05.- "Pequeña Costumbre"
Sam Walker
Había ruidos raros entre mi siesta, de a poco estaba despertando, me hallaba en ese momento en el que ya se comienza a escuchar los ruidos del mundo despertando, pero aún se cree estar dormido hasta que lentamente abría mis ojos.
También alcanzaba a oír los silbidos armónicos de una voz suave, que entonaban una melodía bastante tranquila, y esos silbidos hacían compañía a una canción real que seguía el mismo ritmo.
En mi subconsciente, creí que Izan estaba aquí, a primera hora de la mañana para preguntar si necesitaba algo.
Y luego recordé... Izan no sabe silbar.
Abrí los ojos de golpe, me levanté en la cama con rapidez, y justo cuando creí que vería a algún ladrón o algo parecido, encontré al ya singular Keith Donson, silbando, sentado en mi escritorio y por si fuera poco, mi computadora estaba prendida, reproduciendo una canción.
—¡¿Cómo entraste aquí?! —pregunté alterado.
Levantó su vista de su cuaderno oscuro, y en fino rayo de luz que se colaba por una ventana, dió directamente a su cabellera, haciéndola lucir más brillante.
—Como cualquier persona normal —explicó, elevando una llave desde el escritorio—. Por la puerta.
La somnolencia que se supone debería tener, se había esfumado, estaba confundido y casi pensando que era un sueño, tallé mis ojos para adaptarme a la luz, y ahí seguía él, sonriendo ampliamente a mi, como una sonrisa de niño inocente que acababa de hacer una travesura y disimulaba para no ser descubierto.
—Yo jamás te di la llave de mi cuarto —espeté.
—Oh, no lo hiciste, muy mal ahí por cierto —se quejó, y siguió concentrado en ese cuaderno, su mano moviendo el lápiz contra él—. Pasé a control de llaves y les mostré el papel que te dió Milan ayer, les dije que necesitaba entregarte tu desayuno y me dieron una llave de repuesto.
—¿Y de dónde tomaste el papel? —seguí preguntando, mi voz llena de esa confusión y exigencia porque me diera una explicación.
Hizo una mueca pensativa. —Creo que ayer cuando el capitán de soccer me despegó de ti, no te diste cuenta que te quité el papel y... Se supone que aquí está tu desayuno.
De aquel mueble, tomó una bolsa de plástico, caminó tan normal y tranquilo a mi, y dejó la bolsa en mis manos.
Después volvió a la misma silla, y reinició la canción que hace segundos empecé a escuchar.
Negué para mí mismo.
Debería estar enojado y sorprenderme por esto, pero, una semana fue suficiente para esperarme algo de este estilo, viniendo de Donson.
Abrí aquella bolsa y saqué un empaque que también era de plástico, pero no había nada en él, solo restos de lechuga.
—¿Y el desayuno?
Aplastó sus labios curveandolos hacia arriba.
Un niño que acaba de hacer una travesura.
—La cafetería está del otro lado del país, me dió poquita hambre cuando venía para acá —respondió, elevó su cuaderno hasta la altura de su rostro, y apenas se veían sus ojos mirar por arriba de este levemente.
—¡¿Y por qué me lo das entonces?!
—¡Oye! —su voz en una orden, señalandome, pero sin dejarme ver su cara. —¡Primero baja eso!
Totalmente molesto, bajé el tenedor que había sacado de la bolsa por igual, y con el cual lo estaba amenazando inconscientemente.
Temeroso, llegó hasta mi solo para quitar la bolsa, y alejarme de la única arma que pude haber usado para sacarle los ojos... Si tan solo no le tuviera miedo a la sangre.
—Bien, enfermero Donson, entra en acción —señaló.
Jaló la silla junto con él, tomó la misma pomada que yo había dejado cerca de mi cama, y quedó los suficientemente cerca de ella.
Palmeó la orilla del colchón. —Necesito tu pie de este lado si quieres volver a hacer la danza de las sábanas.
—No voy a dejarte tocar mi tobillo, qué tal que intentas romperlo más.
Señaló el escritorio detrás de él con su pulgar. —Era mentira lo del desayuno, traje otra bolsa para ti, y si no me dejas ayudarte, no deleitarás tu paladar con las mejores galletas de chispas de colores y el mejor sándwich del mundo.
—Adelante, enfermero Donson —dijo rápidamente, y moví mi pierna a la orilla de la cama como lo pidió.
Volví a sentir el tacto de sus manos frías combinada con la frescura de la pomada en mi tobillo, y no me esperaba eso, pero Keith en serio sabía sobre lesiones, sus manos lograban una sensación en mi tobillo qué lo hacía doler pero al mismo tiempo sentía un poco de tensión fuera.
También debía suponermelo, él estaba rodeado de personas que se lastiman frecuentemente, era lógico que sabía cómo actuar ante este tipo de situaciones, o al menos sabía qué hacer.
Mientras me hallaba más despierto, escuchaba de fondo la canción que Keith puso en la computadora, tenía un ritmo pegajoso, bailable, pero nada con mucha energía, realmente era una canción buena.
Moví mi cabeza y miré detrás de él.
—Smokin' Love —mencioné el nombre de aquella melodía—. Es buena.
—Obviamente —contestó, lleno de soberbia, aún centrado en mi lesión.
Moví mi cabeza a los lados, siguiendo el ritmo, la imagen de la portada de ese vídeo era bastante curiosa.
Que de hecho, toda la noche, antes de dormir, me había planteado lo de siempre, yo era bastante curioso, siempre tenía preguntas sobre todo y quería respuestas lo más rápido.
Sin embargo, ayer por la noche me di cuenta que Keith me causaba mucha curiosidad, en tantos aspectos.
Y cuando razoné, atento a la canción, la primera duda de muchas, surgió.
—¿Cómo adivinaste la contraseña de la computadora? —volteé a verlo.
—No es por nada, y no tengo nada en contra... Pero, "sammy123" no es la contraseña más complicada de adivinar —soltó, en una expresión sarcástica.
—¡Soy malo recordando contraseñas!
Asintió. —Sé que serías incapaz de mentirme, Sammy.
Hice una mueca inconforme, dejé mi barbilla apoyada en mi puño, mismo que estaba apoyado en una almohada que tenía arriba de mis piernas.
Empezó a vendar nuevamente mi tobillo, no sin antes limpiar sus manos de la pomada con un pedazo de tela, todo con sus ojos mirando atentos, de vez en cuando notaba que su mirada subía un poco, la música cambió rápidamente a otra canción que parecía del mismo género, sumamente relajantes y con ritmo, como si se estuviera en un viaje con los ojos cerrados.
A pesar de eso, veía bien que sus ojos seguían igual. Irritados.
—¿Qué tanto miras? —saqué, cubriendo desde mi cintura con las sábanas.
Rió, negó, y apartó sus manos luego de terminar con su trabajo.
—No sé si lo has notado, o quizá seas muy modesto... —explicó, se puso de pie, y con el mismo pedazo de tela que seguramente era mío, limpió sus manos del resto de la pomada que debió quedarse—. Pero, tus piernas son muy lindas, te ves sexy cuando caminas, y mueves tu cintura muy bonito... Ah, pero cuando podías caminar —finalizó, riéndose abiertamente.
Lancé la almohada a él. —¡Deja de burlarte! Todos hacen chistes de mi pie.
Sonrió, mostrando una dentadura realmente brillante. —Fue divertido ver qué él niño bonito le deseaba la muerte a todos cuando se lastimó.
Volví a acomodarme en la cama, esta vez, riendo a la par del peliblanco.
Poco después, pasó aquel desayuno prometido a mis manos, y era real, Keith había traído algo de comer para mí, lo cual evidentemente tendré que pagaré más tarde.
Mientras él se mantenía ocupado con la música y con su celular, yo solo pensaba y pensaba.
Las clases no eran un problema, tenía con qué justificar mis ausencias, que realmente a los profesores no les importaba mucho quién asistía y quién no.
Sabía que solo sería una semana, y que las prácticas podían esperar.
Pero, el verdadero problema era el trabajo.
Apenas había logrado conseguir uno, y ya tenía que avisar que no asistiré. Bendita suerte.
Pensé un poco para decidir cómo lo diría, es claro que tendré que llamar, solo que en ese lapso en el que pensaba y comía, otra duda surgió en mi cabeza.
—Donson, ¿Tú trabajas? —pregunté.
—Humildemente —contestó simpático.
—¿En qué?
Levantó su vista inocentemente, buscando quizá las palabras correctas para explicar.
—Redactor Freelance —soltó—. Y sí ya sé que no tienes mucha idea de qué es eso, tú callas, yo explico; soy bueno con las letras, me encargo de escribir lo que el cliente quiere expresar sobre cualquier cosa, un producto, algún evento, información sobre la empresa, entre otras cosas.
—Entonces...
—A diferencia de los escritores normales en línea, yo escribo para informar, para dar un objetivo fijo. Simplemente tengo qué usar un lenguaje acorde al público al que va dirigido ese texto —finalizó—. No es un trabajo fijo.
Dejé mi boca entre abierta. —Eso es, ¡Genial! No pensé que ese fuera tu trabajo de tiempo libre, es bastante interesante.
Entonces, le gusta escribir.
—Sirve para pagar la universidad y... Otras cosas —su vista dió a otro lado, e inmediatamente volvió a su celular—. ¿Por qué la curiosidad?
Alcé los hombros. —Tengo mucha curiosidad de ti, si vas a ser mi enfermero hasta que me recupere, tendrás que soportar preguntas cada minuto.
—Correré el riesgo —culminó.
Dejé mi cabeza hacia atrás, mirando fijamente al techo.
Claro que tenía curiosidad de él y de muchas cosas.
Entre ellas, era una duda de, ¿Por qué me sentía tan acorde a nuestra conversación?
Es decir, de alguna forma, él parecía saber qué contestarme al momento de bromear, o cuando le digo algo sarcástico el responde con algo igual o algo que simplemente logro entender y me hace reír.
Esto era muy complicado para mí pobre mente temerosa.
(...)
—¡No, no lo acepto! No puedes hacer eso, Keith —me quejé, viendo al chico sentado en la misma silla de mi escritorio.
—¿Por qué no? —me miró, con ojos inocentes.
—¿Quién te dijo que para comer cereal primero se pone la leche? —volví a hablar.
—¿Y a ti quién te dijo que puedes meterte en la vida de mi cereal y yo? —contraatacó, y claramente hizo caso omiso, terminando de poner la leche en el plato, y luego el cereal.
Negué riendo. —Vives de cabeza.
Levantó sus brazos de forma poética, recargó su cuerpo en el respaldo de la silla, y con ese ánimo, relató una frase que para él, seguramente es motivadora.
—El mundo necesita de personas que prefieran verlo de cabeza para ser más felices en su propia realidad —interpretó.
Abrí mi boca, fingiendo sorpresa. —¡Wow, qué poético, Donson!
—Soy el mejor.
Entre charlas, fue que nos dimos a tomar el desayuno juntos en mi dormitorio, de nuevo.
La semana en la que se supone debía descansar mi pie, pasó mucho más rápido de lo que creí, en especial en las mañanas, que era cuando Keith entraba temprano, me hacía despertar, y se encargaba de hacernos pasar un buen desayuno.
A lo largo de los días, más allá de reposar mi pie, comenzaba a tener qué moverlo, y lo mejor era que tenía a dos chicos expertos en eso que me ayudaban.
Keith venía por la mañana, y se iba luego de las diez, pasaban las horas, Eddy venía a preguntar si necesitaba algo, y por la tarde, Izan se quedaba conmigo hasta la noche, era una pequeña costumbre que seguramente solo duraría unos días y ya.
En esos tiempos que yo estaba solo, era cuando me preguntaba muchas cosas y me cuestionaba la ayuda que estaba recibiendo, porque, aquellas ocasiones en las que Izan y Galen vienen, normalmente solo me siguen advirtiendo que no debo adentrarme tanto con Keith, solo que, no me han dicho por qué.
Fuera de eso, no había mañana en la que yo no amanecía riendo, por culpa de Donson, no sabía cómo, pero sus respuestas, su sarcasmo e ironía, o la forma en la que actúa con su cuerpo como si fuera alguien inocente, me daban bastante risa.
Y ahí estaba él, moviendo su cabeza de lado a lado mientras llevaba el cereal a su boca con una mano, y sostenía el plato con la otra, obviamente, había música de fondo, ahora me daba cuenta de los gustos musicales de Keith, que eran muy similares a lo que Bob Marley creó.
Cuando terminamos la discusión del cereal, y de comerlo, sabía que estaba a corto tiempo de ser las diez, y como ya empezaba a levantarme solo o demás, sabía que Keith ya tendría que dejar de venir, y no me permitiría dejar pasar una oportunidad.
—¿Puedes pasarme ese cuaderno? —pregunté, señalando un cuaderno azul que sí me pertenecía.
Hizo caso al instante, y descaradamente lo abrió, revisando de reojo las primeras páginas, para al final dármelo, acompañado de una pluma.
—Hice este formulario de preguntas respecto a lo que ha sucedido —añadí—. ¿Listo para una entrevista?
Asintió, levantando su palma. —Juro solemnemente responder con toda la verdad.
—Perfecto —apunté mi vista al cuaderno—. ¿Por qué de la nada decidiste ayudarme?
—Caíste por mi culpa —explicó sencillamente—. No creas que no me di cuenta que cuando te hablé, fue cuando te dejaron de funcionar los brazos, no tengo interés en saber en qué lo arruiné, pero sé que fue por mi, ¡Y mi segundo nombre es responsabilidad!
Elevé una ceja. —Ajá... Pregunta número dos; ¿Por qué siempre tienes los ojos irritados?
Esa sonrisa de hace rato, y esas expresiones de burla, se fueron, cambiaron a unas totalmente serias e incómodas.
—Por nada —contestó, mirando al suelo de reojo—. Suelo rascar mis ojos a veces, eso es todo.
—Eso no explica por qué Milan intentó regañarte por eso.
Levantó su mano hacia la puerta. —En ese caso, ve y pregúntale a Milan.
—¿Qué tan malo puede ser?
—No es malo, solo no quiero decirte —siguió—. ¿Podemos pasar a la pregunta tres? Esas cosas no son de tu incumbencia.
—Solo quiero saberlo, porque todos parecen regañarte por eso y quiero saber en qué puedo ayudar o al menos no estar tan perdido.
Pasó saliva tensamente, sin despegar su vista.
—Cuando alguien no quiere contestar una pregunta, es porque no lo desea y no se siente cómodo haciéndolo, ¿Tu cerebro necesita una mejor explicación que esa? No te metas en asuntos de otros si no te lo piden.
—Juraste contestar con la verdad.
Asintió una vez. —Y de verdad no quiero decirte.
—En ese caso —ahora fui yo quién levantó su mano a la puerta—. Lamento querer conocer más de ti, ¡Puedes irte mejor!
—He estado una semana viniendo para hacerme responsable de tu caída, ¿Y lo único que te importa es si mis ojos están irritados? —sacó, en un tono de indignación —. ¿Es en serio?
—Yo ni siquiera te pedí que vinieras.
Con eso, pareció terminar por indignarse.
Se levantó rápidamente, todas sus cosas fueron a su mochila, y empezó a maldecir por lo bajo.
—Empieza a ser agradecido y a detenerte cuando invades la privacidad de otros —habló, acercándose a la puerta—. Y ya no agradezcas por haberte ayudado, Samuel.
Dió un portazo al salir, y el dormitorio quedó en completo silencio.
Alejé mi cuaderno y pluma por un lado, mi espalda cayendo a la cama.
Yo ni siquiera me llamo Samuel.
¿Con qué derecho se enoja?
Él estuvo toda una semana siguiéndome y molestándome, a pesar de haberle gritado a la cara que desapareciera, él siguió.
No tiene ninguna base para decir que soy yo quien invade la privacidad.
Dejé mi vista al techo, negando varias veces de solo pensar que tiene el orgullo para creer que ahora soy yo el que no respeta.
En todo caso, ni siquiera debía estar impresionado de que esto haya pasado... Ni siquiera sé cómo pude pensar que podríamos ser amigos.
(...)
A pasos lentos, fue que pude recuperarme en los últimos días, yendo de un lado a otro en mi dormitorio, empezando a avanzar más rápido.
Todo esto, solo.
De vez en cuando, Izan quería ayudarme, Eddy igual, pero al final me negaba y prefería hacerlo yo solo, cuando ellos se iban de aquí.
Hoy, finalmente podía caminar, afortunadamente era fin de semana, y aunque haya pasado bastante tiempo, había tomado la decisión de hacerle caso a lo que mi hermano me dijo.
Visitar a mis padres.
No podía arriesgarme a otra lesión, y con todo el dolor y pena de mi cariño a los patines, tuve que ir manejando.
Claramente, igual que todos en mi familia, éramos amantes de la música, por lo que en todo el camino estuvo sonando la música en mi auto, el cual no era muy grande ni el más lujoso, era perfecto para mí, incluso el color azul metálico era mi favorito.
Tenía una playlist personalizada, y no supe en qué momento las añadí, pero empezaron a reproducirse canciones de Stick Figure, las mismas que he escuchado con Donson. Por consecuencia, cambié totalmente de playlist a otro género.
Estúpido.
Intenté no pensar en eso, no quería amargarme de nuevo por él.
Y tal cómo lo supuse cuando llegué a casa de Ayden y Frank, estaba el auto de Anthony estacionado. No era nada nuevo, cuando Tony y Tristán no estaban de gira, él visitaba mucho a nuestros padres.
Lo raro de este día, era que había autos que hace mucho no veía también.
Era impresionante el buen gusto que tenían todos para elegir coches, y siempre era yo quién tenía los gustos raros.
Bajé de mi humilde coche, y con la llave que yo tenía de la casa, me di entrada, mientras escuchaba varias risas de voces graves, y la voz elocuente de Ayden.
Cerré la puerta detrás de mi, y así, encontré al ojiverde que tenía por pronombre mi hermano, mi padre, al mejor amigo de mi padre, a la mejor amiga de mi padre, y a la pareja de mi hermano.
Anthony, Ayden, Jean, Kayla y Eliot, los cinco estaban cómodos en la sala, con bebidas, botanas, y obviamente riendo. Tampoco me sorprendía ver este tipo de escenas, a los amigos de Ayden, aún con lo ocupados que estaban, siempre les había gustado reunirse.
—¡Sammy! —gritaron absolutamente todos, al mismo tiempo.
Sonreí, por primera vez en bastante tiempo que no vine, me sentí en casa de nuevo, con las personas con las que había crecido.
Pero, faltaba alguien.
—Hola —saludé a todos—. ¿Reunión secreta a la que no fui invitado?
—Nos descubriste —confesó Jean, tocando su pecho, dolido.
—¿Dónde está Frank? —cuestioné.
—Trabajando —volvieron a contestar en unisono.
Cómo siempre.
Pasé junto con ellos, integrandome a la convivencia que tenían, y mientras Ayden y Jean iban al jardín a mover algunas cosas, yo preferí quedarme con la compañía de Tony, Eliot, y la icónica mujer morena.
—¡Sammy! —me llamó un castaño de piercings, sentado en el regazo de Ant—. ¿Cómo te ha ido en la universidad? Escuché que tuviste una lesión.
—Eh, sí, mi tobillo se lastimó, pero ya estoy mejor, con suerte volveré a las prácticas mañana.
—¿Cómo pasó?
Con eso, volví a explicar la misma historia, aunque no haya querido, Keith era una parte importante de esa historia, así que tuve que añadirlo a mi relato.
En la explicación, notaba cómo Eliot hacia expresiones de todo tipo, de sorpresa, de confusión, entre otras, su rostro era bastante expresivo, se hallaba sentado dónde mismo, mientras que Tony tenía sus brazos rodeando la cintura del castaño.
Y en muchas ocasiones, mi hermano se perdía, su vista solo se centraba en las expresiones de Eliot, en lo que decía, y él lo miraba con una sonrisa, como si lo único que existiera para él, fuera su pareja.
Las miradas de Keith no se parecían a las de él, él no se perdía por fascinación en las cosas, él solo por confusión o duda... ¿Y por qué estoy pensando en él?
Cuando terminé de contar todo, esperaba que su atención estuviera en lo que me sucedió, pero no, al parecer notaron que ya estaba bien físicamente, y empezaron a hablar de otro tema ajeno a mi pie.
—Y, ¿Por qué tanto coraje hacia ese chico que te ayudó? —preguntó la mujer morena.
—No me agrada —respondí sincero —antes era muy molesto e irritante, luego quiso ser el amable y solidario, para después volver a ser un idiota.
Sonrió, mirando de reojo a Ayden. —¿De dónde recuerdo esto, ojitos?
—Explica —entre cerré mis ojos.
—Sammy, te contaré algo —insistió, con ese semblante animado y alegre que siempre ha tenido—. Cuando Frank y Ayden se conocieron, digamos que, Frank no era el más amable con Ayden —explicó en risas—. Y créeme, todos nos preguntábamos por qué, a veces él era menos desagradable, y otras parecía que no quería ver a ojitos ni en pintura.
—Pero ellos se aman —expliqué—. ¡Conozco a un amigo bastante inteligente respecto a las actitudes humanas! Y lo más probable es que solo Frank quería no sentirse atraído a Ayden, ¿Tú crees que alguien tan enamorado como él podría tratar mal a su pareja? ¡Para nada!
Puso su codo en el respaldo del sofá, y ahí mismo, su mentón se apoyó en su puño, y siguió viéndome con esa sonrisa, por otro lado, Ant y Eliot volvieron a su burbuja de amor.
—No sé qué haya pasado, pero si ese chico es lindo y está dispuesto a una noche, diviértete —expresó, levantó un pequeño vaso de cristal que contenía whiskey dentro, y bebió en un pequeño brindis.
A lo largo de nuestra vida, Tony y yo jamás tuvimos una figura femenina que nos enseñara el amor de madre, tampoco nos lamentamos por eso, nunca creímos necesario que para ser felices necesitábamos más que a Frank y Ayden.
Sin embargo, Kayla Wilson era una mujer que nos vió crecer a ambos, y era como una madre.
En toda nuestra infancia y adolescencia, la rizada siempre nos protegió y nos trató como hijos, porque ella siempre fue propia de si misma, y siempre daba las lecciones de que no se necesitaba a nadie más para ser feliz más que a uno mismo, Kayla había decidido no tener hijos, no es casada, tiene un trabajo estable y vive de lo más tranquila.
Además de que, era una mujer hermosa. Claro que, siempre he estado en la idea de qué todas son lindas, pero Kayla es... Una mujer muy bonita. Y ni hablar de su carisma y seguridad, ella no necesitaba de un cuerpo socialmente aceptado para atraer a todos.
Por ello, fue que su atención iba mucho a Eddy, a Tony y a mí, nos sentíamos seguros con ella, y claro que todos sus consejos eran tomados en cuenta.
Siempre había dicho que los ojos no mienten, y entre más lo pensaba, más recordaba todas esas veces que Kayla cuidaba de Eddy y de mi, y en sus ojos había nostalgia y dolor cuando lo veía, y por alguna razón, lo cuidaba demasiado.
____________________
vergacion :(
Y onta' Frank pues, te digo we siempre en el trabajo nembe nmms.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro