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xxiii. el error de blue umbrella


ESPECTRO,
capitulo veintitrés: el error de blue umbrella!



Washington D.C, Estados Unidos — 20 horas después.

          UN ESTRUENDO FUE EL GRAN ANUNCIO QUE PERCATÓ A JOY DE QUE HABÍAN LLEGADO, las luces rojas se encendieron y por el altavoz dijeron que las puertas se abrirían. La rubia parpadeó un par de veces, buscando concentrar su energía en simplemente despertarse y volver a ganar control de su cuerpo. Chris, quien estaba sentado a su lado, bostezó de manera libre; apenas moviéndose un poco para no perturbar la paz de su mujer — quien había descansado las últimas horas en su hombro: el único hábito que ninguno de los dos pudo matar. De todos modos, ninguno de ellos decidió hacer algo al respecto, sino que decidieron preservar la tradición que empezó años atrás luego de un hecho traumático. Williams se espabiló, moviéndose hacia adelante y abandonando el calor que emanaba de la figura de su marido, y estrechó sus brazos para despertar y tolerar el posible entumecimiento que estos tuviesen. Escuchó algo a lo lejos, como si fuese alguien llamándola, pero en esos momentos ella decidió ignorar toda fuente de ruido hasta que al menos sus músculos respondiesen. Sintió que Chris se puso de pie a su lado, pero no miró.

          Tal vez, ella confiaba demasiado en su entorno.

          (Muchas veces eso probaba terminar en un desastre.)

          Joy se puso de pie, siguiendo la iluminación roja que tenía la cabina del carguero militar y bajó la cabeza para mirar su reloj, el cual marcaba las cuatro de la tarde. Zella tendría que enviarles un mensaje para dejar a ambos progenitores tranquilos, como toda rutina. Sin embargo, ella no envió ningún mensaje. Williams lo comprendía: Zella seguía enfadada con ellos — algo completamente normal en una niña de trece. El equipo decidió marchar hacia la salida, en cuanto las compuertas se abrieron y el sol de la tarde empezaba a asomarse, Joy se relamió los labios mientras que Chris soltó un suspiro a su lado.

          —Ya son las cuatro y dos minutos—reclamó Redfield.

          Joy asintió—Lo sé, cielo.

          —Zella no se ha comunicado con nosotros.

          —Eso también lo sé.

          —Voy a llamarla.

          La rubia detuvo su movimiento rápidamente, su mano enguantada aferrada a la de su marido, la cual estaba a punto de salir de su bolsillo con el móvil. El resto siguió su camino, charlando entre ellos mientras que el matrimonio Redfield se quedaba detrás. Chris miró a su mujer, parte de su rostro estaba mezclado con una estoica expresión que pertenecía a un capitán y la otra mostraba preocupación que correspondía muy bien a la de un padre. Joy esperó hasta que él desistiese con tan solo mirarlo, intentando de transmitir la misma seguridad de que Zella Redfield estaba bien, a pesar del poco contacto.

          —Esperemos unos minutos, ¿de acuerdo?—declaró ella antes de sonreír de lado—. La cosa es percatarnos de que ella esté bien, no atosigarla. Ya hablará.

          —¿Crees que seguirá enfadada con nosotros?

          —Los conflictos no se resuelven de la noche a la mañana y lo sabes, Chris. Su enojo es...algo transitorio.

          —¿Y si nos odia por el resto de su vida?

          —¿A eso es a lo que temes?—inquirió Joy enfrentándolo, su semblante parecía serio, casi acusatorio—. A lo que realmente temo es que me la arranquen de los brazos. No temas a que ella te odie, porque lo que haces es para protegerla. Ambos tenemos miedos mayores a que ella simplemente nos odie—se percató de su tono de voz y soltó un suspiro—. Lo siento, eso fue brusco...—alzó sus manos para pasarlas por los brazos de su marido en una suave caricia—. Estamos entrando a un territorio que hemos transitado como personas, pero no como padres, Chris. Debemos tener paciencia, ¿de acuerdo?

          Fue algo en la mirada de Joy que transmitió a Chris Redfield un poco más de seguridad.

          (Solo un poco.)

          Joy le sonrió de lado—Si no se comunica dentro de una hora, puedes llamarla si quieres.

          —Está bien—gruñó el hombre.

          —De acuerdo...¿seguimos al grupo?—añadió ella haciéndose a un lado para señalar el camino.

          Chris simplemente rodó los ojos antes de tironear de la mano de ella para continuar con el camino. Ambos caminando a un paso un poco acelerado para poder llegar al grupo, la sede norteamericana de la Alianza se había expandido completamente desde que ellos la formaron, lo cual demostraba que las naciones del mundo tenían interés en el rubro de terminar con el bioterrorismo. Joy no podía sentir más que nostalgia, habiendo visto el recorrido desde el principio hasta ahora — también rememorando los momentos de crisis que la organización tuvo; pero dentro de todo, esas simplemente eran crisis, algo absolutamente pasajero en aquellas puertas. Chris decidió separarse de ella para poder hablar con John Perlman sobre lo ocurrido con el buque Annabelle en 2014. Ella no lo culpó, ambos estuvieron con sus cabezas metidas dentro del caso.

          —Te veo muy distraída—dijo alguien a su lado y ella se topó con Valentine, quien le miraba de manera casi calculadora, algo que volvió a adoptar con los años—. O estresada. ¿Las cosas van bien en la cama?

          —Ja. No he presentado quejas en el departamento aún—bromeó la rubia pasándose una mano por el cabello suelto—. Pero no voy a negarte que estoy estresada. Se agregó algo más a nuestro...estrés.

          —¿Pagar impuestos?

          Joy le propinó un puñetazo en el brazo a Jill—Eso ya es un dolor constante, tonta. Me refiero a criar a una adolescente que empieza a esconder cosas de ti.

          —¿Zella está en problemas?—añadió Valentine con preocupación y Joy se detuvo en sus pasos, justo dentro de la base, mientras el resto continuaba con su camino—. No me jodas.

          —Chris sintió el olor a pólvora en sus manos hace 72 horas—añadió la rubia antes de relamerse los labios y la expresión de Jill cambio a una de confusión—. Decidimos hablar con ella...

          —Mejor dicho: interrogarla.

          —Es la misma mierda—acotó Williams y mantuvo su mirada con Jill por un largo minuto al hablar—. La cosa es que ella nos estuvo escondiendo que tenía prácticas de puntería con armas de fuego supervisadas por ti. Ninguna de esas prácticas fue autorizada por ninguno de nosotros, Jill.

          Valentine parpadeó, abriendo la boca por un segundo para luego cerrarla, absolutamente perpleja con la declaración de su mejor amiga. Joy no juzgó para nada su reacción, completamente reacia a iniciar una discusión con la persona que llevaba años acompañándola, trabajando junto a ella en incontables batallas y momentos compartidos. Joy Williams no odiaría a Jill Valentine por lo que hizo por su hija, sin embargo, toda relación tiene un límite y más si ese límite incluía al propio futuro de aquella generación. Jill no tardó en sentir un poco de culpa al respecto, sabiendo que Zella (teniendo la edad que tiene) empezaría a buscar caminos poco ortodoxos para salirse con la suya en ciertas cosas u acciones y más en una etapa de descubrimiento personal como la que empezaba a transcurrir en ese momento.

          A pesar de no ser su hija de sangre, la niña sacaba muchas cosas de sus padres que Jill logró verlo como algo tan natural, tan íntimo, que lo dejó pasar.

          (Y ella, lamentablemente, fue el primer muro que derribó por ella.)

          —Oh, diablos...—se lamentó la castaña de cabellos cortos, preocupada por su actitud frente a la niña—. Me temía que eso fuese una mentira y estaba en lo cierto. Por eso la veía tan entusiasmada en entrenar cada vez que venía, tendría que haber confiado más en mis instintos—tocó los brazos de Joy—. Realmente lo lamento.

          Joy decidió tocar su mano—Lo sé y lo entiendo. No te pongas mal por ello. Está bien, te perdono, eres como mi hermana, Jill. Pero también debo poner...límites a lo que mi hija puede y no puede hacer.

          —¿La retirarás del entrenamiento?—inquirió la castaña.

          —No queremos que ella siga nuestra línea de trabajo, Jill—respondió la rubia con seriedad—. Tiene solo trece años, tiene muchas cosas por delante, esta no es una de ellas. Le hemos dicho que no continuará y que por el momento...está castigada.

          Jill se encogió de hombros—Supongo que ella no se lo tomó nada bien.

          —Creo que ya sabes la respuesta a eso—alegó Williams bajando un poco su mirada, volviendo a chequear el horario en su reloj—. Ya se le pasará, confía en mí. Lamento que ella te haya puesto en ese lugar.

          —Nunca le pregunté cuáles eran sus verdaderas intenciones—acotó la castaña pasándose una mano por el cabello castaño que tenía—. ¿Pudieron ver algo?

          —Ella dijo que debía estar preparada para defenderse en el caso de que...—dijo la rubia antes de hacer un movimiento ilustrativo del fin de la frase con la mano, Jill asintió completamente comprensiva.

          —En el caso de que ustedes dos no regresen con vida, te refieres—concluyó Valentine alzando una ceja—. Deberé coincidir con ella en eso, ¿sabes?

          Joy le miró de manera acusatoria—¿Estás de mi lado o el de ella?

          Jill se cruzó de brazos, mostrando un lado más neutro—Estoy de tu lado y en el de ella también, pienso que tener cierto entrenamiento sin armas y combate personal la ayudará a protegerse por su cuenta si ninguno de nosotros está allí para protegerla. Simplemente estaría limitando el uso de armas si alguna situación amerita eso, pero...—se detuvo por un momento para soltar un suspiro cansado, Joy entendía ese suspiro—. Vivimos en un mundo que está amenazado por el bioterrorismo constantemente. Estamos hace tres años detrás de una pista sobre algo que podría ser casi catastrófico, Joy—se relamió los labios—. Si algún día, y que Dios o cualquier persona que esté allá afuera lo impida, hay un incidente donde ella está...

          —Tendrá que saber cómo defenderse—terminó Joy de manera vacía.

          Ninguno de nosotros estuvo preparado cuando ocurrió el incidente en las montañas Arklay, pensó la rubia.

          Era una absoluta realidad: Zella tendría que aprender a cómo sobrevivir.

          Y ella no quería darle la razón a Jill Valentine.

          (De alguna manera, debía darle crédito. Pero su negación como madre se lo impedía.)

          Ver el rostro de Jill y el de ella en un estado de incontables peleas, expresiones llenas de horror y tensión cargada a lo largo de los años era demasiado, demasiado para la propia Zella, quien empezaba a transitar un camino complicado en todos los sentidos: en sentidos físicos y emocionales. Joy no deseaba eso para su propia hija y entendía que su marido tampoco quería eso para la única persona que quería proteger, de mantener alejada de todo ese mundo que ellos descubrieron bajo circunstancias forzosas, un mundo en el que ellos debían vivir sin opción alguna. Joy desistía de todo deseo que Zella formase parte de ese mundo, pero incluso las mejores intenciones podrían romper a una persona y moldearla a su favor — eligiendo si preservar aquella inocencia un poco más o quitarla de la manera menos dolorosa posible.

          Ella tendría que elegir, entonces.

          —Juzgando por tu silencio, pienso que estás a punto de darme la razón—añadió Jill luego de ese largo y doloroso minuto sin hablar—. Solo piénsalo, Joy. Zella no será una niña por siempre—se llevó una mano al pecho—. Y te juro que haré todo en mi poder para protegerla si es necesario, si ustedes no logran regresar con vida a casa. Nada es para siempre, créeme.

          —De acuerdo, lo pensaré—respondió finalmente la rubia antes de apretar sus labios en una fina línea—. Y tendré que hablarlo con Chris primero, él también tiene palabra en esto.

          Jill le sonrió con calidez—Estaré feliz de entrenarla de ser necesario.

          —Primero lo primero, Valentine—advirtió Williams alzando una mano—. Tenemos una misión que terminar, me gustaría dormir tranquila esta noche si es que llegamos a una resolución aquí.

          —Créanme que ya la tenemos—dijo alguien a sus espaldas y ambas se giraron para mirar a Chris recostado sobre una de las paredes—. Vamos, las están esperando en la sala de conferencias. Al parecer se nos unió un aliado.

          —Se supone que somos una alianza contra el bioterrorismo—sentenció Jill mirándolo de manera poco impresionada—. Creía que tu etapa de espía había terminado, idiota.

          —Sigo siendo sigiloso cuando me lo propongo—replicó el castaño antes de guiñarle un ojo a su mujer.

          Joy negó lentamente la cabeza con diversión—El mismo Chris de siempre. ¿De quién se trata, cariño?

          La expresión de Chris parecía casi lúgubre cuando respondió—Blue Umbrella.




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          Joy Williams creía en las redenciones, siempre se encontró con alguien que simplemente quería redimir sus acciones o hundirse más en aquel hoyo negro de la locura. Había personas que ella deseaba salvar, como lo hizo con Jill, como ocurrió con Raymond y luego estaban las personas que simplemente no merecían salvación alguna o que no la necesitaban. Luego, desde el 2004, Blue Umbrella decidió formarse luego del aclamado Pánico de Terragrigia — desligándose de su predecesor que provocó más mal que bien en aquel mundo. La división norteamericana de Blue Umbrella, a pesar de no poder intervenir directamente en los conflictos ocurridos en los últimos 10 años, se encargaba de ayudar a enfrentar al bioterrorismo con armamento y recursos. El matrimonio Redfield mantenía una actitud reacia hacia ellos, sin mostrar ni la más mínima pizca de confianza — ya que, gracias a su predecesor, ellos perdieron no solo a un equipo, sino también a una ciudad entera que aún tenía gente inocente con vida.

          Teniendo en cuenta de que la organización ya había metido sus narices en el asunto de Las Conexiones, Joy y Chris podían imaginarse que querrían colaborar.

          Sin embargo, ninguno de los dos sabía las verdaderas intenciones que tenía Blue Umbrella al respecto.

          (Estaba muy clara la poca confianza que ellos tenían.)

          —¿Hace cuanto que están aquí?—inquirió Joy manteniendo el mismo ritmo de caminata que tenía su marido.

          —Hace una hora, lograron entablar contacto con la central y enviaron a un especialista aquí para hablar con las personas a cargo del caso—respondió Redfield a su lado, ya libre de su equipo táctico—. No es que sean tanto de mi agrado, pero...

          —Necesitamos saber sus intenciones—añadió Valentine detrás de ellos.

          Al meterse dentro del ascensor, Chris presionó la tecla número treinta y cinco, la cual se encontraban todas las salas de conferencias disponibles para reuniones o el despliegue de misiones según la brigada y el equipo. Cuando las puertas se abrieron, el trío de fundadores salió a un pasillo mezclado con blanco y tonos azules oscuros, siendo saludados por cadetes o trabajadores de la Alianza que les tenían aprecio o admiración por su trabajo en los años transcurridos de la BSAA. Jill lideró al grupo mientras que Redfield, de manera muy disimulada, tomó la mano de su mujer en un firme agarre y ella ladeó su cabeza a un lado para mirarlo. Entre las facciones serias de Chris, Joy podía ver una pequeña sonrisa.

          Williams decidió entrelazar sus manos.

          Nora Sera los esperaba fuera de la sala donde se encontraban todos dentro y su mirada se fijó en los capitanes del equipo Alpha.

          —Menos mal que ya estáis aquí, el inspector se estaba poniendo algo impaciente—añadió la científica—. Kiya me sacó porque estuve a punto de darle una buena hostia.

          —No me tientes a permitir esa moción, soldado—añadió Joy antes de entrar en la habitación.

          La habitación de conferencias tenía varias luces blancas iluminando la habitación de manera completa, sombras suaves se proyectaban en las facciones del resto del equipo, quien había tomado asiento en ambos lados de la mesa. Una pantalla grande se desplegaba al otro extremo de la habitación, donde un hombre y una mujer hablaban de manera animada pero discreta. El matrimonio Redfield decidió parase al otro lado para mantener una distancia segura e interesada al mismo tiempo. Nora fue la última en entrar, ocupando un lugar al lado de Kiya, mientras que Jill tomaba asiento al lado de John Perlman. Joy miró en dirección a los dos que estaban en el otro extremo, el hombre era alto, un poco pálido y tenía un ligero acento británico en su voz; su cabello era de un color castaño corto y sus orbes eran azules, no tan oscuros como lo era su traje, que parecía como si quisiese mimetizarse a las paredes del lugar. A su lado, se encontraba una muchacha de rasgos asiáticos, un poco más baja que él, casi de la altura de Rita Welch, con cabello largo y negro. Joy y Chris la conocían como Kai Emery, un operativo de la Alianza que ese encarga de la comunicación y de la táctica de las misiones.

          Chris fue el primero en carraspear ruidosamente, sin antes darle una última mirada a su mujer.

          Los dos del otro lado detuvieron su charla y Kai asintió antes de hacerse a un lado.

          —Oh, vaya, no los vi llegar—se disculpó el hombre antes de saludarlos con la mano—. Lamento haber venido con tan poco tiempo de anticipación, como sabrán...las cosas están un poco tensas en Umbrella.

          Joy alzó una mano como un gesto descuidado—No es noticia para nosotros, señor...

          —Wright, capitana Redfield—replicó el hombre de orbes celestes—. Inspector Spencer Wright, división Delta 01 de Blue Umbrella. Es un placer conocer finalmente a la pareja que fundó toda esta organización.

          Chris fue rápido en decir—El placer no es nues-

          Joy le pisoteó el pie con fuerza y él se detuvo, al mismo tiempo que hacía una mueca de dolor. Fulminó a su mujer con sus orbes claros, claramente recibiendo una mirada de advertencia de marca registrada proveniente de su mujer ante la poca cordialidad que él tenía con el invitado. Era más una mirada de "cuida lo que dices", la cual estaba dirigida más a momentos cuando estaban con Zella y él soltaba alguna que otra grosería, lo cual la niña podía repetir como un disco rayado — sin embargo, al estar solos, eso no iba a ser un problema.

          —Nos han dicho de su solicitud para participar en el incidente bioterrorista ocurrido en Munich y Hamburgo con Las Conexiones—anunció Joy de manera diplomática hacia Wright con poco desdén—. ¿Por eso están aquí?¿Para ayudar o para intervenir?

          —Directa hacia el punto, me agrada—masculló Spencer asombrado—. Sí, capitana Redfield. Queremos ambas cosas: ayudar e intervenir. Lamento no haber movido mis recursos lo antes posible para ayudarlos a combatir a Las Conexiones en Munich cuando ocurrió la transacción de Eveline en 2015.

          El equipo de Joy parecía que estaban a punto de comerse las uñas del enojo para evitar asesinar al inspector Wright por remarcar su falla en la Operación A35 — ni siquiera ella podía ver ese reporte, a pesar de que Chris lo leyó unas 70 veces luego de ver con sus propios ojos el resultado de los esfuerzos para neutralizar a Eveline y obtener a la Megamiceta. Joy apretó su mandíbula ligeramente antes de mostrar una de sus sonrisas más falsas conocidas hasta la fecha.

          —No se preocupe, inspector. Hicimos lo que pudimos—añadió ella manteniendo aquella fachada cordial—. El caso todavía no está cerrado.

          —Por eso nos gustaría mostrar apoyo interviniendo—declaró Spencer mostrándose como un aliado—. Logramos poner un perímetro medido y necesitaremos intervenir en la ubicación exacta donde está ocurriendo el incidente.

          Chris miró a Kai—¿Qué tanto sabemos de la situación?

          —Lo que pude recopilar a través de la investigación que llevamos haciendo y los avances de Blue Umbrella, demuestran que el incidente se está expandiendo en un radio de cinco kilómetros a la redonda, en un lugar en el medio de la nada—anunció finalmente Emery, dando un paso al frente—. Ellos lograron poner un perímetro. Todo se concentra en un epicentro común, un rancho amplio.

          —¿Alguna víctima?—inquirió Joy.

          —Sí, la familia Baker, conformada por Jack, Marguerite, Lucas y Zoe Baker—respondió Kai al mismo tiempo que asentía—. Aparentemente, Eveline logró introducirse en la familia y tiene a dos rehenes más.

          —¿Rehenes?—preguntó Marion alzando una ceja.

          —Cómo lo escuchaste, aparentemente encontraron un coche a la entrada del rancho—respondió Spencer con absoluta profesionalidad—. Los papeles y la patente pertenecen a Ethan Winters, un hombre que se reportó como desaparecido hace unos días por unos amigos en Los Ángeles, California.

          Con ello, colocó una carpeta que tenía el logotipo de Blue Umbrella en la mesa y con suficiente fuerza lo hizo deslizar por el resto del recorrido para terminar bajo la palma de Chris Redfield.

          —¿Por qué hacer todo un tramo en auto desde una punta a otra?—añadió Valentine inclinándose hacia la mesa—. ¿Qué estaba buscando?

          —Ir de vacaciones ahí, lo dudo—añadió Emma cruzándose de brazos.

          —Hace un par de años, desde 2014, él lleva buscando a su mujer—declaró Spencer posando ambas manos sobre la mesa—. Mia Winters. Aparentemente encontró una pista y...—alzó su mano intentando de hacer una obviedad—. Ya sabemos cómo sigue la historia.

          Emily Berkhoff apoyó sus codos en la mesa—¿Y cuál es el papel de Lucas Baker en todo esto? El informante que interrogamos dijo que él estaba en constante contacto con Las Conexiones.

          —Creemos que Lucas es el nexo entre Eveline y el propio sindicato. Eveline es simplemente una niña, o al menos eso sabemos—acotó el inspector mirando a la mujer rubia—. Por eso...damos nuestra asistencia.

          O, tal vez, necesitaban la propia asistencia de la BSAA.

          Blue Umbrella, según la cantidad de información que tenían recopilada y las conclusiones que sacaron, ya había hecho su propia intervención. Parecía una broma de mal gusto, teniendo en cuenta de que estuvieron años para volver a ganar su reputación como una empresa farmacéutica y militar para combatir lo que ellos mismos crearon para su atribución en la Guerra del Terror. Era toda una ironía y Joy estaba empezando a cansarse de ello.

          Joy soltó una carcajada—Es un gran chiste.

          —¿Disculpe, capitana?

          Hasta incluso Chris se giró para mirarla.

          —Ustedes no necesitan asistencia propia, porque ustedes ya intervinieron—respondió la capitana de manera severa—. Blue Umbrella ya hizo su acto de presencia en el rancho de los Baker y puedo apostar todas las balas que tengo cargadas en mi pistola a que ya intentaron hacer contacto con la víctima, Ethan Winters—miró hacia su marido, quien mostraba en su rostro una mezcla de profunda admiración y sospecha por las palabras antes de volver a mirar a Spencer, caminando con decisión hacia él—. Dígame, inspector Wright, ¿cuántos soldados perdió en el primer asalto?¿cuántos más perdieron la vida intentando detener a Lucas Baker?

          Para cuando ella pronunció su última pregunta, ya había acorralado a Spencer contra la pared del fondo:

          —¿Cuántos soldados más enviarán para poder hacer el maldito trabajo?

          Spencer tragó con dureza.

          (Joy lo esperó con la poca paciencia que le quedaba.)

          Chris intentaba ocultar una sonrisa de lado ante los métodos de intimidación (los cuales algunos no funcionaban en él) que tenía su mujer frente a idiotas.

          —Dígame, inspector, o se me acabará la paciencia—advirtió Joy mostrándose más amenazadora que antes.

         —Enviamos un grupo de quince soldados, solo tres volvieron con vida—respondió Spencer luego de un largo silencio—. Enviamos a otro grupo para poder arrestar a Baker, pero perdimos contacto con ellos hace horas. Por eso vine aquí, capitana Redfield, necesitamos ayuda de la BSAA. Con enviar solo un equipo de ustedes me conformaré.

          Joy se giró para mirar a Chris, quien parecía mantener su vista en la carpeta, para luego subirla y hacer contacto visual con su mujer. Ambos capitanes parecían estar interesados con terminar el caso, así lo harían y lo ejecutarían por todos los medios posibles. Williams asintió y Chris se enderezó.

          —Perfecto, la tendrán—anunció Chris al otro lado—. Pero lo haremos a nuestra manera, con nuestras tácticas y nuestros hombres. Saldremos en quince horas. Estén atentos para ver qué equipo irá. Sugiero que descansen para ese entonces.

          Sin más preámbulos, él fue el primero en retirarse de la habitación. Joy sabía que vendría un debate de quién de los dos iría y quién se quedaría cuidando a Zella, además de vigilar toda la operación.

          Lo que ella menos quería era una discusión.

          Joy se giró para mirar de nuevo a Spencer—Espero que esto sirva cómo lección antes de enviar gente que no está experimentada a las líneas enemigas, inspector.

          —Créame, ya lo entendí.

          —Esperaré las coordenadas y pondré a mi equipo en movimiento en menos de diez horas. ¿Tenemos un trato?

          —Sí, capitana. Tenemos un trato.




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sin editar

introduciendo a MATT SMITH como INSPECTOR WRIGHT

y a KAREN FUKUHARA como KAI EMERY

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