Epílogo
Permítanme avisarles que el epílogo no será referente a Sam ni a esta historia, el epílogo será únicamente sobre una situación de Frank a la cuál yo considero que era necesario darle fin.
Para no confundirlos, todo esto ocurrió el mismo año en el que ocurrió el incidente con Keith.
Y por si no se dieron cuenta, hubo actualización doble
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Narrador Omnisciente
El estudio de la gran casa tenía las luces encendidas, un proyector moderno, representaba una casa diseñada en una mesa.
Después de diseñarlo en papel, pasarlo a computadora y ahora crearlo en una maqueta de holográfica, Frank estaba dando los últimos detalles a un proyecto más.
Desde que atardeció, no volvió a ver la hora en ningún momento, simplemente se concentró en su trabajo, tal como le gustaba hacerlo siempre que tenía muchas cosas en la cabeza.
El holograma mostrado en la mesa estaba viéndose muy bien en realidad.
Frank había diseñado muchas casas y edificios a lo largo de su vida, todos sus diseños eran sorprendentes y bien calculados.
Pero, ¿diseñar un estadio de fútbol soccer?
Eso era un logro para él, estar a cargo de lo que probablemente sería el mejor diseño de su carrera, le emocionaba y le mantenía la mente ocupada en una sola cosa.
En este proyecto, Frank quería hacerse cargo de todo lo referente al diseño y cálculo.
Así que, además de crear un prototipo de la esperanza de ser el estadio más moderno y grande del país hasta ahora, también quería estar en la parte matemática dónde los números y las medidas del plano le iban a ayudar a que su proyecto estuviera bien hecho.
Esto le servía para despejarse bastante.
La cabeza de Frank no estaba especialmente en orden.
Aún seguía apoyando a su hijo después de la perdida de alguien especial.
Se había acumulado el trabajo en su empresa, y también había un problema que se ha visto más complicado de resolver esta vez.
Había tenido una discusión con Ayden.
Y su padre estaba en estado crítico.
Ah, y tenía un dolor de cuello muy poco soportable de vez en cuando.
Frank experimentaba estrés que hace tiempo no había sentido de esa forma, los problemas se estaban juntando, y aquel hombre, había pasado toda su vida resolviendo sus propios problemas, no era capaz de pedir ayudar o darse cuenta que necesitaba palabras de aliento de vez en cuando.
En su computadora sonaba música para batallar con todo esto, había rock, claramente, rock y un poco de hip-hop, el pasar de los años no afectó en nada el gusto musical de Frank, al final de cuentas, ese tipo de música lo motivaba y le recordaba que podía con cualquier obstáculo, aún si eran varios al mismo tiempo.
Miró el estadio holográfico, se veía bien, quería que hubiera suficiente espacio y que estuvieran bien colocadas las zonas más importantes como salidas y baños.
Dio un bostezo mientras revisaba detalladamente el holograma, y de pronto se decidió por ver la hora en su reloj.
2:45 de la mañana.
Comenzó a las 10:00 de la noche cuando se encerró en su estudio, y ahora llevaba un poco de sueño. En cuanto comenzó toda su música, perdió la noción del tiempo para concentrarse.
Asintió varias veces, tenía cansancio, no demasiado para ir a caer rendido a la cama, pero si el suficiente para solo querer llegar y recostarse.
Apagó todo en el estudio, la computadora, la mesa holográfica, las luces, y la tecnología con la que Frank trabaja era tan avanzada en una casa, que la puerta de ese estudio se cerraba y abría con la detención facial, sí, como en las películas, pero Frank lo tenía en la realidad.
Quería que toda la casa tuviera puertas así, solo que, aún estaba trabajando en eso, pues era complicado poner ese detector en todas las puertas, además de que se necesitaría reconocer muchos rostros, y lo más probable es que cambiara ese sistema.
Cuando salió de ahí, fue directo a la habitación que compartía con su esposo desde hace años.
Abrió la puerta cuidadosamente, después de chocar con algunas cosas en el pasillo que ya no estaba iluminado, en su defensa, habían hecho una remodelación y no recordaba dónde estaba cada cosa como antes.
En cuanto entró, cerró la puerta detrás de si, Ayden estaba en la cama, dormido, claramente no iba a despertarlo para resolver el problema, aunque eso le causaba incomodidad por el simple hecho que, aquella noche de su boda, habían prometido nunca irse a dormir después de discutir y no haberlo solucionado.
Sin embargo, no tenía el corazón para despertar a Ayden a esta hora.
Se sentó por una orilla de la cama, mientras revisaba unas últimas cosas de su teléfono, también mientras se aseguraba tener todo listo para mañana.
Estiró su cuello a los lados, el día de hoy fue muy cansado.
Bueno, estas dos semanas le han acumulado mucho estrés.
Y sencillamente ya estaba harto de eso.
Escuchó movimiento detrás de él, y de pronto, su espalda recibió un abrazo, vio como dos manos pasaban por debajo de sus brazos y terminaron en su pecho y tórax.
—Lento, pero seguro —dijo en broma.
Ayden dejó su cabeza en la espalda de Frank, necesitaba sentirlo de esa forma, saber que Frank seguía ahí.
Un poco después, tal como lo hacía desde siempre, rodeó al mayor para poder sentarse en su regazo y abrazarlo de mejor forma.
Frank no se negó, no podría negarse, él rodeó la espalda baja de Ayden y puso presión, al menos, estaba agradecido de que ya iba a haber un problema menos.
—Perdón por gritarte —se disculpó Ayden.
—Meh, estoy acostumbrado a ese tipo de violencia —siguió.
Recibió un pequeño golpe de Ayden en su brazo, indicándole ponerse serio.
El castaño levantó su rostro, era impresionante como aún a la fecha, Frank no dejaba de verlo con tanta fascinación, aún si Ayden tenía una expresión cansada pues se acababa de despertar.
—Te ves muy lindo cuando estás arrepentido —soltó.
Ayden negó, a veces se preguntaba cómo Frank lograba quitarle cualquier enojo con solo ser Frank.
—En todo caso, también es tu culpa.
El mayor asintió varias veces, él tenía razón, existían problemas como en cualquier pareja, y parte de esos problemas podían ser culpa de uno, del otro, o de ambos. Pero al final, el matrimonio de Ayden y Frank jamás se había dejado llevar por el orgullo, y tal como prometieron, nunca irían a dormir sin haber solucionado el problema.
Ayden seguía el ejemplo de sus padres, y también razonaba el hecho de que no le gustaban esas pocas peleas con su esposo.
Y Frank, el solo sabía que pasar un día en malos términos con Ayden, era un mal día, tampoco le gustaba hacer sentir al de ojos rojos.
—Lamento causarte dolores de cabeza por eso —enunció el ojicaramelo.
—Sé que lo estás intentando, Frank —lo tranquilizó, provocando que el mayor lo abrazara más fuerte—, tú me lo dijiste una vez, no es enojo, es miedo. Y me da miedo no poder verte de pie otra vez por eso.
Ayden retiró nuevamente ese cabello rebelde que Frank siempre ha tenido escapándose a su frente.
La manera en la que Frank lidiaba con el estrés últimamente, era por medio de cigarros, y a veces pensaba en la posibilidad de comprar pastillas para dormir.
Ya le habían pedido que lo dejara, pues poco a poco se empezaba a convertir en una adicción.
Frank estaba consciente de ello, y con los sucesos ocurridos en este año, parecía que todos odiaban el simple hecho de ver un cigarro.
Además, ver a su padre sin poder respirar, también le daba algo de inquietud el pensar que algún día sería su caso.
—No pasará nada, pulga —lo tranquilizó—, ya te he dicho que no vas a deshacerte de mi tan fácil.
—Preferiría que fuera por método difícil, pero que no tenga nada que ver con verte en el hospital cuando sigues siendo joven para morir.
El mayor dio un suspiro, el estrés que tenía ahora, le resultaba más difícil de controlarlo por la abstinencia, en verdad estaba luchando para dejarlo a tiempo.
Eso significa, que necesitaba de otra cosa para liberar presión.
—Bien, entonces, yo seguiré intentando hasta que solo haya un método para apaciguar el estrés —expresó, ahora con un tono un poco más pícaro.
Ayden sonrió. —Me parece bien.
Le arrebató un pequeño y tierno beso, dónde Frank se lo devolvió, y después no soportaron compartir solo besos.
—Por si no entendiste, significa que ahora eres responsable de ayudarme —indicó un pelinegro bromista.
Ayden pensó cuidadosamente, mañana Frank saldría tarde de casa, y él no iría a trabajar.
—Si amaneces aplastándome de nuevo, olvídate de dormir en esta habitación.
—Correré el riesgo —finalizó Frank en una sonrisa, para después apagar la lámpara que estaba encendida a un lado y girar su cuerpo con el de Ayden.
—Mmh, a veces me pregunto si no te he aburrido —pronunció Ayden mientras en la oscuridad, la lengua de Frank atacaba su cuello junto con caricias en su cuerpo.
Y a eso, Frank levantó su vista, con una ventana que dejaba entrar la luz de la luna, los ojos acaramelados de Frank, vieron los ojos rojos y brillantes de Ayden.
—Pulga, he estado enamorado de ti desde el primer día que te cruzaste en mi vida. Y voy a estar enamorado de ti hasta el último de mis días cuando no pueda verte más.
Ayden sonrió nervioso. Incluso a la fecha, seguía sintiendo mariposas en el estómago cuando Frank era así de cariñoso con él.
—Te amo, jardinero Frank.
—Yo te amo a ti, chico que me sigue molestando con eso.
Había cosas que, quizá nunca cambiaban.
[...]
Frank siempre había sido una persona que se sintió sola mucho tiempo.
En especial en su niñez, adolescencia y parte de su vida de universidad, prácticamente en los años más importante de la vida de un humano.
Había desarrollado una habilidad para ocultar cuando todo se estaba yendo al carajo en su vida, y tenía esa facilidad para bromear y hacerles creer a otros que todo estaba bien.
Existían ocasiones en las que el estrés podía con él y quería gritar o inclusive llorar, pero él simplemente soportaba todo.
Frank también tenía desarrollada una negación por pedir ayuda, y llevaba una vida de autosuficiencia dónde creía que él podría hacer todo solo, y tal vez era así, porque aún a la fecha, Walker ha resuelto todo a como se le ha podido presentar la oportunidad.
En este punto de su vida, Frank ya estaba cansado de toda esa presión.
Seguía teniendo un estrés horrible, el dolor de cuello no bajaba, y ahora estaba dirigiéndose al problema que más le estaba afectando.
Frank no sabía exactamente qué pensar, iba al hospital con el corazón en la mano, pero con la mente en blanco.
¿Cómo debería reaccionar ante el lecho de muerte de su padre?
Peor aún, cómo debía reaccionar si Daniel le avisó que, su padre ya no quería estar conectado a un respirador, ya no había otra salida.
Jonathan Walker, el hombre que junto con Erika, lo hicieron sentir solo bastante tiempo, y que en muchas ocasiones llegó hasta causarle odio, ahora estaba en estado crítico, sus pulmones ya no tenían esperanza alguna.
Daniel y Erika estaban en el hospital, Frank apenas tuvo tiempo de salir e ir.
Algunos se ofrecieron a ir con Frank o con Daniel, sin embargo, explicaron que no estaban obligados, parecía que hoy, era una situación que solo ellos cuatro tenían que pasarla como la "familia" que debieron ser.
Cuando llegó al hospital, no sintió otra cosa más que escalofríos, e indescriptibles ganas de salir corriendo.
No se sentía como un adulto enfrentando la vida, se sentía como un niño lleno de miedo.
Preguntó sobre la habitación de Jonathan, él ya sabía dónde era, ya había estado aquí antes por las noches cuando tenía que cuidar de Jonathan, solo que, nunca habían hablado.
Subió por un elevador, sus manos sudaban, su pie derecho no dejaba de dar pisadas, y mordía su labio inferior por esa ansiedad que llevaba.
Caminó por aquel largo pasillo hasta ver de mejor manera a Erika sentada en una silla fuera de la habitación, con un papel arrugado en mano, que usaba constantemente para limpiar su nariz.
Finalmente, ya había llegado a estar enfrente de ella, y en realidad no supo bien qué debía hacer, si abrazarla o solo preguntar cómo estaba.
Claro que, la relación entre Erika y Frank había cambiado, de manera tardía, Erika se había dado cuenta de muchas cosas, como el hecho de todo el daño que le causaron a sus hijos.
Estaba consciente de que eso no iba a cambiarlo, y que arrepentirse no servía de nada cuando veía que sus hijos habían pasado etapas importantes en soledad.
Intentó arreglar algo de aquel daño, pero en su arrepentimiento se percató de que ya era demasiado tarde para enmendar sus errores, o al menos la gran mayoría de ellos.
Por ende, Frank sabía que sus padres no tenían la culpa de haber crecido con ciertas formas de ser, ya que, al igual que él, esa etapa de abandono emocional le había causado ser quien es ahora. De lo que sí estaba consciente, es de que ellos pudieron haber hecho algo para cortar era línea de malas crianzas, problemas y traumas familiares.
Entendió lo que era criar de la misma forma que lo criaron a él, porque él creía que así, sus hijos nunca dependerían de nada ni nadie.
Después comprendió que estaba equivocado, y que al menos él pudo hacer un cambio en eso.
—¿Cómo están? —preguntó, aunque sabía la respuesta.
Erika negó, llena de tristeza. —Los doctores dicen que está en una etapa en la que su cuerpo parece mejorar un poco, pero que... ya no le quedaba mucho tiempo.
Frank por su parte, asintió lentamente, su rostro era el mismo que Jonathan ponía siempre, frío, como si le importara poco la situación.
Pero, Frank no quería decir enfrente de su madre que se moría de miedo.
—Dani está hablando con él —murmulló ella—, y, dijo que si estabas aquí, que también quería verte.
El menor rechistó cruzando sus brazos. —Es una burla que esta situación, haya sido la única en la que intentó buscarnos.
Su madre no dijo nada, no quería empeorar todo, ella comprendía bien lo que han arruinado cómo padres.
Para esto, su hijo ya no sabía qué hacía aquí.
Nunca se está preparado para afrontar el hecho inminente de que alguien con quién se vive mucho tiempo de su vida; estaba cerca de morir.
Aún si era alguien que se apreciaba o no, era una noticia que causaba cierto impacto.
Y Frank, no estaba preparado para afrontar esto. O eso creía él.
Esperó fuera unos minutos, vio a su hermano salir de la habitación, con lágrimas en los ojos, estaba envuelto en llanto, y a diferencia de Frank, Daniel si fue directo a abrazar a Erika.
El hijo mayor solo vio la misma escena a la que estaba acostumbrado, a la buena relación entre Daniel y Erika. Él no lo culpaba, incluso se alegraba de que Erika había tenido más compasión con él, y no lo llevó a pasar lo mismo.
Frank miró la puerta café y se armó del poco valor que tenía ahora, inconscientemente volvió a arreglar su traje de trabajo, cómo ocurría siempre que tenía que ver q Jonathan.
Entró con sigilo, y lo primero que vio fue sencillamente deprimente.
Jonathan Walker tendido en una camilla, con un respirador de mascarilla en el rostro, con medicamentos llegando a su cuerpo vía intravenosa.
Se veía cansado y vacío.
A Frank le dio una punzada en el pecho, si bien, nunca fueron cercanos, Frank nunca vio a su padre en este estado, siempre lo vio como alguien imponente que nunca bajaba la cabeza.
Cerró la puerta detrás suya, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Mi mayor fan —dijo un sarcástico Jonathan.
Bueno, Frank no era el único que no se ponía serio en ciertos momentos.
—Me dijeron que querías hablar conmigo —aclaró Frank, tomando lugar en un asiento al lado de la camilla.
—Bueno, me despedí de mi chica, y también de Dani.
El lugar quedé en silencio unos segundos, y ahí fue cuando Frank volvió a hablar.
—¿Estás seguro de la decisión que tomaste?
Jonathan respondía con una voz débil y ronca.
—¿Qué harías tú, si tuvieras que estar toda tu vida en una camilla porque no puedes hacer lo único que un humano puede hacer solo? Es decir, respirar.
El menor elevó una ceja. —No creo tener que responder eso para que lo sepas.
El de canas lo sabía, claro que Frank prefería ser desconectado. Y para ser sincero, de las pocas cosas de las que Jonathan estaba satisfecho, era de que no vería morir a nadie de su familia, ni a su esposa, ni a sus hijos.
Frank dejó descansar su espalda en ese pequeño sofá en el que estaba sentado, y pasó sus dos manos por su cabello.
—Estás estresado —aseguró el mayor.
Negó. —No, solo estoy cansado del tráfico.
—Ajá.
Sin pensarlo, de pronto Frank sintió sus ojos lagrimear, en el silencio de la habitación, esto le estaba costando demasiado, y no entendía por qué, si ese hombre siempre supo cómo hacer que sus estados de ánimo fuesen; tristeza, enojo y estrés.
Aguantó esas lágrimas, y para su mala o buena suerte, Jonathan lo notó.
—Sabes, Frank. No debe costarnos trabajo esto, era algo que iba a suceder después de tantos años fumando —aclaró acompañada de una tos—, en realidad, pensé que no vendrías.
—Pues no deberías pensarlo —aclaró seriamente.
—No me queda mucho en qué pensar —siguió, para darle la cara a su hijo—, no quería hablar contigo para contarte mis pensamientos ahora.
—¿Entonces?
Jonathan pasó saliva pesadamente.
—Lo siento, hijo.
Para esto, Frank ya tenía más lágrimas en sus ojos, y no, no dejaba caer ninguna.
Miró para otro lado, buscando evadir el tema que podía destruirlo.
—Si es sobre lo que creo, no quiero...
—Siento haberte hecho daño —sentenció Jonathan, y a diferencia de su hijo, él dejaba caer las lágrimas que comenzaban a salir—, a ti, a tu familia, a tu hermano igual. No voy a justificarme porque es inútil... pero lo siento tanto.
Frank bajó su mirada, tomó respiraciones profundas, esto le estaba doliendo, le estaba doliendo demasiado.
Aplastó sus labios y volvió a intentar hablar, y con esto, su voz se logró romper.
—¿Por qué? —empezó, mientras su mano frotaba su pierna con ansiedad—. ¿Por qué nunca estuviste ahí cuando te necesité? ¿Por qué me hacías creer que me odiabas? ¿Por qué...? —su garganta volvió a trabarse, y su voz volvió a romperse—, ¿Por qué no me cuidaste?
En Jonathan, sus labios temblaban, sus lágrimas siguieron cayendo, y sus manos ya no tenían la fuerza para querer tomar las de Frank.
—¿Qué hicimos mal? —siguió preguntando—. O ¿De qué tenías miedo? Éramos tu familia.
Johny no supo excusarse.
—No lo sé, Frank. Pero, no pude protegerlos como ustedes querían. Nunca les falto nada.
Frank quería gritar, decirle todo lo que pensaba. Pero no, no podía alterarlo, no se atrevía.
—No necesitábamos cosas materiales. Teníamos lo suficiente, pero siempre quisiste más y más.
—Era lo único que sabía darles —añadió.
Frank negó y negó, sintiendo todo el dolor en su corazón.
—Ni siquiera lo intentaste —se quejó entre dientes—, tuve que cuidar de Daniel casi toda mi vida hasta la universidad porque nunca tuvieron tiempo para nosotros. Él los necesitaba, yo te necesitaba y solo supiste darme la espalda.
El contrario no respondió, quería que Frank lo dejara salir todo, absolutamente todo lo que le debía.
—Crecí y aprendí todo lo que sé, solo. Me equivoqué y aún así tuve que regañarme yo mismo porque tú nunca pudiste acercarte y ayudarme. Yo no te pedía dinero ni cualquier cosa material, yo... —Frank ya no lo estaba soportando mucho, pues todos sus sentimientos venían junto con sus recuerdos, y dolía como nunca.
Pausó un instante, no quería doblegarse. Tal vez no era el momento de decirle todo esto a Jonathan por su estado, pero, Frank lo retuvo mucho tiempo.
—Yo solo quería a mi padre conmigo.
Para esto, Jonathan no podía decirle nada para justifcarse, no serviría, no quería sonar a una víctima para que Frank tuviera la compasión que él no tuvo, y que lo perdonara así como así.
Jonathan sabía que no había cuidado bien de su familia como prometió, y se arrepentía una y mil vidas por eso.
De lo que sí estaba seguro, eran de las últimas palabras que le podría decir a Frank.
—A veces, el primer hijo es el que carga con los mayores traumas de los padres —explicó Jonathan—, no te puedo decir que soy inocente, porque no lo soy. Lo lamento, Frank... lamento no haber sido el padre que necesitabas.
El menor dejó caer una única lágrima, la cuál limpió de inmediato.
—No pude hacer que me quisieran. Aún así los ví crecer y convertirse en adultos —finalizó—, te vi, Frank. Pasaste de ser un niño que cuidaba a su hermano, a ser un adulto que supo hacerlo mejor que yo.
Ahí, su hijo levantó su rostro, si Jonathan decía lo que Frank tanto había querido oír, no se lo creería, o quizá, ya no aguantaría tanto y se lanzaría a llorar.
Escuchar todo esto de Jonathan era algo simplemente irreal.
Ahí, Jonathan hizo lo que nunca había hecho; con sus últimas fuerzas físicas, levantó su mano y palmeó la cabeza de Frank.
—Estoy muy orgulloso de ti. Aunque no lo dije a tiempo, me voy tranquilo, sabiendo que eres una gran persona, y que tuve el honor de tenerte como mi hijo.
Frank se quedó sin palabras.
Algo pasó dentro de si, y su mente solo pudo desconectarse, pues fueron su alma y corazón quiénes tomaron las riendas y lo obligaron a dejar caer una lágrima sin limpiarla.
—Papá... —lagrimeó.
Jonathan estaba tosiendo aún más, sus pulmones estaban dando un último esfuerzo.
Quizá eso era lo que a Jonathan le hacía falta antes de poder irse, disculparse con la persona a la que más dañó.
Después de haberle dicho eso que había querido decírselo desde el día en que vio a Frank luchar por sus sueños, pareciera que el cuerpo de Jonathan ya no tenía energía para más.
Frank se levantó de su asiento, y supo perfectamente que solo le quedaba llamar a los médicos de emergencia.
Erika y Daniel lo escucharon, entraron rápidamente, y ella, la esposa de Jonathan, sintió bien como su cómplice de todos estos años, se había cansado de seguir aquí.
Daniel, por otro lado, sus ojos vieron con terror, a los médicos entrar a ayudar a su padre.
Frank no soportó ver la imagen de su padre luchando por cobrar aire, no podía, se había rendido.
—¡Johny! —gritó Erika, justo cuando Frank la sacó de la habitación con un abrazo.
La mujer comenzó a llorar, Daniel también, y Frank aprovechó para abrazar a ambos, escuchando de fondo a la máquina de reanimación intentando traer a su padre.
Dejaron de escuchar a Jonathan dar gritos ahogados para respirar, y solo escucharon al aparato que marcaba los latidos, dar ese pitido chillante y que les había dado la noticia.
Erika se echó a llorar aún más, Daniel por igual. Frank miraba al techo para no hacerlo, y se dedicó a simplemente abrazar a su madre y hermano.
El hombre de ojos acaramelados no supo por qué de pronto dejó de querer llorar, y su mente siguió en shock.
Su padre falleció.
Jonathan Walker falleció.
[...]
Una semana después de ver a su padre morir, el pelinegro seguía sin llorar, sin decir nada al respecto, eso era preocupante incluso para Ayden.
Era raro, para algunos que no tenían mucho cariño a Jonathan, les había decaído la noticia.
Era increíble como incluso una persona que muchos tomaban como el malo, también provocaba ese vacío extraño al fallecer.
En toda la semana, Frank seguía pasando tiempo con Sam para apoyarlo, Frank seguía yendo a trabajar e intentando revolver problemas, y seguía sin quitarse el estrés.
La ayuda de Ayden funcionaba, sin embargo, el estrés parecía volver por arte de magia.
Hoy, Frank no quiso ir a trabajar, hoy su cuerpo no quiso responder a eso, al final de cuentas él era el director, nadie iba a decirle nada por un día de ausencia, y Bruno ya estaba listo para hacerse cargo mientras él no estaba.
En lugar de ir a trabajar, el pelinegro tomó ropa en tonos negros y grises, casi nunca podía vestirse así de informal cómo antes.
Tomó sus llaves, encendió su auto, e hizo algo que simplemente no era propio de él.
Le negó la compañía a Ayden.
Sí, Ayden quería ir con él cuando le dijo que solo iría a tomar aire, no obstante, Frank solo le dijo que no, por la sencilla razón de que hoy quería ir solo a ese lugar.
El de ojos rojos comprendió por completo, su esposo se veía muy aturdido esta semana, se veía que aún no procesaba el fallecimiento de dos personas que marcaron a la familia.
Así, emprendió un corto viaje, pasó por algunos lugares nostálgicos, Rey Burrito, su universidad, la preparatoria de Ayden, la casa de los padres de Ayden, recordó aquellos días en los que pasó de ser un jardinero apático, a estar completamente loco por un chico que había roto un jarrón y tuvo qué arreglarlo.
Pasó por otros sitios, admirando algunas construcciones que él diseñó.
Después el auto entró a un pequeño bosque, se detuvo en un punto fijo, bajó de este y caminó solo, había algo en su mano, parecía una caja de cartón.
Saltó por piedras y pasó debajo de algunas ramas, continuó firme, cuando ya había llegado.
Enfrente de él, estaba el lago que también había visto pasar a tantas personas en su familia.
Suspiró y se acercó a este, lucía tan diferente, el muelle se veía más viejo, los árboles parecían ser más grandes, era una fortuna que hayan decidido proteger este bosque de la deforestación, cosa que Frank procuraba mucho a la hora de hacer sus proyectos.
Caminó hasta el muelle y tomó asiento en este, el aire golpeaba en todo su frente, el agua había subido y lograba estar debajo de sus zapatos.
No llevaba teléfono ni billetera, solo sus llaves y una caja de cigarros.
Y esa paz, le duró tan poco.
Cuando Frank comenzó a pensar en todo, sus ojos no lograron soportarlo y comenzaron a lagrimear otra vez.
"Lo siento, hijo".
"Estoy orgulloso de ti".
"Tuve el honor de tenerte como mi hijo".
Esas tres frases no dejaron la cabeza de Frank toda la semana.
Toda su vida, Frank Walker había cargado con el peso de sus traumas, del abandono, de hacerse responsable de su hermano desde temprana edad porque sus padres nunca tenían tiempo.
El estrés que ha tenido todos estos años han sido provocados por eso, y porque él nunca quería que lo ayudaran, porque quería arreglarselas él solo con tal de que los demás estuvieran bien.
Su vida como padre no había sido la más sabia, se había equivocado con sus hijos en algunas cosas, había repetido el patrón de Jonathan hasta cierto punto, pero siempre trató de hacer un cambio.
Todo este tiempo, Frank había dado lo mejor de si, para su familia, para la persona que amaba. Para que rendirse no se le pasara por la mente en ningún momento.
¿Y qué pasa ahora mismo?
Que Frank ya estaba cansado.
Y cansado no solo de estos días, estaba cansado de todo en realidad.
La gota que derramó el vaso fue el fallecimiento de Jonathan, porque haber escuchado sus palabras, hicieron de Frank todo un caos en el interior, quizá porque no se había dado la oportunidad de llorar.
Hoy y ahora, Frank ya no aguantaba. Tenía tanta impotencia, tanto dolor, que simplemente comenzó a llorar, sin temor ni nada, él estaba solo y podía llorar lo que quisiera.
La sangre en su cuerpo estaba tan caliente que llorar no le bastaba aún, quería sacar el dolor de otra forma, algo más fuerte y que le permitiera olvidarse de sus problemas y del hecho de que el hombre que lo hizo así, ya no estaba.
Frank Walker estaba llorando, las venas en su cuerpo se resaltaron tanto, apretaba sus puños sobre la madera del muelle con tanta fuerza, que solo se dejó llevar.
Y con ese coraje de haberlo dado todo, Frank gritó, lloró, se desahogó en llanto y en alaridos que querían liberarlo.
El hombre de cabello negro se estaba disculpando consigo mismo por haber sido tan duro todo estos años, por no darse un descanso y dejar que todo cayera sobre él como si fuera el único que pudiera soportar tanto.
Le pidió perdón a un Frank en la niñez que tuvo que crecer muy rápido, a un Frank en su adolescencia que no supo lo que era tener amigos porque sus obligaciones lo mantenían ocupado, y a un Frank de universidad por plantarle tanto miedo de querer a una persona y ser olvidado.
En el bosque se escuchó a un hombre desahogarse y liberar todo lo que había acumulado, él se lo merecía, merecía sanar después de todo.
Cuando sus gritos terminaron, miró esos cigarros en su mano, eran la última cajetilla que tenía, y él tenía la idea de aprovecharla antes de que los demás se dieran cuenta.
¿Qué hizo?
Tomó todo ese grupo de cigarros, y con el dolor de su mente, los rompió a la mitad.
Deshizo esos tubos de veneno con sus propias manos. Ya era suficiente, ya se había hecho mucho daño a él y a su familia.
Guardó los restos en la cajetilla, seguramente la tiraría después en un lugar seguro.
Frank sintió que mucho tiempo de soledad y presión se estaban yendo, limpió su rostro, aunque algunas lágrimas seguían cayendo.
Finalmente, se percató de tanto, de que no se arrepentía de nada, de que su vida había valido la pena ahora que veía todo lo que había logrado.
Ayden siempre estuvo ahí para él, enseñándole lo que una persona era capaz de cambiar en alguien cuando había amor real.
Sus hijos le dieron una segunda oportunidad para hacer las cosas bien, para demostrar que, aunque costara, él siempre intentó e hizo el cambio.
Su hermano, a Daniel siempre lo iba a ver cómo un niño de seis años que tiraba el helado en su pantalón.
Erika, Jonathan, las personas que le causaron dolor y aprendizajes que él tuvo que tomar por su cuenta.
Y claro, su mejor amigo, Brunito, el pelirrojo que a pesar de todo, nunca dejó a Frank abajo.
Todos y cada uno de ellos habían sido parte de Frank, y quizá, él merecía que casi todos pudieran ayudarlo cuando sintiera que ya no podía más.
Su vida no era mala, difícil puede ser, pero, lo malo ya había pasado.
Ahora él necesitaba descansar.
Miró el muelle, había tantas marcas aquí, la de Tony y Eliot, Sam y Keith, Daniel y Bruno, Tristán y Dimitry.
Y claro, la de él y Ayden, la primera de todas.
Con un plan en mente, Frank sacó las llaves de su auto, y con la de la forma más puntiaguda, dejó su propia marca en aquel muelle.
Sonrió convencido, ahora, tenía una cita con el amor de su vida en una cama para estar abrazados mientras Frank podía seguir desahogandose con alguien que iba a intercambiar sus lágrimas por besos.
Se levantó del muelle, tomó sus cosas de regreso y escapó de ahí, quién sabe si volvería en un futuro cercano o lejano.
Lo que sí era seguro, era que, quizá en días, semanas, meses o años, algún día alguien iba a llegar a ese muelle solo o acompañado, alguien iba a sentarse en esas maderas viejas y maltratadas.
Y ese alguien, iba a ver las marcas de las parejas que pasaron un lindo momento en el lago.
Pero lo más importante, ese alguien vería lo que él pelinegro dejó grabado con la llave de su auto clásico.
"Frank Walker estuvo aquí".
FIN
Antes de retirar esta historia de sus bibliotecas, los invito a ir a la siguiente parte para unos agradecimientos y un aviso importante que respecta a un especial <3
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