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Mort-dida© - Cap. 10

Mort-dida ©

Capítulo 10

El auto que conducía David, se abalanzó a toda velocidad contra el bus que conducía Rebeca. Él sabía que a escasos metros giraría el volante para evitar el choque. Rebeca en cambio, no tenía la menor idea de los planes de su amigo y mucho menos tenía un plan propio, lo único que sabía era que debía llegar lo más pronto posible a la ciudad. David pensaba que Oliver era el conductor del bus, pero fue tal su sorpresa al notar que era Rebeca quien conducía, qué decidió cambiar de planes y comenzó a doblar para hacerse a un lado, pero no contaba con que Rebeca no se iba a detener.
Justo en el momento en que David giraba el volante para hacer la maniobra evasiva, no pudo evitar que el bus impactara al costado del copiloto haciendo qué su auto comenzará a girar terminando al lado de una roca.
Fueron por lo menos tres giros que dio el auto de David.

Mientras Rebeca, también había perdido el control del bus qué terminó impactando contra un cerro al costado de la carretera. Por lo cual  descendió pensando en seguir a pie.

No alcanzó a llegar a la curva cuando se encontró de frente con el soldado que venía corriendo, el que al notar la presencia de Rebeca se le fue encima para atacarla pero Rebeca lo esperó a pie firme dando inicio a una pelea épica entre los dos zombies.

Pese a la desigualdad de los contendientes: el soldado había sido entrenado en lucha y combate; además transformado en una máquina de matar.
En cambio Rebeca era solo una chica normal. Pero ahora, al ser zombie, había obtenido una mayor fuerza y agilidad. Aunque había perdido la facultad de hablar y de pensar con claridad. Eso, sin contar el apetito feroz por la carne que sentía.
El militar usaba toda su fuerza contra Rebeca he intentaba liquidar la lucha en forma rápida, más la tarea no le resultaba tan fácil. La chica le estaba dando muchas complicaciones, ya que también tenía lo suyo.

Si bien el soldado le había arrancado medio hombro, está por su parte le tenía la mano colgando pero el soldado no tardaría en demostrar que él era más fuerte y en base a puntapiés lanzó muy fuerte a Rebeca de espaldas contra el piso, quedando esta fuera de combate, lo que aprovechó el soldado para sacar de su funda un arma, con la que se disponía a dispararle a Rebeca. Y justo antes de apretar el gatillo sintió un fuerte golpe en la nuca cayendo inconsciente al piso.

De pie frente al soldado se encontraba David, que a pesar de estar malherido después del choque con el bus, logró salir del auto y tomó un fierro con el que le asestó un certero golpe seco en la cabeza del soldado, y así salvó a Rebeca antes de que este le disparara a quemarropa.
Lo primero que pensó fue en rematar en el suelo al militar, pero vio el arma en la tierra y la recogió enseguida y la guardó entre sus ropas.
Luego, comenzó a arrastrarlo hasta el auto y abrió el maletero con la intención de meterlo ahí. Estaba en eso, cuando sintió pasos a su espalda.
Se mantuvo quieto y se llevó la mano al lugar donde tenía el arma. Los pasos se acercaban cada vez más y David sudaba listo a disparar apenas se girara.
Cuando sintió una mano en la espalda, volteó veloz y accionó con fuerza el gatillo del arma, pero está no disparó. Volvió a intentar unas veces más sin siquiera mirar a su blanco, mas el arma nunca percutó disparo alguno.

—¡Ten cuidado con esa pistola, ardilla miedosa! Casi me matas con esa cosa —le gritó Catalina, que ya había llegado.

—Yo... Yo. No me di cuenta. Perdona Cata. Pero, ¡estás viva! Sí, estás viva. No sabes el gusto que me da verte —dijo muy nervioso David, dejando el arma sobre el maletero, acercándose a Catalina para intentar abrazarla.

—Claro, después de haberme abandonado en pleno desierto. Seguramente querías que hiciera trekking, imbécil. Pude haber muerto por tu culpa —reclamó Catalina, evitando y rechazando el abrazo de David.

—Lo sé y lo siento mucho. Tienes que creerme. Estoy muy arrepentido de lo que te hice. Pero mira lo que tengo aquí atrás del auto.

—David, si es otro de tus trucos te advierto que esta vez no te perdonaré.

—Tranquila Cata, mira, no abriré la puerta, pero te diré que tengo al soldado zombie encerrado ahí. Está aturdido. Le di con un fierro en la cabeza justo cuando iba a... ¡Mierda, la olvidé! —David se interrumpió al recordar que Rebeca estaba en el piso, entre el bus y el cerro, y corrió al lugar donde había quedado.

—¡Ey, David! Espera, ¿a dónde vas? —le llamó Catalina. Y al ver que no le hacía caso, caminó tras él.

David llegó a la parte delantera del bus que era donde había quedado una inconsciente Rebeca.

—¡Mierda! Si estaba acá... ¡Rebe! No te escondas, no temas, nadie te hará daño. Mira, llegó tu amiga, Cata —decía David, mientras se subía al bus y caminaba lento, yendo asiento por asiento.

Abajo, Catalina, llegó al bus, pero no vio a David ni a nadie cerca, así que comenzó a rodear el largo bus, hablando despacio:

—David, ¿dónde estás? ¿Qué me ibas a decir? Por favor, no te escondas. No es gracioso. ¡Da la cara, ardilla apestosa! —lanzó el apodo con la esperanza de que así David hiciera acto de presencia. Catalina, estaba muy asustada.

Llegó a la parte de atrás y lo comenzó a rodear, dándose cuenta que casi pegada al cerro, se divisaba una silueta de una persona de cuclillas y de espaldas, pero lo más impactante era que parecía no tener cabeza.

Eso la hizo retroceder de espaldas lentamente y ahogar un grito, pero pisó unas ramas secas que hicieron ruido, y sin mirar, ahora sí lanzó un grito tan fuerte que cualquier coyote hubiera sentido vergüenza,y corrió despavorida.

El grito de Catalina se oyó en todo el desierto, por lo que David también se asustó, pero en lugar de salir del bus, siguió adelante a paso firme, pero muy atento a cualquier cosa. Recordó que estaba sin nada en las manos para defenderse y extrañó aquel fierro. Tanto o más que un político a una coima.

No solo David sintió a Catalina, también Elías, que había estado masticando al chófer del auto blanco que había matado el soldado.
Por lo que se arrastró y cayó frente a David, quien al verlo aparecer en forma intempestiva, se asustó y retrocedió, pero luego de ver el estado de su amigo, se tranquilizó:

—Vaya, vaya, Elías, ¿cómo estás? Disculpa que no te de la mano, pero no tienes ninguna. Y por lo visto, tampoco podrás jugar fútbol la próxima semana, bueno, ni nunca.

Elías emitía gruñidos y chillidos mientras se arrastraba hacia David, el que sonreía confiado.

Pero su sonrisa se le fue más rápido que «el sueldo mínimo» cuando vio que detrás de Elías se había puesto de pie, el chófer del auto blanco. El que tenía la cabeza colgando y media cara mordida, con la piel a punto de caer y ensangrentado en varios lados.

David no lo pensó dos veces y salió disparado del bus corriendo al auto para tomar el fierro y defenderse. Pero una vez ahí, no encontró nada. Desesperado buscó hasta debajo del auto y no lo pudo hallar. En eso escuchó detrás suyo:

—¿Se te perdió algo, ardilla? —le preguntó Catalina, con el objeto contundente en su mano y con el arma en la otra.

—Cata, dame eso. ¿No sabes el peligro que corremos? En el bus hay dos de esas cosas. Uno es Elías y el otro el dueño de este auto.

—Te falta el que está afuera, en la parte de atrás. Una cosa sin cabeza.

—¿Quééé? Otra más... ¿y sin cabeza?

—Sí, y no quiero pensar que hay más. ¿Qué pasó aquí, David?

—Es largo de contar. Pero en resumen, los demás también me dejaron tirado aquí y se fueron.

—Pero, de ser así, ¿en qué se fueron? Porque aquí está el bus y el auto.

—Prometo explicarte, pero ahora debemos sacar el bus, e irnos de aquí y ver si encontramos a los demás. Para eso tengo un plan. Es un poco arriesgado, pero espero que me ayudes.

—Te escucho, ardilla —le dijo Catalina.

—Es simple, uno de los dos, se sube al bus, atrae a los que están ahí y cuando se bajen, el otro se sube y echa a andar el bus para luego recoger al otro y nos vamos a buscar a los demás.

—Es un plan arriesgado, pero podría resultar.

—Perfecto. Entonces te subes y yo espero abajo —le sugirió David.

—Nada de eso, ardilla. Tú te subes y yo espero abajo para echar a andar el bus. No me voy a arriesgar para que de nuevo me dejes botada. Además, yo soy la chica armada y si quieres lo discutimos de otra forma...

Mort-dida © - Capítulo 10
Autora: Ann E. Rol
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Portada - Eve Sanchez.

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