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17. Día de gala.

Hi~ Llegamos más o menos tempranito hoy, pero luego del día más pesado de la semana no existe nada más reconfortante que subir un capítulo y debo confesar que este es uno de mis favoritos por toda la tensión que se pega o quizás, solo me gusten las galas, ya iremos viendo.

Hoy volvemos con Eiji y nos quedamos con él un tiempo, ya verán porqué, pero espero que les guste~

Un fino y elegante kimono esconde las alas cercenadas del ave enjaulada, es de matices claros porque necesita combinar con el traje de Ash y no obstante, hay bosquejos florales recorriendo los bordados del haori, adornando el obi como salpicaduras de añoranza, grabando pétalos de cerezos y preguntándose si deberían ser rosas, alza la vista, los inmensos ojos cafés relumbran contra los faroles oxidados del tocador, luce pálido y ojeroso, ni siquiera Yut-Lung fue capaz de tapar con maquillaje la falta de lozanía que apresa a su alma. Una caja desafinada. Un muñeco roto. Un espejo craquelado.

Porque las cosas están mal, están terriblemente mal desde que Yue volvió.

Si bien el regreso de Yut-Lung fue un alivio para su corazón apesadumbrado averiguó más de lo que debería en el laboratorio de Dawson y ha tratado de afrontarlo, no está listo para hablar de su aborto espontáneo ni de su naturaleza transmutada por la droga. Sí. Sabe qué es desde hace mucho, más, ahora tiene nombre. ¿Cómo le dijo? Cierto. Omega. Una especie modificada para someterse a las feromonas y voluntad de los alfas, esclava de su naturaleza sexual, con aptitud para concebir independiente del género. Vaya mierda. Eiji creyó que era imposible. Qué cuando Dino y Arthur le hablaron de la droga estaban delirando pero un bebé murió en su vientre y nada ha sido lo mismo desde entonces. Injusto. Fue lo que pensó. Ellos podían escoger estar arriba.

—¿Pero yo? —Se cuestiona a sí mismo—. A mí nadie me preguntó si quería ser eso. —Acomoda una palma en su vientre y los movimientos fantasmas lo hacen querer llorar, a veces aún puede sentirlo y eso lo enloquece.

Asesino. Asesino. Asesino.

No lo deseaba.

Pero Yut-Lung dijo que podía fabricarle un antídoto, esa es su última oportunidad para salvarse.

—¿Estás listo para la gala? —El aliento de Ash es terciopelo en su oreja, Eiji contiene un suspiro deseoso mientras se derrite en lo mortífero de sus caricias.

—No realmente. —Ash desliza sus manos alrededor de su cintura, el toque es electricidad bajo su piel y adicción para su alma, lo siente apoyar su mentón encima de su hombro, queda cerca, tan cerca que olvida cómo respirar, Eiji debe apretar el kimono para calmar los latidos erráticos danzando en su corazón—. No creo que esté listo para volver a ese lugar, si me dieran la chance no regresaría nunca.

—Lamento que estés en medio de todo esto. —El lince alza sus dedos hacia la cadera del nipón acariciándola suavemente por encima de la tela, inclinándose, apegándolos, como si la lejanía físicamente lo quemara, como si sus cuerpos precisaran encajar para consumarse y sucumbir.

—Soy yo quien técnicamente te metió en todo esto. —Los dientes de Ash tironean la gargantilla y el gesto le resulta sumamente sensual—. Arthur te busca por mi culpa.

—Él ya me odiaba de antes. —Ríe—. Por eso hasta secuestró a Yut-Lung, sabe bien lo que hace.

—¿Yut-Lung está bien?

—Sobrevivirá, ya lo viste. —Tararea—. Aunque no hablaste con él de verdad, ¿por qué evitarlo?

—No creí que fuera el momento, debemos hacernos cargo de esto primero. —Todavía le resulta inconcebible hablarle con franqueza acerca de alfas y omegas, ¿también lo habrán inyectado?, ¿también se manifestará? Pero incluso un ignorante como él entiende que el efecto varía según el sujeto de experimento y la compatibilidad biológica, él tuvo mala suerte y ya—. Además, Yue necesita descansar, lo viste llegar hecho pedazos, tú mismo lo rescataste de ahí.

—Sí. —Ash tensa el agarre y se encoge un poco más—. Me dijo algo extraño cuando volvió, pero tengo miedo de estar pecando por ingenuo al creerle.

—¿Qué cosa te dijo?

—Qué mi hermano estaba retenido en la mansión, pero seguía con vida. —Ash se hunde en su calidez como si pudiera beber de su piel, flota en sus cicatrices aunque son meros pétalos, sus dedos se deslizan un poco más abajo, quedan en su vientre, se interroga si lo rechazará cuando sepa que puede quedar en cinta y la idea le duele—. No he querido mirarlo, debo concentrarme en esto de la gala y en declararle bien la guerra a Arthur, pero no sé.

—¿Crees que sea verdad?

—Sabía su nombre. —Ash hunde los labios en su cuello—. Y yo nunca le he contado su nombre a nadie ni tampoco he hablado de su existencia, es imposible que lo esté inventando.

—¿Quieres regresar para salvarlo?

—No sé qué debo hacer. —Se escucha exhausto—. Quiero confrontar directamente a mi padre pero temo que esto sea parte de su juego de estrategia y esté cayendo directo a la trampa.

—Deberías hablarlo con Max. —Le aconseja—. De una u otra manera eso le concierne, merece saber la verdad.

—¿Por qué?

—Porque él también lo ama y eso es lo justo, sería muy cruel dejarlo afuera si también lo busca.

—Supongo.

—Y si alguien puede entenderte en este dilema es él.

—Odio que tengas siempre la razón. —Gimotea, esa actitud tan infantil le roba una risa—. Odio la idea de exponerte allá, no obstante, ya saben que estás vivo, si no te reclamo como parte de los míos se sentirán con el derecho a tomarte, necesito que quede lo más explícito posible que estás bajo mi protección. —Y pertenencia—. No porque Arthur te haya dejado eso significa que te encuentras solo, yo te cuido, yo te tengo, estás a salvo a mi lado.

—Lo sé. —Eiji arroja el cuello para atrás—. Lo entiendo, solo me trae recuerdos desagradables tener que visitar ese lugar.

—Perdón por no haber llegado antes. —Se disculpa por candados rotos y llaves perdidas—. Me hubiera gustado evitarte todo ese dolor, si supiera lo que sé ahora, te prometo que no los habría dejado ponerte una puta mano encima pero... —Sus palabras son dulces, se encuentran llenas de sensaciones intoxicantes, Eiji sonríe, piensa en Arthur y en cómo todo esto se escapa de su control, piensa en cuánto tiempo le queda al lado de Ash y lo que ocurrirá cuando se entere de su naturaleza y lo que esconde bajo el collar.

—¿Pero?

—Pero mis disculpas no sirven de nada, lo sé. —No es eso—. No pueden cambiar el pasado ni quitarte todo lo que has sufrido, aun así tengo la necesidad de dártelas. Lo siento por todo, Eiji.

—No te corresponde a ti hacerlo. —Sus bocas yacen a centímetros de distancia, ninguno corta o amplifica la brecha, se quedan ahí en una bruma de pasión imposible y anhelo profano—. No te corresponde a ti disculparte, pero lo agradezco como no tienes idea, Ash.

—Eiji. —Sus ojos en su boca. Sus manos en su mentón. Su piel en su piel. Su nariz en su cuello.

—Ya deberíamos irnos. —Ash luce maravilloso enfundado en un traje más negro que noche sin estrellas junto a una camisa marmoleada que le da una apariencia aún más etérea, es una obra en un museo con joyas en vez de ojos y oro en el cabello. Hermoso. Deslumbrante. Asombroso.

—Pero todavía te falta algo para completar el look. —Ash se aparta para tomar del tocador una orquídea dorada—. Esto complementará bien el kimono. —Se para enfrente, lo alza del mentón y con una lentitud tortuosa desliza el adorno detrás de su oreja sin quitarle en ningún momento los ojos de encima, la sensación de desnudez es paralizante—. Ahora está perfecto.

—¿Estará bien ir así? —Cuatro letras cuyo significado retumba con el eco del más allá—. Arthur nunca me permitió usar ropa oriental.

—Eiji. —«Amor»—. Estás precioso. —Desesperado. Venenoso. Ardiente—. Te ves extraordinario con ese kimono plateado y esos accesorios tradicionales.

—Ash, no quiero darte problemas por ir así, conozco las reglas de la mafia ¿lo olvidas?

—Por favor, ve así. —Dice—. Quiero que te sientas orgulloso de quién eres, incluso si los Yakuza fueron una mierda, no tienes que bajar la cabeza, no más, alza esto como tu bandera de guerra.

—¿Es una guerra sino tengo oportunidad de ganar?

—La tienes mientras sostengas mi mano. —Entrelaza sus dedos—. No planeo soltarte, no si mi corazón sigue latiendo, mi alma continúa quemando y mi voluntad peleando. No voy a soltarte, no hasta que dé mi último aliento y todos los pedazos de mí se queden contigo, seré tu escudo, tu espada, tu casa, tu fortaleza, tu jardín, tu mapa y todo lo que quieras que sea, para ti y por ti.

—Eso casi sonó como una confesión amorosa. —Eiji bromea—. Es lindo. —Desea lo prohibido.

—Ya vámonos a la gala, llegaremos tarde. —Pero Ash.

Dios, Ash.

⊱✿⊰

La mansión Golzine es exactamente cómo la recuerda, si bien, la ha embellecido con un manto de las flores del invernadero que colgó en cada mástil y balcón el olor de la putrefacción resulta imposible de esconder, Eiji se apega a Ash, no lo suelta del brazo, esta vez viene sin antifaz, así que necesita mantener la calma, toma una gran bocanada de aire y se adentran a la gala.

Los ornatos de oro blanco y las copas de cristal los reciben con una orquesta clásica, la escena impresiona sacada de una novela de fantasía, siempre le sorprendió la irrealidad que Dino era capaz de construir usando el dinero y el poder, los invitados lo deslumbran con sus vestidos de seda y sus trajes de lujo, cada rincón desprende ostento y extravagancia, está fuera de lugar, lo piensa una y otra vez, más Ash se esfuerza por sostenerlo, "te tengo" dice con el gesto. Te tengo de verdad.

—Solo tenemos que beber un poco, comer, bailar, fingir tener vida social, cuando Dino se digne a hacer su entrada anunciamos oficialmente una guerra, vinimos a eso, queremos que piensen que somos honrados, como si el honor existiera entre las mafias, ja.

—Son muchas formalidades. —Musita ansioso, los tacones de las damas hacen eco contra las baldosas de marfil, todos miran a Ash ¿los culpa? Es absolutamente espléndido—. Pero te sigo.

—Esperaba que dijeras eso. —Tararea—. Onii-chan. —Y se burla intentando aligerar la tensión.

Eiji hace su mejor esfuerzo por incorporarse, acompañar a Ash no es diferente a ser el trofeo al que Arthur adoraba presumir, solo debe quedarse callado y lucir lindo, por supuesto, la ternura con la que esos ojos verdes lo vislumbran y la suavidad con que sus manos lo sostienen carece de comparación, a pesar de las miradas asqueadas y los cuchicheos maliciosos, Ash lo abraza con orgullo como si genuinamente estuviera feliz de que fuera su acompañante, tonto ¿verdad?

Ash no es suyo para empezar.

Se pregunta a cuál de todas estas señoritas Dino lo desposará cuando venza a Arthur y consiga el poder supremo de todas las mafias, las chicas son adorables cuando intentan acercárseles con sus mejillas sonrosadas, sus labios escarlatas y sus vestidos brillantes, Eiji se mantiene al margen porque no quiere romper su corazón, así que come, toma, sonríe, hace charla, más, no hay nadie que le dirija directamente la palabra y cuando el ambiente se torna demasiado denso escapa con la excusa de usar el baño. Mierda. Apesta en las fiestas ¿podrá enfrentar a Golzine?

Además, siente que ha sido injusto con Ash al esconderle su verdadera naturaleza, Yut-Lung le debe haber contado de la droga y de las castas y no le tomará mucho sumar dos más dos como para desglosar que es un omega.

—Ha pasado un buen tiempo, ¿no crees? —Eiji se paraliza apenas escucha esa voz, su cuerpo se torna de piedra, su corazón se acelera igual que el de un pajarillo a punto de ser devorado.

—Arthur.

—No te preocupes. —El nombrado viste un traje igual al de Ash, más le luce totalmente distinto y ajeno, se le ve mal, piensa y calla, tiene el cabello engomado hacia atrás e intenta dar un aire de caballerosidad que no existe—. No armaré un espectáculo acá, tanto Ash como yo vinimos porque queremos la bendición de papá para matarnos los unos a los otros. Y tú eres la excusa.

—Ah. —No sabe cómo sentirse, su nariz pica y su cabeza da vueltas—. Es cierto, al final soy un pretexto que están usando para partir una guerra inevitable ¿verdad?

—Por fin dices algo interesante. —Se ríe—. Todo este tiempo conmigo estuviste tan callado que creí que eras mudo o tonto, quizás ambas.

—Nunca me diste mucha libertad para hablar. —Arthur dibuja una sonrisa sañosa—. Lo siento, no quise ser irrespetuoso con mi comentario, estuvo fuera de lugar.

—Ese es el Eiji que conozco. —Se burla, están apoyados contra una de las cortinas de seda en el gran salón, los candelabros bañan la pista de baile con un velo dorado, las estrellas centellan a través del ventanal dando un aspecto de ensueño que maquilla una quimera—. ¿Estás bien?

—¿A qué te refieres?

—Mi hermano. —Escupe la palabra—. ¿Te ha tratado bien? El bastardo tiene una fama horrible.

—¿Realmente te importa? Me mataste.

—Aún me resientes.

—¡Claro que te resiento! —Debe bajar la voz—. No has hecho más que herirme y humillarme.

—Y aun así... —Arthur tararea, desliza sus dedos hacia la nuca del japonés y le coloca los pelos de punta, el toque quema, más, es un ardor distinto al que provoca Ash, este es corrosivo como si estuviera siendo devorado por una enfermedad terminal—. La pasamos bien, ¿no te parece?

—No la pasamos bien. —Defiende lo indefendible—. Te aprovechaste de mí.

—No decías eso mientras estaba adentro tuyo. —Sus ojos brillan con sadismo, se alimenta del dolor ajeno y disfruta restregando sal a la herida—. A veces pienso en ti en las noches.

—Me drogaste.

—Y vaya qué te gustó, estabas tan mojado.

—No puedo hablar contigo. —Eiji se aleja—. Debería volver con Ash.

—Pero yo no he acabado de hablar contigo. —Arthur lo sostiene de la muñeca y lo jala de vuelta como si se tratara de un yoyo, sus manos se incrustan en sus caderas y el toque es tan invasivo que quiere llorar—. Además, tu preciado Ash está bailando con la hija de Kippard, de seguro es ella con quien nuestro papá nos quiere comprometer. —Eiji se da vueltas, comprueba el horror.

—Ash no es nada mío para que le prohíba bailar. —Se dice a sí mismo, esa chica se le acercó y tenía una sonrisa encantadora y una cara adorable ¿por qué la rechazaría? Ella es normal.

—¿Es así? —Arthur aprovecha el momento de fragilidad—. Entonces supongo que bailaremos.

—Ya no te pertenezco.

—Lo sé. —Tararea—. Pero me debes un baile de despedida, siempre arruinaste todos los bailes que tuvimos juntos con tus pies izquierdos, pero hoy te ves hasta bonito con ese kimono.

—No me vestí para ti.

—¿Y entonces para quién? —Arthur lo jala hasta la pista de baile con brusquedad—. ¿Para Ash?

Eiji no responde y se deja arrastrar, está muy cansado para llevarle la contraria, la orquesta baja el ritmo de los acordes, el compás es provocador, aterciopelado y peligroso, Arthur lo endereza acomodando una palma en su espalda, el toque quema y por inercia se encoge, le dan risa sus reacciones de animalito maltratado, no puede evitarlo, al final, volvió arrastrándose a su dueño con la cola entre las piernas y la dignidad cercenada.

—Dame la mano. —Le ordena porque es un baile de pareja—. Y acomoda la otra en mi hombro.

Así lo hace, es la primera vez que comparten esa clase de ambiente, los movimientos de Arthur son precisos aunque salvajes, es brusco guiando el baile y estrechando sus cuerpos, las luces le dan una apariencia de ultratumba a sus ojos azules, el tono siempre le resultó un enigma, al sol impresionan celestes pero la mayoría del tiempo le recuerdan a un océano sin fondo, siente cómo la música aumenta la intensidad, da vueltas bajo los reflectores dorados, el cortejo trata de control y poder, sin embargo, Eiji está desarmado.

—Es curioso que aún lleves la gargantilla. —Arthur se inclina para susurrarle a la oreja, guía sus pasos para que retroceda con el pie derecho—. Pensé que te la habrías quitado pero aun estás usándola, ¿debo tomarlo como una muestra de lealtad?

—Ya quisieras.

—¿Entonces qué es?, ¿por qué no te la quitas?

—Cómo si pudiera. —Se deslizan con el izquierdo—. Sabes que estoy amarrado a ella.

—¿Por qué?, ¿temes que al quitártela encuentres una marca permanente o temes enfrentarte a las feromonas?, ¿qué cosa es?

—No es nada de eso. —Miente mientras retroceden otra vez, van más rápido, es una guerra por un trono invisible, los violines recubren el ambiente, parece que se van a cortar.

—¿Sabes qué creo? —Se lo pregunta jugando—. Qué tienes miedo de averiguar si Ash puede o no oler tus feromonas, al final sea cual sea la respuesta te dolerá, si las huele sabrá lo que eres y sabrá que el viejo lo drogó sin su consentimiento, pero sino las huele fracasaste como omega o él como alfa y solo te quedará buscar a alguien que pueda satisfacerte.

—¿Alguien cómo tú?

—Me honras, pero tú no puedes satisfacerme. —Él carcajea—. Pensé que estaba claro, debiste tratar de mantenerme contento para volverte indispensable, sino eres bonito ni inteligente, por lo menos debiste ser servicial o volverte bueno cuidando mis necesidades de alfa, pero no, no pudiste hacer esa única cosa para la que literalmente fuiste hecho.

—No fui hecho para eso. —Eiji intenta apartarse, más, Arthur enlaza con más fuerza sus dedos y atrae con dureza sus cuerpos—. Ustedes me convirtieron en una rata de laboratorio dándome esa droga, ¡me arruinaron la vida y les dio lo mismo! Así que no, nunca aceptaré que "fui hecho" para algo que ni siquiera consentí que me hicieran.

—Deberías estar agradecido, eres un pionero con las castas, aunque cuando te disparé estaba seguro de que habías fracasado, podía olerte, pero no quedabas preñado. Quizás, debí intentar con más fuerza. —Eiji baja la cabeza y aprieta el traje del contrario, no lo mirará, su cara es todo un libro abierto y no necesita que Arthur sepa más—. ¿Eiji?

—Tienes razón, debiste intentar más. —Ríe sin gracia—. O tal vez estoy defectuoso y no puedo.

—¿Desde cuándo tienes el hábito de mentir? —Arthur lo coge de las mejillas y las aprieta dado que quiere ser visto—. Ash ha sido una influencia de mierda para esa boquita tuya.

—Ha sido mejor que tú.

—Si tanto confías en él... —Arthur lo da vueltas con lentitud, no termina de girarlo, lo frena para apoyar su mentón sobre su hombro y abrazarlo por el vientre—. Quítate el collar. —Una oxidada llave dorada le es extendida frente a los ojos—. Es tuya, quítatelo si tanto confías en él.

—Pero. —Eiji ni siquiera la toma porque si se lo saca y hay una mordida, si se lo saca y Ash logra olerlo, si se lo saca y no huele nada, carajo, tenía razón, cada escenario es peor, caiga en donde caiga el dado de la fortuna el juego está trucado—. ¿Por qué me la darías?

—Regalo de despedida. —La llave cae al bolsillo del kimono—. Veamos si confías tanto en Ash.

—¡Hey!

—Hablando del rey de Roma. —Arthur se aleja—. Tranquilo, no le hice nada, solo lo acompañé, tú estabas muy ocupado en la pista de baile como para notarlo.

—¡Bastardo! —Ash gruñe y lo esconde detrás—. Si le vuelves a tocar un solo cabello te mataré.

—Espera que nuestro padre llegue antes de anunciarlo. —Se burla—. Disfruta la gala mientras.

Ash queda refunfuñando con los puños tensos y la mandíbula apretada, le afectó verlos danzar por una cuestión de orgullo, no obstante, ¿quién es para reprochárselo? Sí, racionalmente sabe que vinieron para marcar un punto que implique que están juntos y eso detone una guerra, pero la realidad es una hija de puta caprichosa que hace lo que quiere.

—Esto sonará muy infantil, así que perdón. —Ash le advierte—. Pero no soporto la idea de que hayas bailado con él y no conmigo, así que... —Sus ojos verdes brillan desesperados y heridos.

—Será un placer danzar contigo, Ash.

Eiji acepta su palma y Ash acomoda su mano sobre su cintura, sus dedos se entrelazan al ritmo de la tentación, sus respiraciones se funden en un eco candoroso que se pierde bajo los suaves acordes del violín, el lince se mueve y guía con una agilidad y seguridad intimidante, lo toca sin ser brusco pero tiene una chispa de posesivo, lo atrae con una pizca coqueta sin cruzar ningún límite escrito, lo estruja contra su cuerpo y lo derrite con una simple sonrisa. Vaya. Qué injusto.

Pero como él es mal perdedor le alienta el juego, toma una postura firme, le sigue el ritmo como si hubiera danzado toda su vida, lo hace con agilidad y determinación, la sangre le burbujea en el cortejo escondido, la pasión va in crescendo, el salón desaparece, Ash torna los toques más atrevidos y sedosos, su belleza surreal le quita la respiración mientras las luces lo bañan como polvo de estrellas. Pasional. Prohibido. Pecaminoso.

—¿De qué estabas hablando con él? —Primero, el deseo—. Arthur parecía muy entretenido.

—¿Importa? —Luego, la pasión—. Mejor que nadie sabes que Arthur es bueno para ladrar, pero malo para morder.

—A mí me importa. —Luego, sospecha. Celos. Ira. Traición—. Además, parecía estar abusando del baile para acercarse a ti y eso no me gustó.

—¿Y quién eres para decirlo? —Donde el amor es para el mejor postor, no hay confianza—. A ti te sacaron a bailar muchas chicas bonitas. —Y sin confianza, no hay amor.

—¿Es eso lo que te molesta? —Los celos. Sí. ¡Los celos! Ash sonríe y lo acerca de un tirón, toca su cuello con la punta de sus labios y le gatilla un espasmo por toda la espina dorsal—. Debería molestarme, pero ¿qué hago? Creo que es lindo que estés celoso.

—Yo no...

—No te preocupes. —Ash desliza sus palmas en la cintura del japonés, lo da vueltas, lo gira, lo atrapa, lo moldea, lo hace suyo—. Los celos a mí me traen loco cada vez que te veo con Arthur.

—Ash. —Es inútil, se halla a su merced—. No vinimos a esto. —Y sin embargo el nombrado está sosteniéndolo con fuerza, como si su vida dependiera de esta tensión adictiva, ninguno piensa con claridad y si le preguntan le echará la culpa a la champaña—. Viniste a declarar una guerra.

—¿Y sería tan malo venir por algo más? —Con un tirón quedan encima del otro, Eiji tiene ambos brazos enredados alrededor de su cuello, se encuentra en la punta de sus pies, puede saborear su respiración y sentir los latidos de su corazón—. Me conviertes en un desastre, trato de actuar como un hombre racional la mayor parte del tiempo pero algo en ti... algo en ti me provoca.

—¿Eso es bueno o malo?

—No sé todavía. —Ash lo toma de la nuca y lo baja hacia el piso, se inclina—. Para serte franco, me da un poco de miedo averiguarlo. —Sus ojos en su boca. Cerca. Más cerca. Baja más y más.

—¿Entonces qué estás haciendo ahora?

—Creo que me da más miedo no averiguarlo. —Susurra—. Y creo que tú sientes lo mismo, Eiji.

—Ash. —Todos los están mirando. Arthur los está mirando. Ash sabe que Arthur los está viendo. Quiere besarlo. Realmente va a besarlo—. Se terminó la canción. —Eiji presiona su mano sobre la boca del lince y se levanta porque por más que quiera besarlo no lo hará para restregarle una victoria ilusoria sobre Arthur, al final se reduce a esto ¿verdad? A un trofeo.

—¿Eiji? —Pensarlo le rompe en miles de pedazos el corazón—. ¿Qué pasó? Pensé que...

—Vaya, vaya. —La mansión queda en silencio—. Miren qué desastre tienen mis amados hijos.

Dino Golzine.

El eco de su bastón extiende el miedo como una ola invisible entre los presentes, se encuentra enfundado por un traje de diseñador, el corte de dos piezas es impecable y combina de manera perfecta con sus zapatos de cuero y su corbata de seda italiana, la atmósfera se siente pesada al instante porque aunque todos vinieron a deleitarse con los lujos y generosidad de Dino, este hombre tiene el poder de destruir todo con un simple alarido.

El magnate sonríe, los monstruos más perversos e imponentes del salón bajan la cabeza por temor, se pregunta si será a su dinero o al poder que la droga le entrega, crear divisiones dentro de la raza humana no es chiste y asume que todos querrán estar en el escalón superior, en esas circunstancias será conveniente ser amigo de Golzine y mantenerlo contento, más el soberano se ríe y con agudeza entiende la situación.

—Así que quebrantaste una de las reglas más fundamentales que existe en la familia y robaste algo que era de su propiedad. —Los ojos de Golzine lo escanean de pies a cabeza con frialdad, es calculador y racional—. Y te presentaste con él de la manera más honrosa que pudiste.

—¿Qué te puedo decir? —Ash sonríe—. Me educaste bien, lo estoy presentando como mío con todas las formalidades correspondientes incluso si eso implica declararle la guerra a Arthur.

—Y yo que estaba tan entusiasmado por declarar a mi siguiente heredero en esta gala. —Finge decepción, sin embargo, a juzgar por su expresión maliciosa había previsto que pasaría—. Pero como ambos inevitablemente entrarán a una guerra donde solo uno saldrá con vida...

Eiji traga duro.

Ash no respira.

—Lo lógico es que el sobreviviente se quede con todo ¿no es así? —Arthur se relame los labios, la idea lo excita de sobremanera—. Tarde o temprano tenía que pasar entre ustedes, el que sea capaz de matar al otro se quedará con todas sus propiedades tanto materiales como humanas y heredará absolutamente todo lo que tengo: burdeles, dinero, empresas, prostíbulos, terrenos y laboratorios de investigación. Será el hombre más poderoso de toda América. Me da igual lo que hagan mientras jueguen limpio, les enseñé a ser honorables y eso les exijo.

—¿Estás dentro, hermanito? —Arthur le extiende la mano con una sonrisa burlona, Ash se para enfrente con una mueca estoica, mira a Dino, al público, a Arthur y finalmente a Eiji para decir:

«Esto es guerra».

Mañana se viene un capítulo emocionalmente potente para el pobre Eiji, es todo lo que tengo que decir, los quiero un montón y gracias por acompañarme hasta este punto, llevamos más de la mitad, vamos bien.

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