
03 | ROJO CHINA
Mis ojos se abrieron despacio. Me hallé en un lugar completamente diferente al de la plaza. Era un extenso salón de apariencia barroca, se apreciaban unas luces intensas que me bañaron con brusquedad y sin amabilidad, por lo que nuestras sombras eran un pequeño punto en el suelo. Me mareé. Habían retratos enormes de personas vestidas elegantemente que se alejaban de los rasgos asiáticos; eran desconocidas para mí y se encontraban colgadas en los rincones de las altas paredes. Me llamó poderosamente la atención las pesadas cortinas, las alfombras, los muebles de gusto exquisito pero con un montón de polvo acumulado. Sin uso y olvidado.
Un aroma a incienso de vainilla me caló, me recordó a una animación que he visto hace mucho tiempo. Creí estar dentro de una época diferente... Era agradable aunque incómodo. Era algo díficil de explicar.
—¡Bienvenida! —exclamó Wang.
Me recordó con su grito que aún estaba apegada a su cuerpo, pero estuve demasiado perdida en mi mente, en los colores, y todo aquello nuevo que alcancé a ver con esmero.
«¿En dónde he ido a parar?»
—Siento mi atrevimiento. Olí su miedo e imaginé que necesitaba... Huir —dijo guiñándome su ojo con toda la intención de no disimular ni un poco.
«¿Quién es usted? ¿En dónde estoy?»
Mi aturdimiento y torpeza le provocó una sonora risa. ¡Qué tétrica era! Me asusté, retrocedí con ganas de correr. Él me detuvo en el proceso, arrastrándome con suavidad para calmar mi palpable nerviosismo.
—Tranquila, soy como tú: Una mariposa nocturna —respondió, habló menos informal—, ¿no te has dado cuenta, chiquita? Te arrastré conmigo, ¡a mi casa! ¡Mi hogar, dulce hogar!
«¿Por qué?», pensé de manera tonta.
—¿Por qué, qué?
«Porque me trajo aquí», expresé con las cejas enarcadas.
—¿Por qué la traje aquí?
«Sí, ¿por qué me trajo aquí?» Insistí, encontré divertido su excentricidad, lo rídulo que era la situación porque solo repetía mis frases como un eco y... ¿Me escuchaba? ¿Cómo? ¿Por qué yo no podía hacer eso con Tae Yong? Lo volví a reflexionar, me costó creer que podía hacerlo.
¿Habrían más raros y amigables cómo él? Tae Yong era cerrado, diferente, frío y ver a Wang comportarse como un niño me intrigó. La sensación de verlo andar con chispa, avidez y necesidad de ser el dueño de todo... Era extraño. Y esa misma extravagancia es la que me hizo sonreír.
—¡Segye! ¡Has vuelto! —bramó un encantador muchacho, entró inesperadamente a la sala.
¿Segye? ¿Me ha mentido? ¿No se llama Kim Wang Min?
El muchachito era de cabellera plateada, unos orbes más brillantes que diamantes, con una larga y oscura gabardina que acariciaba sus rodillas. Reparó en mi presencia, por eso su feliz rostro cambió a una disconforme:
—Segye, ¡¿cuántas veces te he dicho qué no raptes personas en las plazas?!
—¡No, no, no! No la he raptado. ¡No, no, no! ¡Yo no! ¡Cómo osas! —Se defendió él, honrado, solemne.
Sí, creo que me raptó aunque podía echarme a correr, ¿no? Mis músculos se negaron. Estaba paralizada pero no por el miedo, sino por la curiosidad.
—¡No me refutes! Sí traes personas en contra de su voluntad, ¡es secuestro!
—¡Soy un secuestrador amable, chiquito!
Los observé discutir, convirtiéndome invisible ante ellos. No supe decir quién era el mayor y quien era el menor. Callaron de repente, el silencio se creó en la habitación. Me quedé helada porque se dedicaron a estudiarme con una fijación indescriptible.
—Lamento que mi Creador la haya traído aquí, de esa manera tan poca humana y hostil.
Negué varias veces ante su disculpa. No fue hostil, creo que tuvo su razón al ayudarme. Pero la consternación seguía patente en mis orbes, pestañeé con fuerza, deseando solo estar dormida.
Ambos eran como yo. Lo eran. Podía ver en sus sonrisas sus dientes afilados.
Entonces me explicó que Wang solía coleccionar todo lo que capturara su interés. No solo para alimentarse, sino también para estudiarlos al igual que su aficción por las mariposas la cual, me enseñó orgullosamente. Una habitación enorme dedicada para ello. Era su obsesión personal. Y no tardé en recordar que mencionó las mariposas en nuestra primera conversación.
Wang no me dijo su edad pero admitió que participó en la guerra de las invasiones japonesas, entre 1592 y 1598 aún luego de su transformación. ¿Cuánto años más tendría? Mientras que Yuta, aquel muchacho radiante, lo conoció en Japón en el auge de los Yakuza, sin embargo, las extrañas circunstancias en las que acabaron juntos evitaron contármelo.
Y por alguna razón desconocida para mi débil conocimiento, iban a permitir que me quedara.
¿Tae Yong me buscaría con desenfreno?
Contemplé el ventanal, abrazándome entre penumbras, como también dedicándome a pensar porque llegué a estos puntos y confiaba en dos extraños que podían matarme con solo desearlo. No mostraron otro interés y quisieron ayudarme... Ellos me brindaron zapatos, seguramente de personas que fueron su cena. Mi instinto rasguñaba mi vientre, era incontrolable, hambriento y agresivo. Mi humor desvariaba así que con fuerzas, evitaba que cualquier rasgo que no fuera mío me afectara.
—Déjalo salir —instó Wang desde el rincón. Hipé de la sorpresa ante su aparición fantasmal—. No lo contengas. Si lo haces, posiblemente te consuma hasta que pierdas tu propio juicio. Lo único que quedará, será un animal que reclama su lugar... Debes aliarte a él. ¿Sabes por qué no hablas, chiquita?
Mordí mis labios y ofrecí una negativa. Que me dijese «chiquita» me resultaba hilarante, sabía que no lo decía con otras intenciones. O eso quería creer.
—Tu creador tal vez sea, ¿un vampiro menor de cien años?
Asentí. Tae Yong era mi tío abuelo. No era tan añejo como Wang o Yuta pero, ¿eso qué tenía qué ver con mi falta voz? En un parpadeo apareció frente a mí, tomándome de la cintura e intimidándome con su altura. La escasa luz lo volvió siniestro, un verdadero monstruo temible que nadie desearía toparse. Respiré nerviosamente mientras él olisqueba profundamente mi cuello como si fuera un manjar.
No me aparté. En realidad, mi naturaleza se entregaba en sus brazos pues su poder era el doble de magnético. Temblé, aquella oscuridad absorbía mi razón, no era yo misma. No, no era yo, era alguien más que necesitaba con fiereza su sangre y caer en la locura tan enfermiza.
—Muérdeme —dijo Wang, estrujándome contra él—. Bebe de mí.
No comprendí porque alguien experto desearía que una neófita lo mordiera. ¿Eso tiene sentido? ¡Para nada! Mis colmillos crecían sin mi permiso, sabía lo que querían. Lo ansiaban y era doloroso. ¿Lo ansiaba? ¿Era posible beber de otro vampiro y no de un humano? Tae Yong jamás me habló de esto, jamás me ha dicho de mi naturaleza. No me ha hablado ni informado de nada. Me sentí ignorante.
Los vidrios tronaron y estallaron en segundos. Wang los esquivó, llevándome en sus brazos sin soltarme. Me sostuvo como algo delicado, frágil. La más hermosa de sus especiménes.
La presencia que lo provocó, entró impaciente de un salto y reconocí los centelleantes orbes de mi Creador. Él se expuso colérico e incontrolable.
—Es mi responsabilidad, ¿por qué la has llevado? —habló lo más calmado que pudo. Sus dientes rechinaron de furia.
Ellos dos... ¿Se conocían?
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