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06. sweet nothing

Las galletas de red velvet que le había comprado Eveline estaban tan deliciosas que Endora no podía dejar de comer, o quizás se debía a los nervios que tenía sobre lo que diría Eveline después de contarle lo que había pasado con Daniel. La rubia se acurrucó aún más en el sofá de su apartamento y se envolvió con la manta gris que descansaba en sus piernas.

—Bueno, pero no estuvo tan mal. —dijo Tom Hiddleston desde la cocina, quien había acompañado a su prometida a la casa de Endora y había escuchado la historia.

—No sé, ¿Qué tal que piense que soy una fácil? —preguntó.

Eveline, quien se encontraba caminando hacia su mejor amiga con un pote de helado de chocolate y dos cucharas dejó caer todo sobre la mesa de centro con brusquedad al escucharla. El sonido del choque entre metal y madera asustó a Endora y atrajo toda su atención hacia su mejor amiga.

—¡Qué estás diciendo Endora, por Dios! ¿Te estás escuchando? —Eveline se sentó junto a ella en el sofá y jaló un poco la manta hacia ella para cubrir sus piernas. Endora la veía con ojos suplicantes, pidiéndole perdón. —No eres fácil, no te refieras a ti de esa manera. —dijo, esta vez con más suavidad. La cantante entendía tal vez más que nadie lo que era ser juzgada por salir con hombres y lo que menos quería era que a su mejor amiga se le metiera esas ideas en la cabeza. —La gente se besa en la primera cita, es normal. Ni que fueras una santurrona.

Endora soltó un suspiro y alcanzó la última galleta de red velvet que quedaba para no tener que responder. Eveline podía tener razón, pero aún así el sentimiento de culpa la invadía y no sabía por qué, solo quería hacerlo desaparecer. Cuando Tom llegó a la sala con tres botellas de agua, Endora vio el momento perfecto para desviar la conversación.

—Aprovechando que están los dos aquí...—hizo una pausa dramática y la pareja se quedó observándola expectante. —Cuéntenme cómo fue su compromiso, ¡estoy muy feliz por ustedes!

Eveline soltó un grito de emoción, contenta por poder contar la historia mientras que Tom la miraba con una sonrisa en la cara y un brillo en los ojos que solo podía ser de adoración. Endora se encogió aún más en el sofá mientras escuchaba a Eveline contar la mayor parte de la historia con Tom haciendo comentarios adicionales sobre su punto de vista. Había sido una propuesta sencilla pero sentimental en la privacidad de su casa durante la cena; la pedida de matrimonio perfecta para Eveline. Endora sonrió para sus adentros al pensar que Tom pudo haber hecho algo mucho más ostentoso o extravagante, pero conocía a su prometida lo suficiente como para saber que lo único que querría sería algo privado, ellos dos solos.

—Tienes que ser la dama de honor, por supuesto. —Eveline llamó su atención de nuevo.

—Sería un honor. —sonrió.

—Te pediría que la planearas también pero no quiero ponerte muchas responsabilidades encima así que, por favor, recomiendame a la mejor planeadora de bodas que conozcas.

—La segunda mejor. —interrumpió Tom. —La mejor eres tú. —la señaló guiñandole el ojo.

Eveline asintió dándole la razón y Endora volvió a sonreír. —Estoy segura que si se lo sugiero a Delilah puede que lo acepte. No organiza muchas bodas estos días, solo en casos bastantes especiales.

Eveline abrió los ojos mientras se llevaba una cucharada de helado a la boca. —¡No! —exclamó. —¿La mismísima Delilah Slade puede organizar mi boda? —la argentina asintió con una sonrisa. Estaba segura que su jefa no dejaría pasar la oportunidad de organizar la boda de Eveline North y Tom Hiddleston, ni que estuviera loca. Eveline volvió a soltar un grito de felicidad y junto sus manos en un aplauso, justo después volteo a mirar a Tom. —¿Tú qué opinas, amor?

Tom rodeo a la rubia con un brazo depositando un casto beso en su cabeza. —Confío en Endora y en Delilah.

La felicidad de Eveline se podía medir en la amplia sonrisa que no abandonaba su rostro. —Pregúntale. —pidió, dirigiéndose a Endora esta vez.

Tal y como se lo había pedido su amiga, Solís no dudó en tomar su teléfono y agendar una cita con su jefa para el día siguiente.

Daniel no había podido pensar en otra cosa que no fuera el beso toda la tarde. Y como lo había intentado. Había decidido distraerse al usar el simulador de Fórmula 1 que tenía en su casa, aunque se le dificultará un poco debido a que su mano derecha estaba completamente vendada, no le funcionó. Intentó contactar a Maya, ver su rostro, escuchar su voz; tal vez si veía completamente a Maya, Endora saldría de su mente. Pero su prometida no le contestó los mensajes, últimamente era rara la vez que lo hacía, su última conversación por mensaje había sido hace días preguntando cuanto se demorara en llegar a un brunch con su familia. No podía culparla, él tampoco se preocupaba mucho por contestar sus mensajes estos días. Quizás ver alguna película le traería un poco de paz; al prender su televisor y entrar a un servicio de streaming, decidió ver la primera película que se cruzó y que se veía prometedora.

No pasó mucho tiempo después de los créditos iniciales para que su mente volviera a divagar a ese momento horas antes en su cocina, con su mano en el rostro de Endora, a pocos centímetros de sus labios. Inconscientemente llevó sus dedos a su boca, recordando el contacto. Ese beso... en todos sus años de vida podía decir con seguridad que había sido el mejor que había tenido, aunque hubiera durado poco tiempo. Tal vez si veía a Endora de nuevo dejaría de pensar en su rostro, si la tuviera al frente tal vez podría dejar de recordar lo cerca que la había tenido, podría ver sus ojos en persona en lugar de su memoria y así podía seguir en paz con su semana. Lo último que necesitaba era hacer planes de boda junto a Maya con su nueva amiga apoderándose de su mente.

No era justo, no era justo pensar en Endora cuando estuviera con Maya, no era justo no pensar en Maya cuando estaba con Endora, tenía que dejar de imaginarla.

Daniel apagó el televisor en un segundo y se apresuró hacia su closet para cambiarse de ropa. Puede que en su almuerzo con la rubia hubiera vestido algo cómodo y completamente fuera de moda, pero para ser honestos, ella lo había sorprendido, ahora era su turno. El australiano se puso unos pantalones de mezclilla junto a una camisa blanca que aún lo hacía ver casual, pero mucho más presentable. No pasó mucho más tiempo preocupándose por su apariencia más que por cepillar sus dientes y ponerse un poco de colonia alrededor del cuello y el torso. Tan rápido como le vino la idea a la cabeza, se apresuró a dejar su casa.

Era cierto que le había prometido a Endora devolverle la visita, aunque pensaba que se la jugaría igual que ella y llegaría a su casa de imprevisto con almuerzo un día distinto, pero la manera en la que había transcurrido su tarde lo habían hecho cambiar drásticamente de opinión. Tal vez debería llevarle algo, ella le había comprado comida así que él no debería llegar con las manos vacías a su casa, pero la euforia del momento le impidió pensar algo más allá, enfocandose puramente en llegar a su casa. Después de dar unos cuantos pasos más, sus sentidos empezaron a sensibilizarse un poco, o más bien, volvieron a su estado normal; lo primero que noto fue el frío londinense azotandolo con fuerza, y una duda pareció arruinar todos su planes.

¿Dónde vivía?

Recordaba que se lo había dicho en la sala de urgencias, después de que él le diera su dirección. Ella se rió y bromeó diciendo que eran vecinos porque él vivía en la 154 con calle 30 y ella... ¡Carajo! ¿Cómo no recordaba dónde vivía? ¿La 45? ¿La 50?... Debía ser la cincuenta, definitivamente, tal vez. Daniel pasó una mano por su rostro, estresado. Mientras todas las personas pasaban junto a él en la acera de la calle 37, él intentó concentrarse como nunca para ahondar en el recuerdo de esa tarde en la sala de urgencias. Endora le había dicho algo con el número 50, podía estar equivocado, pero sonaba correcto en su mente. Número 154 con calle 50, ahí era a donde debía dirigirse. Lo peor que podría pasar era que esa no fuera su dirección, y en ese caso, la buscaría en los otros edificios.

La 154, calle 50 este era una avenida bastante transcurrida, difícilmente había un espacio en la senda donde no hubiera una persona caminando, un perro paseando o un carro pasando a alta velocidad por la vía. Aún así, se veía bastante elegante, con edificios de colores neutros mate y jardines muy bien cuidados. Daniel empezó su búsqueda por la residencia de Endora, empezando por el primer edificio de la cuadra. Cinco cuadras después, en la calle 55, sus esfuerzos se vieron recompensados cuando al acercarse a un notable edificio color blanco con una puerta verde esmeralda vio en el recibidor una marquilla con el nombre "E. Solís" escrito en caligrafía negra junto al número de apartamento. El australiano suspiró de felicidad y tocó el timbre, ya se había hecho de noche durante el trayecto y se moría de frío. Solo le había tomado un paseo por toda la 154 encontrarlo.

Dentro del apartamento, Endora, Tom y Eveline se sobresaltaron al escuchar el timbre en el apartamento de Endora sonar tan abruptamente en medio de su charla.

—¿Esperas a alguien? —preguntó Tom.

La rubia negó. —No. Tal vez es mi papá, a veces se aparece de la nada. —Endora retiró la manta de sus piernas y se dirigió al timbre, presionó el botón del altavoz y habló. —¿Sí?

—¿Endora? —los ojos de la chica parecía que quisieran salir de su rostro al oír la voz del piloto del otro lado. —Soy Daniel. —después de unos segundos en los que Endora falló en reaccionar, el hombre volvió a hablar. —¿Puedo pasar?

—Ah, sí, sí, pasa, lo siento.

La rubia presionó el botón que dejaba abrir la puerta de entrada, dejando que Daniel subiera el ascensor hasta su apartamento. Lentamente se volteó hacía la pareja que descansaba en su sala, quienes la veían con miradas expectantes.

—Bueno, supongo que conocerán a Daniel.

—¿Lo habías invitado? —preguntó el actor, ella negó. —¿Cómo sabe donde vives? —Tom alzó una ceja en desconfianza.

Endora le dirigió una mirada curiosa a su mejor amiga y señaló al británico. —Me sorprende que no le hayas contado.

Eveline alzó los hombros, despreocupada. —Endora le dio su dirección cuando estaba acompañándolo en la sala de urgencias.

—¿Por qué? —preguntó esta vez más confundido.

—Se me salió. —se defendió la rubia. —Ya no importa igual. —agregó antes de que Tom la regañara.

—¿Y lo vamos a conocer? —la sonrisa de Eveline le reveló lo divertido que encontraba la situación.

—Supongo. Pero no sé que hace aquí.

Al conocer a sus amigos, Daniel había hecho más progreso con Endora en una semana que cualquier hombre con el que ella hubiera hablado en un año. Unos fuertes golpes se escucharon en la puerta de madera del apartamento, Endora suspiró y abrió ampliamente, dejando ver a Daniel con ropa diferente a la que llevaba esa tarde y una sonrisa en el rostro apenas vio a la argentina.

—Hola. —saludó.

—Hola.

Alguien detrás de Endora llamó la atención del australiano y pudo diferenciar dos figuras en la sala de estar, luego devolvió su atención a la chica que tenía al frente.

—Espero no estar interrumpiendo. —susurró apenado.

Endora volteó momentáneamente a sus amigos y negó. —No, no te preocupes. —se movió hacia un lado, dejándole la entrada libre al hombre para que pudiera entrar. —Pasa.

Una vez adentro, Endora sintió cierta comodidad al tener a Daniel en su apartamento y una mínima sonrisa apareció en su rostro al verlo de perfil. La rubia lo dirigió hacia la sala donde Tom y Eveline se encontraban y plantó una sonrisa en su rostro.

—Daniel, ellos son mis amigos, Tom y Eveline. —los presentó. —Chicos, él es Daniel, mi amigo. —mencionó con simpleza, como si no les hubiera contado sobre él horas antes.

—¡Hola! —lo saludó Eveline con felicidad. —Que bueno conocerte. —la chica le dio un corto abrazo y un rápido beso en la mejilla con la intención de hacerlo sentir bienvenido.

—Un gusto. —Tom asintió con su cabeza en contraste, sus modales británicos saliendo a relucir. —Estrecharía tu mano, pero veo que está lastimada.

Daniel tuvo que parpadear una, dos, tres veces hasta que se dio cuenta quien estaba parado frente a él. Ricciardo no sabía muy bien que esperar al haber llegado de improvisto a la casa de Endora, pero lo último que se hubiera imaginado había sido conocer a la cantante más famosa del mundo y a uno de los actores británicos más reconocidos del país.

—Vaya, hola. —los saludó a ambos aún un tanto sorprendido. Una pequeña risa proveniente de Endora lo hizo reaccionar un poco. —Si, ehm, la mano... bueno, un accidente.

—Ay por Dios, ¿Cómo va la recuperación? —preguntó Eveline. —Endora me contó.

—¿Ah, si? —una sonrisa traviesa se atravesó por los labios del australiano y dirigió su mirada a la argentina. —¿Le hablas de mí a tus amigos? —bromeó.

La chica rodó los ojos. —Eveline era la persona con la que estaba hablando por teléfono cuando pasó lo qué pasó, así que si, le conté que envié a un hombre al hospital. —Daniel soltó una carcajada.

—Me siento un poco responsable por eso, lo siento. —volvió a comentar Eveline. —Espero que no haya sido muy grave.

Daniel negó, haciéndolo sonar menos fuerte de lo que realmente fue. —Nada que no se pueda arreglar con terapia. —el hombre se volvió a dirigir a Endora, incapaz de seguir ignorando el elefante en la habitación. —Sabes, cuando me dijiste que te habías distraído hablando con una amiga por teléfono y por eso me hiciste caer de la bicicleta, no me imaginé que esa amiga fuera Eveline North.

Endora trago saliva, sonrojándose un poco. —Si, bueno, hay cosas que no sabes de mi.

—Me doy cuenta. —sonrió. Ella achico un poco sus ojos intentando intimidar, hasta que se dio cuenta de un detalle que había estado ignorando hasta ese momento.

—¿Quieres un abrigo? Estás temblando. —esta vez fue Daniel quien tragó saliva algo apenado. El apartamento de Endora tenía la calefacción activada, pero él había pasado tanto tiempo en el frío que su cuerpo aún no se acostumbraba por completo al calor.

—Daniel, por favor siéntate. —la voz de Tom llamó su atención. —Aquí hay mantas. —Endora asintió, guiandolo hacia el sofá, justo en donde ella había estado sentada minutos antes.

—Voy a traerte un café caliente. —el australiano asintió. —Y luego puedes decirme qué haces aquí. —esta vez Endora susurró para que solo Daniel pudiera escucharla y se dirigió a la cocina después de guiñarle un ojo.

Daniel empezó una conversación con la pareja frente a él. Cuando pasó la sorpresa de estar en la misma habitación que Eveline y Tom, pudo darse cuenta que eran personas bastante agradables; Eveline era muy amable y siempre estaba buscando algún tema de conversación mientras que Tom tenía su mismo sentido del humor. Podía ver como eran amigos de alguien tan impresionante como Endora, aunque aún no terminaba de entender muy bien como los conocía, luego lo averiguaría. Una vez que Endora había regresado a la sala de estar y le había entregado el café a Daniel se acomodo junto a él y se unió a la conversación tan naturalmente que Daniel sintió que conocía a Endora de toda la vida y no desde hace una semana. No pasó mucho tiempo hasta que Eveline y Tom decidieron marcharse, a pesar de las objeciones de Endora, Eveline pensaba que si Daniel había llegado de improvisto a la casa de su mejor amiga había sido por algo y lo mejor era dejarlos solos.

—Dos veces en un día. —habló Endora de primera cuando sus amigos habían abandonado su hogar. —No me lo esperaba.

El australiano se quedó admirando a la chica frente a él sin decir una palabra. La manera en la que su cabello caía delicadamente sobre sus hombros, la forma en la que la luz blanca de la sala de estar se reflejaba en sus ojos marrones que lo miraban con curiosidad y algo más que aún no lograba descifrar; había muchas cosas de Endora que aún no entendía por completo pero que se moría por comprender.

—¿Daniel? —volvió a hablar la planeadora de bodas cuando él no le contestó.

El hombre se dio cuenta que su plan de ver a Endora le había salido al revés. Pensó que tal vez con verla una vez más dejaría de invadir todos sus pensamientos pero estaba sucediendo todo lo contrario, estaba ocupando cada vez más espacio en su cabeza.

—Solo quería pedirte perdón una última vez por lo de esta tarde. —respondió. —No quiero hacer las cosas incómodas entre nosotros. Realmente me gustas. —Las mejillas de Endora se ruborizaron ligeramente y el australiano sonrió para sus adentros por lo tierno que le parecía.

—Está todo bien. —replicó la rubia. No era el lugar de Daniel disculparse por algo que ella había empezado, pero lo dejo pasar con tal de que dejara de hablar del tema.

—Me gustaron tus amigos. —el piloto cambió de tema y la chica agradeció mentalmente. —Son divertidos.

—Me alegra. —sonrió ella. —Podemos hacer algo algún día. —Daniel sonrió ante la invitación.

—Definitivamente.

El silencio entre ambos se formó lentamente y ninguno se atrevió a romperlo, no era uno molesto, al contrario, ambos estaban bastante cómodos simplemente existiendo junto al otro. Los pensamientos de Daniel pasaron de admirar la casa de Endora, a reconocer lo cerca que estaban, a como sería rozar sus dedos con su mano, como sería sentir el tacto de su piel, a cómo sería besarla nuevamente. Estaba tarde, debería irse.

—Debería irme.

Ella abrió ligeramente la boca en sorpresa y luego asintió.

—Oh, de acuerdo. —se levantó a la par de Daniel. —¿Quieres que te preste un saco o algo? Debe estar helando afuera. —él se iba a negar antes de que la rubia lo interrumpiera. —Creo que tengo algo de mi papá por aquí. Me lo puedes devolver cuando nos volvamos a ver.

El australiano se lo pensó un poco y terminó por asentir. —Hablando de eso. —dijo con un tono de voz más fuerte debido a que Endora había desaparecido por un pasillo que llevaba a la habitación de invitados. —¿Cuándo nos volveremos a ver? —preguntó mientras doblaba la manta gris que había estado utilizando. —Podrías darme tu... número. —el piloto bajó el tono de su voz en la última palabra cuando Endora había aparecido con un buzo basico color negro en sus manos.

—Me parece buena idea. —contestó ella.

Daniel le entregó su celular a Endora desbloqueado para que ella pudiera anotar su número de teléfono mientras él se ponía el saco. Le quedaba un poco largo y tenía un leve olor a una colonia que le recordaba a  Fernando Alonso, su compañero de Fórmula 1, pero fuera de eso le proporcionaba el suficiente calor para no morir de hipotermia en las calles londinenses.

—¿Todo bien? —preguntó la rubia entregándole el celular. Él asintió.

—Todo bien. —sonrió. —Te escribiré cuando llegue a casa. —esta vez fue Endora quien asintió y se despidió del australiano.

La chica empezó a limpiar la sala y todos los restos de comida y bebidas que habían quedado después de la pequeña e inesperada reunión. Había pasado todo ese día y aún no terminaba de asimilar muy bien la repentina visita de Daniel en su casa, pero había tenido un buen día al final. Minutos después de que terminó de limpiar le llegó un mensaje de un número desconocido diciendo que era Daniel y que había llegado a su casa.

Tal y como le había prometido a Endora, lo primero que hizo Daniel al llegar a su hogar fue mandarle un mensaje, lo segundo que hizo fue subir a su habitación y buscar a Endora en Google. Después de conocer el hecho de que era la mejor amiga de la cantante mundial más famosa, le entró curiosidad. Esperaba encontrar algo común, tal vez su perfil de Instagram o Linkedin, lo que no esperaba encontrar era una corta página de Wikipedia sobre ella y varios artículos de revistas importantes mencionandola. Daniel no sabía si ahondar más a fondo en la información de la rubia o si dejarlo estar, pero la pantalla con el nombre de "Endora Solís" llamaba su nombre y él se dejó llevar por la intriga.

La información en Wikipedia no era mucha, tan solo hablaba de sus padres quienes eran actores bastante conocidos de Hollywood y de su amistad con Eveline y Tom, sin embargo no decía mucho más. Inconscientemente, Daniel bajó la mirada al saco que tenía puesto y solo pudo pensar que le pertenecía a Pablo Solís, un icono de su infancia. Siguió leyendo y le llamó la atención la última frase de la página que mencionaba su trabajo como planeadora de bodas en la agencia House 35. La palabra "boda" desencadenó un recuerdo en su mente y alcanzó su teléfono, esta vez para mandarle un mensaje a Maya.

Daniel ¿Encontraste una planeadora de bodas?

Una hora después, su prometida contestó.

Maya Sip


mango's note

imagínense que van a conocer a la mejor amiga de la persona que les gusta y termina siendo taylor swift, literalmente daniel quedó 🤡

pero bueno, ¿que opinamos del cap? ¿la relación de daniel y maya? ¿la relación de daniel y endora? me gustaría saber que piensan <3

también les quiero agradecer por el apoyo que le dan a la historia, a las personas que votan y comentan, realmente me motivan mucho🤍

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