20.- "Esfuerzo"
Advertencia; ni esta cuenta ni su autora aprueban que se haga menos el tema del suicidio, no aprueba el maltrato animal, y tampoco piensa que las personas con depresión sean imbéciles, todo lo escrito en esta primera parte del capítulo es mera mentalidad de los personajes.
Keith Donson
No podía respirar.
Un golpe tras otro, mi sangre caía de todos lados, mi llanto de súplica nacía en mi rostro y moría en el suelo, quería gritar, pedir ayuda a quién fuera, rogaba porque el dolor y la agonía terminaran.
Pero no, estaba enfrente del mismo hombre del engaño y crueldad, que era quién golpeaba cada parte de mi torso junto con el otro hombre de bata blanca.
Sentía perfectamente cómo sus piernas, puños y empuñaduras chocaban con mi cuerpo, sacándome otra herida, otro llanto, otra razón por la cuál quería desaparecer, quería que el momento terminase incluso si era muriendo.
Yo no quería llegar a esto, yo no quería convertirme en un defecto, en algo que todos alejan y detestan procurar porque simplemente no tiene solución.
—Hijo de puta, ¿te crees que mereces ser llamado de mi familia? —soltó con rabia aquel hombre que se supone debía cuidar a su hijo—, eres un pedazo de mierda inservible, más te vale dejar de ensuciar más el nombre de nuestra familia más lo que tu estúpida madre hizo, no voy a aceptar que las personas vuelvan a divulgar que eres un drogadicto.
Intenté arrastrarme por la oficina de un psicólogo cruel, y en los primeros centímetros que recorrí, sentí que algo golpeaba mi espalda, y un dolor inexplicable llegó, con el maldito látigo que detestaba.
—¡Si no vas a dejar tus jodidos vicios por la buena, vas a dejarlos a mi manera, y no me importa si mueres en el intento! —gritó Taddeo Donson—, no pago este psicólogo en vano, no me hagas perder dinero ni tiempo, inútil.
Mi cuerpo temblaba, solo quería desaparecer, quería regresar a Italia, con mi madre, la quería de vuelta, solo quería que estuviera aquí y detuviera todo.
Más golpes con el látigo llegaron a mi espalda, sentía parte de mi sangre recorrer mi sien por igual, volví a arrastrarme, hasta que los latigazos se detuvieron, el impacto se convirtió en ardor.
Ya no era dolor físico como tal, era dolor mental, emocional, era un dolor del alma él que sentía en estos instantes.
—Te espero abajo en diez minutos o te dejo en este lugar —añadió—, te llevaré a mi casa, vas a tomar tus cosas y lárgate a tu putrida universidad, no vuelvas a aparecerte en mi vista ni en la de Cassian.
Cassian, él debía elegir si quería verme o no, pero ni siquiera mi hermano mayor tenía las ganas de verme aunque fuera en una foto de mano.
Él hombre de traje, dió las gracias al maldito psicólogo, este lugar era incluso más enfermo que yo, y aún así, nunca me atreví a escapar de aquí, porque mi único motivo para venir, era lo que hacían con los animales, les parecía divertido a los psicólogos aquí que un animal muriera, porque según ellos; éramos más inteligentes que uno de esos.
Me dolía tanto cuando iba por los pasillos de este infierno y veía a los demonios maltratar seres inocentes.
Perros, pájaros, gatos, conejos, reptiles, hámsters.
¿Cuántas veces no ví juegos tan sádicos cómo era encerrar a hámsters en cajas y tirarlas a una fuente hasta que murieran ahogados?
Me obligaron a ver esas imágenes tantas veces.
—Te dejo solo, para que te levantes y te vayas —informó el hombre.
Salió de la habitación, mis piernas no respondían, mis brazos ardían, tenía cortadas, tenía sufrimiento.
Pero en esta vida, aprendí a levantarme incluso si mi cuerpo me decía que no podía.
Tuve qué ponerme de pie, estaba tan acabado, quería lanzarme de este jodido piso por la ventana, fue mi primer pensamiento cuando estuve arriba, que quería terminar con todo nada más, que yo no merecía sufrir por esto.
No era la primera vez, he estado años aguantando estos maltratos, y nunca podía acostumbrarme, siempre dolía como el infierno saber que nadie iba a cuidarme.
Pero hubo algo que no me dejó irme, y era mi necesidad por buscar en esta habitación, a su nido de hámsters, dónde estaban sus motivos de diversión y apuestas.
Corrí a su escritorio, dónde debajo de este, tendría que estar ese conjunto de animales peludos.
No había nada.
El hábitat gigante, ya no tenía ningún hámster, ninguno.
Mis lágrimas volvieron a salir.
Los mataron, a todos ellos.
Malditos monstruos.
Esto era todo, mis límites habían sido cruzados, me humillaron, me golpearon, me han hecho sentir la peor mierda, mi único lugar feliz sería si estuviera con ella, con la mujer que me dejó aquí solo, como si pudiera sobrevivir ante estas personas.
La única cosa por la que seguía, era porque quería salvarlos a ellos de personas que no me podría salvar yo. Y llegué malditamente tarde, la única cosa que me hacía venir hasta acá a soportar sus maltratos, era poder ayudarlos.
Estuve a segundos de irme de aquí, de acabar con todo, simplemente ya no podía, ya no quería sentir nada.
Hasta que ví que en una esquina, se movió algo blanco oculto detrás de una rueda.
Hay uno.
Di un respiro lleno de esperanza, como si hubiera visto a algo hermoso volver a nacer.
—Amiguito —mis ojos humedecidos, alcanzaron a ver a un pequeño hámster salir, era blanco, pero muy pequeño aún.
Metí mi mano en el hábitat, acaricié su pelaje con un dedo, era tan frágil, y estaba temblando demasiado.
No me importaba que mi mano estuviera roja de la palma dorsal, debido a una quemadura que ellos me provocaron con una plancha, ¿hasta dónde iban a llegar sus torturas?
¿Hasta que muriera?
Lo miré pocos segundos, aún con toda esta mierda, él estaba vivo aún.
Aún estábamos vivos.
—No voy a dejar que te dañen, ¿me oyes? —agregué—, tú mereces más que esto.
Lo tomé en mi mano cuidadosamente, protegiéndolo más de lo que me he protegido a mi.
Ambos nos quedamos sin familia, entonces yo iba a ser su familia de ahora en adelante.
Reaccioné.
Debía salir de aquí.
Debía escapar.
Ya estoy en universidad, ya puedo huir de ellos.
Yo... ¿Finalmente?
¿Finalmente voy a poder dejar atrás ese jodido infierno?
Miré al pequeño entre mis manos, el cuál se acopló perfecto a ellas, descansando en mis palmas.
—Vamos a comenzar de nuevo, ratita blanca —lo llamé—, yo te bautizo como; Pelusa Donson.
Y al menos por primera vez desde hace años que tenían mero sufrimiento y un vacío de no saber qué hacer... Sentí que ahora sí podía hacer algo bien, y que ahora tenía la responsabilidad de estar mejor para hacer que alguien estuviera mejor.
Voy a cuidar de ti, amigo.
Escuché golpes en la puerta, mi piel se erizó, y escondí al hámster debajo de mi camisa.
—Más te vale no moverte si quieres que ambos salgamos vivos —susurré.
Se arrastró por mi torso hasta llegar a la espalda, sus pequeñas garras lastimaban las heridas que yo tenía, debía aguantar, solo tenía que pasar este último día sin quejarme, e iba a ser feliz... ¿Verdad?
(...)
—Ahora, pasa por tus cosas y larg...
Salí disparado de aquel auto, mi primer destino fue el baño, sabía que él hámster estaba seguro, escondido en la gorra de mi sudadera, no me preocupé por él, y dejé mi mano enfriarse con el agua, ni siquiera podía sentirla en verdad, fue un ardor irresistible en aquel consultorio, que ahora ya no tenía dolor físico, mi cuerpo se había acostumbrado a ser maltratado.
Igualmente, vendé mi mano luego de cinco minutos, limpié la herida que tenía en mi sien, mi rostro... Se veía igual a como ellos lo describían.
Demacrado, sin vida, expresando toda la palabra sufrimiento y culpa en ella.
Tengo que salir.
Tengo que escapar de esta vida.
Cuando supe qué tan rápido iba a mi siguiente destino, ya estaba en mi cuarto, yo ya tenía maletas con la mayor parte de mis cosas, la única cosa que tuve que hacer, fue tomarlas y salir de ahí.
—Keith —apareció Cassian en la escalera, cruzado de brazos—, ¿ya te vas?
—¿Por qué, no parece?
—¿Sin despedirte?
—¿Despedirme? —pregunté—, ¿de quién, de ti y de tu padre?, no digas estupideces, lo último que quieren es saber algo de mí, esto sí es lo que querían, que me fuera, y eso es lo que yo he esperado desde no sabes cuánto tiempo.
Dió una risa amarga, acercándose a mi.
—Pues entonces, lárgate, aquí no queremos imbéciles que solo lloran por su mami.
—Ella también es tu madr...
Golpeó mi mejilla con su palma, con rabia, no era la primera vez que lo hacían.
Pero dolía de la misma manera.
—Una suicida que no supo nada más que hacer con su patética vida, esa mujer no es nada de mi, ¿crees que ella era feliz teniendo a un esposo que solo piensa en el dinero, a un hijo que ni siquiera aparecía en casa o a un estúpido niño que siempre estaba detrás de ella?
Toqué mi mejilla, las lágrimas volvían a amenazar con salir.
—Pues a diferencia de ti y de que te dejas manipular por ese hombre, yo la hacía aunque sea mínimamente feliz, porque jamás quise darle problemas ni hacerla sentir menos.
—¿De verdad? —rió—, creo que no te resultó, está muerta, si la hacías aunque fuese un poco feliz, ¿por qué está tres metros bajo tierra y no aquí haciendo tu cena?
Me quedé callado, y así bajé las escaleras sin decirle otra cosa, jamás podría decirle cosas tan hirientes como él lo hacía a todo el mundo sin el más mínimo remordimiento.
Él tenía razón.
Nadie es suficiente en la vida de nadie.
Si ella tomó esa decisión, fue porque ni siquiera yo que tanto la amaba, había sido basto para hacerle saber que aún teníamos oportunidad de vivir mejor.
Lo iba a intentar.
Iba a intentar vivir lo que ella no pudo, que era alejarse de este basurero de vida.
Y ahora, tenía una responsabilidad más. También iba a luchar junto a este hámster, él era a quién debía cuidar.
Cuando salí por completo de casa, nadie se despidió de mi tampoco, él hombre de traje solo estaba arreglando otros asuntos, al fin pude irme lejos de aquí.
Al fin iba a poder iniciar otra vida.
Solo quería huir, escapar de mi realidad, la odiaba tanto, solo quería llegar a mi nuevo dormitorio, encerrarme en él y tomar más de esas pastillas que me ayudaban a dormir, a ver la vida de colores diferentes, a hacerme olvidar aunque sea unas horas... Que me estoy rindiendo.
Me estaba rindiendo en verdad, porque simplemente ya no quería sentir nada.
No quería querer nadie, no quería sufrir, no quería llorar más, no quería recordar, no quería tener que levantarme de la cama sabiendo que debía soportar otro jodido día de lo mismo.
Ya comenzaba a acostumbrarme a tener cicatrices en mi cuerpo.
¿En esto me convertí? En un puto juguete que podían lastimar cuando quisieran, y que ya ni siquiera se preocupaba de si iba a quedar marca o no.
Solo... Ya basta. Ya no puedo más.
(...)
Mi cuerpo se bajó de la cama, me arrastré por el suelo con las lágrimas cayendo, con mi boca susurrando que necesitaba encontrarlas, mis piernas estaban débiles, no podía levantarme.
Era de noche, todo estaba oscuro, pero conocía tan bien el dormitorio que ya podía llegar sin iluminación.
Yo solo quiero dormir bien. Quiero dejar de tener esa pesadilla.
No es una pesadilla, es un recuerdo, idiota.
Negué, necesitaba una, aunque sea una pastilla que me tranquilizara aunque fuese menos de una hora.
Sentía que no podía respirar de nuevo, sentía como cada parte de mi cuerpo me exigía una sustancia que lo controlara.
Encontré la puerta del baño, pasé mi mano por mi frente, estaba sudando, tenía tanto miedo de lo que soñé, de revivir esos días que no solo mí mente o corazón odiaban, yo de verdad odiaba con toda mi alma lo que pasó antes de decidir que quería escapar.
Abrí aquella puerta rápidamente, adentrándome en el baño aún estando en el suelo, encendí la luz, buscando esa caja de Stick Figure.
Buscaba y buscaba, no la encontraba por ningún lado, mi desesperación y necesidad fluyeron aún más, hasta el punto de que mis manos temblaban, respiraba cada vez peor, ¡Necesito esa caja, la necesito de verdad!
Finalmente la había encontrado en un estante hasta una de las esquinas de las cuatro paredes, abrí la caja, mis manos se atrevieron a destapar uno de los envases con calmantes y demás pastillas que me ponían de mejor humor y me hacían entrar a un sueño dormido del que rara vez me gustaba recordar que solo era un sueño.
Cuando esas sustancias pasaron por mi garganta sin agua, respiré profundamente, dentro de poco ya iba a estar bien, ya iba a olvidarme de lo malo, de ese horrible recuerdo que no dejaba de atormentarme.
Todo está bien.
Aquella bola blanca, entró al baño, a toda velocidad, Pelusa subió a mi, hasta llegar a mi mano, y dejó una mordida en mi dedo índice.
—¡¿Cómo osas?! —solté en un quejido—, ¿por qué me muerdes?
Volví a mojar mi mano, rata agresiva. Me caía mejor cuando invernó en diciembre y aparte de enero, que incluso para eso va contra las reglas de la naturaleza, pues supuestamente debía hacerlo de diciembre hasta marzo.
Cuando devolví la mirada, el corrió hasta la puerta, y se quedó abajo del marco, dando saltos en dirección al otro lado del dormitorio.
Confundido, me acerqué, hasta ver de nuevo el resto del cuarto, mi vista paró en mi cama, porque había alguien recostado en ella.
Ay, no.
Mi mente nunca pudo recordar, que Sammy estaba dormido en mi dormitorio.
Pasé mis manos por mi cara, negando varias veces.
¿Por qué lo olvidé?
Él no puede verme así, digo, no es cómo que vaya a verme, está dormido, pero esto no era cómo se supone debía cuidarlo esta noche.
Caminé hasta él, se veía como un angelito durmiendo, de verdad, era tan lindo, este era el único momento dónde no llevaba esa expresión de enojo, queja o preocupación.
Hacía hace dos años, que no pude rendirme porque tenía a Pelusa, porque encontré a un ser de pelaje blanco en medio de tanto caos que me necesitaba.
Pelusa es un hámster... Y aún a la fecha, me cuesta aceptar que los hámsters viven de dos a tres años.
Él es mi mejor amigo, me había costado imaginar cómo sería una vida sin Pelusa, porque no tenía a nadie más, y si Pelusa se iba antes que yo, entonces ya no iba a tener nada por qué esforzarme.
El amor a un animal es probablemente uno de los más fuertes, y Pelusa era la única razón por la que yo me levantaba de verdad, por la que sabía que no podía dejarlo solo.
¿Cómo iba a pensar que en menos de un año, mi mundo dejó de concentrarse en mi mejor amigo y en mi?
En menos de un año, apareció un tercero, un niño bonito que apareció con las más puras intenciones de defenderse de mi, era él mismo por el que ahora, ya no tenía ningún tipo de esperanza en no esforzarme por él.
Jamás pude hacer las cosas solo para mí.
No recordaba una cosa que haya hecho por otras personas que no fuera ingerir esas malditas cosas.
La única razón por la que sigo de pie, es por Sam y por Pelusa. Porque no le mentí cuando le dije que simplemente no tenía a nadie más.
Bajé hasta dónde él se hallaba dormido, corría con la suerte que Sammy se quedaba dormido muy fácil en cualquier lugar, en mi hombro, en el césped, en cualquier cama, y para despertarse era... Complicado.
Apenas podía ver mejor gracias a la luz de la luna que seguía pasando po mi ventana, así pude retirar algunos mechones de su cabellera rebelde.
—Lo estoy intentando, Sammy —susurré, besando su mejilla—, solo no te vayas.
Debía dejarlo dormir, las pastillas no iban a tardar en hacer efecto, y era después del efecto cuando caía dormido.
Hoy tocaba ir a explorar en la noche, y mañana en la mañana tal vez despertaría en la calle, tal vez.
Me fui, no sin antes dejarle una nota, no quiero que sienta que lo abandoné.
Puse la gorra de mi sudadera en mi cabeza, no llevaba nada conmigo a excepción de las llaves del dormitorio, fuera de eso no tenía nada, ni celular, ni billetera, nada.
Drogadicto pero precavido.
Fui hasta la puerta, y pude tener el tacto de las garritas de Pelusa trepando en mi.
—Oh no, tú no irás a ningún lado, jovencito —lo sostuve entre mi mano—, tienes qué quedarte aquí a cuidar a nuestro Sam, pero es más mío que tuyo, porque tú no hablas y yo lo puedo convencer.
Ambos entre cerramos nuestros ojos, juzgandonos.
Miré al niño bonito dormido aún, podía fácilmente tirarle a Pelusa en la cara y no va a despertar.
—Él es nuestra familia ahora, y entre familia nos cuidamos —le dije, aplastando mis labios.
Porque la familia de Pelusa ya no está.
Porque la familia de Sammy parece apartada de él.
Porque mi familia no pudo y no quiso cuidar de mi.
Por esas cosas, éramos nuestra propia familia.
Lo dejé en el suelo con cuidado.
—Vuelvo en la mañana, si pregunta dile que fui a visitar a... Mi abuelita.
Movió su nariz, y después se fue de nuevo a la cama con Sammy, dando vueltas y corriendo alrededor de ella.
Suspiré profundamente.
Está bien, lo hago por ellos.
Ellos no merecían vivir la mierda de mi situación, así que no iba a estar aquí para que la soportaran.
(...)
Mmh, ¿por qué la gallina cruzó el camino?
Es decir, ¿a qué debe que haya decidido arriesgar su vida entre autos?, ¿qué había del otro lado tan valioso como para ir?
Hay tantas preguntas y tan pocas respuestas.
¡Tengo una misión! ¡Buscar a la gallina y preguntarle por qué quiere cruzar el camino!
¡Por cierto, pero qué bonito se ve el cielo a las 5:30 de la mañana!
La ciudad era bonita a esta hora, no supe en qué momento llegó tan rápido, pero sabía que el efecto ya no era tanto, aunque seguía ahí, en realidad, valieron la pena esas horas de felicidad plena y solitaria.
Ahora mismo, el sueño me empezaba a atacar, dentro de poco iba a caer dormido en algún lugar.
Iba por la cera, viendo que si había personas que ya estaban comenzando su día, puntuales al trabajo o escuela si quedaba muy lejos.
Divisé una bonita casa grande, ¡Tiene un jardín hermoso!
Las flores que tiene son muy lindas en verdad, eso lo estaba viendo al pasar cerca.
En esa misma casa, noté a un hombre salir de ella, parecía que era él único en irse, las luces del interior seguían apagadas, y él iba solo.
Creí que iba a adentrarse al auto negro que tenía, pero no, solo se quedó recargado en el maletero de este, prendiendo un cigarro.
Di un grito ahogado.
—¡Disculpe, hombre alto, con atractivo físico y bien parecido! ¡Fumar tan temprano daña los pulmones! —solté firme al pelinegro.
Me ignoró, de verdad, no hizo ningún gesto, ninguna palabra, solo inhaló de su humo aunque estaba aquí al lado de él.
Exhaló aquel aire dañino, y cuando me miró, solo fue para examinarme.
Lo miré mejor, y mi mente captó todo.
—¡Oh, yo lo conozco a usted! —le señalé rápido—, ¡Usted se parece a Tony Walker, usted es su señor padre! ¡¿Verdad?! ¡Qué joven se ve! ¡Anthony es talentoso y Tristán también! ¡¿Supo que van a casarse?! Yo me enteré una semana después pero, ¡Es emocionante! Ojalá inviten al niño bonito y a mí.
Elevó una ceja, pero seguía sin decir nada.
—Ya entendí, pasando desapercibido entre el público, ¡Entiendo, no diré nada! Soy como una tumba.
Ah, si tan solo Sammy estuviera aquí, ¡Tengo qué decirle que encontré al papá de su hermano!
Se va a poner muy feliz.
—Mmh —sujeté mi mentón con mi mano—, siento que olvido algo.
Pensé y pensé, hasta chasquear mis dedos.
—¡Cierto! ¿Me da su autógrafo?
Dió una expresión de burla interna, hasta que lo ví pensar un largo tiempo, se veía muy decaído, apagado, la misma manera en la que yo me levantaba algunos días.
—Oiga, usted no se ve como alguien feliz de que sea viernes —comenté—, ¿qué aflige a su corazón?, venga, siéntese y cuéntele a Donson sus problemas.
Tomé lugar en el césped de su jardín delantero, qué fresco es, aquí podía dormir todo el día.
—¿Debo preocuparme porque un extraño está haciéndome estas preguntas y está cerca de mi casa? —dijo sus primeras palabras, pero qué voz.
Negué. —Nada de qué preocuparse, Keith solo es un viajero solitario que va a escucharlo y nunca volverá a ver.
Ladeó su cabeza, que expresión cambiando a una más dudosa, pero al parecer, su cabeza procesó todo rápido y solo asintió una vez.
—¿Estudias? —preguntó.
—Universidad de deportes —dejé mi espalda caer en el césped—, está viendo al mejor delantero del equipo de soccer.
Rodeó su coche, hasta llegar al piloto, y justo antes de adentrarse en él, se despidió.
—Ve a casa, ahora —ordenó fríamente—, y deja de consumir lo que sea que consumas, tus ojos van a estallar de lo irritados que están.
—¡Son los ojos de la felicidad! —me defendí.
Muy tarde, entró a su auto, y sin avisarme, lo encendió, dió reversa rápido, y se fue por el camino.
Qué agradable hombre.
Me quedé un tiempo pensando, entrando poco a poco al mundo real, cerrando mis ojos.
Y me dí cuenta.
¡Qué imbécil soy!
¡No le pregunté por qué la gallina cruzó el camino!
Y ese hombre parecía tener las respuestas de muchas cosas, debí haber aprovechado.
(...)
"Amigo, ¿estás bien?"
"Yo creo que ya se murió".
"Qué sutil eres, Anthony".
"Fui inmaduro y lo lamento".
"Espero que Eli ya venga con el agua".
¿De dónde vienen esas voces?
Comenzaba a estar consciente otra vez, había voces lejanas que empezaban a ser más claras y cercanas.
¿Dónde estaba?
¿Quiénes eran ellos?
Y de pronto sentí que algo líquido y frío caía en mi cara.
Mi cuerpo despertó de golpe, con ello, mi miedo lógico de no saber dónde estaba, acompañado de un extraño sentimiento de ser atacado de repente.
Me arrastré para atrás cuando abrí los ojos, volviendo al mundo real.
Estaba recostado en un jardín, había tres personas enfrente de mi, demasiado cerca, mis instintos y una adrenalina que ya conocía, me hicieron retroceder, estar más a la defensiva, confundido.
—Ustedes... ¿Dónde estoy? ¡Identifíquense! —exigí.
—¡No está muerto! —un pelinegro levantó los brazos alegre.
Había tres hombres y una mujer aquí.
A la derecha estaba un hombre castaño, que me miraba lleno de preocupación. Sus facciones... Él se parecía a alguien que conocía.
En medio estaba una chica castaña, que por lo cercana que estaba a mi, podía ver sus ojos dorados.
Hasta la izquierda, él pelinegro.
Y por último, había otro castaño, escondido detrás del chico de cabello negro.
Ya había amanecido, el sol apenas salió, pero era suficiente para iluminar el área.
Tallé mis ojos, ¿me había quedado dormido aquí fuera?
—Escucha, no nos conoces, y nosotros a ti tampoco, pero parecías inconsciente en este lugar, ¿estás bien?, ¿tenemos que llamar a alguien? —sugirió la chica.
Bajó poco a poco, con gentileza, y mientras ella se acercaba sin señas de violencia, yo empezaba a recordar nada, porque nunca podía recordar mucho después de esas dosis de felicidad.
—No vamos a hacerte daño, mi nombre es Acacia, ellos son Ayden, Eliot y Anthony —me sonrió—, solo queremos ayudarte, no es normal ver a un chico tirado en un jardín de casa ajena.
Aún no procesaba todo, estaba simplemente perdido en mi espacio y tiempo.
—Voy a traer más agua —dijo uno de ellos, ingresando a una casa gigante que había al lado.
—¿Cómo te llamas? —preguntó la castaña.
—Mmh... —emití.
¿Cómo me llamo?
Parpadeé un par de veces, tenía que volver, concéntrate, burro.
—Keith —contesté.
—Bien, Keith, ¿hay alguna razón por la que estés aquí?
—Ah, yo... —balbucé—, no sé.
—¿Cómo no va a sab...
—Tony —regañó entre dientes otro más.
—Ya me callo.
Ahora, enfrente de mí apareció él otro castaño, pero este tomó lugar a un lado de mi, totalmente confiado.
Ladeó su cabeza, me vió algunos segundos largos, su cara llevaba un piercing o dos, y luego de lo que pareció ser un análisis, solo suspiró.
—Él solo quería dormir —dijo tranquilo—, ¿verdad?
Y con esas palabras, mi mente apenas pudo recordar, pequeñas imágenes de segundos, dónde supe que no debía decirles la verdad.
Negué. —Me desmayé, trabajé mucho y no he comido desde hace un día.
—Bueno, Keith, eso se entiende —comentó—, toma un poco de agua.
Él segundo hombre me dió agua, todos estuvieron callados, mientras mi cabeza despertó por completo, ahora por fin, si estaba consciente de todo.
—¡Yo a usted lo conozco! —di un grito ahogado, señalando al pelinegro—, ¡Anthony Walker! ¡Lamento haberme dormido en su jardín!, ¡No, espere, esto está mal! No, no, no, no.
—¿Qué pasa? —insistió él.
—¡Sammy! Él no sabe que estoy aquí, ¡Qué pésima primera impresión con mi cuñado! ¡Debo iniciar otra vez!
Todos parecieron reiniciar sus cabezas, me imaginé ese símbolo de carga en sus frentes, y al final, Anthony y uno de los castaños, expandieron sus ojos.
—¿Tú conoces a...? —empezó aquel de ojos rojos.
—Sam, sí, sí, él es tu hermano —apunté nuevamente a Tony, levantándome del césped—, lo siento, en serio, no quería llegar hasta aquí, es mejor que me vaya.
Las cosas iban pasando tan rápido, pero así debían ser, no soportaba la idea de haber sido visto por la familia de Sam, no por vergüenza para él, sino por mi, si ellos se enteraban de lo que yo hacía... Iban a alejarlo de mi.
Y a este punto, no soportaría alejarme de Samuel.
Tanto Anthony como el de ojos rojos suspiraron, intercambiaron algunas palabras a lo lejos, y en poco tiempo después, observé que una mano era tendida hacia mí, tenía anillos, y pertenecía al brazo del famoso cantante del cuál di la peor primera impresión.
Esto era lo que conllevaba despertar de un estado intoxicado para mí, esta era la forma en la que mi cerebro actuaba, primero lleno de confusión, y después procesando todo tan rápido.
Agh, ¿cuántas cosas habré hecho esta noche estando drogado?
Me miró con una expresión ligera, y por la misma inercia, respondí su saludo.
—Un placer, Keith —soltó.
Asentí. —Un placer.
Después, el ojirubí, hizo lo mismo conmigo, presentándose con el nombre de Ayden.
Detrás de ellos, estaba la persona de la que me enteré iba a casarse con Anthony, y al lado la mujer que al menos he visto en alguna foto acompañando al chico y a su amigo.
Eventualmente me trajeron un plato de cereal, era mentira con que me había desmayado, pero sí tenía hambre, y no iba a despreciarlo.
Me preguntaron cosas cómo, ¿dónde estaba Sammy?
Respondí lo lógico... Que no sabía. Solo pude decir que estaba en la universidad.
Eso me había recordado, ¡Sammy!
Había tomado mi celular, viendo que tenía mensajes y llamadas perdidas de él.
Maldita sea.
Debía llamarlo o estar con él cuánto antes.
—¿Por qué tu nariz se mueve así? —él chico llamado Eliot, volvió a hablarme—, es como la de un conejo, ¿deberíamos decirle a Sam que venga para acá?
—¿Qué?, no, gracias, yo estoy bien, de verdad, lamento haberlos asustado... Gracias por ayudar pero, es mejor que me vaya, prometo no volver a aparecerme aquí.
—Qué rara situación la de aquí —dijo Ayden.
—No le digan a Sam que esto pasó —pedí—, él... Solo no se lo digan, por favor.
No quise quedarme más tiempo a responder un interrogatorio, esto era raro para ellos y malo para mí, pude haberme quedado dormido en cualquier otro jardín, en serio, hay miles de ellos en esta ciudad, y de todos los jardines, ¡Me vengo a dormir a la casa de la familia de Sam!
¿Por qué nunca tomas buenas decisiones, Donson?
Caminé lejos, la gorra de la sudadera negra que portaba, volvió a mi cabeza, la luz del día me estaba matando, tenía un hambre incontrolable.
Necesito comer algo, necesito llegar con Sam, con Pelusa, necesito dormir, necesito ocultarme de todos para que no intenten interrogarme en algún punto.
Necesito muchas cosas, y evidentemente no tengo ninguna de ellas.
(...)
Las papas fritas fueron directamente a mi boca, Pelusa también estaba comiendo de ellas, volvía a ser noche, el día pasó tan rápido y con tantas cosas qué pensar.
Sam no volvió a aparecerse, incluso aunque le dejé un mensaje, ya no respondió, Pelusa me había esperado en el dormitorio, cuando llegué solo estaba él.
Entendía que, tal vez Sam esté enojado por haberme ido.
Solo espero que haya arreglado el problema que tenía con la persona que mencionó ayer.
Después de la cena con Pelusa, fuimos por la ciudad regreso al dormitorio, era el único lugar al que teníamos que ir, y solo estábamos caminando hacia allá.
No me gustaba sentirme de la forma que me sentía, estaba triste, aún con comida, aún con la compañía de Pelusa, estaba tan mal, parecía que las cosas que sucedieron me habían puesto a pensar de más, hasta el punto de recordarme que, Keith no tiene solución.
Iba en mi mundo, observando a las personas ir y venir por la calle, yo no tenía nada qué hacer aquí, en esta ciudad, en este mundo, nunca pude entender la razón por la que tenía que haber llegado, ¿cuál era finalmente el motivo por el que pude nacer, crecer, pasar tanta mierda que no merecía?
Era de esas veces, que simplemente me preguntaba a mi mismo, si seguía valiendo la pena el despertar cada mañana creyendo una falsa ilusión de que sería un mejor día, cuando solo era lo mismo de siempre, un maldito dependiente de las drogas y las personas.
Me odiaba, me odiaba más de lo que se podía creer.
Porque otra vez volví a tomar esas mierdas para creer que así todo se iba a arreglar y olvidar, porque no podía cumplir lo que le dije a Sam, porque me sentía tan solo, porque me sentía mal incluso de caminar en la ciudad, porque podía sentir el desprecio que me tenían, y porque, ella nunca iba a estar orgullosa de lo que yo era.
Pensé que yo iba a poder vivir lo que mi madre no pudo... Y estaba justo dónde ella se encontraba.
No quería llorar en la calle, pero, carajo, eran tantas cosas, y yo ya no podía soportar la forma en la que vivía.
Si la tuviera aunque fuera una vez enfrente... ¿Cómo le decía que no estaba sola?, ¿como le decía que yo sí la amaba como a nadie, y que me moría por retroceder el tiempo a dónde íbamos en bicicleta por un pueblo?
Cómo le decía que extrañaba ver su sonrisa, sus abrazos, extrañaba a mi madre de una forma tan inhumana, la necesitaba tanto.
Quería ser un niño otra vez, y tenerla para decirle lo bien que la había pasado jugando soccer con mis amigos mientras ella se aseguraba que terminase de comer.
Solo una vez, por favor, no pido más.
Mi alma estaba rogando por un abrazo, uno real, un abrazo de alguien que me asegurase que iba a quedarse sin hacerme daño.
Y por más que quería convencerme de que esa persona no existía, yo le exigía a cualquier ente y cualquier fuerza, que esa persona fuera Sam.
Era peligrosa la manera en la que lo necesitaba, todo mi ser lo reclamaba, yo solo lo quería a él, Sam y Pelusa eran mi familia ahora... Y ahora mismo quería tanto tener a mi familia completa.
Cuando acordé, ya había recorrido toda la ciudad, pensando en que, ya me estoy cansando, de todo.
Estaba sentado en el suelo, mi espalda y cabeza pegadas a la pared del dormitorio.
No quería encender las luces, no quería que Pelusa me viera así de nuevo.
Tampoco tenía idea de dónde estaba Sam, mi único recurso para tenerlo cerca era el peluche de dinosaurio que le robé hace tanto tiempo, olía igual de bien que él, y me daba una protección que extrañaba como nunca.
Yo, Keith Donson, bauticé a este dinosaurio como Squishy, una sonrisa salía de mi al recordar que mi castaño aceptó que lo cuidase por él.
Pelusa estaba jugando en su rueda, afortunadamente.
Tomé una larga respiración, pues esa sonrisa, me había roto por completo, porque a mí mente llegó todo .
Negué, mis ojos volvieron a humedecerse con esta basura que mi vida tenía, con todo lo que me dolía y me estaba consumiendo desde hace años.
En medio de aquella noche, y con las luces apagadas para que ni siquiera mi mejor amigo pudiera verme, fue que volví a llorar de tanto odio y desespero.
Abracé más al peluche.
No te vayas, Sam, por favor, son lo único que me queda.
Mi vida estaba jodida, y de no ser por Pelusa y por Sam, era tan probable que yo ya no estaría aquí.
Enfrente de mi había una botella de agua, y las pastillas coloridas que Sam encontró alguna vez.
No lo hagas.
¿Tenía otra salida acaso?
¿Había otra manera de borrar un horrible recuerdo y comenzar de nuevo?
No, para mí, eso ya lo había perdido hace mucho tiempo, mis esperanzas habían muerto.
Pastillas y agua se combinaron en mi boca, pasaron por mi garganta, y dentro de poco, podría volver a ese mundo de despreocupación, el único donde podía olvidarme de esto.
Yo solo quiero ser feliz también. Yo solo quiero una familia que me ame. Yo solo quiero volver a verla.
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Bai me voy a llorar un rato, que csm el Cassian y el otro señor que ya no me acuerdo cómo se llama.
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