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iii. activos para desperdiciar


NUEVOS DIOSES,
capitulo tres: activos para desperdiciar!



          JOY Y SHEVA LLEVABAN LA DELANTERA MIENTRAS QUE CHRIS CARGABA A ZELLA EN LA RETAGUARDIA, la niña comportándose como un ángel entre los brazos del castaño, quien no la soltó en ningún momento desde que empezaron con su trayecto hacia la ubicación que había dejado el equipo Alfa. El silencio de radio por parte de ellos fue algo perturbador, por lo que Joy debía concluir que lo peor ya habría ocurrido con el equipo de soldados SOU. Kirk se comunicó con ellos para decirles que ya no tenía más información de su parte para poder dar un informe preciso y que debían avanzar rápido para poder ayudar. El camino por donde se fueron eventualmente los llevó a un edificio que era viejo, algo oscuro, pero aún servía para todo tipo de cosas — como organizar una venta de armas biológicas de manera ilegal, claramente. Cuando giraron en una esquina, topándose con unas escaleras, un grito desgarrador se escuchó en los pisos superiores; deteniendo en seco a los tres agentes y Zella se tapó los ojos, escondiendo su rostro en el cuello de Chris.

          Sheva miró de manera inquisitiva a la rubia, quien le devolvió la mirada con confusión.

          —¿Será el equipo Alfa?—preguntó la africana.

          —Solo hay una manera de averiguarlo.

          —Vamos—dijo Chris, posando una mano en la nuca de la niña, intentando tranquilizarla—. Las sigo.

          Cuando continuaron, las escaleras mostraban una sustancia bastante viscosa y de color opaco, casi negro. Ninguno de los agentes se atrevió a tocarlo, ni siquiera la niña, quien seguía recostada en el hombro de Chris. Al subir las escaleras, las dos mujeres guiaron el camino hacia otro pasillo, el cual parecía un gran campo minado de cuerpos. Joy miró a Chris de reojo, dándole el mensaje de que tapase los ojos de la niña y él no tardó en posar una mano en el rostro de la niña para así poder avanzar. La rubia mantuvo su guardia en alto al llegar a una zona descubierta, donde varios cuervos sobrevolaban ante el olor a carne fresca, completamente contaminada y muerta justo al rayo del sol. Joy se tapó los ojos por un momento, percibiendo el cambio drástico de luces que afectaba a sus pupilas y eso fue suficiente para enfocar su mirada.

          Un soldado de la BSAA estaba colgado, sin vida, donde esa misma sustancia viscosa emanaba de él.

          —¿Qué diablos está pasando?—murmuró Sheva a su lado.

          Joy bufó en voz alta—Sea lo que sea, no es nada bueno.

          Subieron otro par de escaleras, finalmente llegando a lo que sería el objetivo marcado en sus PDA y las dos mujeres abrieron la puerta trabada con una fuerte patada, pasando rápidamente para poder inspeccionar la habitación — siendo interrumpidas por una fuerte tos. Apuntaron sus armas hacia un hombre que yacía recostado en el suelo, todo a su alrededor estaba destruido y varios cuerpos estaban descuartizados, manchando paredes y el piso de sangre mezclada con la misma sustancia que habían visto antes.

          —¿Qué diablos ha pasado aquí?—preguntó Chris sin creérselo.

          —Esa es la pregunta del millón—dijo Joy antes de acercarse hacia el hombre de poco cabello, quien intentó incorporarse—. Capitán DeChant, por favor no se levante.

          Redfield dejó a la niña en el suelo, quien se quedó inmóvil al ver tantos cuerpos esparcidos por todos lados. Sus orbes cafés miraron al castaño acercarse a la rubia, tomando al capitán del equipo Alfa por los hombros. Sheva se colocó a su lado, dispuesta a vigilarla por unos minutos mientras que los dos agentes de alto rango se encargaban de hacer las preguntas ante tantas incógnitas que había en el aire — como si con el aliento que llevaba Dan DeChant podrían resolver los problemas de un tirón.

          —Eh, ¿quién hizo esto?—preguntó Chris al capitán.

          DeChant soltó un quejido de dolor—Algo nos atacó...

          Joy observó que mucha sangre salía de su boca, que tenía varios agujeros penetrando al traje y que la vida estaba a punto de abandonar sus ojos con malicia. La rubia se enderezó, mientras que el capitán, con sus últimas fuerzas, intentaba de declarar lo último que le encomendaron.

          —Irving...consiguió escapar...—forzó Dan con dificultad—. Era una trampa...

          —¿Una trampa?—murmuró Joy con incredulidad—. ¿Pero quién sabría sobre nuestros movimientos?

          —No lo sé...u-un infiltrado, tal vez...—añadió el capitán y le tendió un disco duro a Redfield—. Tomen esto.

          —No mencionaron nada de esto en el plan de acción—declaró Chris confundido—. ¿Qué es exactamente?

          —Información sobre sus planes—dijo Dan antes de escupir sangre, Sheva se movió detrás de ellos, pero los dos agentes mantuvieron su mirada fija en el capitán SOA—. La saqué de su ordenador...—soltó un quejido de dolor más audible—. Tienen que llevarla al cuartel general...como sea...

          El capitán no tardó en caer al suelo, completamente en seco.

          Una mancha de sangre empezó a cubrir el piso.

          Chris llevó dos dedos al cuello del capitán, esperando por unos segundos antes de bajar la mirada. Joy debía imaginarse que el capitán resistió lo que pudo hasta que la ayuda llegó, solamente para entregar alguna pista sobre Irving que fuese relevante y finalmente despedirse de aquella miserable vida. ¿Qué haría en todo caso? Tal vez estaba mejor si se quedaba muerto, así podría avanzar el resto sin tener que cargar peso muerto que cambiaría las variantes de la misión en cuestión de segundos. Chris bajó la mirada por un momento, sintiéndose decepcionado por no poder hacer nada más al respecto — y la rubia se agachó a su lado, alzando su mano para posarla en la mejilla del castaño; una mirada cálida dirigida a él.

          Zella observó con curiosidad el íntimo intercambio que tenía el matrimonio frente a ella.

          Chris tomó la mano de su mujer.

          —Hay veces que no podemos salvar a todos—dijo Williams de manera suave—. Y eso lo entiendes muy bien.

          Su marido asintió.

          —He visto a alguien—dijo Sheva irrumpiendo detrás de ellos—. Pero escapó antes de que pudiera perseguirlo.

          Joy asintió—Y el equipo Alfa nos dejó un último bote salvavidas.

          —Kirk, ¿me recibes?—añadió Chris llevándose una mano al comunicador mientras se ponía de pie—. Tenemos la información acordada, pero el equipo Alfa ha caído. Irving ha logrado escapar.

          —Entendido. Transmitan los datos desde el vehículo que está en el almacén—respondió el piloto al otro lado—. Eso los enviará a los Cuarteles.

          —Recibido.

          Chris le entregó lo que parecía ser un disco duro a su esposa y ella abrió su mochila rápidamente para meterlo. Zella se acercó hacia la pareja con timidez, alzando su cabeza hacia Chris y este miró hacia abajo, regalándole una sonrisa a la niña. Joy volvió a colocarse su mochila, para luego girarse a ver la situación que tenía a sus espaldas: su marido sonriéndole a una niña de cinco años que había visto uno de los horrores más traumáticos del mundo. Era inevitable que su corazón se llenase de alegría y regocijo al ver que Chris conectaba muy bien con una niña que no era suya — tal vez, cuando la misión esté terminada, ellos podrían empezar a trazar aquel camino de tener hijos.

          Solo después de que la misión terminase de manera exitosa.

          Joy se agachó a la altura de Zella—Anakupenda, unajua? (Le agradas, ¿sabes?).

          —Yeye ni mrefu sana, anafanana na dubu (Él es muy alto, parece un oso)—dijo la niña mirándolo.

          Joy soltó una carcajada.

          —¿Qué fue lo que te dijo?—le preguntó Chris.

          —Me dijo que eres muy alto y que pareces un oso—señaló la rubia a su marido, guiñándole un ojo.

          —Lamento interrumpir, pero esto no tiene buena pinta—dijo Sheva desde la puerta—. Tenemos que seguir adelante.

          —Imeeleweka, mwenzangu (Entendido, colega)—dijo Joy.

          Chris volvió a tomar a Zella en brazos, asintiendo al mismo tiempo y los dos siguieron a la africana quien tomó la delantera, abandonando la habitación donde estaban los cadáveres del equipo Alfa. Tomaron un ascensor que descendió hacia un pasillo del mismo edificio, sin dejarles más alternativa que seguir adelante. Se toparon con una puerta bloqueada al entrar en una habitación llena de cadáveres, Sheva y Joy se dirigieron a otro pasillo, el cual las llevó a una sección llamada "Cuarto de Hornos" — Chris fue el último en entrar junto a la niña, observando como una gran cámara que estaba encendida lanzaba llamaradas.

           —Encontré algo—dijo Sheva atrayendo la atención de los dos agentes—. Otra llave.

          Joy asintió antes de mirar en dirección a la cámara que resultaba ser un horno gigante—¿Por qué esto está encendido?

           —Yo no me acercaría tanto si fuese tú—le advirtió Chris a la rubia.

          —Ja.

          —Esa llave será para la puerta bloqueada, ¿verdad?—preguntó el castaño mirando a Sheva.

          Alomar se encogió de hombros—Solo tenemos una manera de averiguarlo.

          Chris tomó a la rubia del brazo, quien estuvo inspeccionando la máquina que le daría poder a aquel horno, para luego llevarla junto a él hacia la puerta que estaba bloqueada. Sheva patrulló el perímetro mientras que Chris se encargaba de la puerta, Zella agarrada a una pierna. Joy se giró hacia Sheva, apuntando con su pistola hacia cualquier punto hasta que, de manera repentina, algo viscoso empezó a moverse en el techo. El trío de adultos miró cómo diferentes parásitos, con forma de gusano, caían en cascada para poder así tomar el primer cadáver que estaba en el paso. Zella soltó un grito, escondiéndose detrás de Chris y tapándose los ojos ante la cosa horrorosa que estaba presentándose frente a ellos.

          Joy concluyó que eso definitivamente no era humano.

          —¿Qué demonios es eso?—preguntó Sheva horrorizada.

          —¿Me lo preguntas a mi?—le dijo Joy.

          Los gusanos tomaron más y más cadáveres, haciendo que el trío de agentes apuntase con sus armas a lo que parecía ser un cuerpo gigante armado con diferentes cadáveres expuestos. Mucha sustancia viscosa negra se encontraba esparcida en el suelo y un gran brazo intentó golpearlos, pero ellos se agacharon a tiempo. Un arma bio-orgánica de aquella magnitud, con esa fuerza y con una cepa de virus que ellos solamente sabían por rumores, podía suponer una simple cosa: el fin del equipo Alfa de la BSAA. Tendría sentido que el equipo estrella que tomaría el manto de arrestar a Irving debía ser eliminado con una de las armas poderosas del mercado — ¿para qué desperdiciar aquella oportunidad?

          No se trataba de una trampa, como dijo DeChant.

          Era una declaración.

          —¡Eso es lo que atacó al equipo Alfa!—exclamó Chris antes de disparar.

          Joy tomó a la niña en brazos, antes de saltar a un lado al ver que otro brazo iba dirigido hacia ella. La rubia corrió en dirección al pasillo que conducía al Cuarto de Hornos y escuchó disparos a sus espaldas, donde Chris y Sheva intentaban detenerlo con las pistolas. Zella se abrazó a su cuello, cerrando sus ojos con fuerza ante el aullido que soltó la gran bestia y Joy buscó algún lugar para poder esconderla. Miró el panel que controlaba la energía del horno, donde había un hueco que podría esconder bien a la niña.

          —Kaa hapa, usiondoke mpaka nikuambie (Quédate aquí, no te muevas hasta que te lo diga)—ordenó la rubia en suajili, recibiendo un movimiento de cabeza afirmativo por parte de la niña.

          Al girarse, se topó con Chris y Sheva disparándole al monstruo. Los orbes verdes de Joy alternaron su dirección entre la BOW y el gran horno que tenía a su lado.

          (Joy podía llegar a ser muy rápida cuando se lo proponía.)

          Ella silbó hacia Chris y Sheva, quienes se giraron.

          —¡Métanlo en el gran horno!—exclamó la rubia.

          Los dos agentes asintieron y continuaron con su labor de llamar la atención del BOW, Joy se escondió junto a Zella para evitar ser descubierta, observando como este entraba en la trampa y los dos agentes salían por la otra puerta. Williams se puso de pie, bajando la palanca con fuerza, activando el cierre de las puertas y una alarma que iluminó toda la habitación de rojo. El fuego salió en grandes llamaradas, quemando todo el tejido de que tenía el monstruo y varios chillidos salieron de aquel horno — donde, de manera débil, cayó el enemigo. Su piel hecha de gusanos y parásitos grandes terminó derritiéndose, como si se evaporara del lugar, dejando en su lugar un gran charco nuevo. El trío de agentes entró a la cámara para procurar que el arma bio-orgánica estuviese verdaderamente muerta.

          Sheva soltó un suspiro de alivio—Es un milagro que esa cosa esté muerta.

          —Algo me dice que esta es la primera vez que peleas contra una BOW—señaló Chris a su lado.

          —Huh, digamos que no tuve tanto entrenamiento como ustedes—dijo Sheva al encogerse de hombros.

          —Oh, nosotros nunca tuvimos entrenamiento como tú lo tuviste, Sheva—añadió la rubia guardando su arma en la funda—. Nosotros simplemente actuamos por intuición la primera vez.

          Y parecía como un recuerdo que había pasado ayer.

          ¿Qué es esa cosa?

          —Todos tenemos una primera vez, Sheva—declaró el castaño pasando a su lado—. Pero pocos sobreviven esa primera vez—miró hacia un lado—. ¿Dónde está Zella?

          La niña se asomó por la puerta, de manera tímida.

          —Imekwisha? (¿Ya se acabó?)—preguntó Zella.

          Joy simplemente asintió.




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Estación de Trenes de Kijuju — 1 hora después.

          Joy se recostó contra una pared, sentándose un momento para tomar aire, mientras que Chris le tendía una botella con agua a Zella para que se hidratase. El calor le calaba los huesos a Joy y ella creyó firmemente que el día no acabaría hasta que ellos terminasen la misión. Ella sentía que el chaleco táctico se le estaba pegando a la musculosa gris que llevaba puesta debajo, al igual que sus pantalones — Joy volvió a acomodar su cola de caballo en el cabello rubio y percudido por la suciedad. Su mirada verde se fijó en la figura de Sheva, quien recargaba sus armas con munición que encontró entre los diferentes edificios que eran controlados por los Majinis. El cadáver de una mutación Majini, la cual intentó atacarlos con una maldita motosierra, se encontraba descomponiéndose a un lado, junto con el resto de otros cadáveres de infectados de la zona. Joy estaba bastante segura que la alerta de que ellos estaban moviéndose rápidamente para llegar a Irving en la estación para ir a las minas era la mismísima razón por la que tuvieron que tomar un descanso luego de semejante batalla. Kirk no se volvió a contactar con ellos desde ese entonces la última vez cuando tenían el cadáver de DeChant frente a ellos.

          (Sin embargo, a pesar de la muerte del equipo Alfa, las ordenes continuaban siendo las mismas.)

          Chris ya se estaba planteando un plan C, más que el B.

          El almacén donde almacenaron los datos que brindó DeChant al equipo no estaba tan lejos, el ascensor los dejó justo en la puerta. El trío entró con las armas en alto, donde inspeccionaron con cautela los vehículos estacionados de la Alianza — al menos hasta que Chris chasqueó la lengua al encontrar algo.

          —Aquí está—dijo él antes de abrir la puerta de la camioneta y mirar a su mujer—. ¿Tienes el disco?

          —Oh, espera.

          Zella terminó apoyando ambos pies en el suelo, observando como la rubia le entregaba el disco duro a su marido, y Joy luego le tomó la mano a la niña para llevarla hacia una de las cajas, donde la sentó sin esfuerzo alguno. Chris no tardó en ponerse a tipear códigos en la computadora, ingresando a una interfaz que le permitiría transmitir los datos al cuartel.

          —¿Qué era esa cosa?—preguntó Sheva aun consternada.

          —Como te dijimos antes, una maldita arma bio-orgánica que nos dejó el bastardo de Irving—señaló Chris con la mirada en el ordenador—. Teniendo en cuenta lo que le hizo al equipo Alfa, creo que tenemos suerte de seguir respirando.

          —Si hubiéramos llegado antes...—se lamentó la africana.

          —Sheva, no pienses en ello—le advirtió la rubia con cuidado, su mirada seca contra la afligida que tenía Alomar—. Tú no puedes controlar el ritmo de la situación o lo que sucede. Si hubiéramos llegado antes, probablemente también habríamos muerto. Y eso no es lo ideal.

          Chris se llevó una mano a la oreja izquierda—Chris a Cuarteles, ¿me reciben?

          La estática al otro lado parecía no reconfortar a Joy.

          —Aquí el cuartel general—respondieron—. Buen trabajo. Analizaremos la información inmediatamente.

          —Toda la ciudad se está yendo al infierno—añadió Redfield—. La gente de aquí actúa como esos Ganados descritos en el Informe Kennedy.

          La rubia tocó su comunicador—Además de eso, hay algo nuevo, algo con lo que jamás nos habíamos encontrado antes; es peligroso—se relamió los labios—. No disponemos de ningún vehículo. Solicito nuevas instrucciones.

          —La misión sigue en pie. Su prioridad es capturar a Irving.

          Sheva parpadeó—¿Qué...?

          —Creemos que ha podido huir a la mina, al otro lado de la estación de tren.

          —Espera, solo quedamos nosotros tres—contraatacó Chris frunciendo el ceño—. Tenemos a una sobreviviente entre nosotros. ¿Quieren que vayamos allí sin refuerzos?

          —El equipo Delta ya está en camino. Ellos les ayudarán a localizar y a arrestar a Irving.

          —¡Pero, espera, no podemos...!—discutió Sheva.

          —Repito, la misión sigue en pie. No podemos dejar que escape. Vayan a la mina al otro lado de la estación. Corto y cierro.

          —¡Esto es una locura!—se quejó Sheva con enojo—. ¿Por qué...?

          —Por que somos las únicas personas que ellos creen que somos capaces de llevar a cabo tal misión, Alomar—sentenció la rubia mirándole fijamente—. Somos carne de cañón. Así es como algunas personas nos ven, lamentablemente.

          Chris cerró la puerta con fuerza—¿Alguna vez has tenido la sensación de que tu vida no importa nada?

          Era clara la respuesta, juzgando por la mirada de Sheva.

          Ellos, como agentes, siempre eran reemplazables.

          Eran activos para desperdiciar.

          Joy salió de su trance luego de que Chris le tendiese su botella de agua para que se hidratase. La rubia lo aceptó con una sonrisa mientras que Sheva se acercaba a ellos. Su expresión llevaba algo sombrío, como si siempre estuviese tensa — Joy no la culpaba, eso era lo que ocurría durante las primeras misiones. De todos modos, esto no era una caminata al parque. Más cuando Kirk Mathinson había dejado un último mensaje con una voz llena de pánico antes de cortarse.

          —Juzgando por el último mensaje que dejó Kirk, algo malo ocurrió.

          —Estás trabajando en tu intuición, felicidades—bromeó Joy antes de alzarle la mano a su marido.

          Chris la ayudó a ponerse de pie, mirándola a modo de advertencia—No seas así con la novata.

          —¿Qué? Estoy diciéndole indirectamente que me agrada—replicó Joy sonriendo de lado, antes de codear a su marido—. La estoy introduciendo al humor americano.

          —Ustedes dos son los americanos más raros que he conocido hasta ahora—dijo Sheva señalándolos con su dedo índice—. Y lo digo en serio.

          Joy le guiñó un ojo antes de dirigirse a la niña—Tunaenda? (¿Nos vamos?).

          Zella asintió, poniéndose de pie para tomar la mano de la rubia. El equipo continuó hasta una gran señal de humo, donde una puerta enrejada les obstruía el paso. Había un silencio formado en el entorno, casi que era tangible al alzar la mano y Joy sabía que tanto silencio podría decir que el peligro estaba más cerca de lo que ellos creían; su agarre en la mano de Zella no se había aflojado en ningún momento. Chris y Sheva se encargaron de mover aquel portón a un lado, haciendo que la rubia entrase al nuevo terreno que era el origen del humo y Williams no tardó en soltar un respingo al ver un helicóptero prendido fuego frente a sus narices.

          ¿Acaso el último mensaje de Kirk era una señal de auxilio?

          —Mierda...—masculló Joy.

          —Oh, Dios mío...—se lamentó Sheva a sus espaldas.

          El matrimonio Redfield miró en dirección hacia donde ella miraba.

          El cadáver de Kirk Mathinson estaba empalado en una gran estaca de metal, siendo quemado por las llamaradas que acompañaban al humo negro. Kirk, el piloto que había ayudado a Chris y a Jill a escapar del Zenobia, estaba muerto.

          Chris bajó la mirada—Kirk...

          Los cuervos empezaron a revolotear sobre ellos, de manera casi violenta.

          Zella empezó a tironear de la mano de Joy, su rostro mostrando pánico ante la situación. La rubia le miró con el ceño fruncido, pese a lo que ocurría a su alrededor, mientras que Chris y Sheva miraban con atención cómo los cuervos empezaban a volar en mayor cantidad encima de sus cabezas. Zella no había cesado en su tarea de tironear la mano de la rubia, su mirada alternándose a ambos lados. Joy se agachó frente a ella, buscando alguna razón por la que esté asustada.

          —Kuna nini Kunguru wanakutisha? (¿Qué pasa?¿Te asustan los cuervos?)—le preguntó la americana.

          Zella negó con rapidez, antes de buscar con la mirada algo. Señaló unos rastros de motocicleta que había a un lado y Joy frunció el ceño, la niña señaló su oído. Williams intentó de hacer la conexión entre la motocicleta y el oído de Zella, haciendo silencio por un solo momento. A lo lejos, escuchó un motor, era una motocicleta que venía muy fuerte en el camino. Esta, a pesar de que ella no debía pensarlo, se estaba acercando, más y más. Allí entendió el miedo de la niña: alguien venía por ellos. Pero...¿por dónde?

          —¿Escuchan eso?—murmuró Sheva.

          Como si fuese repentino, una motocicleta salió de la nada, dando un salto hacia el trío y Joy agarró a la niña para lanzarla a Chris, para luego empujarlos junto a Sheva a un lado — exclamando un "¡Cuidado!" hacia ellos.

          Luego de eso, Joy sentía que tragaba polvo y tierra.

          (Y que estaba siendo arrastrada por la misma tierra llena de sangre.)

          —¡JOY!

          La rubia logró enderezarse, colocándose de espaldas al suelo, soltando un chillido ante la fricción que hacía la tierra contra su ropa. Un disparo detuvo su trayectoria y ella rodó por el suelo, poniéndose de pie rápidamente gracias a la mano que le tendió Alomar. Chris puso a Zella detrás de él, las dos mujeres creando un triangulo junto a él para cubrir los flancos que estaban cubiertos con más infectados con motocicletas. Estos los amenazaban constantemente mostrando aquellos mismos tentáculos que emanaban por su boca. Chris y Joy empezaron a disparar hacia los tanques, logrando explotar dos y esquivar dos motocicletas que intentaron acercarse. Se separaron cuando una intentó ir directamente hacia ellos. Chris acabó con Zella en sus brazos, buscando un escondite para la niña.

          —¡¿De dónde diablos salieron?!—exclamó la rubia.

          —¡¿Me lo preguntas a mi?!—se burló Sheva.

          Joy sofocó una carcajada.

          (Sheva aprendía muy rápido.)

          —¡Mierda!¡Sin munición!

          Una moto estuvo a punto de atropellar a la africana hasta que un tiro al aire lo derribó en segundos, otros disparos efectuados provocaron la caída de los motociclistas infectados y Joy se topó con varios soldados vistiendo el uniforme de la Alianza acercándose rápidamente hacia ellos. Unos nueve operativos se unieron a ellos, apuntando en dirección a los cadáveres que estaban esparcidos, asegurándose que estuviesen abatidos.

          —¿Agentes Redfield y Alomar?—inquirió uno de los soldados.

          Joy fulminó a Chris con la mirada—Te tomabas muy en serio que llevase tu apellido, ¿eh?

          Chris rodó los ojos.

          —Equipo Delta, ¿no es así?—añadió la rubia mirando al cadete—. Necesito ver a su capitán al mando en este momento.

          —A sus órdenes, señora.

          Los soldados de la unidad Delta los condujeron a un edificio, donde se toparon con un hombre de piel morena (mucho más morena que la de Sheva) y este se giró para mirarlos. Zella escondiéndose detrás de Chris otra vez, al ver a un hombre tan alto como el adulto que la cargaba. Sheva esbozó una sonrisa al susodicho antes de ir a abrazarlo, dejando en claro al matrimonio que ya se conocían desde antes.

          —Se nota que estamos aliviados de verlos por aquí—dijo Joy al ver que Sheva se separó del capitán, saludándolo con la mano.

          —Agente Williams, ¿o debería decir Redfield?—anunció el capitán con cordialidad, ganándose una risita por parte de Chris, quien le estrechó la mano con fuerza—. Josh Stone, capitán del equipo Delta, a sus órdenes.

           Joy le tendió la mano—Aún me cuesta acostumbrarme el usar el apellido de mi marido, pero es normal. Es un placer conocerlo, capitán Stone.

          —Gracias, Josh, te debemos una—señaló Sheva con una sonrisa.

          —¿De dónde...?—comenzó Chris.

          —Josh fue mi instructor en el entrenamiento de la BSAA—replicó la castaña antes de sonreír de lado, con poca arrogancia—. Me enseñó casi todo lo que sé.

          Stone soltó una carcajada antes de mirar a la pareja—Sheva se convirtió en la hermana pequeña del equipo, tenía un gran potencial, así que decidimos usar eso a favor de la Alianza—su mirada se dirigió a la niña que estaba escondida detrás de Chris—. ¿Y ella es...?

          —Oh, ella es Zella—le respondió el castaño haciéndose a un lado, posando una mano en la cabeza de la niña—. La encontramos en el camino hacia las coordenadas del equipo Alfa. Un majini quería lastimarla. Ella no está infectada.

          —Sus padres fueron asesinados—añadió Joy antes de morderse el labio.

          —¿Ella pudo entenderlos?

         —Joy anazungumza Kiswahili, Josh (Joy habla suajili, Josh)—le dijo Sheva.

          —Jinsi maji? (¿Qué tan fluido?).

          La rubia se encogió los hombros—Inatosha kukuelewa au kumuelewa (Lo suficiente para entenderte o entenderla a ella).

          —Impresionante—murmuró Josh y se agachó en dirección a la niña—. Habari msichana mdogo. jina langu ni josh (Hola, pequeña. Mi nombre es Josh).

          Zella le saludó con la mano.

          —La llevaremos a nuestro campamento para que esté a salvo—anunció Josh mirando a la pareja—. Dudo que quieran llevarla de paseo por las minas mientras buscan a Irving.

          —Lo que sea mejor para ella—dijo Chris mirándola de lado.

          —Utakuja pamoja nasi, mdogo. Tutakupeleka mahali salama (Vendrás con nosotros, pequeña. Te llevaremos a un lugar seguro).

          —Je, watakuja pia? (¿Ellos vendrán también?)—le preguntó la niña.

          Josh asintió—Mawakala hawa watakuja baadaye, wanapaswa kufanya kitu kabla (Estos agentes vendrán después, tienen que hacer algo antes).

          Joy se inclinó hacia Chris—Le está diciendo que nosotros después iremos a donde está ella.

          Zella asintió, antes de mirar a los dos norteamericanos.

          Josh se puso de pie, entregándole una tarjeta a Chris—La niña vendrá con nosotros, mientras tanto, ustedes sigan a Irving. Por los datos que hemos podido recuperar del disco duro, creemos que podría estar en la mina. Dentro de esto hay más información. Nosotros iremos cuando acabemos aquí.

          —Recibido—dijo Sheva.

          —Por si acaso, tengan la radio activada—concluyó el moreno antes de tenderle una mano a Zella—. Tunaenda? (¿Nos vamos?).

          Zella miró a los dos americanos y corrió a abrazar sus piernas con fuerza.

          —Nitakuona hivi karibuni (Nos vemos pronto).

          Joy sonrió antes de acariciarle el cabello y Chris le apretó un poco el hombro, antes de que la niña se alejase junto a Josh — su peluche en mano y abandonó la habitación. Chris tomó la pequeña tarjeta de memoria en sus manos, conectándola a su PDA rápidamente, y sintió la presencia de su mujer a su lado. Un par de archivos se abrieron, revisándolo de manera meticulosa, hasta que se detuvieron frente a una foto que les quitó el aliento a los dos. Una mujer de cabellos rubios largos, con facciones sumamente familiares para el matrimonio Redfield, estaba descansando con sus ojos cerrados, cubierta por un líquido y algunos tubos saliendo de su boca y nariz.

          Esa mujer era muy parecida a Jill Valentine.

          —¿Jill...?—murmuró Joy.

          Acabamos con esto.

          (Revivir esa caída nunca había dolido tanto como en ese momento.)

          —¿Chicos?—Sheva les llamó la atención—. ¿Están bien?

          La pareja se miró entre ellos, antes de asentir a su compañera. El corazón palpitándoles con fuerza ante la mera esperanza de que su ex compañera estuviese con vida. Después de todo, esos eran rumores y ellos estaban dispuestos a pagar un precio alto por ellos.




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sin editar

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