❪PRELUDIO❫
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MORTALITY
preludio!
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❝Se necesita una gran valentía para defender a nuestros amigos, pero mucha más para hacer frente a nuestros enemigos.❞ — Anónimo.
𝑴 𝑶 𝑹 𝑻 𝑨 𝑳 𝑰 𝑻 𝒀 : 𝑬 𝑳 𝑷 𝑹 𝑬 𝑳 𝑼 𝑫 𝑰 𝑶
Londres, Inglaterra — 28 de Agosto de 2006
EL CALOR CORPORAL SE CONCENTRABA EN TODO SU CUERPO CUANDO ELLA DESPERTÓ, junto con el sol siendo tapado por las nubes que anunciaban una tormenta que parecía casi inminente, anunciando que el día sería más inclemente de lo que se esperaba en las calles inglesas. En cierto modo, aquello tenía un toque fascinante entre sus líneas, dejando en claro que, si uno lo llegaba a ver bien, podría disfrutarse quedándose en un mismo lugar por horas. Sus ojos verdes pasearon por la quieta habitación, empapelada con un tapiz de aire victoriano mezclada entre blancos y grises que hacían la habitación más clásica de lo que ya era la ciudad en aquel tiempo. Cierta persona le apreciaba ver aquellos detalles, aunque fuesen mínimos, insulsos, siempre le gustaba admirarlos — como también engullirse más en las sábanas blancas y grises que rodeaban su cuerpo, junto el de su amante, quien permanecía dormido profundamente a su lado: abrazándola con fornidos brazos y su rostro hundido en hebras de cabello rubio largo, aspirando su aroma como si fuese el oxígeno que él necesitaba para vivir y el calor que ella recibía era el único que podía necesitar para mantenerse con vida.
(Joy Williams empezó a sentir que había caído muy hondo cuando se dio cuenta de ello.)
Oh, pero se sentía tan bien.
Tan bien que ella temía que se terminase tan pronto.
Joy Williams sentía que su guardia bajaba cuando tenía a Chris Redfield cerca en momentos de quietud como ese, que se permitía sentir y permitía que sus emociones estuviesen no solo atravesándola a ella, sino que también a él y viceversa. Todo aquel deseo, aquella lealtad y amor que creían tan hundido dentro de ellos ahora se encontraba floreciendo poco a poco; como si fuese un árbol que permanecería vivo por siglos y en el que ambos se mantendrían unidos. Era casi inevitable que la rubia no se acordase la primera noche que compartieron juntos desde su maravillosa (y Chris diferiría de esto con ganas) jugada en el Queen Zenobia — donde los nervios, la incertidumbre y sentimientos encontrados estaban saliendo a flote. Había veces que Joy se concentraba en mirar a Chris dormir, pegado a su cuerpo y rostro acomodado en su pecho, vulnerable hasta en sus ojos con una expresión tan apacible que ella no dudó en preguntarse: ¿Qué sería de este hombre si ella le rompiese el corazón?
Joy estaba muy apegada a él.
Y no solo por el irrefutable, irrevocable amor que sentía hacia él y para él.
Si no por tantas experiencias vividas juntos, desde Spencer, hasta Zenobia y posiblemente más allá de eso. La brecha que formaron con tan solo conocerse, no lo amenazó con separarlos más: si no con juntarlos hasta finalmente unirlos en vida. Sacrificios habían sido hechos, alianzas habían sido formadas y traiciones también, pasando a través del caos solamente para que ambos sobrevivientes se junten. Para que Joy y Chris terminasen tan juntos como para declararle al mundo que tendrían que mover tierra y cielo para poder separarlos. Los orbes verdes de Joy miraron en dirección al reloj que había en la mesa de luz del hotel e intentó moverse, así logrando que el castaño apretase su agarre en ella. La base europea de la BSAA les ordenó presentarse a las diez y apenas eran las ocho de la mañana. Joy volvió a moverse y aquel dulce pero satisfactorio dolor que tenía en su cuerpo le hizo detenerse en seco — se mordió el labio inconscientemente al tener el recuerdo recurrente de la noche anterior.
Había veces que ambos se comportaban como adolescentes hormonados.
Sin embargo, ya los dos estaban empezando sus treintas: Joy con 31 y Chris con 32.
Su amor seguía siendo igual de brillante, cosa que ellos no vieron en los años previos a finalmente reconocer y si Joy se miraba en un espejo, tendría rastros de él en todo su cuerpo. El amor, el anhelo y el puro salvajismo era algo que compartían ellos dentro de un ámbito muchísimo más íntimo que el circulo que conocía como eran los dos: en ese caso se trataba de Jill y Claire. La rubia se revolvió entre el agarre de Chris, volteándose para poder verlo, estando cara a cara con él. Sus facciones estaban relajadas, completamente en calma y tan suavizadas que había veces que Joy pensaba que Chris se había vuelto más joven. Con su pulgar, ella trazó una línea invisible en su mejilla, en una suave caricia mientras que el resto de sus dedos se colocaba cuidadosamente en su mandíbula que empezaba a tener rastros de bello facial formando así una barba que picaba fuegos artificiales contra la piel de Joy. Ella se mordió el labio de manera inconsciente, admirando la pura belleza que tenía la persona frente a ella.
—Toma una foto, durará más tiempo—dijo Chris con voz muy grave.
Williams esbozó una sonrisa de lado y Chris abrió un ojo.
—¿Hace cuanto que estabas...?
—¿Despierto?—prosiguió el castaño abriendo ambos ojos, su mano acariciando la espalda desnuda de la rubia con círculos—. Desde que te moviste. De alguna forma debía evitar que te fueras de la cama.
—No podía levantarme, literalmente tenía a un oso grizzli pegado a mi espalda—le respondió la rubia—. Además de que me duele todo...gracias a ti y a tu salvajismo.
Chris soltó una carcajada—Déjame recordarte que no te quejabas precisamente por ello anoche, sino que lo disfrutaste con absoluta libertad. Pienso que fue una misión bien cumplida.
—Y que no fuimos para nada silenciosos—murmuró la rubia antes de hundir su rostro en el cuello de Chris, sonrojándose de manera inmediata.
—¿Crees que Jill nos escuchó?
—Te apuesto a que sí—respondió ella en voz baja contra su cuello—. Si estoy en lo correcto, tú harás la lavandería del mes siguiente—se alejó un poco para ver que el castaño esbozaba una sonrisa ladina—. ¿Apuestas o no?
—Podremos comprobarlo ahora, si es que tienes humor para una ronda matutina—espetó el castaño antes de ponerse encima de ella y Joy soltó una carcajada animada antes de besar sus labios lentamente, con ambas manos tocando las mejillas de Redfield y él sumiéndose a ella completamente embriagado.
Un golpe se escuchó contra la puerta de la habitación, el cual provocó que los dos agentes se detuviesen y la voz de Jill Valentine se escuchó al otro lado:
—¿Ya terminaron su sesión de sexo, tortolitos?
—Puede ser...—declaró Joy en voz alta antes de estremecerse al sentir los labios de Chris en su cuello—. ¿Escuchaste algo de lo que pasó anoche?
—Por un momento creí que ya se estaban montando una película porno ahí dentro—replicó la castaña rodando los ojos y Chris soltó una carcajada contra la clavícula de la rubia—. La próxima misión pediré otra habitación separada de ustedes—abrió un poco la puerta, revelando su rostro apacible y sus cabellos largos castaños sueltos—. Además, vine a despertarlos, porque sus traseros no se levantarán y los necesito a un 100% para la visita que le haremos a Spencer hoy.
—No tenías que mencionar nada más—espetó la rubia antes de tironearle el pelo a Chris—. En diez minutos estaremos listos—miró en dirección al castaño—. Ya me oíste, grandulón. Levántate.
—Sí, señora.
Joy le envió una mirada de advertencia antes de salir de la cama, encaminándose hacia su maleta para empezar a vestirse.
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Mansión de la familia Spencer, ubicación desconocida — 3 horas después.
Joy no podía creer que estaban siguiendo una pista sólida, ni siquiera Chris podía creérselo o incluso Jill; pero se trataba de un hecho, estaban a muy cerca de arrestar al último miembro de la Corporación Umbrella con vida: el mismísimo Oswell E. Spencer. Habían estado los últimos trece meses buscando cualquier rastro de Albert Wesker que fuese lo suficientemente concreto para darles luz verde para seguir. Diablos, incluso Charlotte Harmon les estuvo ayudando durante sus meses siendo una agente SOA para la BSAA antes de que Joy la escoltase de vuelta a la Casa Blanca hacía casi un mes (lo cual no fue extremadamente placentero, teniendo en cuenta las circunstancias de su supuesta muerte) y más cuando ella les dijo que el doctor Dalton Bauer estaba colaborando con el propio Wesker. La ayuda de la pelirroja fue demasiada y Joy siempre estaría en deuda con ella.
—Deberíamos invitarle un par de copas a Lottie—dijo Jill a través del comunicador, las hélices del helicóptero eran fuertes fuera—. A modo de agradecimiento por la ayuda que nos ha dado.
—Si no llegamos a encontrarnos alguna pista aquí, esperaremos a que ella capture a Bauer—respondió Chris al lado de la rubia—. Luego de que termine de acomodar sus papeles, claro, no creía que Kennedy fuese tan...apasionado.
—El pobre creyó haberla perdido, idiota—le dijo Joy codeándolo—. Tendrías que haberle visto la cara cuando la vio de vuelta. Si él quiere protegerla de Bauer, entonces ese plan que él tiene es bueno.
Chris le miró de manera inquisitiva—¿Quieres que utilice ese plan contigo?
—Dudo que tengas los huevos.
Valentine lo señaló con su dedo índice, de manera amenazadora—Y lo harás en un lugar que tenga mucho sol y flores, no en un lugar que olerá a muerte.
Chris Redfield alzó ambas manos en rendición y recostó su cabeza contra el hombro de Joy, posando su mano izquierda en la pierna de la rubia. Ella sonrió antes de poner su mano sobre la de Redfield, apretándola en un fuerte agarre. Un relámpago resonó en el cielo, junto con una fuerte tormenta que se alzaba afuera y el trío de agentes de la BSAA se dio cuenta de que ya estaban en el ojo del huracán — tan amenazante, tan peligroso y con una incertidumbre gigante que ni siquiera ellos sabían lo que encontrarían dentro de las coordenadas a las que iban. El helicóptero aterrizó y sus PDA indicaron hacia dónde dirigirse, entonces, al abrir la puerta, el trío sacó sus armas antes de salir en dirección a lo desconocido.
El ambiente era frío, gélido.
Las nubes ocultaban la luna llena poco a poco.
Y ellos simplemente avanzaban a través del claro de un bosque.
Un relámpago iluminó el cielo, siendo seguido por el ruido de un trueno haciéndose paso a la tierra de los vivos. Chris lideraba el trío al frente, mientras que tenía a Joy a su lado derecho y a Jill en su lado izquierdo, los tres atentos ante cualquier ruido, cualquier amenaza que pudiese intentar alguna jugada con ellos. A lo lejos, una gran mansión se establecía a sus anchas, alzándose con profunda grandeza entre el comienzo de una noche tormentosa y fugaz. Joy no logró evitar el escalofrío que recorrió su cuerpo entero, parando sus pelos en punta al recordar un ambiente tan familiar como lo era en ese momento.
—Tengo un mal presentimiento—espetó ella intentando de no sonar cobarde.
—Créeme, yo también lo tengo—replicó Chris mirando a la rubia de reojo—. La historia se vuelve a repetir.
En cierto modo, Redfield tenía razón: la historia se volvía a repetir y los únicos miembros que lograron sobrevivir fueron tan pocos, que ya ni siquiera importaba si saldrían vivos o muertos — si encontrar a Albert Wesker valía la pena, entonces ellos irían de cabeza. Rápidamente, se acercaron hacia el lugar, donde una puerta cerrada y unas luces encendidas les daban la bienvenida por fuera, pero el lugar estaba en absoluta quietud. Chris fue el primero en intentar abrir la puerta, sin embargo, esta estaba cerrada. Joy se permitió respirar hondo, inspeccionando sus espaldas por si algún perro infectado estuviese esperando el momento más oportuno para cazarlos. Chris le asintió a Jill y ella guardó su arma para forzar la cerradura.
—Chris a Cuarteles, respondan—dijo Chris por los comunicadores—. He llegado a la ubicación del objetivo con Joy y Jill.
—Recibido, Chris—anunciaron al otro lado—. Prosigan y capturen al objetivo.
—De acuerdo.
—¿Tienen algo para decirnos sobre el área?—preguntó Joy con una mano en su comunicador—. Digamos que esto se ve como una película de terror.
—Como si todas nuestras misiones estuviesen en un campo de rosas—se quejó Jill mientras aflojaba el cerrojo—. Lo único que espero es que no empecemos a ciegas.
—El escáner del satélite no muestra nada anómalo, sin embargo...—replicó el Cuartel General—. Estén preparados para cualquier sorpresa.
—Diablos, no—murmuró Joy bajando el arma—. Como si no lo estuviéramos.
Jill soltó una carcajada—¡Lo tengo!
Chris y Joy apuntaron hacia la puerta, el castaño llevó una mano al picaporte, expectante. Sus robes cafés se dirigieron a las dos agentes que estuvieron a su lado desde el primer día.
—Estamos listas, Chris—anunció Joy.
—A patear traseros—dijo Jill.
Redfield, con seguridad, asintió—Bienvenidas al infierno, señoritas.
Y con gran fuerza, él abrió la puerta, siendo el primero en entrar. Jill fue la siguiente y Joy miró por un momento afuera, sintiendo un fuerte nudo en su garganta; antes de ser la última en entrar, cerrando la puerta a sus espaldas con un fuerte estruendo. El silencio que se formó dentro de la mansión puso al trío en alerta, siendo sus respiraciones lo único que escuchaban. El vestíbulo era casi idéntico al que había en las montañas Arklay, una copia más grande que su predecesor y eso quitó un escalofrío a la rubia. Una gran mancha de sangre se encontraba en el medio de todo, seca y esparcida violentamente contra la superficie. Joy fue la primera en acercarse para examinar la gran mancha, mientras que el resto vigilaba el perímetro que empezaba a explorarse.
—¿Qué diablos pasó aquí?—murmuró Jill admirando el vestíbulo.
Chris soltó un suspiro—Esto no me trae buenos recuerdos.
—Aquí pasó algo, algo bastante grave—sentenció la rubia poniéndose de pie para mirar a sus compañeros de equipo—. ¿Cuál es el plan?
—Esto puede que sea el único perímetro abierto que tengamos, sugiero que no nos separemos tanto de este punto a menos que alguien encuentre alguna puerta abierta—respondió Chris alternando su mirada en las dos mujeres—. Mantengan sus comunicadores activos por si llegan a ver algún hostil. Recuerden usar sus nombres código.
—Hecho—dijeron las dos agentes y Chris miró silenciosamente a la rubia, indicándole que tuviese cuidado.
Ella le sonrió antes de proseguir.
Joy avanzó por una alfombra roja que tenía tallos de hojas tejidas de manera muy delicada en sus costados, eso la llevó detrás de la gran escalera que les daba acceso a un segundo piso y la rubia bajó por las escaleras para encontrarse con una conjunción de dos escaleras que daban a una puerta enrejada cerrada. A su lado, estaba enmarcado algo para insertar lo que posiblemente se trataba de una manivela. Joy rodó los ojos antes de llevarse un dedo al comunicador.
—Aquí Halo, equipo. Encontré una posible puerta que nos permita el avance—se relamió los labios—. Pero está bloqueada y hay una hendidura para poner algo, una manivela.
—¿Qué diablos tiene este con las manivelas?—se quejó Chris por el comunicador.
—Es un hombre de gustos refinados—añadió Jill antes de bufar en voz baja.
—¿Quieres encontrar algo así en un hombre, Vermilion?—se burló Joy inspeccionando el lugar, hasta toparse con una palanca.
Jill carcajeó—No, gracias, es todo suyo.
—Es un bastardo obsesivo, eso es lo que es—declaró el castaño antes de soltar un gruñido—. Hay puertas que están cerradas. Vermilion, ayúdame a forzarlas.
—De acuerdo.
Joy bajó la palanca y varios cerrojos se abrieron en el segundo piso. La rubia abandonó su lugar para poder seguir el rastro de donde se originó el sonido. Al tomar las escaleras principales, un trueno resonó en el exterior, al mismo tiempo que un cuerpo caía frente a ella — haciendo que casi se cayera de espaldas al suelo. La rubia se llevó una mano al pecho para poder calmar su respiración, desviando la mirada a un lado, donde se topó con Chris mirándola desde un balcón, justo frente a una puerta. Ella asiente, a modo de confort, diciéndole silenciosamente que todo está bien y su mirada se fijó en el cuerpo que había caído justo frente a ella.
—¿Qué diablos fue lo que te sucedió, colega?—preguntó ella en un murmuro.
En efecto, lo que ella descubrió en aquel guardia fue que sus ojos estaban bien abiertos y que había un gran festín de sangre danzando en el traje de color gris. Jill silbó en su dirección, logrando que ella la mirase y la castaña señaló un peldaño que estaba dañado, el cual no podía permitirle el paso a la siguiente puerta. Joy entendió el mensaje y subió las escaleras rápidamente para llegar hasta ella.
—Dudo que el espacio sea muy ancho, pero no quiero tentar a la suerte saltando por mi cuenta—dijo la castaña mirando al otro lado—. Échame una mano.
—De acuerdo—asintió la rubia antes de colocarse al borde, juntando sus manos para poder impulsar a Jill.
La castaña corrió hasta pisar las manos de Joy y ella la impulsó para saltar hacia el otro lado, aterrizando de manera suave en sus dos piernas. La rubia tuvo que agarrarse de la baranda al perder un poco el equilibrio, soltando un gruñido en el proceso, hasta que sintió una mano agarrando su muñeca con fuerza. Cuando levantó la mirada, Chris estaba allí, tirando de su brazo para poder estabilizarla.
—¿Dónde está Jill?
—Investigando la puerta que está ahí—respondió la rubia señalando la puerta que se encontraba detrás de ella—. ¿Tú encontraste algo para reportar?
Chris asintió, soltando la muñeca de Joy e irrumpió en las comunicaciones—Alfa a Nido, ¿me reciben?
—Lo recibimos, Alfa. Adelante.
—Hemos encontrado algunos cadáveres. A juzgar por sus heridas, parece que fueron atacados—su mirada se dirigió a la gran escalera—. Supongo que eran parte del cuerpo de seguridad de Spencer. Solo Dios sabe qué acabó con ellos.
—Recibido. Ya sabíamos que esta misión no sería pan comido.
Y que lo digas, pensó Joy.
—Utilicen extrema precaución y cautela.
—Recibido, Nido—declaró Chris asintiendo y las comunicaciones cesaron.
—Chicos, estoy en un comedor—anunció Jill y su voz no reflejaba algo bueno—. Y esto no me trae lindos recuerdos.
—Lo dice la persona que estuvo encerrada en la primera mansión—espetó Joy antes de caminar en dirección a las escaleras—. Y que no estuvo esposada a un idiota arrogante por conveniencia—Chris aclaró su garganta a sus espaldas y ella le guiñó el ojo, mientras que él le levantaba el dedo medio—. Además, no es que te hayas perdido de mucho. Solo fueron golpes y moretones, nada más.
—Yo sigo preguntándome cómo pudieron trabajar juntos estando esposados—replicó la castaña—. O cómo hicieron para no matarse entre ustedes. Oh, encontré un arma. Veré si puedo bajar y abrirles la puerta.
—No revelaremos secretos, Jill—bramó Chris al lado de Joy, ambos bajando por las escaleras.
—¿No les recuerda a los viejos tiempos?
Joy hizo una mueca—En ese momento, estar esposada a mi actual pareja no fue un momento perfecto para mí, si no como una pesadilla haciéndose realidad. ¿Si me recuerda a Raccoon? Desgraciadamente, sí. Diablos, ahí es donde todo empezó.
—Estar esposada a una mocosa me enseñó muchas cosas.
—¿A revisar mejor tus armas, Tubo de Plomo?
—No lo dejarás ir, ¿verdad?
—Nope, que seas mi pareja y compartamos básicamente todo, no significa que vaya a soltar eso.
Jill soltó una carcajada—Cuesta creer que esto ocurrió ocho años atrás. Supongo que ya empiezo a sentirme vieja. Y ustedes tardaron mucho tiempo en estar juntos.
Joy se detuvo a ver a Chris, esbozando otra vez aquella sonrisa de lado—Valió la pena esperar, ¿no?
Redfield soltó una carcajada por lo bajo, negando su cabeza con diversión. Para luego levantar la mirada cuando Jill les abrió la puerta y ellos la siguieron para investigar dentro.
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Decir que las cosas habían dado un giro completamente inesperado era quedarse corto de palabras — en todos los sentidos habidos y por haber, o al menos los que ellos conocían. La mansión perteneciente al linaje Spencer era una maldita trampa, combinada con una prisión y catacumbas que la hacían ver más peligrosa de lo que aparentaba ser. En cuanto encontraron la manivela, se aventuraron hacia la puerta que estaba detrás de las escaleras, topándose con puertas que llevaban a prisiones donde el olor moribundo y nauseabundo a cadáveres inundó su entorno, agudizando sus sentidos como si un sexto sentido les estuviera advirtiendo en letras rojas: "¡Aléjense de aquí!¡Vuelvan por donde vinieron!". De repente, se dieron cuenta de que ya no podían contactar con el cuartel y que su aventura parecía ser simplemente un rodeo por catacumbas llenas de infectados; bestias que transportaban armas y solo veían por un ojo en su espalda.
—Ugh, ¿pero qué diablos es ese olor?—se quejó Jill asqueada.
—No lo sé, solo espero que no nos topemos con lo que sea que lo produce—dijo Chris con semblante positivo.
Williams se giró para mirar a los dos agentes, su rostro muy inexpresivo—Díganme, ¿hemos tenido alguna vez tanta suerte?
—Esa es la positividad que adoro de ti, Joy—replicó el castaño con sarcasmo.
Y, para cuando cruzaron una puerta tan enrejada, con un infectado pisándole los talones, el suelo de madera se rompió por lo gastado que estaba — provocando que el trío de agentes cayese hacia un vacío bastante oscuro soltando un grito. Joy no sabía si había chocado con un pedazo de madera o con un cuerpo, pero sintió que el agua la engullía y paraba su caída. Ella salió rápidamente de allí, un tintineo silbando en sus oídos junto con dolor muscular por la caída, lo cual le hizo soltar un gruñido. A su lado, Chris se tocaba el hombro, mientras que sacudía su cabeza para poder quitarse el agua mugrienta que caía en pequeñas gotas a su rostro.
—Eso...no lo vi venir—murmuró Joy.
Chris le tendió su mano—Vamos, te ayudaré.
Al ayudarla a ponerse de pie, ella se lo agradeció con una sonrisa y luego miró a su alrededor.
Jill Valentine no estaba.
—¿Dónde...?¿Dónde está Jill?—preguntó Joy sin separar su mano de la de Chris, su otra dirigiéndose al comunicador—. ¿Jill?¿Jill, me recibes?
—Estoy bien, te recibo fuerte y claro—replicó la castaña—. Huh, pero hay un problema. No tengo mis armas.
Joy y Chris tocaron sus bolsillos, la rubia topándose con sus cuchillos en una pierna y la funda de su arma vacía en la otra. Buscó en su arnés superior y su Samurai Edge descansaba dentro de la funda, cargada con balas. Chris soltó un gruñido al encontrarse solo con su cuchillo.
Chris chasqueó su lengua—Yo también estoy sin armas. Pero Joy tiene la suya.
—Tengo al menos unos cuatro cargadores para usar, no es mucho.
—Los utilizaremos con cuidado—asintió él mirándola—. Jill, busquemos un punto de reunión, ten cuidado.
—Ustedes también.
Los dos ex pilotos decidieron caminar por lo que parecían ser alcantarillas muy antiguas, donde había luces de emergencia frías que iluminaban poco y nada el lugar. Joy decidió tomar la delantera, confiando en que Chris cuidará su espalda si la situación lo amerita. Lentamente, cruzaron un par de pasillos, hasta que un sonido gutural le hizo levantar el puño a Joy — así deteniendo a Chris y ambos vieron pasar a otro de esos monstruos arrastrando una gran ancla completamente oxidada. Williams empujó a Chris hacia la oscuridad, escondiéndose cuando el monstruo se detuvo frente a ellos. El castaño observó como las manos de Joy se encontraban agarrando con fuerza las tiras de su chaleco, dejándolo quieto en su lugar y sus manos fueron directamente a los brazos de la rubia cuando el monstruo se fue. Los orbes verdes de ella miraron los de él, ambos quedando en silencio antes de que él asintiese de manera segura.
—Vamos a reunirnos con Jill—murmuró él.
Se toparon con una gran plataforma que tenía dos hendiduras para manivelas, sacando así un suspiro de frustración de los dos agentes, quienes no dudaron en rodar los ojos ante la insinuación.
—Este hombre está definitivamente loco—se quejó la rubia.
—Ya quiero arrestarlo, por favor y gracias.
—¡Psst!
Los dos ladearon sus cabezas en dirección hacia la voz y se toparon con Jill Valentine de pie en un pasillo más elevado que ellos, quien sonreía de oreja a oreja mientras sostenía dos manivelas.
—Tengo un plan.
La plataforma, según la teoría de Jill, podía elevarse utilizando las manivelas y esta podría usarse contra el monstruo que montaba guardia entre las alcantarillas. En su camino hacia ellos, también, la castaña mencionó ver una puerta que tenía un encastre hexagonal y que si lograban abrirla — podrían escapar del peligro. Así que la pareja accedió a lo que parecía ser un plan de llevar el monstruo a la trampa de caza y Joy sería la carnada debido a tener un arma; el castaño intentó intervenir, pero al ver la mirada decisiva en los ojos de su pareja, él sabía que ella tendría todo bajo control.
—Sé cuidarme muy bien solita, Redfield—le dijo ella con su arma en alto.
Chris movió su cabeza a un lado—Me gustaría diferir de esa opinión, cariño, pero realmente no quiero dormir en el sillón cuando volvamos.
—¿Has dormido en el sillón?—preguntó Jill sin creérselo.
—¡Solo fue por una noche!—se excusó Joy en voz baja.
—¿Y eso fue por qué...?
—Por la araña que puse dentro de su cajón—replicó Chris rodando los ojos.
Joy le levantó el dedo medio y dio la señal para salir en búsqueda del monstruo andante. No tardó mucho en encontrarlo, teniendo en cuenta que el sonido que producía el ancla gigante al arrastrarse le dio una posible ubicación. Ella disparó en dirección al ancla y eso le dio pie al monstruo para enfocar toda su atención en la rubia, quien empezó a moverse lentamente hacia el punto donde sus compañeros la esperaban. Con absoluta paciencia, ella giró por donde estaba la plataforma ascendiendo, mostrando unas picas que matarían a la criatura una vez ella diese la señal. Entrando en terreno peligroso con la bestia, Joy se lanzó a un lado, dando la señal a sus compañeros quienes soltaron las manivelas y la gran placa bajó estrellándose contra el infectado — matándolo instantáneamente.
La rubia silbó bajo antes de levantarse.
—Pan comido—dijo ella.
—¡De lleno!—exclamó Jill.
Chris recobró una pieza hexagonal completa, mostrándoselas a las dos mujeres. Jill tomó la pieza en sus manos y señaló el camino con su cabeza, indicándoles que la siguieran por el laberinto de pasillos. Las rejas no tardaron en levantarse, así dejando una escalera metálica oxidada a la vista. Subieron rápidamente, encontrándose al otro lado del lugar donde cayeron previamente y siguieron unas escaleras hasta toparse con dos cadáveres — sus pistolas en el suelo, sin ser utilizadas.
—Al menos tenemos armas—dijo Jill tomando una pistola y entregándole otra a Chris.
Joy caminó en dirección a un pasillo que tenía iluminación a través de velas y la luna que creaba sombras duras contra las ventanas descubiertas. Un relámpago iluminó el cielo otra vez, así dejando a la rubia en silencio por unos minutos y un nudo en su garganta empezó a crecer. Jill y Chris se pusieron a su lado, procediendo a caminar de manera cautelosa para dirigirse a una gran puerta al final del pasillo. Joy no dejó de sentir aquel nudo en su garganta.
Tic.
Tac.
El sonido de sus pasos anunciaba la llegada al fin.
Tic.
Tac.
Ellos estaban a punto de arrestar al último miembro de Umbrella y tomarían el paso siguiente para poder derrotar al ex capitán del Equipo Alfa de STARS.
Se detuvieron en la puerta.
—Podremos con esto—dijo Jill con seguridad.
Chris y Joy asintieron.
—¡Ahora!
Abrieron la puerta, entrando a una gran biblioteca con un ventanal gigante al final, siendo decorado por dos figuras. Una vestida de negro, de pie, mirando por la ventana y la otra tendida en el suelo — una gran mancha de sangre adornando el cuerpo sin vida de Oswell E. Spencer. Su corazón delator señalaba a la única persona vil y cruel que fue el autor de dicha e indudable muerte, vestido tan oscuro como la noche que el olor a cuero brotaba de su cuerpo a borbotones y su mirada siniestra le quitó un respingo a Joy.
Albert Wesker se giró hacia ellos.
Albert Wesker asesinó a Spencer.
Un relámpago iluminó su figura, como un demonio.
La vida y la muerte nunca fueron justas para nadie, Joy Williams, pero supongo que eso lo sabes muy bien, le dijo él la primera vez que la vio.
Era como enfrentarse al diablo otra vez, justo como lo hicieron en Rockfort, justo como lo hicieron en Rusia.
Y justo como lo harían ahora.
—¡Wesker!—bramó Chris y abrió fuego.
Ellas también.
Wesker esquivó cada bala. Cada. Bala.
Se movía como un sinfín, tan rápido que Joy tenía miedo de perder su puntería precisa. Chris fue el primero en ser golpeado, luego Jill recibiendo otro golpe y Wesker la desarmó a la rubia en cuestión de segundos — levantándola por el cuello y estampándola contra la pared, quitándole el aire de los pulmones en un maldito milisegundo. Ella peleó, peleó y peleó hasta que Chris lanzó un golpe que la soltó del agarre del diablo. El aire retornó a sus pulmones, dejando que ella respirase de manera agitada, tosiendo violentamente. Chris y Jill intentaron golpearlo, el silbido de las balas resonando en la habitación, dándole la oportunidad a ella para recobrarse. Con un fuerte gruñido, ella se levantó, dispuesta a cargar contra el ex capitán de STARS.
Jill salió disparada a un lado, chocando contra una biblioteca y soltando un gruñido de agonía.
Joy sacó su cuchillo.
Una pelea trivial empezó entre ellos, Joy moviéndose tan rápido como los relámpagos que iluminaban el cielo — dispuesta en llegar a la misma altura de combate que Wesker. Blandió su gran cuchillo con habilidad, combinando cortes, giros y rotaciones que estaban apuntadas a dar puñaladas en cada uno de los puntos que ella marcaba en su cuerpo — dejando que la violencia hablase en su propio idioma y que su odio floreciese como una hiedra venenosa en su cabeza; nublando su juicio para remplazarlo por justicia tan dominante como sus propios golpes.
Albert se movía rápido.
Y él logró quitarle el cuchillo a la rubia en un movimiento sutil, pero efectivo.
Joy soltó un chillido de agonía.
Albert incrustó el cuchillo en su hombro y la pateó a un lado, lanzándola al suelo.
Luego, todo parecía fogoso. Chris peleando una última instancia con Wesker, siendo arrastrado hacia una mesa para luego ser lanzado hacia el suelo cerca del ventanal. Joy gruñó al sacarse el cuchillo, dejándolo en el suelo aturdido. La rubia miró fijamente la figura de su amado, contrastada por la de Wesker, quien parecía tener la corona de los muertos. Ella respiró agitadamente, sintiendo dolor agudo y penumbroso en su hombro — la sangre tiñendo su traje azul marino de manera escandalosa.
Oh, créeme, yo sé lo que es perderlo todo.
Joy odió recordar sus míseras palabras.
Sentir que tienes todo bajo control, sentir que todo es seguro y que nada puede salir mal. Pero alguien viene y te arrebata todo eso de tus brazos. Ese es el peor castigo que un ser humano puede sufrir.
Wesker tomó a Chris de su cuello, alzando lentamente su puño.
No.
No, no, no, no, pensó ella con desesperación.
Wesker iba a arrebatarle a Chris.
Ella no podía perderlo, no ahora que al fin lo tenía en sus manos.
—¡CHRIS!—exclamó ella en un sollozo.
Sus pies se movieron solos.
Jill también gritó algo.
—Acabamos con esto—bramó Wesker.
Las dos mujeres cargaron contra el rubio, desestabilizándolo y así cruzando la ventana en un último acto que las condujo hacia el otro lado — cayendo hacia un precipicio de manera estruendosa, ambas alejándose de la única persona que las comprendía, dispuestas a dar su vida por la de su compañero. Joy ni siquiera se despidió de él, pero entendía que posiblemente su cabeza daría contra una roca y que su vida se terminaría allí. El agua la hundió, frenando su horrible destino, ahogándola con tanta violencia que ella luchó. No sentía la presencia de Wesker, ni la de Valentine, si no que flotaba.
Flotaba.
No estaba muerta.
Estaba viva.
(O al menos si ella nadaba a la superficie podría llegar a estar más viva aún.)
Su cabeza salió a la superficie, dando una gran bocanada de aire y la tormenta se volvió más violenta. Ella miró a su alrededor, buscando a Jill con la mirada.
—¡¿Jill?!—llamó ella con falta de aliento.
Nadie respondió.
—¡JILL!—insistió.
No había rastro de ella.
Se hundió al ver una ola queriendo chocar contra las rocas y empezó a nadar hacia algún lado, buscando alguna orilla para poder buscar tierra firme. Una playa, a varios metros al este, captó su atención y ella dio brazadas hasta allí, sintiendo la arena debajo de sus dedos. Ella tosió violentamente, quitando el agua que tenía alojada dentro y se recostó contra la arena blanca, resplandeciente en la noche. El mar la empapó por completo, pero ella permaneció recostada, débil, inútil, pero viva.
—Por el maldito amor a Dios—dijo ella y buscó algún rastro de Jill en la playa.
Solo ella estaba ahí.
—No, no, no, no—balbuceó a punto de romper en llanto, levantándose—. ¡Jill!¡Jill!¡JIIIILL!
¿Acaso...?
—¡MIERDA!—gritó ella tan encabronada consigo misma, sintiendo que su corazón recibía más puñaladas que la primera vez que vio a un compañero morir.
Jill no podía estar muerta.
Joy saltó con ella.
Ellas cayeron juntas, como muchos lo hacen.
Joy sobrevivió.
¿Eso significaba que Jill...?
—Mierda, mierda, mierda—sollozó Joy y su respiración empezó a sentirse más agitada; su vista se aflojó y su corazón latía muy rápido, obligándola a caer de rodillas en la arena, pasando por un ataque de pánico.
Chris no estaba allí para ayudarla.
La rubia buscó una manera de enfocar su atención, repitiendo los ejercicios que la doctora Atlas le había enseñado en sus primeras sesiones luego del incidente en Arklay hace ocho años. Respiró hondo, pausado, buscando llenar y despojar sus pulmones con aire, cerró los ojos para así mantener su mente en blanco, sin estar nublada por emociones negativas.
El dolor siempre está dentro de nosotros, Joy.
Ella apretó sus puños, concentrada en su respiración.
No lo fuerces, no lo esperes, deja que simplemente fluya. Confía en el proceso.
Y, como si fuese repentino, recordó su voz.
Tranquila, estás bien. Respira hondo.
Sus hombros se relajaron y ella soltó lágrimas, para luego abrir sus ojos, siendo iluminados por la luna. Ella sabía que no podría encontrar a Jill estando sola y herida, ella...ella debía volver con su compañero, con su amante y una vez que ella se sintiese a salvo, ambos pensarían un curso de acción apropiado.
—Está bien, está bien—se dijo a sí misma, con voz temblorosa—. Encontraré a Chris primero, luego...luego buscaremos a Jill. Tú puedes, mocosa, pon tu mierda junta.
Le tomó al menos una hora llegar hasta una fachada de la mansión, la cual escaló con habilidad antes de encontrarse con helicópteros de la Alianza a punto de aterrizar frente a la entrada de la estancia. Ella corrió con equilibrio para acercarse más, sin embargo, un pinchazo surgió en su cabeza y se imaginó que podía ser por la pérdida de sangre que tenía en el hombro. Soltando un gruñido, ella se bajó de donde se encontraba parada e intentó trotar para llegar hacia la zona. La voz estridente de Chris clara en sus oídos dando órdenes.
Su voz estaba mezclada con rabia, dolor, miedo y desesperación.
—¡No me interesa!—bramó él—. ¡Quiero que metan a hombres a buscar sus cuerpos mar adentro y en las costas!¡Están a manos de una persona muy peligrosa!¡Tenemos que actuar ahora!
Exaltado, impetuoso y nadie podía detenerlo cuando estaba así.
(A excepción de ella, claro.)
—¡Chris!—llamó ella antes de salir corriendo a su dirección.
Cuando él la vio caer por segunda vez, el alma se le cayó al piso, destrozándolo esta vez para mal, pero había algo en Joy Williams que la hacía sobrevivir lo que sea — siendo incapaz de matarla por completo y ver su figura corriendo hacia él, llenó sus orbes castaños con lágrimas de miedo y alivio. Fue cuando la tuvo en sus brazos que se dio cuenta de que ella había vuelto a él, aferrándose a su cuerpo como si se trataba de una planta haciendo crecer sus raíces en la tierra. Chris la acunó en sus brazos, enamorado, perdido y encontrado al mismo tiempo, estrechándola con fuerza y ella lloró con alivio.
—Estoy bien, estoy aquí, estoy bien—dijo rápidamente, abrazándolo con fuerza—. Iba a matarte...—sollozó ella con miedo—. N-No podía permitir eso. Te amo demasiado para permitirlo. Perdóname...
Él la interrumpió con un beso febril, desesperado y apasionado.
Ella estaba ebria en cuestión de segundos, segura en sus brazos.
—No te atrevas a hacer esa jugada otra vez, Joy—espetó el castaño al separarse de ella, su mirada reflejando tantas emociones que abrumaron a la rubia—. ¿Me oíste?¡Nunca más!
Oh, créeme, yo sé lo que es perderlo todo.
Joy lo besó otra vez, buscando tranquilizarlo con su mera presencia y él aceptó el beso, así intentando de ralentizar el pulso acelerado de su corazón. Se separaron, ella permitiendo que él enterrase su rostro en el cuello de la rubia, sosteniéndolo justo como él la sostenía. Williams dejó salir más lágrimas.
—Jill no está, Chris.
—La encontraremos, cariño—dijo él contra su cuello.
—Ella no salió a la superficie como yo.
Chris se separó para mirarla con decisión—La encontraremos. No pararemos hasta encontrarla.
Ella unió su frente con la de Chris, manteniéndose cerca de él. La tormenta continuó azotando el cielo y las esperanzas de la Alianza de encontrar los dos cuerpos pertenecientes a Valentine y Wesker. Con el tiempo, la búsqueda no dio frutos, ni siquiera una pista. Finalmente, luego de cuatro meses de búsqueda, Jill Valentine fue dada por muerta en acción el día 23 de noviembre de 2006 — su nombre marcado en la lista de mártires perteneciente a la BSAA, donde no solo figuraba su nombre, si no el de otros soldados y agentes que habían caído en el proceso. Joy lloró tan fuerte la noche después de que la Alianza enterrase un ataúd vacío con una tumba grabada con el nombre de quien fue su mejor amiga.
Pero eso no parecía ser el final, si no el comienzo.
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