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27.- "La Apertura"

Sam Walker

Desde que en mi adolescencia descubrí que me gustaba usar faldas por comodidad (y porque me veo fantástico, claramente), nunca había tenido las agallas de salir a un paseo con ellas, normalmente las usaba en mi casa o dormitorio, o en un lugar donde solo estuviera mi familia presente. Y por familia presente me refiero a mis padres y mi hermano.

Planeaba llevarla puesta hoy al evento, pero no estaba del todo seguro, habría personas que no conocía y que por supuesto no me gustaría causarles problemas a ellos con mi familia.

Por otro lado, hoy en día en estos temas de la ropa, por fortuna eran cada vez menos las opiniones negativas, y una de las cosas que más me gustaría era salir con una falda.

Eran las doce y teníamos solo media hora para irnos, Keith ya había corrido a su dormitorio a cambiarse junto con Pelusa, no me había dado mucha confianza dejarlo ir solo, pero tengo que confiar en él.

¿Por qué?
Porque desde la madrugada, Keith estuvo muy ansioso e hiperactivo, tuvo una mala noche ya que no pudo dormir, y quizá no quiso decirme, pero yo sabía que era una horrible ansiedad causada por la falta de fármacos.

Me dolió el alma verlo tan inquieto, sin embargo, no iba a darle sustancias que pudieran empeorarlo, él estaba luchando demasiado contra las adicciones, tanto que en verdad entendía a aquellos que ya no sabían si alguien estaba mejor con o sin drogas. Porque verlos tan mal por no tener algo que consumir, a veces era más doloroso que verlos consumir algo.

Solo debo confiar y esperar un poco, estábamos a menos de salir de la universidad y él podría estar completamente ocupado en solo salir de las adicciones.

Al menos hoy él podría distraerse en la apertura, le gustaba charlar con mi familia, tenía una habilidad para que todos lo adoraran, es decir, mi familia era capaz de recibir visitas solo de él aún si yo no estoy incluído en la invitación.

Pero, aquí se definía todo, ya me había puesto una camisa y unas calcetas, solo estaba dudoso de una cosa; ¿debo llevar falda?
En realidad no me molestaría, me gustaba usarlas, y mi favorita era la de color negro, porque combinaba bien con un arnés para las piernas que Keith me regaló.

Casi siempre le decía que no debía, pero me gustaba recibir regalos de su parte, más cuando se daba el tiempo de investigar qué eran, porque la mayoría de sus obsequios son cosas que planeo comprar, que necesito o que me gustaría tener.

Por otro lado, ya no quiero que gaste dinero en mi, es decir, su trabajo consta de hacer reseñas en internet, pero no quita el hecho de que eso lleva tiempo y no debe mal gastar sus ganancias.

Hubiera pensado más sobre Keith, de no ser por el constante llamado a mi puerta.

—Está abierto.

Nos encantaría pasar como si nada, pero respetamos tu privacidad y tu autoridad en tus aposentos —fue la voz de Donson al otro lado.

Negué para mí mismo, a veces no me creo la cantidad de su bondad e ingenuidad.

Alcancé la puerta para poder abrirla, colocándome detrás de ella, más que nada, para que los de fuera no vieran que no tenía pantalones.

Cuando lo dejé entrar, me encontré con un Keith de espaldas.

Se volteó elegantemente, posando con pantalones negros, un suéter con el cuello un poco alto de color gris que igualmente iba por debajo de su pantalón, y lo adornaba con un lindo cinturón y zapatos.

El estilo de Keith es todo lo que yo necesito ver, amo los italianos.

Así también, llevaba unos lentes de sol de cristal gris en forma de un hexágono aplastado, un estilo retro y que sinceramente, lo hacían ver muy guapo. Todo encajaba, su cuerpo con su ropa, su rostro con sus lentes y su cabello blanco.

Y en su hombro, estaba Pelusa con otros lentes de sol, estos eran totalmente negros y diminutos.

Se veían bien, lástima que la razón por la que Keith seguramente los lleva, es porque al no haber podido dormir bien por su ansiedad, tiene ojeras que no quiere que los demás las vean por temor a levantar sospechas.

—Si tuvieras que elegir quién se ve mejor, entre el amor de tu vida y el otro, ¿a quién eliges? —preguntó sonriente, haciéndose entrada.

Reí. —Al amor de mi vida, por supuesto.

Acto seguido, procedí a tomar a Pelusa entre mis manos.

—Eres el ser más atractivo que he visto —le dije al pequeño de pelaje blanco.

Keith dio un grito ahogado y quitó sus lentes de su rostro de manera dramática. —¡Injusticia!

Cerró la puerta detrás de él, negando varias veces.

—No puedes ponerte por arriba de Pelusa —me burlé.

—Sí, sí puedo. Esa rata me robó al niño de mis ojos.

Si me sigue llamando así, no tendré más remedio que no ir al evento de Ayden por causas mayores; estar enamorado.

Dejé a Pelusa en mi cama, para poder regresar con Donson y verlo detalladamente.
Tomé mi mentón con mi mano, Keith levantó sus brazos y dio una vuelta para que lo examinara, y con su expresión era notorio lo mucho que quería que le dijera que se veía bien.

—Mmh, algo no me convence.

Me acerqué hasta sus brazos, doblé sus mangas hasta el antebrazo, pues eran muy largas hasta tapar parte de sus manos.

—Ahora sí, solo te falta la joyería —especifiqué.

—A ti te faltan pantalones.

—Qué grosero eres.

Pestañeó varias veces con ironía, y seguidamente alzó sus hombros sin preocuparse, para sentarse en mi pequeña silla de escritorio.

—Entonces no importará si decido sentarme aquí a ver cómo caminas por tu dormitorio en ropa interior.

Oh, se refería a eso.

—Ah, bueno —sonreí inocente—, llegas en un buen momento, no sé si deba llevarme los pantalones que ya tenía previstos, o deba llevarme... pues, una falda. Nunca he salido con una, no sé cómo reaccionen.

Su pose me daba bastante gracia e intriga, solo estaba ahí sentado, con sus manos cruzadas sobre su regazo, sin ninguna expresión y claramente con sus lentes de sol de vuelta en su rostro.

—¿Eso es un "sí" o un "no"?

—Samuel —me llamó seriamente—, el mundo tiene cien problemas, y que vayas con una de tus faldas al exterior, solucionaría noventa y nueve. Tú decides, vas al evento con un aburrido pantalón o le otorgas la paz al mundo con tus lindas piernas al aire.

Quiero comermelo a besos.
No merezco a este chico, no lo merezco ni un poquito.

—Entonces me pondré una. Gracias por la opinión, Keith.

—No agradezcas, bésame.

Negué varias veces, buscando la falda que quería ponerme, nunca sé que Keith va a entrar en escena.

Keith Donson tenía varias personalidades, en un sentido no muy profundo, solo eran sus diferentes maneras de ser en un día.

A veces era un Keith tierno, otras uno atento y cordial, después estaba el Keith demasiado neutral, o también se hallaba el gracioso, y después... el Keith caliente que se vuelve un poco dominante.

Y el Keith dominante es... es una cosa bárbara.

Busqué entre mi ropa hasta dar con aquella prenda que tanto me gustaba, ya podía ver la tela negra y aquellos accesorios de metal.

Estoy eternamente enamorado de cuatro cosas en esta vida; Pelusa, Keith, el baile y cinturones para los muslos, amo este lugar.

Antes de colocarme la falda, por supuesto que puse un short de tela fila debajo, después vino aquella tela más gruesa, y finalmente ajusté el cinturón en mi pierna, todo bien acomodado junto con mi camisa y unos simples tennis.

Cuando me miré al espejo, además de volver a cautivarme de mi belleza, me pregunté si era buena idea salir así, por otro lado, ya tenía todo puesto.

Observé a Keith por el espejo, él seguía en la misma posición neutral, con sus manitas cruzadas y sus lentes impidiendome ver si está dormido o poniéndome atención.

—¿Qué tal? —pregunté.

No me dijo nada, pero si dio una respiración profunda y notoria.
Levantó su mano elegantemente, y con su dedo índice hizo aquella señal de un gancho para que me acercara.

—Aquí —ordenó, señalando su pierna derecha.

Sí a todo.

Fui de inmediato a dónde él se hallaba, y casi enseguida ya estaba sentado en su regazo lateralmente.

Por su actitud diaria, podría parecer que Keith es un chico bastante pequeño físicamente hasta dar ternura, pero en realidad, Keith es bastante grande, y aunque yo no era bajito ni tan delgado, a veces se sentía como él fuera una imponente máquina y yo un simple mortal.

Donson se quitó sus lentes un momento, dejándolos arriba de su frente y haciendo contraste con su cabello, mientras que su mano derecha se puso sobre la parte de mi pierna descubierta.

Sus ojos no dejaban de ver los míos, era imposible no sentirme hipnotizado por lo tan lindos que eran, cómo auténticos cristales azules. Y además de hipnotizado, había ocasiones en las que olvidaba lo mucho que odiaba que quisieran controlarme.

—Cuando dije que no agradecieras y que me besaras, iba en serio —apuntó con una voz bastante autoritaria.

—Y si no, ¿qué?

—Nos vereremos en la horrible necesidad de llegar un poco tarde al evento —y justo cuando intentó dejar ir sus labios contra los míos, un hámster saltó en medio de nosotros.

Pelusa saltó desde... no sé en realidad, solo observé como caía en medio de Keith y yo, poniéndose cómodo en mi regazo.

—Esto ya se volvió personal —se quejó Donson.

—Deja a Pelusa en paz, no te ha hecho nada —lo defendí sonriendo, mientras acariciaba al animalito.

—Está jugando con tu mente —bromeó—, te lavó el cerebro con su ternura para que sea mi reemplazo.

—Claro, seguro es eso.

Al ver nuestra posición, no pude evitar sentirme muy feliz.
Keith estaba sentado en una silla, mientras yo estaba sentado arriba de él con una falda, y Pelusa estaba en medio de nosotros.
Amo esta pequeña familia, mi familia.

De mi gran felicidad, no evité dejar un beso en la mejilla de Donson, se lo merecía.

Puse mi cabeza apoyada en su clavícula, él me rodeó abrazándome, y así se podía ver claramente nuestro ambiente amoroso, no quería quitarme de aquí nunca.

Me moría por decirle una y otra vez que era muy feliz con él y con Pelusa, y era urgente que formalizaramos esto, digo, no es que lo necesitemos, pero... supongo que es para no tener dudas.

—Y, ¿todos listos?

—¡Listo! —Keith levantó sus brazos emocionado.

Miramos a Pelusa, y el asintió claramente.

Todo listo, listos para ver a Ayden cumplir otra meta.

[...]

Maldición.

Una cosa teníamos que hacer, una sola; llegar temprano.

—¿Seguro que eso dijo? —pregunté mientras el auto seguía andando por la calle conmigo al volante.

Keith asintió. —Dijo claramente que teníamos que ir por él ya que se estaba tardando, y que si él decía que no iba a llegar, que le avisaramos.

—Más le vale tener una buena razón para estar aquí —culminé estacionando el coche fuera del gran edificio—. ¿Suben conmigo o se quedan?

Pelusa no necesitó más que eso y corrió desde el tablero del coche hasta mi hombro.

—Yo me quedo aquí —aseguró Donson.

Miedoso, no puedo creer que tenga miedo de verlo de nuevo si ya lo vio en la boda.

—Entonces, no nos tardamos.

Salí del vehículo rápidamente junto con Pelusa, cerramos la puerta y corrimos hasta la entrada del edificio del hombre más importante en la arquitectura actual del país.

Frank Walker, de nuevo.

Ayden nos había llamado en el camino, diciendo que Frank no había llegado a casa del trabajo para arreglarse e ir al evento, cosa que lo motivó a llamarnos y pedirnos que vinieramos a ver la razón por la que aún no llegaba. No había problema en que no fuera por temas de trabajo realmente obligatorio o parecido, él solo quería que le dijeran que Frank estaba bien, al menos.

Pero claro, si Frank estaba bien y no había una razón crítica por la cuál iba a faltar, entonces iba a enojarse.

Mientras subía por el edificio, saludaba a aquellos que ya conocía, y cuando creía que alguno haría alguna cara de burla o desagrado por mi falda; me di cuenta que a las personas ocupadas no les importa lo que hago.
Qué felicidad.

Llegué hasta el último piso, saludé a Tabatha, me dio permiso para entrar enseguida, y abrí la puerta con un solo deseo; que lo que sea que estuviera haciendo Frank, fuera más importante que un evento especial de su esposo.

Y ahí estaba él, con un periódico y un lápiz en su mano, sentado cómodamente en su silla elegante.

Pestañeé molesto. —¿Se puede saber qué haces, papá?

El pelinegro de traje y ojos caramelo, levantó su vista hacia mi, y también levantó su periódico con su lápiz.

—Es un crucigrama —dijo inocente.

—¡Frank!

—¡Está difícil! —se excusó.

Tallé mi cara con mis manos desesperadamente. —Frank, de verdad, de todo corazón espero que no hayas olvidado qué día es hoy.

—No lo olvidé, pero el destino tenía otros planes para mí en estos momentos. ¿Y que no deberías estar tú en el evento también? No hiciste cita para hablar conmigo.

—Frank, soy tu hijo, ¿desde cuándo necesito agendar una cita? —cerré la puerta detrás de mi.

—Soy un alma justa —expresó irónico.

Negué de nuevo. —Me dijeron que viniera a ver por qué no has llegado a casa a arreglarte, no falta mucho para que Ayden abra el restaurante.

—Porque la vida me odia —echó su cabeza para atrás, tirando el periódico al escritorio—, cada año el gobierno manda a inspectores a... inspeccionar —remarcó irónicamente—, las empresas de trabajo de todo el país con mayor relevancia en sus ramas, dura una semana y casualmente este día fue el elegido para que vinieran inspectores de mi área de trabajo a este estado a meter sus narices a mi edificio. ¡No puedo salir de aquí hasta que ellos terminen!

—¿Cómo que no puedes salir? —junté mi entrecejo.

—Quieren "verificar" las "sanas" instalaciones y el ambiente de trabajo como un día normal sin que los directores de las empresas interfieran, es decir; no quieren que los empleados nos vean por el edificio con ellos y sepan que son personas importantes, fingen ser visitantes, pero solo son buitres esperando cualquier oportunidad buena para poner advertencias a los directores.

—No creo que debas preocuparte si sabes que tu empresa es la más importante del país, ellos no te pondrán ninguna advertencia.

Negó. —Siempre espera lo inesperado.

Pelusa bajó de mi hombro y fue corriendo a Frank, subió por el escritorio y llamó la atención del pelinegro.

Frank quiso acariciarlo suavemente, y como por arte de magia, Pelusa no se quejó, es más, pareciera que hizo contacto de confianza directo con él, tanto así, que subió a su brazo enseguida.

—Le dije a Ayden en la mañana que quizá tardaría un poco por eso, pero no creí que fuera a tardar tanto.

—Y tú única solución en lugar de dejarle un mensaje fue... resolver un crucigrama de periódico.

Aplastó sus labios. —Era eso o empezar a escribir mi testamento. Ah, y también aproveché para imaginar cómo sería si decidiera escribir un libro, merezco compresión, he tenido mucho tiempo libre.

Tomé asiento en un sofá, Frank hacía cosas raras cuando estaba aburrido, pero ahora más, según sé, estaba intentando dejar el cigarro también.

—¿Si? ¿Y cómo se llamaría?

Él hombre elevó sus brazos, mostrando un título inexistente en el aire. —"¿Cómo ser exitoso en un solo paso?"

Asentí impresionado. —Vaya, ¿y cuál es ese paso?

Me miró con una risa totalmente convencida.

—Ser yo.

Dio una vuelta en su silla con una risa traviesa. Tenía que ser ego de Walker. O más bien, ego de Frank.

Se nota que está desesperado por un cigarro, qué fortuna que tiene más fuerza de voluntad que la que esperaba.

Dejé un mensaje a Keith, diciendo que quizá podríamos tardar más, y que podía subir con nosotros o tomar el auto e irse al evento con la familia, nosotros llegaríamos después.

Pero, él estaba seguro de que el coche era su lugar seguro en estos momentos.

Me senté a esperar un poco, Frank hablaba con Pelusa de cómo se construye una casa, y lo más sorprendente era que en serio le estaba enseñando una maqueta arriba de una mesa.

Pasaron cinco minutos, y recibí otra llamada de Ayden. Ay, no.

Contesté esperando lo peor, y siendo sospechoso; mi padre habló con amabilidad.

—Sammy, ¿puedes decirme dónde está Frank?

Levanté mi vista, tapé el altavoz de mi teléfono y le di la cara a Frank.

—Dile que morí y que llegaré más tarde si promete no asesinarme —pidió.

—Frank —regañé—, ¿qué dirían los inspectores de ti?

—Que huya del país y me mantenga prófugo de la justicia y de Ayden... que en todo caso son lo mismo.

—¡Frank!

—Le quitan lo divertido a la vida —se quejó—, pásame el teléfono.

Obedecí, llevando el objeto hasta donde él se hallaba, encendió el altavoz, esperando ese tono amable de Ayden.

—Hola, amor de mi vida.

Frank... —Ayden se alegró enseguida, y solo en ese instante—, ah, qué bien que contestas, solo tengo qué decirte que... ¡Frank Walker, si no tienes una buena razón para llegar tarde, te juro por nuestros hijos que te voy a..!

—¡Conversación de adultos! —lanzó Frank antes de apagar el altavoz y pegar el teléfono a su oreja.

Comenzó a soltar sonidos de aceptación y atención, Ayden seguramente estaba diciendo todas las amenazas que conoce, pero él solo se dignó a explicarle todo y a seguir accediendo a todo lo que él le decía.

Después de unos dos minutos, la llamada terminó, y Frank dejó mi teléfono cerca de mi sobre su escritorio.

—¿Qué te dijo? —pregunté.

—Que... le caigo muy bien —respondió irónico, acariciando más a Pelusa—, ahora que lo pienso, viví una buena vida dentro de lo posible.

—Te quiere matar, ¿verdad?

Asintió. —Va a degollarme sino voy al restaurante después de que los inspectores se vayan.

No puede ser, Frank.

Claramente después de aquella llamada, recibí un mensaje de Ayden pidiendo que me quede con él para que no se distraiga en otra cosa, es normal que quiera que Frank esté ahí, se han acompañado en todos sus eventos.

Ahora tengo qué quedarme aquí, al parecer.

Cuando Tony y yo éramos pequeños, a veces Ayden nos llevaba a su restaurante cuando no podíamos quedarnos solos en casa, y a veces Frank nos traía a su empresa, y siempre que yo estaba aquí, llegaba a crear mis propias casas con hojas y lápices que él me prestaba.

Frank nunca fue muy apegado cariñosamente a nosotros, pero jamás nos descuidó ni nos puso peros para poder estar con él en su trabajo, y era divertido hasta cierto punto.

A veces me pregunto cómo se han sentido los dos después de habernos tenido como hijos. ¿Qué estarían haciendo si hubieran decidido no traernos a la vida?

—Erika nos invitó a cenar la siguiente semana por el cumpleaños de Daniel, ¿quieres ir? —me preguntó.

—Si crees que Erika va a aceptar a Keith en su casa, entonces iremos.

Me miró negando. —Ya sabes que al menos ella sí quiso cambiar.

—Ya lo sé, solo quiero asegurarme —levanté mis hombros.

Había una sola persona de la familia de Frank la cuál nunca me aceptó como parte de dicha familia, su padre, por supuesto, Erika era una mujer que se había esforzado por comprender que quizá no compartía sangre con ellos, pero que éramos familia.

Por otro lado, el padre de Frank era un hombre que me había hecho sentir mal mucho tiempo. El tiempo en el que creía que todo estaba mal en mi, Jonathan siempre se encargó de querer excluirme del apellido Walker, a Anthony claro que no, pero Tony jamás estuvo de su lado.

Recordaba bien esos horribles días, me sentía mal por todo, por mi, por lo que hacía y por las situaciones que me estaban pasando. Las cosas habían empeorado cuando uno de mis únicos apoyos se fue a la universidad, y ese era mi hermano.

Había estado mucho tiempo sintiéndome solo, pensando que en cualquier momento mis padres cederían a la idea de que quizá yo no era parte de la familia en realidad.

A veces tenía que ver a Jonathan por obligación, y con el tiempo, él dejó de decirme cosas hirientes, pero tampoco se disculpó.

Y la razón por la que ya no tenía qué verle la cara era simple; Jonathan Walker se hallaba internado en un hospital por culpa de su adicción al cigarro, sus problemas pulmonares habían avanzado demasiado, no he querido preguntar sobre eso, pero estaba seguro que quizá ese hombre ya no tenía muchas oportunidades de mejorar.

De igual manera, sentía un mínimo de empatía por él, no me alegraba su estado, pero tampoco entraba en mis preocupaciones.

Y al contrario de él, Erika al menos lo había intentando, ella me trataba bien, no éramos cercanos, pero siempre buscaba hablar un poco conmigo.

Realmente, ella si me daba un poco de pesar, la mujer no veía seguido a sus hijos, tenía que estar pendiente de ese hombre, y sus nietos tampoco eran cercanos a ella. Lo peor era que ella no hacía para cambiarlo, quizá se había acostumbrado.

No me gustaba comparar mucho, lo que sí es cierto es la diferencia entre Erika y Alyssa, la madre de Ayden.

Erika se resignó a estar sola y seguir el mismo camino que su esposo, Alyssa hacía lo que quería con o sin el suyo, pero ella era muy feliz, y quién no, si la mayor parte del tiempo está de viaje.

—¿No se supone que este ratón viene con tu novio incluído? —Frank apagó mis pensamientos de repente, señalando a Pelusa.

—Keith está abajo —respondí—, y no es mi novio.

Dio una risa burlona. —Ajá.

—¿Qué?

—Nada, Sam. Oye, al fin saliste con una de tus faldas, qué milagro.

Asentí. —Keith me motivó, de hecho él me regaló esta.

Ahora me miró de una forma más dudosa e irónica, como si algo totalmente incómodo estuviera pasando enfrente de él.

—Sabes, te vendría bien una charla amorosa con Alyssa o Ayden.

Entrecerré mis ojos, ya sé a qué se refiere este señor.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué el gran arquitecto que es experto en todo, no me da una charla motivacional?

Ladeó su cabeza en acuerdo. —Tú no estás para saberlo ni yo para contarlo, pero cuando apenas conocía a Ayden, literalmente le dije que de haber sabido que tendría que ir a su casa a cortar plantas con él presente, hubiera preferido no haber aceptado.

—Recolectando todas las historias que nos han contado de cuando apenas se habían conocido, eras un ser despreciable con Ayden.

Asintió sin mucho orgullo. —Tenía casi tu edad cuando lo conocí, y en ese tiempo no tenía mucha paciencia con las personas. Eso significa que si yo te aconsejara las cosas que yo hice a tu edad, probablemente no saldrías tan seguido con Keith. En pocas palabras, no sigas mis pasos si quieres que esa relación se convierta en una relación real.

—Mmh, ¿considerarías que has madurado?

—Sí, pero no —burló—, las personas maduran mientras pasa el tiempo, pero el hecho de haber peleado con Tony por su caballo no me ayuda en mi reputación de hombre profesional.

Eso era verdad.
Frank era una persona madura, pero tenía momentos en los que nunca podía ponerse serio, no sabía cómo.

Cómo aquella ocasión en la que tuvo su accidente, y pasó una semana alardeando que era un ser inmortal, y que se podría denominar como el hombre que sobrevivió a la muerte.

U otra ocasión en la que fuimos de viaje, mi hermano y yo éramos niños aún, y el auto tenía una llanta ponchada. Frank había olvidado comprar el repuesto. Ayden estaba estresado, Tony estaba triste porque creía que no llegaríamos a la playa, yo solo quería dormir de nuevo.

¿Y Frank?
Él le dijo a Ayden que bailara en la carretera para atraer a alguien y que quisiera ayudar.

En conclusión, Frank no es bueno siendo muy serio. Lo cuál terminó siendo bueno, en muchas ocasiones cuando hacía eso, sabíamos que eso significaba que no todo estaba tan mal.

Pasaron otros cinco largos minutos, y la voz de Tabatha sonó en la grabadora.

Jefe, los inspectores están a punto de irse del edificio.

—¿Y cuál es el diagnóstico? —preguntó Frank.

—Se van con una buena perspectiva de la empresa, el único detalle es que no supieron usar el elevador.

—Mensos —se quejó—, y qué, ¿van a venir a despedirse o su elegancia no los deja?

Su elegancia no los deja.

—Avísame cuando ya no estén, y comienza a buscar cajones para cuerpos, hoy muere el mejor ser humano del mundo.

Tabatha rió, qué divertido debe ser convertirse en la asistente de Frank.

El pelinegro siguió hablando con Pelusa, y cuando Tabatha finalmente lo llamó diciendo que los inspectores se fueron sin poner ninguna advertencia, Frank elevó sus brazos alegre.

—¡Libertad!

—¡Libertad! —copié su movimiento.

[...]

Sabíamos que Ayden era un importante promotor de restaurantes, tenía varios por la ciudad, y ver todas las personas que querían entrar a la apertura era emocionante.

Supuestamente todo sería con la familia y pocos amigos o socios de él, pero mientras Keith estacionaba el auto, me daba cuenta que hay muchos que no conozco.

—Algo me dice que Tony y Tristán no han llegado —mencionó.

—Y espero siga así, no quiero estar fuera cuando todos los paparazzis y fanáticos los estén fotografiando.

—Mmh, ¿habrá alguna puerta trasera para entrar?

—Si Frank se encargó de los planos de este restaurante, entonces sí, odia las aglomeraciones causadas por la fama de Anthony.

—Excelente. Pelusa, tú te encargas de la vigilancia aérea y terrenal. Sam, tú serás la distracción meneando tu falda enfrente de todos para que no nos vean. Yo busco la entrada y la señal de huída será... —la mala imitación de un águila salió de su boca, provocando que yo mirara a Pelusa, buscando ayuda.

Keith pasa mucho tiempo viendo películas, hay que controlar eso.

—¿Y si mejor vamos los tres sin hacer escándalo? —propuse.

—No, eso sería aburrido, ¡En marcha! —siguió, saliendo del auto.

Aunque no era una persona que bromeara mucho en público, lo dejé ser, mientras Keith se deslizaba entre los carros y daba una voltereta en el suelo de asfalto, creyendo estar en una misión imposible; yo caminaba detrás de él.

De pronto, empezó a imitar los sonidos de alguna canción de misión peligrosa, y Pelusa lo veía desde mi hombro, un hámster no era expresivo, pero sé que esa debe ser la mirada de la decepción.
Tampoco podía culparlo, seguía muy ansioso con el tema de las drogas.
Aunque me costara aceptarlo, sabía que no iba a durar mucho, llegaría un momento en el que su cuerpo le exija más sustancias, y no se qué haré cuando suceda, pues no tendrá la opción de ir a buscarlas a su habitación cuando fui yo quién las escondió en otro sitio.

Y pese a mi negación por la idea de crear todo un plan de infiltración, no pude evitar fijarme si alguien nos veía. Nada a la vista.

—¿Cómo va la vigilancia? —preguntó Donson cerca de la puerta.

—Nada en el perímetro —respondí sarcástico.

Asintió, y siguió sigiloso en su camino al éxito.

Quizá no supe en qué momento lo hice, pero me tomé en serio mi papel de distracción, pues sí había personas que estaban buscando por todos los autos al de Anthony y Tristán, querían fotografiarlos urgentemente.

La falda llamaba su atención, y algunos de verdad querían hallar la manera de entrar al restaurante, eso quería decir que iban a venir hacia acá con tal de saber si los artistas estaban dentro, claro que la falda ya no iba a distraerlos.

Yo había terminado lejos, Keith comenzaba a abrir la puerta, y recordé la señal, no sé de dónde me salió la valentía social para empezar a hacer sonidos de águila en medio de un estacionamiento hacia él.

Me escuchó, abrió la puerta y dejó que Pelusa entrara, después me dio la señal para que yo corriera, y así lo hice, con una risa avancé hasta la puerta trasera, al estar cerca, Donson jaló de mi brazo sin brusquedad, pero hizo que entrara también.

Cerró la puerta detrás de nosotros, buscó un cuchillo pequeño entre las cosas de la cocina a la que habíamos llegado, y con esa herramienta puso seguro a la puerta.

—¡Misión exitosa! —levantó sus brazos alegre.

Aplaudí de la misma forma, y nuevamente Keith logró hacerme caer en sus juegos.

—Que por cierto, ¿qué clase gallina-señal fue esa? se escuchó horrible, pensé que te estaban matando.

—¡¿Cómo te atreves?! Fue la mejor señal del mundo, y fue una águila celestial, no una gallina.

—Lo intentaste, y eso es lo que importa —se burló otra vez, y ahora se acercó a mi, intentando abrazarme, me negué solo por juego, hasta que mi espalda chocó con una mesa de metal soldada al piso.

Jugueteamos en sus intentos por abrazarme, y finalmente me rendí cuando estuvo a punto de atacar con cosquillas, abrazó mi cintura, sus manos bajaron hasta cargarme y dejarme justo arriba de la mesa.

Y Keith es peligrosamente bárbaro, sus manos empezarona a acariciar mis piernas, repartió cortos besos en mi cara, poco a poco iba llegando a mis labios, y un carraspeo de garganta se esuchó detrás de mi.

Volteé con la sangre en el suelo al igual que Keith, y en la puerta principal de la cocina, estaba Frank Walker con una manzana en su mano después de darle una mordida.

—Qué descaro —dijo negando y masticando.

—¿Desde hace cuánto está ahí? —preguntó Donson con toda confianza.

—Desde que entraron. Ayden dijo que escuchó una gallina en peligro y me mandó a revisar, me robé una manzana en el camino y entré, al parecer para ver el atrevimiento en mi cara.

—La desgracia me persigue —escuché a Keith susurrar.

Nos separamos, bajé de la mesa arreglando mi falda, Pelusa ya estaba subiendo al hombro de Frank, y este le ofreció manzana.

—No voy a preguntar qué planeaban hacer, pero, ¿tú eras la gallina en peligro?

—¡Era un águila! —lancé.

—Se escuchó espantoso —culminó sin problemas.

Y así, Frank se dio la vuelta con Pelusa, regresó con Ayden, y ya era nuestro turno de verlo también, no queríamos ponerlo más nervioso de lo que estaba.

Miré al mayor, volvió a bajar sus manos a mi cintura, y mis brazos fueron a su cuello enseguida, Frank tenía razón, somos unos descarados.

—Siempre termino quedando en ridículo enfrente de ellos —hizo un puchero.

Asentí lamentado. —Tienes toda la razón.

Después de hablar un poco más y ver la cocina mejor, decidimos salir a saludar a quiénes ya estaban aquí.

Donson seguía un poco ansioso, todo el esfuerzo que estaba haciendo por contenerse a ingerir algo tóxico, le estaba afectando.

Avanzamos fuera de la cocina, en el restaurante ya todo estaba listo, aquí estaban mis tíos, Bruno y Daniel, estaban mis abuelos, Erika, los amigos de Ayden, y dentro del marco de personas que sabía quiénes eran, también estaba Eddy con Thomas, e Izan con su futuro novio, Lander.

Acacia Jones también estaba sentada, tomada de la mano con el chico que nos presentó como su novio en la boda de Ant, había otras personas que no conocía, y los pocos que nos vieron entrar, notaron que estaba vestido con una falda, aferrado a la mano de Keith.

—¡Sammy! —saludaron todos aquellos que conocía. Nunca me iba a cansar de que todos dijeran eso cuando me veían. O al menos la gran mayoría.

—Hola a todos —saludé sonriente.

—¡Ya llegué, familia! —saludó Keith con más ánimo.

Y supe que tenía a la familia correcta, cuando ellos hicieron lo mismo que hicieron conmigo.

—¡Keith! —soltaron.

Ver los ojitos de Keith con ese brillo era todo lo que necesitaba, estaba tan feliz de tener una familia ahora y se le notaba.

—Amo aquí —expresó el de lentes de sol.

—Linda falda, Sam —escuché a mi izquierda.

—Hola, papá —saludé a Ayden—, ¿necesitas ayuda en algo?

—Estaba esperando a que lo mencionaras —sonrió—, no puedo mantenerme muy alejado de las personas que invirtieron mucho en el restaurante, y Frank solo los mira feo porque, bueno, luego te contaré. ¿Pueden llevar algo de dinero a la cocina? hay una caja fuerte que aún no tiene código, es dinero para otras personas que no tardan en llegar.

Asentí mientras recibía todo ese dinero de forma discreta, no era poco dinero, debía cuidarse bien.

Regresé con Keith para completar otra misión que él lideró, Pelusa estaba cómodo mirando feo a unos inversionistas, acompañando a Frank por supuesto.

Mientras guardábamos este dinero, Keith comenzaba a arrugar su nariz otra vez, y de nuevo me preocupaba, necesitaba conseguirle un dulce o algo que pudiera tener en su boca.

Cerramos la caja fuerte como Ayden mencionó, y pusimos una servilleta de tela sobre la caja para protección.

Escuchamos el ruido de un motor aparecer hasta acá atrás. Después vimos desde la ventana a cuatro personas bajar de una camioneta negra y blindada. Tristán, el conductor, Dimitry el copiloto, y Anthony y Eliot bajaron desde el asiento de atrás.

Afortunadamente, abrimos la puerta para que entraran, era toda una suerte que hayan podido llegar sin que los vieran, quizá era porque siempre usaban una distracción con alguno de sus ayudantes. Qué inteligentes.

—¡Y llegaron los meseros! —se burló Keith con loz brazos extendidos.

No te rías, no te rías.

—Si sus fans estuvieran aquí, te cuelgan de un árbol.

Al primero que saludé, fue Eliot, claramente.

—¡Sammy! —dijo alegre.

—¡Eliot!

—Qué linda vestimenta tienes, Sammy.

Lo abracé fuerte, era probable que después de Keith, Eliot era la persona que más afecto recibía de mi. Era imposible no quererlo, recordaba que cuando él y Anthony apenas se conocían, Eli había entendido bien mi situación, y me apoyó demasiado en esos momentos. Se merece todo lo bueno.

—¿Por qué llegaron más tarde de lo usual?

Eliot negó sonriendo. —Tony y yo fuimos a una fiesta ayer, despertamos y él no quería meterse a la ducha, por eso lleva lentes de sol. Dimitry y Tristán... ellos tampoco querían ducharse, pero es su naturaleza, Acacia los obligó antes de venir acá, y yo obligué a Tony.

Miré detrás de él, para buscar a mi hermano. —Cerdo asqueroso.

—Bueno, comparto su cansancio —añadió—, esta semana terminamos de mudarnos, pintamos la casa, deberías venir a verla cualquier día.

—Me encantaría ir, Eli.

—Oh, y Anthony dice que él y Tristán quieren hablar contigo.

Lo había olvidado, se supone que hoy les diría si accedía a trabajar con ellos o no. Pero por fortuna, ya había tomado la decisión.

Y sí, sí me gutaría ir a su casa. Estamos hablando de que Eliot, un artista de la pintura; pintó una casa, debe haber toda una galería de arte ahí.

Aún a la fecha seguía siendo una sorpresa para mi el hecho de ver a mi hermano hacer su vida, cuando éramos pequeños, siempre vi a Anthony como alguien que no estaba listo para ser un adulto, pero mi hermano era muy parecido a Frank, tanto que incluso sin estar listo, hizo lo mejor que pudo y aprendió en la marcha.

Me pregunto qué será de mi dentro de unos años, ¿dónde estaré? ¿con quién? ¿y haciendo qué?

De eso me preocupo después, hoy solo quiero disfrutar con mi familia.

[...]

Y ahí estaba Sam Walker, firmando un contrato para la empresa que produjo a Impertinent, iba a trabajar con mi hermano y su mejor amigo, con toda estadística dudosa en si tengo éxito o no, ya estaba firmando.

—Fue un placer hacer negocios con usted —dijo Tristán, ellos ya venían preparados para que firmara, por lo que veo.

—Espero hayan firmado el acuerdo de porcentaje, queremos el 20% de ganancias ¡Y ni una palabra de esto a nadie! —dijo un peliblanco a mi lado, golpeando la mesa con su puño.

Anthony no dejaba de reírse de las cosas que Keith decía, pues Donson creía estar en un negocio de la mafia o parecido, creía que esto era ilegal, y por supuesto que Tristán estaba siguiendo su juego, eso significa.

Mejor amigo gracioso + Casi cuñado con mucha imaginación = Anthony riendo todo el día.

El restaurante fue abierto con éxito, los meseros que habían estado prepárandose, ya habían servido comida recién hecha, Ayden estaba feliz hablando con algunas personas, Frank acompañándolo como de costumbre, siempre dejando que Ayd hable más, pues era su reunión, y parecía gustarle más poner toda su atención en ver a su esposo.

Es increíble como aún con el paso de los años, Frank y Ayden siguen perdidamente enamorados. Qué flojera.

Volteé a ver a Keith, estaba jugando con un vaso de cristal, usándolo como un binocular y poder ver a los demás.

—Desde aquí veo lo perfecto que eres —me dijo seriamente.

Bueno, quizá ya no me da flojera enamorarme toda mi vida de una sola persona.

Ah, ¿cuándo le voy a decir que quiero presentarlo como mi novio y no como mi casi algo?

—Keith.

—Ya te dije que me llames "amor de mi vida", se oye mejor y más razonable —añadió.

—¿Te parece si vamos a las canchas de soccer hoy en la noche? 

—Revisaré mi agenda con Pelusa —siguió, hasta que golpeé su brazo—, ya sabes que sí, siempre iré a donde quieras vaya.

Perfecto.

Lo mejor que puedo hacer ahora es distraerlo, con cada minuto que pasaba, se veía más nervioso.

—Hablando de Pelusa, voy a buscarlo, yo vi a uno de los cocineros verlo con ojos de buen sazón.

—Ve a una nueva misión, amor de mi vida.

Y así, Keith se levantó tarareando otra vez una canción de misión imposible, pero esta vez, se fue tronando sus dedos y mordiendo su labio inferior, estaba muy nervioso, seguramente era por Pelusa.

Pasaron algunos minutos, Keith volvió sin su amigo después de buscarlo por los baños, la cocina y las mesas, diciendo que Acacia le estaba tomando fotos para mostrárselas a sus padres.

Seguía igual de inquieto, duele tanto verlo así.

De pronto, Ayden le mencionó algo a Frank, el pelinegro de traje se levantó de su lugar para ir a la cocina, y pasados unos segundos, regresó con una mirada algo intranquila.

Desde aquí pude ver que le susurró algo, y el de ojos rojos puso una mirada de terror en su rostro, Ayden les comentó algo a aquellas personas, y sin tomarles el tiempo, ya estaban caminando hacia nosotros.

—Sam —me llamó Ayden—, ¿pusieron el dinero dónde te dije?

—Sí, en la caja fuerte.

—No está ahí —advirtió Frank—, no hay nada, la caja estaba abierta.

—Pero, nosotros la cubrimos —excusé.

—Sam, si es una broma, está bien, me voy a reír pero no ahora —insistió Ayd—, era dinero importante para estas personas y los meseros.

—Les  juro que lo dejamos ahí.

Y entonces, Ayden comenzó a preocuparse.

—Frank, ellos... ellos ya se van, van a creer que les robamos —le advirtió.

Anthony y Tristán escucharon todo, y como si una mirada entre ellos y Frank lo dijera todo; sacaron sus billeteras, preguntaron a Ayden cuánto era el total de los billetes, y lograron tener la misma cantidad de dinero. Cosas de ricos.

Ayden corrió a darles su dinero a todos los que debía dárselos, mientras mi hermano, Frank, Tristán, Keith y yo, íbamos a la cocina a buscar.

Buscamos y buscamos, los cocineros fueron interrogados por un Frank y un Tony que comenzaban a enojarse.

No había nada.

Busqué otra vez en la caja, y vi algo en la servilleta, algo muy bien distinguido pues era de un color azul oscuro.

Levanté lo que encontré en el aire, yo había sido la única persona en la cocina en acercarse a la caja fuerte, yo era castaño, y Frank que había venido a buscarlo, era pelinegro. Y esta persona fue la última que había pisado la cocina antes de Frank.

Entonces...

—¿Por qué hay un cabello blanco? —pregunté al chico que estaba revisando unos estantes.

Keith levantó su vista confundido, y negó varias veces.

—Keith, ¿por qué hay un cabello blanco cerca de la caja fuerte? —volví a preguntar.

—Sam, no, no llegues a ninguna conclusión sin invest...

—Vete de aquí.

Su rostro sudó en ese instante. —¿Qué?

Miré a otro lugar, pues mi cabeza se llenó de dudas y confusión, y el resto de mi cuerpo se llenó de coraje, y rencor.

Pero lamentablemente, no quería que alguien de aquí le hiciera algo.

—Vete de aquí, Donson.

—Sammy...

—¡Lárgate, idiota! ¡Fuera de aquí! —le grité—, ¡Desaparece!

Sus labios temblaron, de un instante a otro, Pelusa ya estaba llegando a su hombro.

Y en ese momento, dejé de estar enamorado de Keith Donson.

Frank y Ayden aparecieron por la puerta de la cocina después de que el peliblanco salió del restaurante.

Ambos me vieron, y parece que lograron entender todo en esos instantes.

—Lo siento —fue mi primera palabra—, voy a pagarles todo a Tony, Tristán y a ti, Frank.

—¿Quieres que vayamos por...

—No —interrumpí a Frank—, déjenlo que se vaya, por favor... yo veré cómo hago que regrese todo.

Y justo cuando quise irme a mi coche y escaparme a mi habitación, ya estaba corriendo con mis padres.

Frank y Ayden me abrazaron fuertemente, ellos lo sabían, quizá todos iban a saber lo que ocurrió.

Y bueno, qué más da, eso me pasa por confiar de nuevo.

__________

Quiuboooo

Siempre viene la calma antes de la tormenta yo les dije, bueno no les dije pero sí lo leí por ahí.

Oigan cómo que yo ya me voy porque algo va a ocurri en los comentarios y me van a tundir JAJA.

Bai.

No pongo mi inicial otra vez pq en el capítulo anterior hicieron una grosería con la letra "P" al final.

P. 

Jsjsjs.


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