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Capítulo 7

En la mañana, el joven Jung Kook fue directamente hacia la iglesia para hablar con quien debía. Estaba preocupado y también asustado por lo ocurrido en la noche.

Ingresó al lugar y pasó caminando por el pasillo hasta donde estaba el atril. Allí no había nadie, por lo que se sentó en el banco a esperar al sacerdote. Observó la sala, la cual no era realmente grande; una gran cruz se encontraba en la pared frente a él y, a los costados estatuas de ángeles. No era una iglesia como las de la ciudad pero  por dentro se veía muy cuidada.
Jung Kook juntó sus manos y las dejó entrelazadas en un puño. La impaciencia por encontrarse con aquel hombre lo obligaba a mover su pierna, nervioso.

No se detuvo a rezar, era algo que simplemente no pasaba por su cabeza en ese momento. Lo único que necesitaba era hablar con él, contarle lo que vio y así advertirle de que realmente había una criatura acechando al pueblo.

El silencio era tranquilizante y cualquier ruido repentino juraba que lo podría hacer dar un salto del banco. Miró a su derecha y, acercándose en su dirección, lo vio. Ese hombre no tan grande de edad pero si canoso, caminó sin darse cuenta de que el joven estaba allí. Se encontraba leyendo un libro, Jung Kook supuso que seria la Biblia pero no le dio importancia. Se paró rápidamente del banco y llamó su atención.


—Jung Kook, ¿qué haces aquí?—le preguntó, cerrando el libro— Aún es temprano.


—Lo sé, debía hablar con usted. Es urgente.


Jung Kook estaba nervioso y apurado por hablar; volvió a tomar asiento cuando el sacerdote retomó los pasos para ir hacia él, sin dejar su libro, se sentó junto al menor y lo miró preocupado. Se dio cuenta de que sus ojos estaban rojos y la ojeras eran muy oscuras a comparación con el tono de su piel.


—Te ves cansado, ¿qué es lo que necesitas, hijo?


—Verá, ayer fue mi turno, el de vigilancia—comenzó a contar—.En realidad estuve hasta hace unas horas y no pude dormir. Quería hablar con usted porque sé que no será como los otros, ellos enloquecerán.


Prestando mas atención al joven Jung Kook, el sacerdote lo miró fijamente y esperó a que le contara justamente aquello que estaba deduciendo a juzgar por su actitud nerviosa.


—¿Pasó algo?


—Sí—respondió apresurado y tragando grueso —.Había un chico, lo encontré escondido entre los árboles. Pude ver sus colmillos afilados... Era una de esas criaturas.


Los ojos del hombre se abrieron sorprendidos. A pesar de que esperaba que la respuesta fuera esa, se vio asombrado por el hecho de que el joven estuviese ahí para contárselo. Los ataques de vampiros eran tan peligrosos como los de otras criaturas, sólo que ellos en muchas ocasiones no tenían piedad alguna después de satisfacer su sed.


—¿Estás bien?¿Te hizo daño?


El menor negó. Juntó sus manos para apretarlas y agachó un poco la mirada; su memoria lo hizo recordar ese momento en que aquel joven mostró sus afilados colmillos, dejándolo sin apenas una reacción decente. Él no estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, no era tan valiente como otros, pero sí curioso. Y, a pesar de que nunca tuvo miedo al escuchar todas aquellas historias, ahora realmente debía empezar a asustarse.


—Yo salí corriendo, no supe que otra cosa hacer.


—Está bien, al menos pudiste escapar—el hombre apoyó una manos sobre el hombro del menor para calmarlo—.Dime, ¿recuerdas su rostro? Debemos alertar a los demás.


—No mucho— Jung Kook intentó hacer memoria. Debido a la oscuridad tampoco pudo distinguirlo muy bien, a pesar de que la lámpara que llevaba consigo lo ayudó un poco—.Su rostro era fino y su cabello castaño, su flequillo caía sobre sus ojos... Y no recuerdo mucho más.


El sacerdote asintió seriamente. Se preguntaba el motivo de por qué Jung Kook no había sido atacado, le resultó muy extraño y sorprendente. Él había sido parte de escenas en la que aquellas criaturas asesinaron a inocentes, niños, mujeres y hasta ancianos. Por el momento dejaría esa incógnita de lado y se centraría en identificar a aquel joven que le describía.


—Bien, me encargaré de comunicarle esto a los demás, por ahora deberías ir a descansar.


El sueño y cansancio que tenía el menor era notable. Esperaba poder dormir al menos un poco y que su padre entendiera que la guardia en la noche había sido toda una escena de terror para él. Sin más se levantó del banco y se despidió del hombre, pero antes de salir de la pequeña iglesia, alguien ya había entrado. Un joven de más o menos su edad, con el cabello alborotado, empujó las puertas con brusquedad, llamando la atención de quienes ya estaban allí adentro.

  

—¡Necesito ayuda!—gritó el muchacho a ambos—¡Encontré un cuerpo en el riachuelo!


Inmediatamente después de escuchar eso, el sacerdote y Jung Kook corrieron para seguir los pasos del joven quien los iba a guiar hasta la zona. El riachuelo no estaba muy lejos del pueblo y no era muy frecuente que alguien pasara por allí. Fueron seguidos por otros hombres quienes fueron alertados por los gritos hasta llegar. Allí, al borde, lleno de hojas mojadas pegadas en la ropa, el cuerpo de una joven que no debía sobrepasar los veinte, estaba acostado sobre el pasto y parte del barro. Sus labios estaban morados, su piel de más pálida. Jung Kook mantuvo la distancia y prefirió observar desde su lugar. Los hombres que los habían seguido, fueron hacia el cuerpo de la muchacha para  levantarlo y dejarlo en una zona más seca. Trataron de reanimarla, pero ya era tarde. Quién sabía cuánto tiempo llevaba allí.


—¿Quién puede haber hecho algo así a esta pobre niña?—se lamentó uno de los hombres.


—Un criminal, claramente—el sacerdote pasó su mano por el rostro de la joven para cerrar sus ojos lo cuales estuvieron abiertos, mostrando su mirada inerte—.Si se fijan tiene una herida en la parte baja de su cuello, es un corte profundo... Podría tratarse de algún loco asesino o de una de esas criaturas intentando ocultar su rastro por medio de una herida con arma blanca. Necesitamos comunicar de esto a la policía.


Los ojos del menor se quedaron clavados en el cuerpo de la joven. No la había visto antes, seguramente no parte de su comunidad. Por la forma en la que iba vestida debía ser alguna chica de la ciudad, quizás se había perdido y alguien se habría aprovechado de ello, o quizás podría haber sido guiada hasta allí. Lo cierto era que nunca antes vio tal cosa; estaba impactado, asustado... Los allí presentes comenzaron a hablar en voz alta tratando de hacer sus propias teorías al respecto. Él sólo estaba de pie, estático y pensando en el horrible momento que la joven habría pasado. ¿Podría haber sido tal vez aquel chico que encontró en su turno de vigilancia?¿O simplemente fue víctima de uno de los tantos crímenes que se cometían por mentes de persona perturbadas? Jung Kook no tenía idea, pero no quería volver a ver nunca más algo así.


—Ve a casa— le dijo el sacerdote, sacándolo de sus pensamientos.


Jung Kook hizo caso, se marchó. El camino de vuelta a su casa sería extraño. No dejaría de pensar en aquel rostro ya muerto, con esa mirada de nada. Caminó, alejándose de la multitud, cerca del riachuelo para volver por el camino de piedra del cual ya casi se estaba perdiendo el rastro. Miró un momento a su alrededor y, a lo lejos, volvió a ver una figura entre los árboles. Ésta se quedó estática, como si lo mirase y, cuando Kook pestañeó, ya había desaparecido.                          

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