21. Despertar juntos.
Hi~ Muchas gracias por seguirle dando vida a esta pequeña historia, como les comenté, hoy nos toca empezar un nuevo arco más o menos canonico, así que les refuerzo harto las advertencias como siempre, se vienen dos capítulos que son medios densos, así que por favor cuidense.
Mil gracias por todo el apoyo y el cariño, espero que aún así les guste.
Humo. Sangre. Escombros. Pedazos de vidrio. Calor. Hay fuego por todas partes. El candelabro explotó. ¿Qué pasó? Una bomba. Cierto. Les lanzaron una bomba por la ventana. Ja. Eiji intenta reincorporarse al salón, más, una desgarradora punzada en el vientre lo paraliza, baja la mirada y arroja un grito mudo al entender que tiene un pedazo de cristal incrustado en su carne, carajo, no puede ver nada, las llamas se extienden con furia, no hay oxígeno, está mareado y siente un pitido incesante palpitar en sus oídos, trata de que sus piernas respondan para pararse y es ahí que cae en la cuenta de que tiene a alguien más encima. Ash. Ash. Ash. ¡Debe ayudarlo!
—¡Ash! —Grita aunque no escuche su voz, su garganta se halla árida, cada palabra es un bisturí infectado arañándole la tráquea—. Ash...
Por favor despierta, te necesito.
—E-Eiji. —Está muy herido, mierda, hizo de escudo humano ¿en qué diablos estaba pensando?
—Estás sangrando. —Eiji extiende su palma para acunar el rostro moreteado de Ash, su cabello dorado se ha convertido en un revoltijo pegajoso y grumoso ¿dónde se magulló?, ¿le llegó algún resto de escombro? Le desespera no poderlo ver bien para apreciarlo—. Estás lastimado.
—¿Tú estás bien? —Los ojos verdes, jades, se ven inundados por una pena desconsolada como si se le estuviera haciendo trizas en estos instantes el corazón—. Tienes un pedazo de ventana.
—Estaré bien.
—Abrázame con fuerza, debo sacártelo o se infectará y no quiero que explote con el calor antes de irnos. —Eiji obedece, se aferra con toda su fuerza a la espalda del lince, cierra los ojos y deja que haga lo que quiera ya que le confía su vida. Lo hizo en su primer respiro. Lo hará en el último también. En todos los del medio. Respira—. Acá vamos.
—¡Duele! —Dura un segundo, no obstante, esa cicatriz lo atormentará el resto de su existencia.
—Tenemos que irnos. —Ash se rasga un trozo de la camisa e improvisa un torniquete alrededor de sus costillas, ni siquiera se ha preocupado de sus propias heridas sangrantes (cuando se ve mucho peor con su carne abierta)—. ¿Puedes pararte? Debemos llegar a los autos.
—Sí, puedo caminar además.
—No sueltes mi mano. —Serio. Frío. Implacable—. Te sacaré de aquí antes de que lleguen más.
Cientos de balas agujerean las paredes de la mansión, sin duda es una emboscada violenta de parte de Arthur, Eiji estruja aterrado la palma de Ash a través del humo y las llamas, los alaridos de la pandilla resuenan entre las sombras, los escombros caen a su alrededor, no se salvará ni una sola rosa del invernadero, sus ojos lagrimean en el tufo, la nariz le arde como si la estuviera presionando contra una sartén repleta de aceite. Es bestial. Salvaje. Inhumano. Balas. Navajas. Bombas. Pólvora. Fósforos. Risas.
—¡El jardín! —Escucha el llanto de Skipper perderse como un fantasma entre el caos—. ¡Paren! ¡Están quemando las flores que plantamos con Ei-chan! —Ruega. Suplica. Llora.
Sin dejar de correr Eiji aprecia por uno de los ventanales cómo vuelcan un galón de gasolina en las flores antes de prender un fósforo y abandonarlas, los pétalos escaldan en una sinfonía de horror mudo, basta de un segundo para que se reduzcan a cenizas y al siguiente dichas cenizas se pierdan contra el viento. Corren. Corren. Corren. Deben seguir corriendo. Pisan los despojos de la casita que construyeron. Los vidrios. Las baldosas craqueladas. Los cuerpos que caen al oír los disparos. Ash no deja que vea nada de eso. Lo lleva sano y salvo al estacionamiento. Los chicos los están esperando.
No están todos.
—¡¿Dónde carajos está Yut-Lung?! —Ash maldice frenético—. ¡Es el único que falta! ¿No pensó que sería buena idea ponerse seguro en una puta emboscada? —Hunde los dedos entre lo más profundo de su cuero cabelludo para tirarlo con rabia.
—Fue a buscar la información de la droga. —Shorter parece al borde de un paro cardíaco, lo ve inhalar con fuerza desesperado por aire, pero mientras más respira más pálido luce—. No pude detenerlo, no pude alcanzarlo, me encargó a Sing y simplemente se fue.
—¡Estúpido dramático! ¿Sigue adentro?
—Sí.
—Esa serpiente venenosa. —Ash detracta entre dientes, la pestilencia de la gasolina los arrulla junto al tenue aroma del gas, van a hacer explotar toda la maldita casa, los disparos retumban y es insoportable, ni siquiera sostuvo un arma, no obstante, hay pólvora impregnada en su boca seca—. ¿No te podrías haber enamorado de alguien más? —Dice y Eiji presiente lo que vendrá.
—Ash. —Se aferra con fuerza a su brazo, no lo soltará, no le permitirá dejarlo, se encuentra muy lastimado por reducirse a un maldito escudo humano, lo matarán si regresa—. No vayas.
—Shorter, sabes que hacer. —Eiji lo sostiene con su alma pendiendo en un hilo porque apenas lo suelte se esfumará, ¿entonces qué? Lo perderá igual que las flores del invernadero, esas que él regó, abrigó con el fanal, esas a las que les mató los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas), esas a las que oyó quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Esas mismas rosas. Esas que eran suyas—. Cuento contigo para cuidarlo.
—Prometo no defraudarte. —Shorter responde y Ash lo mira.
—¡No! Es un pésimo plan.
—Eiji. —No. No. No—. Tienes que soltarme. —Esa mirada es un adiós, porque este desquiciado siempre parece listo para sacrificar su vida si con eso puede proteger a quienes ama, es injusto que se trate a sí mismo como a un soldadito de juguete, no es desechable—. Necesito regresar por la serpiente venenosa.
—Por favor, no vayas, te lo imploro.
—No puedo simplemente dejar morir a ese venenoso, hemos trabajado muy duro para salvarlo.
—¡Yo puedo ir por él! —Grita la desesperación, poco a poco se afloja el agarre, cada centímetro de distancia es una grieta irreparable en su corazón. Las cosas rotas no necesariamente tienen que quedarse rotas. Pero Ash. Sin Ash. No. Nunca podrá sanar sin Ash. Su alma. Corazón. Vida.
—Eiji. —El nombrado se traga una arcada, desea llorar, no siente nada y al mismo tiempo siente todo de golpe. No quiere eso. Eiji nunca ha podido elegir nada. Lo único que eligió fue quedarse al lado de Ash, ¿por qué se va entonces?—. Tienes que dejarme ir.
—Dijiste que nunca me dejarías ir. —Está a punto de llorar y eso le rompe el corazón en cientos de pedazos al lince, esclarecido por las inclementes llamas que cierran la mansión impresiona más vulnerable que nunca y odia esa idea—. ¿Entonces por qué me estás dejando ahora?
—Arthur me busca a mí, ustedes no tienen nada que ver en eso. —Ash le da una señal al chino para que acomode las palmas sobre sus hombros y lo retenga, la brecha de fuerza es imposible de cerrar y ellos lo saben, no tiene oportunidad de seguirlo—. Yut-Lung está arriesgando su vida por salvar la información que podría darnos una salida de este infierno, no puedo dejarlo, es tu preciado amigo, Eiji. —Sonríe—. Sé que lo entiendes.
Y claro que lo hace, quiere a Yut-Lung.
Pero. Pero. ¡Pero!
—¡Ash! —Los ojos de Eiji se atiborran de lágrimas cuando el nombrado le da la espalda, se está yendo, lo está dejando y luce tan herido, ¡mierda! Está sangrando, ni siquiera se ha tratado esas cicatrices, se van a infectar sino las limpia, nunca cerrarán así, pero Shorter lo sostiene usando toda su fuerza sin llegarlo a lastimar—. ¡Ten cuidado! —Le ruega—. Si también te pierdo a ti, me volveré loco.
—Shorter. —Ash detiene sus pasos—. Cuida bien de él.
—Claro que sí.
—No lo dejes solo ni un segundo.
—Te lo prometo.
—¡Ash! —Eiji estira su mano tratando de alcanzarlo, es en vano, una vez le platicó de la historia de un leopardo congelado que había escalado demasiado la montaña, le dijo que al pensar en su muerte recordaba ese leopardo y tiene el horrible presentimiento de que ahora mismo, está encaminándose para perderse en una carcasa congelada—. ¡Vuelve a salvo! —¿Por qué escaló tanto la montaña?, ¿estaba tratando de bajar?, ¿o de subir más alto? De cualquier forma—. ¡Te estaré esperando! ¡Siempre!
Ese leopardo sabía que nunca volvería.
Shorter lo sube a un automóvil e intenta consolarlo desde el asiento del copiloto con frases de aliento dulces y palmaditas suaves, es reconfortante cómo ha cambiado su relación, más, solo logra pensar en Ash. Ash en esa casona infernal. Ash indefenso contra el ejército de Arthur. Ash intentando salvar a Yut-Lung. Ash herido. Ash desamparado. Ash con esa mirada de despedida. Nunca le dio el permiso para decir adiós. Ni una vez. Eiji aprieta su pecho y con mucho esfuerzo regulariza su respiración, se arrepiente de no haber aceptado el collar que le compró, dijo que el ónix le recordaba a sus ojos, si lo tuviera al menos podría aferrarse a algo.
Pero no tiene nada. Absolutamente nada que lo ate a Ash. Y eso lo está matando.
—Estará bien. —Shorter le promete con una sonrisa calma, pero sus ojos, Dios, está aterrado.
—Lo sé. —Porque también quiere a Ash y a Yut-Lung, es igualmente difícil para Shorter soportar la incertidumbre de toda la situación, lo único que pueden hacer es escapar sanos y salvos.
—Shorter. —El conductor tiene la boca seca, sus palmas están tiritando alrededor del volante.
—¿Qué pasa?
—Lo siento. —El chico detiene el auto de golpe—. Lo siento tanto.
—Oye, ¿qué diablos estás haciendo?
—No quería, yo no...
No alcanza a responderle cuando una bala le vuela los sesos al conductor dejando horrorizado y ensangrentado a Shorter. Lo siguiente que saben es que una camioneta blindada los estampa contra la pared. Los vidrios vuelan. El auto se vuelca. El cinturón de seguridad lo asfixia. Shorter dice algo. Eiji no lo escucha. Un chorro caliente cae por su frente. Pero Ash dijo que todo estaría bien y Eiji debería creerle, ¿no es verdad? «Para siempre» se prometieron.
Para siempre.
Cierra los ojos y cae inconsciente.
⊱✿⊰
—Lo lamento, Eiji.
Reconoce esa voz. Afable. Gentil. Confiable. Le contó que Ash escondía las armas en el estante superior porque él era bajito y no podía alcanzarlas. Le cocinó patas de pollo cuando le preparó natto a los chicos y ambos encontraron el intercambio delicioso. Le dijo que solía cazar gallinas con los dientes. Le prestó sus lentes de sol. Cuando le dio frío también le pasó su buzo amarillo porque así es él. Habló de Sing con orgullo. Y mira a Yut-Lung como solo un hombre enamorado es capaz de mirar. Es fiel. Un grandioso líder. Un estupendo amigo. Es Shorter. Está con Shorter.
—Pero créeme cuando te digo esto. —Pero algo se siente terriblemente mal en su voz, como si supiera que algo espantoso está a punto de pasar—. Moriré antes de dejar que te toquen.
Es una promesa.
Intenta abrir los ojos, sin embargo, se siente como si lo hubieran drogado, se halla familiarizado con la sensación, Arthur tenía una fascinación enfermiza con paralizarlo físicamente pero dejar su mente despierta para que pudiera ver en primera fila todas las atrocidades que le hacía sin que se pudiera defender, debe tener cierto grado de resistencia y tolerancia ya que poco a poco sus músculos vuelven a cosquillear, la punzada en sus muñecas confirma sus sospechas, está dopado, secuestrado, seguramente en la mansión de Dino y apenas abra los ojos será real.
—S-Shorter. —Pero se fuerza a despertar, necesita ayudar a Ash, no puede portarse como peso muerto, además, si ellos están acá ¿qué hay de los demás?
—No te fuerces en hablar. —Shorter lo tiene recostado en sus piernas, están en la casa de Dino.
—¿Qué pasó? —Articula intentando levantarse en vano, está mareado y apestado, debe seguir dopado, Shorter toma su cabeza y la recuesta en sus piernas como una mamá acunando todos los dolores de su bebé—. Estábamos escapando y...
Los chocaron.
Un camión los chocó.
—Y uno de mis hombres nos vendió. —Shorter baja la mirada, se ha quitado los anteojos dando cuenta de un rostro desgarrado, está frío, muy frío, se cuestiona si así se sentirán los cadáveres y elimina inmediatamente el pensamiento, definitivamente le afectó haber vuelto acá, pero por lo menos no está en la mansión de Arthur, ¿verdad?—. No fue su culpa, lo amenazaron, tendría que haberme dado cuenta antes, él estaba actuando extraño.
—¿Dónde estamos? —Eiji escanea el cuarto con desesperación, asumió el lugar del secuestro cuando es obvio que Golzine se ha desligado, la riña es entre sus herederos y al levantarse para vislumbrar los horrorosos cuadros de arte, las pieles empapelando la pared, los restos de joyas que dejaron amantes fantasmas, la pila de collares. No. ¡No! No puede haber vuelto acá.
—Bienvenido a casa. —Arthur abre las puertas de golpe—. Ha pasado un buen tiempo, ¿cierto?
—Arthur.
—Te ves sorprendido. —El nombrado tararea arremangándose la camisa, agitando sus palmas empapadas de sangre y manchando todo a su alrededor, nada le importa—. Dino no se meterá en nuestros asuntos familiares pero me prestó a Dawson y a un par de sujetos quienes tal como tú, sufrieron las consecuencias de la droga, lo único que debo hacer es traerle resultados.
—No te le acerques. —Shorter saca una navaja de su tobillo y toma a Eiji de rehén, no esperaba el movimiento, más, confía en su amigo—. O le cortaré la garganta.
—Shorter. —Espera que no hable en serio—. ¿Qué haces?
—Lo siento, Eiji. —Traga duro—. Te seguiré, no te dejaré solo.
—Estoy seguro de que Ash amará ver como su mejor amigo mata al chico que tanto ama, debes haberte spoileado lo que nos espera pero esto se está volviendo demasiado aburrido y no tengo todo el día. —Basta un chasquido de dedos para que una decena de hombres entre al cuarto y los separe.
—¿A qué diablos te refieres? —Shorter refunfuña, protesta y lucha—. ¡Quítense de encima!
—¡Saquen a esta rata de laboratorio de aquí! —Arthur ordena, Shorter patalea y grita para poder seguir a su lado porque teme dejarlo solo, más, lo reducen entre varios hombres y entonces no para de aullar. Escapa. Corre. ¡Sal de acá por Ash! Pero el japonés ni siquiera se puede levantar del sillón porque las piernas no le responden, trata de estirar la mano, de hacer algo—. Mi padre verá quién es digno de ser su sucesor cuando vea la muestra que tengo planeada.
—¡Shorter! —Grita, más, su voz es un hilo quebrado, todavía está herido de las costillas aunque no tiene el torniquete que le hizo Ash, da igual, a duras penas se alza del sofá solo para caer de bruces y ser sometido por la escolta de Arthur, lo tiran con brusquedad ya que así son las cosas acá ¿verdad? Hogar, dulce hogar—. ¡Suéltenme! ¡No me toquen!
—¡Eiji! —Shorter aprieta sus dientes e intenta alcanzarlo, estira su mano como si con un simple toque pudieran arreglarlo, lo sacan a rastras del cuarto sin importar cuán desesperado se torne su llanto porque sabe que una vez esté afuera no podrá protegerlo—. ¡Eiji! ¡Eiji! —No lo lastimen por favor. No lo toquen. No lo hieran. No lo abusen. No lo vendan. No lo rompan. ¡No más! Dios.
—¡Shorter! —Eiji extiende su mano intentando alcanzarlo—. ¡No me dejes acá!
—¡Eiji! —No lo logra—. ¡Te prometo que...!
Cierran la puerta en su cara.
⊱✿⊰
«Para siempre», se prometieron.
¿Cuántos días lleva acá?
⊱✿⊰
Eiji despierta al lado de Arthur.
La escena es dolorosamente familiar y eso lo hace contener el llanto, de pronto todas las cosas que vivenció con Ash se sienten como si hubieran sido un sueño muy lejano y bonito, más, tocó despertar y regresar a la realidad, Eiji lleva sus piernas hacia su pecho y se hace un ovillo contra sí mismo, tiene frío y aunque podría taparse con las frazadas odia que tengan la peste de Arthur impregnada, es gracioso cómo se acostumbró tanto a Ash. A sus shows por la mañana. A cómo se quejaba y se tapaba la nariz por culpa del natto. A sus bromas sobre su inglés. A sus risas al decirle que viera plaza sésamo. A sus pucheros al aborrecer a Nori Nori. Su belleza. Su valentía. Su fuerza. Su fragilidad. Su bondad. Su altruismo. Su altanería. Su inocencia. Su inmadurez. Su alma. Su corazón. Su cuerpo. Todo. Eiji se acostumbró y lo amó todo.
¿Pero ahora?
Arthur ronca pesadamente contra la almohada, el aire está tan cargado de putrefacción que ni siquiera puede respirar, debe llevarse las manos hacia el pecho para regularizarse porque sabe que su dueño es intolerante y lo trae con la correa corta, ¿dónde está Shorter? No ha sabido de él desde que los separaron y el tiempo ha transcurrido extraño en la prisión, no tiene noción de los días ni de las noches, el único atisbo temporal es cuándo Arthur entra y sale para tomarlo.
—¿No extrañabas esto? —Arthur hunde los dedos en su cabello anticipando cualquier patético intento de lejanía que quisiera imponer, lo jala de regreso a la almohada y es doloroso, más, no sacará nada protestando y lo entiende—. Tú y yo a donde pertenecemos.
—¿Crees que pertenecemos aquí? —Su caricia no es cariñosa, ni suave, es una declaración de dominio, un intento por recordarle quién tiene el control. Eiji no. No lo tiene. Nunca lo ha tenido.
—Por supuesto. —Tararea—. Por eso le pedí a Dino que te regalara a mí. —Sus manos bajan de su nuca hacia su espalda hasta finalmente serpentear sobre su vientre, están desnudos.
—Si pensabas eso ¿por qué me disparaste?
—Creí que habías sido un fracaso.
—No estoy embarazado, soy un fracaso. —Quiere recordarle que no es de utilidad, reza porque quiere ser desechado, no soportará esta vida otra vez—. Así que deberías abandonarme.
—No te abandonaré hasta que me des otro hijo, ¿nunca lo has pensado? —Una arcada escalda al fondo de su garganta ante el mero pensamiento—. Por supuesto, tengo que generar un fuerte impacto en Dino y en los demás inversionistas que vendrán a la reunión, para eso te necesitaré, pero confío en que saldrás vivo y podremos retomar nuestra relación, considéralo como si esta fuera tu redención.
—¿Redención? —Está loco. Está demente—. ¿De qué?
—Por haberme ocultado el embarazo. —Sus toques se vuelven más y más posesivos. Tan cruel.
—¡Yo no sabía! —Un golpe retumba en la habitación, Eiji se acaricia la boca, las sábanas pronto se manchan de escarlata al igual que sus muslos.
—No me vuelvas a levantar la voz. —Lo amenaza—. Eres una propiedad mía nada más, si estoy hablándote con cariño es porque quiero que seas una mascota especial.
Quiere llorar. Porque Ash. Ash nunca haría esto. Ash nunca le gritaría. Ash nunca le pondría una mano encima. Ash nunca le arrancaría la ropa aunque le pida que pare. Ash nunca lo amarraría para que no pueda luchar. Ash nunca lo trataría como sino tuviera vida. Ash no lo abusaría. Ash no lo rompería. Ash no lo obligaría para que se quede a su lado. No. Ash lo ama. Lo ama y...
¿Dónde estás?
—No llores. —Arthur murmura en un tono casi burlón mientras aprieta su cuerpo contra el suyo en un abrazo gélido—. Sabes que tus lágrimas de cocodrilo no me causan nada.
Sus palabras resuenan en el aire y taladran en su mente para hacer un agujero en lo más hondo de su alma. Es real. Está acá. Está con Arthur. Ash no está. Volvió a lo de antes. La humillación entremezclada a la desesperanza es una copa de veneno que se toma pero es un cadáver, trata de respirar profundo, más Arthur lee sus intenciones y lo estrecha hasta que cada hueso truena y cada músculo se rasga, es hilarante, ha pasado por transgresiones desde que cayó en manos de los Yakuza, sin embargo, nada es lo mismo desde que Ash lo besó.
¿Sentirse sucio? Para empezar nunca estuvo limpio y aun así estar desnudo con Arthur, pegado centímetro a centímetro, sintiendo cada fibra de su piel y olfateando su pestilencia impregnada hacen que se sienta peor. Usado. ¿Así se sentirá un niño que llega con gotitas de sangre a casa?
—Sino paras de llorar pensaré que te hice algo.
—No. —Se calma aunque tiene la voz rota—. Estoy bien, no me pasa nada.
—Eres tan frágil ¿verdad? —Arthur suelta una risa áspera cargada con desdén, sus dedos tocan su vientre en círculos como si hubiera algo cuando por su culpa no hay nada—. No sé si detesto eso de ti o si me gusta, eres como una mariposa entre mis manos, basta de un mero toque para que pueda romper tus alas, es un poco patético siendo honesto. Pero te queda bien. Estar roto te sienta de maravilla.
—Ja. —Eiji sonríe sintiendo esta crueldad como una cuchilla—. Realmente no te pareces a Ash.
—¿Qué dijiste? —Su voz se oscurece, sabe que es su punto sensible y que es sumamente tonto confrontarlo sino tiene oportunidad—. Repítelo si te atreves.
—No eres para nada como Ash. —Y se lo repite, apartándose—. Cuando me contaste sobre él, me dijiste que era un monstruo, un depredador sanguinario que necesitaba succionar el alma del resto para mantenerse con vida igual que una sanguijuela, pero creo que te equivocaste, la descripción te sienta mucho mejor a ti.
—Hijo de puta. —Arthur no duda en abalanzársele encima y ahorcarlo, tiene la gargantilla, ese es su seguro de que no podrá asfixiarlo—. ¿Crees que él vendrá a salvarte?, ¿realmente piensas que le importas? A ese bastardo no le importa nadie más que él, ¡cree que todos son inferiores!
—Tú crees que eres inferior que él. —Jadea y le golpea la muñeca tratando de aflojar ese agarre para conseguir oxígeno—. Y culpas al resto de eso, por eso las personas no te eligen.
—Dices eso ahora, pero veamos cómo estarás una vez que arme un espectáculo delante de él.
—¿A qué te refieres? —Arthur le quita las manos del cuello pero no sale de encima.
—¿Crees que estuve recolectando tus feromonas por nada? Las necesitaba para que Dawson pudiera trabajar con ellas y con tu amiguito el chino.
—Shorter.
—Ustedes dos se matarán delante de Ash, sí, esta droga es maravillosa para otorgar una casta, los alfas y los omegas son los extremos de la evolución ¿pero sabías que el primer prototipo se asociaba más a la hipnosis? Imagínate tener un ejército de alfas dotados de un instinto asesino y una fuerza sobrehumana que estén listos para aniquilar con lo que yo les ordene o por el otro lado, tener cientos de omegas con las piernas abiertas que reciban lo que yo les pida.
—Eso es horrible.
—Es el futuro. —Se burla—. Deberías agradecer que en ti no intenté usar esa versión, pero creo que tu amiguito no correrá con la misma suerte.
—¿Eso es lo que realmente quieres? ¿Eso te hará feliz?
—Me hará feliz recibir la aprobación de Dino, le prometí resultados si me prestaba a Dawson y yo he sido el que lo ha ayudado durante un año, no Ash, debió matarlo, el traidor se fue pero él está tan obsesionado con esa puta que ni siquiera puede seguir sus propias reglas, quiero verlo sufrir, quiero que sufra como yo he sufrido todos estos años y eres un daño colateral en esto.
—Arthur.
—Pero realmente espero que salgas vivo. —Arthur desliza sus dedos hacia la espalda del nipón para levantarlo en una especie de abrazo, lo toma con fuerza, lo aplasta, lo funde, lo quiebra y lo deja quebrado porque nunca ha sido capaz de arreglarlo—. Te haré otro bebé si sales intacto.
—¿S-Se supone que debo estar agradecido? —Los ojos de Eiji arden sin que caigan las lágrimas porque a estas alturas, no deben quedarle—. ¿Se supone que me debo sentir halagado?
—Tú y yo estamos atados. —Arthur tararea deslizando sus dedos hacia su nuca, jalándolo con suma brusquedad del cabello—. Si muero, tú mueres. Es un vínculo del que jamás te desharás.
—Pero.
—Así que incluso si sales con vida y vuelves con Ash. —Lo jala más bruto—. Nunca serás capaz de tener una vida con él. Me perteneces.
⊱✿⊰
—¡Camina!
Eiji arrastra sus pies por el calabozo, está herido, apestado y exhausto, se rasca el cuello, ahora tiene una urticaria grotesca debajo de la gargantilla pero Arthur no se la ha sacado para sanarlo, así que debe soportarlo, los guardias se ríen y le gritan cosas provocando que se haga pequeño en su camiseta negra, es la única prenda que ha tenido estos días y lo hace sentir un poco más protegido. Abren la puerta. Suenan cadenas. Ecos. Fantasmas. Pesadillas.
—¡Eiji! —Escucha su nombre y reconoce esa voz. Ash. Ash está acá. Alza la mirada y lo ve atado con dos gruesas cadenas en la sala de torturas, tiene los brazos colgando, Shorter está delante de él. Vivo. Están vivos los dos. Qué alivio.
Pero entonces Shorter lo ve y....
—Exacto. Esto es Banana Fish.
¿Se viene nuestro evento canonico? Sí pero con plot twist porque de acá todos ya salimos lo suficientemente traumados como para traumarnos aún más, mañana altiro retomamos esto aunque lo hacemos del punto de vista de Ash y ya se calman las cosas.
Nos vemos mañanita~
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