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28.- "Días Largos"

Mi gente, no sé a quién van a odiar más en este capítulo, si al Sam o a mi, yo creo que a los dos, jajs.

Narrador Omnisciente

La mirada de Sam estaba perdida, veía por la ventana a ningún lado exactamente, tampoco había mucho en su cabeza, estaba en blanco, quizá por voluntad propia, él no quería pensar.

La mayoría de personas ya se habían ido, sus amigos, personas de su familia, había anochecido y los únicos en el restaurante eran Eliot, Tony, sus padres, su abuela Alyssa, y él.

Y a diferencia de Sam y Alyssa, el resto estaba buscando, esperanzados de que el dinero saliera por algún lugar.
Porque mientras él chico de falda ya no sabía qué pensar sobre lo ocurrido, su familia no quería que esto terminara así.

Tal vez era porque los demás habían aprendido a pensar con la cabeza fría, cada uno de ellos ya había pasado por un proceso en el que entendían bien que dejarse llevar por lo primero que se sabe, no era buena idea.

Lamentablemente, Sam aún no aprendía eso, había muchas cosas que todavía no lograba comprender, pero su primera opción fue hacer caso al instinto de protección por su familia.

Aún así, su familia no estaba descargando la posibilidad de que Keith Donson haya sido el culpable, sin embargo, querían hallar otra respuesta, saber que ese chico que se veía como la persona más fiel; no fue capaz de hacerles esa mala jugada.

Por otra parte, Alyssa solo estaba ahí, sentada enfrente de su nieto, ella se encargaba de que nadie se acercara a Sam a hacerle más preguntas, porque sabía que él chico solo quería despejarse, vaciar todo en su mente y recapitular, encontrar una solución.

—Mamá, tienes qué regresar a casa, se está haciendo tarde —fue la voz de cierto castaño de ojos rojos, quién tocó el hombro de Alyssa—, Frank se ofreció a llevarte.

La mujer de cabello canoso sabía que era verdad, aún tenía muchas cosas qué atender ella sola o acompañada de su esposo.

Y claro que Alyssa no se negaría, pasar tiempo con su yerno era lo más divertido que podía sucederle.

Ella asintió, mencionando que en unos segundos saldría.

Ayden, por su parte, ahora tenía qué dejar todo listo para abrir mañana, confiando en que nada volvería a pasarle a su restaurante o su dinero.

Dejó solos a su hijo y a su madre otra vez, dónde ella tomó la mano de Sam fuertemente.

—No des las cosas por sentado, Sammy —le dijo tranquila—, todos pueden cometer errores o confusiones.

—Tú dijiste que él era el indicado —fueron las primeras palabras de Sam después de horas—, en todo caso, significa que tú también cometiste un error.

—Por eso tienes que pensar bien las cosas, sé que amas a tu familia y reaccionaste en su defensa, pero tienes qué escuchar su versión.

—La versión de un drogadicto. Eso es lo que es. Claramente va a negar todo, he estado meses con Keith, y en todos estos meses me ha quedado claro que no puede controlarse, él simplemente no puede ni va a poder.

Alyssa hizo una mueca, Sam ya había contado un poco sobre la situación de Donson, y realmente había poco con lo cuál salvarlo.

Pero todos coincidían en que era increíble que él lo haya hecho, ni siquiera ellos terminaban de creerlo.
Y era tanta la resistencia del resto de los Walker, que habían guardado el cabello que Sam encontró. Tenían muchos conocidos, no tardarían nada pidiendo que supieran a quién le pertenecía.
Además, las huellas dactilares de la caja iban a servir, solo querían acabar con este tema.

Después de que Alyssa se despidiera de todos y se fuera al estacionamiento delante de Frank, los únicos que quedaron fueron su hijo, sus nietos, y Eliot.

Ayden volvió a dar una última vista al restaurante entero, Eliot quería hacerle compañía a Sam, pero prefirió decirle a alguien mucho más cercano a él, que lo ayudara.

Realmente, Eliot sabía bien que la admiración de Sam por su hermano era más grande de lo que se pensaba, y seguramente si él hablaba con Sam, podría desahogarse, hacer que pensara mejor las cosas.

Pero, ya sea por buena o mala suerte, Anthony Walker era la viva imagen de Frank Walker, y a veces no sabían exactamente cómo ser serio.

—¿Y yo por qué? —preguntó irónico.

—Es tu hermano —explicó Eliot—, tus padres están en otros asuntos, tienes qué apoyarlo, decirle... no sé, que pudo haber sido una confusión de Keith.

Tony aplastó sus labios. —¿Y si me grita?

—Anthony —Eliot habló seriamente.

—Ya voy, ya voy.

Por supuesto que iba a ir de un inicio, pero que Eliot lo llamara "Anthony" y no "Tony" o "amor", significaba una cosa; peligro.

El Pelinegro tomó asiento enfrente de su hermano, él cuál solo estaba atento a la ventana.

—Te puede dar tortícolis si tienes tu cuello doblado así tanto tiempo —comentó Tony.

Sam no respondió nada, pero después supo a qué venía su hermano mayor.

—Dime lo mismo, Ant —dijo débil—, "escucha su versión".

Y Anthony entendió.

—Sammy, yo sé que parece lo más lógico, pero todo el mundo tiene derecho a defenderse.

El menor rió con amargura. —Lo dicen como si fuera tan fácil.

—Lo es...

Entonces, Sam lo miró.

—¿Estás seguro que eso hubieras hecho tú si fuera tu situación? Imagina tan solo que fue Eliot el que te hizo falsas promesas y traicionó tu confianza y la de tu familia, ¿qué crees que hubieras hecho?

—Lo pensaría bien antes de echarlo, más sabiendo las cosas que él podría hacer.

Sam negó. —Se les hace muy fácil quejarse de algo que no están pasando. Es sencillo decir; Sam, dale otra oportunidad. Sam, escúchalo. Sam, ve con él y pregúntale. Pero, ¿quién más pudo haber sido?, actúan como si ustedes no hubieran hecho lo mismo si fuera su caso. Y no pienso disculparme con él por defender a mi familia, nos traicionó, ¿y quieren que sea yo el que deba ir a rogarle una explicación?

—No se trata de rogar por una explicación, se trata de razonar las cosas antes de actuar, Keith pudo equivocarse, confundirse con algo. Pero si piensas con la sangre caliente, nada va a salir bien. Sam... yo sé que te enoja más el hecho de que fue algo que pasó con la familia, y que quieres defendernos, pero no le estás dando la oportunidad de explicar qué hizo o por qué lo hizo.

Sam mentía cuando mostraba ser indiferente ante lo que sentía por Keith ahora, ya no sabía qué le dolía más.
Había hecho lo primero que se le ocurrió cuando vio aquel cabello blanco en la caja fuerte. Sintió que momentos y promesas se habían roto. Es verdad que ni siquiera lo dejó expresarse, pero había odiado tanto el ver qué había mentido así.

El menor puso sus manos sobre la mesa, otra vez quería llorar, pero ya no iba a hacerlo delante de ellos.

—No lo creí capaz. Por un momento, confié en que él estaba mejorando.

Anthony miró a los lados, buscó ayuda de parte de su esposo, y él solo levantó ambos pulgares desde la distancia como muestra de su apoyo.
Después miró a Ayden, y este lo saludó desde lejos.

Ay, no.

Tomó una mejor respiración, ya era hora de ponerse serio. Alguna vez estuvo en ese lugar donde tenía qué pedir consejos porque simplemente no sabía qué hacer, ahora, parecía que ya era su turno de ayudar.

—Tú me hablaste sobre todo lo que ha pasado con él —empezó—, y si todo lo que dijiste es verdad, significa que ese chico dejó una horrible adicción por ti. Keith ha mejorado bastante solo porque no quería que tú te alejaras, no tiene sentido que ahora haya hecho esto solo porque quería volver a drogarse. Actuaste en cuanto viste una sola cosa que estaba en su contra, y al menos, debiste haber pedido una explicación.

—Y a ustedes les hace mucha falta entender que las personas mienten con tal de tener su propio beneficio.

Tony juntó sus cejas. —He tenido bastante experiencia con las personas que mienten, he mentido antes y me he equivocado como cualquier persona, no estoy orgulloso de eso, pero tampoco estás excento de equivocarte.

—No fue mi culpa que él robara el dinero.

—No estoy diciendo eso —negó—, estoy diciendo que si fuera tu caso, también merecerías ser escuchado al menos una vez. Keith te quiere, todos lo hemos notado. El dinero es lo menos importante ahora porque al menos pudimos pagarlo con lo que teníamos en efectivo. Sam, no te estamos pidiendo que hagas cómo que nada pasó, estamos pidiéndote que cuando menos, sepas lo que sucedió exactamente.

El menor volvió a negar, revisó que tuviera todo lo necesario en su posesión, es decir, sus cosas.

—¿Ya te vas?

—No tengo nada qué hacer aquí. Quiero ir a descansar a mi dormitorio y ya.

Tony dudó. —No soy adivino ni parecido, pero no creo que sea buena idea. Puedes quedarte con Ayden y Frank, o puedes venir con Eliot y conmigo, tenemos dos habitaciones extras en casa.

—Ah, no te preocupes, que haré lo posible por no encontrarme con él.

Anthony negó, esto no le daba buena espina.

Por su parte, Sam solo se despidió de los que quedaban restantes, no estaba bien anímicamente, pero lo único que quería era estar solo, irse a dormir y pensar bien lo que sucedió.

[...]

Las almohadas y sábanas estaban regadas por el suelo, los objetos de cualquier mueble o mesa; tirados por toda la habitación.

Ahora mismo, el baño era el que se convertía en un desastre, todo porque un chico de cabello blanco se había rendido.

Keith era una bomba de tiempo que había estado activa desde que decidió dejar las drogas por quién él llamaba "el niño de sus ojos". Pero su ansiedad y crisis por tenerlas en su cuerpo para olvidarse de lo que pasó, fue lo que lo estaba llevando a voltear su habitación de cabeza para buscar aunque sea una pastilla.

Su mente colapsó desde que se vio obligado a salir del restaurante, Pelusa se había aferrado a su dueño mientras este corría con lágrimas en los ojos hasta la universidad.

En cuánto llegó, lo cuál no era hace mucho, pues la universidad estaba lejos, comenzó a buscar cualquier cosa desesperadamente, una pastilla, un cigarro, aunque sea una sola.

Lo intentó, de verdad lo había intentado por él, y ahora pareciera que todo su mundo se había venido abajo.

Pelusa ni siquiera podía morderlos para impedirlo, Keith lo había dejado en su hábitat.

Keith no podía dejar de temblar, de llorar, preguntándose qué fue lo que hizo mal.

Cuando se dio cuenta que en su habitación no había ni una sola droga, su cabello era jalado por sus manos, su nariz se arrugaba por la necesidad de inhalar algo. Estaba teniendo una crisis en la que incluso sentía que el aire era menos.

Salió del baño y de su dormitorio, corrió a toda velocidad dejando a Pelusa en la habitación.

Aceleró el paso, recorrió todos los pasillos y escaleras hacia abajo, cuando estuvo fuera del edificio siguió manteniendo su ritmo, pocas personas veían correr a un peli-blanco por la universidad hasta que este salió por completo de las instalaciones.

Keith no miraba a los lados al cruzar la calle, su único objetivo era buscar un maldito lugar donde le dieran cigarros o pastillas para dormir.

Su mente recordaba bien a qué lugar escondido iba para conseguir todos los fármacos, no tenía problema con conseguir más, después de todo, él tenía dinero. Dinero suyo.

Llegó a una pequeña farmacia escondida en un callejón, o al menos esto aparentaba ser. Era un lugar sucio y con una luz tenue, encontrada enfrente de la pared de un edificio de ladrillo. Ahí, el tipo que atendía ya conocía a Keith, y vio que estaba necesitado por algo de pastillas, así que no dudó en darle lo de siempre.

Donson, aún temblando, pagó todo, lo primero que hizo fue sacar un cigarrillo y encenderlo con ayuda del hombre que atendía, y cuando dio la primera calada, tosió, para después dejar salir otras lágrimas restantes.

Retrocedió cuando le dieron una bolsa negra con sus cosas, dio otras caladas al cigarro buscando calmarse, dejando que sus pulmones se llenaran de esa toxina.

Regresó caminando a su dormitorio, con la cabeza baja, fumando y pensando en lo jodido que estaba todo.

Sorprendentemente se había hecho de noche, Donson miraba las estrellas mientras caminaba, se supone que hoy iba a ir con Sammy a las canchas de soccer. Y siempre veían las estrellas juntos cuando iban.

Le parecía increíble cómo cambiaban las cosas, como una confusión desataba un caos, hoy por la mañana, Sam parecía más enamorado de él que de costumbre, y ahora parecía que no quería volverlo a ver.

El de ojos azules entró por el estacionamiento, dispuesto a hacer la única cosa que según él, era lo que más alegraba a Sam; esperarlo ahí, aunque pudiera tener frío o pasar horas sentado, él quería esperarlo.

Entonces, empezó a fumar de otra cosa que iba a hacerlo olvidarse de cualquier cosa mala, porque si Sam llegaba y volvía a gritarle, al menos él lo olvidaría.

[...]

No tardó mucho, para que un coche azul llegara al inmenso estacionamiento, Keith levantó la cabeza, reconocía tan bien el modelo, la bolsa negra que contenía pastillas, cigarros y demás, fue enviada detrás de una pequeña barda de concreto que dividía el césped de la banqueta.

Había luz en el estacionamiento, proveniente de grandes postes de luz.

Esperó ahí sentado, pisando el cigarrillo que aún ni siquiera acababa, su mundo comenzaba a ser un poco más despreocupante, pero cuando vio a Sam bajar de su auto, sintió un miedo inexplicable.

Cuando Walker lo vio en el suelo, en su rostro no hubo más que mero enojo.
Y cuando un Walker estaba enojado, significaba una cosa; peligro.

Pero ahora mismo, la mente de Keith no lo sabía.

Se levantó de su lugar, e intentó seguir los pasos del chico de falda negra.

—Sam, ¿podemos habl...

—No.

—Pe...

—¡No, no quiero verte! —escuchó del menor, podía entender el enojo en su simple tono de voz, pero seguía caminando.

—Solo déjame explicarte —pidió en un hilo de voz.

Entonces, Sam Walker se giró para verlo directamente, era verdad que no quería verlo, por la sencilla razón de que ni siquiera él sabría lo que podría terminar de decirle.

—¿Explicarme qué? ¿Que tomaste la mejor oportunidad para aprovecharte? No necesito que me digas nada y más te vale devolver ese dinero completo.

Keith sintió su pecho presionarse.

—Sammy...

—No me llames así, idiota. Ya basta de que todo quieras arreglarlo con apodos y pretendiendo ser la víctima —por cada palabra que salía del castaño, los ojos de ambos chicos se comenzaban a mojar—. Tú nos traicionaste, me traicionaste a mi. Te dejé entrar a nuestra vida, quise apoyarte en cuánto me enteré que dependías de las drogas y creí que mi familia merecía conocerte. ¿Para qué? ¿Para que solo te aprovecharas?

Donson negó. —No, no, eso no fue así.

—¡Keith, estás drogado! ¡Lo veo a kilómetros! ¡¿Cómo pretendes que te voy a creer todo eso si ni siquiera tienes la decencia de ocultarlo?! Y apuesto que ahora estás así con el dinero de mi familia.

Los regaños de Walker se convirtieron en la peor pesadilla de Keith en segundos, sintió que tenía algo atorado en el pecho, que en cualquier momento iba a llorar.

—¡No tienes derecho a acercarte a mi familia ni a mí, ladrón!

Entonces, la voz de Keith de quebró. —Sammy, yo no hice nada... Tienes que creerme, por favor, yo no les haría daño.

—¡Eres un maldito mentiroso de mierda! ¡Deja de fingir que eres todo tierno e inocente si sabes perfectamente lo que hiciste!

Sam sentía su pecho arder, Keith también. Pero la diferencia era que el primero lo sentía por enojo, y el segundo porque sentía que su mundo se estaba quebrando.

Solo un intento en acercarse bastó, para que Sam respondiera con su rabia, ni siquiera le pasó por la cabeza lo que hizo, pero sus brazos usaron toda su fuerza para empujar a Keith.

—¡Aléjate! —gritó.

La inercia lo hizo caer bastante cerca de una barda de concreto, un poco más, y su cabeza pudo haber sido golpeada.

Y cuando Keith levantó su vista, el miedo se apoderó de su cuerpo, porque dejó de ver al Sam que lo quería, y vio en él, la misma mirada que le daban su padre y su hermano todos los malditos días.

A Donson se le quebró el alma, y sus lágrimas cayeron inmediatamente, su cerebro estaba intoxicado y le hizo creer una sola cosa; que estaba otra vez en ese horrible lugar donde había vivido un infierno.

—Y no me vuelv...

Keith puso sus brazos en su cabeza y rostro, sus piernas se doblaron para pegar con su torso y cubrir sus costillas, y el temblor de manos de hace minutos, se intensificó en su cuerpo.

—¡Ya no más golpes, por favor! —dijo inconscientemente, pues su mente lo transportó a una oficina donde lo llevaban cada día a ser maltratado—, lo siento, lo siento.

El peli-blanco lloró, Sam solo estaba de pie a punto de hacer lo mismo.

—Búscame solo cuando tengas el dinero que robaste, y sino, entonces no vuelvas a aparecerte. Es todo.

—Sam...

—Ya me oíste.

Keith siguió sollozando y cubriéndose mientras Sam se iba, estaba tirado en el suelo, cansado de todo, aterrado de como todo se vino abajo.

¿Por qué le hacían esto?

¿No se supone que iba a ser feliz a partir de ahora?

¿No se supone que Sam lo quería?

Entonces, ¿por qué sentía que todos iban a odiarlo?

¿Por qué creía que volvería a ir a ese lugar infernal del que pudo escapar?

Él no creía merecer esto por algo que ni siquiera hizo.

Pero, simplemente parecía que ser feliz nunca fue su destino, parecía que por más que quisiera, él no merecía ser amado. Y eso le dolía tanto, porque por fin había encontrado su hogar, su lugar seguro, y de un momento a otro, todo se esfumó.

[...]

—Y bueno, con esto acabamos la teoría del nivel de los cuerpos en la danza, la próxima semana haremos un repaso de todas las clases de teoría y será la última para ustedes.

La profesora se despidió de los alumnos en el salón de clases, la mayoría de ellos volverían a sus actividades normales, directo al salón de danza, se despegaron de sus sillas, y poco a poco todos salieron... todos menos dos chicos.

—Sam, la clase terminó —dijo Eddy a su amigo.

El castaño, quién estaba dormido sobre la mesa, no quiso despertar.

—Sam Walker, te exijo que te levantes ahora mismo —ordenó firme, pero no hubo resultado cuando Sam le dio un suave golpe en su hombro.

¡El atrevimiento!

Eddy negó, pero tampoco se animaba a darle una charla motivacional, la noche de ayer, el castaño no pudo dormir ni un poco bien, ya habían pasado dos días desde que había pasado lo del restaurante, y era probable que todos los conocidos de Sam ya le hayan dicho lo mismo una y otra vez.

Galen comprendía que seguramente estaba harto de que le dijeran lo mismo, quizá había solo una persona que no le ha dicho nada al respecto, pero Eddy no creía que faltara mucho para eso.

El rubio esperó a que Sam despertara, el segundo quitó la gorra de su suéter de su cabeza, dejando ver lo cansado que estaba, se notaba en su rostro, en sus ojeras y en lo revoltoso de su cabello.

—¿Qué hora es?

—Las doce, se acabó la clase y la próxima semana será la última clase sobre teoría.

El mayor asintió. —Voy a ir a casa de mis padres, ¿vienes?

—No, gracias, Thomas va a pasar por mi, pero saludalos de mi parte.

Sam no tomó mucha importancia, se levantó después de colgar su mochila en su hombro, y salió del salón a paso rápido, ni siquiera Sam sabía dónde quería estar.

Su habitación lo deprimía, caminar por la universidad también pues no quería ver a tantas personas, la casa de sus padres era un lugar donde solo le recordarían que hace mal las cosas, pero aún así, iba para allá porque podría encerrarse en algún juego de consola.

Claramente no había visto a Donson ayer ni hoy, Sam era excelente fingiendo que algo no le interesaba, pero no sé podía dejar de querer a alguien en tan poco tiempo, le sería imposible no sentir nada ni un poco de preocupación, así que, veía de reojo por los pasillos solo para asegurarse si Keith se aparecía.

Pero nada, ni siquiera en las canchas.

Lo único que lo "reconfortaba" era que, alguna vez que bajó el edificio por la noche para buscar comida fuera, escuchó música provenir del dormitorio de Keith.

Las emociones de Walker eran todo un caso, lo extrañaba, pero también sentía un gran rencor.

Si bien, extrañaba todo lo lindo que había pasado con Keith, extrañaba verlo a él, a Pelusa, el simple hecho de recostarse y ver una película de terror en la que Donson se cubría con sábanas para no tener miedo.
Sin duda, extrañaba cuando todo no se había ido a la mierda.

Y por otro lado, solo se enojaba cuando recordaba ese momento en el que creyó haber sido traicionado.

Solo quería olvidarse, quería verlo como una desilución más... pero, ¿por qué está le dolía mucho más?

Salió de las instalaciones en su auto en cuanto llegó al estacionamiento, tampoco quería conducir, todo le parecía cansado y se sentía débil, sin embargo, era lo mejor que podía hacer sino quería toparse con el oji-azul.

No, a quién engañaba, esto le estaba costando más de lo que pensaba.

[...]

Sam suspiró, aún en su coche, había llegado a casa de sus padres, el auto de Frank seguramente estaba dentro de la casa, pero fuera de esta, el coche de Anthony también estaba estacionado.

Quitó las llaves del tablero, salió de su auto y cerró la puerta detrás de él, sus pies siguieron el camino decorado hasta la puerta principal, cuando tocó el timbre, quién salió a su encuentro fue su hermano, Tony lo dejó pasar sin preguntar o parecido, incluso él veía en el rostro de su hermano que lo que menos quería era cuestionamientos de qué hacía ahí.

Anthony volvió a dónde estaba, que era la cocina, en dónde estaba intentando no quemarla en el proceso de hacer algo de comida, en este caso, un postre.

Sam llegó a pasos lentos, dejó las llaves de su auto y su teléfono en la mesa, puso sus manos en los bolsillos de su suéter, y de nuevo tenía la gorra cubriendo su frente y parte de sus ojos.

—¿No deberías estar cumpliendo con horarios de artistas? —preguntó agotado.

—Estamos de vacaciones —contestó el de ojos verdes, robando mezcla de chocolate de un tazón—, no he pasado mucho tiempo con Frank y Ayden, les prometí venir a hacerles un pastel.

—¿Lo prometiste?

Anthony bajó su cabeza en tristeza. —Perdí una apuesta con Frank.

—¿Qué apostaron?

—Le preguntamos a Ayden quién creía que cocinaba peor, si decía que Frank, él haría un pastel, si decía que yo, entonces yo lo haría.

Sam carraspeó. —Al menos dime que dudó su respuesta.

—Respondió incluso antes de terminar la pregunta.

—Entonces, pusieron a la persona menos indicada en la cocina, sin supervisión, ¿dónde están ellos? ¿Y Eliot por qué no está siendo el adulto a cargo?

—Ellos están en el jardín —siguió, comenzando a abrir el horno cuidadosamente—, Eliot dijo que tenía terminar una pintura y quiso quedarse en casa.

El menor volvió a asentir sin ganas, dándole un vistazo a la gran cocina llena de iluminación y tonos claros, poco a poco fue apoyando su mandíbula en la mesa de barra en la que estaba sentado, todo mientras Anthony lo veía detenidamente.

—No hablaste con Keith, ¿verdad? —cuestionó, cruzando sus brazos, apoyando su cuerpo en la isla de la cocina.

—Mmh, ¿se nota? —contestó con todo el sarcasmo de su cuerpo.

—Y bastante.

—Recuerdo que supuestamente tenían contactos que iban a investigar esto.

Anthony asintió. —Y dijiste que no era necesario.

—Porque no lo es, harán gastos innecesarios cuando saben cuál será la respuesta. Es como si pagaran por ver un partido de soccer, pero ya saben los resultados desde antes.

Su hermano solo negó, no servía de mucho querer insistirle, llegaría un punto en el que Sam sería el que decidiera resolver sus propias dudas. Porque ahora mismo, parecía que él único en que no quería descubrir la verdad, era él.

Cambió su sitio en la casa, fue al jardín para avisarle a sus padres que estaba aquí, Frank y Ayden estaban haciendo labores de jardinería, con el pelinegro tomando una manguera, y al castaño cortando algunos arbustos.

—Voy a pasar el día aquí, ¿puedo?

Ambos voltearon a la puerta que era transparente con un lindo marco de madera, para ver a su segundo hijo en casa, hace tiempo no estaban solo los cuatro ahí.

—Antes que nada, buenas tardes —dijo Frank, antes de dirigir la manguera a Sam y mojarlo un poco.

Una muy débil risa salió de él, su primera risa en dos días.

—Hola, Sammy —saludó Ayden—, ya saben que pueden quedarse toda la semana si desean.

—No los motives —añadió Frank entre dientes.

—Está bien, me iré cuando se oculte el sol. Pero me quedaré acá dentro con la consola, y vigilaré que su hijo no queme la casa.

Sam se adentró a la sala, cerró la puerta del jardín, y seguidamente se asentó en el sofá extenso, encendió la pantalla de televisión, la consola de videojuegos, y se dispuso a jugar toda la tarde.

Mientras tanto, en el jardín, los padres de ambos chicos siguieron en lo suyo, Frank se encargaba de regar el jardín manualmente cuando no tenían nada qué hacer, y siempre les gustaba arreglar los arbustos juntos.

Después de años, Ayden aprendió a cuidar un jardín.

—Sabes lo que diré, ¿cierto? —inquirió el de ojos rojos.

—Sí, yo también espero que Tony no nos intoxique con un pastel.

—Eso no, Frank.

—Ah, entonces no sé.

A veces Ayden se preguntaba cómo es que Frank podía ser o muy inteligente y atento, o muy distraído y sinvergüenza. 

—Se ve muy mal, y no has hablado con él.

—No veo la necesidad. No tengo nada qué decirle.

—A él no, pero sé que tienes una opinión al respecto —insistió Ayden, dejando cualquier cosa de lado para acercarse a su esposo.

Frank dio una respiración larga, y siguió regando las plantas.

—Frank... evades el tema como si supieras algo.

—Sé muchas cosas —burló el mayor—, pero en nada cambiará que le diga mi opinión, Sam está decepcionado y cualquier cosa que le digan hará que se haga más grande el problema, no es tiempo de que llegue yo, siendo el último en la fila de personas que le repiten lo mismo.

—¿Y qué planeas decirle cuando sea tu turno? Sabes que entre tú y yo, a ti te hacen más caso porque eres directo.

—Error, a ti te hacen caso porque los amenazas, yo soy el papá buena onda que los aconseja pero no espera que lo obedezcan, yo no lo haría si fuera ellos.

Ayden le dio una expresión igual de amenazante a como lo describían.

El ojicaramelo suspiró, sin dejar ni un solo instante de mirar las plantas.

—No creo que Keith lo haya hecho. La caja fuerte estaba cerca de la puerta de salida en la cocina, también lo vi entrar, pero si quería tomar el dinero no hubiera salido en tan poco tiempo. Y además, ¿por qué lo haría? todos estábamos ahí, si hubiera querido llevárselo, él se hubiera ido en cuánto lo tuvo en sus manos.

—Tampoco creo que él sea el culpable... Keith quiere mucho a Sam, y se veía feliz con él.

Entonces, Frank tenía qué decirlo.

—Ese chico depende emocionalmente de Sam para todo, y la única razón por la que es mejor que investiguen bien quién fue, es por él.

Ayden dudó, hasta que Frank volteó a verlo con un gesto inquieto.

—Quiero evitar que Keith haga una locura, o lo vamos a lamentar.

El menor empezó a morder la piel de su labio, ver a Frank en ese semblante no era especialmente normal, o al menos no con él. Si se ponía así, entonces de verdad quería ayudar, y de verdad estaba preocupado.

Pero claro que, el escudo de Frank para evitar que los demás estuvieran igual de preocupados, era hacer una que otra broma, o aparentar que todo estaría bien, ya que él confiaba en que sería así.

—Hablaré con Sam mañana que esté aquí —aseguró—, por ahora, nuestra prioridad debe ser el peligro en la cocina.

Ayden sonrió. —La verdad pienso que tú eres peor cocinando, pero no quería arriesgar nuestra casa, Tony hará un buen trabajo. Aparte, te quité de la cocina para que vinieras a ayudar al jardín. Te superé en estrategia.

El mayor dio un gritó ahogado, lleno de dramatismo.

—¡Cruzaste la línea, pulga!

Acto seguido, la manguera de agua fue dirigida a Ayden, mojándolo y haciéndolo huir de Frank, pero este lo siguió por todo el jardín.

Dentro de la casa, alguien veía todo el desorden de fuera.

—Son bien raros —expresó Anthony desde la ventana—, se van a enfermar.

[...]

—Sammy, ¿quieres pastel? —preguntó Ayden desde la cocina.

El menor dejó su cabeza en el sofá. —Pero que no lo sirva Tony, confío más en Frank.

El nombrado miró a su hijo y a su esposo de arriba hacia abajo, juzgandolos.

—La envidia se siente en el aire —soltó, para cortar un poco de pastel y llevarlo a Sam.

Dejó el plato cerca de Sam, quién llevaba casi todo el día jugando en la consola, comió del pastel mientras seguía en su juego, Tony se había unido a él hace minutos, hasta que llegó la hora de ver su obra maestra.

Sorprendentemente, el pastel de chocolate sabía bien, el atardecer ya estaba desapareciendo, y parecía ser que Sam no tenía ganas de irse.

El resto de su familia fue al sofá, y cada uno, después de felicitar a Tony y de terminar sus platos, tomaron un control de la consola, querían jugar juntos.

Finalmente, Sam podría olvidarse un poco de todo, el juego que escogieron era de terror, todos se llevaban sustos que después los hacía reírse o lanzar el control en el sofá por los personajes horribles que salían de la nada.

El menor soltó más risas que cuando llegó, al menos ahora, lo estaban haciendo sentir mejor.

En un momento en el que cambiaban de escenario en el juego, saltó una duda a su cabeza en medio del buen rato que su familia lo ayudó a pasar.

¿Y qué hay de Keith?

—Sam, te llaman —avisó Tony, quien fue a la cocina por un vaso de agua.

—Contesta por mi —pidió.

En unos segundos más, su hermano ya le estaba entregando el teléfono, era una videollamada... de Keith.

Pero en esta, no salía él, el teléfono estaba en una superficie, y de pronto una mano pálida dejó a un hámster blanco enfrente de la cámara, era Pelusa, lo reconocería en cualquier lugar.

Y de pronto, en escena, la misma mano dejó una hoja doblada con un mensaje;

"Te extraño :("

Hubo una punzada en Sam, y no pudo decirle que él igual.

Justo después, había un pequeño chocolate al lado de Pelusa, y cuando el hámster vio a Sam en la pantalla, lo reconoció, y quiso entrar al teléfono para ir con él, por ello, el teléfono se cayó.

—¡Ay, no! —se esuchó la voz inocente de Keith de fondo.

Los ojos de Sam estaban a punto de volver a llorar.

Colgó la llamada y apagó el teléfono, dejándolo de lado.

Su rostro volvió a envolverse en seriedad, su familia se dio cuenta de eso, pero él ya no quería echar a perder este tipo de convivencias.

—¿Quieres ir a dormir? —preguntó Ayden.

Sam negó, limpiando sus ojos con las mangas de su suéter.

—No es nada, sigamos, ya casi terminamos el juego, y Frank está a nada de morir de un infarto.

Fingieron creerle, más Frank, mismo que se recostó encima de Ayden.

—Mi azúcar baja, pulga —soltó al tocar su pecho.

—Dramático —Ayden rió.

—A ver qué haces cuando no puedas dormir en la noche por culpa del juego.

Intentaron seguir jugando, en efecto, todos gritaron muchas veces, pero ya no fue lo mismo para Sam.

Cuando finalizó aquel momento familiar, Sam dijo que dormiría en el sofá-cama de la sala, Tony tenía que irse a casa con Eliot, y sus padres subieron a su habitación a dormir por igual.

Mientras tanto, cuando ya todo estaba apagado en la casa, Sam solo se recostó a llorar otra vez.

De nada servía hacerse el fuerte y el rudo, cuando claramente sabía que Keith y Pelusa le hacían falta.

Pero, ¿hasta cuándo iban a entender que no iba a volver con ellos? o al menos, no pronto.

Se hacía daño a si mismo ver todas las fotos que había guardado desde que estuvo con ellos, quiso borrarlas, olvidarse de las fotos con Keith, con Pelusa, con los tres o fotos más íntimas cuando estuvieron juntos.

Y no, simplemente no pudo dejarlos ir aún, lo peor era que ya ni siquiera sabía si debía salir corriendo y llenarlos de abrazos, o quedarse ahí y aceptar que no valía la pena ni creer que él iba a cambiar.

_______________________

Hoaa.

Y adiós, sí porque quién sabe qué vaya a pasar después jsjs.

Ya mero se acaba esto y no veo solución a todos nuestros problemas :c

Pero bueno, ahí nos estaremos viendo el siguiente fin de semana, adio'.

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