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04.- "De Coraje a Curiosidad"

Sam Walker

—Chico moribundo con posible tobillo roto— informó el peliblanco al entrar en uno de los cuatro consultorios de la universidad.

—¡No soy moribundo!— me quejé.

Entramos por completo a las cuatro paredes, todo aquí se veía tan claro y limpio, como era de esperarse, olía a detergente.

Keith me dejó sentado sobre una camilla, la frialdad de su cuerpo se fue del mío, y de forma inesperada, tuvo mucha delicadeza al depositarme en el lugar, sin dejar que mi pie bajara o chocara con algo, él mismo colocó una especie de mesa con una almohada, y ahí descansé mi pierna.

El doctor que se encontraba en su propio escritorio, supo de inmediato qué era por una lesión, todos los días, llegaban chicos a las enfermerías, en especial en los torneos.

—¿Qué tenemos aquí, Keith?— preguntó aquel hombre de lentes, ropa blanca y canas.

¿No se supone que eso debería preguntarmelo a mi?

—Él es Sam, es un chico de danza, estuvo practicando en telas y cayó mal, su pie está lesionado— explicó sin problemas —no creo que esté fracturado o algo peor. Pero, las prótesis ya no son tan caras si haces un poco de negocio ilegal.

—Bien, Sam, vamos a revisar ese tobillo— habló, de lo más normal.

Con cuidado y sin aspavientos, tocó e intentó mover varias veces mi pie, haciendo preguntas básicas, a las cuales contesté honesto.
No parecía algo grave, no sentía que estuviera muriendo de dolor, lo que me causaba más inquietud era la vista perdida de Keith hacia el consultorio.

De ratos estaba en la realidad, pendiente de lo que el doctor decía o hacía, y de la nada volvía a perderse en su mundo.

—No hay de qué preocuparnos— aseguró el hombre de bata, se acercó a una repisa llena de pomadas de envase naranja, eran pequeños y de un tono muy intenso.

Volvió a mi junto con una venda. Mientras él abría aquel envase y lo aplicaba en mi tobillo con masajes, Keith ya estaba haciendo de las suyas.

Volteó con una bata blanca y un cubrebocas en su cara, y yo sabía que detrás de ese pedazo de tela, había una sádica y burlesca expresión.

—Entonces, doctor, ¿Cuándo iniciamos la amputación?— preguntó el chico colocándose un guante de látex.

CÍNICO.

Miré al hombre canoso, esperando su regaño hacia el peliblanco, y en cambio, rió.

—No será necesaria, solamente fue una lesión— señaló, comenzando a vendar mi pie —Sam, tendrás que estar en reposo al menos una semana, aplicar esta pomada dos veces al día, y solo quitar esta venda cuando tengas que ducharte.

Recargué mi cabeza en la pared. —Prefiero la amputación.

Era verdad, odiaba quedarme quieto, por algo es que Ayden y yo éramos fieles seguidores del baile.
Aún podía recordar aquella anécdota que alguna vez me contó, dónde por estar bailando en su casa, terminó rompiendo un jarrón de mi abuela.

Solo fue Ayden siendo Ayden. No fue la única vez que rompió algo.

Por otro lado, en serio estaba molesto de no poder moverme en unos días, no tanto por mi, sino por los demás, porque aunque no sea lo mejor, Izan y Eddy tendrán que ser mis sirvientes un tiempo, a menos claro que decidan desaparecerse.

—Ahora vuelve y descansa, entre más rápido vayas a reposar, más rápido regresarás a tus días de danza, tal vez una semana descansando, y otros días empezando a mover tu pie de nuevo— aclaró sin ningún problema, dió la vuelta hacia Keith, y no le molestó ni un poco que él estuviera jugando con lo que sea que los doctores tengan en sus consultorios.

Regresó a su escritorio, y escribió algo en una hoja especial para recetas.

—Keith, ¿Acabaste el entrenamiento?— cuestionó, sin despegar el lapicero ni la vista de aquella hoja.

Asintió, despojándose de la bata, guantes y cubrebocas.

—Lo hice, pero estaba pasando un tiempo apoyando al niño, una cosa llevó a la otra y ahora está usted salvando su pie.

Tal vez no lo había notado antes por mantenerme ocupado en mi práctica, pero Keith en serio parecía estar en otro mundo, se distraía con cualquier cosa que veía, y sus expresiones eran de un niño curioso y confundido.

Preferí no hablar demasiado, él y el doctor ya se conocían por lo que veo, y era la primera vez que yo veía a este hombre.

De un momento a otro, el hombre de canas y yo, nos dimos cuenta de la distracción de Donson, de su mirada perdida a la ventana.

—Aquí tienes, si algún entrenador te pregunta por tus faltas, dale eso— señaló entregándome la hoja con cosas raras escritas.

Los doctores escriben en catalán o algo parecido, ¡No entiendo nada!

—Gracias, doctor...— miré la placa que poseía en su bata —Milan.

Sonrió en respuesta, seguidamente, volteó a la busca del peliblanco. —Keith, ven aquí, por favor.

Cuál niño obediente, el ojiazul dió un salto pequeño, para finalmente llegar en pose de soldado al frente del hombre de bata.

Milan puso una especie de lámpara pequeña en sus manos, la encendió, y examinó los ojos de Keith, primero el izquierdo y luego el derecho, al final, su cabeza negó, dándole una mirada desaprobatoria.

—¿De nuevo?— preguntó seriamente.

—¿Qué hice? Acabo de traer a un herido, su atención no debe estar en mi.

—Ya hablamos de esto Keith— insistió Milan, viendo cómo Donson se acercaba a mi —tienes que dejar eso

—Sí, sí, la esperanza es lo último que muere— finalizó.

Sin pedir permiso, nuevamente, los brazos fríos del chico me tomaron, y me apartó de la camilla de la misma manera en la que me trajo.

—¡Al menos avisa!— me quejé, por inercia, aferrandome a su cuello, sosteniendo la hoja y la pomada en mi otra mano.

—Buen chico— agregó sonriente —¡Nos vemos, doctor!

Lleno de confianza, Keith me sacó del consultorio, no me atrevía a decir nada, y no entendía por qué, si es raro que me quede callado, más en esta semana por culpa de él.

Solo que, tenía mucha curiosidad e intriga por saber el motivo de su comportamiento, y más intriga me dió al escuchar a Milan en un intento por reprenderlo.

¿A qué se refería con "dejar eso"?
¿Por qué parecía tan perdido en su mirada?

Era verdad universal, cuando decían que los ojos no mienten, podrían ser las personas menos expresivas verbalmente, pero cuando hay algo que sientes que es totalmente real, los ojos delatan.

Y este era el caso de Keith. Teniéndolo tan cerca mientras caminaba conmigo en el pasillo, veía que sus ojos no se veían los más felices, se veían cansados, irritados y a veces desorientados.

—Ya dime la verdad, ¿Sueles mirar a las personas así de atrevido?— habló, mirándome otra vez —no tienes qué ocultarlo, niño bonito, si quieres besarme solo házlo.

Elevé una ceja. —Ya quisieras, Keith.

—¿Cómo haces para subir una ceja? Yo lo he intentado miles de veces y nunca lo consigo.

Fue en un intento por elevar una ceja, que su rostro hacía muecas raras, empezando a verse casi en un berrinche por lograrlo.

En ese momento, volví a reír al natural y sin burla, pero él seguía intentando.
El lado menos molesto de Keith, me agrada más.

Me preguntaba también, como alguien que se podía ver "amable", tenía actitudes pesadas.
Hay mucho de la personalidad de Keith que evidentemente no conozco, y que más allá de ignorarlo, ahora me causaba curiosidad.

Si tan solo él fuera menos molesto y yo más paciente, probablemente seríamos amigos.

—¡Sammy me necesita a mi!— escuchamos en algún lugar.

Alguien cruzó un pasillo hacia acá, y así aparecieron las piernas de Eddy tropezar rápidamente mientras daba la vuelta hacia nosotros, y detrás de él, venía Izan, en una carrera por ver quién llegaba primero.

—¡Yo soy el mejor amigo!— gritó el moreno.

Izan tenía mi ropa normal, la que dejaba en mi casillero antes de cambiarme por la camisa y short deportivo, mientras que Eddy cargaba mi mochila, ambos venían alarmados.

—¿Debo escondernos de ellos?— preguntó Keith en un susurro.

—Solo son Izan y Eddy siendo... Izan y Eddy— respondí en negación.

—¡Pero él me lo pidió a mi!— insistió el rubio.

Lentamente, Keith me bajó, hasta que estuve seguro de que mi pie funcional estaba bien apoyado contra el suelo, pero aún así, su mano seguía en mi cintura, y mi brazo derecho por atrás de su cuello para no caer.

—¡Sammy!— gritaron mis dos amigos.

Aceleraron el paso hasta nosotros, y finalmente, extendieron sus brazos con mis pertenencias.
¿Cómo se enteró Izan que yo estaba aquí? No tengo idea, pero siempre hallaba la forma de enterarse de todo lo que me sucedía.

—Gracias, qué amables— dije, haciendo mi mayor esfuerzo por caminar mejor.

—Keith, creí haber escuchado que te sentías mal y tenías que regresar a tu dormitorio— Izan llamó su atención, en una voz más autoritaria e intimidante, insinuando algo.

Alzó sus hombros. —Así fue, me sentí mejor rápidamente y tuve que ayudar a Sam, ¿Por qué, algún problema con ser amable, capitán?

—Es mejor que vayas al segundo entrenamiento ahora— dijo ya más serio.

Mientras Eddy volvía a tomar mi mochila y ahora mi ropa, fue Izan quién tomó el lugar de Keith, y ahora mi mejor amigo sostenía mi cuerpo para no caer.

—No es una petición, Donson, es una orden, necesitas practicar y distraerte de lo demás— sentenció el chico tatuado.

Keith negó, en una expresión de coraje, y yo; totalmente confundido.

No entendía nada de qué estaba sucediendo, y claro que mi curiosidad aumentaba, más notando que ahora todos queríamos ordenar y regañar a Keith.

—Cómo sea— chasqueó el peliblanco.

Los brazos del castaño me sostuvieron, de la misma forma que Donson, y cuando empezó a caminar conmigo hacia otra dirección, fue que miré detrás de nosotros, en el pasillo iba caminando aquel ojiazul, su cabeza estaba baja, sus manos en los bolsillos, toda su espalda se contraía, y parecía enfadado.

—¿Por qué todos lo reprenden?— pregunté a Izan.

—Tengo una responsabilidad, y es asegurarme que mis jugadores estén activos en un deporte antes que en otros asuntos, no es primera vez que pone una excusa para irse de la práctica.

—Él necesita ayuda, Sam— dijo Galen, caminando calmadamente —y esa ayuda no depende de nosotros ahora, solo de quiénes sean cercanos a él... ¿Oíste, pie roto?

Entre cerré mis ojos. —¿Qué insinúas?

—Oh, bueno, no creas que no se han vuelto cercanos, toda esta semana los he visto pegados, ¡Y es primera vez que veo a Keith ayudar a alguien así!— elevó su voz, siguiendo el paso del más alto —no digo que sea malo, solo intentamos decir que tiene que empezar a seguir reglas, necesita hacerlo.

Preferí callar, mientras Izan y Eddy me contaban cualquier cosa y me acompañaban a mi dormitorio.

En todo el camino, a pesar de estar físicamente, mi mente divagaba mucho respecto a Donson, y la forma en la que Milan e Izan intentaban hacerlo entrar en razón de algo.

Si me guiaba por lo que Galen me dijo, sobre seguir reglas, me parecía incluso un poco ridículo.

Alguna vez, Frank y Ayden me dijeron que, aquellas personas que no sigues ciertas reglas, es porque realmente tienen sus razones, porque saben algo o sienten cualquier cosa por la cual sus cuerpos les impiden seguir aquel patrón que ese les impone cumplir.

No sabía nada de la vida de Keith, y eso me hacía tener tanta curiosidad ahora, lo que pasó de coraje y ansias porque él se fuera, ahora era plena duda sobre él.

No creía que él rompiera las reglas solo porque sí, creía más que, había un trasfondo.

Entre charlas con mis amigos, Izan finalmente me dejó sentado en mi cama, y claro, como él tiene la confianza suficiente en mi vida, en lugar de dejar que yo me recostara, fue él quién se echó por toda la cama, dejándome en una orilla.

—Tengo qué volver a la práctica— señaló Eddy, depositando mis cosas en algún lugar —imagino que estarás bien al cuidado del capitán del equipo de soccer.

—No me dejes solo con él— rogué.

—¿Disculpa? Soy un excelente cuidador— Izan defendió su puesto —solo es estar aquí cuando quieras levantarte y asegurarme que no mueras en el intento.

—Juega soccer, Galen, ¡Es un agresivo descuidado, ni siquiera lleva a la enfermería a sus jugadores cuando tienen el hueso fuera de lugar!

Ambos miramos a Izan dentro de la temperatura alta de mi dormitorio, no sabía cómo ni por qué, pero aquí siempre hacía calor.

Creímos que el moreno tendría algo qué decir en su defensa, y en lugar de eso, solo aplastó sus labios.

—Me declaro culpable— dijo dramáticamente.

Cómo última petición mía, Eddy me hizo el favor de darme mi celular desde la mochila, y en aproximadamente veinte minutos, estuve recostado en mi cama con mi mejor amigo a un lado.

Izan se quedó completamente dormido, lo entendía, siempre estaba tan cansado, y era normal considerando que todos los días nos esforzabamos mucho.

En una ardua lucha conmigo mismo, supe que tenía qué hacer una llamada a alguien en especial, luego de haberlo estado metidando poco tiempo.

Subí un poco mi cabeza a la espalda amplia del ojimiel, porque de alguna forma, la espalda de Izan era muy cómoda, de igual forma, su respiración se hacía notar cada vez que mi cabeza y su cuerpo subían y bajaban.

Puse el teléfono en mi oreja, esperando que mi plan resultara.

El tono de espera sonó pocos segundos, y al fin escuché aquella voz agraciada y firme, qué empezó a hacer emblema en el mundo de la música.

Sam Walker llamándome por primera vez en su vida, ¿A qué dios debo agradecerle?— preguntó riendo, el pelinegro de veinticuatro años, cantante, fundador novato de una disquera, miembro de un dúo músico y por si fuera poco, mi hermano mayor, Anthony.

Tony para los demás, para mí; Ant.

—Voy a resumirlo, pero antes, ¿Cómo está Eli?— fue lo primero que mi cabeza preguntó.

Había una relación especial que tenía con la pareja de Anthony, no era atracción, era un cariño inexplicable.
Durante mi adolescencia, jamás había sentido que alguien me entendiera como él.

Eliot, no era un chico que solo era parte de la vida de mi hermano, también había logrado estar en la mía con sus consejos y con su ayuda.

Jamás iba a olvidar esos días de preparatoria, en los que el pequeño castaño escuchaba todo lo que a mí corazón le dolía, lo ajeno que me creía a mi familia, y claro que él ayudó a reparar el corazón roto de un adolescente.

Por eso era tan importante para mí, porque él parecía haber pasado por cosas similares, o simplemente sabía qué decirme, y eso siempre me mejoraba.

Yo sabía que Eliot era el indicado para mi hermano, y agradecía tanto que se hayan conocido.

Él está bien, fue a visitar a sus padres estos días, cosa que tú también deberías hacer, ¿Hace cuánto no los ves?

—Justamente de eso te iba a hablar— seguí, mirando el techo —te resumo, estaba practicando una danza, hice un mal movimiento y caí mal, mi pie se lesionó, y por recomendaciones profesionales tengo que descansar una semana. Tú te preguntarás, ¿Qué tengo que ver en eso? ¡Yo respondo!... No quiero estar una semana aburrido, mi computadora se quedó en casa de Frank y Ayden, y cómo yo sé que harías todo por tu indefenso hermano menor, ¿Puedes traerla por mi? ¡Sabes incluso en qué dormitorio duermo y sé que no estás de gira!

Luego de mi casi resumida historia, estaba listo para que aceptara.

—No— y colgó.

Di un grito ahogado, mi rostro lleno de indignación.

Desgraciado.

Si tenía suerte, el alma bondadosa y amable que siempre ha tenido, sería capaz de traer lo que le pedí.

(...)

Mantenía mi celular frente a mis manos, elevado a una altura para que Izan y yo pudiéramos ver al mismo tiempo.

Luego de una hora, a falta de computadora y con mucha pereza, decidimos que lo más sensato era que viéramos una serie en mi celular mientras teníamos la esperanza de que llegaran con lo que había pedido.

Obviamente, Izan no sabe que mi hermano vendrá... Si es que viene.

—Estás de acuerdo en que él debería ser mi esposo— sugerí a mi amigo, apreciando la belleza del protagonista.

—Estoy de acuerdo, Sammy— asintió.

Aún seguíamos recostados, incluso nos habíamos pegado más.

Para algunos, la amistad que tenía con el moreno, muchas veces se confundía con algo más.
Entendía su punto algunas veces, la mayoría del tiempo, él me protegía demasiado, y siempre que estábamos juntos, nos hallabamos muy juntos, a veces abrazados.

Todo ese cariño era casi precediente del castaño, él era quién iniciaba los brazos, o quién se acercaba a mi a cuidarme.

Pero sabía bien que solo era eso, una amistad muy apegada, como Frank y Ayden lo consideraban un hijo, yo a Izan lo consideraba como un hermano, y él estaba bien con eso.

Por otro lado, él era muy cariñoso con todos, Izan de verdad tenía un corazón enorme, y esperaba que nadie llegara a romperlo.

Cinco minutos más transcurrieron, y la puerta de mi dormitorio fue tocada, no sin antes haberse escuchado algunos gritos emocionados en el pasillo.

—Anda, sirviente— dije a mi amigo en una sonrisa cínica.

Se levantó obedientemente, caminó a la puerta tranquilo, cuando la abrió, la imagen alta de Anthony Walker se vió por el otro lado, el chico en ropas negras, con una computadora y libros en sus brazos.

—Entregas Walker, rápidas y efectivas— sonrió, mostrando su dentadura.

El capitán del equipo, el cual era imponente y tenía por nombre Izan; desapareció.

Sus piernas corrieron lo más rápido que pudieron, y de un salto, fue a caer hasta el otro lado de la cama, escondiéndose por completo de quién llegó, escuché de fondo su grito en pánico y a la vez emocionado.

—Hola para ti, Izan— dijo el pelinegro, dándose entrada al dormitorio.

—¡Eres el mejor hermano del mundo!— dije.

Examinó la habitación en un silbido, dejando poco a poco lo que me pertenecía en la cama.

—Hace mucho no estaba por pisos universitarios— comentó tranquilamente, hasta que se acercó al borde de la cama, bajó lo suficiente, y tocó el hombro de mi mejor amigo —¿No saludas? Soy como tu hermano también.

Lamentablemente para él. Pensé, burlándome de la pobre vida del moreno.

Y así, de aquel rincón entre la cama y la pared, salió un Izan nervioso y avergonzado, con un rubor en su cara.

—Hola, Tony— dijo entre balbuceos.

—Y, ¿Hasta cuándo terminará de caerse tu pie?

Levanté mi dedo de enmedio a él. —Jódete, Ant.

Relaté la pequeña historia de mi tobillo herido a Tony, él solo estaba escuchando y riendo de vez en cuando, mientras que a mi lado derecho, estaba Izan en sus miradas perdidas cuando el ojiverde sonreía o parecido.

Era raro, a veces lo miraba mucho tiempo, y a veces se avergonzaba de verlo.

¿Cuándo va a superarlo?

—Y esa fue la triste historia de cómo tendré que pasar una semana en cama— finalicé.

—Suena lógico— comentó asintiendo y al mismo tiempo elevando una ceja.

Se levantó tranquilo, revisando su reloj de mano.

—Aunque quisiera quedarme y burlarme de mi hermano, Eli me espera en casa de sus padres para ir por él, los dejo.

—Y nunca vuelvas— exigí.

Caminó a la puerta, pero antes de desvanecerse, sacó algo más de su saco y lo lanzó a mi.

—Dimitry dice que eso es bueno para practicar cuando tienes una lesión reciente, me pidió que te lo diera— explicó.

Lo recibí agradecido, sabía que yo no convivía mucho con ellos, pero los amigos y la pareja de mi hermano, cuando los fui conociendo poco a poco, siempre trataron de ayudarme en muchas ocasiones, incluído Dimitry, nuestro único primo.

—Hasta pronto, cuidense cuando entrenen— tocó el marco de la puerta —ah, Izan, suerte en el torneo, escuché por ahí que es pronto.

El moreno asintió. —La siguiente semana.

Finalmente, Tony le sonrió. —Mucha suerte.

Cuando mi hermano desapareció por los pasillos, empecé a escuchar gritos emocionados otra vez, de los chicos y chicas que reconocían a mi hermano.

Volteé a ver al ojimiel, y justo cómo esperaba, estaba muriendo por su sonrojo.

—¡Es tan lindo!— gritó con sus manos sobre su cara.

Lancé una almohada a él. —¡Supéralo!

No podía creer, como en las prácticas de su equipo, Izan era tan rudo y reservado, pero con tan solo ver a mi hermano, se convertía en un chico temeroso y enamorado.

Luego de aquella visita, pudimos ver la misma serie, ahora con mejor calidad y comodidad.

Si así iban a ser mis días estando en reposo, entonces quiero lesionarme más seguido.

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:( Por qué tratan así a Keith pues, bola de ojetes.

Y Tony va a ser el amor de mi alma toda la vida he dicho caso cerrado.

Ustedes no sabían, pero hoy, 7 de febrero, es cumpleaños de Frank Walker ❤️.

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