2. Atardecer.
Hi~ Muchas gracias a todas las personas que le dieron la oportunidad a esta trama de salir a la luz, de verdad no puedo expresar lo calentito que me deja el corazón ver que le den cuerda a los disparates que saca mi mente. Así que arrancamos bien esta trama. El capítulo de hoy ya es para procesar dónde estamos parados, seguimos más enfocados en Ash, pero ojito que se mencionan muchas cosas que crecerán y serán indispensables para el futuro.
¡Espero que les guste!
—¡¿Acaso me estás jodiendo?! —Shorter brama tirándose el cabello hacia atrás, su respiración yace entrecortada igual que un caballo de carreras al que no paran de azotar con la fusta, tiene el traje ensangrentado y las manos grises por los casquillos de balas—. ¿En qué carajo estabas pensando? Esto es injustificable, no puedo avalarlo como líder de los chinos.
—Puedo explicarlo.
—¿Puedes explicarlo? —Ríe histérico—. ¿Acaso perdiste la cabeza? Porque el Ash que conocía sabía usar el cerebro y nunca cometería una estupidez de tal magnitud, ¿tienes idea de en cual posición me estás poniendo? No llevo ni un día gobernando, ni un puto día, bro.
—Solo escúchame. —Intenta calmarlo—. No es tan grave. —Shorter lo ve divertido e indignado.
—No puedes haberlo traído. —Farfulla entre dientes, están en la mansión que Dino le obsequió a los 16 años, cuando lo incitó a tomar el control de la mafia y le dio un grupo de hombres para que pudiera entrenarlos—. No. Simplemente no. Me niego a aceptarlo.
—Shorter. —Pero por supuesto, esos hombres eran niños a quienes él les enseñó a matar, solía ser puesto frente a este tipo de pruebas y si las perdía bien sabía dónde acabaría su cuerpo, la jerarquía estaba más que clara entre los relumbrantes pasillos del imperio de Corsa—. Para, lo traje y ya no hay nada que pueda hacer para arreglarlo.
—Le estás declarando la guerra a Arthur, conoces las leyes que nos rigen, no puedes coger algo que no es tuyo.
—Hablas de Eiji como si fuera un objeto.
—Porque ese chico es de Arthur, para él es un objeto.
—Pero él lo desechó cómo si fuera un trozo de basura. —Gruñe con los puños apretados, están caminando como si fueran dos leones enjaulados en aquel inmenso salón—. No podía dejarlo.
—¿Por qué no? ¡Ya has dejado a muchos antes! —Shorter habla con la verdad, no pretende que sus pecados se idealicen. Es un asesino. Hay sangre en sus manos, tanta sangre que ni siquiera logra recordar cuánta. Mata desde los 14 años. Es hijo de Dino. ¿Por qué se ofende? Tiene razón acerca de su naturaleza. Dejó a muchos atrás —. Y Arthur es tu hermano.
—No. —Ash golpea la mesa y tumba la botella de vino a causa de su fuerza, la atmósfera pronto se siente pesada. Enojo. Ira. Indignación—. No porque Golzine nos haya adoptado a ambos eso lo convierte en mi hermano. —Cuando Blanca le informó que la adopción era oficial y que debía llamar a su abusador y secuestrador "padre" intentó volarse la cabeza con una puta bala. Falló.
—Entiendo. —Y Ash nunca falla, está seguro de que Blanca lo saboteó cuando le dio un revólver de los suyos—. No volveré a mencionarlo.
—Más vale. —Qué venía sin balas, no obstante, quiso darle la ilusión de que estaba escogiendo ponerle fin o no a su destino. Bastardos. Todos son unos bastardos acá. ¿Todos?
—¿Por qué Eiji? —Shorter mitiga su voz, se saca los lentes de sol para mostrarse vulnerable, el licor corre a sus pies manchando la horrible alfombra felpuda que Golzine vanagloria, imagina cómo se le deformará la cara al vislumbrar su preciado tapete arruinado y eso lo hace reír, más, es una simple distracción para no responder su pregunta—. No es por ofender, pero se ve inútil.
—Blanca me dijo que era inútil. —Suspira apoyándose contra el velador—. Qué si Arthur lo dejó para él fue porque se encaprichó.
—¿Se encaprichó? —Shorter frunce los labios, apesta a tabaco y alcohol, vaya primer día como líder de los chinos—. ¿Por qué? No es especialmente atractivo y Golzine vende a los prostitutos más codiciados en Downtown, si quisiera sexo tiene la mejor calidad a la mano, la hemos visto.
—Dicen que es bueno curando a los demás. —Hablan de las personas como si fueran pedazos de carne, cuentan balas como si fueran estrellas fugaces—. Eso puede ser.
—No sé, me parece sospechosa la situación.
—¿En qué sentido? —Shorter saca de sus pantalones ensangrentados una cajetilla de cigarros sucia y medio vacía, el porro impresiona duro por la mugre y la cocaína—. ¿Sospechas de Eiji?
—Para que los Yakuza lo ofrecieran debe tener otra utilidad. Imagínate, sería ilógico pensar que ellos pusieron toda la esperanza de su clan en un sujeto común y corriente. Además, ni siquiera es tan bonito como para que fuera vendido de tributo, no, simplemente no me convence, oculta algo, estoy seguro de eso.
—¿Qué sugieres, Wong?
—Qué Arthur esperaba algo de Eiji y como no funcionó lo mató. —Divaga—. ¿Acaso por eso no lo trajiste contigo, Ash? Esperabas que te diera algo grande a cambio ¿verdad?
No, no fue por eso.
¿Por qué lo trajo entonces? Shorter tiene razón, le está declarando la guerra a Arthur ya que por más que deteste las leyes que rigen el bajo mundo las cosas son así, Eiji le fue regalado a Arthur por la mano del mismísimo Dino y por ende, puede hacer y deshacer como desee sin que nadie tenga derecho a interferir, arriesgar el pellejo por un chico con quien habló diez minutos resulta una estupidez colosal. Eiji no es especial. El hijo de puta tuvo mala suerte. Él no puede salvarlo. No es su responsabilidad. Tiene otras prioridades. Gobernar el imperio Golzine. Desmoronarlo desde adentro. Encontrar a Griffin. Vengarse de cada desgraciado que lo hirió aunque les tenga que cortar el pene. Suicidarse una vez lo tenga todo listo.
Pero Eiji...
Suspira.
No pudo simplemente dejarlo morir ¿por qué? Simple, porque Eiji quería vivir, Ash lo contempló con sus propios ojos, vio cómo se aferraba con garras y dientes a la vida, cómo se arrastraba a pesar de estarse desangrando por una herida de bala, a pesar de que los horrores a los que fue sometido nunca se irán y al contrario, solo empeorarán, luchó con una determinación que dejó al lince totalmente pasmado. Quería vivir. Eiji realmente quería vivir y estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de sobrevivir. Y le recordó a sí mismo de cierta manera. A cuándo recién llegó.
¿Entonces, quién era Ash para negárselo?
—Él ya está acá y no puedo cambiar eso. —Así que le responde con simpleza, no quiere develar más detalles de su triste historia, nada cambiará por contarla—. Y debo hacerme responsable.
—¿Por qué sería tu responsabilidad?
—Porque yo elegí salvarlo. —Declara—. Y por el momento Arthur cree que lo mató con una bala así que dejemos que lo crea por mientras. Lo esconderé hasta que se me ocurra algo mejor.
—Ash...
—Jefe. —Bones entra al salón, usa unos guantes de látex y un barbijo de papel—. El doctor está listo con la revisión.
—¿Meredith ya terminó? —Asiente—. ¿Y qué tal?
—Deberías tú hablar con él. —Tiene un mal presentimiento de eso—. Encontró cosas extrañas.
—Cosas extrañas. —Repite—. ¿Cómo qué cosas?
—Qué él te lo explique, no entendí ni la mitad de lo que dijo.
Pero Meredith tampoco es capaz de clarificarle su condición, está escondiendo algo, lo percibe porque con los años ha aprendido a descifrar mentiras igual que un detector refinado, Meredith tiene la respiración agitada, está sudando como si estuviera en un sauna, las manos le trepidan con tal ferocidad que apenas puede sostener el folio, impresiona asustado, aun así, se muestra impermeable a sus amenazas hablando de otras nimiedades. Sí. Eiji casi muere. Sí. Está en un estado delicado. Sí. Fue abusado de todo tipo. Sí. Muestra síntomas de trauma. Sí. Es una pena porque el niño no se lo merece, más, es el pan de cada día en la mafia así que no puede andarlo compadeciendo o dándole un trato especial. Sí. Quiere verlo.
—Asegúrate de que se tome la medicina que le prescribí, es una situación difícil y la necesitará.
—¿Qué tenía? —Meredith es un muro impenetrable—. Trabajas para mí, ¿desde cuándo actúas con ética respetando el consentimiento de los pacientes? —Se ve totalmente ofendido cuando se conocieron gracias a que atiende una clínica clandestina que Ash contrató, vaya.
—¡Desde ahora! —Proclama estampándole contra el pecho una bolsa de papel, a juzgar por el eco debe estar llena de pastillas, probablemente calmantes y antidepresivos, un consuelo que lo ayude a tolerar la cruda realidad—. Esta situación lo amerita.
—¡Pero entonces explícame!
—Lo siento, Ash. —Lo para—. No te diré nada sin su permiso.
—Hipócrita. —Brama—. Recuerda con quién te estás metiendo.
—Aceptaré el riesgo. —El lince rueda los ojos—. Puedes pasarlo a ver si quieres, está despierto.
—¿Quiere verme? —No tiene que responderle nada para enfrentarse a una cruel realidad, claro que no quiere verlo, ante sus ojos es otro bastardo que se lo llevó—. Pero tiene que verme.
—Trátalo suave. —Le suplica—. La noticia que recibió es delicada, no lo alteres más, por favor.
—Es raro que te preocupes por otra persona que no seas tú. —Intenta decirlo en broma—. Esta debe ser una situación muy crítica para que lo hagas. —Más, no hay atisbo de broma en el ceño tenso y la boca apretada del doctor, lo está poniendo ansioso la incertidumbre—. Seré amable.
—Gracias. —Ash promete cosas que no puede cumplir—. Buena suerte.
Entra a la habitación, su corazón es una balada de zozobra, sus manos son tempestad sobre el pomo de oro y sus piernas son barquitos de papel que lo mantienen flotando en ese mar infinito que lo separa de la cama de cobre, la decoración es ostentosa al igual que los demás presentes que le ha ofrendado Golzine, la imagen francamente da risa, ahí se encuentran los tesoros más costosos que existen sobre la tierra regados como monedas en busca de atención y aun así, lo único que puede vislumbrar es a su fina silueta encogida en las sábanas, el alma se le apretuja al verlo en una bata de papel con vendas alrededor del cuerpo. Tiene cicatrices. Muchas. Rojas. Negras. Moradas. Verdes. De todos los tonos inimaginables.
¿Qué tantos horrores soportaste hasta llegar a mí?
—Hola. —Es lo único que se le ocurre decir, Eiji se encuentra con la cabeza gacha e impresiona ido, incluso sino sabe de qué habló con Meredith ve que fue una noticia difícil de digerir—. Creo que no nos habíamos podido presentar bien, soy Ash Lynx. —Le extiende una mano, quiere que las cosas sean distintas a cómo probablemente fueron con Arthur—. Un gusto conocerte al fin.
—Hola. —El contrario ni siquiera es capaz de alzar la cabeza, debe estar asustado y lo sabe por cómo tiembla debajo de la bata. No hace frío—. Soy Eiji Okumura.
—Lo sé. —Pero siempre es invierno para las rosas que corta Dino—. Sé bien quién eres. —Y de quién eres.
—¿Vas a matarme?
—¿Qué? —Frunce el ceño, atónito—. ¿Matarte?
—Sí, ¿vas a matarme?
—¿Por qué haría eso?
—Eres el hermano de Arthur ¿cierto? —La mera asociación le retuerce las tripas porque así son las cosas para el resto, ambos pandilleros fueron bendecidos por la compasión de Dino porque los adoptó y ahora ansía heredarles un imperio, ja, nadie piensa en el precio que tiene la corona si está maldita—. Conozco las reglas que rigen a la mafia, vas a matarme porque le pertenezco.
—No te rescaté para matarte. —Ash le explica dando un paso enfrente, se arremanga la camisa porque está ansioso, la diferencia de estatus se refleja incluso en la ropa, es ridículo, este chico es inferior, ni siquiera es dueño de su propia vida y sin embargo, lo inquieta—. No me gusta que me comparen con esa otra escoria, somos distintos.
—Pues tengo experiencia lidiando con tu familia. —Eiji tensa los puños entre las sábanas, aun viste ese collar para perros que grita: "propiedad de Arthur"—. Y he escuchado cosas sobre ti.
—Has escuchado cosas sobre mí, ¿eh? —Una sonrisa amarga es una mancha de sangre contra sus entrañas. Sus palabras son ácidas—. Pero no sabes nada sobre mí, no en realidad.
—Ni tú sobre mí. —Su altanería lo cabrea, ¿qué diablos? Debería agradecerle porque lo rescató aunque no le concernía, no obstante, las rosas tienen espinas incluso si se arrancan de raíz, el monarca de la mafia se aseguró de que lo aprendiera despojándolo una por una—. No pretendo ser grosero, pero realmente me gustaría estar solo, estoy pasando por algo.
—¿Pasando por algo? —Ash ríe vislumbrando el ramo de flores que yace frente a la ventana, le dijo a Bones que no se tomara molestias innecesarias, más ahí están las orquídeas que Golzine le obsequió como regalo de bienvenida, las delicadas gotas caen desde los pétalos vívidos con suavidad hacia los tallos, se pregunta si serán consciente sobre su prisión—. Yo estoy pasando por algo ahora que te acogí, al menos podrías mostrarte más agradecido por la compasión que te fue otorgada.
—¿Quieres que te trate como mi salvador?, ¿es eso? —La voz del chico se rompe en impotencia y Ash se pregunta si Eiji será consciente de que esa es su nueva prisión, así son las cosas dentro de la mafia—. Puedes matarme si gustas, estoy muy cansado para seguir luchando por mi vida.
—Ja. —Su actitud es indignante, Ash no está acostumbrado a recibir respuestas tan insolentes de parte de nadie—. No tientes mi humor, estás hablando con un jefe de mafia, podrías acabar con una bala entre los ojos sino tienes cuidado, ¿sabes?
—Adelante. —Entonces saca el arma—. Apúntame, ¿acaso no eres un hombre de palabra?
—No tientes tu suerte, tal vez lo haga.
—Hazlo o serás otro hablador igual que Arthur. —Ash quita el seguro y le apunta el revólver a la frente en un abrir y cerrar de ojos—. ¡Anda! Dispara.
—¡Pensé que querías vivir! Por eso te traje, pero veo que eres un maldito suicida, iba a tomar la responsabilidad por ti pero si tanto quieres morir solo dispararé. —Y realmente planea hacerlo.
Va a matarlo para así acabar con su sufrimiento.
Quiere matarlo.
Pero no puede.
—Quiero vivir. —Porque el instante en que Eiji alza la cabeza y sus ojos se conectan—. Pero hay muchas cosas en mi cabeza y apenas puedo soportarlas, él me abandonó, intenté serle útil, él aun así me desechó como si fuera un pedazo de basura, Arthur me quitó todo el valor que tenía.
Entiende que Eiji está llorando.
—Perdón. —Eiji ahoga el llanto apoyando sus palmas contra su boca, silenciándose—. Perdón.
¿Lleva sollozando todo este tiempo? Ni siquiera lo escuchó, Arthur debió condicionarlo usando castigos para que no mostrara vulnerabilidad, sus palmas tiritan dando cuenta de la necesidad que siente por confortarlo en vez de quedarse mirando mientras se hace un ovillo en la delgada bata blanca, seguramente no lo han tratado con amabilidad en mucho tiempo, piensa abriendo los brazos en un ademán para acogerlo, frenándose ya que no tiene derecho, además tiene que cumplir con un rol determinado, no puede darse el lujo de consolarlo. Pero Eiji. Dios. Se le hace mierda el corazón al escuchar su llanto sofocado, luce tan rompible que teme que el momento en que lo toque se haga trizas como un espejo craquelado, es apenas un niño al que arrancaron de su hogar para tirarlo en un florero. Muerto. Sin vida. No es justo. Dino ya tiene muchas rosas.
—No te mataré. —Le asegura con más calma—. Lo siento, no quise partir con el pie equivocado pero tengo mal carácter y no estoy acostumbrado a que me traten tan directamente. —Su fleco oscuro se engancha con los racimos que tiene por pestañas, las lágrimas cristalizan las puntas y de pronto está lloviendo sobre su piel bronceada—. No quise ser tan duro contigo, te hice una pregunta tonta y dejé que mis emociones tomaran el control.
—Me cuesta. —Le explica—. Me cuesta hablar contigo luego de tanto con ellos.
—Lo sé.
—Lo siento, solo desquité mi enojo contigo y no fue justo.
—No te disculpes. —Ash lo acoge de los mofletes, su corazón late con fuerza, pierde el aire sin razón, Eiji es una de las rosas en el invernadero de Dino—. No es necesario. —Y por eso lo toca.
—¿No te meterás en problemas si me quedo? Tienes razón, debí agradecerte por salvarme pero no pude. —El japonés se aprieta el estómago con fuerza—. Hay cosas que no puedo contarte.
—Está bien.
—Y Arthur tratará de matarte si se entera de que sigo vivo.
—Tal vez. —Frunce los labios, acaricia sus orejas y las vislumbra enrojecer, lo enternece que el chico actúe tan cándido incluso luego de todo lo que ha pasado, ¿estará bien robárselo incluso si eso significa declarar una guerra? No. Claro que no. Y aun así—. Pero ya no puedo dejarte.
—¿Por qué?
—Porque te recogí. —Ash anhela quedárselo—. Y me debo hacer responsable de esa decisión.
—Señor Lynx...
—Ash. —Se burla—. Si me dices señor me voy a sentir viejo y no pareces ser mucho más joven.
—De hecho, soy más grande que tú. —Este ambiente es lindo.
—¿Eh? —Una sonrisa incrédula tirita en sus labios, es una cajita de sorpresas—. ¿En serio eres mayor?
—Dos años.
—Entonces con mayor razón llámame "Ash". —Insiste, quiere ser amable—. ¿Puedes hacerlo?
—Ash. —Con una pequeña «u» al final, casi como un estornudo, qué pronunciación tan bonita.
—Así está perfecto. —Nunca le había gustado tanto su nombre como cuando lo escuchó de su boca por primera vez, está seguro de que Eiji será un problema, de que Shorter tiene razón, que debería oír a su instinto puesto que nunca le ha fallado—. Yo cuidaré de ti de ahora en adelante.
Pero al carajo.
⊱✿⊰
Eiji apenas sale de su habitación los días siguientes y es frustrante, se repite que necesita darle espacio para que se acostumbre al nuevo ambiente ya que vislumbra los síntomas traumáticos con una dolorosa obviedad, racionalmente desglosa que será como adoptar a un animalito que fue gravemente maltratado por los dueños anteriores, que lo va a rasguñar, morder, patear, que va a necesitar paciencia ya que no puede forzarlo a que confíe en él, bien sabe que por inocente él mismo cayó en las garras de Dino, por ende, no puede culparlo. Pero es frustrante. Hay veces en que tiene ganas de agitarle la jaula para obligarlo a salir. Mierda. Es malditamente frustrante.
—Te ves tan impaciente que hasta da risa. —Por supuesto, Shorter es un hijo de puta que adora fastidiarlo, tiene suerte de que no haya iniciado una guerra con los chinos por conveniencia.
—¿Acaso no tienes casa?
—Sí, tengo.
—¿Y por qué sigues aquí? —Ya van dos semanas—. Voy a cobrarte renta si no te vas a la casona que te dieron los Lee.
—No quiero encontrarme con mi prometido. —Ash esboza una sonrisa hilarante y le arroja una mirada sagaz, están sentados en el pórtico de la mansión, frente al magnánimo jardín que Dino le obsequió para cortejarlo, asqueroso, ¿no? Pero su "padre" ama mucho a sus hijos—. Y dijiste que podía quedarme todo lo que quisiera, te estoy cobrando la palabra, bro.
—¿Por qué evitar a tu prometido? Si se nota que es adorable. —Shorter lo degolla con la mirada.
—¿Por qué no te casas tú con él, entonces?
—Porque no me van los chinos, son feos e insoportables. —Tararea entretenido—. Sin ofender.
—Pues tampoco eres mi tipo. —Shorter chista, quitándose los lentes de sol, sus ojos centellan contra los rayos del atardecer reflectando en su iris. Naranjo. Negro. Cobrizo. Rojo. Ámbar. Gris.
—Lo mismo digo, los asiáticos no llaman mi atención.
—Ah, pero bien te van los japoneses.
—¿Qué diablos quieres decir?
—Sabes lo que quiero decir. —Shorter saca una caja de cigarrillos de su traje, vestir atuendos formales sin duda es lo peor de adquirir el liderazgo—. He visto como rondas afuera de su pieza igual que un gatito abandonado, es un poco adorable verte tan desesperado para ser honesto.
—¿Quién está desesperado? —Chista robándole un cigarro, sacando un viejo encendedor azul que tomó de la oficina de Max sin que se diera cuenta, gira la ruleta, escucha el clic, contempla a las llamas consumir el papel hasta hacerlo cenizas, lo coloca en su boca—. Fui un idiota con él y me siento culpable. Fui grosero, eso es todo, quiero arreglarlo.
—¿Dónde está la novedad? —Shorter arroja la cabeza para atrás y le da una profunda calada a pesar de no necesitarla—. Siempre eres grosero, he escuchado lo que dicen tus subordinados.
—Sí, pero... —Las cenizas caen hacia el jardín y queman el pasto—. Él tuvo que haberla pasado muy mal con Arthur, no necesitaba que el otro hijo de Golzine le gritara. —El título está podrido.
—¿Puedes serme franco? —Es raro que Wong se ponga serio, más, cuando lo hace es de temer.
—Pruébame.
—¿Por qué lo trajiste? —Ni siquiera lo deja abrir la boca para poner excusas—. Dímelo en serio.
—No sé. —Sus ojos se enfocan en las cenizas, sus dedos sostienen el cigarro sin que sea capaz de levantarlo para fumarlo, la brizna se lleva el diente de león grisáceo—. Me gustaría decir que es por rencor a Arthur, que es para quitarle algo y sentir que le he ganado.
—Pero no es así. —No es una pregunta—. No lo trajiste por Arthur.
—No. —Igual le responde—. No sé por qué... verlo... verlo tan aferrado a la vida a pesar de todos los horrores a los que lo sometieron, simplemente no pude dejarlo tirado ahí y es tonto viniendo de un asesino, sé lo que soy, Shorter. Realmente lo sé. —Ríe con amargura—. Pero no me habría podido perdonar dejarlo moribundo mientras se desangraba, no si podía salvarlo y podía, podía salvarlo. —Y lo salvé—. Quizás intenté hacer una cosa buena para compensar todas las malas.
—Esto es impropio de tu parte.
—Lo sé. —Baja la mirada—. Eso me asusta.
—¿Eh? —Shorter sonríe mientras el humo le purifica los pulmones—. Eso es nuevo: el lince de Nueva York asustado por un indefenso conejito.
—¿Crees que sea tan indefenso?
—Supongo que lo sabremos con el tiempo. —El cielo arde como una pintura desgarrada en una galería profana, sus mechones dorados se enganchan al cuello de su camisa, sus manos están acalambradas y sucias a causa de la matanza de la mañana—. Si despiertas y tienes la tráquea tajada es porque no era de confiar, si despiertas en una sola pieza sí lo era.
—¿Estás hablando de mí o de tu dulce prometido? —Shorter chasquea la lengua y lanza contra las flores muertas el cigarro, la humedad apaga la llama, la noche cubre los pecados.
—Me quedaré a vivir acá hasta que esa víbora venenosa se vaya de la casona, él me da miedo.
—Si sabes que se van a casar ¿verdad?
—Pues me quedaré acá todo mi matrimonio, evitándolo.
—En tus sueños. —Chista—. Y en mis peores pesadillas.
El resto del día se dedica a atender y guiar a sus subordinados, estar fuera un año los expuso a que sujetos como Arthur pudieran infiltrarse para disolver su facción, no dejará que suceda, no si se decidió a abrazar su destino y a usarlo a su favor, aun así, es duro volverse a poner esa piel que Dino zurció para que vistiera y colocarse en los zapatos de heredero, desearía asemejarse a Arthur en ese sentido y ser indiferente a las matanzas. Pero la sangre en sus manos. Los gritos en su cabeza. Las pesadillas. El asco. El tormento. La desesperanza. Niega. Si conecta con eso se volverá débil y los débiles no gobiernan, así que debe enterrar su humanidad, es fácil, desde los ocho años la enlutó mientras bajaban el ataúd repleto de inocencia.
—Los chicos ni siquiera se me acercan. —Dice para sí mismo y no los culpa, deben odiarlo, se fue un maldito año por egoísmo y los dejó desprotegidos frente a las garras de Dino, más, él no pidió esa responsabilidad ni quería asumirla—. Debería irme a acostar.
No obstante sus pasos frenan en medio de la residencia, debe frotarse los ojos para comprobar que realmente esté fuera de su habitación, han pasado semanas desde que no sale ni tampoco habla con nadie ¿por qué ahora? Quiere saber, más queda paralizado por cómo la luz escarlata enmarca sus ojos cobrizos con una suavidad arrebatadora, por cómo sus cabellos danzan ante la brisa que se cuela del ventanal haciéndolo ver esponjoso, lo suficiente como para proyectar sombras sobre sus mejillas, su piel se tiñe de dorado bajo los rayos ardientes del sol. Lo siente etéreo. Surreal. Lejano. Pero tan limpio. Abre la boca y deja caer el cigarrillo.
—Estás acá. —Dice haciendo obvio lo que está pasando.
—Estoy acá. —Se mira triste, más es una tristeza diferente a la que conoció, es como si hubiera aceptado algo, como si hubiera perdido algo—. Hola.
—Hola. —Se espabila—. ¿Por qué estás acá?
—Me gusta cómo se ve el atardecer. —Eiji le explica con una mirada melancólica y vidriosa, ha pasado algo, sin embargo, no tiene derecho a preguntarle, por ende, no lo hace—. Es bonito.
—Lo es. —Así que en su lugar—. También me gusta como se ve.
Ash se para a su lado para observar juntos el atardecer y espera que esto sea suficiente, espera que así logre transmitirle que está aquí y no se irá. Él lo recogió. Lo salvó. Él se responsabilizará.
Cositas importantes, si bien, saben que soy la morra de las terapias en los fics de traumados, acá no porque no es el corazón de la trama, así que no tenemos plata para terapia, solo hay mafiosos y dramas oscuros por acá. Pero hablando en serio, Eiji y Ash tienen maneras muy diferentes de afrontar las cosas ¿por qué? Porque son personas diferentes y antes de esto, Eiji tenía una vida normal de la que se le arrancó para forzarlo a normalizar cosas heavys que no son normales y eso le irá pesando de a poco, con Ash sigue muy la línea del canon su manera de funcionar, ya irán aflorando esas cositas.
Mañana nos enfocamos más en Eiji y en cómo él se está adaptando a todo esto, así que mil gracias por leer, ¡nos vemos mañana!
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