ᚐ҉ᚐ 08
Minho iba caminando tranquilamente en dirección a casa del castaño. Quería verle y por fin decirle lo que sentía. Tocó la puerta y el padre del castaño abrió.
—Buenos días, ¿está Jeongin por aquí?
—Buenos días, igual. Claro, pasa. Está en su habitación. Pero tiene algo así como compañía.
¿Compañía? Se preguntó Minho, ¿Quién podría ser? Jeongin no tenía más amigos que él.
Sube lo más rápido posible las escaleras. Abre la puerta de Jeongin y lo que vio no le gustó nada. Chan estaba besando al más bajo con las manos posadas en su delicada cintura, mientras que Jeongin tenía los brazos enrollados alrededor del cuello del rizado. Se va de ahí sin decir nada.
La noche cae y Chan dice que tiene que volver a casa, tenía que hablar con su esposa sobre lo que pasó. Con un beso más, se despide de Jeongin y le desea buenas noches al padre de éste.
Yang se duchó para poder dormir fresco. Sentía un poco miedo, ya que era su primera noche solo desde la muerte de su madre. Su padre había conseguido un trabajo, pero lo malo es que era por las noches. Aclaró un poco su mente y se dispuso a no pensar en cosas malas.
Envuelto entre sus cómodas sabanas, reconsideró la propuesta que Chan le hizo sobre quedarse a pasar la noche, pero ya era demasiado tarde. Chan se había ido y estaba solo. Cerró los ojos para poder dormir, mañana tenía que ir a la biblioteca desde temprano.
Un llamado a la puerta le hizo abrir los ojos, bajó las escaleras y prendió las luces.
—¡¿Quién es?! —gritó desde dentro.
—Soy Minho.
Oh, tan solo era su amigo. Con confianza abrió y el chico entró, tomándolo entre sus brazos, apoderándose de sus labios rudamente. Jeongin sintió el penetrante olor a alcohol y algo más. No podía identificar qué, pero tampoco parecía ser algo bueno.
—Pequeño Jeongin-Jeongin... Comenzó hablando. —Tú tienes que entender algo, ¿sí? Si tú no eres mío, no eres de nadie.
—Minho, por dios, ¿qué cosas dices? Mejor ve a casa y mañana hablaremos de esto. Estás borracho y tal vez drogado.
—¡Cállate! ¡No me iré de aquí! —dijo, alzando varios tonos su voz.
—¡Tranquilízate, por favor! Estás asustándome —susurró lo último, preso del miedo.
El semblante de Minho cambió de rabioso a tranquilo. A pasos lentos, se acercó a Jeongin, abrazándolo suave y besando su frente. Del bolsillo trasero de sus pantalones, sacó el arma y sintió a el castaño temblar, susurró un corto.
—Perdón —antes de apretar el gatillo a un costado de la cabeza de Jeongin. El pequeño cuerpo del de ojos claros, cayó al suelo. Muerto.
—¡Te dije que, si no eras mío, no eras de nadie! —le gritó al cuerpo inerte de Jeongin.
Soltó el arma, dejándola caer. Pateó un par de veces al castaño, descargando su coraje. Coraje que tenía consigo mismo.
Segundos después, cayó de rodillas al piso, tomando en brazos el cuerpo del menor, lamentándose de lo que había hecho. Vio el arma a un costado de él, y sin pensarlo más, se apuntó. Matándose. Acabando con su propia vida.
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