08.- "Preocupación"
Sam Walker
Cada mes era un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de practicar el baile en mi vida y en la de varios.
Y en cada mes que pasaba y cambiabamos las diferentes tipos de danzas, al final del mes, debíamos hacer una pequeña presentación de una rutina acorde a esa danza.
Luego de un mes, en el cuál más de una semana estuve sin poder practicar, pude reponerme rápido, y había logrado una rutina con las telas a la par de Eddy.
También, me había dado cuenta que había pasado una semana y pocos días desde que me había convertido en el amigo de Keith.
Debía aceptar, que tenerlo de amigo se convertía en algo muy divertido, todos los días, nos sentamos a comer algo cuando yo descansaba de la práctica, íbamos a cualquier lugar de la universidad, él era el que insistía en comprar la comida, y simplemente eso hacíamos.
Comer y charlar, y eran charlas tan simpáticas, nunca dejaba de reír cuando estaba con él.
Más cuando sus manos, por alguna razón no coordinaban en el momento exacto y dejaba caer algo por accidente.
Hasta ahí lo bueno.
Lo malo venía cuando notaba su mirada perdida otra vez, sus ojos irritados sutilmente, no me gustaba verlo así, porque parecía que algo andaba mal y él no planeaba decírmelo.
Incluso, me daba cuenta que, si nos veíamos por la tarde-noche, Keith tenía un tic en el rostro, el cual era arrugar su nariz como un conejo que se veía enfadado.
Al inicio creí que era algo tierno, ver su rostro arrugarse en su nariz en ese gesto inocente. Pero después empezaba a ver qué él no lo hacía a propósito, que era algo involuntario.
Hoy en especial, estaba ansioso por la presentación, Keith sabía de esto, y había prometido estar presente para burlarse de mí.
Solo lo había visto ayer por la mañana, después de todo, no volví a toparmelo en el día.
Caminé más alegre que otros días, hasta llegar al salón de danza, dónde estaban los tres profesores encargados de habernos enseñado a toda la clase, cómo parecer que volabamos en telas.
Y mi vista, fue entre las personas que venían a ver.
Busqué una cabellera blanca, o una piel pálida y ojos cristales.
Pero no parece que él esté aquí.
Mmh, tal vez venga más tarde.
—¿Listo? —pregunté, elevando mi vista a las telas, dónde estaba Eddy de cabeza, sus piernas enredadas en ellas, y estiraba sus brazos de forma elegante hacia abajo.
—Voy a extrañar poder subir hasta acá —respondió, dió algunas vueltas hacia abajo mientras las telas rojas lo liberaban, y así pudo tocar el suelo nuevamente.
—Yo igual, supongo.
Seguí revisando entre la multitud, esperando si Keith aparecía o no, ví un cuerpo con uniforme de soccer entrar, pero, no era él, sino el cuerpo de mi mejor amigo, que agradecía que también estuviera aquí para apoyar.
Sabía que Keith no era muy puntual, pero él había prometido llegar a tiempo porque no quería perderse nada.
—¿A quién buscas? —preguntó Galen.
—A nadie —respondí—. Solo estaba viendo que Izan llegara sano y salvo.
—Si, cómo no —susurró entre dientes, caminando a otro lado con burla—. Oh Keith, dónde estás que no te vemos.
—Cállate.
Me acerqué hacia mi mejor amigo, el cual, ya estaba robándose algunas miradas de parte de los demás.
—¿Keith se quedó en la práctica? —pregunté de primera.
Elevó sus cejas. —Hola, Sammy, vine a verlos debutar su rutina como cada mes, gracias por recibirme.
Reaccioné. —Ah, sí... Lo siento, gracias.
Cruzó sus brazos con misterio, y probablemente se dió cuenta del apuro con el que me encontraba, uno muy raro.
—Él no apareció por las canchas hoy —contestó.
—Mmh, ¿No será que lo obligaste a quedarse practicando.
—Soy el capitán, no su padre —lanzó amargamente—. ¿Por qué te preocupa tanto? Seguramente debe haberse escapado hoy.
Abracé mis propios hombros. —No lo sé, es que él dijo que vendría...
—Ah... El nada amoroso y totalmente frío Sam Walker está preocupado por Donson —insinuó—. Hey, está bien, no me meteré cuando de amor se trata, solo ten cuidado de qué cosas consumen juntos.
—¡No empieces! —golpeé su hombro, y claramente, se rió.
Un tiempo corto, en el que veíamos las rutinas de otros, pero, yo no dejaba de mirar a la puerta, tenía una extraña necesidad de ver si llegaba o no.
Para cuándo fue el turno de Galen de subir a las telas, ahora estaba listo para cuando su rutina terminara, a lo largo del mes, Galen se había vuelto muy bueno en esto, pero en su serie, al final siempre terminaba con el tobillo cansado por tanta presión que se ejercía alrededor de él por las telas, y eso hacía que no pudiera moverlo muy bien al terminar, por consecuencia; Galen caía de las telas.
Y estaba listo, para el momento en el que eso ocurriera e ir a salvarlo.
No sabíamos por qué, pero Eddy siempre tenía la maldición de caerse y no lesionarse en las prácticas, pero el día de la presentación, siempre terminaba con una lesión.
Ahí iba el rubio ojiverde, subía aquel gran objeto sedoso de color carmín.
Empezó haciendo movimientos normales que ya habíamos practicado, yo solo me aseguraba que todo le saliera bien, y era verdad que su cuerpo tenía mucha fluidez.
Hubo un momento, en el que hizo los giros suficientes para quedar se cabeza, sus brazos liberados hacia abajo, y sus piernas estaban literalmente separadas, el extremo de una tela iba bajando por la derecha, y el otro extremo a la izquierda, era como un split pero al revés.
Identificaba algunas voces de personas fascinadas con esto.
—Wow... —escuché a un lado de mi, una voz más conocida.
Giré a ver, y ahí estaba Izan, en una expresión de conformidad, asintiendo.
—Lo hace bien —aclaró, sin despegar su vista.
Sonreí para mí mismo. —¿Impresionado?
—No sabía que podían hacer eso, ¿Desde cuándo son tan flexibles?
Y este era mi momento de subir.
—Ni yo lo sé, amigo —me despedí.
Me acerqué a mis propias telas azules, subí con fuerza entre ellas, hasta la altura de Galen.
Claramente, todos miraban hacia acá arriba.
De la misma forma, había enredado mi cuerpo entre lo sedoso del color azul claro, y enseguida fue mi turno de hacer algunos movimientos que ni siquiera yo esperaba que hoy me salieran.
Pero después de unos segundos, tuvimos que tomar impulso nuevamente, y así, Gal y yo parecíamos danzar a la par, volar al mismo tiempo.
A decir verdad, se sentía increíble estar aquí arriba.
—No aguanto el tobillo —susurró entre dientes, en una acrobacia en la que nuestras manos se entrelazaban, mientras que con la otra nos sosteníamos de las telas, parecía que era una pose en la que luchabamos por no alejarnos.
—¡Terminamos! —nos felicité de la misma forma—. Voy a bajar primero.
Los aplausos se hicieron escuchar debajo de nosotros, incluso algunos silbidos.
Más pronto de lo que esperaba, ya estaba deslizándome hacia abajo, recibiendo varias felicitaciones y sonrisas, que obviamente agradecí.
Y como esperaba, Keith no se hizo presente. Él no vino.
Agh, ni siquiera debería tomarle tanta importancia.
Caminé a Izan, un poco desganado. —¿Qué tal?
—Me impresionaron —confesó.
—¡Ah, no por favor! —gritó esa voz inocente.
Di la vuelta enseguida, y Galen, no había podido usar su pie de nuevo.
Y antes de que yo pudiera reaccionar, la persona que era más ágil y con más reflejos que los míos, se adelantó.
Izan corrió, y antes de que Galen terminara en el suelo, el moreno saltó para atraparlo, ambos terminaron cayendo en una colchoneta a una distancia más corta.
—¡Lo hicimos! —Gal elevó sus brazos al estar abajo, emocionado—. ¡Danza aérea, fuiste dominada! Buen trabajo, chico fuerte.
Llevé mis dedos al puente de mi nariz, este chico nunca cambia.
Las personas aplaudieron mientras ellos volvían a ponerse de pie, tal vez porque muchos de aquí conocían a Eddy, y es que, para la mayoría, él rubio era bastante simpático y en ocasiones acostumbraba a acercarse a las personas tristes, para darles ánimos.
Izan volvió a la par mía, satisfecho de que otras personas ahora lo adulaban por tan heróico acto.
—No esperes una felicitación de mi parte —dije riendo.
—No espero nada amigable viniendo de ti, Sammy —contestó de la misma forma.
Vi de lejos, a algún chico llamar a Galen, y noté cómo le entregó un obsequio, parecían flores.
Necesito que Eddy me presente a alguien con quién pueda pasar una noche, hace mucho tiempo no había tenido ese tipo de diversión.
—¿Hamburguesa o pizza para festejar? —preguntó mi amigo, pasando un brazo por mi cuello, dejándolo caer ahí mismo.
—¿Te gusta la comida italiana? —pregunté de la nada.
—Nunca la he probado, pero todo lo que sea comestible tiene acceso a mi estómago —añadió acariciando su abdomen—. ¿Me invitarás?
—Bueno... Hace poco conocí un lugar de comida italiana, pero, creo que la pizza se oye mejor.
—¡A la pizza!
Seguí su camino por el pasillo, luego de tomar mis cosas y marcharnos.
Tuve la idea de llevarlo a un restaurante italiano, pero, ese lugar yo lo había conocido hace tres días gracias a Donson. Y no sabía por qué, pero de solo recordar que él no cumplió su promesa y que solo he estado ahí con él, ya no quería ir.
Por otro lado, ahora estaba más inquieto, ¿Y si le pasó algo?
Además, todo lo que fuera referente a Italia, estaba seguro que ahora me iba a recordar a esa cabellera blanca.
Habíamos pensado en regresar e invitar a Eddy, y así lo hicimos, pero vimos que él se veía muy cómodo con ese chico que le regaló las flores, y al final no quisimos interrumpir.
(...)
El olor a pizza llegó a mi nariz en cuanto la pusieron enmedio de Izan y yo.
Este lugar era el mejor del mundo, y estaba indignado de nunca haberlo conocido.
Restaurante, bar y club de baile, ¿Qué más podía pedir? Ahora quería venir cada fin de semana.
Pudimos llegar aquí luego de ducharnos y cambiarnos, ahora estábamos aquí, apunto de degustar una pizza que se veía con mucho potencial.
—¿Tienes algo qué hacer en la noche? —preguntó el moreno.
—Nada en mente, ¿Por?
—Porque hay un hombre con anteojos que no te quita la mirada de encima, primera silla de la derecha en la barra —explicó, antes de dar un bocado al alimento.
—Objetos de la barra —le pedí.
—Servilletas y cubo de hielos —respondió luego de masticar y tragar.
Él me entendía, sabía que cuando había una persona atractiva viéndonos, teníamos qué decirnos qué cosas útiles había cerca de ellos y así poder ir a ver con una excusa de que necesitábamos algo.
No volteé al instante, a cambio de eso, me levanté discretamente, y puse mis pies en marcha a la barra.
Desde aquí empecé a ver a quien mencionó.
En efecto, era una persona con rasgos anteojos redondos, parecidos a los míos, su ropa era plenamente clara y de alguien bastante reservado, claramente, apenas veía su rostro, y ya desde aquí, notaba su pose corporal tranquila, y como sus hombros tenían manchas gigantes, incluyendo su rostro.
En algunas zonas tez clara, en la otra, más oscura.
Vitíligo.
—Disculpe —sonreí cuando estuve enfrente de él—. ¿Puede pasarme una servilleta?
—Aquí tienes —me devolvió la sonrisa, entregándome ese papel doblado.
Y dios... La voz.
¿Cuántos años tiene este hombre?
Porque mayor que yo, se nota que es.
—Gracias —asentí, y antes de poder regresar con Izan, la mano de aquel hombre de cabello negro, tomó mi muñeca.
—Espero no incomodar, pero, ¿Podrías decirme tu nombre? —pidió.
—Sam —lancé—. ¿Y tú eres...?
—Un placer, soy Zachary, pero, puedes decirme Zach.
—El placer es mío, Zach.
Me detuve un momento para contemplar ese rostro maduro y profesional, que lo acompañaban con anteojos redondos que cubrían sus ojos marrones, y una mirada de amabilidad absoluta.
—Veo que, tu compañía te espera —sugirió mirando por detrás de mi—. Así que, ¿Te molestaría si espero a que estés libre?
En estos momentos, ya comenzaba a caer ante los encantos de los hombres que eran mayores que yo.
No era mi culpa, simplemente me sentía extrañamente atraído a esos que parecen de treinta.
Y a decir verdad, hace mucho no despejaba mi mente en algo placentero, podría jugar un rato con él, y ver qué sucedía.
—No tardaremos en comer, sé paciente, Zach —sonreí, y ahí sí, me di la vuelta para regresar con Izan.
Caminé regreso con mi amigo, tomando asiento enfrente de él con una servilleta que probablemente no usemos.
—Y, ¿Cómo te fue? —preguntó limpiando sus manos con otra servilleta de la mesa.
Alcé los hombros. —Es apuesto, quizá juegue con él cuando terminemos de comer.
—Oh, otro más a la lista de conquistas de Sammy —añadió—. ¿Infidelidad temprana a Donson?
—No quiero hablar de él —hice una mueca—... ¿Por qué lo tratas tan mal?
—No lo trato mal, pero a mí me dan órdenes de mantenerlos a todos atentos a nuestro deporte, y jamás haría algo para perjudicar a alguien, menos si es uno de mis jugadores. Sam, Keith no es un chico que esté completamente bien, mi función es ayudarlo.
—Te digo algo, ni siquiera sé de qué buscan ayudarlo, pero no lo hacen bien. Siempre están dándole órdenes que no sirven de nada y lo hostigan, por eso él.... Agh, olvídalo —crucé mis brazos.
Por eso él prefiere practicar de noche, sin que nadie lo moleste.
Y ahora lamentándome por Donson. Ya controlate, Sam.
Sonrió divertidamente. —Entiendo que ahora sean amigos y te preocupes, te he visto con él este último mes. Y no me molesta que sean amigos, después de todo, si te haces cercano a Keith, entonces tú tendrías una ventaja para hacerlo vivir emmh... ¿De mejor manera? Pensemos en positivo, tú serás como la llave para que él vuelva a ser un gran chico.
Me incliné más dudoso, había algo que me estaban ocultando, y no sabía qué tan malo podría ser. Todos, incluido Keith, había algo que no querían decirme, y no sabía por qué.
—Él no es malo —contesté por instinto, mirando fijamente al exterior del restaurante—. Si tan solo lo conocieran ustedes...
—Sam —me miró—. Es por eso que debe recibir ayuda, porque lo conocemos bien. Hay cosas que no tenemos qué decirlas por otra persona, pero que tampoco podemos pasarlas de largo.
Entre la duda de a qué se refería y por qué yo estaba tan molesto con que hablara así de él, solamente me di a la tarea de comer, al menos así iba a desviar el tema y podría dejar de pensar en el peliblanco.
Que al final, seguía con ese recuerdo de que no lo ví por ningún lado hoy, ni siquiera cuando salimos de la universidad.
En charlas de otro estilo, bebidas y casi toda la pizza que Izan se comió, ya había sido lo suficientemente tarde para que el atardecer llegara. Habíamos pasado más de la mitad del día aquí, y era un lugar increíble.
Más por esas veces en las que iba de vez en cuando a hablar con Zachary, para no hacerlo esperar en vano.
Y finalmente, Izan ya se iba.
—Recuerda, si es peligroso, grita, patea y corre, luego me llamas y llegaré a causarle mucho dolor.
Reí. —Claro, papá, ya puedes irte.
—Mi servicio de guardaespaldas no es gratis, Sam.
—¡Largo! —insistí, sacándolo del lugar.
Aún me quedé viendo cómo hacía rabietas y se iba negando con la cabeza.
A Izan le hacía falta preocuparse por alguien que no sea yo y sus jugadores.
Me encaminé a la barra, ahora sí, iba a prestar toda mi atención al hombre que ahí estaba esperándome.
—Y bien, ¿Qué vas a contarme para apantallarme? —pregunté directamente.
Elevó ambas cejas, pasandome un pequeño vaso con alguna bebida, realmente, yo no era de tomar tanto.
—¿Qué edad tienes?
—¿No debería ser yo quién pregunte eso? —añadí—. Me interesa saber si soy certero en la edad que creo que tienes.
Sonrió amargamente. —Treinta y uno.
Internamente, ya me encontraba mordiendo mi labio.
Este hombre, tan apuesto y agradable, hace diez años tenía veintiún años mientras que yo apenas llegaba a los once, literalmente, mientras él estaba en universidad, yo iba en último año de primaria.
Ah, benditas diferencias de edades.
—¿Trabajas? —pregunté interesado.
Asintió. —Afortunadamente, sí. Y no me has dicho tu edad.
Observé que había cada vez menos personas en el lugar, las únicas que quedaban, eran como nosotros, los que se estaban conociendo, o los que venían en parejas, o al menos así se veían, porque incluso había gente que ya se estaba entregando en besos.
Me crucé de brazos. —Tengo la edad suficiente para tomar mis propias decisiones y que no tengas que pagar por ello.
Hasta ahí fue que yo había tenido total conocimiento de que podía jugar con él un poco, y todo marchaba de maravilla.
Hablé bastante cosas con él, no con la confianza que esperaba, pero fue agradable.
Claramente, él descubrió que era estudiante de danza, y aprovechó eso para coquetear mucho, hasta el punto de no darme más que risa.
A pesar de eso, no era una risa del todo natural, no como me he estado riendo estos días.
(...)
Para cuándo recordé que estaba hablando con Zachary; habían pasado horas, y ya estábamos en su casa en un momento demasiado íntimo, su boca no dejaba la mía, y nuestras manos comenzaron a desnudarnos.
La forma en la que había tomado mis piernas y me elevó hasta su altura, fue solo para dejarnos caer en su cama, sabía que hoy iba a ser una larga noche, en la que mañana debía escapar a primera hora del día, y si era posible, en cuanto terminaramos, si es que no acababa tan agotado.
Con manos y piernas, pasé casi toda la noche aferrado a Zachary, a las sábanas, todo sobre su cama.
Y debía aceptarlo, estaba ahora en mi lista dorada, de los mejores con los que he estado.
Cuando finalmente terminamos de pasar ese momento, me había dado cuenta que él tampoco tenía intenciones de portarse tan cariñoso como otros lo han hecho. Y eso era perfecto. Acabamos realmente cansados, y después de treinta minutos recostados en aquella cama, nos dignamos a levantarnos.
Vestido con su camisa, fui de un lado en su casa, hasta encontrarlo en la cocina.
—Tres de la mañana, ¿Y comiendo? —pregunté.
Asintió, su cabello estaba desordenado, y sin sus anteojos se veía mucho mejor, él simplemente portaba pantalones de pijama, podía ver ese torso con diferentes tonalidades de piel que había estado sobre mi.
—No comí nada en el restaurante, y tú acabaste de dejarme sin fuerzas —se excusó, masticando ese pan tostado con mermelada.
Caminé hasta él, dejando mis brazos apoyados en la mesa.
—Pruébalo —me acercó el alimento, y como mi amor a la comida era bastante latente, acepté una mordida.
—Sabe bien —asentí—. Sabes, tu camisa es muy cómoda.
—Quédatela, tengo varias de esas.
Tomé el cuello de la que yo tenía puesta, inhalando el olor fragante que tenía.
Otra más a la colección.
—Entonces, supongo que este es un adiós, mañana debo despertar temprano, y supongo que tú igual. Por lo tanto, agradezco la atención y todo lo obtenido hoy.
—¿No vas a dejar tu número?, ¿Si no, cómo voy a verte después?
Normalmente, no debería dejarle mi número, ya que solo quería algo de una noche, pero era verdad que Zach me había tratado lo suficientemente bien desde el restaurante hasta ahora, lo más justo era una segunda noche.
—Bien, lo dejaré en tu habitación.
Sonrió, acercó mi mentón al suyo por arriba de la besa, y finalmente dejó un último beso.
—Si necesitas que te lleve, dímelo.
Negué. —No vivo lejos de aquí.
Así como llegué a su casa sin mucho aspaviento de estar interesado en sus pertenencias, volví a salir, claro, no sin antes dejarle mi número en un pedazo de papel.
Al salir, nos despedimos de la forma más casual, sin siquiera miradas de ilusión.
Eso era lo que yo necesitaba cuando estaba con alguien, que quisieran verme de nuevo, pero para hacer lo mismo, no para algo más romantico. Y Zach parece ser buen candidato.
(...)
¿Cómo logré llegar a la universidad a las tres de la mañana? Es un misterio, pero aquí estaba.
Apenas veía las llamadas perdidas que tenía de Izan y de Galen, estaba seguro que cuando llegara a mi dormitorio, seguramente ahí iba a estar mi amigo, esperando.
Era un peligro que las puertas estuvieran abiertas a esta hora, sin embargo, siempre había guardias nocturnos que tenían que estar despiertos hasta primera hora de la mañana, y por eso, podía llegar con la certeza que aún me recibirían.
Aún sentía mucha incomodidad allá abajo, seguramente después tendría que ducharme de nuevo.
Había pocas luces en el pasillo para entrar a los dormitorios, el cual seguí vagamente, y justo al cruzar en uno, en una máquina expendedora, estaba esa cabellera blanca, solo que, ahora estaba sin camisa, con el mismo short de soccer y tennis, y su espalda ancha estaba llena de sudor.
Y claro, esa camisa negra que se supone debe llevar puesta, de hallaba en su hombro.
—¿Keith? —lo llamé.
Giró al instante, ví medianamente un semblante de cansancio y tristeza, pero se cambió repentinamente a una sonrisa pequeña.
De inmediato, ví lo bien formado que estaba su torso, a pesar de no ser alguien muy fuerte, estaba en forma. Era lógico que sus piernas si se hicieran notar, después de todo, tenía mucha fuerza en ellas.
—Linda noche, Sammy —contestó sin muchos ánimos—. ¿Paseando de nuevo?
—Son las tres de la mañana, ¿Acabas de practicar? —me acerqué dudoso.
Asintió sin problemas. —No lo había hecho ayer.
Hice una mueca, en el momento el que la poca luz me dejó ver sus ojos nuevamente irritados. Otra vez.
Su piel estaba más pálida de lo normal, más fría seguramente. Y tenía toda la palabra "cansancio" expresada en su cara.
—¿Estás bien? No te vi hoy y, estuve pensando que habías practicado todo el día.
Talló su ojo derecho, e hizo ese gesto de arrugar su nariz como conejo.
Keith era como un conejito blanco.
—Estuve ocupado, no pasa nada, o... ¿Necesitabas algo?
Sentí una pequeña incomodidad en el pecho.
—Mmh, me quedé preocupado —por primera vez, había bajado la cabeza ligeramente enfrente de alguien después de años—. Habías dicho que estarías en la presentación de danza, pero no te vi llegar, y solo estaba inquieto de saber dónde pudiste haber estado, o si tuviste algún problema.
Su mano fría y gigante, alcanzó mi cabello, desordenandolo en una risita.
—¿Lo ves? Nada te cuesta ser amable y preocuparte tu amigo —soltó sonriente.
Esa sonrisa, era muy diferente a la sonrisa que Zach intentó mostrarme todo este tiempo.
Porque él lo hacía para parecer agradable y llevarnos bien, sin embargo, en la sonrisa de Keith veía algo más... Real.
—Lamento no haber asistido a la presentación, tuve algunos inconvenientes, pero si gustas, podemos ir ahora mismo a qué me enseñes.
Abrí la boca sorprendido. —¿A las tres de la mañana?
—Sé como entrar al salón de danza sin que nos vean —volvió a arrugar su nariz, esta vez moviéndola a los lados.
—Tú no harías eso por ver a alguien volar en telas a esta hora.
Sonrió nuevamente. —No. Lo haría por ti, no por alguien más.
—¿Qué?
—¡Vamos! —lanzó, tomó mi muñeca, y así nos hizo correr en otros pasillos.
Fuimos por atajos que yo no conocía, en los que sorpresivamente nadie nos vió, me hacía guardar silencio, y él se encargaba de mover cosas, abrir puertas o ventanas, al final, terminamos dentro del salón de danza, las telas seguían colgadas, jamás lo había visto de noche.
Él corrió feliz a sentarse en una silla, y ahí se quedó, esperando a que yo subiera.
El lado bueno, era que cambié la ropa que me llevé con Izan al restaurante y a la casa de Zach, con la ropa deportiva, así que estaba limpio y cómodo para ir.
—Oye, sé que soy paciente pero, muero de frío aquí —lanzó abrazándose a si mismo.
—Eres muy raro, Donson —susurré para mí mismo, dejando salir una sonrisa inconscientemente.
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Tssss, cómo que ya con Sugar Daddy wey.
No seas egoísta hermano, comparte.
>:(
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