C.6. Crixus Dankworth (Capítulo Completo)
[Relata Crixus]
El sonido de las sirenas de cuatro coches del FBI, circulando a la máxima velocidad que les permitían sus motores, se propagaba a lo largo de la Interestatal 90 de los Estados Unidos de América, carretera que se extiende desde Boston en Massachusetts a Seattle en Washington. Los cuatro coches del FBI perseguían, todos ellos, a un objetivo común. El objetivo era un camión aparentemente perteneciente a una reputada e inocente empresa de electrodomésticos pero que, en realidad, formaba parte de una importante mafia de narcotraficantes a la que llevábamos dos años persiguiendo sin obtener grandes avances pues para desarticular la banda había que capturar a los cabecillas de la mafia, no a los simples contrabandistas de la propia mafia. Así funcionaba siempre, si querías desarticular la banda tenías que dar jaque mate al rey, es decir, cazar a los cabecillas de la organización; no te bastaba con dar caza a los peones que hacían el trabajo sucio de los cabecillas.
Yo iba conduciendo uno de esos coches, yo era Agente Especial del FBI dentro de la Oficina de Lucha Contra el Narcotráfico, oficina en la que llevaba varios años trabajando, dos años en los que había ayudado a lograr a desarticular varias y poderosas mafias de narcotraficantes algunas de ellas incluso de carácter internacional.
Uno de los coches oficiales del FBI, de los que perseguíamos al camión, ganó ventaja sobre los otros tres y comenzó a dar alcance peligrosamente al camión, el cual ya no podía ir a más velocidad si no quería volcar en la más mínima curva. Los conductores que circulaban en sus vehículos por la Interestatal 90 se apartaban rápidamente abriéndonos paso a todos los agentes del FBI para que cumpliéramos nuestro trabajo o, por lo menos, para evitar accidentes.
El coche del FBI, que había obtenido una gran ventaja sobre el resto, estaba por alcanzar ya la altura de la cabina del camión, sin embargo, el camión dio un brusco bandazo, a propósito, con el fin de golpear el vehículo policial, de modo que, a consecuencia del bandazo el coche del FBI recibió un violento golpe y salió lanzado, sin el más mínimo control contra otro vehículo que se hallaba apartado a un lado de la carretera para permitirnos el paso tanto al camión como a los coches oficiales del FBI que le perseguían.
—¡Joder! —exclamó mi compañero, el agente Denton, cuando el coche del FBI, que acababa de perder el control a consecuencia del golpe recibido por parte del camión, y el vehículo, que se hallaba apartado a un lado de la carretera, se estrellaron provocando una intensa explosión acompañada de una columna de fuego.
No le respondí nada a mi compañero, simplemente pisé aún más a fondo el acelerador del vehículo, aunque no tenía intención de adelantar al camión puesto que solo sería un riesgo extremo y una probabilidad demasiado alta de acabar como el otro vehículo del FBI. El conductor del camión sabía que la jugada le había sido bien y que tenía en sus manos una buena estrategia para librarse de los coches policiales que le seguían... Era demasiado obvio que si se le presentaba una nueva ocasión repetiría su estrategia.
—Han formado una barricada —informé al agente Denton, mi compañero, tras ubicarme en el lado izquierdo de la carretera, más que con intención de adelantar al camión, con intención de ver lo que se extendía ante nosotros. Varios coches policiales del FBI se habían colocado atravesados en la carretera formando una barricada para obligar al conductor del camión a que detuviera su vehículo, aunque, sinceramente, yo dudaba mucho de que lo hiciera. Este hombre que conducía no era más que un peón de una gran mafia de narcotraficantes... Si el conductor del camión era capturado por el FBI y el cargamento de estupefacientes que portaba el camión era requisado, los cabecillas de la mafia ordenarían su ejecución. Eso el conductor del camión lo sabía, por lo que haría cualquier cosa por librarse de la policía puesto que la muerte segura la tenía dentro de su propia organización para la que trabajaba. Cualquier otra muerte dependería de su habilidad y destreza para librarse de todos los agentes del FBI que le teníamos rodeado.
Los agentes del FBI que formaban la barricada con sus propios vehículos se hallaban fuera y ubicados tras los mismos, apuntando al camión con sus armas.
—¿Crees que se detendrá? —preguntó Denton tras escuchar mi frase y observar durante unos instantes la barricada formada por los agentes del FBI y la velocidad constante que mantenía el camión, y que su conductor no había minorado lo más mínimo a pesar de estar viendo al igual que nosotros la barricada policial. Eso solo ponía de manifiesto, una vez más, que sus intenciones por frenar eran totalmente nulas.
—Le obligaremos —respondí a Denton pisando más a fondo el acelerador del vehículo para acercarme aún más al camión por la parte posterior. Mi intención era acercar el vehículo al máximo al camión, pero sin adelantarle en ningún momento.
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Denton al ver las maniobras que estaba haciendo para aproximarme lo máximo que pudiera al camión—. No quiero acabar como los otros —añadió, echando una fugaz hacia atrás, y refiriéndose al otro coche policial que minutos atrás habíamos visto estrellarse y ser devorado por una columna de fuego.
—Dispara a las ruedas —le ordené a mi compañero aproximándome una vez más hacia el camión para asegurar una puntería perfecta pero manteniendo una distancia mínima aunque suficiente para que aunque diera un brusco viraje no nos pudiera golpear.
—¿Qué? —preguntó mi compañero confuso tras escuchar mis palabras y, aunque no le estaba mirando, pude sentir sus ojos clavados sobre mi propio rostro.
—Si no lo detenemos varios agentes morirán hoy mismo y él escapará —respondí desviando un instante mis ojos de la carretera para fijarlos sobre mi compañero. Pero cuando le miré a los ojos no fue duda lo que vi, sino temor... un intenso temor que encogería el corazón de cualquiera...—. Olvídalo —añadí desviando los ojos de mi compañero para volverlos a fijar sobre la carretera—. Sujeta el volante y mantente lo más cerca que puedas del camión —le ordené cambiando mi plan en tan solo una milésima de segundo.
—¿Se puede saber qué demonios pretendes hacer ahora? —preguntó mi compañero agarrando el volante rápidamente al ver que yo lo soltaba—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó una vez más, pero esta vez en un tono de voz que mostraba una gran preocupación más hacia mi persona que hacia sí mismo. No le respondí simplemente abrí la puerta de nuestro vehículo y me desplacé de mi asiento colocándome lo más al filo del mismo que podía. Mi compañero se desplazó desde su asiento y ocupó mi propio asiento dentro del vehículo, tomando ahora él el control total del volante y de los pedales. Denton acababa de comprender lo que yo me proponía, aunque por el gesto de su rostro estaba claro que era consciente de que yo estaba completamente loco.
El agente Denton aproximó el vehículo aún más al camión de modo que el capó del vehículo casi rozaba las puertas posteriores del camión. Denton trató de mantener en todo momento la misma velocidad constante que el camión. Yo me ayudé de la puerta de nuestro vehículo para coger impulso y me subí arrodillado el techo del coche del FBI que Denton ahora conducía. El aire me empujaba hacia atrás con violencia y cualquier pérdida de equilibrio me haría caer del vehículo.
—¡Aproxima aún más el coche! —le grité a Denton para que me escuchara y obedeciera la orden que acababa de darle.
Denton obedeció de inmediato y, en cuanto la distancia entre el coche patrulla y el camión fue extremadamente pequeña, me puse de pie sobre el techo del vehículo y corrí hacia el capó para después saltar hasta la parte trasera del camión sujetándome a un pequeño saliente que formaban las puertas traseras.
Aprovechando algunos salientes ubicados en la parte posterior del camión logre trepar hasta el techo del mismo. Una vez que estuve sobre el techo del camión observé que la distancia que nos separaba de la barricada policial era demasiado pequeña, lo que suponía que tenía tan solo unos segundos para actuar sin errores y sin dudar un instante.
Corrí por la parte superior del camión ligeramente agachado para poder contener la violencia del aire que, en dirección contraria a consecuencia de la velocidad del camión, podría hacerme perder el equilibrio y caer del camión. En solo unos segundos alcancé la cabina del camión y me dejé resbalar por el lateral derecho de la cabina para después alcanzar la puerta derecha de la cabina del camión.
Abrí la puerta que, afortunadamente, no llevaba el seguro puesto y me inserté en la cabina del camión ocupando el asiento del copiloto. El conductor, antes incluso de que me hubiera sentado correctamente, sacó una pequeña pistola e intentó apuntarme con ella, pero antes de que lograra apuntarme correctamente un fuerte golpe con mi mano derecha, por mi parte, impactó contra su codo, de modo que aunque apretó el gatillo el disparo lo recibió el techo de la cabina del camión. Agarré el brazo del hombre antes de que lo bajara y volviera a apuntarme con la pistola, y le arrebaté la misma.
El camión dio un brusco bandazo a consecuencia de la lucha que había comenzado en el interior de la cabina. Estábamos a tan solo unos metros de la barricada policial, la masacre se aproximaba de un modo inminente si no lograba detenerla inmediatamente. Me lancé sobre el volante y lo giré hacia la izquierda para provocar que el camión volcara antes de llegar hacia las patrullas policiales, pero al sujetar el volante el conductor del camión, quien también se aferraba al volante con fuerza, movió su codo de un modo brusco y golpeó sobre mi estómago violentamente volviendo, de este modo, a recuperar el control sobre el vehículo. Pero un golpe no era suficiente para detenerme. Golpeé violentamente, con mi codo, en las costillas del conductor y cuando se encogió por el dolor aproveché para agarrar su cabeza y empujarla contra la ventanilla lateral de la cabina del camión con fuerza, de modo que el hombre quedó inconsciente. Puede que lo más rápido e inteligente hubiera sido matarlo nada más que entré en el camión, pero en realidad, no era nada inteligente, puesto que le necesitábamos vivo... Vivo era una fuente de información. Sin embargo, muerto, la información moría con él.
Agarré el volante y lo giré bruscamente hacia la izquierda, de modo que la cabina del camión giró, pero la parte posterior del mismo no fue capaz de girar a la misma velocidad que la cabina, lo que provocó que se produjera un vuelco acompañado de un intenso y largo derrape durante varios metros a lo largo de la carretera.
Cuando el camión estaba completamente parado en la carretera, numerosos agentes del FBI se acercaron a ayudar. El conductor del camión seguía inconsciente, pero con vida. Varios compañeros del FBI me ayudaron a salir del camión a través de la parte posterior cuya luna se había roto completamente con el impacto del vuelco. A pesar de que me ofrecieron asistencia médica la rechacé inmediatamente puesto que me encontraba totalmente ileso, tan solo tenía algunos rasguños producidos por los cristales rotos y por algún golpe recibido en el instante en que el camión volcaba.
—Hoy has podido morir ahí dentro —dijo una voz a mis espaldas mientras yo observaba en silencio como esposaban al conductor del camión quien ya había recuperado el conocimiento. Me giré lentamente para encontrarme cara a cara con el Agente Especial al mando, mi superior, el Agente Especial McCurley. Era mi superior, un amigo y, en muchas ocasiones había sido casi como un padre para mí... Por eso no consideré que sus palabras fueran un reproche, aunque sí llevaban connotaciones en su interior de un reproche contenido por haber arriesgado mi vida de un modo tan deliberado. Clavé mis ojos sobre los suyos pero me mantuve en silencio—. Supongo que lo que has hecho hoy ha sido una completa insensatez y, tal vez, mi deber sería suspenderte de empleo y sueldo durante un tiempo. —Mis ojos se entrecerraron ligeramente mientras él hablaba, pero no le interrumpí le dejé proseguir—. Sin embargo, creo que sería demasiado injusto que hubieras arriesgado tu vida por salvar la vida de numerosos agentes y por ayudarnos a desarticular una de las mayores bandas de narcotraficantes, y yo, como recompensa, te castigara por ello... Así es que gracias... —concluyó sonriendo ligeramente y extendiendo una mano hacia a mí. Esbocé una ligera sonrisa y le estreché la mano con firmeza.
—No es la primera vez que arriesgo mi vida por algo semejante —añadí al soltar su mano. Me estaba refiriendo concretamente a la última banda de narcotraficantes que desarticulamos. Esa vez había sido mucho peor que esta puesto que los peones a los que dábamos caza se negaban a soltar una sola palabra, otros aparecían asesinados brutalmente, asesinatos cometidos por los propios cabecillas de la banda cuando temían que la voluntad de alguno de sus peones decayera y pusiera en peligro a la organización... De modo que, la falta de información, me obligó a tomar una difícil decisión de inmiscuirme dentro de dicha organización. Tuve que infiltrarme y hacerme pasar por uno de sus peones para obtener todo tipo de información, para descubrir quienes eran los verdaderos cabecillas y dónde se ocultaban... para averiguar dónde se escondían los principales almacenes de droga. Solo de ese modo logramos que la perfecta organización que habían formado se viniera abajo como si fuera un castillo de naipes.
Tras mis palabras el agente McCurley apartó sus ojos de los míos como si me estuviera ocultando algo que yo debiera saber pero que, por alguna razón, no fuera capaz de decírmelo.
—¿Qué ocurre? —pregunté ligeramente confuso pero a la par con intensa preocupación. El agente volvió a clavar sus ojos sobre los míos e inspiró profundamente antes de responder.
—Jeffrey ha escapado esta mañana de prisión —me informó en un tono de voz ligeramente bajo como si le preocupara una potencial reacción temeraria por mi parte... Reacción que estaba más que justificada porque Jeffrey era uno de los principales cabecillas de la organización en la que, no hacía ni un par de años, ya había estado infiltrado y a riesgo de morir si me hubieran descubierto.
—¿Qué? —pregunté esperando que se hubiera confundido de nombre, o incluso que fuera una jodida broma. Pero por la actitud del agente McCurley supe que no era una broma... Él jamás me gastaría una broma semejante... Pero también sabía que no era una confusión...—. ¿Se os ha escapado? ¿Le habéis dejado escapar? ¿Me jugué la vida día tras día para encerrarle en una jodida celda toda su puta vida y vosotros le dejáis escapar?
—No sabemos lo que ha ocurrido, pero ha tenido que recibir ayuda desde alguien del interior de la prisión... —añadió manteniendo un tono de voz calmado y con el que me hacía entender que comprendía mi reacción, que estaba en mi derecho de enfadarme—. Sospechamos que hay algún funcionario de prisiones que le ha ayudado a escapar... Un funcionario cuya lealtad realmente está con la organización de narcotraficantes que echamos abajo... Nosotros no hemos podido preverlo... —Fruncí el entrecejo tras sus palabras puesto que si algún funcionario de prisiones estaba inmiscuido con esa mafia de narcotraficantes que habíamos echado abajo hacía un par de años, ese mismo funcionario tendría todo tipo de información sobre todos aquellos que ayudamos, en su día, a destruir la organización... Lo que suponía que todos nosotros estábamos en peligro... Todos, pero principalmente yo, que fui quien se infiltró—. El problema es que tememos que Jeffrey sepa de tu identidad... —añadió McCurley confirmando mis sospechas—, probablemente sepa quién eres, dónde vives, probablemente lo sepa todo de ti... y es muy probable que sepa cuál fue tu objetivo cuando estuviste dentro de su organización... Si no lo sabe por sí mismo, se lo habrá contado su contacto... El mismo que le ha ayudado a escapar desde el interior de la prisión...
—¡Esa información le conducirá a mi casa! —exclamé notando mi corazón absolutamente encogido por la preocupación. No me preocupaba mi vida, sino la vida de mi mujer quien estaba en casa sola y no sabía que un maldito psicópata, con sed de venganza contra mí, se había escapado de prisión.
Sin decir una sola palabra más me dirigí hacia uno de los coches oficiales del FBI, uno de los que había formado parte de la barricada contra el camión, y me monté en él. El agente me siguió hasta el vehículo y se inclinó para hablarme por la ventanilla antes de que yo me marchara de allí:
—¿Crees que no he tenido en cuenta que irá tras tu mujer? —preguntó apoyando sus manos sobre la puerta del vehículo mientras yo giraba la llave para poner en marcha el motor. No le dirigí ni una sola mirada, simplemente mantuve mi mirada perdida en la lejanía. Le estaba escuchando todo lo que me decía, pero no iba a detenerme en mi propósito—. ¡Escúchame! —me ordenó cuando observó que quité el freno de mano dispuesto a irme de allí dijera lo que dijera—. Esta misma mañana, nada más enterarnos de que había huido, enviamos un coche patrulla a tu casa para que vigilasen tu casa y los alrededores de modo que él no pueda acercarse a tu mujer... Si actúas imprudentemente te acabará matando a ti. ¡No malgastes tu vida innecesariamente, joder! —su última exclamación fue acompañada de un golpe con su puño sobre el techo del vehículo... golpe con el que trató de liberar su furia...
Yo agradecía sus palabras, por supuesto. Sus palabras solo ponían de manifiesto el aprecio que él me tenía... el mismo aprecio que yo le tenía a él. Pero no podía quedarme trabajando en el FBI, como si fuera un día cualquiera, cuando era la vida de mi mujer la que estaba en riesgo. No respondí una sola palabra, ni siquiera le miré una sola vez a la cara, simplemente pisé el acelerador y provocando un ligero derrape de las ruedas sobre la brea de la carretera, me fui a la máxima velocidad que podía en dirección a Seattle.
No me encontraba demasiado lejos de mi casa pero cada segundo que transcurría se hacía eterno. Avanzaba por la Interestatal 90 a la máxima velocidad que me permitía el vehículo policial que acababa de tomar prestado y, aún así, sentía que me desplazaba de un modo tan lento como angustioso. Encendí las sirenas del vehículo para que los conductores de los demás coches, que circulaban por la Interestatal 90, se apartaran dejándome la vía absolutamente libre.
Tardé cerca de media hora en llegar a la zona residencial de Seattle en la que se ubicaba la vivienda de mi esposa y yo. Circulé, con un leve intento de precaución, por las calles de la zona residencial hasta que estuve frente a mi casa. No me detuve a aparcar el vehículo, simplemente lo paré en mitad de la carretera, abrí la puerta del coche y me bajé del mismo. Ubicado justo en frente de la puerta de mi casa había un coche patrulla del FBI estacionado. A ese coche patrulla debía de referirse el agente McCurley cuando estuvo hablando conmigo para evitar que viniera aquí.
El sol de media mañana hacía reflejo sobre los cristales del vehículo y no podía identificar a los agentes que debían de estar dentro del mismo, salvo que el coche estuviera vacío porque los agentes estuvieran dentro de la vivienda. Caminé hasta el vehículo y, al estar relativamente cerca, el reflejo de los rayos solares ya no me impidió ver la realidad...
Una de las ventanillas laterales del coche patrulla del FBI estaba rota y los dos agentes de su interior se hallaban asesinados con un tiro en la sien cada uno de ellos. Alguien les había disparado desde el lado opuesto de la calle y los tiros habían sido rápidos, precisos y certeros.
Extraje, de la funda de mi cinturón, la pistola reglamentaria y la empuñé con ambas manos siendo consciente de que mis peores temores estaban a punto de hacerse realidad... Algo en mi interior decía que aquello que tanto temía ya se había producido... La seguridad de mi esposa dependía de la vida de esos dos agentes que estaban en el coche patrulla... pero muertos los agentes, la seguridad de mi esposa moría con ellos, y muriendo la seguridad de mi esposa, la sed de venganza contra mí, que sentía aquel que se había escapado de prisión, se podía ver más que notablemente satisfecha.
Avancé por el camino empedrado que conducía hasta la puerta de entrada a la vivienda, camino ubicado entre dos pequeñas extensiones de jardín con un césped perfectamente recortado. Subí los cuatro escalones, de madera barnizada en blanco, que guiaban hacia el porche y alcancé la puerta de entrada al interior de la vivienda... Si albergaba alguna esperanza, por mínima que ésta fuera, de que todo estuviera bien en el interior de mi casa, esta esperanza se esfumó cuando observé que la puerta de mi casa estaba abierta y la cerradura más que forzada estaba literalmente reventada como si el disparo de una pistola hubiera impactado sobre ella.
Empujé la puerta lentamente con mi hombro mientras empuñaba mi pistola con ambas manos y lista para disparar a la más mínima señal de movimiento. Accedí al largo pasillo que conformaba la entrada de mi vivienda y en cuyos laterales se hallaban repartidas varias puertas que conducían hacia las diferentes habitaciones. Además, al final del pasillo se hallaban las escaleras que guiaban a la planta superior de la vivienda. Avancé por el pasillo lentamente, procurando hacer el menor ruido posible. El interior de mi casa estaba absolutamente en silencio... Era el silencio de la calma, tras la más horrenda de las tempestades, lo que se percibía en el ambiente...
Proseguí avanzando por el largo pasillo y observé que, en el suelo, justo en la entrada de la puerta que conducía hacia la cocina había una mancha de sangre. Mi vista siguió el camino que formaba la sangre y pude comprobar que, quien se hubiera estado desangrando, había intentado huir por las escaleras, hacia la planta superior. Aunque era más que obvio que la herida mayor había sido producida en la entrada de la cocina pues era el lugar donde se agolpaba una mayor concentración de sangre...
El reguero de sangre se perdía escaleras arriba. Cada uno de los escalones, de las escaleras que guiaban a la planta superior, no solo estaban marcados por un reguero de sangre, sino que había huellas... En cada escalón estaban dibujadas las huellas de manos y pies descalzos... Pies y manos demasiado pequeños para ser los de un hombre... Pies y manos que sabía perfectamente a quién correspondían, al igual que sabía a quien correspondía la sangre que se agolpaba en cada escalón... aunque, hasta el momento, mi mente se negaba a aceptar la realidad hasta no estar completamente seguro de lo ocurrido...
Subí las escaleras lentamente manteniéndome contra la barandilla para no destruir las huellas. Al alcanzar la parte superior de la vivienda seguí el rastro de sangre el cual se perdía bajo la puerta del dormitorio, de nuestro dormitorio... Con el corazón latiendo aceleradamente puse una de mis manos en el pomo de la puerta del dormitorio y la abrí lentamente...
Un insoportable dolor se alojó en mi pecho al ver a mi esposa tumbada en el suelo y con un disparo de bala certero en la mitad de su frente el cual había sido el causante de su muerte... Sus ojos estaban abiertos por el pánico que se reflejaba en su rostro... De un par de zancadas rápidas llegue a su lado y me dejé caer junto a ella. La cogí entre mis brazos pero no esperé encontrar rastro de vida en ella... Ni la más trastornada de las esperanzas hubiera esperado encontrar la más mínima señal de vida en su cuerpo... Mis ojos se posaron sobre un punto concreto que llamó especialmente mi atención porque era el momento de comenzar a recabar pruebas para acabar con la vida de Jeffrey. Aquello que había llamado mi atención era su teléfono móvil que se encontraba tirado en el suelo, cerca de su cabeza. En la pantalla del teléfono móvil estaba escrito mi número de teléfono... Todo esto ponía de manifiesto que ella había intentado llamarme antes de ser asesinada...
Pero necesitaba más pistas...
Su ropa, un albornoz blanco, estaba teñido en sangre a la altura del estómago, lugar en el que el albornoz presentaba un desgarrón... El asesino, ese tal Jeffrey, tras irrumpir en casa, debía de haberla apuñalado en la cocina, ubicada en la planta inferior de la vivienda, pues ese era el lugar en el que se hallaba una mayor concentración de sangre... Tras la puñalada, ella huyó de la cocina hacia nuestro dormitorio, ubicado en la planta superior, lugar en el que tenía el teléfono móvil con el que había intentado llamarme. Esto justificaba el reguero de sangre escaleras arriba hasta el interior del dormitorio. Pero, el asesino, antes de que ella pudiera ponerse en contacto conmigo, la aniquiló de un tiro certero en la cabeza...
Observé el pelo de mi esposa mientras ella seguía entre mis brazos... Su pelo aún seguía mojado, lo que destacaba el hecho de que no había pasado demasiado tiempo desde que ella tomó una ducha. Eso era una nueva pista y que situaba en orden la mayor parte de los datos de los que disponía hasta ahora. Era obvio que ella había tomado una ducha, después fue a la cocina, el asesino la apuñaló, huyó al piso superior, y él la acabó rematando de un disparo en la cabeza... Todo esto se había producido en un intervalo relativamente escaso de tiempo... lo que a su vez indicaba que el maldito asesino no debía de estar demasiado lejos...
Dejé el cuerpo de mi esposa sobre el suelo con excesiva delicadeza y cerré sus ojos para que descansara en paz. Me puse de pie y atravesé el dormitorio de unas zancadas hasta que alcancé la ventana de la habitación. Me asomé por ella tras apartar la cortina que cubría los cristales. Escruté los exteriores de la vivienda en busca de alguien sospechoso, de algún vehículo desconocido... pero no había nada fuera de lo común excepto los dos coches patrulla ubicados justo en frente de mi casa... Uno de los coches era el de los agentes enviados por el FBI para la protección de mi esposa, y otro el que yo me había llevado para llegar a mi casa lo antes posible. Exhalé un largo y profundo suspiro mezcla de rabia, impotencia y desesperación, y solté el cortinaje sintiendo la ira correr por cada una de las venas de mi cuerpo.
Giré sobre mi mismo, ciento ochenta grados, y cerré los ojos con fuerza al encontrarme una vez más ante la imagen del cadáver de mi esposa. Extraje mi teléfono móvil del bolsillo interior de mi cazadora y marqué el número de teléfono de mi superior:
—¿Dankworth? —preguntó el agente McCurley nada más que descolgó el teléfono. Era como si estuviera esperando mi llamada de un momento a otro.
—Él ya ha estado en mi casa. —Esas fueron mis primeras palabras, palabras que salieron de mí en un tono neutro, un tono vacío... un tono carente de toda emoción. Sabía que con referirme a "él" McCurley ya entendería a quién me estaba refiriendo, sabía que él no necesitaba más datos—. Ella está muerta, y los dos agentes que enviaste también... Los ha asesinado a todos. Envía refuerzos, aún debe de estar cerca y envía dos ambulancias.
—Estamos de camino —respondió el Agente Especial McCurley tras escuchar mis palabras en un absoluto silencio—. Crixus quería decirte que... —comenzó a decir el agente McCurley mientras yo separaba el teléfono de mi oreja. Jamás llegué a saber lo que me quería decir puesto que colgué el teléfono antes de que le diera tiempo a terminar su frase. Simplemente había llamado para informar sobre lo que había ocurrido, no había llamado para mantener una charla después de todo, no había llamado para recibir ánimos, compasión o consuelo, los cuales jamás encontraría.
Estaba guardando el teléfono en el bolsillo interior de mi cazadora cuando el sonido de una puerta llamó mi atención y me alertó de la presencia de alguien más en casa. Había sido el chirrido de las bisagras de la puerta que conducía al jardín, las cuales estaban ligeramente desengrasadas y llevaban varios días produciendo un ruido molesto cada vez que se habría o se cerraba la puerta.
Sin dudarlo un instante salí corriendo de la habitación, bajé las escaleras de la vivienda a la máxima velocidad que me permitían las piernas y al llegar a la puerta que conducía hacia el jardín no me detuve a abrirla, sino que la abrí de una patada accediendo al jardín de un modo inmediato.
Eché un vistazo rápido al jardín y mis ojos localizaron una figura masculina, enfundada en ropajes de color negro, saltando por una de las vallas, de unos dos metros de altura, del jardín. Estaba claro que era Jeffrey. A pesar de que un pasamontañas negro cubría su rostro, pude identificarlo sin problemas, y es que yo había pasado demasiado tiempo infiltrado entre él y la gentuza que le rodeaba... y, a día de hoy, podría identificarlos hasta por el olor que destilaban sus corrompidas bocas.
Corrí en la misma dirección y, cogiendo impulso, salté por la parte superior de la misma valla por la que Jeffrey acababa de huir. En cuanto mis pies se posaron en el lado opuesto de la valla de jardín mis ojos buscaron rápidamente al maldito asesino y le ubiqué en el acto. El desgraciado de Jeffrey corría en línea recta como si su vida se fuera en la carrera, como si no hubiera un mañana... En cierto modo, así era la realidad... no existiría un mañana para él si yo conseguía ponerle un solo dedo encima.
Jeffrey sabía que yo iba tras él, por eso corría a toda velocidad sin mirar una sola vez atrás. Corrí tras él mientras la ira manaba por cada uno de los poros de mi piel... y era esa misma ira la que me ayudaba a avanzar notablemente en cada zancada de modo que la distancia que nos separaba era cada vez menor a pesar de los esfuerzos de Jeffrey por mantener una distancia notable conmigo.
Estábamos a punto de desembocar en una de las grandes avenidas principales de la urbanización de Seattle en la que mi vivienda radicaba, pero, antes de alcanzar la avenida principal, tres coches policiales del FBI aparecieron frente a nosotros y se detuvieron cortándonos el paso. Jeffrey se giró bruscamente para huir en dirección contraria, pero la nueva dirección que él había escogido se hallaba interceptada por mí. Le apunté directamente a la cabeza con mi pistola. En su rostro se dibujó una mirada de odio que fue especialmente dedicada a mí, la misma mirada, cargada del mismo odio, que yo le devolví.
—¡Ponga las manos sobre la cabeza y no se mueva de dónde está! —le gritó uno de los agentes del FBI, bajándose de uno de los coches que nos habían cortado el paso, apuntándole con el arma.
Jeffrey elevó sus manos por encima de la cabeza pero sin perder el contacto visual conmigo, como si me estuviera retando de algún modo. Por mi parte, en mi fuero interno, lo único que quería era acabar con su maldita vida... No lo quería preso... no lo quería encerrado en una prisión para que volviera a escaparse una vez más... Lo quería muerto...
—Baja el arma... -dijo la voz del Agente Especial McCurley quien apareció por mi derecha. No obedecí a sus palabras, simplemente continué apuntando a la cabeza del desgraciado que había acabado con la vida de mi esposa—. Crixus... no te conviertas en un asesino por venganza... No mereces ser tachado de asesino por manchar tus manos con la sangre de alguien como él —añadió el Agente Especial colocando una de sus manos sobre mi pistola y haciendo una leve presión hacia abajo para que bajara mi pistola y la apartara de Jeffrey—. Déjale que se pudra entre rejas el resto de su vida... Ese será su mayor castigo... y te aseguro que me encargaré personalmente de que no se escape por segunda vez...
Inspiré profundamente y bajé el arma obedeciendo a las órdenes del agente McCurley, sin embargo, en mi interior, aún existía la duda de si acababa de hacer lo más correcto o si, por el contrario, acababa de cometer el error más grande de mi vida al bajar el arma y dejar a ese canalla con vida.
Uno de los agentes del FBI se aproximó a Jeffrey para esposarle. Yo aparté la mirada de la escena, no quería ver cómo le esposaban y se lo llevaban en un coche patrulla cuando yo podía haberle dado el mismo destino que él, deliberadamente, acababa de darle a mi esposa.
—Has hecho lo correcto —dijo el agente McCurley dándome unas ligeras palmadas en la espalda en señal de apoyo, mientras nos girábamos caminando en dirección contraria a la de Jeffrey y los restantes agentes del FBI—. Tal vez ahora no lo veas, pero con el tiempo comprenderás que era lo mejor que podías hacer, dejarle que se pudra entre rejas será su mayor castigo... Si le matas no sirve de nada, está muerto... sin más.
—¡No! —gritó una voz, a nuestras espaldas, que provocó que el Agente Especial McCurley y yo nos girásemos bruscamente en la dirección del sonido de la voz.
Todo ocurrió en milésimas de segundo y, sin embargo, parecía que podía verlo todo a cámara lenta. Jeffrey acababa de escaparse de las manos del agente que, hasta hacía unos instantes, le había estado poniendo las esposas. El que acababa de gritar "¡No!" era el policía cuando Jeffrey se libró de su agarre antes de que acabara de esposarle y, ahora, Jeffrey acababa de sacar un arma de algún bolsillo interior de su cazadora negra. Sin dudarlo un instante disparó contra nosotros, pero a la par yo utilicé mi pistola, la cual aún no había guardado, contra él.
Mi disparo de bala fue directo a su pierna derecha, de modo que, nada más que la bala impactó en su muslo, Jeffrey perdió el equilibrio y cayó al suelo de rodillas. Cuando estaba de rodillas no dudé en apretar el gatillo de mi pistola una segunda vez y, esta vez, mi disparo de bala fue directo al centro de su frente, de modo que cayó muerto al suelo de un modo inminente.
Cuando Jeffrey estaba muerto me giré para hablar con el Agente Especial McCurley, pero no lo encontré a mi lado como esperaba... Sino que estaba en el suelo, tumbado sobre un gran charco de sangre... un charco de su propia sangre... El disparo de Jeffrey le había alcanzado a él, y le había alcanzado a la altura del corazón...
Ese día perdí a mi esposa y a mi superior... Ese día perdí a mi esposa y al Agente Especial al mando McCurley. Eso sin contar los dos agentes del FBI que McCurley envió para que protegieran a mi mujer... Cuatro personas fallecieron ese día... cuatro personas que fueron asesinadas por un mismo asesino... No solo perdí a mi esposa, sino que perdí a una persona que no solo había sido mi superior, sino un gran amigo... y, en algunas ocasiones, casi un padre para mí... Ahora dos de las personas más importantes de mi vida jamás volverían a ver un nuevo amanecer. Tal vez yo debiera de haber sido mucho más impulsivo, tal vez yo debiera haber disparado mucho antes, cuando tuve oportunidad de hacerlo... A veces conceder una segunda oportunidad a una persona que tanto daño ha hecho, como había hecho Jeffrey, no es la solución, porque jamás recibirás nada bueno por parte de esa persona, sino tan solo sus puñaladas... A veces las normas por las que nos regimos cada día están para romperlas... y si yo hubiera roto la orden de McCurley, le habría salvado la vida a uno de los mejores agentes del FBI, a un gran amigo... alguien a quien llegué a considerar un padre...
Varios meses después de aquel día me nombraron Agente Especial al mando de la oficina de narcotráfico del FBI. Me otorgaron el mismo puesto de McCurley. Para mí fue un honor y, a la par, una pesada carga ocupar su puesto... Un honor porque significaba que todo lo que él me enseñó día a día me había servido para llegar a ser quien era hoy en día. Pero, a la par, ese nombramiento fue una carga... una carga porque he intentado siempre regirme por todo lo que aprendí de él, pero aquel día, aquel maldito día en concreto que aún permanece en mi memoria como si hubiera ocurrido hoy, siempre ha sido mi mayor enseñanza... Y, en ocasiones, más que una justicia social creo estar buscando mi propia justicia privada con el fin de alcanzar una venganza que me deje descansar una noche sin ser atormentado por las malditas pesadillas que se repiten en mi mente cada noche desde aquel día que provocó un cambio radical en mi vida tal y como la conocía. A veces, no puedo evitar pensar que destruyendo la vida de un asesino, estás salvando más vidas de las que aniquilas... Lo único que sé es que ese día no se volverá a repetir si está en mis manos evitarlo...
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