01.- "Molestia en las Gradas"
Sam Walker
La música disco resuena en mis oídos, los audífonos casi queriendo romperme los tímpanos.
Bailando y patinando sobre las ruedas de mis zapatos, que los hace patines. Y sintiendo el ritmo, voy hacia la universidad.
Tantos años patinando sobre la calle, me permitieron llegar hasta el nivel de girar y hacer movimientos en el camino. Y la música disco, de los años setenta, solo mejoraba la situación.
Siempre me encontraba feliz al patinar, solo que, particularmente hoy, estaba más feliz.
Luego de un año, me resigné a irme de casa, en un caso normal mis padres estarían tristes porque ya no hubiera ningún hijo viviendo con ellos, pero, se trata de Frank y Ayden Walker, ellos solo quieren estar solos para hacer sus cochinadas. Lo bueno de esto, era que ya tenía mucho tiempo viviendo allá.
Quería pensar que era por eso que me sentía más libre y alegre, no estar atado a un horario de llegada, o tener que dar explicaciones de por qué no he llegado.
Seguí mi camino, en mi mundo, observando a mi alrededor, algunas veces me detenía observando cosas que desconocía, como algo tan simple como la envoltura de alguna fritura que no conocía, hasta un cartel gigante de un nuevo producto en la calle.
Al poco tiempo, me acercaba más a la universidad, el segundo año esperaba que siguiera siendo mejor de lo que fue el primero, ya que, mi segundo año ya había comenzado hace casi cuatro meses, y justamente venía de conseguir trabajo.
Aunque, la universidad de deportes ha sido de mis mejores decisiones, el baile siempre me ha apasionado, es mi manera de expresarme, tuve la oportunidad de entrar a mi primer año de la escuela de artes y estar un solo año con mi hermano ahí mientras él terminaba su carrera, pero, era mejor que fuera directamente a la de deportes que también tenían la carrera que yo quería.
También me ponía a pensar que, ¡Pienso demasiado! Por alguna razón, mi mente jamás se detiene de procesar las cosas, y aunque estuviera al tanto de mi alrededor, con música y dominando las ruedas, mi mente siempre pensaba cosas y recordaba otras relacionadas con mi vida.
Entre mis pensamientos, fue que mi audífono derecho fue quitado con fuerza, y una voz demandante hizo cambio con la música.
—Pon más atención en la calle— dijo aquella voz masculina, la cual, la pubertad le hizo un favor.
—Creí que habías muerto— confesé burlándome —hace meses que no me hablas.
—Estuve ocupado en la universidad— respondió siguiéndome, hasta que tuve que esconder las ruedas de mis patines en la caminata.
—Estudiamos en el mismo lugar, imbécil— aclaré.
Rió ante mi insulto, idiota.
A partir de ahí, como de costumbre, empezamos a hablar de cualquier cosa, y mi conversación fluyó con el chico de cabello castaño muy claro, sus rizos resaltaban en su frente.
También podía presumir de ojos bastante grandes, en los que lo cubría un color miel muy claro. Había más características distintivas de él, como su tez morena, su gran altura y físico, una cicatriz en su ceja por culpa de un accidente, su perfil bastante rudo, y cómo no, su único tatuaje en el brazo.
Un tatuaje bastante misterioso en verdad, aunque, a mí me agrada ver ese tatuaje tribal, tantas figuras y formas bien conjuntados desde su hombro hasta su muñeca, daban el aspecto de ser una especie de armadura que solo estaba en ese brazo, y eso, le daba el último toque para verse rudo.
Y es que, era verdad que cualquier persona que no conociera a Izan, podía deducir que era un matón, cuando él ni siquiera se atreve a hablarle a alguien que le atraiga.
Era tierno en algunas ocasiones, muy torpe en las demás.
—Me gusta tu cabello oscuro— opinó observando mi cabello que pasó de ser castaño muy claro a un castaño más oscuro —¿Por qué lo pintaste?
—No lo pinté— aseguré —con el tiempo se hizo así.
—Para haberse oscurecido, es muy claro, no es tu culpa, antes eras casi rubio. Pero, le quedaría mejor a Tony— soltó seguro e ilusionado.
—Tony es pelinegro.
Luego de la pequeña charla, nos dedicamos a caminar en silencio, sin decirnos mucho, siendo mi mejor amigo, podía hablar de una cosa trivial, y al mismo tampoco hablábamos todo el tiempo y aún así, es la amistad más sincera que he tenido.
En el trayecto, me ví obligado a reírme por todas las veces que estuvo apunto de caerse por la cera.
No era raro que Izan fuera distraído, podrá ser muy amable con las personas, pero era demasiado distraído.
Y a decir verdad, tanto su personalidad como su físico cambiaron desde la preparatoria, conocía a este chico desde los seis años, por lo tanto, él es como otro hermano.
Aún podía recordar al pequeño Izan de diecisiete años en preparatoria, delgado, pequeño, con una voz infantil que siempre tenía esos tonos agudos, también siempre se peinaba con latas de gel completas –según mi teoría–.
Y desde que salimos de preparatoria, el pequeño Izan se convirtió en un monumento poderoso, fuerte y con una voz que muchas veces te provocan pensamientos impuros, vaya.
Aunque, tenía la misma cara sonriente e inocente de siempre, quizá su físico grite "tócame y te mato", pero su personalidad y sonrisa te dicen "soy demasiado tierno para este cuerpo".
Sí, mi mejor amigo era un chico inocente a pesar de no parecerlo, y yo, era todo lo contrario.
—Entonces, ¿Cómo está Tony?— preguntó él.
—Bien, supongo, hace un año que terminó la universidad, se mudó con algunos amigos y con su pareja— respondí confiado —ya sabes lo demás, está teniendo mucho éxito con su mejor amigo, las nuevas estrellas de la música en su dúo original "Impertinent".
Hizo un puchero tierno mirando hacia abajo, derrotado.
Reí al verlo, desde pequeños, Izan siempre tuvo un amor platónico en mi hermano, lo veía como un superhéroe, y a la fecha sigue sin superarlo.
—Ya viene siendo hora que lo superes, ¡Era obvio que no era para ti!— me burlé.
—¡El que persevera, alcanza!
Negué. —En algún momento alguien llegará para ti, y créeme, que ese no será mi hermano.
Tomó una respiración. —Lo bueno tarda en llegar, ¡Pero parece que no quiere llegar conmigo!
—Eres muy impaciente— reí —además, ¿Qué necesidad hay de conseguir pareja?
—Viniendo de ti, esa pregunta no me sorprende, monstruo sin sentimientos— dijo indignado.
Anthony Walker, o mejor dicho, el tarado de mi hermano, ya tenía cierta popularidad entre las personas, en especial si él era el segundo chico del más reciente dúo musical "Impertinent".
[Impertinente(s)].
La realidad era que, Tony era demasiado "blando" en algunas ocasiones, pero era realmente muy amable siempre. Eso se demostraba en los conciertos que daba, en sus videos musicales. Mi hermano estaba siendo toda una estrella, causando impacto, justo como él quería.
Ir a un concierto de Impertinent, era igual a terminar muy ebrios y divertidos. Por algo se pusieron ese nombre.
Por otro lado, algo que las personas nunca se cansaban de decir, era que Frank y Anthony, eran dos gotas de agua.
Sin embargo, probablemente más de la mitad de mis genes eran parte de mi madre biológica. No me parecía del todo a Ayden.
Nuestra familia siempre estuvo bajo las reglas de estudia y haz de tu vida lo que quieras, solo no molestes a nadie, Frank y Ayden siempre han sido buenos padres para mi hermano y para mí, y aunque Ayden y Tony siempre eran los más apegados al "amor familiar", Frank y yo preferíamos reservarnos eso.
Y por eso, es que hace tanto tiempo no veía a ninguno de los tres.
Aún en mis pensamientos, y a veces charlando con Izan, ya habíamos llegado a la universidad, cada vez más cerca de la entrada para los dormitorios.
—Sabes, desde que te conozco, jamás quieres hacer cosas nuevas— se quejó, añadiendo algo a una conversación que tuvimos —por alguna razón, prefieres dejar las cosas como son, y eso implica guardar tus cosas antiguas.
—¿Por ejemplo...?
—No quieres conocer gente nueva, a todas las fiestas que hemos ido, solo te mantienes con dos o tres conocidos.
—No necesito conocer más personas— aclaré —estoy bien con las que conozco...
—A veces me confundes, porque eres muy curioso para ser humano, pero odias el cambio— insistió —necesito un manual de cómo entender a Sam Walker con urgencia.
Seguimos hablando mientras entrabamos a la facultad, pasando por todas las zonas verdes y de deporte, siendo una universidad específica para ello, no hay muchos edificios cerrados, más que los deportes que pueden ser bajo techo, los dormitorios, y uno que otro salón de clases normal.
Claramente, mi edificio favorito era el de danza, distintos tipos de baile se practicaban ahí, siempre he tenido ese gusto de bailar, así que este era mi lugar ideal, el baile.
Entramos directo a los dormitorios, y de nuevo tenía esa curiosidad por saber qué cosas podía haber de nuevas. Una costumbre mía.
Entre pasillos y escaleras, llegamos a mi habitación.
Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta pasé con rapidez, olvidandome por completo que tenía a Izan detrás.
Aunque ya tuviera tiempo aquí, siempre tenía esa curiosidad de saber si algo cambiaba en mi ausencia.
—Puedes pasar, Izan, eres bienvenido— dijo mi amigo pasando al dormitorio.
—¡Por fin!— dije lanzandome a la cama con piernas y brazos abiertos —conseguir trabajo un sábado es más complicado de lo que creí.
—Quiero ir a tu casa— soltó dejándose caer arriba de mi, sacándome el aire —mis padres seguro me extrañan.
—¡Quítate!— ordené, pero no hizo caso.
Se mantuvo así un rato, molestándome como siempre, casi abrazándome.
Aunque, era verdad lo que él decía, Frank y Ayden eran como los segundos padres de Izan, desde pequeños hemos estado juntos, y él ha estado también presente en casa, siendo tantos años de amistad.
Mis padres ya lo querían como un tercer hijo, y mi hermano también ya lo consideraba parte de la familia, sin importar que Izan siempre ha estado flechado por él.
—¿No tienes algo qué hacer?— pregunté —algo como... ¡Dejarme en paz!
Hizo un puchero. —¿Por qué eres tan malo?
Seguidamente se apartó de mí, dejándome respirar, es lo malo de que tenga bastante músculo, según él.
—Qué suerte que es fin de semana, odiaria tener que ir a clase ahora— comentó estirando sus brazos —pero aún así, el equipo de soccer nos espera.
—Creí que no los dejaban entrenar en fines de semana— dije agotado —espera, ¿Nos?
—¡Nos!— gritó, y así me tomó con una fuerza descomunal y me puso sobre su hombro.
—¡No quiero ir!— dije en protesta —¡Siempre que voy a tus juegos termino con un golpe en la cara por la pelota!
—Y siempre me río de ti por eso— dijo seguro.
—Gracias, amigo— finalicé antes de que me sacara de mi propio dormitorio.
(...)
Ver deporte es algo que jamás entenderíamos si es que nos ponemos a pensar. No me refiero a practicarlo, sino, verlo.
Porque cuando lo analizas, te das cuenta que te divierte y entretiene ver personas correr atrás de un balón, botarlo, personas golpearse, nadar en filas, golpear pelotas pequeñas con objetos, en fin, muchos más deportes.
Y eso es lo que nos entretiene, pero quizá tiene mucho que ver, cuáles personas son las que estás viendo. En mi caso, estoy viendo a mi mejor amigo ir detrás de ese balón, y yo no sabía mucho del soccer, pero aquí estaba, apoyándolo.
Había pocas personas en las gradas, la más cercana a mi, se trataba de un chico de cabello blanco, bastante irrespetuoso por cierto.
Lo había visto antes en la escuela, solo que jamás he hablado con él, pero las pocas personas que se han acercado a decirle algo, él responde de una forma muy grotesca.
Quizá era de esos típicos que creen que por tener una cara bonita ya pueden tratar a todos como quieran. Pues que no intente eso conmigo.
—Qué molesto— dije al sentir el humo de su cigarro llegar hasta mi, estaba demasiado cerca teniendo mucha grada para sentarse.
Hora de tomar cartas en el asunto.
—¿Podrías dejar de exhalar el humor aquí?— pedí con amabilidad y firmeza.
Giró su cabeza hacia acá, sí bueno, mentiría si digo que no es atractivo, pero sus ojos azules se ven demasiado rojos por irritación quizá, algo me dice que ha estado ingiriendo cosas que no debería.
Me miró fijamente por unos segundos, con una expresión siniestra, se levantó de su lugar y comenzó a caminar a mi lentamente, con el cigarro en su boca.
Cuando estuvo a centímetros de mi, bajó su rostro poco a poco, al final, quitó el cigarrillo de su boca y exhaló el humo en mi cara.
—Con gusto— soltó para después irse sin más, aún con el cigarro en mano.
¿Qué acaba de pasar?
Pestañé varias veces, analizando lo que ese chico acaba de hacer.
¿Me tiró el humo a la cara?
Eso me hizo enojar en muchos niveles, ví su cuerpo de espaldas, mientras él caminaba fuera de las gradas.
Para bien o para mal, me crió un auténtico Walker, y quizá no estaba en mi sangre, pero tener a Frank como padre ya era suficiente para no permitir lo que acaba de suceder, sin duda, él no dejaría que alguien nos echara el humo así, ni a él, ni a nadie de la familia.
Me levanté por igual, siguiéndolo, dejé de prestarle atención al partido, ya después le explicaría a Izan esto.
Esperé a que al seguirlo, ambos dejaramos las gradas, al mismo tiempo que salimos del campo de soccer e íbamos por un sendero al aire libre.
—¡Hey!— llamé al chico, él volteó y me miró enseguida, con duda —¿Crees que echarle el humo a alguien es divertido?
Se acercó poco a poco hasta llegar a mi, había notado que era alto pero, no esperaba que me sacara tanta estatura por arriba, sacó el cigarrillo de su boca, exhaló el humor a otro lado y habló.
—¿Nos conocemos de algún motel?— me preguntó sin filtro.
—¡No vuelvas a exhalar el humo en mi cara!— dije en voz alta.
—Y sino, ¿Qué? ¿Vas a morderme?— dijo con burla pero sin cambiar su rostro de frialdad, luego dejó ver su cuello, moviendo la cabeza a la derecha —si es así, ¿Puedes hacerlo aquí?
Negué. —Si vuelves a hacerlo, no será tu cuello en lo que dejaré una fea marca.
Su expresión no había cambiado, solo veía vacío y frialdad en ella, su piel era muy pálida, su cabello brillaba con lo blanco que era, sus ojos desprendían un azul diferente a los míos, porque su azul parecía ser más claro, como el cristal,
¿Su físico? Lo suficientemente alto y fuerte para decir que estaba en forma. No sería mucha novedad, al ser una universidad deportiva, usualmente era rara la persona que padecía de peso de más, no nos molestaba, pero simplemente era poco usual verlo.
Y ese rostro era muy atractivo, pero se veía demasiado demacrado. Lo único que adornaba esa expresión fría, era un arete en forma de aro que portaba su oreja derecha.
Siguió acercándose más y más, intimidandome, quise verme valiente, no le tenía nada de miedo a él, pero al notar que no se detenía, fue que comencé a retroceder.
—Eso creí— comentó sin preocupación y volvió a retomar su camino.
El grado de indignación que tenía no podía medirse, me sentía muy ofendido. Y de ninguna manera iba a permitir que esto se quedara así.
Haciendo rabietas e insultando a ese chico, fue que regresé a ver a mi amigo jugar, también apoyaba a varios amigos que teníamos en común, pero nada quitaba mi orgullo dañado.
Volví a sentarme en dónde anteriormente estaba, ideando varias maneras de vengarme.
—¿Por qué esa expresión de terror y agonía?— preguntó el moreno acercándose a mí, llegó pengandose a la reja que dividía las gradas de la cancha.
Su partido al parecer estaba a mitad de tiempo, y él siempre venía a preguntarme cualquier cosa, pero más que nada, para que yo le pasara una botella de agua que dejaba conmigo.
—Un idiota pensó que era gracioso echarme el humo de cigarro en la cara— contesté lanzando la botella por arriba de la reja.
—Oh, y se enfrentó a la furia de Sam Walker, él chico que conserva su dinosaurio de peluche— opinó bromista, bebiendo de la botella.
—Lo detesto, ni siquiera sé su nombre, pero lo detesto.
—¿Cómo era?
—Mmh— me levanté en el escalón y levanté mi mano a una altura más grande que la mía —quizá de este tamaño.
—Sammy, hay muchas personas en este lugar que pueden medir eso.
Era verdad, siendo una universidad de deportes, había muchas personas altas.
No era que yo fuera bajo, crecí bastante en preparatoria. Pero si me comparaba con los demás de este lugar, ellos eran muy altos.
—Entonces, solo imagina a un chico de cabello blanco, cigarro, ojos azules pero llorosos por lo rojos que están, cejas pobladas, y no sé, ¿Labios delgados? Tiene un arete en la oreja derecha.
Pensó largamente, mientras yo mordía mi labio, sintiendo el sabor metálico de un piercing en él, en espera de saber a quién debo dirigir mi venganza.
—¡Ah, hablas de Keith!— informó alegre —debí saberlo antes.
—Nombre completo, carrera, edad y dirección. Quiero saber cómo voy a describir mi homicidio.
—Tranquilo, Sammy. Él es así con todos, que no te sorprenda.
Negué. —Oh, yo no voy a permitir que me trate igual que a todos, mi orgullo no va a ser dañado por un chico cuyo nombre ya se me olvidó.
Rió abiertamente. —Bien, más tarde iré a hablar con él para que se disculpe, solo no intentes meter un tenedor en su pecho.
—Si eso ocurre te dejo como el principal responsable— crucé mis brazos.
—Keith solo es... Keith— respondió resignado —hagas lo que hagas siempre será como es, solo déjalo pasar.
—¿No deberías ser el tipo de mejor amigo que si alguien me molesta, lo golpea para defenderme?
—El diálogo siempre es la respuesta— concluyó regresando la botella a la mitad por arriba de las rejas.
Olvidaba lo pacífico y miedoso que Izan podía ser, y de verdad era increíble que alguien con ese aspecto fuera la persona más tranquila y temerosa que conocía.
Regresó a su partido normal, mientras que yo me quedaba viendo a mi amigo anotar goles para su equipo.
Y aunque mi cuerpo estaba aquí, mi mente solo procesaba las mil y un formas de seguir a Keith un tiempo, mi plan se empezaba a formular en mi mente. Si él chico mostraba querer molestarme dentro de los próximos encuentros, yo habría de ser quién se acerque a él y se insinúe, hasta que decida alejarse de mi otra vez.
Era un plan arriesgado, pero, era algo tan sencillo como mostrar mi lado más curioso y hacerlo huir. Fácil y rápido. Claro, solo en caso que él regrese en calidad de molestia.
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Vengativo el muchacho.
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