su salvador.
—Y se supone que estabas muerto, Arthur ya está buscando a tu reemplazo. —Apenas sostiene la copa sin que se le resbale de las manos. Impotencia. Ira. Pena—. El estúpido te compadeció.
—¿Me está reemplazando? —Yut-Lung esboza una sonrisa irónica antes de menearse para así apoyarse a su lado—. Cómo si fuera desechable.
—¿Qué eras exactamente para él? Suenas despechado.
—¿Qué crees que era exactamente para él? —Los ojos del chino arden como si las palabras de Eiji fueran leña nutriendo una llama incontrolable—. Perdón, eso fue impertinente de mi parte.
—Debo confesar que no dejo que me hablen así, pero contigo haré una excepción, vaya suerte.
—¿Por qué harías eso?
—Tengo la sensación de que la sumisión que mostrabas era pura fachada para sobrevivir, creo que tienes carácter. —¿Es así?
—No sé. —Genuinamente—. A veces todo esto sigue pareciendo surreal. —Sus dedos aprietan la copa, las gotas restantes del vino penden hacia sus zapatos de cuero, se manchan, ¿enojará a Ash ver que no los ha cuidado? Lo ha estado evitando porque le daba miedo averiguarlo—. El simple hecho de estar hablando contigo y de convivir con los líderes de la mafia lo es.
—Tuviste una vida normal antes. —No es una pregunta—. No puedes normalizar algunas cosas que para quienes nacemos ahí son normales, eso te delata, tú no perteneces acá, qué irritante.
—No sé. —Suspira—. Me siento como una persona diferente desde que me entregaron a Dino.
—¿Qué quiere Lynx contigo? Sin ofender, pero te ves inútil.
—Eso mismo me gustaría saber. —Eiji le confiesa, no ha hablado con franqueza desde que está en América e incluso él tiene un límite. Es un florero derramado. Plic. Plic. Plac. Los pétalos van a secarse—. Es una decisión imprudente acogerme ¿verdad?
—A menos que ese bastardo haya buscado una excusa para iniciar una guerra. —Divaga en voz alta—. Quizás no se trata de ti, sino de las normas que él transgrede al tenerte, quizás él quería ponerle fin a la rivalidad que tiene con Arthur, mientras te tenga en su mano tiene la posibilidad.
—¿Entonces, soy una excusa?, ¿un detonante?
—¿Acaso no todos lo somos? —Yut-Lung suspira, apoya su espalda en la baranda del balcón y tira la nuca hacia atrás, su cabello se bambolea contra el viento dándole un aspecto casi mítico y exótico—. A mí ni siquiera me invitaron, pero vine porque mi prometido me está evitando, ese hijo de puta cree que puede humillarme, sí, llegué tarde a nuestra fiesta de compromiso, quizás también empecé una riña con Arthur pero todo fue justificado ¿qué excusa tiene mi prometido? ¡Pues ninguna! Ni siquiera me quería casar con él.
—¿Prometido? —Intenta recordar—. Shorter. —Reprimió muchas cosas de ese día puesto que no pudo soportar que Arthur le disparara, aún le cuesta recordar qué sucedió.
—Se supone que seremos un matrimonio, es una falta de respeto que el cobarde se oculte aquí porque es incapaz de darme la cara, así que vine para arrastrarlo de vuelta, quiera o no.
—¿Puedes obligar a alguien a estar a tu lado?
—¿Realmente me lo estás preguntando considerando tu situación? —A pesar de que se lo diga con malicia queriendo restregar sal en la herida le saca una risa genuina, algunas veces precisa tomarse su situación con humor o enloquecerá, bien sabe que eso pasa—. ¿Tu padre era el jefe de los Yakuza?, ¿por eso te entregó? Te lo he querido preguntar desde hace rato.
—Pertenecía al clan, sí. Pero era doctor, no un mafioso. —Los ojos de Yut-Lung brillan igual que los de un gato malicioso—. Me trajeron porque tenía una condición que a Golzine le interesaba.
—Hablas de ti como si fueras un conejillo de indias.
—Porque eso soy.
—Si sabes qué estás en la guarida de un lince, ¿no es así?
—Sí. —Eiji sonríe llevándose la copa hacia la boca, ni siquiera queda líquido—. Lo sé muy bien.
—Vaya, vaya. —Yut-Lung esboza una sonrisa que le pone los pelos de punta—. Un conejo entre linces y serpientes, esto será entretenido. Para mí, por supuesto. Para ti no.
—¿Tienes pensado delatarme con Ash?
—No. —Tararea mostrando los afilados colmillos—. Yo solo actúo para mi propia conveniencia.
⊱✿⊰
Se queda en un rincón el resto de la velada puesto que no quiere incomodar ni importunar con su presencia, Bones se acerca de vez en cuando para invitarlo a bailar con sus dos amigos pero ha internalizado demasiado bien el papel de ornato, así que se queda ahí, lo más quieto posible llegando incluso a contener la respiración, sí, entiende que el contexto es diferente, basta mirar a los subordinados del lince de Nueva York para comprender que no los rige con terror sino que su lealtad proviene de otro lado o quizás, piensa esto y lo está idealizando porque de toda alma ansía creer que ha caído en mejores manos. Pero una mascota es una mascota. Una gargantilla es una gargantilla. Y una mordida es la marca del amo.
—Me has estado evitando toda la noche. —Es una sorpresa que el mismísimo Ash se aparezca adelante, luce ajetreado, sudado y despeinado, asume que el asunto del que Alex le habló era urgente—. Me siento herido, es mi cumpleaños después de todo, tendrías que mimarme.
—Perdón. —Baja la cabeza y espera el castigo—. Realmente lo siento.
—No te disculpes. —En su lugar, Ash le extiende una mano—. Si realmente lo sientes, regálame una pieza de baile.
—¿No quedarás mal frente a tus subordinados?
—¿Por qué quedaría mal frente a ellos? —Ash genuinamente impresiona no entender a qué se refiere—. ¿Dónde está la relación?
—Ya sabes. —A Eiji le da vergüenza explicarle—. Somos de clases y valores distintos.
—Arthur realmente tenía una manera denigrante de hacer las cosas ¿no? —Se lo dice con tanta tristeza que casi se siente compasiva—. Lamento que hayas tenido que pasar por eso y sé qué es difícil desaprender comportamientos de alerta que te mantuvieron vivo, no pido que confíes en mí.
—¿Entonces qué quieres? —¿Qué te puedo dar?
—Un baile. —Se lo pide con una sonrisa juguetona—. Un solo baile y te dejaré de insistir.
—Pero...
—No he sacado a bailar a nadie más en toda la noche. —¿Por qué tuvo que decirle eso? Pronto su corazón salta aunque no debería porque lo hizo sentir especial—. Aún no me has dado algún regalo para que lo abra, este será mi obsequio.
—Tú ganas. —Eiji se rinde—. Si ansías bailar, bailaré contigo, es tu noche después de todo ¿no?
—Esa actitud sí me gusta.
Ash lo guía hacia el centro de la pista de baile, a pesar del ambiente pomposo de alcurnia todos los chicos actúan de su edad, ¿cómo pueden consolidar esa dualidad? Él nunca pudo, más, ni siquiera tiene chance de reflexionar cuando el lince acomoda las manos en su cintura y le corta la respiración, su toque es suave, dulce e incluso tierno y aun así, siente una chispa de dominio por cómo lo atrae contra su pecho, Eiji no sabe dónde poner sus brazos o si tiene derecho para tocarlo puesto que los Golzine eran sádicos con sus castigos, Ash impresiona leer el dilema en su cara y entonces entrelaza sus dedos en una palma y lleva la otra hacia su hombro, se siente electrizante y sofocante. No puede respirar. Las luces del candelabro lo queman. Ja. ¿Las luces del candelabro? Es una excusa. Son los ojos de ese hombre los que le perforan el corazón.
Ash se empieza a mover con una maestría inefable, sin duda lleva en este mundo más años de los que puede memorar y Eiji intenta seguirle el paso sin temblar, de alguna forma se balancean en una perfecta sincronía con los violines, Ash ríe y lo atrae a medida que la música se ralentiza en notas cándidas y peligrosas, su aliento le hace cosquillas en las orejas, su aroma tan varonil, fresco y reconfortante hace que quiera reposar la cabeza en su hombro, no lo hace claramente, pero siguen bailando y eso lo hace profesarse como un adicto.
Es mortífero. Peligroso. Seductor.
Le gusta.
—Eiji. —Su aliento le hace cosquillas contra la oreja, la siente calentarse y hacerse humo—. Te siento tenso. —Sus pasos hacen eco en aquel imponente salón, es una forma riesgosa porque sus subordinados apenas lo conocen, si se filtra que está vivo o su pasado con Arthur—. ¿Estás pensando en otra cosa? —Los labios del lince rozan su cuello gatillando un escalofrío por toda su espina dorsal—. ¿Acaso estás pensando en alguien más?
—N-No. —Intenta mantenerse acá—. Todavía me estoy acostumbrando a esto.
—¿Te molesta? —Ash se aparta. Lo mira.
—No. —Eiji queda atrapado en esa mirada, son los ojos más bonitos que ha visto en la vida, no por su color vibrante o sus pestañas doradas, sino por lo que esconden—. No me molesta.
—Puedes ser honesto conmigo, Eiji.
—Puede que no lo haya demostrado bien estas semanas porque estoy intentando procesar las cosas que pasaron, pero realmente quiero esforzarme por pertenecer aquí. Salvaste mi vida a pesar de las consecuencias que eso tendría para ti y quiero devolverte el favor.
—No necesito nada a cambio. —Su voz es tan decorosa que le resulta dolorosa, Eiji se aferra a su camisa escarlata como si fuera su único salvavidas, quiere preguntarle si lo rescató para así tener una excusa para gatillar una guerra, si Yut-Lung tiene razón—. Puede que sea difícil creer en mí considerando a mi familia, pero lo digo en serio.
—Ya veo. —¿Pero acaso cambiaría algo? Ya está acá. Con Ash. Bailando. Está oscuro. Todos se tropiezan en la oscuridad—. Feliz cumpleaños, Ash. —Luce tan contento de que lo felicitara, a pesar de la música siente cómo sus latidos hacen eco en cada paso que dan.
—Es el primero que realmente quise celebrar, odio esta fecha porque Dino siempre me arrastra a sus formalidades.
—¿Y por qué quisiste celebrarlo este año?
—Porque estás tú. —Vaya injusticia—. Y tú me recuerdas algo mío que rompieron hace mucho.
—¿Crees que salvándome podrás recuperarlo?
—No sé. —Ash hunde su cabeza en el hombro del nipón—. Pero quiero salvarlo en ti ¿acaso es tan difícil de creer? —Y se esconde ahí, igual que un niño pequeño—. Espero que algún día me creas.
Y Eiji también espera que ese día llegue.
Porque quiere creer en Ash.
¿Ash está dolorosamente enculado y recién partimos? Si ya me conocen saben la respuesta, pero no lo culpo en todo caso. Este fic funcionará alternando perspectivas, así que nos quedamos con Eiji por otro capítulo para entender a dónde irá la trama más grande, no nos quedamos quietos mucho tiempo y falta de cierto divo para meter más drama, así que mañana lo veremos y también cacharemos mejor qué onda con el WongLung, tienen historia.
Gracias por tenértele fe a esta dinámica, vamos bien y eso me pone muy contenta, así que espero que a ustedes también.
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