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CINQ.

Las llamadas y los mensajes de texto seguían llegando a su celular, y Taehyung seguía sumido en un abismo de ofuscación, remordimiento y sentimientos de soledad.

No fue a trabajar. Era el único médico forense en el pueblo, ¿y qué? Tal vez estaba demasiado ocupado pensando y recordando, buscándole sentido a las palabras de Mort y sintiéndose mal por haber acabado con la vida de su hermano mayor, aquel que, más que un hermano, fue un cómplice, mejor amigo y motor de vida. No podía simplemente fingir que nada había pasado y hacerle la autopsia al chico con el que se crio. Podía ser un asesino, insensible y desalmado, pero con Yoongi era diferente.

El saber que matarlo fue en vano hacía que se sintiera peor.

Siquiera durmió o se preocupó por los cadáveres que había dejado en pleno bosque. Tampoco se interesó mucho en haber dejado pruebas. Terminó tan cansado que en medio de un trance del que se le dificultaría salir tomó rumbo a la camioneta y posteriormente al departamento, el cual hizo que el vacío en su interior incrementara.

Extrañaba a Yoongi. Mientras las horas pasaban, podía escuchar los ruidos que usualmente hacía en la mañana, como esa canción a todo taco que tanto le gustaba, la regadera y el sonido del cepillo cuando lavaba sus dientes. También con el sentido del olfato la estaba pasando mal, pues podía oler lo que solía preparar de desayuno seguidamente de su risa escandalosa en cuanto contaba un chiste repleto de humor negro.

Por eso se dio tiempo. El teléfono móvil seguía vibrando a su costado y él permaneció sentado al final de las estrechas escaleras, con la mirada en un punto muerto y los pensamientos revoloteando hasta el otro extremo de la vía láctea. Parpadeó poco, su lengua manteniéndose entre los dientes superiores e inferiores, quizá muy relajado o muy preocupado.

«Sabes lo que quiero. Utiliza la lógica».

¿Qué quería? En esa situación era imposible la "lógica". Empezando por que la mismísima existencia de Mort era un enigma que ni siquiera la ciencia conseguía explicar. Taehyung no estaba muy seguro de lo que era. Siempre pensó que se trataba de la muerte, la parca.

«Da igual si matas a cinco o a mil en una noche».

Eso no parecía "darle igual" días atrás. Cuando mató a los mellizos estuvo a punto de conseguir lo que quería y la actitud de Mort le dio mucho qué pensar. Gracias a ese comportamiento tomó la decisión de la que ahora estaba taaaaan arrepentido.

Rebuscó la navaja en su bolsillo delantero, la desdobló y entonces se quedó apreciándola por extensos minutos. Su mente no paraba de maquinar, intentando hallar explicaciones o algo que lo ayudara a entender lo que había pasado hacía horas en ese maldito bosque.

«Sabes lo que quiero. Utiliza la lógica».

"Sabes lo que quiero...".

El estrepitoso ruido de la puerta principal siendo golpeada lo sacó de sus pensamientos. Entre bufidos, se levantó y fue a abrir, dispuesto a dar la cara. Tal vez Namjoon ya había recaudado las pruebas suficientes para encerrarlo de por vida en alguna prisión de máxima seguridad en una de esas ciudades que últimamente tanto detestaba.

—¡Taehyung! —exclamó el policía al verlo—. ¿Estás bien?

Encogiéndose de hombros, se hizo a un lado, invitándolo a pasar. Namjoon así lo hizo.

—Entiendo tu dolor y créeme que no vengo a convencerte de ir a trabajar. Vengo a hablarte del asesino —informó con una sonrisa colmada de calidez—. ¡Estamos cerca!

«Me tienes al frente, genio» pensó, pero de su boca no salió ninguna palabra. Se limitó a exhibir una tímida curvilínea con los labios completamente juntos, incapaz de hablar o de dar algún aporte.

—No son asesinatos. Son sacrificios —'obsequios' era el término correcto para Taehyung—. Sacrifican almas. Son ofrendas.

El menor persistió en silencio. Un silencio tardío y enigmático. Su expresión facial llegó a cambiar al momento de estudiar mejor las palabras de Namjoon: «son ofrendas».

Tal vez si él...

—Mira, aquí ten...

—Estoy cansado, Namjoon —interrumpió, luciendo evidentemente fatigado—. Quiero descansar.

Comprensivo, Namjoon asintió. Palmeó el hombro adverso y luego de un exhalo se retiró, dejando a Taehyung completamente solo y con una nueva brillante idea.

«Solo hay una manera de conseguir mis besos».

Siendo humano era claramente imposible.

¿Quién iba por las personas que mataba? ¿Quién los guiaba en el camino hacia la muerte? Mort.

Probablemente, ¿quiénes tenían contacto permanente con Mort? Sus víctimas.

Había tenido la solución en sus manos todo el tiempo. La situación de Yoongi solo desembrolló todo.

A pasos lentos se dirigió al espejo en uno de los laterales del living. Observó su reflejo e inclinó su cabeza hacia un costado, buscando tener visibilidad de su cuello. Toqueteó con sus dedos desde el esternón hasta la vena tiroidea y de ahí a la yugular. Presionó, percibiendo su pulso acelerado.

Relamió sus labios a mitad de un ímpetu indescifrable, extrayendo de su bolsillo la misma navaja que lo acompañó a todos lados. Apreció sus detalles; aquel baño de sangre humana y la palabra 'Mort' tallada en la base.

Tragó en seco, inspiró hondo y entonces empezó:

Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda es polvo por siempre y por siempre será! —alzó la navaja. Suponía que el horario no era un problema y fue algo que le costó entender. Para la muerte no hay edad, fecha ni hora—. Cuando los capullos caen de la rama dos veces seguidas no florecerán... ¡Las flores tronchadas por el viento impío se agotan por siempre, por siempre jamás! —las ventanas y puertas estaban cerradas, mas una ventisca irrumpió en su alrededor—. ¡Los días que fueron, los días perdidos, los días inertes ya no volverán! ¡Qué tristes las horas que se desgranaron bajo el aletazo de la soledad!

La sensación de huracán de todas las madrugadas hizo acto de presencia. Taehyung empuñó sus ojos.

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, las sombras creadas por nuestra maldad! ¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, las cosas celestes que así se nos van! ¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... -de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!... ¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, corazón maldito que inquietas mi afán! —estaba culminando, y se odió por perder de fuerzas—. ¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! ¡Adiós mi alegría llena de bondad! ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, las cosas celestes que no vuelven más!

Y con la energía que el viento le otorgó, se incrustó la navaja a sí mismo en donde solía apuñalar a sus víctimas. Presenció el dolor, el calvario y la desdicha que alguna vez él fue el encargado de proporcionarle a los demás -su hermano incluido-.

Se arrastró por el piso, sintiendo cómo la vida se le iba. Trataba de articular palabras, mas no podía. Sentía desangrarse. Sentía todo con una lentitud agonizante.

Era indescriptible.

Trató de extraerse el objeto pero, al igual que las personas que asesinó, fue ingenuo. Era imposible librarse de ese artefacto en una situación así.

Su vista se nubló y él se revolcó, deseando por fin morir. Al menos así no sufriría más. Sabía que era inviable, sin embargo. Por experiencia propia, tenía en cuenta que no descendería hasta que alguien tuviera piedad y terminara de hundir la cuchilla en él.

Y sí. Alguien la tuvo.

Repentinamente no hubo nada y todo se tornó oscuro. No por mucho tiempo. Pasados unos segundos todo volvió a la normalidad y por un momento dudó de su proceder.

Tocó su nuca. No había nada de raro en ella. Ni sangre, ni navajas ni orificios.

Se levantó, sintiéndose de pronto liviano. No fue hasta que bajó la mirada que se vio a sí mismo allí, tirado en el piso con la navaja en el maldito cuello.

Estaba muerto.

Palpó su cuerpo y curioseó sus manos. Se sentía igual. Si estaba muerto, entonces no había mucha diferencia entre la vida y la muerte.

—Gracias.

Taehyung saltó en su lugar, dándose media vuelta inmediatamente. ¿Estando muerto se podía acelerar su pulso? Porque él lo sintió tal cual.

Ahí estaba Mort, sonriendo para él. La capucha estaba fuera de su rostro, permitiéndole al recién fallecido apreciar sus características "físicas" sin ningún tipo de inconveniente -sumándole a ello la luz del día-.

—Gracias por cuidarla —aclaró, mostrando la navaja que solía pertenecerle y que ahora volvía a su dueño original: Mort—. Tu petición será otorgada.

Taehyung estaba demasiado ensimismado. Podía irse al infierno y le daría igual porque después de eso nada arruinaría su buen ánimo. Ni siquiera una eternidad de sufrimiento.

Esa vez fue Mort quien decidió acercarse. Taehyung estaba inmóvil, tan emocionado como asustado. Sin embargo, supo que todo valió la pena cuando aquellos labios tocaron los suyos en una sutil caricia que lo subió al cielo y luego lo arrastró al infierno. No fue largo, pero lo sintió verdadero. También se sintió lleno. Sintió que cada asesinato, cada suspiro y cada sufrimiento había valido la pena. Consiguió lo que por años estuvo buscando; tanto, tanto, que su vida aparentó haberse reducido a eso.

Consiguió un beso de la mismísima muerte.


—houndix

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