Mort-dida© - Cap. 3
Mort-dida
Capítulo 3
De pie, agotada y con entereza, se encontraba Catalina detrás del soldado que yacía tendido en el piso. Aquella muchacha de aspecto frágil y muy tímida, era quien había detenido el ataque mortal de ese soldado.
Dentro del bus, solo se oían vítores y una gran algarabía.
-¡Ya, por favor! No celebren tanto y abran la puerta para entrar mi brazo y a nuestra heroína, Catalina -clamó, con fuerza, David.
-Sí, abran la puerta para que entre mi amiga del alma -exigió, Rebeca.
Ante tales demandas, procedieron a abrir la puerta, por lo que David, logró entrar su mano y también hizo su ingreso al bus, Catalina.
Nada más entrar, recibió aplausos y efusividad de sus compañeros, además de un fuerte abrazo de su amiga, Rebeca.
-Ahora debemos intentar rescatar al chófer y a Elías -sugirió, Catalina.
-¿Te has vuelto loca? ¿Quieres que esa cosa de afuera nos mate? -le respondieron casi a coro, sus compañeros.
-Pero ellos están malheridos. No podemos simplemente dejarlos a merced de ese soldado asesino y del desierto. Morirán, si los dejamos aquí. Yo no quiero cargar con ese peso en mi conciencia -alegó, Catalina.
-Amiga, tal vez ellos tienen razón y ya no hay nada que hacer. Mira hacia afuera, Elías no se mueve y tampoco nuestro chófer -le hizo notar, Rebeca a Catalina.
-¿Entonces, qué sugieren que hagamos? -preguntó, Catalina.
-Debemos salir de aquí cuanto antes -ordenó, David -quien estaba muy asustado-.
-¡Síííí, vámonos de aquí! -exigían los demás.
Catalina, quien era muy lista, se percató de un detalle muy importante, y se los hizo saber:
-Chicos, no podemos irnos. El bus no tiene las llaves. Lo más probable es que las tenga el chófer. Uno de nosotros tendrá que salir e ir a buscar las llaves. ¿Alguien se ofrece como voluntario?
Ninguno de los compañeros abrió la boca para nada. Estaban demasiado asustados, tenían mucho miedo de que si alguno saliera fuera del bus, el soldado despertara y lo atacara.
El silencio y la tensión, reinaban en aquel bus, hasta que por fin, una persona rompió el silencio y se ofreció a ir por las llaves.
-¡Yo iré! -dijo decidida, Rebeca.
-Rebeca, que valiente eres -le felicitó uno de sus compañeros.
-Tendré que serlo, ya que ninguno de ustedes quiere ir, y eso demuestra la cobardía que tienen. Tenemos que salir de acá como sea, y no podemos perder el tiempo.
-Amiga, ¿estás segura de lo que haces? -le preguntó muy angustiada, su amiga, Catalina.
-No, Cata, pero es la única forma que tenemos para salir de aquí -Tengo que hacerlo-.
-En ese caso, te acompañaré. Necesitarás ayuda allá afuera.
-No, amiga. Gracias, esto es algo que quiero hacer sola. Tú siempre me has ayudado en todo. Me siento hasta inútil a veces, y ahora quiero valerme por mí misma -le refutó, Rebeca.
-No podías escoger un peor momento para jugar a ser un superhéroe, amiga. Lo terca no te lo quitará nadie -asumió, Catalina. Entendiendo que no había forma de hacer desistir a Rebeca. Ella estaba decidida, y sería ella, y solo ella, quien iría por las anheladas llaves.
-Mucha suerte, amiga. Te estaré esperando -le dijo, Catalina, tras darle un fuerte abrazo a Rebeca.
-Gracias Cata, la voy a necesitar -y ustedes, tropa de cobardes, estén atentos a la puerta -acotó con dureza, en dirección a los demás.
Catalina abrió la puerta lentamente y Rebeca salió del bus, mirando a todos lados-:
‹‹Un pequeño paso para Rebe, y un gran paso para la humanidad›› -se dijo a sí misma, Rebeca. Tragó saliva, se encomendó a Dios, y comenzó la caminata hacia donde se encontraba don Jorge, quien aún no daba signos vitales.
Eran pocos metros, pero a Rebeca, le parecía una carretera al fin del mundo. Pasó casi por el lado del soldado, y lo miraba de reojo, pero este, no se despertaba. Rebeca continuó su andar y pasó ahora al costado de su compañero, Elías, quien estaba boca abajo inconsciente o muerto, quién sabe, pero ella no se quedaría para averiguarlo. ‹‹Lo veré a la vuelta›› -pensó.
Siguió dando pasos lentos, pero cada vez más firmes y seguros, al ver que se acercaba cada vez más a su objetivo -:
‹‹Me acerco, busco las llaves, le tomo el pulso, vuelvo al bus a dejar las llaves, y según; si están vivos, busco ayudantes para cargarlos hasta el bus›› -analizaba la situación, Rebeca.
Cuando estuvo por fin, lo bastante cerca de don Jorge, se acercó con cautela, se agachó y le revisó los bolsillos hasta que logró encontrar las llaves. Las cuales levantó en su mano, mostrando a sus compañeros que ya las tenía.
Todos en el bus, celebraban el gesto heroico de Rebeca. Ya que minutos antes, todo mundo, se comía las uñas de los nervios.
Acto seguido, le tomó la mano para verificar su pulso. El cuerpo del hombre, se encontraba muy malherido y con mucha pérdida de sangre, producto de la violenta caída. Tenía su rostro ensangrentado, tanto que no permitía saber a primera vista, desde donde emanaba el vital líquido.
-¡Dios mío, que mal se ve! Y no le siento el pulso. Tendré que ver si le late el corazón -exclamó muy preocupada.
Y habiendo dicho esto, se agachó sobre el pecho del anciano y puso su oído muy agudo sobre el pecho de este.
La presión ejercida sobre el pecho, hizo que el hombre abriera sus ojos y sintió el aroma del cabello de Rebeca, pero ella no se percató de nada. Seguía en su afán de sentirle algún signo vital.
De pronto, él, le lanzó un mordisco a su mano, haciendo que Rebeca chillara de dolor y miedo.
Don Jorge se repuso quedando sentado, mientras Rebeca corría desesperada hacia el bus, sin poder evitar gritar, porque estaba en shock.
Y fueron precisamente sus gritos, los que despertaron también a Elías, quien también se puso de pie y se abalanzó sobre ella. Afortunadamente, lo pudo esquivar, pero al hacer esa maniobra quedó lejos de la puerta del bus. Donde sus amigos estaban histéricos, presas del pánico, y lo único que hacían, era gritar tanto o más que la propia Rebeca; la que al verse rodeada por don Jorge y Elías, se metió debajo del bus, pero don Jorge, le agarró la pierna y Rebeca, pataleaba para que la soltase...
Los pasajeros en el bus, solo miraban atónitos y algunos grababan toda la acción con sus teléfonos.
Pero, Catalina, empoderada, al ver en peligro a su amiga, se dirigió a abrir la puerta, siendo detenida por la mayoría de los compañeros -:
-¡No, Cata, no abras! No ves que si lo haces, todos moriremos -le alegaban en masa.
-¡Suéltenme, déjenme! Tengo que ir a ayudar a mi amiga. ¡Malditos cobardes! Así como me tienen tomada entre cinco, por qué no salen entre todos y salvan a Rebeca, que puso en riesgo su vida por todos nosotros -gritaba con vehemencia, Catalina.
Abajo, Rebeca seguía lanzando patadas y tirando arena a la cara de don Jorge, pero este no se inmutaba y la mantenía firme de su pierna, intentando a cada segundo morderla, pero Rebeca le estaba dando una lucha titánica, y ya cansada, veía que no había forma de que la soltara, y se resignó dejando de patalear, lo que don Jorge inmediatamente aprovechó para poner su boca abierta en su pierna indefensa.
Al mismo tiempo que sintió una gran mordida en su hombro y en su cuello, pero no gritó, se giró inmediatamente y comenzó una fuerte batalla por la supervivencia.
Mort-dida © - capítulo 3
Autora: Ann E. Rol
Lorena Castro C.
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